Quiebres y reacomodos en la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina en el ciclo político-electoral 2020


Breakdowns and rearrangements in United States Foreign Policy toward Latin America in the Political-electoral Cycle 2020


Dr. C. Luis René Fernández Tabío

Doctor en Ciencias Económicas.

Profesor Titular del Centro de Investigaciones de la Economía Internacional (CIEI) de la Universidad de La Habana.

e-mail: luis.rene.fernandez@gmail.com Número ORCID: 0000-0003-3535-2789


Dr. C. Hassan Pérez Casabona

Doctor en Ciencias Históricas. Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana. Académico Concurrente de la Academia de la Historia de Cuba.

    1. ail: hasperezc@cehseu.uh.cu Número ORCID: 0000-0002-9388-6634


      Resumen:

      En el año 2020 el ciclo electoral presidencial, y en ambas cámaras congresionales, tuvo lugar en medio de múltiples crisis agudizadas por las po- líticas de Donald Trump, aplicadas en el período 2017-2020, y, de manera especial, por la pandemia provocada por la Covid-19. La combinación de estos y otros factores acrecentó, al mismo tiempo, las contradicciones inherentes a dicho sistema po- lítico y la incertidumbre sobre su futuro. Se consi- dera que Estados Unidos está en un momento de ruptura, acentuado en no poca medida a partir de 2016, en medio de una fase de declinación relati- va de poder, la cual arrancó, en diversas dimen- siones, desde mediados de la década de 1970 del siglo anterior. Dicho proceso puede profundizar- se, según los resultados electorales, si Trump es reelegido, o derivar que se restablezcan en parte las tendencias precedentes, ajustadas, si Joe Biden

      se instala en la Casa Blanca. La interrelación entre las condiciones actuales de las relaciones regiona- les, y a nivel global, han experimentado cambios profundos, al igual que los diversos componentes internos de la sociedad. Tanto los factores inter- nos como los externos influyen en la formación de política exterior y son empleados en este aná- lisis para realizar una primera aproximación so- bre los escenarios de la política exterior de Esta- dos Unidos hacia nuestra región y sus elementos de continuidad y cambio en los próximos cuatro años.

      Palabras clave: Continuidad. Cambio. Política ex- terior. Estados Unidos. América Latina.


      Abstract:

      In 2020 the presidential electoral cycle, and in both congressional chambers, took place amid multiple crises exacerbated by the Donald Trum- p´s policies, applied in the period 2017-2020, and, especially, by the pandemic caused by the Covid-19. The combination of these and other factors increased, at the same time, the contra- dictions inherent in this political system and the uncertainty about its future. It is considered that the United Sates is in a moment of rupture, accentuated in no small measure since 2016, in the middle of a relative phase of power´s decline, which began, in various dimensions, form the mid-1970 of the previous century. This process can be deepened, depending on the electoral re- sults, if Trump is reelected, or lead to a partial reestablishment of the previous adjusted trends, if Joe Biden is installed in the White House. The interrelations between the current conditions of regional relations, and at the global level, have undergone profound changes, as have the va- rious internal components of society. Both inter- nal and external factors influence the formation of foreign policy and are used in this analysis to make a first approximation of the scenarios of United Sates foreign policy towards our region and its elements of continuity and change in the next four years.

      Key words: Continuity. Change. Foreign Policy.

      United States. Latin America. Introducción


      Introducción

      La política exterior estadounidense tiene inte- reses y objetivos permanentes de carácter impe- rialista, basados en el propósito de mantener su sistema de dominación y explotación. Cualquier ruptura, o debilitamiento de los mismos, conduce al rediseño de políticas en mayor o menor grado. Se reformulan planes y estrategias para reincorpo- rarlos mediante las políticas de subversión y cam- bio de régimen que consideran favorable a ellos, a partir de las tendencias políticas predominantes en cada período. Por razones geopolíticas el énfa- sis y la intensidad de la respuesta tiene diferencias de acuerdo con la cercanía geográfica y la identi- ficación de retos que desde su perspectiva tienen los procesos progresistas, nacionalistas, eman- cipadores y antiimperialistas dirigidos de forma más o menos radical a quebrar esa dominación. México, Cuba, las repúblicas centroamericanas y los países del Caribe han sido priorizados tradi- cionalmente porque se consideran parte principal de su seguridad nacional (Cockcroft, 2001).

      La formación de la política exterior tiene en cuenta, no es ocioso reiterarlo, tanto al gobierno y otras instancias involucradas en el sector externo, como la influencia activa de la sociedad civil al servicio de la clase política, sean presentadas en forma de llamados centros de pensamiento, aca- démicos o asesores políticos dentro del sistema. Hay numerosos marcos conceptuales para abor- dar las cuestiones relacionadas con la política ex- terior de Estados Unidos en general o hacia regio- nes, subregiones o países específicos. Al final se constata una especie de vector resultante, el cual emerge de la actividad exterior concertada, con no pocas grietas en dicho enhebramiento, entre las distintas instancias del gobierno y el entorno social, así como las organizaciones no guberna- mentales y el sector de negocios transnacionales. Sin desconocer la complejidad del proceso de for- mación de la política exterior de Estados Unidos, en este caso partimos de identificar a la misma como resultado de la función del Estado, y sobre todo del

      gobierno y su Ejecutivo (Rodríguez, 2017). El resto de las instituciones y componentes que intervienen se incluyen como parte de otros factores internos expresados principalmente en las posturas de polí- ticos y especialistas que se hacen más visible en el ci- clo político electoral a través de informes y artículos en donde aparecen críticas y posturas que pretenden influir en el próximo periodo político.

      A lo largo de su historia, la política externa de Estados Unidos ha tenido que ajustarse a sus posi- bilidades, y a las condiciones del balance interna- cional de fuerzas dentro de cada etapa (Kissinger, 2004). Debe subrayarse que desde esta perspec- tiva, aunque existan elementos de continuidad y cambio en la política exterior, ellos son restringi- dos a modificaciones en el discurso, la forma de presentar la política y los énfasis en unos u otros tipos de instrumentos expresados en planes, pro- gramas y estrategias.

      Por razones sistémicas del imperialismo, los in- tereses y objetivos principales del imperialismo no cambian esencialmente, porque todas las va- riantes se dirigen a preservar y fortalecer o per- feccionar su sistema de dominación y explotación continental. Es decir, se parte del supuesto de que aunque la política exterior de Estados Unidos po- see una tendencia a la continuidad, por razones sistémicas y estructurales del imperialismo, dada las condiciones internas de crisis múltiple por la que atraviesa ese país, declinación hegemónica y el desafiante entorno mundial, caracterizado por una crisis económica y pandemia, en el momen- to actual la política exterior estadounidense ha- cia Nuestra América representa enormes retos, en cualquiera de los escenarios que resulten de las elecciones estadounidenses después del 20 de enero de 2021 (Aguirre, 2020).

      Las distintas corrientes e interpretaciones en la formación de la política han debido considerar los factores objetivos internos y externos, y sus intere- ses económicos y políticos estratégicos, con preva- lencia sobre principios y valores declarados como baluartes de su propia identidad como nación


      (Moore, 2004). Las condiciones de la correlación de fuerzas regional y mundial a favor o en contra del sistema imperialista constituyen un enfoque principal en el análisis de la política exterior de Es- tados Unidos que debe considerarse. La política exterior estadounidense no se realiza en el vacío. Las condiciones internas, sistema y fortalezas o de- bilidades de los países de la región latinoamerica- na y caribeña constituyen un aspecto principal en el diseño de la política imperialista, en sus éxitos y sus fracasos.

      En este breve artículo se realiza una aproxima- ción de carácter preliminar a las alternativas de política exterior de Estados Unidos en general con énfasis en los casos a los que se le ha pres- tado mayor atención por considerarse retos a su sistema de dominación continental, como son Cuba, Nicaragua y Venezuela (National Security Strategy, 2017). Se abordarán también de mane- ra escueta, algunos temas sensibles como las mi- graciones y otros temas relevantes en las visiones aparentes de los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos.

      La presentación en su desarrollo se divide en dos partes donde se abordan las premisas y an- tecedentes de la situación actual y los factores y condiciones de continuidad y cambio en el esce- nario bipartidista para el período 2021-2024.


      1. Premisas y antecedentes

        El actual ciclo electoral del año 2020 está mar- cado por múltiples crisis interrelacionadas que complican el escenario político interno y externo y las perspectivas de la política exterior de Esta- dos Unidos en general y hacia la región de Amé- rica Latina y el Caribe. La COVID-19, sin una respuesta adecuada por el gobierno presidido por Donald Trump, ha agudizado los problemas y de- safíos propios del sistema imperialista. La crisis económica catalizada por la pandemia, que de to- dos modos estallaría, pone en evidencia viejos de- safíos raciales, sociales, políticos e incluso en torno a la identidad nacional. El debate en relación con

        la identidad política del país, temática en cuestio- namiento desde hace décadas, ha llegado a niveles de intensidad inusitados. Estas dificultades alcan- zan expresión en una crisis del sistema bipartidista, grave ruptura del consenso al interior de la clase dominante, que ha puesto en entredicho la estabi- lidad del proceso electoral y su propio desenlace, en el lapso comprendido entre el 3 de noviembre de 2020 y el 20 de enero de 2021. Claras eviden- cias de corrupción, denuncias de fraude, obstruc- ción del voto, utilización del dinero de campaña con objetivos de sobornar, entre otras cuestiones, ponen sobre el tapete que se trata de un entorno cada vez más tóxico. La mentira, la manipulación y la violencia han ocupado un lugar importante en el año electoral con pocos antecedentes históricos de tal magnitud y gravedad, no así las propuestas concretas, desde una integralidad de concepciones y enfoques políticos, en cuanto a planes y progra- mas que pudieran confluir, al menos en que se ate- nuaran dichos flagelos.

        Las políticas económicas de Trump han aumen- tado las diferencias socioeconómicas y profundi- zado un escenario dual. Por una parte, la econo- mía real de la producción material y los servicios, con millones de trabajadores que han perdido su puesto laboral en medio de esta aguda crisis; y por otro la economía especulativa y parasitaria del gran capital de Wall Street en auge, acumulan- do ganancias para los millonarios mediante polí- ticas gubernamentales de reducir tasas de interés y desembolsar enormes sumas que acaban abru- madoramente en las manos de los ricos.

        La crisis de salud, junto a la crisis económica y las políticas gubernamentales, hacen más acen- drada la crisis social que afecta a los más variados sectores, pero en particular, y de forma despro- porcionada a los afrodescendientes e hispanos.

        A su vez, se intensifica la crisis del sistema bi- partidista, así como la falta de consenso dentro de la clase política, Es perceptible, incluso, atisbos en varias direcciones, de ruptura de las bases que dan cuerpo y sustentan a dicho sistema político,


        lo cual ha hecho pensar a no pocos en un Estado fallido, calificativo que Estados Unidos endilga a las naciones que se esfuerza en desacreditar (Par- ker, 2020).

        Debe tomarse en cuenta, asimismo, la manera en que la actual administración ha venido manio- brando en torno a la composición de la Corte Su- prema, como medio político para profundizar las tendencias del conservadurismo y la reacción.

        Esta crisis integral en Estados Unidos es la ma- yor desde la posguerra, y tiene como trasfondo precisamente un año electoral. Aunque ha dado algunas señales de repunte no solo está lejos de terminarse la pandemia, como no deja de propa- lar Trump, sino que esta se hace más terrible en buena parte del país, a lo que hay que incorporar los riesgos de estallido de otra burbuja financiera, que no puede descartarse.1 Esta situación de múl- tiples crisis y problemas sin resolver debe ser uno de los factores clave en los resultados electorales de acuerdo con las percepciones de los votantes (Jervi, 2020).

        Las actuales circunstancias críticas renuevan el debate sobre las mejores variantes estratégi- cas para manejar esta situación en interés de la oligarquía financiera de Estados Unidos, pero las visiones dentro de esa cúpula se encuen- tran muy divididas. La polémica no comen- zó ahora, ni concluirá en este año, debe man- tenerse en la búsqueda de un consenso, que parece algo huidizo en la actualidad, por las agu- das discrepancias entre el partido demócrata y republicano, así como al interior de las organi- zaciones e instituciones principales del sistema político. Todo ello desde la preeminencia que le otorgan dicho sectores a que cualquier reaco- modo no comprometa los intereses de seguridad

        nacional de Estados Unidos, asumida dicha con- cepción tanto en el plano doméstico como en su proyección internacional (Rostow, 1993).

        La importancia de analizar de manera crítica los planteamientos realizados por estrategas, po- líticos y expertos en política exterior del impe- rialismo, en medio de las actuales circunstancias, estriba en que de ellos pueden extraerse algunos rasgos y tendencias de lo que presumiblemente será la estrategia de política exterior en los próxi- mos años.

        La declinación del poder relativo de Estados Unidos respecto a potencias emergentes es un pro- blema que se ha abordado de manera intermitente desde finales de la década de 1960 y principios de 1970. El debate sobre el mismo se exacerba en con- diciones de crisis y grandes desafíos y sigue siendo en el presente un problema principal (Ludes, 2020). A partir del interés nacional, asociado básicamente a las motivaciones económicas y de seguridad na- cional, el balance de poder y los retos identificados, se formulan distintas visiones estratégicas, que ob- viamente no siempre confluyen.

        La política del presidente Donald Trump, desde su llegada al gobierno en enero de 2017, rompe en no poca medida con el consenso de política exte- rior precedente, y marca las condiciones de par- tida para el próximo período que se iniciará el 20 de enero de 2021. Bajo el lema de “Estados Uni- dos primero” y un conservadurismo nacionalista reaccionario y populista, ha modificado algunos elementos sustanciales, que habían permanecido tanto con presidentes republicanos como demó- cratas, desde inicios de la década de 1980 y aún antes pero que ahora han alcanzado mayor tras- cendencia en medio del nacionalismo conserva- dor (Kagan, 2018).


        1Al momento de concluir este trabajo, 25 de octubre del 2020, el número de casos en Estados Unidos contagiados con la Covid-19, —según las métricas del Coronavirus Resource Center, de la Johns Hopkins University— es de 8 626 537, mientras que la cifra de muertes es 225 197. Las estimaciones de prácticamente todas las entidades especializadas en la materia plantean que, en la jornada electoral del 3 de noviembre del 2020, dicha nación superará los 240 mil falle- cidos y que, para el 1ro de enero del 2021, ascenderían a más de 400 mil las víctimas mortales (Coronavirus Resource Center, 2020).


        Trump quebró o reformó principios del orden internacional de posguerra, desde alianzas es- tratégicas, diplomáticas, económicas y militares, hasta los más diversos acuerdos, como los de libre comercio impulsados por Estados Unidos a partir de la década de 1990. Desde esa óptica rechazó importantes acuerdos y tratados internacionales, desestimando a las Nacionales Unidas (ONU) y muchas de sus organizaciones. Un hecho de par- ticular connotación adversa, en medio de la pan- demia del nuevo coronavirus, fue retirar el apoyo y anunciar su salida de la Organización Mundial de la Salud (OMS), alegando para ello que dicha entidad favorecía a los intereses de China. Es rele- vante, de igual manera, su rechazo a los acuerdos de Paris sobre Cambio Climático y los referidos a la reducción de armas suscritos con Rusia y otros actores globales de primer orden.

        La administración de Donald Trump ha resta- blecido las expresiones imperialistas más brutales hacia los países de América Latina y el Caribe, in- cluyendo la tristemente célebre Doctrina Monroe, que al menos en el discurso formal de la anterior administración habían sido superadas. El empleo de medios de poder económico, sin desconocer las movilizaciones militares y las amenazas con el empleo de la fuerza, ha sido otro de sus rasgos característicos, sin excluir ninguno de los otros instrumentos del llamado poder blando, para re- trotraer los procesos emancipadores, pero con én- fasis en las consideradas amenazas a su seguridad nacional y estabilidad regional, debido a su orien- tación socialista. Los casos de Venezuela, Cuba y Nicaragua fueron colocados como sus priorida- des en la campaña de subversión y cambio de ré- gimen. Guerra política, económica, comunicacio- nal, judicial y diplomática, han sido empleadas,

        sin olvidar las operaciones violentas y encubier- tas, hasta el respaldo velado a acciones terroristas y amenazadoras. En las actuales circunstancias la dinámica de política interna en Estados Unidos y la orientación ideológica disruptiva de su presi- dente constituyen un factor principal que encuen- tra expresión en el caso de Cuba.

        En este sendero Trump ha añadido nuevos in- sumos a un accionar sostenido en el tiempo por Estados Unidos, en múltiples campos, adoptando como uno de sus referentes, al menos en lo que respecta a sus posicionamientos nacionalistas, a la figura no menos infausta de Andrew Jackson, unos de los inquilinos decimonónicos en la Casa Blanca (Haass, 2020: 28).2

        Una de las principales tendencias en la políti- ca exterior de Estados Unidos ha sido la incer- tidumbre, la volatilidad, el caos, e incluso falta de coherencia en ciertas decisiones de políti- ca exterior (Kiel y Elliot, 1997). Estas parecen responder a aspectos de política interna (de- mandas de la base electoral de Trump) (Make America Great Again), más que a una estrategia basada en opiniones de expertos y cuadros ex- perimentados de la burocracia gubernamental, que pone en un segundo plano las consecuen- cias a más largo plazo desde el punto de vis- ta geopolítico y geoeconómico (Wright, 2020). Existen algunas evidencias que se está creando una fuerza política bipartidista, tanto demócra- ta como republicana para tratar de restablecer el funcionamiento del sistema político y si ello se consolidad podría explicar la llegada de Joe Biden a la presidencia.

        El problema con el enfoque destructivo de un sistema o política existente es que se debe tener un plan integral para su reconstrucción, y ello es


        2Aclara este afamado politólogo que: “En algún sentido, la aproximación de Trump incorpora elementos de larga data a la política exterior actual de EE.UU., y especialmente republicana —particularmente el nacionalismo unila- teralista del presidente Andrew Jackson, el aislacionismo pre y pos II Guerra Mundial de figuras como el senador republicano Robert Taft de Ohio, y más recientemente el proteccionismo de los candidatos a la presidencia Pat Bu- chanan y Ross Perot. Pero lo que distingue a Trump más que cualquier otra cosa, es el énfasis que pone en intereses económicos y su estrecho entendimiento de qué son y cómo deben ser alcanzados.”


        una de las carencias más graves de la administra- ción republicana (Papenfuss, 2018).3

        La idea central para modificar la política ex- terior de Trump parte de considerar que el or- den liberal de libre comercio y movimientos de capital ha tenido consecuencias negativas para grupos de la sociedad estadounidense incrus- tados en la visión de identidad de la nación. La necesidad de ajustar tanto el orden mundial como los términos de la globalización parece tener trascendencia (Lissner, 2020). Hasta eco- nomistas como Joseph Stiglitz se refiere a este problema y sugiere debe ser solucionado por las afectaciones sociales e incluso políticas que representa (Stiglitz, 2012) (Stiglitz, 2017) y (Sti- glitz, 2020). Trump ha captado el sentimiento de insatisfacción de una parte de los blancos conservadores de ese país, que se creen perju- dicados por la globalización y ello le ha ganado el apoyo de visiones conservadoras que insisten en la “necesidad” de una nueva política exterior (Cohen, 2020).

        La política de Trump pone un énfasis en el unila- teralismo y ha ocasionado una pérdida aún mayor de prestigio y autoridad internacional a Estados Unidos, respecto al que cada vez más deteriora- do pudo haber tenido antes. Este tipo de política con amplio empleo de la coerción y la fuerza no significa que haya renunciado totalmente a man- tener alianzas. Los principales instrumentos de su hegemonía desde la posguerra se mantienen. Lo que ha reforzado el componente económico en la política de fuerza, el uso de las sanciones econó- micas unilaterales e ilegales como expresión de su preferencia por el poder duro y la inclinación hacia las negociaciones bilaterales bajo presión y chantaje (Robinson,2018). Esta política exterior

        y de seguridad más agresiva está respaldada por un significativo aumento en los gastos militares para mantener la supremacía mundial en este campo.

        Específicamente en lo que respecta a la formu- lación de la política de Trump hacia Cuba se con- jugan factores específicos que influyen en sus de- cisiones. El archipiélago no es una prioridad entre otros tantos retos mundiales de gran significación como China, Rusia, Corea, Irán, Siria, Israel, si bien se presenta como un problema para el He- misferio Occidental con argumentos obsoletos de la guerra fría y el macartismo.

        Las tendencias de “guerra fría” y “monroísmo” parecen resurgir en la percepción estadounidense de conflicto con diversos países, y de forma mar- cada con China, en la disputa por preservar una supremacía que consideran inamovible (Graben- dorff, 2018).

        Trump, además, enfrentó incontables desafíos en política interna que fracturaron —en una me- dida nada despreciable, y más allá de cualquier retórica triunfalista de su parte—, su estabilidad. Entre ellos están: división política de la clase do- minante y fractura del bipartidismo, falta de con- senso entre los funcionarios del propio Ejecutivo, que se expresan en incontables sustituciones, y pugnas con todos los órganos del gobierno. Todo esto llegó potencialmente, si bien no se consumó su destitución, a poner en juego su permanencia en la Casa Blanca, a raíz del proceso de impea- chment que se le siguió. Estas condiciones han creado un contexto favorable para la influencia de figuras portadoras de políticas extremistas ha- cia Cuba, las cuales ofrecen respaldo al Presiden- te ante la avalancha de sus problemas en política interna.


        3El renombrado profesor Jeffrey Sachs afirmó lo siguiente respecto a la política de Trump: “[…] las llamadas polí- ticas de Trump no son realmente políticas […]. Enciende las guerras comerciales y las apaga, las pone en pausa y las enciende de nuevo, en el transcurso de días […]. Las compañías extranjeras son sancionadas hoy y rescatadas al próximo día […]. Acuerdos globales y reglas son destrozados […]. La distorsionada sintaxis de Trump y sus ideas desorganizadas son imposibles de seguir […]. Trump comete errores primitivos, porque no tiene una idea de cómo funciona la economía mundial.”


      2. Factores y condiciones de continuidad y cambio en el escenario bipartidista

Los factores y condiciones inmediatos que de- terminan el ajuste o continuidad de la política ex- terior, en este caso hacia América Latina y dentro de esta a sus prioridades obedece principalmente a los de carácter interno, su situación económi- ca, social, ideológica y política, lo que no implica que, en modo alguno, se desconozcan los elemen- tos externos, fundamentalmente aquellos que se insertan dentro de la dinámica geopolítica inter- nacional, con énfasis en el ámbito hemisférico.

Es así que, desde esta perspectiva de análisis, deben considerarse, con todo rigor, las condicio- nes en los países y subregiones objetos de la polí- tica, y la capacidad de influencia imperialista, de subversión, mantenimiento de gobiernos afines y posibilidades de cambio de régimen a favor de su sistema de dominación y explotación. Es de- cir, debe tenerse en cuenta tanto los problemas internos de Estados Unidos, que participan en la formación de la política, las tendencias políticas dominantes dentro de los sectores de la clase po- lítica, como la situación de los países a los que se destina estas políticas y la correlación de fuerzas en el contexto regional y global.

La administración Trump se ha esforzado por disminuir el flujo de entrada de inmigrantes, so- bre todo desde el Caribe y América Latina, y en términos prácticos lo ha logrado. Aunque se han presentado otros argumentos de tipo económi- co y electoral para rechazar la entrada de nuevos flujos migratorios, como pérdida de empleos, cri- minalidad y otros pretextos, la clave del problema está en el debate sobre identidad política (Fuku- yama. 2018). La verdadera motivación se relacio- na con las modificaciones que estas entradas, a lo largo del tiempo, han provocado a la composi- ción demográfica de Estados Unidos y la eventual modificación de la identidad nacional tradicional identificada como blanca, anglosajona y protes- tante (WASP por sus siglas en inglés), a la que se resisten los supremacistas blancos (Huntington,

2004). Las regulaciones que se continuarán apli- cando en la etapa de recuperación de esta crisis, por razones epidemiológicas, son consistentes con este enfoque y por ello se espera continuarán aun si llega a la Casa Blanca un presidente demó- crata que introduzca modificaciones. Si esto últi- mo ocurriese, la victoria del partido azul, dicho proceder se desarrollaría en una menor cuantía y bajo un discurso donde se remarque que se opera de manera opuesta a su predecesor.

Se ha reconocido que no hay recuperación sin salida del confinamiento, pero una apertura ade- lantada sin mecanismos de control de los conta- giados, incluyendo los asintomáticos puede pro- vocar como ya ha sucedido, nuevos máximos en la epidemia que obliguen a restablecer el cierre de la movilidad y los distanciamientos sociales físi- cos. En lugar de una crisis económica profunda, podría ser una larga depresión económica, sobre todo porque es una pandemia. La solución tiene que ser mundial y la colaboración internacional muy importante, tomando a la ciencia como pilar. No es posible lograrla en un país aislado, en autar- quía (Guterres, 2020).

A ello hay que agregar la aguda división políti- ca entre demócratas y republicanos, que dificulta desde hace años el funcionamiento del gobierno, pero que en estos últimos años ha empeorado. Existe una desconfianza bastante general sobre el sistema político, y también sobre las elites políti- cas. Las elecciones de 2016 y el resultado favora- ble a Donald Trump constituyeron una clara ex- presión de la gravedad del problema que alcanza niveles muy superiores en 2020.

Los lineamientos de política de los que ha sido portador Trump constituyen también una ruptu- ra con buena parte del liderazgo conservador. El trumpismo se consideró como algo inviable, se subestimó su capacidad de triunfar y la falta de una estrategia estructurada. Demostró la capacidad de imponer sus políticas, aunque fracasó en cumplir muchas de sus promesas. Durante su mandato se ha desplegado una política exterior de confrontación,


unilateralismo extremo, rechazo al multilateralis- mo y amenaza y empleo de la fuerza con énfasis en los instrumentos económicos de poder, las tarifas aduaneras, las sanciones unilaterales, mejor deno- minadas como instrumentos económicos de coer- ción política. Esta administración ha significado una ruptura con el consenso de política exterior de posguerra, abrazado tanto por gobiernos republi- canos como demócratas.

Las condiciones de partida, tanto dentro de Es- tados Unidos con las múltiples crisis como los de- safíos y el balance de fuerzas regional y global son comunes y junto a los intereses y objetivos perma- nentes de la clase política determinan la tenden- cia a la continuidad de la política exterior como ya se ha expresado.

La política hacia la región, considerando un se- gundo período con Trump, naturalmente reforza- ría las líneas generales de su política hasta ahora hacia Venezuela, Cuba y Nicaragua y el rechazo a las migraciones, así como continuar la cons- trucción del muro fronterizo, aunque no se pue- de desconocer se hagan algunos ajustes, sea por el cambio de la correlación regional y los intereses de corto plazo del presidente que como se sabe, no podría optar por seguir en la Casa Blanca.

La victoria electoral arrolladora del Movi- miento al Socialismo (MAS) en Bolivia es mu- cho más que simbólica. Con independencia que desde Washington, y sus aliados, se tome nota so- bre cómo fue posible ello ocurriera, con el con- siguiente diseño de nuevas estrategias públicas y privadas para evitar un panorama en las urnas si- milar en cualquier otro país de la región, es muy probable que la envergadura de lo ocurrido en la tierra andino-amazónica impacte, desde múlti- ples ópticas, en otras geografías del área. De forma especial, en aquellas que están abocadas a ventilar batallas en las urnas, como es el caso de Chile, en cuanto a la viabilidad de aprobar un nuevo docu- mento constitucional, o de Ecuador, por solo citar algunos ejemplos, que encarará a comienzos del 2021 elecciones presidenciales.

La situación de Cuba a pesar de la pandemia, crisis económica y bloqueo recrudecido hasta al- canzar una guerra económica despiadada no ha frenado el perfeccionamiento del país. Notable prestigio internacional adquiere el éxito en el ma- nejo de la crisis sanitaria, a lo que se suma el des- pliegue de más de cincuenta brigadas médicas, en alrededor de cuarenta naciones de todo el orbe, como parte del quehacer solidario tradicional an- tillano. No en balde, cientos de organizaciones y personalidades políticas, gubernamentales, inte- lectuales y de los más diversos movimientos so- ciales de todos los continentes, impulsaron la can- didatura del Contingente Henry Reeve para que fuera acreedor del Premio Nobel de la Paz, galar- dón que finalmente recibió el Programa Mundial de Alimentos (PMA).

Venezuela, por su parte, avanza en el restableci- miento de su sistema democrático con las eleccio- nes parlamentarias. La maniobra golpista de ins- taurar un presidente “virtual” como Juan Guaidó, orquestada desde la Casa Blanca y el Consejo de Seguridad Nacional a comienzos del 2019, se en- cuentra absolutamente invalidada, en el plano internacional. Ello es una de las muestras feha- cientes de la extraordinaria capacidad del proceso bolivariano para resistir y vencer las embestidas imperiales que, con renovadas energías se han ce- bado contra su pueblo en los últimos años. Hay que tomar en cuenta, además, que no resultaría sorprendente se sigan dando cambios contrarios a la lógica del imperialismo en Chile, Brasil y Co- lombia, que son países muy importantes como aliados regionales de Estados Unidos.

Sin poder presentar un pronóstico definitivo, no es el propósito de este artículo, un cambio des- favorable en la correlación regional de fuerzas, contraria a la dominación imperialista, no se pue- de descartar en los próximos años y ello deven- dría en elemento de enorme peso que gravitaría en la formación de su política.

En cuanto a Joe Biden se requiere hacer algunas advertencias. No es posible un regreso mecánico


a los últimos dos años de Obama, aunque haya sido su vicepresidente, porque, entre muchas va- riaciones desde entonces, el momento histórico concreto actual está signado por condiciones de naturaleza y esencia extraordinariamente com- plejas, tanto a escala interna como a nivel forá- neo. Ya se conoce por la plataforma demócrata, que menciona el enfoque general sobre Cuba, que se aboga por la idea de regresar en cierto sentido a las políticas de la administración demócrata pre- cedente, si bien sería aventurado vaticinar la in- mediatez y ritmo de dicha implementación, más allá de lo declarado en el marco electoral (Demo- cratic Party Platform, 2020).4

Creemos se trataría, en verdad, de una política en la que ganarían espacio, temáticas que le per- mitirían desplegar, con marcado interés mediáti- co, una mayor presión en las socorridas esferas de “derechos humanos”, “libertad” y “democracia”.

En este punto, naturalmente, no habrá ninguna concesión de la parte cubana por ser una intromi- sión en asuntos internos y una violación en la in- dependencia y soberanía cubana y porque el des- tino de la Mayor de las Antillas solo se decide por la voluntad de su pueblo (Castro, 2000).5 Respec- to a Venezuela puede coincidirse que Biden apre- cia las llamadas sanciones económica unilaterales a ese país como “una de las herramientas de la es- trategia”, por lo que se espera una modulación en el empleo de estos instrumentos sin modificar en lo más mínimo sus objetivos (Lissardy, 2020).

Un énfasis por parte de un futuro gobierno de Biden puede ensombrecer las relaciones con alia- dos en temas como el medio ambiente, democra- cia, corrupción y derechos humanos en Brasil, Colombia y Chile, países con fuertes conflictos internos, oposición y protestas.


Conclusiones

El ciclo político de este año tiene condiciones excepcionales para el diseño de la política exterior de Estados Unidos hacia Nuestra América, con un elevado grado de incertidumbre dada la com- plejidad del escenario político interno, regional y mundial. Cualquiera sea el presidente tendrá que realizar potenciales ajustes por la interrelación de múltiples crisis: la COVID-19, la crisis econó- mica, la crisis social y política. La reelección de Trump supone una mayor agudización de las con- tradicciones por su empeño en beneficiar a cier- tos sectores del gran capital, sobre todo del sector de los hidrocarburos y al militar.

No es posible la recuperación económica sin control epidemiológico y ello es un desafío que en el escenario más optimista debe ocupar al menos la primera mitad de 2021. La COVID-19 catalizó la crisis económica, pero sus causas están en desequi- librios macroeconómicos, deudas y el balance co- mercial y financiero negativo, agravados por pro- teccionismo y guerras económicas, así como una ineficiente gestión social en todos los planos, en lo particular en los campos de la salud, educativo y


4En dicho documento se plantea, con respecto a Cuba, que: “Los demócratas también nos moveremos rápido para revertir las políticas de la administración Trump que dañan los intereses nacionales de EE.UU. y afectan al pueblo cu- bano y sus familias en Estados Unidos, incluyendo los esfuerzos para reducir los viajes y las remesas. En lugar de forta- lecer al régimen, nosotros promoveremos los derechos humanos y los intercambios pueblo a pueblo y empoderaremos al pueblo Cubano para que escribe su propio futuro.” Hacia Venezuela, el propio texto, señala cierto ajuste al reconocer que la política de Trump ha fracasado en el empeño de derrocar al presidente Nicolás Maduro.

5Es imposible examinar en breves líneas el pensamiento profundo de Fidel sobre el sistema político estadounidense, incluyendo las cuestiones electorales. Apenas como botón de muestra, en tanto se refiere a una idea que ha operado como brújula desde Cuba, a partir de 1959, vale la pena recordar esta afirmación del año 2000: “Nada nos importa quien pueda ser el próximo jefe de gobierno de la superpotencia que ha impuesto al mundo su sistema de poder he- gemónico y dominante. Ninguno de los que aspiran a serlo nos inspira confianza alguna. Es inútil que inviertan in- necesario tiempo en declaraciones y promesas contra Cuba […]. Cualquiera que fuese el nuevo presidente de Estados Unidos, deberá saber que aquí está y estará Cuba con sus ideas, su ejemplo y la indoblegable rebeldía de su pueblo”.


viviendas. No se puede descartar una crisis finan- ciera por el estallido de una burbuja especulativa y mayores tensiones en el sistema financiero por el debilitamiento en la confianza en el dólar estadou- nidense debido al exorbitante déficit fiscal. Todo esto es resultado, en última instancia, de un mode- lo de desarrollo capitalista que acentúa las enormes brechas entre los sectores oligárquicos, el 1 %, y el resto de los habitantes.

Los múltiples atolladeros nos permiten recono- cer una crisis estructural sistémica del imperialis- mo, que oscila entre formulas autoritarias y neofas- cistas de Trump, o tal vez una variante reformista de Biden, que busque una especie de alternativa contemporánea al llamado “Nuevo Trato”.

En esta contienda electoral existe una exacer- bada manipulación mediática, mentiras, obs- táculos a la participación de los votantes, invita- ción al fraude y cuestionamiento del voto pos- tal por Donald Trump, corrupción generalizada que augura un desenlace incierto, violento, con- flictivo.

La política exterior de Estados Unidos hacia América Latina está enmarcada en el bipartidis- mo y estas opciones, sea la continuidad reforza- da de las políticas destructivas de Trump, que en ese caso supondría ha recibido un mandato para profundizar su proyecto político conservador, o un intento de recomposición de una política más balanceada, en lo que se sería la eventual presi- dencia de Biden-Harris, tendrá que restablecer o “re-imaginar”, en cualquier caso, el marco global del llamado Orden Liberal de Posguerra seria- mente dañado por la administración Trump.

En estos escenarios no debe esperarse que la lle- gada de Joe Biden a la Casa Blanca sea un regreso exacto y de inmediato de las políticas de Barack Obama durante los dos últimos años de su segun- do periodo, hacia naciones como Cuba. Las múl- tiples crisis por las que atraviesa Estados Unidos en 2020 son mucho más complejas que la crisis de 2008 y abarca dimensiones internas y externas. La solución de las mismas será la verdadera priori- dad de su establecimiento institucional.



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