Cuadernos de Nuestra América/Nueva Época/No. 09 / octubre-diciembre 2023/RNPS: 2529 /ISSN: 2959-9849/101 pp.

Breve aproximación a las políticas de Joe Biden sobre no proliferación nuclear y espacio ultraterrestre

A brief approach to the Joe Biden policies on nuclear non-proliferation and outer space

Emily Puisseaux Moreno

Estudiante de cuarto año de la Licenciatura en Relaciones Internacionales, Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana, Cuba. Email: emilyisri@gmail.com. ORCID ID: 0000-0003-2415-4349.

Virgen Maite Llamos Acosta

Estudiante de tercer año de la Licenciatura en Relaciones Internacionales, Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana, Cuba. Email: llamosmaite@gmail.com. ORCID ID: 0000-0001-7302-6154.

José Luis Salmon Soriano

Estudiante de cuarto año de la Licenciatura en Relaciones Internacionales, Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana, Cuba. Email: joseluis.07salmon@gmail.com. ORCID ID: 0000-0001-7256-214X.

Resumen

La administración de Joe Biden, alejada de la peculiar conducta unilateralista de la era Trump, ha mantenido una actividad destacable en lo referido a la amenaza de uso de las armas nucleares y a la continua exploración, con fines no pacíficos, del espacio ultraterrestre en el enfrentamiento a sus adversarios externos, entre ellos, Rusia y China. Sin embargo, ha sido notoria una mayor actividad confrontacional, especialmente con Moscú, en el área asociada a la amenaza de uso de las armas nucleares, en detrimento del dominio o carrera espacial; sobre todo, tras el aumento de las tensiones bilaterales como resultado del conflicto ruso-ucraniano y la provocadora conducta de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en las fronteras rusas. Aunque, en el plano multilateral, ha prevalecido la confrontación con China en materia de espacio ultraterrestre. En virtud de lo anterior, la presente investigación pretende evaluar la implementación de las políticas sobre no proliferación nuclear y uso del espacio ultraterrestre durante la administración Biden; lo cual, indudablemente, contribuye a dilucidar el sobredimensionamiento de una u otra área de actividad durante su mandato y examinar el comportamiento del actual mandatario de la Casa Blanca en lo relativo al empleo de sus instrumentos disuasivos de política exterior, frente a Rusia, de manera particular.

Palabras clave: Biden, armas nucleares, espacio ultraterrestre, disuasión, política exterior.

Abstract

The Joe Biden administration, far from the peculiar unilateralist behavior of the Trump era, has kept a remarkable activity regarding the threat of use of nuclear weapons and the continued exploration, for non-peaceful purposes, of outer space in the confrontation with its external adversaries, among them, Russia and China. However, a greater confrontational activity has been noted, especially with Moscow, in the area associated with the threat of the use of nuclear weapons, at the expense of the space race, especially after the increase in bilateral tensions as a result of the Russian-Ukrainian conflict and the provocative behavior of the North Atlantic Treaty Organization on the Russian borders. Although, at the multilateral level, the confrontation with China on outer space issues has prevailed. In the light of the above, this research aims to evaluate the implementation of policies on nuclear non-proliferation and the use of outer space during the Biden administration, which undoubtedly contributes to elucidate the overemphasis of one or the other area of activity during his term of office and to examine the behavior of the current White House leader about the use of his deterrent instruments of foreign policy, particularly with regard to Russia.

Key words: Biden, nuclear weapons, outer space, deterrence, foreign policy.

Breve introducción

We must look reality in the eye and see the world as it is, not as we wish it to be (U.S. Department of Defense, 2018, pág. II).

De acuerdo a (Rodríguez Hernández, La “paz caliente”: impactos del militarismo de Estados Unidos en el sistema internacional, 2020), el poderío militar de los Estados Unidos (EE.UU.) ha sido, históricamente, un importante instrumento de poder y terror para hacer cumplir sus intereses de política exterior y afianzar los objetivos de su clase dominante en el escenario internacional. En ese sentido, el ascendente desarrollo tecnológico del sistema capitalista, unido al surgimiento de las armas nucleares y la conquista del espacio ultraterrestre durante el siglo XX, han determinado el fortalecimiento de los programas de militarización y la inversión de un número considerable de recursos en el sector armamentista.

El militarismo de EE.UU., impulsado por el Complejo Militar-Industrial, justifica su robustecimiento y constante modernización en los cuestionables pilares de su doctrina de seguridad nacional y sus belicosas estrategias político-militares, patrocinadoras de la denominada disuasión nuclear.

De esta forma, la conducta unilateralista y agresiva manifestada en política exterior durante la administración de Donald Trump es entendida como una lógica respuesta a un escenario internacional en medio de importantes cambios geopolíticos que hacían peligrar el statu quo vigente, cuyas reglas del juego habían sido dictadas desde la Casa Blanca. Precisamente, la Rusia y la República Popular China (China, en lo adelante) se presentaban, y aún se presentan, con un poderío integral que cuestionaba la hegemonía estadounidense en casi todos los terrenos, incluyendo el militar.

Sin embargo, la administración de Joe Biden, alejada de la peculiar conducta unilateralista de la era Trump, ha mantenido una actividad destacable en lo referido a la amenaza de uso de las armas nucleares y, en un segundo plano, la continua exploración, con fines no pacíficos, del espacio ultraterrestre en el enfrentamiento a sus adversarios externos. Por lo que, el comportamiento de la política exterior estadounidense en lo referido a ambos dominios presenta una estrecha vinculación con la emergencia de períodos “de tránsito” en el Sistema Internacional, como ocurrió durante la Guerra Fría.

Ante esto, Rusia (otrora Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) y China continúan siendo los principales desafíos que enfrenta, actualmente, la Casa Blanca frente a su decreciente hegemonía global. En consecuencia, tal como en su momento se comenzó una desenfrenada carrera nuclear y por la conquista del espacio ultraterrestre; en los meses recientes, con la agudización de las tensiones causada por el conflicto ruso-ucraniano, ambos campos de disputa geoestratégica han devenido pilares básicos de la doctrina de seguridad nacional de demócratas y republicanos, unilateralistas y multilateralistas.

A la luz de las breves líneas presentadas a modo de introducción, la presente investigación pretende evaluar implementación de las polí-ticas sobre no proliferación nuclear y uso del espacio ultraterrestre durante la administración Biden, con énfasis en el enfrentamiento a Moscú y Beijing. Indudablemente, dilucidar el sobredimensionamiento de una u otra área de actividad durante su mandato permitiría una aproximación, más certera, al comportamiento de la administración Biden en lo relativo al empleo de sus instrumentos disuasivos de política exterior frente a Rusia.

1.1 Antecedentes inmediatos de la administración Biden en lo referente a las políticas de no proliferación nuclear y exploración y uso del espacio ultraterrestre. Experiencias del mandato Trump

En las últimas décadas, un factor determinante que ha caracterizado el entorno de la seguridad internacional ha sido la existencia de armas nucleares operativas (listas para ser empleadas) y su posesión por varios países. En el caso de los EE.UU., la estrategia para garantizar las políticas nucleares, las medidas de seguridad adoptadas o la estructura de la fuerza de disuasión establecida, han estado directamente influenciadas por el “entorno de la seguridad internacional”. De ahí que, las recientes administraciones volvieran a ubicar las iniciativas en esta materia en la lista de prioridades de su política de seguridad.

En consecuencia, en enero de 2017, el expresidente norteamericano Donald Trump, ordenó una revisión de la postura nuclear de los EE.UU., cuyos resultados fueron dados a conocer el 2 de febrero de 2018 bajo el título de Nuclear Posture Review (NPR 2018, a partir de ahora). El documento, de marcado carácter agresivo y confrontacional, presentó notables diferencias con respecto al de su antecesor Barack Obama.

Mientras la NPR de Obama certificó la no adquisición de nuevas capacidades nucleares y, únicamente, se limitó a actualizar y mantener operativas las ya disponibles; la NPR 2018, alegando un deterioro en la situación de seguridad internacional, consideró urgente una renovación del arsenal nuclear estadounidense que incluyó cambios, desde la infraestructura de mando y control hasta la entrada en servicio de nuevos sistemas de armas. Igualmente, concibió la sustitución de los elementos más destacados de la tríada nuclear tradicional1 y otorgó un lugar importante a la disuasión en la estrategia nuclear estadounidense. Además, se planteó la necesidad de mantener una “tailored deterrence” o “disuasión a la medida” y se afirmó la negativa estadounidense a adoptar una política de “No primer uso” en un escenario internacional en el que, según la Casa Blanca, otras potencias nucleares no pensaban reducir su dependencia del arsenal nuclear para ejercer la disuasión (Piñero Álvarez, 2018).

La adquisición de nuevas capacidades, modernización del arsenal nuclear y ampliación de los escenarios de uso de este tipo de armamento constituyeron pilares básicos de la NPR 2018. Como fundamentos de esta postura, se pueden mencionar, a saber: la desconfianza del exmandatario y su séquito de asesores en los programas de control de armamento, la obsolescencia de los componentes de la tríada nuclear norteamericana, la aparición de nuevos actores nucleares y la identificación de potenciales adversarios de EE.UU. Con relación a este último, la edición 2018 de la NPR distinguió los enemigos de Washington y la “disuasión a la medida” para cada uno de ellos. De manera peculiar, se presentó a Rusia como un agresor inminente, al afirmar que:

Rusia no es la Unión Soviética y la Guerra Fría se acabó hace mucho tiempo. No obstante, a pesar de nuestros mejores esfuerzos para sostener una relación positiva, Rusia percibe actualmente a Estados Unidos y a la OTAN como su principal oponente e impedimento para lograr sus objetivos de desestabilización geopolítica en Eurasia.2 (Nuclear Posture Review Final Report, 2018, pág. 30)

En ese sentido, como muestra de la rivalidad y el espíritu de no cooperación que caracterizó la política exterior de Trump, EE.UU. se retiró en 2019 del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, por sus siglas en inglés)3 con Rusia. Asimismo, la falta de progreso en la renovación del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START), también con Rusia, generó incertidumbre y preocupaciones en materia de estabilidad y seguridad a nivel global. Sobre los incumplimientos de la parte estadounidense con relación a las cláusulas del Tratado INF, ya Rusia había denunciado con antelación el propósito de la Casa Blanca de desplegar misiles de entre 500 y 5500 kilómetros de alcance, prohibidos por el Tratado, en Europa, Japón, Corea del Sur y algunas islas del Pacífico.

Justamente, el unilateralismo de la administra-ción Trump desdeñó el funcionamiento de los Organismos Internacionales y la existencia del Derecho Internacional; lo cual se evidenció en el abandono del INF y, con anterioridad, del acuerdo nuclear con Irán firmado por cinco potencias, denominado Grupo 5+1, la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia el Este y la ampliación del sistema antimisil de Estados Unidos hacia las fronteras de Rusia. Igualmente, en un contexto de histeria contra Rusia y China, el 10 de febrero de 2020, el gobierno de Trump ratificó esa orientación militarista mediante una propuesta denominada: “Un presupuesto para el futuro de América”, en el que proyectó 4,8 billones de dólares para gastos militares y se solicitaron más de 700 millones de dólares para contrarrestar la influencia de Rusia a nivel global (Rodríguez Hernández, La “paz caliente”: impactos del militarismo de Estados Unidos en el sistema internacional, 2020).

Aunque en la NPR 2018 se hace referencia a la República Popular China como rival clave en la región del Asia-Pacífico y este elemento se repetirá en la Estrategia de Seguridad Nacional de Biden; para la administración del demócrata, tanto Rusia como China, plantean retos diferentes que exigen respuestas diferenciadas. En este sentido, ya no va a tratarse de “competidores estratégicos de corte revisionista”, como afirmaba Trump en su texto, sino de amenazas inmediatas y localizadas, en el caso del gigante euroasiático y amenazas sistémicas en el caso de China, por ser el único Estado que “tiene la capacidad de cambiar el sistema internacional” (Simón & García Encinta, 2022). Por tanto, resulta evidente que el contenido de la NPR 2018 evidenció un retorno a la competición entre grandes potencias, esta vez en un escenario multipolar.

De igual forma, la administración Trump favoreció el reforzamiento de la capacidad de respuesta nuclear y defensiva estadounidense, postura que ha mantenido Biden. La gran diferencia radica en el énfasis en la “competición estratégica”, lo cual refleja la voluntad del actual mandatario de implicar a sus aliados en la competición (Simón & García Encinta, 2022).

En el escenario multilateral, la confrontación con China en materia de desarme y no proliferación nucleares fue mayor y más agresiva. La administración Trump solicitaba en todos los escenarios que China se uniera al sistema de tratados bilaterales, como tenía con Rusia; incluso, lo usó de justificación para argumentar su salida de tratados y acuerdos antes mencionados.

Sin embargo, no solo la política nuclear sufrió cambios sustanciales durante la administración de Donald Trump. Para el exmandatario estadounidense, resultaba fundamental garantizar la preservación de los derechos, capacidades, liderazgo y libertad de acción del país en el espacio ultraterrestre. De ahí que, dedicara especial atención a la construcción y mantenimiento de una amplia ventaja militar en el espacio, mediante la ejecución de programas y proyectos relacionados con la inteligencia, el mando, el control y la capacidad para contrarrestar posibles ataques espaciales.

Una muestra del interés que Trump manifestó por la carrera espacial fue la creación de la Fuerza Espacial (SF, por sus siglas en inglés) en diciembre de 2019. Esta rama del servicio militar estadounidense se erigió como la más joven y moderna de las Fuerzas Armadas del país y evidenció la visión trumpista de competición entre potencias, esta vez localizada en el espacio ultraterrestre (Corral Hernández, 2021). De esta manera, el recién constituido cuerpo militar pasó a ser responsable del desarrollo, gestión y operación de los distintos sistemas espaciales del Departamento de Defensa de los Estados Unidos.

Asimismo, en un contexto caracterizado por la creciente rivalidad entre Washington y Moscú, fue controvertido el anuncio en 2019, por el exmandatario norteamericano, del Programa Artemis.4 Este proyecto fue percibido por la contraparte rusa como un intento de EE.UU. de establecer su dominio en el espacio y una violación de los principios de cooperación internacional en la exploración espacial. En esa línea, (Rodríguez Hernández, La “paz caliente”: impactos del militarismo de Estados Unidos en el sistema internacional, 2020, pág. 142) apuntaba:

Estados Unidos despliega su “defensa” antimisil de manera consistente, enérgica e intensiva, lo que genera preocupación y respuestas asimétricas en la dirigencia rusa. Como si fuera poco en la Tierra, Estados Unidos no ve el espacio exterior como un bien común global y firmó una orden para la extracción comercial de los recursos naturales de la Luna.

El espacio ultraterrestre ha sido también un escenario donde se ha hecho visible que la administración Biden no se ha distanciado, realmente, de las líneas de acción de su predecesor. La posibilidad de contar con un arsenal espacial brinda una evidente superioridad estratégica a los EE.UU. y el actual gobierno no se encuentra ajeno a ello.

Durante la administración Biden, se ha mantenido la intención de preservar el papel de EE.UU. como potencia hegemónica, no solo en el planeta Tierra. De esta manera, se han realizado esfuerzos por construir un liderazgo más coordinado con sus aliados (Rodríguez Hernández, De Truman a Trump.Estados Unidos: militarismo sin fronteras., 2022) y garantizar el protagonismo militar, económico, político y diplomático de la nación.

En esencia, se han retomado con Biden los puntos más destacados de la Política Espacial Nacional (NEP por sus siglas en inglés) de 2019, donde sobresale la importancia de fortalecer el liderazgo estadounidense, impulsar el sector espacial privado y fomentar la cooperación internacional con socios y aliados. Asimismo, se mantiene la visión de que esta doctrina representa “un enfoque de todo el gobierno que reconoce el espacio como un imperativo nacional” (Statement from the President on the National Space Policy, 2020).

De esta manera, la ampliación del sector espacial estadounidense se presenta, una vez más, como un pilar básico en la defensa de los intereses del país en un complejo entorno de seguridad, caracterizado por una gran competencia de poder. En este contexto, China y Rusia figuran como las mayores amenazas estratégicas de la nación norteamericana debido, en lo fundamental, al desarrollo, ensayo y despliegue de sus capacidades contraespaciales y de sus doctrinas militares (Corral Hernández, 2021).

1.2 La política de no proliferación nuclear durante la administración Biden: confrontaciones con Moscú.

El tema de la no proliferación nuclear vertical es rehén de las relaciones estratégicas entre las principales potencias nucleares, especialmente los Estados Unidos y Rusia. Aunque Washington ha intentado presentar las conversaciones bilaterales con Rusia en esta materia como un logro internacional para avanzar hacia un entorno de seguridad internacional que permita tomar pasos hacia el desarme nuclear; en realidad, persiste la doctrina de la disuasión nuclear como un elemento de las políticas de seguridad de ambos Estados.

En ese sentido, durante la campaña electoral a la presidencia de los EE.UU., Biden manifestó su deseo de que la única finalidad de las armas nucleares estadounidenses fuese la disuasión; de igual forma, prometió revisar la política heredada de Trump en que, Estados Unidos se reservaba el derecho de “primer uso” de dichas armas en un conflicto. Sin embargo, una vez publicado el Nuclear Posture Review (NPR) 2022, documento que recoge la política nuclear de la administración Biden sobre el desarme y no proliferación nucleares, como parte de la National Defensa Strategy; fue evidente la similitud de su texto con el informe de su predecesor, Donald Trump. Ciertamente, se mantuvo la ambigüedad o imprecisión con relación a las circunstancias bajo las cuales los EE.UU. podrían usar su armamento nuclear (De Fortuny & Bohigas, 2022).

De esta forma, entre los principales puntos abordados destacan, a saber: la mantención de la posesión de armas nucleares como elemento disuasivo ante cualquier forma de ataque nuclear o estratégico; y el reconocimiento de la citada disuasión, la protección de sus aliados y el alcance de los objetivos de política exterior estadounidense ante la falla de la doctrina disuasiva, como funciones esenciales de las armas nucleares. Asimismo, se rechazan las opciones de “No primer uso” y la “Finalidad única” como alternativas de política nuclear; por lo que, evidentemente, EE.UU. se otorga el derecho, nuevamente, de ser el primero en usar las armas nucleares y no limitar su función a un mero papel disuasivo. Como justificación de lo anterior se esgrimió que, tales enfoques no permitirían hacer frente a las capacidades no nucleares que están desarrollando y desplegando sus contrarios (De Fortuny & Bohigas, 2022).

Es importante destacar que, el NPR 2022 hace un repaso de los presuntos adversarios nucleares de los Estados Unidos. En ese sentido, Rusia y China representan la amenaza nuclear más relevante para la seguridad nacional norteamericana de acuerdo al texto. En consecuencia, EE.UU. ratifica la continuidad del reforzamiento de la disuasión ampliada en la zona del Indo-Pacífico a través de la alianza con Australia; lo cual incluye la colaboración en materia militar y la transferencia de información.

Sobre Rusia, de manera concreta, se reconoce como el rival de EE.UU. con mayor capacidad y diversidad de fuerzas. Según el NPR, se continúa apostando por reforzar la tríada nuclear y la capacidad de disuasión regional en su conjunto, con ayuda de la OTAN; Organización que ha contribuido a la modernización de las fuerzas nucleares norteamericanas desplegadas en Europa, con el propósito de reducir la confianza rusa para iniciar cualquier agresión en la región.

Si bien la NPR 2022 expresaba que los EE.UU. seguirían implementando el Tratado sobre la Reducción y Limitación de las Armas Estratégicas Ofensivas (nuevo START) y que negociarían con Rusia un nuevo marco de control de armas para sustituir dicho tratado con fecha de caducidad en 2026; el aumento de las tensiones entre ambos países desde el inicio del conflicto en Ucrania motivó la salida del Kremlin del Nuevo START en febrero de 2023, siendo este el último acuerdo sobre armas nucleares que quedaba entre ambos países.5

Por otro lado, es válido acotar que, de acuerdo a Biden, la actual situación internacional y las consecuencias derivadas del conflicto en Ucrania constituyen un potencial peligro nuclear, similar al periodo de la crisis de octubre en 1962 durante la administración de Kennedy. Aunque Washington no dispone de datos que demuestren la disposición de Rusia de usar armas nucleares; ha justificado el apoyo de la OTAN a Ucrania, desde el inicio de la confrontación ruso-ucraniana, en la supuesta intención del Kremlin de usar armas nucleares tácticas, químicas o biológicas. Sin embargo, ha sido EE.UU. quien ha amenazado, constantemente, a Rusia con el empleo de su arsenal nuclear para defender a sus intereses y aliados en la región. Los políticos de la OTAN han adoptado un discurso abiertamente confrontacional que refuerza el denominado chantaje nuclear (Redacción RT, 2022).

En respuesta al sostenido soporte técnico, financiero y militar de la OTAN a Ucrania y ante la decisión de Reino Unido de suministrar uranio empobrecido al ejército ucraniano; Rusia comenzó la transferencia de armas nucleares tácticas a Bielorrusia, cuyo empleo debe ser considerado, de acuerdo al propio Kremlin, únicamente en caso de amenaza a la integridad territorial, la independencia y la soberanía del Estado ruso6 (EFE, 2023). Ciertamente, tal despliegue ha sido valorado por la parte estadounidense como una provocación y, aunque no se pronunció a favor de una respuesta nuclear inmediata, ha consolidado alianzas con otras potencias nucleares.

A manera de ejemplo, se puede mencionar el fortalecimiento del pacto estratégico AUKUS (del acrónimo en idioma inglés) entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos) destinado a proteger los intereses compartidos de estas tres potencias en el Indo-pacífico ante el aumento del tamaño de la armada china y, formalmente, los efectos del conflicto en Ucrania. Se trata de otro esfuerzo de Washington para contrarrestar la influencia china en la región y disuadir indirectamente a Rusia, a través de la creación de una flota de submarinos de propulsión nuclear en la armada australiana. Por lo que, evidentemente, tal iniciativa complica los esfuerzos por la no proliferación de las armas nucleares; pues, en el marco del acuerdo, Australia debe adquirir cinco submarinos nucleares estadounidenses que, hasta 2023, solo poseen las cinco potencias reconocidas por el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) (Fonseca Sosa, 2023).

1.3 La continuidad de la lucha por la conquista del espacio ultraterrestre: peculiaridades de la administración Biden en el enfrentamiento al Kremlin.

El dominio del espacio ultraterrestre, de conjunto con la política nuclear, se ha convertido en un factor determinante para el mantenimiento de la seguridad nacional y la conducción de las operaciones militares de los Estados Unidos. En este sentido, el auge económico y militar alcanzado por países como China, así como la modernización de ciertas capacidades rusas, han transformado progresivamente la correlación de fuerzas a nivel global (Jordán, 2023).

La respuesta a este desafío ha impulsado, desde hace varias décadas, un proceso de desarrollo conceptual y tecnológico dentro de las fuerzas armadas estadounidenses. En este escenario, las sucesivas administraciones han otorgado especial atención a la importancia del espacio para EE.UU., tal y como aparece reflejado en sus tres documentos estratégicos de referencia: la National Strategy for Space 2018 (NSfS), la National Defense Strategy (NDS) 2028 y la Defense Space Strategy (DDS) de 2020.

A pesar de que estos documentos estratégicos norteamericanos coinciden con el resto de potencias mundiales, al destacar la necesidad del uso pacífico del espacio (Jordán, 2023); no es menos cierto que, este ámbito tiene gran importancia para la seguridad, prosperidad, avance científico y tecnológico del país. De ahí que, las recientes administraciones hayan dedicado cuantiosos recursos a la implementación de programas y tecnologías que se traduzcan en poderío económico y militar.

La actual política espacial estadounidense se rige por la Política Espacial Nacional de los Estados Unidos de América del 2020, un documento emitido por el gobierno de Donald Trump que sustituyó a la Política Espacial Nacional de 2010. Sin embargo, es el Marco de Prioridades Espaciales de los Estados Unidos del 2021, publicado durante la Administración Biden, el que establece las líneas principales del programa espacial estadounidense en la actualidad (Sanderson Moreno, 2023)

Si bien se puede afirmar que, el actual mandatario mantiene el mismo enfoque trumpista a la hora de enfrentar lo que considera como retos estratégicos en el mapa internacional; Biden está tratando de ajustar el poderío alcanzado por el país a las nuevas condiciones, donde reaparece la visión del espacio exterior como un dominio bélico. Bajo la coordinación de la Oficina de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca, el Pentágono, la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) y los departamentos de Transporte y Comercio, se encuentran en proceso de definición la vertiente científica, comercial, de seguridad nacional y de política espacial internacional que quiere imprimir la administración Biden.

En esta línea, destaca el apoyo del actual mandatario a la Fuerza Espacial de Estados Unidos impulsada y creada por su antecesor. La doctrina oficial de este cuerpo militar estadounidense aparece explicitada en la NES de 2020. A pesar de que esta nueva organización autónoma fuera causante de recelos por parte del equipo directivo que acompaña a Biden, desde su creación es poseedora de una fuerte carga simbólica.7 Su objetivo, en última instancia, está relacionado con la protección de las instalaciones espaciales del país, con especial énfasis en los satélites.

Relacionado con lo anterior, la vicepresidenta de los Estados Unidos, Kamala Harris, hizo referencia a que el espacio exterior no constituye un coto exclusivo de las administraciones públicas. Las iniciativas privadas están explotando por su propia cuenta y riesgo este recurso, a través de viajes turísticos y la puesta en órbita de grandes entramados de satélites, como los auspiciados por Elon Musk, actual propietario de la red social X, y su StarLink.

Otro cambio organizativo que se ha mantenido vigente con la actual administra-ción norteamericana fue impulsado por el Pentágono en 2020. Esta iniciativa consistió en la creación de un mando para las opera-ciones militares en el espacio: el US Space Command y señaló la importancia del dominio espacial para el país. El surgimiento de este mando se corresponde con lo que el Departamento de Defensa norteamerica-no denomina Combatant Commands o Cuarteles Generales para dirigir operaciones militares conjuntas y, eventualmente, con aliados en las distintas regiones del mundo y en dominios específicos.

De esta forma, se puede notar que, aunque el gobierno estadounidense alega en sus documentos estratégicos estar centrado en el uso científico, comercial y civil del espacio (pacífico); la realidad demuestra que la percibida militarización de este por parte de otros Estados ha justificado, según Washington, una mayor agresividad norteamericana en este dominio (Sanderson Moreno, 2023).

La visión del espacio que caracteriza la actual proyección internacional del gobierno norteamericano se encuentra expuesta, de igual manera, en la Doctrina de Poder Espacial para Fuerzas Espaciales, publicada por el Cuartel General de la Fuerza Espacial de Estados Unidos en 2020. En este documento, además de afirmar el anhelo del país en cuanto a «un dominio espacial pacífico, seguro, estable y accesible»; también se subraya que, resulta indispensable para el mantenimiento de la seguridad nacional contar con una preparación a la medida que permita hacer frente a “agresores pensantes, competentes y letales que intenten frustrar las acciones de Estados Unidos” (United States Space Force, 2023).

Estos agresores, según señaló el general Jay Raymond (Jefe de Operaciones de la Fuerza Espacial estadounidense) en el año 2021, serían principalmente Rusia y China (Sanderson Moreno, 2023); algo que también había declarado anteriormente el entonces vicepresidente Mike Pence, al afirmar que la posesión de láseres aéreos y misiles anti satélite por parte de estos países suponía una gran amenaza para los Estados Unidos que se debía contrarrestar.

Además de la continua inversión en recursos, la administración Biden mantiene el compromiso de dar continuidad al programa Artemis. Los orígenes del ya mencionado programa se relacionan con la firma, el 13 de octubre de 2020, de los “Acuerdos Artemisa”. En este contexto, países como Australia, Canadá, Italia, Reino Unido, entre otros, aunaron esfuerzos junto a la National Aeronautics and Space Administration (NASA) de los Estados Unidos para llevar a la primera mujer y a la “primera persona de color” a la Luna en 2024.

Asimismo, aunque Estados Unidos cuenta con una capacidad ASAT8 destructiva, mantiene su rechazo a cualquier documento o acuerdo que permita a China y Rusia seguir desarrollando ASAT lanzados desde tierra; incluso, en el plano multilateral, lograron la adopción de una nueva resolución de la Asamblea General para comprometer a los países a no realizar pruebas ASAT y han sido particularmente agresivos con Rusia, China e India, que sí realizan este tipo de pruebas. Como ejemplo de ello figura que, el 18 de abril de 2022, después de que Rusia hubiera realizado una prueba antisatélite de ascenso directo el 15 de noviembre de 2021; la administración Biden declaró que Estados Unidos se comprometía a no realizar pruebas destructivas de este tipo de armamento e instó al resto de potencias a hacer lo mismo (Sanderson Moreno, 2023).Esta respuesta, esconde la elevada dependencia económica y militar del espacio ultraterrestre que tiene EE.UU, mostrándose como un intento del gobierno de generar un régimen internacional de buenas prácticas. Justamente, la negativa estadounidense a la propuesta sino-rusa de la negociación de un “Tratado sobre la prevención del emplazamiento de armas en el espacio ultraterrestre y de la amenaza o el uso de la fuerza contra objetos situados en el espacio ultraterrestre” en el año 2014, evidencia sus verdaderos intereses; pues, el motivo de su no aceptación por Washington era impedir que China y Rusia siguieran desarrollando ASAT lanzados desde tierra (Sanderson Moreno, 2023). De igual forma, EE.UU. ha criticado el texto, fundamentalmente, por el tema del uso de la fuerza en el espacio ultraterrestre y la ausencia de un sistema de verificación internacional en el proyecto. Lo cierto es que no permitirían la supremacía de Rusia y China en la codificación del Derecho Espacial cuando han sido ellos quienes, junto otros aliados occidentales, han promovido normas no vinculantes que regulen la actividad en el espacio.

Vinculado con lo anterior, una mayor dependencia espacial de Estados Unidos posibilitaría que potencias con menos recursos militares pudieran obtener ventajas estratégicas sobre el país; razón por la cual el gobierno estadounidense está poniendo tanto énfasis en el desarrollo de tecnología y programas espaciales que le permitan defender sus intereses y seguridad nacionales. En consecuencia, la actual administración ha optado por agotar el desarrollo de este tipo de sistemas, así como de otros sistemas espaciales como armas de energía dirigida, sistemas de guerra electrónica, amenazas orbitales, amenazas ciberespaciales y amenazas de energía cinética terrestre.

La realidad es que, Estados Unidos percibe cada vez más el espacio como un dominio bélico, a pesar de ser signatario de tratados que abogan por su uso pacífico y de incluir en su propia legislación tales principios.9 De esta manera, la actual administración mantiene su propósito de continuar fortaleciendo y financiando las fuerzas espaciales norteame-ricanas. Del mismo modo, figura entre sus objetivos proseguir con la ampliación de la capacidad armamentística espacial, donde sobresale el desarrollo de armas antisatélite como medida disuasoria o para prepararse para una futura guerra.

De esta manera, se advierte cierto paralelismo entre lo que está ocurriendo en el espacio exterior y lo que tiene lugar en el mapa internacional sobre la superficie terrestre. En este sentido, no es menos cierto que las constantes tensiones y rivalidades entre grandes potencias como es el caso de Estados Unidos y Rusia está conduciendo a un dilema de seguridad, aun cuando no se ha producido un enfrentamiento directo entre las mencionadas naciones.

Consideraciones finales

La amenaza del uso de las armas nucleares, el continuo desarrollo de los programas de modernización del arsenal nuclear, la mantención de la exploración para un uso no pacífico del espacio ultraterrestre y el perfeccio-namiento de los programas espaciales de los Estados Unidos, han sido elementos característicos de la administración Biden, en materia de política exterior; que no han presentado cambios diametralmente opuestos a los de su predecesor, Donald Trump.

Sin embargo, ha sido notoria una mayor actividad confrontacional, especialmente con Rusia, en el área asociada a la amenaza de uso de las armas nucleares; sobre todo, tras el aumento de las tensiones bilaterales como resultado del conflicto ruso-ucraniano y la provocadora conducta de la OTAN en las fronteras del gigante euroasiático. Aunque, en el plano multilateral, ha prevalecido el enfrentamiento con China en materia de espacio ultraterrestre.

En lo referido a la política espacial, si bien se han mantenido y fortalecido iniciativas desarrolladas durante la era Trump; no ha sido uno de los campos privilegiados de la administración Biden en su política de disuasión hacia Moscú. Evidentemente, la balanza se ha inclinado a favor de la política nuclear con carácter disuasivo como instrumento predilecto de su actuación internacional; a pesar de sus previas declaraciones revisionistas, con relación a Trump, durante la campaña electoral de 2020.

Referencias

Corral Hernández, D. (2021). Poder espacial estadounidense. El dominio de lo conocido y lo desconocido. Madrid: Instituto Español de Estudios Estratégicos.

De Fortuny, T., & Bohigas, X. (16 de noviembre de 2022). La administración Biden ha hecho pública su doctrina nuclear. Obtenido de Centre Delàs D´estudis Per la Pau: https://centredelas.org/actualitat/la-administracion-biden-ha-hecho-publica-su-doctrina-nuclear/

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1 El concepto de tríada nuclear hace referencia a la división funcional del arsenal atómico de un país en tres componentes principales: misiles en tierra, proyectiles transportados por bombarderos estratégicos y cohetes transportados por submarinos nucleares.

2 La estrategia estadounidense que se atribuyó a Rusia como parte del NPR 2018, se conoció como “escalar para desescalar” (“escalate to de-escalate”). Eso significó, producir “amenazas nucleares coercitivas o primer uso limitado a fin de paralizar a Estados Unidos y a la OTAN y, por ende, poner fin a un conflicto en términos favorables a Rusia” (Nuclear Posture Review Final Report, 2018).

3 El Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF) había estado en vigor desde 1987. Su texto prohibía el despliegue de misiles nucleares terrestres de alcance intermedio. La retirada de Estados Unidos del INF en 2019 generó serias preocupaciones sobre una nueva carrera armamentista nuclear entre Estados Unidos y Rusia.

4 Artemis es un programa de vuelos espaciales tripulados dirigido por la NASA para explorar la Luna, con el objetivo de volver a llevar una misión tripulada. El programa pretende sentar las bases de una nueva era de exploración espacial que incluya, esta vez, el establecimiento de una base lunar permanente.

5 El nuevo START preveía la reducción en ambos países de solo el 30% de sus armas nucleares en un período de 10 años que, claramente, para 2021 (fecha de extensión de su duración) no se había cumplido.

6 De acuerdo al Kremlin, el presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, solicita desde hace varios años a Rusia el despliegue de armamento nuclear en esa antigua república soviética, en respuesta a la militarización de sus fronteras por parte de la OTAN (EFE & RT en Español, 2023).

7 Todos los cambios operados por la actual administración se organizan en torno a los temas de significación geopolítica, como la seguridad nacional; los cuales han ocupado un sitio central, abordados en estrecha ligazón con los valores del ideario fundacional norteamericano y la defensa de la identidad, la patria y los intereses nacionales (Rodríguez Hernández, De Truman a Trump.Estados Unidos: militarismo sin fronteras., 2022).

8 Un arma antisatélite es un arma espacial diseñada para incapacitar o destruir satélites con fines estratégicos militares.

9 Estados Unidos ha ratificado cuatro de los cinco tratados de derecho espacial de la Comisión de las Naciones Unidas que, sobre los usos pacíficos del espacio ultraterrestre, cubren: la no apropiación del Espacio exterior por parte de un país, el control de armas, la libertad de exploración, la responsabilidad por daños causados por objetos espaciales, la seguridad y el rescate de naves espaciales y astronautas, la prevención de interferencia perjudicial con las actividades espaciales y el medio ambiente, la notificación y el registro de actividades espaciales, la investigación científica y la explotación de los recursos naturales en el Espacio ultraterrestre y solución de controversias.