Cuadernos de Nuestra América/Nueva Época/No. 011 / abril-junio 2024/
RNPS: 2529 /ISSN: 2959-9849/97 pp.
Tendencias y comportamiento electoral en Venezuela: antesala a las presidenciales de 2024
Electoral trends and behavior in Venezuela: prelude to the 2024 presidential elections
Fecha de recepción: mayo 2024
Fecha de aceptación: mayo 2024
Dr. C. Willian Espronceda Rodríguez
Profesor del Departamento de Sociología. Facultad de Filosofía, Historia y Sociología. Universidad de La Habana.
e-mail: willianespronceda@gmail.com
ORCID: 0000-0001-8712-5946
Resumen
El presente artículo pretende identificar patrones de comportamiento y tendencia electoral entre chavistas y opositores en Venezuela desde 1998 hasta 2021, haciendo énfasis en las elecciones de carácter nacional. La candidatura de Chávez continúa siendo el techo electoral del chavismo; mientras que en la oposición sigue siendo el factor motivacional central, su rechazo a la revolución bolivariana, teniendo en un segundo orden su identificación con los candidatos o los partidos políticos. Una visión relacional entre el voto chavista y el opositor, nos permite concluir que potencialmente ambas fuerzas políticas poseen un similar porcentaje de votación para elecciones generales o nacionales, en la medida que, con el tiempo el chavismo ha ido disminuyendo y la oposición aumentando, en ambos casos de forma lenta y progresiva.
Palabras clave: Elecciones en Venezuela, comportamiento electoral, chavismo, oposición política, abstención electoral.
Abstract
This article aims to identify behavioral patterns and electoral trends between chavistas and opponents in Venezuela from 1998 to 2021, emphasizing national elections. Chávez's candidacy continues to be the electoral ceiling of chavismo; while in the opposition the central motivational factor continues to be their rejection of the Bolivarian revolution, with their identification with the candidates or political parties taking second place. A relational vision between the chavista and opposition votes allows us to conclude that potentially both political forces have a similar percentage of voting for general or national elections, to the extent that, over time, chavismo has been decreasing and the opposition increasing, in both cases slowly and progressively.
keywords: Elections in Venezuela, electoral behavior, chavismo, political opposition, electoral abstention.
Introducción
La victoria de Hugo Chávez y su Movimiento Quinta República (MVR) en las elecciones presidenciales de 1998, significó una ruptura en el panorama electoral venezolano. La deslegitimación de los partidos que tradicionalmente habían ocupado la escena electoral en Venezuela, AD (Acción Democrática) y COPEI (Comité de Organización Política Electoral Independiente), llegó a su clímax. Sin embargo, esto solo significaría el comienzo, pues la victoria electoral de Chávez y del chavismo, se ha reiterado en numerosas ocasiones durante los distintos procesos electorales transcurridos desde 1998 hasta 2021.
El cambio liderado por el presidente Chávez sobrepasa los estrechos marcos de una gestión de gobierno, en tanto que ha significado cambios profundos en la sociedad venezolana en su conjunto. En el contexto de la Revolución bolivariana se ha reconfigurado, entre otros componentes del sistema político, el sistema de partido y el comportamiento electoral. Por ello, el análisis de estos componentes a partir de la victoria de Chávez en 1998 adquiere una connotación diferente, que no puede ser explicado a partir de los referentes analíticos de la cuarta república.
A fines de 1998, la oposición a Chávez y a su proyecto de país, se despliega en la campaña presidencial por los principales candidatos de los partidos tradicionales, quienes al final de la campaña obtienen un acuerdo unitario y fundan el Polo Democrático,1 en oposición a la coalición partidista denominada Polo Patriótico liderada por Chávez. Finalmente, Chávez obtiene una clara victoria y con ello se hace evidente la pérdida de legitimidad del sistema de partido venezolano en la última década del siglo xx, protagonizado por los partidos AD y COPEI, quienes habían mantenido desde el Pacto de Punto Fijo,2 una hegemonía en el sistema político venezolano.
De esta manera “el sistema de partidos venezolano pasó en el transcurso de una década (…) a ser caso obligado de estudio por su abrupto colapso. En menos de una década los partidos tradicionales, que detentaron el poder por casi cuarenta años, vieron sus cuotas de representación completamente minimizadas. Al mismo tiempo, partidos nuevos, con mensajes antisistema y de renovación, pasaron a ocupar estos nuevos espacios” (Cyr, 2014: 2). Así, la crisis de los partidos políticos tradicionales constituyó una expresión específica de la crisis del sistema de dominación y del agotamiento de la hegemonía de la clase dominante venezolana.
El sistema político venezolano, desde el Pacto de Punto Fijo hasta finales de la década de los 90 del siglo pasado, se centró en un pacto de élite con un consenso cualitativo “desde arriba” y un consenso cuantitativo o de masas, a través de un modelo de desarrollo populista sobre la base de la renta petrolera. Este pacto de élites se desarrolló entre actores políticos con distintos niveles de influencia: partidos políticos y sus élites dirigentes, la élite militar, empresarial, sindical y el alto clero. Dentro de esto actores claves, los partidos políticos mantuvieron el protagonismo en la mediación entre el Estado, las élites y la sociedad venezolana (Romero, 2012: 8). El resultado electoral de las presidenciales de 1998, con la victoria de Hugo Chávez, expresó el triunfo de un proyecto alternativo, de una nueva figura política sin ataduras a la tradicional élite política venezolana. A la vez, “a diferencia de los resultados electorales de los comicios pasados, hubo polarización del voto, pero esta vez fue entre Chávez Frías y Salas Römer, que juntos concentraron el 96,17 % de los votos válidos, representando así la más alta concentración de los votos habida desde 1958” (Maingon, 1998). Así se intensificó la polarización político-electoral en Venezuela entre el chavismo y su oposición.
Este desplazamiento abrupto de la élite gobernante, quien detentó el poder político durante 40 años, explica en parte, la manera de ejercer oposición al gobierno chavista. Fuera de la toma de decisiones políticas relevantes a nivel nacional, la oposición venezolana ha intentado derrocar a la Revolución bolivariana fuera de los marcos legales y de las reglas de la democracia liberal.
Este contexto político general nos sirve como antecedente necesario del presente artículo, el cual intentará identificar tendencias en el comportamiento político-electoral, tanto del chavismo como de la oposición. Nuestra hipótesis es que ambas fuerzas políticas han mantenido en el tiempo patrones electorales que los caracterizan y diferencian, a la vez que han modificado algunas de las trayectorias electorales anteriores. Identificar unas y otras, constituye un ejercicio necesario para poder entender el complejo comportamiento electoral chavista y opositor más allá de lo aparente.
Para comenzar con esta arriesgada pretensión de identificar las particularidades electorales de los chavista y opositores, comenzaremos exponiendo nuestro método de análisis de datos electorales.
Del método
Existe una sentencia que afirma: en el mundo existen tres tipos de mentiras, las mentiras pequeñas, las grandes y la estadística. Con este refrán se alude a la posibilidad de manipulación de los datos, porque en rigor la estadística por sí sola no miente, sino los que la elaboran e interpretan. Por ello, es frecuente observar distintas interpretaciones partiendo de los mismos datos. En el caso de la interpretación de datos electorales, se requiere además de buenos usos matemáticos, una interpretación adecuada del contexto electoral, la historia reciente y pasada del país objeto de estudio. Estas herramientas hermenéuticas son claves para comprender un dato y la relación entre ellos.
Un error tradicionalmente común sobre el incremento y descenso de los resultados electorales, de las fuerzas políticas en pugna, es la comparación de los datos numéricos de estos resultados sin tomar en cuenta el porcentaje de abstención y los resultados electorales históricos. No tener en cuenta esta operación matemática conduce a errores en la apreciación de los resultados.
Pongamos un ejemplo. En las elecciones regionales de 2012 en Venezuela, el chavismo obtuvo 20 de las 23 gobernaciones en disputa. Muchos creyeron que el chavismo había alcanzado altos niveles de votación. Si se analiza solamente el porcentaje de votación adquirido por ambas fuerzas políticas, pudiera pensarse que el chavismo aumentó su porcentaje de votación histórica para este tipo de elecciones. Realmente el chavismo disminuyó su porcentaje de votación comparado con las elecciones regionales de igual tipo, lo que sucedió es que la oposición disminuyó su porcentaje de votación significativamente. Este análisis es importante, como se analizará más adelante, porque la causa de la victoria chavista no estuvo en lo fundamental en el mérito propio, sino en la alta abstención de la oposición.
Este tipo de resultado es adecuado solamente para saber la diferencia de votos entre las fuerzas políticas y el crecimiento en términos absolutos de estas, pero no para conocer el comportamiento electoral histórico en relación con el crecimiento o no de su porciento de votos.
Otro error aún más grave es analizar el comportamiento electoral histórico en cifras. Es común escuchar o leer, por ejemplo: “la oposición creció 500 000 votos en esta elección”. Este crecimiento solamente es en términos absolutos, porque no podría saberse si creció realmente sin tener en cuenta el tamaño de la población electoral. Incluso una fuerza política puede crecer en términos absolutos y disminuir en términos relativos, es decir, si la población electoral, por ejemplo, creció considerablemente, los 500 000 votos representan una caída en el porcentaje de votos.
¿Cómo lo hacemos aquí? Utilizamos los resultados electorales, teniendo en cuenta los porcentajes en función del total de la población electoral, es decir, constituyéndose esta en el 100 %. De esta manera utilizamos el porcentaje de abstención y nos permite conocer realmente cuánto ha crecido o disminuido el voto opositor, el chavista y la abstención históricamente, con la finalidad de realizar análisis comparado entre estas fuerzas políticas.
Comportamiento y tendencia electoral chavista
Como expresión de la polarización en Venezuela, se puede apreciar en las distintas elecciones una polarización electoral, entre el electorado denominado chavista y el electorado opositor. Tanto uno como otro, posee sus propias características; identificarlas, ayudaría a comprender las tendencias generales del comportamiento electoral en Venezuela y comprender los resultados electorales de las distintas elecciones. Comencemos por el comportamiento electoral chavista.
Una de las características fundamentales que identifica al chavismo, es la diferencia existente entre las elecciones donde Chávez ha sido el candidato a elección, de los distintos referendos nacionales, elecciones regionales y parlamentarias. También es notoria la diferencia con el candidato Nicolás Maduro. Como prueba de lo anterior cabría mencionar lo siguiente: el chavismo ha obtenido el máximo de votación histórica, como se muestra en el gráfico 1 en elecciones donde ha estado en disputa la permanencia de Chávez en la presidencia; ejemplo, las elecciones presidenciales de 2006 con 46,3 % y la elección presidencial de 2012 con 43,67 %.
El electorado chavista ha presentado un alto nivel de abstencionismo en dependencia del tipo de elección; cuando la elección ha sido para ratificar a Chávez en el cargo de presidente, se ha maximizado el número de votos y cuando no, un porciento considerable de chavistas no ha acudido a las urnas.
Fuente: elaboración propia a partir de los datos oficiales del Centro Nacional Electoral (CNE) de Venezuela. En: http://www.cne.gob.ve/web/index.php
El análisis anterior es relevante, en tanto demuestra el fuerte liderazgo que ejerció Chávez como candidato en la obtención de los mayores porcentajes de votos, que, ni aún en procesos electorales semejantes en tipo de elección, ha podido igualarse. Dígase las elecciones presidenciales de 2013 y 2018, en las que Nicolás Maduró obtuvo un 39,7 % y 30,4 %, respectivamente. Ahora bien, pongamos en contexto ambas elecciones y examinemos los porcentajes del electorado chavista. Comencemos por la elección presidencial de 2013.
El 14 de abril de 2013, el mundo miraba con atención el resultado electoral de las elecciones presidenciales en Venezuela, tras la desaparición física del líder histórico de la Revolución bolivariana, Hugo Chávez. Venezuela, un país con un ritmo histórico de acontecimientos vertiginosos, se encontraba, otra vez, ante otro gran suceso: elegir un presidente de la República, continuador del legado chavista o por el contrario, elegir a un representante opositor a ella. Y todo ello en el contexto del arcoíris de sentimientos provocado por la muerte de Chávez. En poco tiempo y sin preparación previa para ello, el votante venezolano se enfrentaba así a grandes decisiones que, más allá de su vida cotidiana y proyecto de país, repercutiría en el hemisferio y fuera de él.
El porcentaje de los votos válidos ofrecidos por el Consejo Nacional Electoral (CNE) fue el siguiente: Nicolás Maduro un 50,61 %, Henrique Capriles el 49,12 %. Resultado inesperado para muchos simpatizantes del chavismo, que suponían que Nicolás Maduro obtuviera la victoria con un margen al menos mayor del 5 %. La oposición estuvo muy cerca de obtener la presidencia por primera vez. Ahora bien, ¿Realmente fue tan inesperado ese resultado? ¿Hubo un cambio en el comportamiento electoral del venezolano?
La contienda electoral entre Nicolás Maduro y Henrique Capriles suponía, a nuestro juicio, una elección cerrada, teniendo en cuenta varios factores. Uno de ellos se refiere al liderazgo de Chávez. Como se hizo referencia anteriormente, una de las características específicas del comportamiento electoral chavista lo constituye la diferencia político-electoral entre Chávez y cualquier otro candidato chavista o tipo de elección.
Una de las preguntas claves para esta elección fue la siguiente: ¿cuál será el porcentaje de votos que Chávez le transferiría al ex canciller Nicolás Maduro? Si asumimos como referencia la última elección en la que Chávez participó como candidato, es decir, las presidenciales de 2012; es un hecho que Chávez le transfirió,3 por decirlo de alguna manera, el 90,9 % de sus votos obtenidos en esas elecciones. Es decir, mientras Chávez obtuvo un 43,67 %, del total de la población electoral inscrita, Maduro alcanzó un 39,70 %.
La subsiguiente elección presidencial en el 2018, ocurrida cinco años más tarde, corroboró todavía más la afirmación de que el chavismo alcanza su techo electoral cuando Chávez ejerce como candidato. En esta elección Nicolás Maduro obtuvo un 30,4 % de votos del total de la población electoral. En el contexto de esta elección, Maduro ya no se erigía solamente como el candidato de Chávez, sino como mandatario con una gestión de gobierno de 5 años. Con un 30,44 % de votos chavistas, Maduro tampoco iguala en esta elección a Chávez, ni tan siquiera su propio resultado en las presidenciales de 2013, de 39,70 %.
Ahora bien, ¿Qué tipo de electores chavistas protagonizan los niveles de abstención señalados?: el denominado chavismo light o suave.4 A nuestro juicio, el comportamiento electoral de esta parte del electorado chavista, ha sido la clave de su victoria o derrota en diversas elecciones en la Venezuela bolivariana, cuando el electorado opositor todavía no tenía altos porcentajes de votación.
En la mayoría de los casos, cuando el electorado chavista light ha ejercido el voto, el proceso revolucionario ha obtenido la victoria, en cambio, cuando este se ha abstenido, el chavismo ha perdido elecciones, como el Referendo constitucional de 2007, algunas gobernaciones, alcaldías y diputados a la Asamblea Nacional. Si tomamos como botón de muestra este Referendo, en el gráfico 1 se muestra claramente el incremento de la abstención y la disminución del tradicional voto chavista. En cambio, el voto opositor se mantuvo entre los márgenes tradicionales. Es decir, esta elección más bien la pierde el chavismo al no poder movilizar al chavismo light.
Comportamiento y tendencia electoral de la oposición
Para comprender el comportamiento electoral de la oposición, es imprescindible ubicarlo en el contexto más amplio de la actividad política. Dentro de ella, es particularmente importante, focalizarse en la dirigencia opositora por su grado de influencia en las bases del electorado opositor.
La identificación de la oposición venezolana, suele centrarse en los partidos políticos; si bien estas organizaciones políticas desempeñan un papel protagónico, no constituyen, por sí misma, el complejo entramado opositor.
La oposición a la Revolución bolivariana ha estado conformada por una diversidad de actores que pudieran clasificarse teniendo en cuenta criterios geográficos, organizativos, tipos de actividad y nivel de influencia. Entre los más importantes se encuentran los partidos políticos, los cuales han estado coordinados en el tiempo por la Coordinadora Democrática (CD), la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y en la actualidad, por la Plataforma Unitaria Democrática (PUD). También encontramos como parte de un concepto amplio de la oposición venezolana a una parte importante de medios de comunicación privados, parte de la jerarquía eclesiástica, una parte del movimiento estudiantil universitario, grupos de militares, organizaciones patronales como FEDECÁMARAS, en su momento parte de la Central de Trabajadores de Venezuela (CTV), entre otras organizaciones civiles.
La oposición en Venezuela ha tenido como denominador común su carácter antisistémico de rechazo hacia la Revolución bolivariana. También es heterogénea en su nivel de influencia, grado de permanencia, papel que ocupa al interior de la oposición y sujeto que la realiza (dirigentes, instituciones, organizaciones). Esta última diferenciación nos ayuda a comprender que además de la existencia de una Oposición política, existen oposiciones políticas, cada una con su propia lógica de relativa autonomía, que, en muchas ocasiones entran en contradicción con las diversas maneras de organizar y ejecutar la lucha política contra el chavismo. A lo cual se suma, las luchas internas por los espacios de poder.
Estas contradicciones y diversidad de actuación de la dirigencia opositora, ha condicionado diversos comportamientos políticos en sus bases electorales. En algunos momentos, estas bases han tenido como lema la organización de las estructuras locales y regionales como la forma políticamente eficiente para derrocar al gobierno chavista. En otras ocasiones, el protagonismo lo ha tenido la abstención electoral, y en otro, una parte de estas bases opositoras alentadas por sus dirigentes, han tomado las calles en forma de protestas violentas, fuera de los marcos institucionales. Es por ello que una de las características en términos electorales de la oposición, ha sido constante tensión entre la unidad y la fractura político-electoral.
Esta característica participativa/violenta-abstencionista, ha marcado el historial electoral opositor hasta la actualidad. Esto resulta relevante para determina la tendencia electoral histórica en aras de descifrar, cuándo el porcentaje de participación electoral opositora se ha debido al llamado abstencionista de la dirigencia opositora.
Otra característica político-electoral opositora, ha sido su poco apego a un liderazgo personal y partidista específico. Es decir, su participación no ha estado condicionada, en lo fundamental, por el tipo de elección, el liderazgo de sus candidatos o la identificación partidista. El liderazgo partidista ha variado con el tiempo, primando la división en múltiples partidos opositores.
Esta división partidista ha sido limitada desde 2008 hasta 2014 por la Mesa de la Unidad Democrática, como ente que ha nucleado a los partidos políticos opositores fundamentales. Un papel similar lo ha desempeñado la Plataforma Unitaria Democrática desde 2021. No obstante, en ambas coordinadoras políticas han existido divisiones internas dando como resultado fracturas en el voto, en diversos procesos electorales. En cualquier caso, lo definitorio es que la motivación del electorado opositor, más allá de los partidos más influyentes o el liderazgo de determinados candidatos, se focaliza en su oposición a la Revolución bolivariana y su proyecto de país.
Otra cualidad notable del electorado opositor es su baja abstención, es decir, como tendencia el elector opositor vota en bloque, sin diferenciar el tipo de elección o el nombre y la filiación partidista de su candidato. La baja participación del electorado opositor ha ocurrido fundamentalmente, como ya hemos mencionado, cuando la dirigencia opositora ha desestimulado el voto, alegando las nulas garantías del proceso electoral. Esta característica ha marcado el comportamiento electoral opositor y por extensión al sistema electoral venezolano.
Varios son los ejemplos del llamado al abstencionismo electoral por parte de la dirigencia opositora. En 2005, apenas un año después del fracaso electoral del Referendo revocatorio al presidente Chávez, la dirigencia opositora decide no participar en las elecciones parlamentarias, aludiendo una supuesta imparcialidad del Consejo Nacional Electoral como árbitro electoral. Con esta decisión, la oposición intentaba boicotear el proceso electoral y se alejaba otra vez de las vías institucionales de acceso al poder político. Así, la postura obstruccionista y abstencionista opositora, condicionó que la fuerza política chavista obtuviera la totalidad de los curules de la Asamblea Nacional.5
La estrategia electoral de la dirigencia opositora en los últimos años, ha combinado la participación electoral con el llamado a la abstención, que unido al estímulo a la desobediencia civil,6 ha complejizado el análisis para determinar un patrón en el comportamiento del electorado opositor en los últimos procesos electorales. Al existir poco registro del voto opositor, el potencial real de su voto queda eclipsado por la abstención, y como consecuencia, se puede cometer el error de que el electorado opositor ha bajado drásticamente su porcentaje de votación histórica.
Si examinamos el porcentaje de votación histórico de la oposición, como muestra el porcentaje de votación en elecciones generales7 en el gráfico 1, podemos identificar claramente que el voto opositor desde la elección de la Reforma constitucional de 2007, ha ido incrementándose de forma progresiva hasta las elecciones parlamentarias de 2015.8 No se debe tener en cuenta la última elección presidencial, pues la mayor parte de la dirigencia opositora hizo un llamado a la abstención. A lo anterior se añade que el candidato oficial de la MUD Henry Falcón, fue un político chavista quien transitó hacia una postura opositora centrista, con un discurso de campaña de tono conciliador entre chavistas y opositores tradicionales.
Desde estas elecciones presidenciales de 2018 la participación del elector opositor vuelve a ser inestable, siendo la abstención lo que ha primado en su comportamiento electoral, como se puede apreciar en el gráfico 2. El grado de desestabilización como programa político, después que la oposición ganara las elecciones parlamentarias de 2015, ha tenido en la abstención una de sus armas políticas para tratar de derrocar al gobierno del presidente Maduro. De un lado, estuvo la propuesta de Juan Guaidó, proclamado presidente en paralelo por una facción opositora, y reconocida por varios gobiernos y organizaciones internacionales. De otro lado, varios líderes opositores radicados en el exterior han desestimulado el voto, en tanto han visto en este ejercicio democrático, una vía de legitimación del gobierno chavista.
Fuente: elaboración propia a partir de los datos oficiales del Centro Nacional Electoral (CNE) de Venezuela. En: http://www.cne.gob.ve/web/index.php
A modo de conclusión
Después de que Chávez ganara las elecciones presidenciales en 1998, el electorado chavista y opositor han mantenido algunas características estables en su comportamiento electoral. Al mismo tiempo, otras características se han amplificado o han emergido con el tiempo.
En el caso del chavismo, el liderazgo de Chávez constituyó el factor de mayor movilización electoral, prueba de ello es que ninguna otra elección ha igualado sus altos porcentajes de votación. La crisis económica venezolana a partir de 2013, unido a la ausencia física de su líder fundador, ha erosionado una parte del apoyo chavista tradicional en las diversas elecciones. Sin embargo, salvo en las elecciones parlamentarias de 2015, el apoyo chavista ha sido suficiente para vencer todas las elecciones, desde que Nicolás Maduro asumiera como presidente del gobierno en 2013.
Estos triunfos electorales se explican en parte, porque la dirigencia opositora ha estimulado la abstención de sus bases electorales, que, unido a los altos niveles de fracturas internas de esta dirigencia, ha provocado bajos porcentajes de votación. Dicho de otra manera, el chavismo ha ganado casi todas las elecciones después del fallecimiento de Chávez, en parte porque su contendor ha decidido no participar. Este hecho es importante de cara a los análisis que se pudieran realizar sobre las venideras elecciones presidenciales de 2024. Y es que la dirigencia opositora, esta vez ha decidido convocar masivamente a su electorado, si lo logra, a diferencia del período 1998-2007, su potencial en números de votos puede igualar o superar por un margen estrecho al chavismo.
Hasta las elecciones por la Reforma constitucional de 2007, la oposición no superaba el 28 % de votación, este porcentaje constituía su techo electoral, incluso cuando lograba unificar la candidatura y movilizar a su electorado en torno a un objetivo común: derrocar a Chávez como candidato o revocar su mandato. De hecho, la única elección que gana la oposición, la Reforma constitucional de 2007, se debió a una alta abstención chavista, y no a sus altos porcentajes de votación, ver gráfico 1.
En el caso del voto chavista, en el periodo 2013-2021, si obviamos la elección presidencial de 2013, en la que Maduro recibe un 39, 7 % del voto, el chavismo no supera el 33 % obtenido en las elecciones municipales de 2017. De cara a las elecciones presidenciales de 2024, situar como referente el 39,7 % obtenido por Maduro se torna limitado, en tanto buena parte de ese voto, a nuestro juicio, fue trasferido políticamente por Chávez. Una prueba de ello es que Maduro recibe apenas un 30,4 % en las presidenciales de 2018. Esta elección sí responde al candidato Maduro como jefe de gobierno, en un contexto de crisis económica.
Es interesante destacar que en el periodo 2013-2021, de los tres techos electorales alcanzados, dos pertenecen a la oposición (presidenciales de 2013 y parlamentarias de 2015) y uno al chavismo (presidenciales de 2013). Una visión relacional entre el voto chavista y el opositor, nos permite concluir que potencialmente ambas fuerzas políticas poseen un similar porcentaje de votación para elecciones generales o nacionales, en la medida que, con el tiempo el chavismo ha ido disminuyendo y la oposición aumentando, en ambos casos de forma lenta y progresiva. Como una nota al margen, se podría agregar que sería necesario realizar investigaciones de campo que permitan dilucidar, aproximadamente, cuánto porcentaje del incremento opositor se debe a chavistas desencantados y cuánto a electores tradicionalmente abstencionistas.
El que la oposición haya perdido casi todas las elecciones durante la gestión de gobierno de Nicolás Maduro, muchas de ellas con claras diferencias a favor del chavismo, puede crear la ilusión de que el electorado opositor ha disminuido. Estos resultados electorales han sido más bien la consecuencia de las fracturas internas de la dirigencia opositora y su llamado a la abstención, como ya comentamos anteriormente, pero en un escenario donde la dirigencia opositora logre unificarse, como lo lograron en otros procesos electorales, dígase presidenciales de 2013 o parlamentarias de 2015, ese voto potencial reaparecería con un porcentaje igual o superior al 38 %. Este porcentaje es suficiente para igualar o superar al porcentaje de votos chavistas obtenidos en el período 2013-2021.
Bibliografía
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1 El Polo Democrático constituyó la primera expresión unitaria opositora al chavismo, aunque su duración en tiempo fue efímera, pues solo permaneció en el tiempo hasta el triunfo electoral de Hugo Chávez. Junto a la Coordinadora Democrática el Polo Democrático constituyen los antecedentes de la actual Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
2 El Pacto de Punto Fijo constituyó un acuerdo entre los partidos políticos AD, COPEI y Unión Republicana Democrática (URD), con la anuencia de la burguesía, el alto clero católico y las fuerzas armadas venezolanas. Este pacto fue firmado el 31 de octubre de 1958, tras el derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y quedaron fuera de este el Partido Comunista de Venezuela y al Movimiento Integración Republicana. Uno de los puntos clave de este acuerdo era el compromiso de estos partidos a respetar los resultados electorales, lo que en la práctica representó un bipartidismo consensuado en AD y COPEI.
3 Recordar que la consigna central de la campaña chavista en estas elecciones presidenciales era la siguiente: “Chávez te lo juro, mi voto es pa Maduro”.
4 Este término lo utilizamos para designar al grupo de electores chavistas menos comprometido con el proceso revolucionario en su conjunto.
5 No pocos dirigentes opositores reconocieron posteriormente, que la estrategia abstencionista y obstruccionista en dichas elecciones parlamentarias constituyó un error, sobre todo porque dejó el camino libre para la elección de la totalidad de los diputados chavistas, quienes luego formularon las leyes del proyecto de la Revolución bolivariana sin oposición parlamentaria.
6 Un ejemplo icónico de violencia, lo personificó el acto desestabilizador en el año 2014, dirigido por Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma en la autodenominada “La Salida”. Recordar que estos hechos de manifestaciones violentas dejó una estela de heridos y fallecidos, y tenía como objetivo declarado provocar la salida del gobierno del presidente Nicolás Maduro. Los grupos violentos realizan actos vandálicos y al ser detenidos, se presentan por los medios como actos represores que justifican nuevos actos de violencia. Al presentar al gobierno como represor y antidemocrático, se justifica aún más su salida.
7 Hacemos referencias solo a las elecciones generales o nacionales en este caso, por su alto grado de comparación entre sí, al ser elecciones semejantes en su diseño y objetivos. Las elecciones locales, por ejemplo, responden a otra lógica electoral, y por tanto, ocurren variaciones significativas en el comportamiento electoral.
8 Contamos esta elección parlamentaria como parte de las elecciones generales, porque en ella la dirigencia opositora como parte de su estrategia de campaña logró plebiscitar estas elecciones. Aunque una elección parlamentaria no es en rigor una elección de carácter general o nacional, en tanto tiene un fuerte componente estadual; la dirigencia opositora logró plebiscitar esta elección en el contexto de la crisis económica, haciendo un llamado nacional a derrocar al gobierno de Maduro. Un hecho que apoya la idea de que esta elección fue percibida por las bases opositoras como una elección nacional, es que en ella lograron la votación históricamente más alta, por encima de otras elecciones presidenciales.