Nueva Época Número 00
Doctor en Ciencias Históricas. Profesor en el Instituto de Relaciones Internacionales "Raúl Roa García".
Los resultados prácticos de la pretendida lucha an- titerrorista desencadenada por la administración de George W. Bush, y continuada por el gobierno de Barack Obama, fueron más que decepcionantes y provocaron serias afectaciones para el Derecho In- ternacional, el funcionamiento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y para la dinámica, en su conjunto, del sistema de relaciones internacionales.
En este artículo, histórico y politológico, se expone la compleja y polémica problemática del actual Siste- ma Internacional bajo los efectos del bumerán de la “guerra contra el terrorismo”,1 desatada por los Esta- dos Unidos, al margen de los más elementales prin- cipios de la legalidad internacional recogidos en la Carta de las Naciones Unidas.
Como resultado, el Sistema Internacional del siglo XXI se encuentra en plena transformación, tras el final de la denominada Guerra Fría (1947- 1991), con el paso a la hegemonía estadouniden- se y la acentuación de su proceso decadencia en
la última década; precisamente, en el contexto de una de las más graves crisis económicas que haya atravesado el sistema capitalista.
En los inicios del siglo XXI, nos encontramos a las puertas de una reorganización totalmente nue- va del Sistema Internacional, en la que el poder se encuentra, por primera vez en la historia, distribui- do de manera global; dando paso a un sistema mul- tipolar nunca antes visto, donde los Estados han dejado de ser los únicos agentes activos de poder, pero en el que un grupo de potencias emergentes pugnan y actúan en alianzas para lograr una nueva distribución de poder mundial, tratando de poner fin a la coalición unipolar encabezada por los Es- tados Unidos, tras la desaparición de la comuni- dad de Estados socialistas en la Europa del Este, de la URSS y de los sucesos del 11 de septiembre del 2001, en Nueva York, que condujeron a la fracasa- da “guerra contra el terrorismo”.
Es importante definir que un sistema puede ser conceptualizado como un conjunto de elementos
*Trabajo Presentado en forma de ponencia en la I Conferencia de Estudios Estratégicos “Repensando un mundo en crisis y transformación”, del Centro de Investigaciones de Política Internacional, La Habana, 16-18 de octubre de 2013. 1Zbigniew Brzezinski, el ex Consejero Nacional de Seguridad del gobierno de James Carter de 1977 a 1981, se presen- tó, el 1ro de febrero de 2007, ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, para testificar que la “guerra contra el terror” es “mítica narrativa histórica” utilizada para justificar una guerra prolongada y potencialmente expansiva”, véase el artículo de Deniz Yeter: “Orden del día para la guerra contra Irán”. “Bush pretende provocar un “conflicto acci- dental” como pretexto para justificar “ataques limitados”, fragmentos tomados del periódico digital Rebelión, publicado en Granma, La Habana, 21 de febrero del 2007, p. 7.
en interacción, formando una totalidad y mani- festando una cierta organización. En el caso de las relaciones internacionales, el análisis sistémi- co considera que las interacciones entre los acto- res constituyen un sistema que presenta ciertos rasgos característicos. Esas características, que re- presentan la estructura del sistema, se distinguen bajo la forma de reglas de juegos y ellas pesan, como obligaciones, en el comportamiento de los actores. Entre los elementos que estructuran un sistema y que van a contribuir a definirlo de otros sistemas posibles, existentes o que hayan existido, es particularmente importante la configuración de polos de poder. La polaridad connota, preci- samente, una supuesta distribución de poder. De ahí que, en el vocabulario actual de las relaciones internacionales, se hable de las estructuras alter- nativas del Sistema Internacional: bipolar, unipo- lar, multipolar y pluripolar.2
El sistema bipolar: en este sistema dos poten- cias dominan a sus rivales hasta el punto que se convierten, cada uno de ellos, en el centro de una coalición, viéndose obligados los actores se- cundarios a situarse en relación con los bloques, uniéndose a uno u otro, a no ser que tengan la suerte de poder abstenerse. El objetivo de los ac- tores principales es el de no encontrarse a merced de su rival e impedirle la adquisición de medios superiores a los suyos. Las alianzas son perma- nentes y existe un sistema de premios y castigos dentro de cada bloque. Algunos teóricos de las re- laciones internacionales han considerado que el equilibrio bipolar es el más eficaz, como ocurrió durante la “guerra fría” desde 1960 hasta 1991.
Aunque la existencia de diversos actores de peso global le concedió, en ese periodo histórico, un carácter policéntrico al Sistema Internacional, lo cierto es que lo que sobresalía era la bipolaridad soviético-estadounidense.3
El sistema unipolar: la característica distintiva de este sistema es que un actor absorbe a los de- más eliminándolos como agentes internacionales. El ejemplo clásico es el Imperio Romano donde las unidades políticas eran conquistadas y pasaban a formar parte del sistema imperial, con mayor o menor grado de dependencia, pero todas ellas res- pondían al mismo centro hegemónico. En el siglo XX, el Sistema Internacional fue unipolar entre los años 1945-1950 y entre el siglo XX y XXI en los años 1991-2011, lo que puede también cuestionar- se con el argumento de que la existencia de una única superpotencia mundial no llegó al punto de la disolución del Sistema Internacional histórica- mente multicéntrico. En el caso del periodo 1991- 2011, los Estados Unidos, en su estatus de única su- perpotencia, no pudo ganar ni una sola guerra, en su notable sobredimensionamiento militar.
El sistema multipolar: la particularidad de estos sistemas radica en que las potencias principales son más de tres y sus fuerzas no son demasiado desiguales. En este sistema aumenta la previsi- bilidad y disminuye la posibilidad de conflicto y la negociación diplomática debe anteponerse a la guerra para poder mantener el equilibrio. Un ejemplo, en la historia de las relaciones interna- cionales, fue la Europa de los siglos XVIII y XIX. En el siglo XX el Sistema Internacional fue mul- tipolar entre los años 1929-1945, abarcando así
2Sobre estos temas existe una amplia bibliografía, véase de Kenneth N. Waltz: Teoría de la Política internacional. Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, Argentina, 1988; de Roberto González Gómez: Teoría de las Relaciones Inter- nacionales, Editorial Pueblo y educación, La Habana, 1990; y de Jean-François Guilhaudis: Relations Internationales contemporaines, LexisNexis, Litec, Paris, 2010.
3El destacado politólogo cubano Luis Suarez Salazar, en el debate efectuado en la I Conferencia de Estudios Estraté- gicos: “Repensando un mundo en Crisis y Transformación”, celebrado del 16 al 18 de octubre de 2013, en La Habana, Cuba, recordó el multicentrismo del Sistema Internacional durante esta etapa de la historia de las relaciones interna- cionales, por la existencia del Tercer Mundo como bloque, desde la Conferencia de Bandung en 1955, lo que se convir- tió luego en el Movimiento de Países No Alineados.
el periodo de la Segunda Guerra Mundial. La al- ternativa de un Sistema Internacional multipolar con centros de decisión autónomos, incorporaría a un conjunto de países, tanto del Sur como del Norte, en los procesos de desarrollo de la econo- mía mundial. Esta configuración de fuerzas in- ternacionales tiene implicaciones que van mucho más allá de lo económico. Significa que ningún Estado tendría predominio sobre el Sistema In- ternacional y aparecerían un conjunto de centros de poder que estarían en condiciones de tomar decisiones sobre los diversos y complejos temas de la política internacional.
Relacionado con la multipolaridad, desde el Sur, se habla de la pluripolaridad de las relaciones in- ternacionales porque se trata de una configuración de fuerzas geopolíticas bien diversas, con identi- dades culturales distintas, heterogéneas también en lo ideológico y político, porque, en el caso de la América Latina y el Caribe, en los marcos de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), existe la reivindicación de construir, con otros polos de poder mundiales, un Sistema Internacional pluripolar.
Por lo tanto, la configuración de fuerzas o de polos de poder es un elemento esencial utiliza- do, desde hace varias décadas, para definir la es- tructura del Sistema Internacional. Existen otras características que se relacionan con la anterior, pero que, aisladamente, en el análisis teórico de las relaciones internacionales, ocupan un lugar secundario: la jerarquía de las potencias, la ho- mogeneidad y la existencia de Regímenes Inter- nacionales: o sea, un conjunto de normas en una esfera de las relaciones internacionales, como el comercio y la navegación, a través de las cuales es regulada la interacción entre los Estados y se pueden establecer relaciones menos conflictivas.
En el caso de los actores estatales, ellos trasladan los intereses de sus políticas internas al escenario
internacional, generando heterogeneidad y mayor conflictividad en el Sistema Internacional. Por eso, un segundo elemento, en el análisis sistémico de las relaciones internacionales, es la diferenciación en- tre los aspectos internos y externos del sistema. El interno está sometido a las demandas provenientes del exterior (escenario o ambiente), respondiendo o no, el sistema tratará de mantener su estabilidad. Esas demandas podrían llevar al sistema a adaptar sus estructuras o no y sus respuestas tendrían, en su momento, un efecto modificador del escenario o ambiente internacional. A diferencia de otros sis- temas (por ejemplo, el sistema nacional), el Siste- ma Internacional actual es global y cerrado, lo que significa que “no puede exportar sus contradiccio- nes y, al estar obligado a asumirlas, obliga a cada una de sus unidades constitutivas a la tentación o a la obligación de trasladar sobre los otros actores el peso de sus propias tensiones internas”.4
La noción de sistema puede también ser utiliza- da a diferentes niveles. En el siglo XX se describió la existencia de un Sistema Internacional dividi- do en dos subsistemas: el capitalista, liderado por los Estados Unidos, como líder de la Organiza- ción del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y el socialista, teniendo como cabeza de bloque de la Organización del Tratado de Varsovia (OTV), a la Unión Soviética. Los subsistemas también pue- den corresponder a las interacciones en un área específica o muy particular: subsistemas regiona- les, subsistema internacional económico, moneta- rio y financiero, para solo citar algunos ejemplos. Algunos historiados han presentado la histo- ria de las relaciones internacionales como una sucesión de sistemas o de configuración del mis- mo sistema. La aproximación sistémica aplicada al periodo posterior a la Segunda Guerra Mun- dial, ha permitido distinguir cuatro fases. La pri- mera denominada de la Guerra Fría (1947-1962), marcado por la construcción de las reglas de fun- cionamiento del sistema bipolar. El periodo de la
4Véase de M. Merle: Sociologie des relations internationales, Dalloz, Paris, 1988, p. 359. De Jean-François Guilhaudis, Relations Internationales contemporaines, Lexis Nexis, Litec, Paris, 2010.
distensión (1963-1979), caracterizado por la coo- peración y la competencia en un escenario inter- nacional bipolar, seguido de la etapa 1980-1989 diferenciada por la abrupta degradación del pro- ceso de distensión, agudizando la confrontación bipolar, y dando lugar a una coyuntural unipola- ridad del Sistema Internacional en 1991, tras la desaparición de la URSS, con la emergencia de una única superpotencia en las relaciones inter- nacionales.
En este sentido, la guerra del Golfo Arábigo Pér- sico (1991), la “intervención humanitaria” en Soma- lia (1992), los indiscriminados bombardeos contra Yugoslavia (1999) y las guerras injustas contra Iraq (2001), Afganistán (2003) y Libia (2011), constitu- yeron un claro ejemplo del “nuevo” intervencionis- mo imperialista y de la puesta en práctica de un san- griento terrorismo de Estado bajo la dirección del Complejo Militar-Industrial de los Estados Unidos, por el control geopolítico de vastos territorios en otros continentes y el apoderamiento de los princi- pales recursos energéticos y minerales, para el be- neficio de las transnacionales norteamericanas y de otros potencias capitalistas aliadas al proyecto de dominación global de los Estados Unidos.5
Por los hechos anteriormente expuestos, se puede admitir que la unipolaridad, en la dimen- sión militar y política del poder, se correspondió con la realidad global de los años 1991-2011, pero ahora persiste una correlación de fuerzas interna- cionales que evidencia una tendencia profunda hacia un Sistema Internacional multipolar, acen- tuando la heterogeneidad y diversidad de las rela- ciones internacionales en el siglo XXI.
Las dos primeras guerras del siglo XXI, contra Afganistán6 e Iraq,7 fueron el resultado de una desproporcionada reacción de la extrema derecha del partido republicano —con George W. Bush en la presidencia—, ante los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, y del consenso logrado en una opinión pública estadounidense traumatiza- da por la envergadura del ataque ejecutado por aviones de líneas comerciales que se estrellaron contra dos rascacielos emblemáticos de Nueva York, provocando así su derrumbe y el de otros edificios ubicados en sus alrededores. Con este atentado, todavía por esclarecer en toda su mag- nitud, se rompió, por primera vez en la historia imperial de los Estados Unidos, el mito de la in- vulnerabilidad. Ese efecto psicológico dejó una marca inevitable y aciaga en las percepciones de los estrategas político-militares estadounidenses. De ahí la amenaza que todavía se cierne sobre Irán, Siria, República Democrática de Corea, y otros países que solo representaron, para la admi- nistración estadounidense, determinados “rinco- nes oscuros del planeta”.
Las invasiones contra Afganistán e Iraq consti- tuyeron un fracaso político y un probado desastre militar para la estrategia expansionista norteame- ricana. Un fracaso político porque los “neocon- servadores” creyeron que podían usar la guerra para consolidar un Sistema Internacional de do- minación unipolar: un típico imperio o gobierno mundial que impediría el ascenso de cualquier potencia actual, en particular China y Rusia, al
5Con esos fines, Estados Unidos ha colocado un sistema de alrededor 737 bases militares en más de 130 países. Para más detalle sobre lo que denomino el “nuevo” intervencionismo imperialista, véase de William Blum: “El imperio nor- teamericano desde 1992 hasta el presente”, en Asesinando la Esperanza, que expone las intervenciones de la CIA y del ejército de los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2005, p. 460; y del escritor e investigador cubano Luis Suárez Salazar: “La ‘nueva’ estrategia de ‘seguridad imperial’ de los Estados Unidos: implicaciones para la paz, para el Derecho internacional Público y para el ‘Nuevo Orden Panamericano’“, ISRI, La Habana, 2002.
6Comenzó el 7 de octubre de 2001. 7Se inició el 20 de marzo de 2003.
rango de superpotencia en las relaciones interna- cionales. El contenido geopolítico de dicha estra- tegia estuvo centrada en la conquista de las rutas del petróleo y el gas, en la penetración estadouni- dense en Asia Central, para el establecimiento de bases militares en el espacio postsoviético, y cerca de las fronteras territoriales de China, en la región Asia-Pacífico.
Iraq fue un desconcierto y muy sangriento para los efectivos norteamericanos, pero George
W. Bush, enfrentado a esa realidad y a la oposi- ción bélica creciente en ambas cámaras del Con- greso, ante los medios de prensa y entre la ciu- dadanía, insistió en su orientación militarista e incluso amenazó al poder legislativo con vetar cualquier propuesta de ley que estableciera la re- tirada de las tropas para el 31 de marzo del 2008. Esta posición mostró las serias dificultadas de la administración estadounidense para lograr el reclutamiento de más efectivos militares y que el ejército no estaba listo para alcanzar una salida rápida de Iraq, como le exigía la oposición de- mócrata en el Congreso.
En Afganistán la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), liderada por los Estados Unidos en ese teatro de operaciones militares, no pudo frenar las acciones de los grupos talibanes que mantuvieron una tenaz resistencia a la ocupación, mucho más allá de la sitiada y protegida Kabul, por las tropas de la coalición ocupante. Para infligirle una definitiva derrota a la resistencia talibán y asu- mir el control total de la situación afgana, la OTAN hubiera necesitado más soldados y material militar, lo cual dejó de ser una prioridad para los Estados Unidos, porque sus tropas se empantanaron en el te- rritorio iraquí, y la preocupación de la clase política norteamericana intentó poner límites a los altos cos- tos económicos y militares que estas guerras sobre- dimensionadas causaron a la superpotencia.
Aunque la administración de Barack Obama, poco antes de concluir el año 2011, formalizó la retirada oficial de las tropas de combate esta- dounidenses de Iraq, lo cierto es que los Estados
Unidos conservaron un papel protagónico en la región, donde dejaron instalaciones de avanzada y, para su aseguramiento, multiplicaron su per- sonal contratado, en una práctica de autorrelevo con un ejército mercenario. Así Barack Obama simuló haber cumplido una promesa electoral que dijo prioritaria al inicio de su mandato, por lo que demostró que su política exterior fue una continuidad de las concepciones estratégicas de la administración de George W. Bush, tradicio- nalmente dictadas por el gobierno permanente que controla el poder político, teniendo en su centro al Complejo Militar-Industrial y los gru- pos de presión política asociados, impidiendo una real reorientación de la política exterior de los Estados Unidos.
La ocupación militar norteamericana en Afga- nistán e Iraq fomentó la corrupción y las pugnas internas que dificultan la pacificación de esos países. La “reconstrucción” solo ha servido para aumentar las ganancias de los consorcios que se apoderaron de las riquezas naturales y energéticas de esas naciones. Con el asesinato de Osama Bin Laden, por la administración Obama, fue aniqui- lado uno de los pretextos principales para conti- nuar las guerras en Afganistán e Iraq: dos con- flictos que contrajeron el funcionamiento general del Sistema Internacional y tuvieron como daño colateral, en el ámbito regional, el enrarecimiento de las relaciones con Paquistán, al punto de que la nación asiática se ha cuestionado la violación sis- temática de su soberanía nacional y ha expresado la necesidad de un proceso de revisión de sus re- laciones con los Estados Unidos.
En verdad es que en el curso de su historia los “Estados Unidos ha tenido como prioridad de política exterior obtener legitimidad inter- nacional. Sin embargo, con el caso del lanza- miento de la guerra contra Iraq, hicieron añicos el respeto y la credibilidad que entendieron ar- duamente ganados tras el fin de la bipolaridad del Sistema Internacional, pues entraron en un período de ‘guerra infinita’ sin una base legal.
El gobierno de George W. Bush socavó el apego de tantos años de los Estados Unidos al Dere- cho Internacional, su aceptación de la toma de decisiones consensuada, su fama de modera- ción y su identificación con el mantenimiento de la paz. El camino de regreso será largo y di- fícil”.8 La administración del presidente Barack Obama, a pesar de sus promesas electorales del 2008, no pudo recobrar la pérdida de credibili- dad de la política exterior de los Estados Uni- dos, cargando en su mandato con los costos de la exagerada actuación militarista de su país, en una época histórica de coyuntural unipolaridad del Sistema Internacional.
Contrariamente a lo deseado, el actuar unila- teral de la administración de George W. Bush, a través de ataques preventivos y otras acciones ile- gales, se convirtió en la verdadera fuente de inse- guridad e inestabilidad internacional. Para los Es- tados Unidos la desventaja política futura de tan desafortunados resultados radicó en que la “gue- rra contra el terror” fue observada en su justa di- mensión, después de la desaparición de la Unión Soviética, en diáfana alusión al fin del supuesto peligro que ella representó para los intereses he- gemónicos occidentales, pues había sido el eje de un Sistema Internacional bipolar bien equilibrado por la influencia de su poderío geopolítico y mi- litar, así como con las alianzas político-militares construidas con países socialistas en Europa del Este, en los marcos de la Organización del Tra- tado de Varsovia (OTV) y en sus interacciones con otras naciones en Asia, África y América La- tina-Caribe.
En sus pretensiones de liderazgo mundial, el terrorismo ha sido el artilugio utilizado por la elite del poder norteamericana para justificar su
política intervencionista en los países del sur, aumentar los gastos militares y sostener un para- noico sobredimensionamiento imperial. Sin em- bargo, ante la opinión pública interna y mundial, los argumentos doctrinarios de la política exte- rior estadounidense están muy cuestionados y criticados, ya que los hipotéticos vínculos entre el derrotado régimen de Saddam Hussein, y de los Talibanes de Afganistán, con los autores de los atentados del 11 de septiembre del 2001, de ninguna manera pudieron ser confirmados por los estrategas políticos y militares de los Estados Unidos.
Las instituciones estadounidenses reconocie- ron el laberinto de mentiras sobre los alegados nexos entre Iraq y la organización de Osama Bin Laden, los cuales sirvieron, junto con las inexis- tentes armas de destrucción masiva iraquíes, de excusa para desencadenar la guerra de agresión contra el país árabe. Por ejemplo, en abril de 2007, el diario The Washington Post se encargó de confirmarlo cuando reveló que en realidad no existió cooperación entre la red “Al-Qaeda” y el desaparecido líder iraquí, según afirmaba cate- góricamente el gobierno estadounidense en los días previos al estallido del conflicto, pues los testimonios de Hussein y sus asesores encausa- dos, así como los archivos confiscados por las tropas del Pentágono no arrojaron evidencias concretas sobre las falsas imputaciones de Geor- ge W. Bush.9
Es una realidad que la “lucha antiterrorista” no despertó simpatías en los amplios sectores socia- les estadounidenses, ya que se aprobaron leyes que violaron flagrantemente los más elementa- les derechos humanos. La lista de violaciones es extensa. Entre ellas prevalece la llamada Acta
8Véase de Robert W. Tucker, profesor emérito de Política Exterior estadounidense en la Johns Hopkins University, y David C. Hendrickson, profesor distinguido de servicio de la cátedra Robert J. Fox en el Colorado College: “Las fuentes de la legitimidad estadounidense”, Foreign Affairs (En Español), enero-marzo, 2005.
9Un estudio del inspector interino del ministerio de defensa de los Estados Unidos, Thomas Gimble, apoyó estas reve- laciones difundidas por la comunidad de inteligencia, tomado de la Agencia Prensa Latina, 13 de abril de 2007. Sitio en Internet: www.prensa-latina.mx/pubs/orbe.
Patriótica, que reduce las libertades fundamen- tales de los ciudadanos; el campo de concentra- ción en la Base Naval de Guantánamo, Cuba, un territorio ilegalmente ocupado por los Estados Unidos; el establecimiento de cárceles secretas en Europa, el secuestro de sospechosos y el es- pionaje telefónico y en las redes sociales en In- ternet, transgrediendo la privacidad de los ciu- dadanos estadounidenses y en el extranjero.
Para James Carter “de mayor preocupación es el hecho de que los Estados Unidos repudiaron los acuerdos de Ginebra y abrazaron el uso de la tortura en Iraq, Afganistán y la Bahía de Guantá- namo. Resulta molesto ver cómo el presidente y el vicepresidente insisten en que la CIA debería tener libertad para perpetrar un “trato o castigo cruel, inhumano o degradante” contra personas que se encuentran bajo custodia de los Estados Unidos”.10 10 Reconocidos académicos nortea- mericanos afirmaron que “los años en que los Estados Unidos aparecían como la esperanza del mundo parecen ahora muy distantes. Hoy, Was- hington se ve impotente a causa de su reputación de recurrir a la fuerza de manera irreflexiva, y pa- sará mucho tiempo para que eso se olvide. La opi- nión pública mundial ve ahora a los Estados Uni- dos, cada vez más, como un país ajeno, que invoca el Derecho Internacional cuando le conviene y lo desprecia cuando no le conviene, que utiliza las instituciones internacionales cuando obran en su ventaja y las desdeña cuando ponen obstáculos a sus designios”.11
La política de George W. Bush emuló con la re- presión de la Alemania fascista por su carga racista, antiárabe y represiva en la sociedad norteamericana.
Por todas esas razones, para la mayoría de los esta- dounidenses la invasión y ocupación de Iraq y Afga- nistán fue un error que llevó al fracaso de la nación en política exterior. La guerra no logró dominar a “Al-Qaeda” ni mucho menos destruir, en un primer momento, a Osama Bin Laden. Aun después de su asesinato, en Paquistán, por un comando de las tro- pas especiales estadounidenses, la administración de Barack Omaba dio continuación a la procurada lucha contra el terror.
Para la teoría política contemporánea las con- cepciones e ideas básicas del enfoque o para- digma12 liberal de las relaciones internacionales contribuyeron, en el siglo XX, a la creación de las grandes organizaciones de proyección universal que se propusieron en sus documentos constitu- tivos la preservación de la paz y la seguridad in- ternacionales.
Esta visión del mundo, en la segunda década del siglo XX, abogaba por la primacía del De- recho Internacional y la cooperación entre los Estados, institucionalizada a través de una orga- nización de alcance mundial, y todo ello sobre el fundamento de la democratización de los Es- tados. El paradigma liberal hizo un énfasis parti- cular en el concepto jurídico y político de la “se- guridad colectiva”, esbozado en la concepción de los instrumentos fundacionales de la Liga o So- ciedad de las Naciones, al término de la Primera Guerra Mundial, la que postularía la acción man- comunada de todos los Estados para la preser- vación de la paz y la seguridad internacionales,
10Cita textual del artículo de James Carter, ex presidente de los Estados Unidos, “Ya me cuesta reconocer a estos Esta- dos Unidos”, publicado en Granma, La Habana, 2 de diciembre de 2005, p. 5.
11Véase de Robert W. Tucker, artículo citado.
12Se entiende por paradigma un determinado enfoque teórico básico que intenta explicar los fenómenos de la dinámi- ca internacional. Un paradigma también es una determinada concepción del mundo, que centra la atención del estudio sobre ciertas problemáticas, determinando su interpretación. Véase de James E. Dougherty y R. Pfaltzgraff: “Teorías en pugna en las relaciones internacionales”, GEL, Buenos Aires, 1993; y de Celestino del Arenal: Introducción a las Relaciones Internacionales, Editorial Tecnos, S. A, Madrid, 1990.
en sustitución de los tradicionales rejuegos del balance de poder basados en la conformación de alianzas contrapuestas.13
Posteriormente, en antagonismo con esta per- cepción, la escuela del realismo político hizo un esfuerzo académico para demostrar, según proba- rían los acontecimientos internacionales entre los años 1920 y 1930, que el principio de “seguridad colectiva” sería impracticable en un escenario in- ternacional dominado por grandes potencias en lucha por mayores cuotas de poder, en el enten- dido de que cada una de ellas percibía la segu- ridad con una óptica diferente, y estrechamen- te vinculada a sus intereses de expansión global. Obviamente, en detrimento del principio jurídi- co internacional de la no agresión a otros Estados soberanos.
Las experiencias del fracaso de la Liga o Socie- dad de las Naciones, en el cumplimiento de sus ob- jetivos fundacionales, y las trágicas consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, fueron factores de- cisivos en la creación, en 1945, de una nueva orga- nización internacional, cuyos objetivos serían mu- chos más amplios en la conformación del Sistema Internacional de la postguerra. Con el nacimiento del Sistema de las Naciones Unidas, inspirado en el principio ya enunciado por la Liga de la “segu- ridad colectiva”, quedaron refrendados en la Carta de la Organización de Naciones Unidas (ONU) los legítimos anhelos de la humanidad por la paz, la seguridad internacional y el respeto a las normas
del Derecho Internacional, entre otros principios no menos importantes.14
Sin embargo, en la conformación de la estruc- tura de la ONU primaron las concepciones de poder típicas de la concepción realista de las re- laciones internacionales. El funcionamiento del Consejo de Seguridad, su órgano principal, se es- tableció sobre la base de la regla de unanimidad de las grandes potencias (poder o derecho de veto) y la necesidad de la colaboración, entre ellas, en esa instancia. Ese es el único órgano en que el princi- pio de la igualdad de los Estados está supeditado al poder de veto y, en su virtud, el voto negativo de uno solo de los miembros permanentes basta para bloquear una decisión que haya contado con el acuerdo de los 14 miembros restantes, salvo en caso de cuestiones de procedimiento.15 Por eso, la ONU padece, desde su origen, el problema del veto y otros arbitrarios privilegios para uso exclu- sivo de cinco potencias dominantes que se conce- dieron el privilegio de miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
Si a lo anterior sumamos el aspecto geopolítico contenido en la confrontación política y militar es- tadounidense, con el adversario socialista liderado por la Unión Soviética durante la etapa de “guerra fría”, entonces hemos identificado dos esenciales razones, entre muchas otras, que han limitado — trascendiendo hasta hoy— el cumplimiento eficaz de las funciones de la ONU relativas al manteni- miento de la paz y la seguridad internacionales.
13El presidente estadounidense Woodrow Wilson propuso la creación de la Liga o Sociedad de Naciones en sus famo- sos Catorce Puntos, además consideraba que el Sistema Internacional no debía basarse en el equilibrio del poder, sino en una comunidad de poder, concepto novedoso en ese momento, que finalmente fue acuñado como seguridad colec- tiva. Sin embargo, Wilson quería utilizar el poderío de su país dentro y fuera de la Liga, simplemente para ordenar el mundo de tal modo que la competencia clásica pudiera proseguir en paz para garantizar el poderío económico y global de su país, véase de Williams William Appleman: Tragedia de la Diplomacia Norteamericana, Editorial Edilusa, 1961, p. 74; y de Eugeniov Tarle, Historia de Europa 1871-1919, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974.
14Sobre los propósitos y principios de las Naciones Unidas, véase en la “Carta de las Naciones Unidas y Estatuto de la Corte Internacional de Justicia”, el Capítulo I, los artículos 1 y 2. Biblioteca del Instituto Superior de Relaciones Inter- nacionales (ISRI), La Habana, Cuba.
15La abstención de unos o varios miembros permanentes en la adopción de una decisión no impide que la misma sea adoptada. Véase el Consejo de Seguridad en el Capítulo V, Votación y Procedimiento, en artículos 27 y 28 respectiva- mente. P. 19, en la “Carta de las Naciones Unidas y Estatuto de la Corte Internacional de Justicia”, documento citado.
Independientemente de los saldos positivos que los académicos16 occidentales adjudican al conjunto de operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU, como un instrumento o me- canismo de paz, más allá del idealista principio de la “seguridad colectiva”, es incuestionable que una limitante para la paz verdadera es la existen- cia de un Sistema Internacional dominado por un “directorio” de cinco grandes potencias que con- trolan el Consejo de Seguridad de la ONU, y el grupo de países más industrializados (G-8), que han perseguido instaurar, sin progreso alguno, el “nuevo orden mundial” proclamado por George Bush, en el año 1991, en el momento triunfalista de la caída de la Unión Soviética y de la segunda guerra del Golfo Arábigo Pérsico.17
Con el fin de la “guerra fría” y la instauración de un cierto consenso entre las principales poten- cias del Sistema Internacional, para apuntalar un supuesto “nuevo orden mundial”, la ONU perdió capacidad de negociación diplomática en las re- laciones internacionales contemporáneas. El pre- dominio unipolar en el plano político y estraté- gico-militar de los Estados Unidos, o sea, la falta de un equilibrio o contrapeso al poderío y el uso reiterado de la fuerza por la única superpotencia, vulneró la función reguladora de las relaciones internacionales que debe desempeñar el Derecho Internacional y la ONU.
En las últimas décadas, desde finales del siglo XX, el multilateralismo representado en la ONU y las funciones reguladoras del Derecho Inter- nacional han constituido una camisa de fuerza para la expansión del poder global o el “gobierno mundial” diseñado en las estrategias de “segu- ridad nacional” de los Estados Unidos, que con
sus prescripciones unilateralistas abogan por la limitación de la soberanía y la anulación de la independencia de otras naciones, a partir de la subordinación de la ONU y de la legalidad in- ternacional a sus intereses hegemónicos de un único modelo de sociedad para todos los pue- blos. La sujeción de la ONU a las necesidades de la política exterior de los Estados Unidos que- dó expuesta en la urgencia de legitimar con la Resolución 1483 su intervención en Iraq, cuyo único fin fue la comercialización de su petróleo y el otorgamiento de un viso de legalidad a sus acciones en ese país Árabe.
Con la Resolución 1483, Francia, China y Rusia aceptaron las posturas norteamericanas, pero a la vez la diplomacia de los Estados Unidos aparen- tó conceder a la ONU un papel “relevante” en el control de Iraq, sin que en la configuración del Derecho Internacional se dispusiera de una fis- calización hacia este tipo de intervenciones in- ternacionales. La pasividad de muchos Estados frente a lo que sucedió en Iraq condujo al esta- blecimiento de un precedente de impunidad sin límites que podría compararse con la guerra de la OTAN contra Libia, y la grosera manipulación por los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña del contenido de la resolución 1973, aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU, que estipu- laba la creación de una zona de exclusión aérea sobre el territorio libio, pero no autorizaba a la OTAN el lanzamiento de un criminal bombardeo contra ese país.
En una etapa histórica de afianzamiento de las ideas “neoconservadoras” y militaristas, las con- cepciones liberales en la política norteamericana sufrieron un retroceso. De hecho, el discurso de
16Me refiero a la documentada investigación de Stephen Baranyi del Instituto Norte-Sur de Ottawa, Canadá, titulada: “What kind of peace is possible in the post-9/11 era? National agency, transnational coalitions and the challenges of sustainable peace”, Working paper, The North-South Institute, Canada, October 2005.
17Véase las flexiones críticas de Sami Nair: “Le nouvel ordre mondial et le monde selon Washington” en Le Monde Diplomatique, Mars 2003, París, pp. 14 y 15; en Cuba las valoraciones y conceptos sobre este período, consúltese de Roberto González Gómez: “‘Postguerra fría” y “orden mundial”: La recomposición de las relaciones internacionales”’, Temas, La Habana, No. 9, enero-marzo, 1997.
Barack Obama es idealista o liberal y su práctica es un realismo político acendrado; pero las limi- taciones de los liberales, para explicar la realidad internacional, no han impedido que los represen- tantes o defensores de esta escuela de pensamien- to preserven sus creencias. Recordando la retóri- ca idealista y moralista del discurso Wilsoniano, el expresidente James Carter recomendó que: “en su condición de única superpotencia del mundo, los Estados Unidos debieran ser vistos como los campeones inquebrantables de la paz, la libertad y los derechos humanos. Los Estados Unidos de- bieran ser el eje alrededor del cual pudieran reu- nirse otras naciones para combatir las amenazas a la seguridad internacional y para enriquecer la calidad de nuestro medio ambiente común. Es hora de curar las profundas divisiones políticas existentes dentro de este país, y de que los nor- teamericanos estén unidos en un compromiso co- mún para revivir y alimentar los históricos valo- res morales y políticos que abrazamos los últimos 230 años”.18
Sin dudas, la invasión y ocupación de Iraq mar- có un momento de crisis en el funcionamiento del Sistema Internacional por la imposición unilate- ral de las posiciones de la política exterior nortea- mericana basadas en las concepciones de “guerra preventiva” y “cambio de régimen”, el abandono del ordenamiento jurídico internacional —prin- cipio de no injerencia y uso de la fuerza— y la desatención de los criterios de la opinión pública mundial.
La democratización de la ONU, en especial de su Consejo de Seguridad, por los más de 190 Estados independientes miembros de su Asam- blea General, podría ser un primer paso hacia una reforma profunda del actual sistema de re- laciones internacionales, el cual agoniza en las terribles condiciones de desigualdad, saqueo, explotación, y en repetidos escenarios de ame- nazas de nuevas guerras imperiales, que hacen
18Véase de James Carter artículo citado.
más incierto e inseguro su existencia futura. En esta encrucijada mundial en marcha hacia el abismo, como consecuencia de numerosos pe- ligros, la guerra nuclear y el cambio climático están cada vez más lejos de aproximarse a una solución.19 Por eso, se impone la preservación de la ONU y el sistema de organizaciones inter- nacionales, mediante su más profunda reforma y democratización, lo que permitiría salvaguar- dar el derecho a la soberanía e independencia de las naciones.
En el Sistema Internacional del siglo XXI consti- tuye una novedad la dimensión transnacional en que la violencia terrorista utiliza los medios a su alcance: gases tóxicos, los atentados suicidas y, en particular, el terror generalizado de la propagan- da y amenaza de guerra convencional, nuclear y el uso indiscriminado de bombardeos contra pobla- ciones civiles y sus infraestructuras, como ocurre en la pretendida “guerra antiterrorista” desatada por los Estados Unidos y sus aliados.
La complejidad del estudio de esta proble- mática, en relación con el Sistema Internacio- nal, radica en que la historia de las actividades terroristas tienen diverso signo político: existe el terrorismo de la ultraderecha, pero también de organizaciones denominadas de izquierda y nacionalistas. Y también existe el terrorismo de Estado practicado de forma sistemática por los Estados Unidos, con mayor énfasis en su curso privilegiado de única superpotencia mundial, y algunos Estados grandes, medianos o pequeños con proyecciones agresivas en su alianza con los Estados Unidos, siendo Israel el caso más nota- ble. En la última década, esta alianza incondi- cional reforzó el convencimiento de que es, en sí misma, la causa principal del aumento de las acciones terroristas y de la inestabilidad en esa convulsa región.
19Véase de Fidel Castro Ruz: “La marcha hacia el abismo”, Reflexiones Granma, 6 de enero 2012, p. 2.
En un Sistema Internacional dominado en el orden estratégico y militar por una superpoten- cia,20 el fenómeno del terrorismo afecta a todas las sociedades de una manera u otra. Ya ningún Estado puede ignorar la existencia del terrorismo, sus dimensiones e implicaciones para la paz y la seguridad mundial. Dado su alcance global, el te- rrorismo solo puede ser enfrentado con la colabo- ración de todos los Estados miembros de la ONU, en el seno de su Asamblea General, ya que tam- bién es consecuencia de la injusticia, de la falta de educación y de cultura, de la pobreza y las des- igualdades, de la humillación sufrida por nacio- nes enteras, del desprecio y subestimación de una creencia, de la prepotencia, del abuso y los críme- nes de unos grupos y Estados poderosos contra otros más débiles.
Un debate amplio sobre este flagelo, en el ám- bito multilateral, debería propiciar una definición objetiva y justa del terrorismo para todos los Es- tados del Sistema Internacional. Solo así sería po- sible la proscripción del uso de la fuerza apoyado en la unilateral “guerra antiterrorista”, que tantos daños humanitarios y económicos ha causado, por un lado, a los países afectados y, por otro, a la sociedad estadounidense.
Las guerras contra Afganistán e Iraq resulta- ron un fracaso militar para los Estados Unidos, y legaron un escenario internacional más incier- to, inseguro e inestable. El intento de las adminis- traciones de George W. Bush y Barack Obama de conformar un “nuevo orden mundial”, mediante la “guerra contra el terrorismo”, quebrantó los prin- cipios básicos de la Carta de las Naciones Unidas y erosionó el orden jurídico internacional, con la puesta en práctica de nuevas interpretaciones y
conceptos como: “soberanía limitada”, “interven- ción humanitaria”, “responsabilidad de proteger” y “legítima defensa preventiva”, que sustentarían las proyecciones de las potencias imperialistas. El “antiterrorismo” de los Estados Unidos abrió una etapa inédita de conflictividad internacional e in- tervencionismo imperialista en el Tercer Mundo, porque este país es hoy no solo el promotor de esas guerras, sino también el mayor productor y exportador de armas a escala planetaria.
Las violaciones del orden jurídico internacional y el desprecio por las más elementales normas de la ética, por parte del imperialismo y sus aliados, están en el trasfondo de los graves problemas que enfrenta la Humanidad. Un ejemplo concreto, es la hipocresía y el cinismo de la administración de Barack Obama en el caso del consumado terro- rista Luis Posada Carriles, de una parte, y el trato cruel y arbitrario jurídicamente que han recibi- do los Cinco Héroes antiterroristas, cubanos, por otra.
La actuación e influencia de los Estados en los procesos y la dinámica global, ha ido modifican- do la configuración del Sistema Internacional. Si bien existe una sola superpotencia en el escena- rio mundial con todos los atributos del poder de- lineados en lo político, económico y militar, en las dos últimas décadas disminuyó la capacidad económica de los Estados Unidos, así como sus posibilidades para dominar el planeta por meca- nismos de coerción económica. La Unión Euro- pea, en crisis económica y financiera, pero con un gran potencial tecnológico, se mantiene subordi- nada y acomodada a la estrategia de unipolaridad estadounidense, respaldando, de esta manera, una correlación de fuerzas favorable al bloque de
20La unipolaridad estratégica-militar de los Estados Unidos significa una supremacía coyuntural en los asuntos mun- diales, pero no la hegemonía en todos los órdenes. También existen otros centros de poder que paralelamente desa- rrollan la multipolaridad en el siglo XXI. Existe una configuración tripolar en lo económico compuesta por los bloques de la Unión Europea, América del Norte y el Este de Asia. Por otra parte, los procesos en América Latina perfilan otro polo de poder sobre la base de un nuevo ordenamiento de las relaciones políticas, económicas y financieras, entre los países miembros de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), impulsando la integración la- tinoamericana y caribeña sin la presencia de los Estados Unidos y Canadá.
países occidentales en las relaciones internacio- nales del siglo XXI.
En este contexto, la influencia económica mundial y regional de China y la India, es cada vez más creciente. La agresividad y el militaris- mo de los Estados Unidos continuarán acercan- do las posiciones de Rusia y China en el terreno político-diplomático, y en sus visiones sobre la seguridad internacional. La recuperación econó- mica de Rusia ha permitido que evolucione hacia pronunciamientos y actitudes más críticas sobre el accionar agresivo y militarista de los Estados Unidos. Las diferencias ruso-estadounidenses, sobre importantes cuestiones de defensa y se- guridad, tienden a acrecentarse por el impulso norteamericano a la carrera armamentista y sus pasos unilaterales hacia el despliegue del siste- ma de “defensa” antimisil europeo en República Checa y Polonia. Rusia vuelve a despuntar como un actor más activo y centro de poder en la toma de decisiones de la política internacional, pero arrastrará, en las próximas décadas, algunas de las limitaciones que determinaron la caída de la superpotencia soviética a finales del siglo XX, principalmente en el aspecto económico interno y tecnológico.
Solamente en América Latina, se dan nuevos procesos revolucionarios, demostrando la posibi- lidad del cambio social en “Nuestra América”, de su ingobernabilidad por la vía neoliberal y la he- gemonía estadounidense. En esta región se pro- dujo un avance en el proceso de transformacio- nes progresistas, que desafían la unipolaridad de las potencias occidentales, en las proximidades de
las fronteras nacionales de los Estados Unidos. La influencia regional de la Revolución Bolivariana en Venezuela, la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) y la integración en los marcos de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), sin la presencia de los Es- tados Unidos y Canadá, aportan elementos cuali- tativamente diferentes para la construcción de un Sistema Internacional pluripolar, en alternativa a la conformación, por las principales potencias imperialistas, de un equilibrio de poder multipo- lar que impida la modificación de la injusta reali- dad internacional actual.
Ningún otro periodo histórico de las relaciones internacionales conoció los actuales peligros de la difusión del poder global, que se caracteriza por la proliferación de las armas nucleares, la amena- za de guerra nuclear y el fenómeno del terrorismo transnacional. El empleo de apenas un centenar de esas armas sería suficiente para crear un invier- no nuclear que provocaría una muerte espantosa en breve tiempo a todos los seres humanos que habitan el planeta. La guerra, incluso con armas nucleares, es un peligroso fantasma que persigue y amenaza en el tiempo presente y futuro a la es- pecie humana. Una guerra de los Estados Unidos y la OTAN contra Siria o Irán,21 agravaría la cri- sis de funcionamiento del Sistema Internacional, tendría terribles consecuencias para la economía mundial y acercaría las posibilidades del uso del arma nuclear en una región donde Israel acumula cientos de armas nucleares en plena disposición combativa, y cuyo carácter de fuerte potencia nu- clear ni se admite ni se niega.22
21Para el estratega estadounidense Zbigneiw Brzezinski, “un ataque contra Irán sería un acto de locura política, que pondría en marcha una conmoción progresiva de los asuntos mundiales. Con los Estados Unidos como blanco cre- ciente de la hostilidad generalizada, la era del predominio norteamericano podría tener un fin prematuro”, véase en: “un ataque preventivo contra Irán sería una locura”, artículo tomado del periódico digital Clarín y reproducido en Granma, La Habana, 5 de mayo del 2006, p. 5. Para Yuri Baluevski, Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas rusas, “un ataque de Washington contra Irán constituiría un “gravísimo error político” (…) pueden dañar los potenciales mi- litares e industriales de Irán, pero la experiencia de Afganistán e Iraq indica que no es posible derrotar a Irán”. Decla- raciones de alto jefe militar ruso difundidas por las agencias de prensa Itar-Tass e Interfax, Moscú, 3 de abril de 2006. 22Véase de Fidel Castro Ruz, artículo citado.
Los Estados Unidos atraviesan el revés estratégi- co de su propia doctrina de política exterior, por- que, con la “guerra preventiva” contra el “terroris- mo”, desplegó ambiciosas metas militaristas y de dominación global que han influido inevitable- mente en su relativa declinación económica y en sus perspectivas futuras como potencia mundial. El desenlace de estas contradicciones será perjudicial para el devenir de una nación que invirtió enormes recursos políticos, económicos y militares en un conjunto de guerras que no evitaron el proceso de decadencia de una superpotencia que ha insistido en expandirse mediante el uso de la fuerza militar, dejando la huella indeleble de su debilidad.
Por lo tanto, también aquí queda implícita la te- sis sobre la ridícula posibilidad de que los Estados Unidos sean eternamente el amo del mundo. A largo plazo, la política internacional está conde- nada a hacerse cada vez menos propicia a la con- centración de un poder hegemónico en las manos de un solo Estado. Visto así, los Estados Unidos no solo ha sido la primera superpotencia global, sino que muy probablemente será la última.
La razón profunda se encuentra en la evolución de su economía. El poder económico también corre el peligro de dispersarse. En las próximas décadas ningún país será susceptible de alcanzar aproximadamente el 30 % del Producto Interno Bruto Mundial (PIB), cifra mantenida por los Estados Unidos durante la mayor parte del siglo XX, que llegó a ser del 50 % en el año 1945. Se- gún ciertos cálculos, los Estados Unidos todavía podrían detentar el 20 % del PIB mundial en los próximos años, para caer a un 10 ó 15 % en el 2020; mientras que las cifras de otras potencias: Unión Europa, China, Rusia, India y Japón, au- mentarían para igualar de forma aproximada el nivel de los Estados Unidos.
Después del inicio del declive económico del liderazgo estadounidense, ningún Estado aislado podrá obtener la supremacía que gozó los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX. Este ob- jetivo declive del poderío estadounidense favore- ce el cambio inexorable del Sistema Internacional hacia la multipolaridad, pues como advierten las lecciones de la historia universal, las pretensio- nes de dominio global por un Imperio, siempre tuvieron un efecto inverso: el ascenso vertiginoso de las potencias emergentes y la caída segura del principal centro de poder en el Sistema Interna- cional.23
La superpotencia se enfrenta a un fuerte de- terioro de su imagen internacional y al resenti- miento antiestadounidense en el Medio Oriente, Asia y Europa tras las agresiones militares en Iraq, Afganistán, Libia y los bombardeos con aviones sin tripulación, “drones”, en Paquistán, lo que está relacionado con la erosión del modelo económico y político de los Estados Unidos.
Los Estados Unidos atraviesan una crisis de le- gitimidad y de liderazgo, porque frente a la ima- gen trascendida por la propaganda estadouni- dense sobre la existencia de un “eje del mal” que afectaba su “seguridad nacional”, vastos sectores de la opinión pública internacional creen que los Estados Unidos se comportan en las relacio- nes internacionales como una potencia egoísta, injusta, brutal, irresponsable e hipócrita puesto que combate el terrorismo con más terrorismo y manipulando a los terroristas, según sus intereses de dominación global. Es una potencia peligrosa para la seguridad internacional porque promueve
23El destacado académico estadounidense Immanuel Wallerstein, defiende, al menos desde 1980, la tesis sobre el decli- ve de los Estados Unidos sustentado en el fracaso de este país en Vietnam en 1973, a partir de ese momento la superpo- tencia comenzó a perder guerras, véase su interesante artículo “El irresistible declive de Estados Unidos”, reproducido en Juventud Rebelde, La Habana, p. 4. Véase también la argumentación de Paul Kennedy en su obra: The Rise and Fall of Great Powers, Vintage Books, Random House, New York, 1987.
y mantiene el caos al asegurar, “en rio revuelto”, un mejor control de las relaciones internaciona- les.
Si bien el polo que constituye los Estados Uni- dos está bien identificado, todavía no queda claro cuántos otros polos tendrá la configuración mul- tipolar y cómo serán constituidas las relaciones internacionales de ese tipo de Sistema Interna- cional. La Unión Europea, en mi opinión, seguirá siendo un polo, pero también cabe la pregunta:
¿se mantendrá o se desintegrará, después de la crisis económica y financiera que la afecta? ¿Ha- brá simplemente el polo China o un polo Chi- na-Japón o un polo Rusia-China? ¿Continuará el fortalecimiento de Rusia hacia otro polo de poder mundial? ¿Podrá Brasil constituirse en el cabeza de polo del bloque latinoamericano y caribeño?
Sobre cada una de estas preguntas, relacionadas con el lugar que ocupará cada una de las principa- les potencias en la configuración del Sistema In- ternacional del siglo XXI, existe todavía un grado considerable de incertidumbre, sabiendo que las transformaciones estructurales del medio inter- nacional se inscriben ordinariamente en el largo plazo. Sin embargo, estas tendencias pueden ser aceleradas, retrasadas por las guerras de las po- tencias imperialistas, o modificadas por el efecto actual de la crisis económica y financiera. Si acep- tamos la idea de que para la potencia estadouni- dense la cúspide de su poderío ya pasó, es nece- sario también observar que la evolución hacia un Sistema Internacional multipolar o pluripolar no equivale a la declinación total de los Estados Uni- dos. La declinación significa una disminución del poder, un fracaso o decadencia en una o algunas de las dimensiones del poderío, pero no en todas; por lo que el ascenso de otros actores indica el ini- cio de un período de descenso relativo de la in- fluencia estadounidense, como parte del proceso de declive de la superpotencia.
Para establecer un diagnóstico sobre el proce- so de declinación, es necesario profundizar en el análisis de si los Estados Unidos están en condi- ciones de reconstruir las capacidades económicas perdidas y si su sistema capitalista e imperialista está en posibilidades de salvarse mediante nuevas soluciones a sus propias contradicciones internas. Los modelos matemáticos de la dinámica geopo- lítica global llegan a la conclusión que una vic- toria a gran escala, en una guerra llevada a cabo por medios convencionales, sería la única opción para que los Estados Unidos reviertan el rápido colapso de su estatus geopolítico. Si la actual diná- mica geopolítica persiste, el cambio en el lideraz- go global se podría esperar para el 2030, y la úni- ca manera que los Estados Unidos pueden hacer descarrilar el proceso sería desatando una guerra a gran escala,24 pero las consecuencias de un error podrían ser devastadoras porque su posición do- minante en la política internacional no es la mis- ma que en los años 1991 al 2011.
Por lo tanto, a corto y mediano plazo, lo más probable es que los Estados Unidos seguirá sien- do una de las potencias centrales del Sistema In- ternacional sin que se reconozca el mantenimien- to de la privilegiada posición de unipolaridad que obtuvo tras la desaparición de la URSS en 1991. Lo cual no significa que el Imperio ceda en polí- tica internacional, sino más bien actuará en con- certación con otras potencias mundiales afines o como un imperialismo colectivo sin facilitar la transición hacia una multipolaridad organizada, mediante políticas de fuerzas al borde de la gue- rra como han sido las amenazas de guerra contra Siria y el despliegue de la estrategia de “defensa” antimisil en Europa y otras regiones, para prote- ger sus intereses militares y económicos.
En lo fundamental, la estructura multipolar del Sistema Internacional está sustentada en las cinco principales economías mundiales y que,
24Criterios de Víctor Bubarki, Fundación de la Cultura Estratégica. Citado por Oscar Sánchez Serra, en “La cruzada imperial contra Siria. Sin las guerras, la potencia no sería potencia”, Granma, 6 de septiembre de 2013, p.7.
en orden de importancia, es como sigue: Estados Unidos, China, Unión Europea, India y Japón, además, Rusia, que es parte de este grupo, sobre todo, por su poderío militar y potencialidades económicas.
Esa configuración de fuerzas es consecuencia de los cambios que avanzan desde lo más pro- fundo de las estructuras económicas instituidas en los Estados Unidos (Wall Street) y pasan por Inglaterra (City londinense) y Japón, como un orden distributivo no compacto que trata de amalgamarse en el poder estadounidense y pro- gresan en un sentido oscilante y de colisión con las redes que encabeza China junto a las de In- dia y Rusia, inmersas en una situación de atrac- ción de las fuerzas europeas, en este caso, enca- bezada por Alemania que consolida su control en su zona de influencia, a pesar de las contra- dicciones de poder existentes entre las poten- cias europeas.
En realidad, el movimiento hacia el establecien- do de un Sistema Internacional multipolar está impulsado por la gran crisis económica capitalista iniciada en 2008, el agotamiento de las fuerzas oc- cidentales y la expansión de China. Algunos eco- nomistas han anticipado que el dólar, como prin- cipal divisa internacional, está ciertamente cerca del final de su reinado, lo que podría dar lugar a graves penurias económicas para los Estados Uni- dos. El gobierno de los Estados Unidos se enfren- ta a una asfixiante deuda, a un mercado de bie- nes raíces fracasado, a una carga récord de deuda personal, a un sistema bancario inflado y sus ciu- dadanos padecen un desempleo persistentemente alto, que ofrecen el espectáculo de una economía tambaleante. Esa no es la imagen de una verda- dera superpotencia digna de los privilegios obte- nidos de la moneda de comercio mundial. Y es por eso, como señalamos, que otros Estados, al observar este proceso de decadencia de la super- potencia, ya comenzaron a utilizar otras monedas en sus transacciones comerciales y financieras in- ternacionales.
En el caso de Rusia, la evolución es bien dife- rente a la de los Estados Unidos. Después de la desaparición de la URSS, el Estado ruso tuvo una pérdida enorme en todas las dimensiones del po- der. A pesar de esa situación, Rusia no ha tardado en emerger, pues tiene, sobre la base de las capa- cidades militares de la URSS, la ambición de re- construir su poderío e influencia mundial, lo que ha hecho que los Estados Unidos la haya denomi- nado como “un socio especial” en política inter- nacional, aunque en temas de prioridad estratégi- ca para sus intereses desoiga las consideraciones de Rusia.
Finalmente, Rusia quedó excluida, contradi- ciendo el sueño de Mijaíl Gorbachov, de entrar en la construcción de la Unión Europea. La manera en que se realizó la expansión de la OTAN y de la Unión Europea propició la exclusión de Rusia de lo que un día Gorbachov denominó la “Casa Común Europea”, porque ser parte de la casa eu- ropea implica ser miembro de la OTAN y de la Unión Europea. Por consiguiente, Rusia persigue un poderío propio e independiente apoyada en su capacidad militar y sus recursos naturales, apo- yada de los Estados vecinos aliados, con los que ha firmado tratados o neutralizado, comprome- tiéndolos en la visión de un Sistema Internacional multipolar. Esta es, probablemente, la posición más acorde con su configuración geopolítica, que es de una potencia ubicada entre dos regiones: Europa y Asia.
En estas condiciones, Rusia ha hecho un gran esfuerzo por convertir la Organización del Trata- do de Seguridad Colectiva (OTSC) en una alianza político- militar, pero ha debido enfrentar la des- confianza mutua de la mayoría de sus miembros e incluso entre ellos mismos, además de las dife- rencias existentes en sus agendas de seguridad. La incapacidad de sus miembros de identificar, de- terminar las amenazas internas y separarlas de las externas y de acordar los métodos de contrarres- tarlas, es un problema que no ha podido solucio-
nar la OTSC.25 Si la Unión Europea se mantiene subordinada a la gran estrategia de los Estados Unidos, lo más probable es que Rusia busque con- trapeso del lado asiático, incrementando su coo- peración, con las antiguas repúblicas soviéticas, y, en particular, con China, que se perfila como la principal potencia del Sistema Internacional de la segunda mitad del siglo XXI.
Sin embargo, los principales Estados europeos: Alemania, Francia, e Italia sí reconocen en Ru- sia una potencia, pero fuera de los marcos de la Unión Europea, considerando su capacidad ener- gética y enfrentando la estrategia de seducción de Rusia en ese sector estratégico; pero el realismo político sigue siendo el núcleo de las relaciones de Rusia con las potencias de la Unión Europea.
Por un lado, Rusia aprobó, en 2010, un progra- ma de desarrollo de armamentos, hasta el 2020, por el que se prevé la entrega a sus fuerzas ar- madas de 400 misiles balísticos intercontinenta- les con base en tierra y en mar, ocho submarinos porta misiles estratégicos, cerca de 20 submarinos multifuncionales, más de 50 buques de guerra, al- rededor de 100 aparatos espaciales de uso mili- tar, más de 600 aviones modernos, incluyendo los aviones caza de quinta generación, más de 1 000 helicópteros, 28 complejos de sistemas de misiles S-400, 38 complejos de misiles Iskander-M y más de 2 300 tanques. El 19 de octubre de 2012, Rusia lanzó con éxito un misil balístico intercontinental desde el submarino nuclear “San Jorge el Victo- rioso”, desde el Mar de Ojojsk, en el lejano orien- te de este país. Unos días después, exactamente el 24 de octubre de 2012 nuevamente realizó otra prueba exitosa de un nuevo misil balístico inter- continental (ICBM) lanzado desde el polígono Kapustin Yar en el sur del país. De igual modo, en la segunda quincena de octubre de 2012, Rusia desplegó el mayor ejercicio de su historia reciente con armamento que involucra a su triada nuclear.
La triada nuclear consta de aviones de largo al- cance y misiles nucleares de mar y tierra. Todo ello forma parte de las fuerzas nucleares estratégi- cas y constituyó un recordatorio a los militaristas estadounidenses respecto al stock de armamento nuclear que Rusia tiene en su poder.26
Por el otro, Rusia trabaja en el fortalecimiento de la Unión Aduanera, como embrión de la Unión Euroasiática. La Unión Aduanera fue acordada el 1ro de enero de 2010 por Rusia, Kazajastán y Bie- lorrusia. Se espera que la Unión Aduanera per- mita la formación de la Unión Euroasiática en el 2015. La crisis de la economía europea y estadou- nidense, más la ascensión de la economía China, fueron determinantes en la profundización de la multipolaridad del Sistema Internacional. Otro hito importante de este proceso fue la fundación de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), el 14 de junio de 2001, cuando se estableció el Acuerdo Estratégico Militar entre Rusia y China. Ambas potencias se opusieron a la agresión a Siria y evitaron que fuese aprobada en el Consejo de Se- guridad de la ONU una resolución que aprobara una operación militar aérea contra Damasco. Es- tos hechos deben anotarse como el inicio del punto de inflexión hacia un Sistema Internacional mul- tipolar que, indudablemente, podría proporcionar un mayor nivel de estabilidad y paz a las relaciones internacionales. La tendencia a la multipolaridad, que va ganando adeptos y espacio mundial, se for- talecerá o se debilitará de acuerdo con la dinámica y el fin del conflicto en Siria, en el que Rusia es un jugador de primera fila.
Sobre el fin del sistema de desarrollo global im- perante en los últimos 20 años, incluido el de la unipolaridad, y el nuevo rol de Rusia en la geopo- lítica mundial, la dirigencia rusa ha afirmado que el esquema de un único polo de fuerza es incapaz de garantizar la estabilidad del Sistema Interna- cional, y que el creciente carácter impredecible
25Véase de Fiodor Lukiánov: ¿Quién se hará cargo de Asia Central? Ria Novosti, en Granma, agosto 2012, p. 5. 26Véase datos en el trabajo: “Estructura Multipolar en pleno proceso”, de Enrique Muñoz Gamarra, publicado en su blog personal: www.enriquemunozgamarra.org.
de los procesos económicos y la situación polí- tico-militar demandan una cooperación respon- sable y de confianza entre los Estados, especial- mente de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. La nueva visión crítica de Rusia sobre la política internacional conside- ra que los mayores centros de poder económicos, en lugar de servir de locomotoras del desarrollo y ofrecer mayor estabilidad para la economía mun- dial, cada vez crean más riesgos e incertidumbre. Ante dichos desajustes, Rusia se ha propuesto la reconstrucción de su poderío económico, elimi- nar la pobreza, crear una fuerza laboral profesio- nal y una clase media amplia, para estar a la altura del proceso tectónico de transformación global, expresión de un cambio hacia una nueva época cultural, económica, tecnológica y en la geopolí-
tica mundial.27
La China actual no es todavía la otra superpo- tencia de un nuevo Sistema Internacional bipolar. Por lo tanto, referirse a la China de hoy como una superpotencia, es anticiparse en el tiempo histó- rico. Pero lo cierto es que alcanzará ese rango en las próximas décadas, si la evolución en que ella se desarrolla, desde finales de los años 70 del si- glo XX, continua, y si no se ve afectada por una guerra de connotación regional o mundial. Chi- na es por excelencia la principal potencia asiática, con importante presencia en Europa, África y en expansión hacia América Latina y el Caribe. Casi todos los analistas internacionales prevén que en los próximos años China adelante a los Estados Unidos en el volumen del Producto Interno Bru- to (PIB), y esperan que se convierta en la primera economía a nivel global. Pero, en la actualidad, la nación asiática ya es el líder mundial en muchos ámbitos económicos y sociales.
China lanza una política exterior enfilada a obte- ner reconocimiento y respeto internacional, mien- tras prioriza su desarrollo económico, tecnológico
y militar, en particular en el sector de la marina y del espacio cósmico, donde coopera con Rusia. China militarmente está inmersa en una expansión muy fuerte. Lo que le permitió advertirle a los Estados Unidos, sin temores, sobre el peligro de confronta- ción por el alto riesgo que entraña la militarización del espacio extraterrestre y las constantes manio- bras militares que desarrolla muy cerca de sus cos- tas en torno al conflicto en la península coreana. Al mismo tiempo, debe agregarse las acusaciones, fundadas o no, del Pentágono en el sentido de que China se estaría apropiando de la mayoría de las tecnologías estadounidenses aplicadas a la indus- tria militar y de las innovaciones en el sector ma- nufacturero, a través de sus servicios de inteligen- cia y del espionaje cibernético. En realidad, China hace tiempo que inició la innovación y renovación de sus fuerzas armadas y tecnologías militares, co- locando en pleno movimiento su primer portaa- viones, entre otros tipos de armas modernas.
China, por sus perspectivas, en la futura jerar- quía del Sistema Internacional, es una potencia con la cual la mayoría de los Estados desea impul- sar sus relaciones sobre la base del respeto mu- tuo. Algunos autores prefieren encasillarla en el rango de potencia regional, con un sostenido cre- cimiento económico,28 que evidencia sus poten- cialidades y adapta su comportamiento a la me- dida en que se produce su ascenso en la política internacional. Mientras el Producto Interno Bru- to (PIB) de las potencias tradicionales retrocede, el de China continúa su crecimiento sostenido. Muy relacionado con esto último, si bien el dó- lar estadounidense sigue siendo la moneda más usada (en el 45 % de las transacciones, pues en un día se comercializan en los mercados de divisas mundiales unos cinco billones, equivalentes a una tercera parte del PIB anual de los Estados Unidos, el dólar está perdiendo su estatus como divisa de reserva global, pues algunas de las principales economías mundiales no lo utilizan para comer-
27“Putin asegura el fin de la unipolaridad”, PL. Moscú, 16 de enero de 2012.
28Véase de Jean-François Guilhaudis: Relations Internationales contemporaines. Lexis Nexis, Paris, France, 2010
ciar con China, que mantiene acuerdos similares con Japón, Brasil, India, Rusia y Australia.29 Por lo tanto, es muy difícil no aceptar que, de mante- nerse ese ritmo de ascenso de sus capacidades, el siglo XXI terminaría siendo el de la superpoten- cia China, y que su economía será, en el 2018, la más importante del Sistema Internacional.
Junto con los progresos espectaculares, no de- bemos olvidar que China es hoy una economía emergente, el ingreso promedio de un chino re- presenta todavía menos del 20% de un estadou- nidense. Sin embargo, si un sorprendente proce- so de desestabilización del sistema político chino ocurriese o un cambio geopolítico mundial acon- teciese, como resultado de una guerra provocada por los Estados Unidos o sus aliados, e interrum- pe el progreso de China, queda claro, después de conocido su peso económico y financiero, que una catástrofe de esa naturaleza desencadenaría una grave crisis global de imprevisibles conse- cuencias para la estabilidad y el funcionamiento, en su conjunto, del Sistema Internacional.
Sin embargo, todo parece indicar que China lo- grará evadir todos los desafíos que se visualizan y los peligros de la crisis económica capitalista que, desde el 2008, la amenaza y perjudica, aun- que las mayores afectaciones hayan sido para las economías de la Unión Europea, Estados Unidos, Japón, incluyendo a Rusia.
Es un país de más de mil millones de habitantes, con una economía abierta al mercado y en expan- sión, porque considera que sin ella no le será po- sible acceder al escenario del club de las grandes potencias, y está dotada del arma nuclear. La India se encuentra, en cuanto a su poderío integral, de- trás de China, y su ascenso, como potencia, ha sido menos espectacular o impresionante que el chino. Los inversionistas extranjeros no se interesan por la India, como lo hicieron por China y los Tigres Asiáticos del Este, pero en su poderío ha influido
que no fue fuertemente afectada por la crisis eco- nómica capitalista de las últimas décadas porque el Estado ha tenido una considerable intervención en su economía.
La India sigue muy afectada por la situación de pobreza de amplios sectores de su población. La mi- tad de la población es analfabeta, un niño de cada tres va a la escuela. Sus infraestructuras siguen sien- do insuficientes. La distribución de las riquezas es todavía muy desigual por lo que su imagen inter- nacional sigue siendo asociada al subdesarrollo. La inestabilidad política interna suele asociarse a esos problemas y al separatismo de los Tigres de l’ Assan, en el Noreste, y los Sikh en el Punjab, y las tensiones interconfesionales entre hindúes (85% de la pobla- ción y musulmanes (11% de la población), el blo- queo social que constituye el sistema de castas.
Históricamente, los Estados Unidos han busca- do que la India sea un contrapeso al ascenso del poderío chino. Es esa la razón por la cual no ha sido considerada un rival estratégico en el juego de la política internacional. La India tiene en sus fundamentos de política exterior un alto criterio de la independencia nacional, las relaciones con Rusia son estratégicas en los marcos de la ONU y sin que ninguna de las partes participe en alianzas hostiles que las perjudique mutuamente.
La normalización de relaciones con China ha continuado, independientemente de las contradic- ciones territoriales entre los dos países y la tradi- cional rivalidad en Asia. La india y China coinci- den en el rechazo a la supremacía occidental bajo el liderazgo de los Estados Unidos, la necesidad de un nuevo orden económico internacional, el re- chazo al “derecho” de injerencia humanitaria. Por el momento, a diferencia de China, es más difícil observar en la India una próxima superpotencia.
El conflicto con Pakistán, por el territorio de Cachemira, es preocupante para la seguridad re- gional e internacional, porque se trata de dos Es- tados dotados de armas nucleares, aunque ambas
29El euro ha sufrido el impacto de la crisis económica capitalista, aunque figura como la segunda divisa a nivel global.
partes hayan firmado, en 2007, un acuerdo sobre la reducción de los riesgos de accidentes vincula- dos a las armas nucleares. No obstante, el aspecto nuclear de la India demuestra que ella se piensa y desea en el rango de gran potencia en desarrollo, y no solamente a escala del subcontinente Indio, sino también asiático y del Sistema Internacional. La India no se encuentra en una situación de mi- litarismo deliberado, pero sí tiene gastos milita- res crecientes y participa en la carrera de arma- mentos nucleares y convencionales, priorizando la tecnología espacial, misilistica y la marina. El presupuesto militar de la India, en proporción con el PIB, es superior al de China, pero sus gas- tos todavía son, en volumen, inferiores a los de Francia, Alemania, Reino Unido y bien alejados de los que utiliza los Estados Unidos.
La India y Pakistán firmaron, en 2007, un acuerdo sobre la reducción de riesgos de acciden- te vinculado a las armas nucleares. En lo inmedia- to, la India es una potencia regional en Asia y es la potencia del subcontinente indio, alrededor de la cual giran otros Estados como Bután y Sri Lanka. En la política internacional, es miembro del Mo- vimiento de Países No Alineados, por su ascen- dente poderío, aspira a ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y muestra posiciones más fuertes en la Organización Mun- dial del Comercio (OMC), pero, en sentido gene- ral, está menos presente que China en otros foros y temas, lo que no impide su creciente peso in- ternacional. Por todo eso, la India tiene la volun- tad de llegar y ser reconocida como una gran po- tencia y un polo de poder influyente del Sistema Internacional multipolar. Con esas pretensiones despliega una política activa en el escenario in- ternacional.
Cuando la “guerra fría” concluyó se apreciaba que Japón había alcanzado la condición de gi- gante económico. Por ese poderío ambiciona- ba ocupar un asiento de miembro permanen- te del Consejo de Seguridad, lo que de haberse
concretado significaba su aceptación entre las grandes potencias y la habilitación de su actua- ción internacional, como todos los otros acto- res de mayor significación.
A partir de 1992 se ha visto afectado por la cri- sis económica y financiera, crisis política y crisis del modelo de acumulación. Japón, que parecía particularmente adaptado al mundo del comer- cio, de la competencia y las nuevas tecnologías, ha estado afectado —durante “una década perdi- da”— por la recesión económica, a pesar de los planes de rescate presupuestarios y monetarios.
Entre fines del 2003 y comienzo del 2004, Japón inició el crecimiento económico y, en el 2005, se pensaba que había salido de una década funesta; sin embargo, sus debilidades estructurales no des- aparecieron: envejecimiento de la población, su extrema dependencia desde el punto de vista de la energía, la situación de sus empresas, un siste- ma bancario en dificultades —poco saneado— y una enorme deuda pública, además de que su cre- cimiento también depende del dinamismo de la economía china.
Desde el 2008, Japón como otras potencias ca- pitalistas, cayó en la crisis y estuvo entre los paí- ses capitalistas más severamente afectados. Esta grave y sostenida crisis no debe generar equívo- cos sobre lo que representa Japón para Asia y las relaciones internacionales. Sus pretensiones no se corresponden con la de un Estado subalterno. La experiencia de la crisis y las transformaciones del contexto regional e internacional podrían estimu- lar el ascenso de Japón, dejando atrás la tradicio- nal denominación de enano político. Pero su per- fil sigue siendo el mismo: un Estado que continúa a la sombra, en términos de seguridad y políticos, de los Estados Unidos. Lo que quedó evidenciado cuando decidió integrarse al programa del siste- ma antimisiles de teatro estadounidense. En rea- lidad, la posición de Japón en el Sistema Interna- cional no cambió después del 11 de septiembre de 2001 y de las “guerras contra el terrorismo” desa- tadas por los Estados Unidos.
Los vínculos con los Estados Unidos se fortale- cieron y Japón se ha distinguido por seguir al pie de la letra las orientaciones de Washington, como si fuese un Estado vasallo. El envío de un simbó- lico contingente de 600 hombres a Iraq eviden- ció dicho criterio y puso de manifiesto que no ha abandonado el sueño de convertirse en una po- tencia militar, una perspectiva que pudiera estar en vías de realización tras la declarada revisión del artículo 9 de la constitución pacifista de 1947.
Este es un polo regional en un laberinto mul- tipolar. En un primer círculo encontramos los Estados de su entorno más cercano. Los Estados que tienen la vocación de devenir miembros o as- pirantes al bloque. En este círculo intermedio, la Unión Europea se sitúa entre los Estados que es- tán dentro y afuera, expandiendo su influencia en toda la región.
Todos estos Estados están sometidos a un pro- ceso de interiorización progresiva de los objetivos trazados por las instituciones que, desde Bruselas, conducen la construcción europea. Ellos deben adaptar sus leyes internas a las normas del dere- cho comunitario, desarrollar el denominado Es- tado de derecho, las reglas de la democracia bur- guesa, luchar contra la corrupción, garantizar los derechos humanos y proteger a las minorías. Sus candidaturas los obligan a realizar cambios jurídi- cos e institucionales, considerando que recibirán ventajas en los marcos de la integración en el me- diano plazo.
Es importante también destacar que la consi- derable expansión de la Unión Europea, después de varios años, ha implicado una sensible dismi- nución de los estándares europeos en todos los aspectos que fueron mencionados en el párrafo anterior, porque el proceso de ampliación ha te- nido lugar en una época de desmontaje del Es- tado de Bienestar General, construido con pos- terioridad a la Segunda Guerra Mundial, como resultado de la disminución de los gastos y de las inversiones sociales por la draconiana política
económica neoliberal, también conocida con el nombre de “austeridad”, aplicada por la troi- ka: Comisión Europea, Fondo Monetario Inter- nacional y el Banco Central Europeo, en la que Alemania tiene una enorme influencia, por ser el centro de las “políticas de austeridad”, en su condición de principal potencia económica en la región y, por tanto, locomotora de la construc- ción de la Unión Europea.
Un segundo círculo está constituido por los países que utilizan la “política de vecindad”, polí- tica cuyos contornos geográficos y materiales es- tán todavía mal definidos y no está claro si será admita su entrada al bloque. La lógica de esta po- lítica reposa sobre la atracción y no sobre la domi- nación. Si los países beneficiarios deben plegarse a determinadas condiciones, eso tiene su explica- ción en la esperanza de que ellos obtendrán ven- tajas siguiendo un mecanismo de supuestas reci- procidades para los Estados partes.
Se puede agregar aquí el proyecto de la Unión Mediterránea promovido por Francia, como transformación del proceso de Barcelona, con el fin de fortalecer la influencia de la Unión Euro- pea en un espacio donde los caracteres cultura- les, políticos, económicos son diversos y contras- tan fuertemente con los principios, los valores y los métodos europeos. Pero este proyecto chocó con las fuertes resistencias encontradas en el seno mismo de la Unión Europea, especialmente de Alemania.
En adición, en este espacio se encuentran otras grandes potencias que tienen más vocación de competidores y rivales que de socios e integran- tes de la Unión Europea, tal es el caso de Gran Bretaña, la que sobre varios temas de la agen- da internacional sigue más a los Estados Unidos que a Bruselas, como ocurre con las posturas a asumir sobre la solución del conflicto israelí-pa- lestino.
Existen razones para afirmar que el modelo de construcción de la Unión Europea sigue siendo de orden regional e impulsado por la reconciliación
franco-alemana que constituye el milagro de las re- laciones internacionales después de 1945, en bene- ficio de la paz en el continente europeo. En el 2013, Alemania y Francia conforman el eje de la Unión Europea. Este límite le es consustancial pero, aún extendiendo sus fronteras, la Unión Europea no podría, en las condiciones de crisis económica y financiera, lograr un amplio y sostenido protago- nismo en la reorganización global de los vínculos internacionales. Dado su poderío, ese criterio no excluye una influencia universal e incluso de do- minación de la periferia tercermundista, pero, en todo caso, la Unión Europea neoliberal ha perdido credibilidad y prestigio para mantener una eficaz preponderancia mundial y erguirse en un paradig- ma a seguir por otras naciones o regiones del Siste- ma Internacional.
Toda empresa de dominación mundial de la Unión Europea se ve limitada por su mengua- da dimensión de poder militar. La Unión Euro- pea no está en capacidad de asegurar la segu- ridad internacional, incluso ni a nivel de todo el “viejo continente”. Por si sola ella no puede intervenir con éxito en el exterior. Y su propia seguridad se mantiene bajo un protectorado de los Estados Unidos institucionalizado en la OTAN, que la hace dependiente y subordinada a la estrategia militar estadounidense. Habría que preguntarse si una defensa europea más autónoma podría desarrollarse al interior de la alianza atlántica, como parece aspirar el prota- gónico atlantismo militar de la “nueva” política exterior francesa.
Aun así, los Estados de la Unión Europea tie- nen independencia para expresar sus puntos de vistas en política internacional. En la ONU, por ejemplo, los países miembros de la Unión Euro- pea presentan sus propias posiciones políticas, las que no siempre necesariamente convergen, pues el bloque no ha logrado consolidar una Po- lítica Exterior y de Seguridad Común (PESC). Pese esta debilidad, la Unión Europea no po- dría ser desintegrada desde el exterior, pero sí
fragmentada en su interior como consecuencia de las divisiones de sus Estados miembros por la naturaleza de sus distintas diferencias polí- ticas, objetivos y medios. Los miembros de la Unión Europea son, colectivamente, los princi- pales contribuidores al presupuesto de la ONU
—más de una tercera parte—, pero este vigor financiero no se ha transformado en influencia política.
De todas formas, la Unión Europea es un polo de la multipolaridad del Sistema Internacional del siglo XXI, porque, al oponerse al unilate- ralismo de la política exterior estadounidense, también se contrapone al hegemonismo de la única superpotencia, aunque no lo haga de ma- nera frontal. Sin llegar a una ruptura con los Es- tados Unidos, en el curso de los últimos años, las contradicciones entre ambas partes se hicieron visibles sobre el recurso unilateral del uso de la fuerza contra Iraq, el compromiso de los países europeos con la preservación del Medio Ambien- te, la limitación de las consecuencias del cambio climático mediante la acción multilateral. Muy simbólica ha sido la confrontación desarrollada en torno a la Corte Penal Internacional (CPI). Los Estados Unidos se emplearon en concluir los acuerdos bilaterales con los Estados partes en la Convención de Roma, tendiente a exonerar a sus ciudadanos residentes en el extranjero de la ju- risdicción de la CPI, mientras que los países eu- ropeos luchan contra una pretensión que ellos consideran contraria a la convención. Estas di- vergencias jurídicas llegaron al Consejo de Segu- ridad a propósito de la inmunidad de las fuerzas militares estadounidenses comprometidas en las operaciones de paz. Los países europeos fueron el centro de esta confrontación jurídica que, de forma clara, no pudieron ganar.
En el año 2013 sobresalió la falta de apoyo de Alemania y la desaprobación del parlamento bri- tánico al uso de la fuerza militar de los Estados Unidos contra Siria; y el escándalo en torno al es- pionaje de la Agencia Nacional de Seguridad de
los Estados Unidos (NSA, por sus siglas en inglés) a sus aliados europeos.30 Todo esto demuestra notoriamente que si bien es cierto que los Esta- dos Unidos y la Unión Europea son los baluartes del viejo orden de dominación capitalista a escala planetaria, también en sus proyecciones interna- cionales existe la oposición o rivalidad entre dos concepciones: una que percibe la política inter- nacional desde la primacía del multilateralismo y el derecho internacional y otra sustentada en la coerción, la presión y el uso de la fuerza, ponien- do trabas al cumplimiento de las normas del de- recho internacional.
En términos constitucionales, la Unión Euro- pea es una entidad separada del poder y de las instituciones de los Estados Unidos y, en perspec- tiva, es un anhelo de muchos Estados europeos, y en otras regiones, que pueda evolucionar hacia un factor de equilibrio en un Sistema Internacional multipolar.
En este sentido, la futura redefinición de los vínculos con los Estados Unidos constituye para la Unión Europea un asunto esencial. En el plano económico y financiero, la sensibilidad y la vulne- rabilidad de los países europeos, en la actual co- yuntura de la crisis del Euro, es muy fuerte. De ahí la idea promovida por Alemania de una zona de libre comercio entre la Unión Europea y los Esta- dos Unidos que reforzaría sus interdependencias económicas. Lo que, de producirse, sería la cons- trucción de una OTAN económica que podría ati- zar la competencia y las rivalidades entre las eco- nomías capitalistas. En el plano de la seguridad muy poco debe variar, pues existe cooperación en la “lucha contra el terrorismo” y la proliferación de armas de destrucción masiva, dos temas en que ambas partes tiene una visión politizada en defensa de Israel, mientras discriminan y agreden a Irán y Siria. En el plano político, una rivalidad
silenciosa existe entre la OTAN y la Unión Euro- pea: los Estados Unidos utilizan la alianza militar como un mecanismo de coacción para influir so- bre la adhesión a la Unión Europea, y tienden así a orientar y controlar su expansión evocando una alianza occidental de democracias en un hipoté- tico Sistema Internacional sin fronteras desde la América del Norte hasta Australia.
Todo esto indica que en la globalización actual de las relaciones internacionales, la interdependencia entre las nuevas configuraciones de poder pudiera funcionar en beneficio de unos y otros, y que el de- bilitamiento del poderío de los Estados Unidos ofre- ce oportunidades para una mayor influencia de las potencias emergentes y un mayor margen de actua- ción para los Estados de la periferia capitalista, in- cluyendo a aquellos que, al igual que Cuba, poseen sus propias características políticas y económicas. En el caso específico de la Unión Europea, valdría la pena cuestionarse si ella sabrá dotarse de los instru- mentos indispensables que le permitan convertirse en una superpotencia en el siglo XXI, en un actor integral de las relaciones internacionales que deje atrás la época en que sobresalió como un peón de la dominación de los Estados Unidos.
Atisbando las próximas décadas del Sistema Internacional del siglo XXI, el desafío estadouni- dense no está solamente en una Unión Europea que disienta con mayor frecuencia a su exacerba- do militarismo y a sus políticas en general, sino también en las grandes potencias emergentes, o re-emergentes que, como Rusia, se desarrollan si- guiendo una lógica muy diferente a la unipolari- dad estadounidense, y sin abandonar sus preten- siones de gran potencia, pretenden contribuir a un diseño prospectivo diferente de las relaciones internacionales.
Frente a Rusia, la Unión Europea administra con cuidado su dependencia energética; frente a
30El diario británico The Guardian (www.theguardian.com/) reveló, el 24 de octubre de 2013, que la agencia de Segu- ridad Nacional de los Estados Unidos intervino los teléfonos de 35 líderes mundiales, lo que indignó a los dirigentes de las potencias europeas, quienes calificaron de inaceptables el hecho de espiar amigos y trasladaron sus quejas al presidente estadounidense Barack Obama.
otras potencias emergentes como China y la In- dia, asume la competencia por los hidrocarburos y las materias primas; frente a otros productores, acepta la rivalidad en el sector de las exportacio- nes agrícolas; frente a un número creciente de países, ha visto una reducción de la competitivi- dad de sus servicios; el proceso de deslocalización hacia las potencias emergentes contribuyen a re- ducir su aparato industrial; pocos de sus socios están dispuestos a negociar la política que reduce los flujos migratorios. En el seno de la Organiza- ción Mundial del Comercio (OMC), la Unión Eu- ropea dispone de una fuerte capacidad de nego- ciación, pero esta institución internacional se ha mostrado paralizada frente a los acuerdos regio- nales y bilaterales que tienden a sustituir las reglas multilaterales.
Mientras tanto, persiste la conflictividad inter- nacional y los peligros de guerras regionales, que la existencia misma de la Unión Europea, como actor internacional, no ha podido evitar. Por ejem- plo, Sudan versus Sudan del Sur, Kosovo versus Serbia, Armenia versus Azerbaiyán, Arabia Saudi- ta e Israel versus Irán, Turquía versus Siria, Corea del Sur versus Corea del Norte y la permanente agresión de Israel contra el pueblo palestino, entre otros. Todo virtualmente bajo el arbitraje de los Estados Unidos, Rusia y China. Esta estratagema es una consecuencia de todo lo anterior, es decir, de la incapacidad estadounidense de imponer su dominación integral en el Sistema Internacional del siglo XXI, y de sobrepasar el poderío de Ru- sia, en lo que respecta al armamento estratégico, y China, en el plano económico-comercial. Esta será una de las características del Sistema Interna- cional multipolar y multicéntrico predecible para las próximas décadas del siglo XXI.
Brasil desplazó al Reino Unido como sexta eco- nomía mundial, detrás de los Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Francia. Aunque Brasil es la primera economía latinoamericana, necesita al menos 20 años para alcanzar el nivel de vida
europeo, porque todavía requiere invertir más en las áreas social y económica, creciendo más que los países europeos, para aumentar el empleo y la renta de la población. Brasil forma parte del grupo de naciones emergentes que conforman el mecanismo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), las llamadas nuevas potencias emergentes del siglo XXI, que han puesto en duda el predominio único de los Estados Unidos en el Sistema Internacional de la posguerra fría. El cre- ciente peso económico de las potencias emergen- tes en el cambio de la configuración de fuerzas en el escenario internacional, ha hecho que el centro de gravedad mundial ya no está solo en los paí- ses del centro capitalista más desarrollado. En este contexto, la tendencia es que Brasil se mantenga entre las mayores economías del Sistema Interna- cional en los próximos años.
Los éxitos económicos de Brasil están en línea directa con las políticas económicas y sociales puestas en práctica durante los dos periodos pre- sidenciales de Luiz Inácio Lula da Silva y durante el mandato de Dilma Rousseff. Este gigante su- ramericano, que es el tercer país más grande del hemisferio con una superficie territorial de alre- dedor de 8,5 millones de km², que lo convierte en el más extenso de América del Sur, está llamado a ser, por la integralidad de sus dimensiones del poder, el líder natural de la región y la locomotora que impulse el desarrollo del polo suramericano. América Latina y el Caribe es el único polo del Sistema Internacional con gobiernos antineoli- berales que construyen procesos de integración regional autónomos respecto de los Estados Uni- dos. Aun cuando tuvieron lugar en la época de la profunda y prolongada crisis económica de los países del centro capitalista, esos países latinoa- mericanos antineoliberales no han dejado de ex- pandir sus economías y, sobre todo, de combatir
la miseria y la desigualdad social.
Gracias a la existencia de la Revolución Cuba- na y a la estrategia diseñada por la Revolución Bolivariana de Venezuela se lograron acercar las
relaciones de todos los países de América Latina y el Caribe. Los resultados concretos en política internacional se encuentran en el despliegue de los mecanismos de integración como PETROCA- RIBE, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la Comunidad de Es- tados de Latinoamérica y el Caribe (CELAC), y el ingreso al Mercado Común del Sur (MERCO- SUR). De carácter estratégico ha sido el desarrollo de una televisión contrahegemónica desde el Sur (Tele-Sur) y el interés de lograr una nueva arqui- tectura financiera regional y mundial, con la crea- ción del Banco del Sur, que ha sido aprobado por la mayoría de los países de la región.
La política exterior bolivariana también impactó a África. Entre los importantes avances en las re- laciones con esta región, se destacan las cumbres de los países de América del Sur y África (ASA); y cada vez cobran más vitalidad los vínculos de
Caracas con China, Rusia, Vietnam, Corea del Norte, Irán, Bielorrusia y, en general, con todos los países europeos, siempre en el marco del respeto a la soberanía y la libre determinación de los pue- blos. En ningún otro periodo de su historia, Vene- zuela desarrolló una política exterior tan amplia, solidaria y diversa en beneficio propio y de otras naciones.
En esos escenarios de multipolaridad, las revo- luciones en Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador, representan la concertación de una avanzada del polo de América Latina y el Caribe hacia la cons- trucción de cinco polos de poder plural e ideales que favorezcan un genuino proceso revolucionario y la construcción, por diversos Estados, del Socia- lismo en el siglo XXI, cuando todavía el imperialis- mo sigue siendo la antesala de la Revolución social, según lo advirtió Lenin en el año 1917; pero ahora en una proporción más globalizada del conflicto Norte-Sur en las relaciones internacionales.