Cuadernos de Nuestra América/Nueva Época/No. 011 / abril-junio 2024/
RNPS: 2529 /ISSN: 2959-9849/97 pp.
Visión y proyección de Hugo Chávez ante la hegemonía de Estados Unidos
Vision and projection of Hugo Chávez against the hegemony of the United States
Fecha de recepción: abril 2024
Fecha de aceptación: mayo 2024
Lic. Sergio de Jesús Jorge Pastrana
Investigador Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI). Licenciado en Lengua y Filología por la Universidad de La Habana, 1976. Diplomado Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI), 1978. Secretario del Exterior de la Academia de Ciencias de Cuba 1996-2018. Vicepresidente del Consejo Internacional de las Ciencias 2010-2014. Embajador de Cuba en Barbados 2018-2023. Miembro de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología. Miembro de Honor de la Sociedad Cubana para la promoción de las fuentes renovables de energía y el respeto ambiental CUBASOLAR.
e-mail: sergiojorgepastrana@gmail.com
ORCID: 0009 0008 9385 1774
Dra. C. Maira E. Relova Chacón
Investigadora Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI). Doctora en Sociología. Investigadora Auxiliar del CIPI. Licenciada en Sociología.
e-mail: mairarelova456@gmail.com
ORCID: 0009-0007-8448-3773
Resumen:
Este trabajo es un bosquejo del desempeño de Hugo Rafael Chávez Frías durante su gestión en la presidencia de Venezuela, enfatizando su proyección antimperialista y latinoamericanista como continuidad del legado de Simón Bolívar y José Martí. Particular énfasis hacemos en el análisis de su política exterior y las agresiones con las que Estados Unidos lo enfrentó en su afán por socavar su programa bolivariano y el desarrollo de los proyectos sociales emprendidos conjuntamente con Cuba y con el apoyo del Presidente Fidel Castro, dirigidos a colmar el anhelo de justicia social de la inmensa mayoría de los venezolanos.
Palabras clave: Integración latinoamericana, ideal bolivariano, liderazgo, imperialismo, oposición, proyectos sociales, mecanismos de integración regionales.
Abstract:
This paper outlines the performance of Hugo Rafael Chávez Frias during his presidency of Venezuela, emphasizing his anti- imperialist and Latin American projection as continuity of the legacy of both, Simon Bolívar and José Marti. Particular emphasis is placed on the analysis of his foreign policy and the aggressions received from the United States in efforts to undermine his Bolivarian program, and the development of social projects launched together with Cuba with the support of President Fidel Castro, implemented to address the desire for social justice by the immense majority of Venezuelans.
Keywords: Latin American integration, Bolivarian ideal, leadership, imperialism, opposition, social projects, regional integration mechanisms.
Introducción
Hace mucho tiempo albergo igualmente la más profunda convicción de que, cuando la crisis llega, los líderes surgen. Así surgió Bolívar cuando la ocupación de España por Napoleón y la imposición de un rey extranjero crearon las condiciones propicias para la independencia de las colonias españolas en este hemisferio. Así surgió Martí, cuando llegó la hora propicia para el estallido de la Revolución independentista en Cuba. Así surgió Chávez, cuando la terrible situación social y humana en Venezuela y América Latina determinaba que el momento de luchar por la segunda y verdadera independencia había llegado.”
Fidel Castro
En vísperas del aniversario 70 del natalicio de Hugo Rafael Chávez Frías, el presente trabajo hace una valoración de su legado, enfatizando en la evolución de su política exterior en su relación con Estados Unidos y en la trascendencia regional y global de la Revolución Bolivariana, por su aporte al fomento y fortalecimiento de la integración latinoamericana. El joven oficial que se graduó de la Academia Militar del Ejército Bolivariano en 1971 se convertiría, siendo aún muy joven, en el líder indiscutible de una verdadera revolución de impacto mundial que lo llevaría con el tiempo a ganar como militar el grado superior de Comandante en Jefe.
Sus tempranas inquietudes y preocupaciones por la patria lo fueron involucrando en la política y lo llevaron a fundar en 1982 el clandestino Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200). Los altibajos de los precios del petróleo en la década de los 80, y el consiguiente agravamiento de las condiciones económicas del país, que hasta entonces dependía casi exclusivamente de la renta petrolera, sumado a políticas de choque indicadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) e implementadas por el gobierno del Partido Acción Democrática del presidente Carlos Andrés Pérez, condujeron en febrero de 1989 al estallido de una revuelta nacional de diez días, conocida como “el Caracazo”, que se saldó con cientos de muertos y un gobierno muy cuestionado. Ante esa situación nacional, en 1992 el Movimiento MBR-200 encabezó un fallido levantamiento contra el gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez, acción por la cual su líder Hugo Chávez y otros insurrectos fueron encarcelados. Liberado en 1994, debido al sobreseimiento de la causa otorgado por el entonces presidente Rafael Caldera, Hugo Chávez fundó entonces el Movimiento Quinta República, el que evolucionaría a partir de la fusión con otros partidos hacia la creación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que Chávez dirigió hasta el año 2012.
Fue electo presidente de Venezuela en 1998 y luego reelegido en 2000. Enfrentó un golpe de estado en su contra en abril de 2002, pero gracias a la inmediata respuesta de las masas populares y los soldados fieles a la causa bolivariana, fue restituido en su cargo en apenas 48 horas. Ganó un referendo presidencial en 2004 y volvió a ser reelegido en las elecciones de 2006 con más del 60 % de los votos, A pesar de que en 2012 desafortunadamente ya luchaba contra su enfermedad, volvió a ser reelecto, pero ya entonces no alcanzó a juramentarse. Después de un largo tratamiento médico falleció el 5 de marzo de 2013.
Durante su mandato, el Comandante Chávez logró reducir la pobreza a más de la mitad, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Su proyección hacia el futuro de Venezuela y toda América Latina se expresaba cuando afirmaba que “Venezuela es el techo de América Latina y no el patio trasero de los Estados Unidos”, digna posición antihegemónica que marcó todo el devenir de su presidencia.
Con una nueva Constitución aprobada en 1999, implementó desde su gobierno reformas sociales que incluyeron una serie de programas que denominó Misiones Bolivarianas, dirigidos a que las amplias masas de la población tuvieran acceso masivo, por primera vez, a salud, educación, deporte y alimentación suficiente y balanceada.
Aprovechando el aumento de los precios del petróleo en el año 2000, nacionalizó industrias estratégicas y creó los Consejos Comunales, así como garantizó una más justa redistribución de los ingresos generados por la renta petrolera, lo que fue invertido durante todo su mandato, esencialmente para el desarrollo económico y social del país, y toda la región del Caribe.
Su posición política, antimperialista y marxista, se fue radicalizando en el transcurso de su presidencia. Junto a ello y con su liderazgo, logró integrar a estos esfuerzos gobiernos latinoamericanos de muy diverso cariz que, a pesar de diferencias ideológicas, pudieron llegar a posiciones comunes de alcance continental a partir del respeto mutuo. En ese sentido, el Comandante Chávez jugó un papel primordial en la creación y desarrollo de diversos mecanismos de integración latinoamericana.
En lo que se refiere a la política exterior de Venezuela con respecto a Estados Unidos, la prensa global ha difundido la percepción de que el presidente Hugo Chávez promovió la confrontación con ese país desde su arribo al poder y que esa fue la causa de la actitud de los Estados Unidos de agresividad hacia Venezuela. Nada más injusto, irreal y poco objetivo. Esta visión parcializada que Estados Unidos impuso en su país y entre sus aliados es una construcción de las campañas de las corporaciones mediáticas globales conveniente a los fines hegemónicos del imperio.
La verdadera razón que motivó la relación de confrontación por parte del gobierno estadounidense hacia el presidente Hugo Chávez fue el rechazo imperialista a sus proyectos, objetivos y logros en la promoción de una agenda de interés nacional para su país, y para toda la América Latina y el Caribe, dándole continuidad al legado bolivariano con los objetivos de integración latinoamericana. Ello no fue bien visto por el Gobierno estadounidense, y provocó una actitud muy similar a la que han mantenido contra Cuba en los años transcurridos desde el triunfo de la Revolución cubana en 1959 y hasta la fecha.
No queremos adentrarnos más en la política exterior del Gobierno bolivariano de Hugo Chávez sin antes referirnos a los antecedentes que lo precedieron y, sobre todo, al curso de las relaciones con los Estados Unidos desde fechas muy tempranas.
Desarrollo
Los vínculos entre Venezuela y Estados Unidos se remontan a principios del siglo diecinueve y su primera relación diplomática se dio en 1824, en Maracaibo, cuando esa localidad pertenecía a la Gran Colombia. En 1835, Estados Unidos reconoció como nación independiente a Venezuela y finalmente John G. S. Williamson, en calidad de encargado de negocios del gobierno estadounidense, estableció formalmente las relaciones diplomáticas entre ambos países el 30 de junio de ese mismo año. Ambos países tienen suscritos diversos tratados comerciales de los que se han beneficiado mutuamente.
Sin embargo, desde el principio, las relaciones estuvieron signadas por la doctrina Monroe, y es precisamente por las relaciones con Venezuela a fines del siglo diecinueve que se reconoce hoy el corolario Olney de dicha doctrina, establecido en 1896 por comunicación del secretario de Estado Richard Olney al primer ministro Británico Lord Salisbury en relación con la disputa fronteriza entre Gran Bretaña y Venezuela sobre el Esequibo. En dicha comunicación Olney argumenta que “la Doctrina Monroe no solo excluye la intervención de cualquier potencia europea en el hemisferio, sino que establece igualmente que la soberanía de los Estados Unidos no admite retos sobre cualquier territorio de todo el continente, ya que, dados sus infinitos recursos y su fuerza, unido a su exclusiva posición de única potencia regional, los Estados Unidos resultan prácticamente invulnerables ante cualquier otra potencia o combinación de aquellas”.
Como bien describe el Dr. Lars Schoultz, (Schoultz, 1998: 107-124.), todo el proceso de la reclamación fronteriza de Venezuela y Gran Bretaña en aquel entonces fue negociado por el secretario de Estado Richard Olney con el primer ministro Lord Salisbury a través del Embajador yanqui en Londres, señor Thomas Bayard y a espaldas de las autoridades venezolanas.
Ante la sorpresa venezolana por el veredicto contrario a los intereses de ese país, el Embajador Bayard, expresó: “A quién se le puede ocurrir que en los asuntos de la paz y la guerra entre dos adalides de la civilización —los Estados Unidos y la Gran Bretaña— pudieran influir en cualquier medida las decisiones o la conducta de un zoológico (sic.) tal como un gobierno de Venezuela.” Esa arrogancia con respecto a gobiernos nacionales de la región y la supuesta soberanía estadounidense sobre las tierras y recursos del hemisferio, conformaron desde siempre la actuación de las estructuras de poder de la potencia hemisférica hacia las naciones de América Latina y el Caribe. Venezuela, con sus riquezas naturales y especialmente con sus vastas reservas de petróleo, las que comenzarían a ser explotadas por empresas estadounidenses en 1914 y se constituirían como la principal riqueza y el recurso exportable del país, y recibiría especial tratamiento de dominación por parte de los Estados Unidos.
Consciente de esos antecedentes, desde la campaña presidencial de Chávez en 1998 y al comienzo de su mandato, las relaciones de Venezuela con Estados Unidosse desarrollaron con toda normalidad. Mantuvo su disposición a dialogar con el FMI y se comprometió a respetar los acuerdos existentes con el capital extranjero. De la misma forma, sostuvo reuniones en dos ocasiones con el presidente Clinton en 1999 y habló ante la Cámara de Comercio de Estados Unidos en el año 2000, en Puerto Rico, donde se abstuvo de tratar el asunto de la independencia portorriqueña y la presencia militar estadounidense en la isla de Vieques (Romero, 2004: 141).
No obstante lo anterior y seguramente con el ánimo de sondear las respuestas, desde los Estados Unidos se le formularon a Venezuela todo un conjunto de propuestas que devendrían inaceptables y que motivaron el rechazo del gobierno bolivariano a asumirlas, como fueron, por ejemplo, la de enviar ingenieros del Cuerpo de Marina y buldóceres para restaurar lugares afectados por las inundaciones en 1999, o la propuesta de que volaran aviones de reconocimiento para supuestamente combatir el tráfico de drogas desde la frontera colombiana, (modus operandi típico del ejército estadounidense como fórmula para terminar estableciendo bases y estaciones militares en otros países). Todos estos desencuentros marcaron desfavorablemente el curso inicial de las relaciones. Por aquel entonces fue necesario inclusive destituir al Ministro de Defensa de la República Bolivariana, Raúl Salazar, que defendía la oferta de los Estados Unidos y quien finalmente terminó pasándose a la oposición. Chávez, con razón, temía que la presencia en suelo venezolano de contingentes militares estadounidenses sentaría un precedente peligroso. (Fermín Toro, embajador de Venezuela en la ONU, 10 de marzo de 2006, Nueva York).
Otro hecho que continuó acentuando la rivalidad que se fue desarrollando entre los dos países lo fue la abstención de Chávez sobre una propuesta hecha por el general Charles Wilhelm, jefe del Comando Sur norteamericano, para establecer una base que alojaría a los consejeros militares de Estados Unidos y al equipo de alta tecnología en la frontera colombiana con el fin de bloquear el movimiento de los guerrilleros de esa nación (Guevara, 2005: 44).
Hubo otras cuestiones que Estados Unidos no asimilaba. Entre estas: la posición neutral de Chávez en el conflicto de la guerrilla colombiana y sus iniciativas para mediar en la disputa; su denuncia por los ataques aéreos en Yugoslavia por parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); el voto de Venezuela en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en oposición a la censura a Cuba y China, y la afirmación de la cancillería venezolana de que el embajador de Estados Unidos en Caracas había hecho presión para que respaldaran la resolución final de la Cumbre de las Américas, realizada en la ciudad de Quebec en abril de 2001 y para que retiraran las objeciones expresadas por Chávez a dicha resolución, por su negativa a apoyar el proyecto de Tratado de Libre Comercio de América Latina (ALCA), promovido por Washington.
Durante la administración Clinton, fue notable la influencia del embajador de Estados Unidos, John Maísto, quien propiciaba la moderación en el tratamiento a Chávez y consideraba que se debía de tener una actitud tolerante por parte del gobierno estadounidense, ya que según él manifestaba, el triunfo de Chávez había sido abrumador y las presiones económicas podrían ser un incentivo para que Chávez moderara sus posiciones en política internacional. Frente a este, otros directivos yanquis de línea dura, que a fin de cuentas prevalecieron, se alineaban con lo expresado por el entonces subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Peter Romero, quien alegaba que los estadounidenses “tenían poca paciencia”.
Cuando llegó el presidente George Bush Jr. al poder, se endurecieron las posiciones yanquis hacia Venezuela
y a partir de los sucesos del 11 de septiembre de 2001, el Gobierno de Chávez se mostró crítico hacia las posturas de los Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo. Fue inaceptable para el Departamento de Estado la intervención de Chávez en televisión mostrando víctimas del bombardeo en Afganistán y calificándolo de “matanza de inocentes”. Como respuesta, Estados Unidos retiró temporalmente a su embajadora Donna Hrinak. (Arvelaiz y Porras Ponceleon, 2003: 25).
La administración del presidente Bush evidentemente conoció temprano y dio todo su apoyo al golpe de estado organizado contra el gobierno bolivariano en abril de 2002. En las semanas anteriores al 11 de abril, los funcionarios de la administración y aquellos vinculados con la National Endowment for Democracy (NED), entidad financiada por el gobierno norteamericano, se reunieron con numerosos líderes de la oposición venezolana en Washington, sin disuadirlos de llevar a cabo el golpe (Corn, 2003: 128-129, 131). Una vez desatado el golpe, el gobierno de George W. Bush se apresuró de inmediato a dar su reconocimiento al presidente interino Pedro Carmona Estanga, y se hizo evidente su participación en toda la planificación previa desde el paro petrolero.
En documento enviado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) al Departamento de Estado fechado el 6 de abril se planteaban “esfuerzos para intentar sacar provecho del malestar proveniente de las protestas de la oposición, para que sirviera como justificación del golpe y el arresto de Chávez, junto con diez funcionarios de su gobierno”. (Golinger, 2005: 104, 247). Un día después del golpe de estado, el secretario de prensa de la Casa Blanca, Ari Fleischer, justificó el golpe con los tiroteos del 11 de abril, sin embargo, ya una semana antes de esa fecha el gobierno de Estados Unidos sabía que el golpe estaba gestándose y el subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Otto Reich, había convocado a los embajadores latinoamericanos para convencerlos de respaldar a los Estados Unidos y reconocer y establecer relaciones diplomáticas con el régimen golpista.
Estados Unidos otorgó apoyo material a la oposición y apoyo logístico a los golpistas, sin contar que entre 2000 y 2011, Venezuela fue el décimo puesto en la región entre los destinatarios más grandes de fondos de la NED para la oposición, que fue la que participó en las movilizaciones golpistas y que después apoyó a Carmona (Clemente, 2007: 194-195), amén de los helicópteros y barcos desplegados en esa fecha cerca de las costas venezolanas.
Con el arribo al gobierno del presidente Barack Obama se abrió una posibilidad para la mejora de las relaciones, pero resultó efímera. Los distintos lobbies conservadores que influyen en la política exterior de los Estados Unidos terminaron imponiendo su agenda durante la administración de Obama. Luego vinieron los cuatro años de Trump, los que liquidaron cualquier posibilidad de diálogo y aumentaron las medidas coercitivas en contra de Venezuela.
De cualquier forma, las actitudes Monrroistas de los gobiernos de Estados Unidos tarde o temprano escalarían el conflicto con una República Bolivariana de Venezuela, presidida por quien desde que obtuvo su liberación de la cárcel en 1994 recorrió un conjunto de países claves de la región (Colombia, Panamá, Argentina, Chile), entregado a una cruzada por organizar el Congreso Anfictiónico de Panamá que el Libertador Simón Bolívar no pudo celebrar en su momento.
Ante los hechos descritos anteriormente, encontramos motivos más que suficientes para que Chávez incrementara a inicios de siglo su enfrentamiento al imperio, que escalaba la agresión y desestabilización contra la Revolución Bolivariana. Su reacción se radicalizo en respuesta a los intentos de los Estados Unidos de derrocarlo y poner un gobierno que de nuevo respondiera a sus intereses. A partir de 2003, Chávez incrementó las denuncias de los desmanes del imperialismo y los acusó de genocidio en el Medio Oriente, donde la maquinaria militar yanqui actuaba de manera muy similar a lo que hoy está haciendo Israel contra Gaza y el pueblo palestino. En su discurso aquel año ante la Asamblea General de Naciones Unidas, Chávez catalogó a Bush como un “demonio”, y ya entonces Estados Unidos se manifestó como el principal enemigo para Venezuela y la tirantez de las relaciones llegó al clímax.
Entre 2006 y 2013, es preciso analizar las palabras de Ángel Rivero Santos quien se desempeñó como ministro consejero de asuntos políticos y económicos y como jefe de misión adjunto de la Republica Bolivariana de Venezuela en Washington D.C., expresando que para comprender el curso de los acontecimientos de la Revolución Bolivariana y el desempeño del Comandante Chávez después del paro petrolero,1 era obvio que había fuerzas que querían que eso no funcionara porque buscaban de una u otra manera descarrilar el gobierno que había en Venezuela y agregaba, que desde su punto de vista como internacionalista esto fue un claro ejemplo de intentar promover lo que se conoce como la estabilidad hegemónica del sistema liberal internacional. Alegaba que el proceso venezolano y el liderazgo del presidente Chávez fueron claves en el hemisferio para promover una concepción distinta a eso; lo que se llama ahora en la literatura el regionalismo post-hegemónico que nos lleva a una política exterior y a procesos de integración donde no es solamente la lógica económica lo que predomina, sino la lógica política que planteaba Chávez y que plantea la Revolución Bolivariana hacia la integración de Latinoamérica y el Caribe.
Sin lugar a dudas, el paro petrolero como reacción de la oposición fue la antesala del golpe del 11 de abril de 2002. Se intentaba por las fuerzas golpistas apoyadas y promovidas por Estados Unidos, comenzar a caldear el ambiente en contra de Chávez.
Posterior a esto, lo que siguió, ya era un enfrentamiento abierto entre Venezuela y Estados Unidos comenzando las acusaciones de violación de derechos humanos, de apoyo a los movimientos guerrilleros en Colombia y la caracterización de la Revolución Bolivariana como influencia negativa en la región y amenaza para la “democracia”.
En mayo de 2005 el presidente Bush se reunió con la disidente María Corina Machado y se desató una fuerte campaña contra Venezuela destinando fondos a través de la Oficina de Iniciativas de Transición (OTI) para apoyar acciones de la oposición venezolana, tal como la campaña para la elección revocatoria en 2004. La OTI asignó cinco veces más dinero que la NED, que había jugado un papel importante antes del golpe. La OTI fue más reservada acerca de sus actividades que la NED, y en palabras de una autora de varios libros sobre la promoción de la democracia en Venezuela, era “un instrumento más eficaz para infiltrar la sociedad civil”. (Golinger, 2005: 132).
Hubo enfrentamientos entre los dos países en acciones asociadas a las Naciones Unidas y el multilateralismo, como lo fue en 2005 cuando Washington reaccionó ante el apoyo de Venezuela a la candidatura de José Miguel Insulza de Chile como secretario general de la OEA, dando su apoyo al ministro de Asuntos Exteriores de México, Luis Ernesto Breves (The New York Times, 3 de mayo, 2005). Al año siguiente, Estados Unidos se opuso al esfuerzo de Venezuela para lograr un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, mediante la realización activa de una campaña a favor de Guatemala, argumentando que Venezuela politizaría el debate en la ONU y afectaría el consenso.
Una vez que el gobierno de Chávez adoptó una reacción activa en 2003, ello condujo a un estado de hostilidad continua entre las dos naciones. Se veían estrategias internacionales diametralmente opuestas con distintos intereses. La posición de Venezuela por promover un mundo multipolar y los intentos en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) por estabilizar los precios del petróleo más
altos fueron inevitablemente elementos de irreversible confrontación entre los dos países.
La defensa de la soberanía nacional era lo esencial para Chávez, sin embargo, mediaba en su pensamiento la solidaridad y la unidad latinoamericana de Simón Bolívar. Chávez estaba por tanto completamente consciente de que vencer la dependencia y el subdesarrollo requería de una estrategia colectiva (Lander, 2005: 31).
En junio de 2005, Venezuela firmó un acuerdo con Cuba, Jamaica, República Dominicana y otros diez países, para la creación de PetroCaribe: el más ambicioso programa de cooperación internacional Sur-Sur para comercialización del petróleo. De esa forma Venezuela permitió que entre 30 % y 50 % del precio del petróleo fuera pagado en 25 años (dependiendo de los precios internacionales), con un período de gracia de dos años y una tasa de interés de 1 %, dejando abierta la posibilidad de que la deuda resultante fuera pagadera en servicios, o en productos tales como arroz, plátanos y azúcar.
La diplomacia petrolera de Venezuela también promovió la cooperación en proyectos de infraestructura relacionados con la industria. En 2007, la empresa venezolana PDVSA comenzó a trabajar en la refinería de Cienfuegos en Cuba, cuyo desarrollo había sido inicialmente emprendido por la antigua Unión Soviética, pero que luego se paralizó en 1991, según ese acuerdo, Venezuela suministraría petróleo a la refinería y devendría dueña de 49 % de la instalación. Un acuerdo similar con Brasil para la construcción de una refinería en Pernambuco estaba en la etapa de planificación, al igual que el gasoducto que llegaría a Argentina, mientras que otro que ya hoy llega a Colombia (con planes de extenderlo a Panamá) se terminó en 2007.
Sumado a las ventajas económicas, el sentido humanitario de Chávez se manifestaba en todos los proyectos que se estaban desarrollando. La venta de petróleo para calefacción con descuento en los vecindarios pobres en Boston y el Bronx, de Estados Unidos, en 2005, fue un programa que no aportaba a Venezuela ningún beneficio comercial. En el 2006, dicho programa, que ofrecía descuentos de 40 % (y en algunos casos de hasta 60 %), fue extendido a otros estados del noreste de Estados Unidos, y también, de manera gratuita, a los llamados refugios de indigentes. En el mismo año, PDVSA anunció su intención de vender petróleo para calefacción con descuento a los pobres de Londres (cuyo alcalde izquierdista, Ken Livingston, era un firme partidario de Chávez).
Por otro lado, al deteriorarse los vínculos con los Estados Unidos, Chávez comienza también a buscar otros mercados, otras formas de capitalizar los recursos petroleros. Se inician procesos importantes como las Cumbres América del Sur-Países Árabes (ASPA). Varios jefes de Estado de esa época como Lula, Chávez, Kirchner, el emir de Qatar y los distintos líderes del mundo árabe impulsaron esa iniciativa, en la cual no solo se trataba el aspecto petrolero o energético sino también existían proyectos culturales y sociales de diverso tipo. Chávez aún es un referente importante en el mundo árabe, donde logró conectar muy bien con la corriente política del Renacimiento Socialista Árabe (Baas) que conserva una presencia importante desde los años de la República Árabe Unida que presidió el líder egipcio Gamal Abdel Nasser a mediados del siglo pasado.
En el año 2005, en La Habana, Cuba y Venezuela lanzaron el ALBA con 49 acuerdos comerciales y de cooperación, que incluyen el entrenamiento de 30 000 estudiantes venezolanos de Medicina y operaciones gratuitas de cataratas para 100 000 venezolanos en la isla. Seguidamente varios países anunciaron sus intenciones de integrarse al ALBA, mecanismo que promovía la solidaridad entre los países y su integración en contraposición al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que no tiene en cuenta la asimetría entre los países desarrollados y subdesarrollados como obstáculo fundamental para el intercambio.
La admisión de Venezuela en el Mercosur abrió la posibilidad de actuar como un bloque entre las naciones que lo conformaban. En ese sentido, las naciones de Mercosur apoyaron la solicitud de Venezuela para ocupar un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que fue sometida a votación en la Asamblea General de la organización en octubre de 2006. Además, los gobiernos de Mercosur frustraron el esfuerzo del presidente George W. Bush para reactivar las discusiones sobre el ALCA en la Cuarta Cumbre de las Américas realizada en Mar de Plata, Argentina, en noviembre de 2005. Chávez fue muy cuidadoso con el factor de que las diferencias ideológicas no afectaran las relaciones entre los países del Sur.
Especial acercamiento hubo entre Venezuela y Cuba como nunca antes había ocurrido y es que la relación de identificación de objetivos que se produjo desde el primer encuentro entre los presidentes Fidel Castro y Hugo Chávez fue algo que acercó estrechamente a ambas Revoluciones, la cubana y la bolivariana. No fue sólo la amistad, sino la concordancia de ideales bolivarianos y martianos de ambos, donde se manifestaban el antimperialismo y el latinoamericanismo y el afán de justicia social. Esa identificación sumada a coyunturas favorables que produjo la oleada de gobiernos progresistas en América Latina, condujo a la creación del consenso de toda América Latina y el Caribe, independientemente de las diferencias existentes, tanto ideológicas, como de otro tipo.
Con esta relación entre ambos líderes, surgieron diversos proyectos sociales entre las dos naciones a partir de abril de 2003, inspirados en la frase de José Martí: “Deme Venezuela en qué servirla; ella tiene en mí un hijo” y se comienzan a desarrollar esos proyectos en salud, educación, cultura, deporte y otras áreas. Se inicia en esa fecha el proceso de establecimiento de las misiones sociales de la Revolución Bolivariana.
De esa forma se extiende la misión médica Barrio Adentro por todo el país con médicos, enfermeros y estomatólogos venezolanos y cubanos. Lo que comenzó hace más de 20 años con el establecimiento de consultorios populares en zonas de bajos ingresos y alejadas de los centros de salud —en muchos casos en lugares donde los ciudadanos jamás habían podido acudir a una consulta médica—, se extendió posteriormente integrando ambulatorios en zonas urbanas y rurales, clínicas populares en zonas intrincadas, centros de diagnóstico de alta tecnología en los que pueden evaluarse las condiciones de salud de los ciudadanos para eventualmente proveer tratamientos, e igualmente vacunatorios, salas de rehabilitación, salas de odontología, ópticas y boticas (farmacias) populares.
La Misión Barrio Adentro Deportivo llegó a todos los rincones del país, paralelamente a las misiones de salud, la actividad física y recreativa en calidad de alternativa tanto de salud como educacional.
Igualmente, para las misiones educativas, Cuba aportó originales métodos audiovisuales, asesores y una base logística que incluyó equipos, materiales fílmicos, folletos, cartillas, manuales, libros y 2,5 millones de bibliotecas familiares de 25 títulos cada una.
Entre abril y noviembre de 2003 se lanzó el plan nacional de alfabetización de Venezuela con la Misión Robinson a partir del método cubano “Yo sí puedo”, aplicado exitosamente en diversos países e idiomas; se activó la Misión Ribas para ofertar la cifra de 100 000 becas para graduar de bachilleres a quienes no hubieran podido completar la enseñanza media e igualmente la Misión Sucre en calidad de un plan nacional para facilitar el acceso de amplias masas a la educación superior universitaria.
Finalmente, a partir de iniciativas emprendidas desde 2004, en el marco del ALBA, Cuba y Venezuela lanzaron la Misión Médica Oftalmológica, también conocida como Operación Milagro, dirigida a dar tratamientos médicos y quirúrgicos gratuitos a millones de ciudadanos de la América Latina y el Caribe para combatir afecciones curables de la visión. En los años transcurridos, se ha creado una red en toda la región de 49 centros oftalmológicos en 14 países, donde se ha brindado atención a millares de pacientes de todos los sectores, incluyendo aquellos de muy bajos ingresos, de manera totalmente gratuita. En los primeros dos años y medio, el programa pudo beneficiar a un primer millón de latinoamericanos y caribeños con operaciones y tratamientos, lo que hasta hoy constituye un récord sin precedentes. A 20 años de su inicio es incalculable la contribución a la salud de los ciudadanos de la región y el impacto en todo el mundo de este proyecto, concebido por los Comandantes Fidel Castro y Hugo Chávez, por solo citar un único ejemplo de la trascendencia de la obra de ambos.
Analizando la trayectoria del Comandante Hugo Chávez por periodos, sus años de formación como
militar lo llevaron a comprender la situación revolucionaria que había puesto de manifiesto el Caracazo, y ello lo condujo a conformar el movimiento que fracasaría inicialmente en la toma del poder por las armas en 1992; pero crearía las condiciones para emprender la labor de irradiar el ideal bolivariano en diversos rincones de la América Latina y el Caribe, propiciar su triunfo electoral en 1998, y desde entonces promover el cambio de constitución en 1999, el trabajo de renovación de los mandos militares y de redimensionamiento de la atención presidencial a todo el país y el cambio en redistribución y aprovechamiento de la renta petrolera a partir del incremento del precio del petróleo desde el año 2000; todas acciones con el objetivo de cambiar la estructura social de la república bolivariana de Venezuela, nacida del sueño del Libertador Simón Bolívar y secuestrada por la oligarquía nacional y las corporaciones mercantiles imperiales transnacionales.
La asonada militar programada por el imperialismo estadounidense con el títere Carmona, mediante el apoyo de la oligarquía local en abril de 2002 fracasó estrepitosamente, cuando la fuerza militar y el pueblo bolivariano rescataron a su presidente del secuestro de los traidores y lo devolvieron al palacio de Miraflores y al gobierno del país. A partir de ese momento, el Comandante Chávez radicalizó los procesos de reforma social, emprendió las Misiones bolivarianas, las gestiones de integración regional y los programas de cooperación Sur-Sur que constituyen hasta hoy el principal legado histórico de su gestión al frente de la República Bolivariana de Venezuela.
¿Cuál ha sido el derrotero venezolano luego de la pérdida física del presidente Hugo Chávez?
Casi se puede describir como un calvario que con estoicismo, dignidad y una profunda lealtad a sus ideales y a su legado ha logrado resistir, y mantener el presidente Nicolás Maduro Moros. No por gusto fue el indicado por Chávez para darle continuidad a sus ideales bolivarianos, siendo su candidato a las elecciones y habiendo sido elegido por el pueblo desde entonces.
Ya en 2005 comienzan las sanciones y medidas coercitivas unilaterales dirigidas a estrangular, y afectar a la economía venezolana, cuyos efectos se agravan a partir del impacto internacional de la crisis financiera capitalista de 2008, que desató una profunda crisis económica global, agravada por la disminución marcada de los precios del petróleo, principal sustento económico de la República Bolivariana de Venezuela, a lo que se sumaron las sanciones internacionales impuestas al país por los Estados Unidos, las que fueron respaldadas por sus aliados, en medio de un entorno económico y político adverso y con una correlación de fuerzas latinoamericanas muy diferente, con la llegada al poder de Macri en Argentina y Jair Bolsonaro en el Brasil, que sustituyeron gobiernos progresistas aliados desde 2001 hasta 2010. Estos nuevos gobiernos, de tendencias cuasifascistas, promotores de políticas neoliberales que comprometieron los procesos de integración regional, eran enemigos declarados de procesos políticos como los de Venezuela y Cuba.
La presencia de Iván Duque en Colombia, país limítrofe, brindó a Estados Unidos un escalón de apoyo a su objetivo de provocar un cambio en el gobierno de Venezuela. Se creó el Grupo de Lima como herramienta de presión política en la región para la salida de Maduro. Promovieron el engendro de Juan Guaidó, que pretendieron llegara a presidente interino del país, con el fin de incentivar sanciones internacionales contra funcionarios del Gobierno, entre otros tantos subterfugios para que la Revolución Bolivariana sucumbiera.
A partir de entonces, la situación ha fluctuado entre momentos mejores y peores, como los que propició un cierto repunte de los precios del petróleo, o la presidencia en Argentina de Alberto Fernández, y Andrés Manuel López Obrador en México; pero de forma general, la inflación sigue alta y no se logra estabilizar la economía. De otra forma y en otro sentido, la presidencia de Gustavo Petro en Colombia ha promovido estabilidad y una mejor relación entre los dos países.
Conclusiones
La política exterior de Venezuela con relación a Estados Unidos durante la presidencia de Hugo Chávez
y posterior a esta, ha estado caracterizada por los designios de la Doctrina Monroe devenida en la arrogancia y el ejercicio del poder por parte de Estados Unidos.
El petróleo como principal riqueza natural de Venezuela ha sido utilizado como recurso de dominación que Estados Unidos manipula a su favor para agudizar las condiciones críticas de la economía venezolana.
Desde los inicios de la presidencia de Hugo Chávez, el gobierno de Estados Unidos comenzó a fraguar distintos pasos conducentes a garantizar su presencia en Venezuela y de alguna forma impedir el avance de la Revolución Bolivariana que, al no concretarse, dieron paso a otras acciones más fuertes como el paro petrolero y el golpe de estado de 2002, ambos secundados por Estados Unidos, y estos últimos auparon y apoyaron a los elementos golpistas que hasta hoy continúan formando parte de la oposición.
Desde entonces a la fecha la relación entre Estados Unidos Y Venezuela ha sido de abierta confrontación durante el mandato de Chávez y posteriormente con Nicolás Maduro. Un enfrentamiento en el que Venezuela ha defendido su soberanía y Estados Unidos trata de ejercer presión con medidas coercitivas unilaterales y sanciones aplicadas a Venezuela, que han agudizado la escasez de recursos.
La posición de Chávez se fue radicalizando en el transcurso de los años de presidencia y fue inaceptable para el ejercicio de la hegemonía del imperio, que obviamente no pudo tolerar varios hechos como: su posición neutral ante el conflicto de la guerrilla colombiana; la denuncia de los ataques aéreos por la OTAN en Yugoslavia; el apoyo de Venezuela a Cuba y China en la ONU y la negativa de Chávez a apoyar el ALCA, por solo poner algunos ejemplos.
En cualquier circunstancia, a pesar de que por la evolución ulterior de las constantes agresiones muchos de los programas e iniciativas emprendidos por el presidente Hugo Chávez se han visto reducidos o en algunos casos terminados después de su desaparición física, su legado está presente, sobre todo en la obra y los resultados que se pudieron concretar en la CELAC, el ALBA, Petrocaribe, TeleSur y en la que puede ser considerada una de sus iniciativas más altruistas y ennoblecedoras: la convocatoria para iniciar los diálogos de paz entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el gobierno de Colombia en La Habana y terminar con medio siglo de guerra civil en el vecino país hermano. Su pensamiento y lo que hizo por su pueblo y los pueblos latinoamericanos queda presente en las grandes masas desposeídas que hasta hoy siguen apoyando la opción bolivariana para el futuro de Venezuela. El legado de los Comandantes Hugo Chávez y Fidel Castro es patrimonio de los pueblos que los hicieron su vanguardia independentista y de identidad nacional. La obra de ambos es, sin lugar a dudas, la más importante bandera en la lucha antimperialista para toda la región, como herencia y continuidad de la trayectoria revolucionaria de Simón Bolívar, José Martí y otros líderes de la tradición independentista en la América Latina y el Caribe.
El enfrentamiento del poder imperial yanqui al proyecto bolivariano del presidente Hugo Chávez no solo no cesó con el fracaso de la intentona golpista de 2002, sino que se intensificó a partir de entonces y después de su desaparición física. Su relevo al frente del país, el presidente Nicolás Maduro Moros, enfrentó desde el primer momento una campaña internacional de desestabilización que incluyó, además del incremento de medidas coercitivas unilaterales por parte de los sucesivos gobiernos de Estados Unidos, el desconocimiento del gobierno legítimo de Venezuela por parte de un número de países aliados de los Estados Unidos y la inaudita medida de reconocer un gobierno espurio personalizado por figuras de la oposición.
A pesar del enfrentamiento imperialista, el gobierno bolivariano ha mantenido la dirección del país con el apoyo del pueblo y la unión patriótica cívico-militar, enfrentando incesantes agresiones políticas, económicas, militares, comerciales y terroristas. Ante esos retos, el legado de liderazgo, dignidad, desarrollo social e indiscutible impacto internacional del gobierno iniciado por el Comandante Hugo Rafael Chávez Frías constituye hoy un referente de soberanía e identidad latinoamericana y caribeña de trascendencia mundial.
Hoy, nuevamente, en medio de la coyuntura internacional pospandemia, con la crisis económica agravada, incertidumbre en la cadena de suministros, y guerras y conflictos en varios escenarios del mundo, los intereses políticos, militares y comerciales del imperialismo continúan interviniendo en la región, buscando desestabilizar gobiernos y cooperación para el desarrollo en Latinoamérica y el Caribe. Se renueva la aplicación de la doctrina Monroe y se amenaza la declaración de la América Latina y el Caribe como Zona de Paz. Nuevas intervenciones y bases militares amenazan la paz y los procesos de desarrollo regionales. Los ecos de la declaración injerencista e imperialista del secretario de Estado Richard Olney en el siglo diecinueve vuelven a asomar con iguales pretensiones.
Bolívar, Martí, Fidel y Chávez tienen mucho que hacer todavía en nuestra América.
Venezuela es el techo de América Latina y no el patio trasero de Estados Unidos, solía reiterar Chávez, y Cuba es esa tierra que hizo una Revolución más grande que nosotros mismos con Fidel a la cabeza, que se ha mantenido erguida, sin vulnerar un solo principio en más de 50 años de ilegal bloqueo económico, comercial y financiero.
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1 El paro petrolero desde diciembre de 2002 a febrero de 2003 fue una reacción promovida por la oposición venezolana a los cambios realizados por el presidente Chávez en la petrolera PDVSA, donde se produjo una huelga general secundada por la organización Fedecámaras y partidos de oposición de la Coalición Coordinadora Democrática; el Sindicato de Trabajadores de Venezuela; la organización Súmate y medios de prensa, radio y TV privados.