Cuadernos de Nuestra América/Nueva Época/No. 09 / octubre-diciembre 2023/RNPS: 2529 /ISSN: 2959-9849/101 pp.

La asociación estratégica República Popular China-Federación Rusa (1996-2008): multipolaridad y percepciones de amenaza

The People's Republic of China-Russian Federation Strategic Partnership (1996-2008): Multipolarity and Threat Perceptions

Dr.C. Manuel de Jesús Rocha Pino1

rochapino@yahoo.com

https://orcid.org/0000-0002-7295-9056

Resumen:

La investigación analiza el origen y desarrollo inicial de la asociación estratégica China-Rusia durante el periodo 1996-2008. Esta asociación estratégica fue producto del contexto internacional prevaleciente en el inicio de la Posguerra Fría caracterizado por la hegemonía de Estados Unidos y sus políticas unilaterales. En el inicio de la asociación, China y Rusia consensuaron un proceso de aproximación debido a las percepciones de amenazas que les generaba la unipolaridad estadounidense, aunque matizado por los particulares proyectos de desarrollo de cada país (la modernización en China y las fallidas reformas de libre mercado en Rusia). Las diferencias entre China y Rusia fueron evidentes en las diferentes definiciones que ambos países otorgaron a conceptos como la “multipolaridad” y la “asociación estratégica”. Sin embargo, ambos actores pudieron gestionar estas diferencias por medio de un proceso de acomodación de intereses: en la investigación se usa un marco teórico constructivista para analizar un proceso de aproximación para que China y Rusia pudieran compartir una identidad incipiente como actores que proporcionaban estabilidad al sistema internacional.

Palabras clave: asociación estratégica; multipolaridad; percepción de amenaza; Asia central; constructivismo

Abstract:

The research analyzes the origin and initial development of the China-Russia strategic partnership along the 1996-2008 period. This strategic partnership was a product of the prevailing international context at the beginning of the Post-cold War characterized by the hegemony of the United States and its unilateral policies. At the origin of the partnership, China and Russia agreed on a rapprochement process due to the threats perceptions generated by the United States´ unipolarity, although nuanced by the particular development projects of each country (the modernization in China and the failed free market reforms in Russia). The differences between China and Russia were evident in the different definitions that both countries gave to concepts such as “multipolarity” and “strategic partnership”. However, both countries were able to manage these differences through a process of accommodation of interests: in the research a constructivist theoretical framework is used to analyze a process of approaching in order that China and Russia could share an incipient identity as actors that would provide stability to the international system.

Key words: strategic partnership; multipolarity; threat perception; Central Asia; constructivism

Introducción

Durante los primeros años de la Posguerra Fría, la República Popular China (RPCh) se enfrentó a un ambiente internacional que el liderazgo del Partido Comunista Chino (PCCh) percibió como amenazante en varios aspectos, entre los que resaltaban: 1) las presiones generadas por el proceso de ampliación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Europa del Este y las llamadas “intervenciones humanitarias” encabezadas por Estados Unidos en países como Somalia; 2) las crecientes tensiones de tipo fronterizo en la periferia china como en los casos de las disputas territoriales por las Islas Spratly en el Mar del Sur de China, la falta de un acuerdo que definiera los límites fronterizos con la Federación Rusa y las repúblicas exsoviéticas de Asia central con las que China compartía una frontera (Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán), o el conflicto en el Estrecho de Taiwán; 3) la conducta unipolar de Estados Unidos y la aparición de ciertas teorías de la conspiración de orientación anti china como “la teoría de la amenaza china”, la “teoría del colapso de China” o el “choque de las civilizaciones”.

La respuesta de Beijing a un conjunto de conflictos potenciales que podrían generar una contención contra su proyecto de modernización, iniciado en 1978, se realizó instrumentando dos mecanismos de aproximación diplomática: el multilateralismo y el discurso sobre la construcción del mundo multipolar, enfocado a las relaciones bilaterales: 1.- Se instrumentó una nueva diplomacia multilateral con la inserción de China en organismos como el Foro Regional Asiático en 1994 y la paulatina conformación del originalmente llamado Grupo de los Cinco de Shanghai en 1996 (la futura Organización de Cooperación de Shanghai creada en 2001). La creación del grupo Asociación de Naciones del Sureste de Asia + China, Corea del Sur y Japón (ANSEA + 3) en diciembre de 1997 reforzó la nueva orientación multilateral del régimen, que ese mismo año tuvo la oportunidad de demostrar su política de “buena vecindad” hacia el Sureste de Asia: China no devaluó su moneda en medio del caos económico creado por la crisis financiera de ese año, un hecho que repercutió profundamente en el proceso de integración de esa región. Posteriormente, en 2001 la RPCh se adhirió a la Organización Mundial del Comercio (Hughes, 2005: 123-128). 2.- Mediante la formulación de una nueva relación bilateral con las grandes potencias, lo cual quedaría englobado mediante el discurso multipolar; dicha multipolaridad no se llevaría a cabo mediante la articulación de alianzas de defensa mutua sino mediante “asociaciones estratégicas”, entre otras herramientas. Las asociaciones estratégicas, convertidas en instrumentos más o menos concretos de la política exterior china a partir de 1993, se convirtieron en piezas clave que contribuirían a difundir el discurso multipolar chino (Goldstein, 2001: 842).

Durante la década de 1990, el régimen de Jiang Zemin prefirió enfatizar el discurso multipolar por encima de sus incipientes prácticas multilaterales y la razón de ello fue el vacío de poder ocupado por los estadounidenses: el discurso multipolar aludía a la colaboración entre varias potencias mundiales y países emergentes para contener los impulsos hegemónicos de alguna otra potencia, pero sin llegar a establecer una alianza formal entre ellas. Un mayor énfasis sobre el multilateralismo tendría que esperar hasta el gobierno de Hu Jintao (2002-2012). Mediante las asociaciones estratégicas el régimen comunista esperaba incrementar los beneficios de una colaboración cercana hacia China por parte de sus socios (después de todo, el aislamiento tras la represión en Tiananmen se solucionó de forma similar, especialmente tras el llamado “Viaje al sur” de Deng Xiaoping en 1992). Beijing se dedicó a resaltar no sólo beneficios, sino también la pérdida de oportunidades de ganancia al no participar en la reforma económica china. La presente investigación se enfoca en el estudio de la construcción de las relaciones de cooperación bilateral enmarcadas en los acuerdos de asociación estratégica de China, desde un enfoque constructivista: una respuesta a sus retos de desarrollo interno y al sistema internacional imperante tras el fin de la Guerra Fría; dicho proceso puede englobarse como una continuación de los planes y políticas de desarrollo interno en la política exterior (Kubálková, 2001: 15-37).

En la investigación se analiza la interrelación que la RPCh estableció con la Federación Rusa tras haber suscrito su asociación estratégica en 1996, así como su evolución hasta la manifestación de los primeros efectos de la crisis económica mundial iniciada en 2008. La asociación estratégica sino-rusa probablemente se ha convertido en el más importante y complejo de todos sus mecanismos de asociación, no sólo por su efecto en la evolución de la relación bilateral sino-rusa, sino por su influencia observable en el resto del sistema internacional, especialmente en Asia. Sin embargo, la asociación estratégica sino-rusa fue un caso sui generis en la nueva estrategia china para sus relaciones bilaterales: Rusia resultaba ser un país demasiado debilitado como para involucrarse directamente en el proceso de modernización económica de China, pero también era la potencia cardinal para la instrumentación del discurso multipolar (tomando en cuenta que desde Beijing y Moscú se formularon conceptualizaciones diferenciadas sobre lo que es un mecanismo de asociación estratégica).

Al mismo tiempo, la asociación estratégica se fundamentó en las percepciones de amenaza que Rusia y China desarrollaron hacia el contexto internacional durante la Posguerra Fría (una percepción generada particularmente por el comportamiento unipolar de Estados Unidos). Como menciona Lucas Becerra, el proceso de la formación de las percepciones de los actores internacionales se encuentra determinado por la cantidad de sus recursos de poder y el lugar que ocupan en la relación de poder con otros actores (especialmente en relaciones asimétricas): "Las percepciones condicionan el comportamiento de los agentes, y al hacerlo, definen el tipo de relación regional. Es decir, la percepción de los agentes depende de su “perspectiva” (lado mayor o menor de la relación), que finalmente influye sobre el comportamiento” (Becerra, 2013: 87).2 Las percepciones de amenaza generadas por los actores desempeñan una función positiva de dicha perspectiva (desde una óptica material): “desde la perspectiva de los agentes periféricos, la percepción de amenaza es tanto vertical como horizontal, por lo que un agente periférico puede sentirse amenazado tanto por el poder concentrado de un agente o un grupo de agentes centrales como por el poder de otro agente periférico que se encuentre en una relación de simetría de poder” (Becerra, 2013: 96). En la investigación se considera a la China de la década de 1990 como un país en vías de desarrollo (es decir, periférico) debido a sus indicadores económicos en ese momento y la necesidad de contar con la cooperación científica-técnica y los recursos materiales de Occidente para continuar con su proceso de modernización.3 Como menciona Becerra: “Mediante la construcción de una identidad, el agente puede entender el sistema desde su configuración de las percepciones de amenazas y beneficios. Cuando el mapa de las relaciones se entiende en términos de amenazas y beneficios potenciales, entonces el agente puede actuar en consecuencia” (Becerra, 2013: 110).

En el inicio de la Posguerra Fría, las percepciones de amenaza fueron insuficientes para que China mostrara interés en establecer una alianza estratégica de defensa con Rusia como medida de equilibrio de poder en contra de Occidente: en ese momento, las relaciones de cooperación bilateral y la reformulación de intereses se circunscribieron a las áreas de cooperación prioritarias y los principios de la asociación estratégica tal como fueron planteados en 1996 (es decir: no una alianza estratégica). Igualmente, el análisis del origen y desarrollo, durante sus primeros años, de la asociación estratégica puede contribuir a la identificación de los obstáculos que presenta la relación sino-rusa actual para que ambos actores desarrollen una identidad como aliados estratégicos en un sentido militar; sin embargo, también nos puede aproximar a un esclarecimiento sobre las condiciones (y las dimensiones de las percepciones de amenazas) en que dicha identidad podría desarrollarse: el posible proceso de la estructuración de una alianza de defensa sino-rusa resulta un tema crítico para el sistema internacional en la tercera década del siglo 21.

Cómo marco teórico de Relaciones Internacionales, en la investigación se ha utilizado una aproximación constructivista tomando en cuenta los cambios estructurales ocurridos en el sistema internacional a partir del inicio de la Posguerra Fría, un hecho considerado como un aspecto primordial que ha orientado una redefinición de los intereses y las identidades de los dos actores analizados: “La estrategia constructivista trata a las identidades y los intereses como endógenos a la interacción y por lo tanto como una variable dependiente en proceso. El cambio estructural ocurre cuando los actores redefinen quienes son y aquello que desean. Las estrategias no son mutuamente excluyentes, pero son diferentes, con ideas distintas acerca de lo que está pasando en el cambio estructural y lo que hace que suceda” (Wendt, 2000: 336-337). Mediante un enfoque constructivista se trata de delimitar en qué medida los actores han pretendido socializarse mutuamente conforme a una reorientación de intereses e identidades resultantes tras el fin del sistema bipolar y la función que pueden alcanzar los acuerdos de asociación estratégica en dicho proceso: “la principal razón para perseguir la aproximación o la relación estratégica puede ser parcial o totalmente instrumental, pero por sí mismo el proceso puede cambiar la comprensión del actor de los intereses, relaciones y las razones para su envolvimiento en el tiempo y dadas las condiciones correctas” (Ba, 2006: 168).

1. La Posguerra Fría y los antecedentes de la asociación estratégica sino-rusa (1989-1996)

Desde la normalización de sus relaciones diplomáticas en 1989, la Unión Soviética y la RPCh se enfocaron en la resolución de los problemas que habían dañado previamente a la relación bilateral. En primera instancia, sin el elemento de una rivalidad ideológica significativa, sus negociaciones se orientaron a la legalización de las fronteras que compartían: históricamente China reclamaba la pérdida de 1.5 millones km2 de territorio debido a los tratados desiguales establecidos entre el zarismo y el Imperio Qing.4 Tras la visita de Mijail Gorbachov a Beijing en 1989 se estableció una mesa de negociación sobre el tema, enfocándose en la frontera de Siberia oriental, así como la instrumentación de medidas para la construcción de la confianza entre los dos países en la esfera militar (Yuan, 1998). Sin embargo, la incipiente normalización pudo verse afectada en agosto de 1991 tras la actitud ambigua mostrada por el gobierno chino hacia el golpe de Estado perpetrado en contra de Gorbachov; poco después la RPCh se apresuró a reconocer a la Federación Rusa como un país independiente tras la disolución de la Unión Soviética en diciembre de ese año.

En diciembre de 1992 el presidente de la Federación Rusa, Boris Yeltsin, realizó una visita a China para reafirmar la existencia de una “relación de buena vecindad, amistad, cooperación de beneficio mutuo y coexistencia pacífica” (Cheng, 2004: 482¸ Los Angeles Times, 1992). Al mismo tiempo, el embargo para la venta de armas en contra de China instrumentado por Estados Unidos y la Unión Europea desde 1989 incentivó la aproximación de Beijing hacia el mercado d armas ruso y de los países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) (Fabelo Concepcion, 2018: 204). Dos años mas tarde, en septiembre de 1994, Jiang Zemin realizó una visita a Moscú y ambos países firmaron un acuerdo sobre el no uso de las armas nucleares de uno en contra del otro, así como la cuestión de dejar de apuntarse con armas de este tipo. Dicho acuerdo fue una muestra de la voluntad de ambos para no verse recíprocamente como una amenaza, al tiempo que en el comunicado ya aparece la intención de trabajar por un mundo multipolar (Yuan, 1998: 85). En esa misma visita se acordó establecer una “asociación constructiva con miras al siglo 21”, esperando que las buenas relaciones se prolongaran por un largo tiempo (Ministerio de Asuntos Exteriores de China, s/f). Como parte de las aproximaciones bilaterales, Yeltsin visitó Shanghai en abril de 1996 para anunciar la determinación de los dos países por desarrollar una “asociación estratégica cooperativa basada en la igualdad y la confianza mutua para el siglo xxi”. Este fue el inicio de la asociación estratégica sino-rusa, en el contexto de la primera mesa de negociación para la firma de acuerdos fronterizos del naciente Grupo de los Cinco de Shanghai (la futura Organización de Cooperación de Shanghai-OCS) (Cheng, 2004: 482; Ministerio de Asuntos Exteriores de China, s/f). En términos ideales el concepto de asociación estratégica se puede definir como un vínculo organizacional que sirve para coordinar una agenda bilateral pensada en objetivos comunes que pueden ser alcanzados a largo plazo: la conjunción de los términos “asociado” y “estrategia” otorga dicha connotación temporal de largo plazo (Klimenko, 2005: 2; Cameron y Zheng, 2008: 4).

Una característica particular de los acuerdos de asociación estratégica que se han multiplicado en el espacio euroasiático durante las últimas tres décadas es que han sido concretados en una relación bilateral simétrica, es decir, bajo los términos de una condición de igualdad reconocida entre los involucrados. Desde la perspectiva de China, los acuerdos de asociación se corresponden con la intención de Beijing para fomentar su cooperación económica con las potencias más relevantes del sistema internacional de una manera instrumental y pragmática en función de las necesidades del proyecto de modernización de China: a través de los mecanismos de asociación “la cooperación mutua debería cubrir todos los sectores, especialmente el económico, comercial, científico y los intercambios tecnológicos (....) “Esto se alineó con la posición del liderazgo chino de que la paz y el desarrollo constituyen los temas principales de la Posguerra Fría y que China se concentraría en su objetivo de la modernización. El fortalecimiento de las comunicaciones es otro aspecto importante de las relaciones de asociación. Los Intercambios de visitas en el nivel de jefes de Estado, reuniones programadas entre Primeros Ministros, comisiones conjuntas que involucran a funcionarios de alto nivel, líneas directas y varios canales de comunicación son mecanismos típicos en las asociaciones de China con otras grandes potencias” (Cheng y Zhang, 2002: 239). La primera asociación estratégica establecida por China fue con Brasil en 1993 y la segunda fue la asociación sino-rusa de 1996 (en la que también intervinieron preocupaciones estratégicas como el comportamiento unilateral de Estados Unidos o la necesaria definición de la cuestión fronteriza en Eurasia central).

Por su parte, la incorporación del mecanismo de asociación estratégica como instrumento de la política exterior de la Federación Rusa puede considerarse como una reacción defensiva por parte de Moscú frente al proceso de ampliación de la OTAN en Europa del Este y la instrumentación de las Asociaciones para la Paz de la Alianza Atlántica a partir de 1994. Durante el gobierno de Bill Clinton, Estados Unidos inició un proceso de ampliación de la OTAN hacia algunos países ex comunistas de Europa y el concepto de asociación comenzó a ser utilizado como una alternativa para incrementar la influencia estadounidense en los países que no alcanzarían a incorporarse a la OTAN.5 La versión estadounidense de las asociaciones estratégicas tendría seis áreas de cooperación: transparencia en asuntos militares, asegurar el control democrático de las fuerzas de defensa, contribuir en operaciones guiadas por la ONU o bajo responsabilidad de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), desarrollar relaciones de cooperación militar con la OTAN, desarrollar fuerzas compatibles con aquellas de la OTAN en el caso de la realización de operaciones conjuntas, además de consultas en caso de que un miembro asociado se percibiera amenazado (Borawsky, 1995: 233-234). De acuerdo con el entonces Secretario de Estado estadounidense, Warren Christopher, el programa político de las Asociaciones para la Paz incluía “asegurar el control democrático de las fuerzas de defensa y promover la transparencia en la planeación y el presupuesto de la defensa nacional” entre los participantes en las APP (Christopher, 1995). La acción de mantener a ciertos países ex comunistas fuera de la estructura de la OTAN, pero vinculados a la Alianza mediante las APP, buscaba evitar una confrontación directa con Rusia, quien también fue invitada a pertenecer a las APP.

La reacción del gobierno de Yelsin, a lo que consideró como un proyecto de competencia geopolítica por áreas de influencia, consistió en iniciar las negociaciones para establecer un acuerdo de cooperación formal con la Unión Europea en 1994, mediante un Acuerdo de Asociación y Cooperación, y en sugerir a la RPCh el establecimiento del vínculo de asociación que fue concretado en 1996. El desarrollo de los vínculos de asociación establecidos por Rusia ha estado determinado por las fuertes divergencias que se suelen presentar entre las prioridades de la defensa de los intereses rusos y las preferencias políticas y económicas de sus socios, como en los casos de la UE y la RPCh: como ejemplo, el mecanismo de asociación Rusia-UE fue abandonado en 2014 a partir de las sanciones europeas en contra de Rusia como consencuencia de la secesión de Crímea de Ucrania y su incorporación a la soberanía rusa (Kapoor, 2021: 4-6).6

Los problemas de seguridad concernientes a Asia central han acompañado a la asociación estratégica desde su inicio, y la colaboración sino-rusa en la región ha contribuido a fortalecer el vínculo: la diplomacia para la resolución de problemas fronterizos ha sido una de las claves del desarrollo de la nueva relación sino-rusa, con consecuencias para el sistema internacional de Asia. Esta colaboración respondió a una de las interrogantes que planteaba la asociación: los temas en los cuáles podrían colaborar la RPCh y la Federación Rusa de manera palpable, si la segunda atravesaba por un desplome en su economía y el bienestar de su población: inicialmente el propósito práctico para la cooperación fue la construcción de la confianza. La asociación estratégica ha tomado sus directrices a partir de declaraciones y los acuerdos oficiales de las cumbres de Estado, por lo que puede apreciarse cierto grado de institucionalización en la misma. La trayectoria de la asociación puede dividirse en dos periodos: uno de 1996 a 2001 y el que inicia en 2001 y que trascurrió durante las primeras consecuencias de la crisis mundial iniciada en 2008.

2. El primer periodo de la asociación estratégica sino-rusa (1996-2001)

Durante el periodo 1989-1996, China y Rusia habían pasado de una normalización de sus relaciones en 1989, a una relación de buena vecindad y amistad tras la creación de la Federación Rusa en 1991, para pasar entonces a una asociación constructiva en 1994 y, posteriormente, al establecimiento de una asociación estratégica cooperativa en 1996 (Cheng, 2004: 483). Con estos antecedentes, a mediados de los años noventa, China y Rusia coincidieron en un ajuste de su política exterior en vista de sus respectivos procesos de reforma y el cambiante escenario estratégico internacional que transcurría. Al mismo tiempo que China enfatizaba su interés para establecer asociaciones estratégicas con otras potencias (especialmente con actores en Asia y Europa), en enero de 1996, Yevgeny Primakov reemplazó a Andrei Kozyrev, miembro del grupo pro Occidental (o atlantista) del gobierno de Boris Yelstin, como Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia. Este cambio fue un reflejo de la insatisfacción rusa hacia el poco apoyo que recibía hacia su proceso de reforma, además de la percepción de que Rusia no era tratada en una condición de igualdad por parte de los occidentales. El Ministro Primakov orientó la política exterior hacia la revigorización de sus relaciones con India y Corea del Norte, amigos y socios de la antigua URSS y tratando de aproximarse a los países de la CEI, con el fin de desarrollar una política de cooperación multilateral con las antiguas repúblicas soviéticas (Wishnick, 2001: 800). En esta reorientación de la diplomacia rusa se realizó la cumbre de los Cinco de Shanghai de 1996, el marco para la firma de acuerdos fronterizos entre China y sus vecinos de Asia central (Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán), tema también incluido en el comunicado conjunto de la asociación estratégica sino-rusa. La asociación se estableció sobre la base de los acuerdos de amistad y cooperación de 1992 y 1994 y sobre los acuerdos fronterizos sino-rusos de 1991 y 1994, aludiendo explícitamente al discurso multipolar chino: “la tendencia hacia un mundo multipolar que se está desarrollando, y el deseo de la paz, estabilidad, cooperación y el desarrollo se han convertido en la principal cuestión de la vida internacional actual. Sin embargo, el mundo está lejos de la tranquilidad. El hegemonismo, la política del poder y la repetida imposición de presiones sobre otros países continúan aconteciendo” (Beijing Review, 1996: 7). En la relación de China con Asia central, en 1994 el Primer Ministro Li Peng había realizado una visita a todos los países exsoviéticos de la región (con la excepción de Tayikistán debido a la guerra civil en ese lugar) para proponer un aumento de la cooperación multilateral: la propuesta de Li Peng fue denominado en ese momento como el resurgimiento de la Ruta de la Seda (siendo la primera vez que la política exterior china contemporánea usaba tal concepto en su relación con la región centroasiática) (Li Peng, 1994: 18-19); como parte de una percepción de amenaza, Beijing también consideró que la resolución de los diferendos fronterizos podría evitar que se presentara en la región una conflictividad como la que comenzaba a gestarse en la antigua Yugoslavia (Harris, 1993: 111-112).

De acuerdo con Li Jingjie, la asociación estratégica sino-rusa se estructuró desde un inicio por: el respeto mutuo y la igualdad, un nuevo modelo se seguridad, la confianza, el beneficio mutuo y el desarrollo compartido, la búsqueda de la multipolaridad global y el establecimiento de un nuevo orden mundial, la realización continua de cumbres y diálogos en diferentes niveles, el carácter a largo plazo de la asociación y, finalmente, se enfatizó que no se trata de una alianza ni está enfocada en contra de algún tercero (Li, 1999: 527-532). Desde la perspectiva del gobierno chino la asociación estratégica debía enfatizar “tres no”: no era una alianza, no trataba de crear una confrontación y no estaba dirigida hacia un tercer país, orientándose principalmente hacia la cooperación (Shi, 1996: 10-11). El primer fruto de la asociación fue la voluntad de crear un clima de confianza real en la relación bilateral, al acordar que los peligros geopolíticos que pudieran enfrentar ambos países no provendrían del otro, algo que se demuestra en la resolución de los tratados fronterizos.

Sin embargo en este tiempo la principal preocupación de Rusia era su relación con Occidente, no precisamente con la RPCh; la asociación estratégica se estableció bajo criterios puramente pragmáticos. Por debajo de la retórica oficial existían dudas en los dos países y analistas de los involucrados mostraban su escepticismo acerca de la viabilidad de la asociación en el largo plazo, aunque se compartía la convicción de que era necesario el acercamiento (Tang, 2000: 361-362). La asociación estratégica no se derivó de un conjunto de valores compartidos sino de la preocupación por la defensa de los intereses nacionales de ambos: algo evidenciado en la divergencia en las definiciones que Beijing y Moscú realizaban sobre el concepto de asociación estratégica, así como la manera como definían a la “multipolaridad”: en el caso de China, el concepto de multipolaridad (duojihua) se originó en la Teoría de los Tres Mundos de Mao Zedong formulada hacia el final de la década de 1940. De acuerdo con la teoría maoísta, el mundo de la Guerra Fría se dividía en tres categorías de países (o “mundos”): un primer mundo, integrado por los dos hegemones de la era bipolar (Estados Unidos y la Unión Soviética); el segundo mundo, conformado por los países desarrollados ubicados en Europa Occidental además de Japón, Canadá o Australia. El tercer mundo, compuesto por todos los países en vías de desarrollo (incluida China). Una multipolaridad del sistema internacional le ofrecía a China la oportunidad de relacionarse con otras potencias del orbe para oponerse al hegemonismo del sistema bipolar (como en el caso del establecimiento de relaciones entre China y Francia en 1964) (Liu, 2012: 12-16; Rocha Pino, 2021). El concepto de multipolaridad fue reformulado durante los primeros años del proceso de modernización de China, en la década de 1980, para justificar las relaciones de cooperación que Beijing debía mantener con otras economías avanzadas.

En su caso, la doctrina en Rusia sobre una multipolaridad (mnogopolyarnost') del sistema internacional se comenzó a desarrollar a mediados de la década de 1990 como una reacción realista al comportamiento unipolar de Estados Unidos; como mencionan A. Makarychev y V. Morozov: “En la perspectiva rusa, el equilibrio de poder a veces parece el único modelo, o al menos el más adecuado, del mundo multipolar” (….) “el Kremlin promovió que “el mundo multipolar era una alternativa directa e inequívoca a la globalización”. En consecuencia, esta visión se basó en la oposición al unilateralismo (especialmente al unilateralismo colectivo de Occidente) y en la lógica de las decisiones soberanas que Rusia favorece…” (Makarychev y Morozov, 2011: 361-362). En el desarrollo de la relación bilateral sino-rusa ambas definiciones sobre la multipolaridad coexistieron mediante un proceso de acomodación de intereses implícito en la agenda de la asociación estratégica.

Un hecho significativo en la trayectoria de la asociación sino-rusa fue que en Occidente no se le diera mucha importancia a la misma o que los occidentales que se dedicaron a estudiarla se enfocaran en resaltar sus contradicciones y limitantes (resaltando al mismo tiempo la conflictividad potencial en la relación sino-rusa, como en el caso de la migración de población china a Siberia oriental): es decir, para estos analistas era más relevante el carácter puramente coyuntural de la asociación, y sus inconvenientes (en el caso de S. Turner, como los riegos sobre la coexistencia de definiciones diferentes sobre la multipolaridad), en lugar de reflexionar sobre su origen (Hyer, 1996; Blank: 2000; Wishnick, 2001; Turner, 2009). Por el lado de los analistas chinos el problema de la asociación residía en sus perspectivas a futuro. A finales de los años noventa, conforme se expandía la OTAN, a estos expertos les preocupaba que una adhesión de ciertos países de la CEI a la Alianza occidental, como en el caso de Ucrania, no dejaría otra opción a Rusia que la subordinación; ello a pesar de la desilusión rusa con la reforma económica liberal y la limitada ayuda que había recibido de Occidente (aunque el sector liberal ruso todavía la respaldaba). El mayor temor era que Rusia usara a la RPCh como una moneda de cambio en sus tratos con Occidente (Tang, 2000: 363).

Por el lado ruso, los liberales de Yeltsin pensaban que no tenía sentido mantener una casi alianza con China dado que Rusia debía orientarse hacia Occidente: a mediados de los años noventa las actitudes hacia China por parte de la elite rusa dedicada a la política exterior se basaban, principalmente, en afinidades políticas personales, así como en la agenda e intereses económicos a los que respondían (Wilson, 2004: 186). Alexei Voskressenski identifica a tres grupos en los cuáles se pueden generalizar estas posiciones: los liberales a los que pertenecía Kozyrev y el Primer Ministro Viktor Chernomyrdin (1992-1998), los comunistas, y los pesimistas-alarmistas, de tendencia nacionalista y que veían a China como una amenaza. Los liberales rusos de orientación atlantista eran renuentes a aceptar la experiencia de la modernización china debido a la naturaleza comunista de aquel régimen y su negativa a impulsar reformas políticas junto a las económicas; por su parte, para los comunistas era necesaria una aproximación entre los dos países para mantener la estabilidad en la región de Asia Pacífico. Finalmente, los pesimistas (como el nacionalista Vladimir Zhirinovsky) visualizaban el desarrollo chino como un proceso turbulento, tendiente a una militarización continua y en peligro de caer en una crisis social generalizada (retomando aspectos de la llamada “teoría de la amenaza china”) lo que pondría en peligro a las regiones del Lejano Oriente de Rusia (Voskressenski, 1997: 2-11).

El nombramiento de Primakov implicó algún cambio en la orientación del grupo dominante en el Ministerio de Relaciones Exteriores ruso (algo que se conoce como el cambio de la perspectiva atlantista por la euroasianista), pero en todo caso hubo cierta continuidad en la política rusa por lo que Occidente siguió siendo la prioridad: el énfasis de la perspectiva euroasianista en un mundo multipolar, con el establecimiento de enlaces con los vecinos de Rusia al este y al sur, fue percibido en Occidente como un método para contrabalancear a Estados Unidos, aunque cultivar las relaciones con China en esta instancia fuera instrumental (Delong, 2020: 337-341; Mileski, 2015: 181-185). De acuerdo con Jeanne Wilson, fuera de los círculos especializados, la elite rusa estaba poco informada y desinteresada sobre China (lo contrario ocurría con la dirigencia china pues incluso Jiang Zemin había estudiado un tiempo en la antigua Unión Soviética) (Wilson, 2004: 192). Para explicar este comportamiento, Lo Bobo identifica algunas características que orientaron a la política exterior rusa de esos años, en parte originadas en la herencia soviética sobre cómo concebir a las relaciones internacionales: la existencia de una tensión entre las afinidades eurocéntricas rusas y una cultura militar estratégica centrada en Estados Unidos (americocéntrica); una competencia de los criterios sobre el papel predominante que debía desempeñar Rusia, es decir en los ámbitos mundial o regional; el conflicto entre otorgar un carácter competitivo o cooperativo a la política multipolar o el instrumentar una política exterior multi vectorial; la indecisión por centrarse en cuestiones económicas o de seguridad; la contradicción entre las aspiraciones rusas por mostrarse como una gran potencia, sus propias limitantes y tener que interactuar con un conjunto de países desarrollados y democráticos (de los cuales también dependía) (Lo, 2004: 46).

Una muestra del carácter pragmático de la asociación ocurrió durante la cumbre de los Cinco de Shanghai llevada a cabo en Moscú en 1997 además de que, como en la ocasión anterior, también se avanzó en la construcción de las medidas de confianza: durante la reunión se firmó un acuerdo sobre la Reducción de Fuerzas Armadas en Zonas Fronterizas mediante el cual se establecía una zona de militarización limitada a 100 km de las fronteras, además de canales de inspección mutua para prevenir incidentes: “Los líderes chinos no tenían interés en gastar fondos por mantener tropas de alto nivel estacionadas en la frontera sino-rusa” (Wilson, 2004: 1999). En la misma ocasión, como fruto de la reunión bilateral sino-rusa, se emitió la “Declaración sobre la Multipolarización del Mundo y la Formación de un Nuevo Orden Internacional”. De los puntos integrados en la Declaración pueden destacarse: el compromiso de ambos países para promover la multipolarización del mundo; aplicar “un nuevo y universalmente aplicable concepto de seguridad”, en alusión al Nuevo Concepto de Seguridad de China (NCS); fortalecer el papel del Consejo de Seguridad de la ONU, y la colaboración para seguir expandiendo su asociación estratégica (Beijing Review, 1997: 7-8) Los documentos que definieron a la asociación estratégica durante su primera etapa fueron el Comunicado de 1996 y la Declaración Conjunta de 1997. Poco después, en diciembre de 1997, el gobierno ruso oficializó un nuevo concepto de seguridad nacional en el que Rusia se definía como “una gran potencia influyente europea y asiática” y en el que se recomendaba que su política exterior “debía mantener la misma equidistancia en las relaciones con los “actores económicos y políticos globales europeos y asiáticos”” (Mileski, 2015: 185). El Concepto de 1997 subrayaba la preferencia de Rusia por un mundo multipolar en la que ocupara un lugar como uno de los polos más influyentes entre las grandes potencias; como menciona Jyotsna Bakshi, según el documento, Rusia continuaría desarrollando asociaciones constructivas con los siguientes actores en este orden de prioridad: con Estados Unidos, la Unión Europea, China, Japón e India: “Lo que es de particular importancia es el hecho de que en este documento Rusia, por primera vez, estableció que "no lucha por la paridad en armamentos y fuerzas armadas con otras grandes potencias del mundo y busca implementar un principio de disuasión realista basada en la determinación de hacer un uso adecuado del poderío militar disponible para prevenir la agresión”. La disuasión nuclear seguía siendo un medio eficaz de legítima defensa (Bakshi, 2000: 1276).

Un cambio significativo en la política exterior rusa ocurrió en 1998, en medio de la crisis económico-financiera que abatió a la economía del país ese año. Durante una visita de Primakov a la India, el Ministro ruso decidió ajustar la política de su país al proponer el establecimiento de una triángulo estratégico, en tanto una alianza formal, conformado por Rusia, India y China, con el fin explícito de realizar un balance en contra de los Estados Unidos y sus aliados (además China e India eran clientes vitales para la industria de armamentos rusa). Primakov proponía orientar la política exterior de su país estrechando sus lazos con Asia, pero manteniendo la identidad europea de Rusia (Ma, 2005: 45). Es claro que la propuesta de un triángulo estratégico era un esfuerzo por proteger los intereses nacionales de un país, en ese momento, incapaz de defenderlos por sí solo: Rusia enfatizó su propia idea de la multipolaridad, en tanto una actitud más bien asertiva y reactiva en medio de la crisis; de la misma manera buscó hacer una causa común con otros países preocupados por el hegemonismo estadounidense: “en la mayor parte de Occidente la visión de Moscú de un orden multipolar se llegó a asociar con un anti americanismo visceral. Al final de la década, la visión de Primakov de una multipolaridad competitiva sufrió la misma fortuna que el modelo cooperativo que impulsara anteriormente Kozyrev” (Lo, 2004: 49).

Para la RPCh la propuesta de Primakov contradecía a su política exterior formulada en los años previos, y en particular a las asociaciones, sustentadas en los “tres no”. Como hemos visto la política exterior china se enfocaba en sus planes de desarrollo interno y justamente el mismo año se había establecido (en apariencia) una asociación estratégica con Estados Unidos. En el verano de 1998, Bill Clinton realizó una visita a China con lo que la calidad de socios se vivía, en ese momento, como una realidad recíproca, al menos en el discurso. De la misma forma, la diplomacia china en la ONU trataba de tomar decisiones de forma no paralela a las rusas, evitando la percepción de que estaban coordinadas (posteriormente las acciones del gobierno de Clinton se encargaron de desmentir la existencia de un mecanismo de asociación estratégica sino-estadounidense, como en el caso del bombardeo de la embajada de China en Belgrado por las fuerzas de la OTAN en 1999) (Cheng, 2004: 484; Cheng y Zhang, 2002: 254).

Al negarse a establecer el triángulo estratégico propuesto por Primakov, China refutó la interpretación occidental de que sus asociaciones buscaban crear una contención directa en contra de Estados Unidos (al mismo tiempo que evidenciaba una diferencia significativa entre las percepciones de amenaza que, en ese momento, Washington podría estar generando, respectivamente, en Beijing y Moscú). En ese momento resultaba irrelevante volver a un sistema de balance similar al triángulo estratégico de los años setenta, pues Estados Unidos era tan poderoso que ninguna potencia tenía posibilidades de establecer un balance efectivo en su contra. Tanto China como Rusia necesitaban parte de los recursos occidentales o japoneses para avanzar en sus proyectos, y un reto agresivo a la unipolaridad estadounidense por medio de una alianza hubiera provocado la marginación de ambos, como mínimo. Pero, como menciona David Kerr, por parte de Estados Unidos también hubo una adaptación al nuevo contexto: en términos realistas, la unipolaridad estableció una diferencia entre su capacidad para imponer costos a otros y la imposibilidad de los contendientes para contrabalancear esos costos, así “la unipolaridad había abolido el balance” o al menos mientras las armas de destrucción masiva no agotaran su naturaleza disuasiva (Kerr, 2005: 412).

Al final de la década de 1990 los sucesos políticos más relevantes para la asociación sino-rusa fueron el nombramiento de Primakov como Primer Ministro de Rusia entre 1998-1999 (con el fortalecimiento de la perspectiva del multipolarismo ruso en el Kremlin) y el inicio de la presidencia de Vladimir Putin en diciembre de 1999, lo que significó el relevo del errático periodo anterior (aunque en el inicio de su primer periodo de gobierno, la política exterior del presidente Putin “no se adhirió a una línea completamente euroasianista”) (Ersen, 2004: 143-145): “Con la debacle de la política exterior sobre Kosovo fresca en la memoria, Putin impulsó el inicio de una política exterior realmente multi vectorial. En contraste con la versión yeltsiniana, Putin no buscó contrabalancear a Estados Unidos sino perseguir una políticamente más neutral (e inclusiva) para maximizar sus opciones” (Lo, 2004: 52). Estas opciones eran mejorar sus relaciones con Europa y Estados Unidos, con los países asiáticos y con Irán o Corea del Norte. Sin embargo, en 2000 el gobierno de Putin modificó el concepto nacional de seguridad ruso de 1997 con lo que evidenció que las percepciones de amenaza en Rusia habían aumentado significativamente tanto por motivos externos (la ampliación de la OTAN en Europa del Este era una realidad) como internos de la seguridad nacional rusa. Como menciona Bakshi: “La principal diferencia entre los conceptos de seguridad nacional de 1997 y 2000 radica en sus respectivas percepciones de amenazas. El concepto de 1997 no preveía ‘una agresión total contra Rusia’. Sin embargo, el concepto de 2000 no descarta específicamente tal amenaza. De hecho, enumera así las tareas de las fuerzas armadas del país: ‘repeler una agresión en una guerra local (conflicto armado), y asegurar un despliegue estratégico de tropas para el cumplimiento de tareas en una guerra total’” (Bakshi, 2000: 1280).

En el ámbito de la seguridad interna, el gobierno de Putin se enfrentó con un nuevo peligro: la proliferación de grupos extremistas de fe islámica que amenazaban a la seguridad rusa, desde el Cáucaso (en crisis tras el inicio de la segunda guerra de Chechenia en 1999) hasta la frontera con China en Xinjiang. Por esta razón uno de los aspectos significativos de la aproximación entre Rusia y China durante los primeros meses del gobierno de Putin fue la voluntad de colaborar por conformar un área de seguridad en la zona fronteriza en proceso de normalización de Asia central. Durante la cumbre de los Cinco de Shanghai del año 2000 se acordó crear una organización de cooperación enfocada en la seguridad, a partir del grupo de negociación de fronteras (ya desde la cumbre de 1999 había surgido la idea de establecer un Centro Antiterrorista en Kirguistán). Este sería el origen de la OCS, creada al año siguiente y a la que fue invitado Uzbekistán para integrarse como miembro. Una preocupación principal de los fundadores de la OCS era la proliferación de los grupos religiosos extremistas, quienes también recibían apoyo del régimen talibán de Afganistán (Rocha Pino, 2007: 28-29). La OCS tendría como una de sus funciones primordiales la lucha contra lo que, en el momento de su fundación, se dominaron los “tres males”: el extremismo, el separatismo y el terrorismo; así la seguridad geopolítica se convertía en un elemento fundamental de la asociación estratégica, a la vez que se superaban los problemas fronterizos (Fabelo Concepción, 2018: 205).

China se encontraba frente al hecho inédito de ser la patrocinadora, por iniciativa propia, de una organización internacional por primera vez en la era del régimen comunista, ofreciendo la oportunidad para integrar en la nueva organización las políticas y conceptos que la RPCh había venido desarrollando desde el 15 Congreso del PCCh (como el NCS enfocado al multilateralismo). En julio de 2000, Putin visitó Beijing para afirmar que la asociación estratégica continuaría durante su gobierno (Smith, 2000). La relación entre Moscú y Beijing continuaría con su carácter pragmático, pero con la convicción del nuevo gobierno de que China era necesaria para contribuir al fortalecimiento del Estado ruso, al menos colaborando en la seguridad de su “extranjero próximo”. Por medio de las medidas de construcción de confianza, y a pesar de la reactividad de la política exterior rusa, la relación de conveniencia paulatinamente se convertía en una asociación estratégica.

Otros factores que estimulaban su continuidad eran el sentido de debilidad experimentado por Rusia y China en un mundo unipolar, la necesidad de la industria de armamento ruso por el mercado chino, la segunda expansión de la OTAN, el fortalecimiento de la alianza de seguridad entre Japón y Estados Unidos y la ansiedad china ante la posibilidad de una independencia de Taiwán en 1996 y en el año 2000, así como las presiones estadounidenses en materia de democracia y derechos humanos sobre la RPCh: “La evolución de esta asociación estratégica no puede ser explicada por un solo factor” (Wilson, 2004: 199). En ese mismo contexto, en 2000 Putin acordó una asociación estratégica con India, abandonando con ella la idea del triángulo estratégico de Primakov, durante una visita a Nueva Delhi (Ministerio de Asuntos Exteriores de India, 2000): “El rechazo a retar las relaciones con los Estados Unidos no es sorprendente. Rusia, China e India persiguen grandes estrategias que enfatizan lo económico y la modernización institucional, una meta que requiere relaciones cordiales con los Estados Unidos y las instituciones económicas globales sobre las cuáles este país tiene influencia” (Wohlforth y Brooks, 2005: 88). Este era el contexto para el cambio de escenario militarmente estratégico ocurrido en 2001.

3. El segundo periodo de la asociación estratégica sino-rusa (2001-2008)

En junio de 2001 en Shanghai se llevó a cabo la cumbre que daría origen a la OCS; poco después en Moscú, el 16 de julio, Jiang Zemin y Vladimir Putin se reunieron para acordar un Tratado de Buena Vecindad y Cooperación Amistosa, lo que definiría a la asociación estratégica sino-rusa para los próximos años (Ministerio de Asuntos Exteriores de China, 2001). El Tratado tendría una orientación para fomentar la cooperación pacífica entre ambos países al mismo tiempo que continuó con los principios de los “tres no” del Comunicado sino-ruso de 1996. En el Articulo 22, el Tratado de 2001 afirma: “Este Tratado no afecta los derechos y obligaciones de las partes contratantes en otros tratados internacionales de los que sean parte, ni se dirige contra ningún tercer país” (Ministerio de Asuntos Exteriores de China, 2001). El Tratado de Buena Vecindad y Cooperación Amistosa tendría una vigencia de 20 años, aunque al acercarse su fecha de expiración, en junio de 2021, mediante una reunión virtual (debido a la pandemia de Covid-19), los gobiernos de ambos países decidieron ampliarlo por cinco años más a partir de febrero de 2022 (Reuters, 2021). En el contexto de 2021, el Presidente Putin argumentó la necesidad de la continuidad del Tratado de la siguiente manera: “En el contexto de una creciente turbulencia geopolítica, el desmantelamiento de los acuerdos de control de armas y un mayor potencial de conflicto en diferentes rincones del mundo, la coordinación ruso-china juega un papel estabilizador en los asuntos mundiales” (Reuters, 2021).

Algunas semanas después de la firma del Tratado sino-ruso de 2001 ocurrieron los atentados terroristas del 11 de septiembre en territorio estadounidense, lo que cambiaría al sistema internacional en su conjunto. En primera instancia el Presidente Putin prestó su colaboración al gobierno de George W. Bush, uniéndose a la coalición anti terrorista conformada por Estados Unidos y no obstaculizando la instalación de bases militares al servicio de la OTAN en Uzbekistán y Kirguistán con el fin de prestar apoyo logístico a la intervención que se llevaría a cabo en Afganistán. Rusia percibió esta coyuntura como un medio para aproximarse a Washington tras la etapa de tensiones sucedida al final del gobierno de Yeltsin, y efectivamente en ese momento hubo una mejora sustancial de las relaciones ruso-estadounidenses. Con la Declaración Conjunta sobre una Nueva Relación Estratégica de noviembre de 2001, los dos países acordaron que “la era en que ambos se veían como amenazas estratégicas había pasado” (The White House, 2001; Ni, 2003: 1-2).

Por su lado, China también aprovechó la situación para mejorar su relación con el gobierno de Bush colaborando en la guerra contra el terrorismo. Cabe recordar que China había sido un tema de campaña en las elecciones presidenciales estadounidenses del año 2000; esto se debió a las acusaciones realizadas por el Partido Republicano en contra del Partido Demócrata y la administración de Clinton por supuestamente haber recibido fondos económicos de origen chino de manera ilegal. Ya desde este proceso electoral, Bush se había mostrado hostil hacia China al establecer que dicho país no era un socio sino un competidor estratégico de los Estados Unidos; a la guerra de declaraciones, se sumaron incidentes militares como el caso del derribo de un avión de la fuerza aérea estadounidense sobre la isla de Hainan en abril de 2001: la relación sino-estadounidense apuntaba para ser conflictiva durante el gobierno de Bush, por lo menos hasta antes de los ataques contra Nueva York y Washington. Aprovechando la coyuntura, Rusia y China pudieron solucionar parcialmente el problema presentado en 2000 tras el retiro estadounidense del Tratado de Mísiles Antibalísticos creado en 1972, presionando al gobierno de Bush para la firma de un Tratado de Reducción sobre Ofensiva Estratégica en mayo de 2002 (Lo, 2004: 58).

Al observar la reorientación rusa, algunos analistas occidentales calcularon que la asociación sino-rusa, así como la OCS, entrarían en un declive dada las nuevas prioridades del gobierno de Putin. Sin embargo, con el tiempo se demostró que la colaboración entre chinos y rusos continuaba de acuerdo con las directrices del Tratado de 2001; ambos países siguieron manteniendo una política exterior independiente, anunciando que se sujetarían a las decisiones tomadas por la ONU o rechazando la noción estadounidense de “Eje del mal” aplicada contra Corea del Norte, Irak e Irán (Ni, 2003: 7).

En agosto de 2002 el Primer Ministro Zhu Rongji se reunió con su homólogo Mijail Kasyanov para realizar conversaciones conjuntas sobre la relación comercial entre los dos países en áreas como energía, transportes, explotación de recursos naturales y aviación, teniendo a la colaboración en energía y en tecnología como prioridades. El convertir el tema de la energía en una prioridad estratégica marcó una diferencia sustancial en comparación al gobierno de Yeltsin durante el cual sólo la empresa privada Yukos había mostrado interés en realizar tratos con China (Nörling, 2007: 43). Posteriormente, durante la cumbre entre Jiang Zemin y Putin en Beijing ese año, los dos líderes reiteraron su consenso por promover la construcción de un mundo multipolar con base al derecho internacional y el papel central de la ONU; el discurso sobre el respeto al mandato de la ONU serviría el año siguiente durante el debate acerca de la búsqueda de armas de destrucción masiva en Irak (China y Rusia se opusieron a la intervención estadounidense en Irak de 2003) (Kremlin, 2002; Ko, 2006: 221).

En octubre de 2002 tuvo lugar en China un cambio de gobierno institucional con el nombramiento de Hu Jintao como Secretario General del Partido Comunista Chino. La realización del 16 Congreso del PCCh significó la llegada al poder de la denominada “cuarta generación” de líderes chinos, lo que implicó un nuevo proceso de transformación en la forma de conducir la política exterior de ese país, aunque también fue posible observar una continuidad firme en ciertos aspectos de la misma. Una prioridad para el gobierno de Hu fue mantener un ambiente internacional favorable para lograr sus planes de desarrollo por medio del fomento de una recepción propicia en el exterior hacia la expansión de los intereses económicos de China en regiones como África, América Latina o Asia central. Para ello, al NCS se agregaron nuevas nociones como las del “poder blando” (el discurso exterior chino incorporó el concepto original de Joseph Nye), o los discursos sobre el “ascenso pacífico” formulado por Zheng Bijian en 2003, y reformulado como el “desarrollo pacífico” entre 2004 y 2005, así como la introducción del concepto de “armonía” en las relaciones internacionales (Rocha Pino, 2006).

Durante el periodo 2002-2008, las relaciones sino-rusas tuvieron un incremento en sus intercambios comerciales, antes enfocados en cuestiones militares, para abarcar temas estratégicos como la energía; por otro lado, durante 2004 se completó el proceso de institucionalización de la OCS y en 2005 esta organización mostró la fortaleza de los vínculos entre sus miembros al sobrevivir a la desestabilización sufrida por Uzbekistán y Kirguistán ese año, algo que benefició tanto a la incursión china en los mercados energéticos de la región, así como al monopolio ruso sobre la transportación de los recursos centroasiáticos. Sin embargo, también prevalecieron tensiones en la relación bilateral como el temor ruso a la migración china en Siberia oriental, a la sobreexplotación de sus recursos naturales por el mercado chino o la resistencia a vender armamento de última generación a la RPCh (Larin, 2003: 32-36).

Un éxito para el gobierno chino fue haber obtenido en 2005 que Rusia se decidiera por construir un oleoducto desde Siberia en dirección a la ciudad de Daqing en la provincia de Heilongjiang. En un principio el gobierno de Putin tenía la preferencia por orientar dicho oleoducto al puerto de Nakhodka en el Océano Pacífico, al norte de Vladivostok: Japón era el país más interesado en esta ruta y estaba dispuesto a financiarlo con 15 mil millones de dólares; además de los recursos japoneses se pensaba que la ruta a Nakhodka haría a Rusia menos dependiente del mercado chino como único consumidor. Otro elemento en favorecer la inversión japonesa fue el conflicto entre el gobierno de Putin y el propietario de la empresa Yukos, Mijail Jordokovsky en 2004, empresa que se inclinaba por el mercado chino; pero en ese momento China fue cuidadosa en sus comentarios sobre un problema interno de Rusia. Finalmente, durante 2005, Rusia decidió construir el oleoducto hasta la ciudad siberiana de Skovorodino, a unos 70 km de la frontera con China: en 2009 Moscú y Beijing firmaron un acuerdo para garantizar el abasto de 300 mil barriles diarios de petróleo ruso hacia territorio chino durante los siguientes 20 años. La construcción del oleoducto inició en 2006: el tramo de 70 km entre Skovorodino y la frontera sino-rusa en el rio Amur fue financiada por la empresa rusa Transneft y el tramo de 992 km hacia Daqing fue construido por la China National Petroleum Corporation (CNPC). Los envíos de petróleo ruso hacia China iniciaron en 2011 y el tramo hacia Daqing fue finalizado en 2012 (Zu, 2022).

Así se presentaba el desarrollo de la asociación estratégica hasta el año 2008, en el contexto de la consolidación del gobierno de Hu Jintao después de la realización del 17 Congreso del PCCh en octubre de 1997, y el relevo presidencial de Vladimir Putin por Dmitri Medvédev, como resultado del proceso electoral ruso de marzo de 2008: dos eventos de consolidación para ambos proyectos políticos ocurridos de forma previa a los dramáticos acontecimientos que significaron la guerra ruso-georgiana de agosto de 2008 (un conflicto geopolítico dañó de manera significativa las relaciones de Rusia con Estados Unidos y su cooperación con la OTAN), así como el inicio de la crisis económico-financiera mundial entre septiembre y octubre de 2008. El inicio de la presidencia de Medvédev y los dos procesos de conflictividad geopolítica y geoeconómica marcarán una profunda transformación del sistema internacional en su conjunto y, por consiguiente, afectaron a la relación sino-rusa y a la cooperación multilateral en Asia central. A partir de 2008 se puede considerar el inicio de una nueva etapa para la asociación estratégica sino-rusa.

A manera de digresión ¿cómo se podría evaluar el Tratado sino-ruso de 2001 en medio del contexto de aguda conflictividad geopolítica en el sistema internacional que fue iniciada a partir de 2021, con el inicio del gobierno de Joseph Biden?

Las características del Tratado de 2001, especialmente su rechazo a ser considerado el principio de una alianza de defensa mutua, resultan relevantes para el contexto internacional actual: es decir, para concretar una alianza de defensa los gobiernos ruso y chino tendrían que anunciar la derogación del Tratado de 2001 (vigente a partir de la extensión de 2022) y la redefinición de su relación bilateral mediante un nuevo Tratado bilateral. Un acontecimiento de estas características (una alianza de defensa sino-rusa) tendría consecuencias profundas para el sistema internacional, aunque puede considerarse una posibilidad debido al proceso de conflictividad fomentado por la Alianza Atlántica en las regiones de Eurasia (en el conflicto ruso-ucraniano, las crecientes presiones de Estados Unidos para una ruptura en la relación económica entre China y la Unión Europea o la activa militarización del Ártico) y de Asia Pacífico (mediante una desestabilización en el conflicto del Estrecho de Taiwán, iniciado en agosto de 2022, a partir de la visita de la Presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi, a Taipei, la conformación de las coaliciones de defensa de orientación anti-china como el QUAD y el AUKUS así como la reciente incorporación del gobierno del Presidente de Filipinas Ferdinand “Bongbong” Marcos a la coalición anti-china). A la conflictividad geopolítica se debe agregar la continua inclusión, desde 2021, de Rusia y China en la agendas de las cumbres de la OTAN: en el Concepto Estratégico de la OTAN de 2022, ambos países fueron conceptualizados como “riesgos estratégicos” para los intereses de los países occidentales (OTAN, 2022). En el documento sobre el Concepto Estratégico de la OTAN de 2022, los miembros de la Alianza señalan: “La profundización de la asociación estratégica entre la República Popular China y la Federación Rusa y sus intentos, reforzados mutuamente, de socavar el orden internacional basado en normas en encuentra en contra de nuestros valores e intereses” (OTAN, 2022).

Así mismo, en la agenda de foros de cooperación occidentales como el G-7 han sido incluidos temas que China considera parte integral de su soberanía nacional como la cuestión de Taiwán (la inclusión de Taiwán en la agenda de la cumbre del G-7 realizada en la ciudad de Hiroshima en 2023 provocó una protesta enérgica por parte de Beijing por lo que consideró una “interferencia” en sus asuntos internos) (The White House, 2023; Xinhua, 2023). Igualmente, algunos países europeos como Alemania (durante el gobierno de Olaf Scholz) han conceptualizado a China como un “rival sistémico” para su seguridad nacional o, como en el caso de Dinamarca, califican a China como una potencia “revisionista” que mantiene la pretensión de hacer que las reglas y normas del sistema internacional sean “más compatibles con el sistema político chino y sus intereses” (Gobierno Federal de Alemania, 2023: 24; Ministerio de Asuntos Exteriores de Dinamarca, 2023: 20).

Hasta el momento los gobiernos chino y ruso se han mostrado renuentes a iniciar un cambio trascedente como puede ser establecer una alianza de defensa mutua: en la Cumbre sino-rusa de 2022, previa al inicio de la Operación Militar Especial de Rusia en Ucrania, se incorporó al discurso oficial el concepto de una “asociación sin límites” (un término sugerido por académicos chinos para definir a la relación sino-rusa desde 2013 pero incorporado hasta 2022). El término “asociación sin límites” fue instrumental para remarcar las prioridades de la agenda de la asociación y también para advertir una modificación sustancial en la aproximación de los socios debido al incremento de sus percepciones de amenaza (y no en asuntos relacionados con el “revisionismo” del “sistema de normas” de la gobernanza mundial como afirma la retórica occidental); como menciona Xin Zhang en un artículo publicado en 2021: “Como parte de las narrativa “sin límites”, el término anteriormente popular de "socios, pero no aliados" ahora se presenta no como una forma de “restringir” la relación. La connotación implícita es que las alianzas militares tradicionales, que Estados Unidos ha utilizado magistralmente como base de su hegemonía global, no representan el “más alto” nivel de relaciones entre estados soberanos. De hecho, la narrativa "sin límites" implica que la relación sino-rusa se ha trasladado a una etapa más alta en comparación a una alianza militar tradicional” (Xin Zhang, 2021: 7-8).

Durante la visita de Estado de Xi Jinping a Rusia en marzo de 2023, y la celebración de la Cumbre sino-rusa, no se incluyó el concepto de asociación “sin límites” en la Declaración Conjunta bilateral, pero se anunció que la asociación estratégica integral de coordinación sino-rusa se encontraba en su nivel de cooperación “más alto de la historia”. La Declaración prioriza los principios de la asociación (el Tratado de 2001), la promoción de la multipolaridad y la importancia de los intercambios económicos para los socios (Ministerio de Asuntos Exteriores de China, 2023). Al mismo tiempo, Rusia enfatizó su apoyo a China para defender su soberanía sobre Taiwán, en lo que parece ser una aproximación entre la percepción de amenaza por un conflicto militar en Taiwán que ha sido compartido por ambas potencias. En la actualidad Beijing y Moscú continúan considerando la trascendencia que puede representar la oficialización de una alianza de defensa mutua, aunque han clarificado el aumento de la conflictividad (por medio de escaladas diplomáticas y militares) que puede orillar a ambas potencias a tomar dicha decisión.

4. Consideraciónes finales

A partir de los años 1996-1997 la RPCh comenzó a consolidar una política exterior que persiguió dos finalidades básicas: por un lado, mantener las condiciones internacionales que permitan a China enfocarse en la solución de sus problemas internos, al mismo tiempo que incrementa su influencia en el sistema internacional, y por otro lado, reducir las preocupaciones de la comunidad internacional ante tal proceso, principalmente por parte de potencias mundiales como Estados Unidos y la Federación Rusa.

Un proceso en que puede constatarse un resultado positivo de la asociación estratégica sino-rusa ha sido su participación por construir un sistema de seguridad efectivo para Asia central por medio de la OCS, es decir, en una región del mundo que a finales de los años noventa era calificada en Occidente con epítetos como “los Balcanes euroasiáticos” y se le hacía formar parte de un “arco de la inseguridad” que se extendería desde Medio Oriente hasta Indonesia. A su vez, este sistema de seguridad multilateral ha consolidado las medidas de construcción de confianza de la relación bilateral.

Para David Kerr esta asociación estratégica es el caso más importante de la relación entre un ordenamiento regional en Asia y la multipolaridad estratégica, la cual se basa en imperativos como el auto fortalecimiento de los involucrados, el reconocimiento de que la estabilidad interna de ambos les afecta recíprocamente, la importancia geopolítica de sus regiones adyacentes y el aprendizaje de las lecciones de la historia: un proceso de cambio que, si bien ha demostrado ser tan complejo como impredecible (tanto por el ascenso chino como por el proceso de declive y ahora de recuperación de la economía rusa), por lo menos hasta 2008 mantuvo cierta estabilidad en el tiempo, contribuyendo a que se realizaran parte de las expectativas de la relación entre ambos países (Kerr, 2005: 414). Esta estabilidad su vez contribuyó a que ambos actores no desarrollaran una percepción de amenazas compartida que los inclinara a sobrepasar las áreas de cooperación económica y de seguridad de la asociación estratégica tal como se estableció en el Tratado de 2001 (unas condiciones modificadas sustancialmente por la conflictividad geopolítica desencadenada a partir de 2021 por el gobierno de Joseph Biden). Es claro que ha existido un cálculo instrumental a lo largo de la relación sino-rusa en su asociación estratégica: sin embargo, dicha relación no se redujo a una decisión política, sino que generó un proceso, algo que también puede apreciarse en las asociaciones estratégicas de la RPCh establecidas con otros países y organizaciones regionales.

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1 Investigador Posdoctoral CONAHCYT en la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Cuajimalpa de México. Doctor en Relaciones Internacionales e Integración Europea por la Universidad Autónoma de Barcelona. El autor agradece los comentarios de la Dra. Marisela Connelly del Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México.

2 Como mencionan David L. Rousseau y Rocio Garcia- Retamero, en la literatura de Relaciones Internacionales una amenaza se define como “una situación en la que un agente o grupo tiene la capacidad o la intención de infligir una consecuencia negativa a otro agente o grupo”. Como una metodología de análisis ideal, ambos
autores proponen la "construcción de un modelo de amenaza" en el que son identificadas cuatro variables que podrán incrementar o reducir los niveles de las percepciones de amenaza entre los actores internacionales. Estas variables son: “ 1) en una posición débil en términos de poder militar aumenta la percepción de amenaza, como predicen los realistas; 2) la identidad compartida entre los actores disminuye la percepción de amenaza, como predicen los constructivistas; 3) una relación interactiva entre poder e identidad aparece en dos de los tres estudios; y 4) la identidad compartida aumenta la cooperación en áreas de política económica. Tanto el poder como la identidad desempeñan una función en la percepción de amenaza” (Rousseau y Garcia- Retamero, 2007: 744-745).

3 En 1995 la economía de China ocupaba la octava posición entre las economías más grandes del mundo con un Producto Interno Bruto (PIB) de $736 mil millones de dólares, cantidad que representaba 2.4 por ciento del total del PIB mundial. En 1995, el PIB per cápita anual en China era de $603 dólares (en 2021 el PIB per cápita de China fue de 12,800 dólares). Durante el periodo 1994-2003, la economía china creció en promedio 7.9 por ciento anual y sus exportaciones representaron en promedio un 25% del total de su PIB (Statista, 2023; Flassbeck, Dullien y Geiger, 2005: 9).

4 A diferencia de su experiencia con el resto de los países europeos, en el caso de Rusia los chinos no perdieron territorios debido a guerras sino por medio de tratados. Rusia fue el primer país occidental con el cual la Dinastía Qing firmó algún tratado internacional, el de Nerchinsk en 1689 al que siguieron los de Kyakhta en 1727, Aigun en 1858 y Pekín en 1860.

5 Hungria, Polonia y la República Checa se adhirieron a la OTAN en 1997; en 2002 se aprobó la inclusión de Estonia, Letonia y Lituania además de Eslovaquia, Eslovenia, Rumania y Bulgaria.

6 Como menciona Kapoor, sobre las condiciones de la relación Rusia-UE posteriores a las sanciones iniciadas en 2014: "A través de sus documentos políticos, ninguna de las partes ha enunciado un plan plausible sobre el proceso a través del cual se llevaría a cabo un diálogo que podría conducir a políticas viables. Esto se suma a la consideración de que ni Rusia ni la UE tienen una visión de largo plazo de sus vínculos, “o valores, normas e intereses comunes que sean subrayados por una asociación estratégica” (Kapoor, 2021: 6).