Cuadernos de Nuestra América/Nueva Época/No. 012 / julio-septiembre 2024/
RNPS: 2529 /ISSN: 2959-9849/140 pp.
Nuestra América y Medio Oriente resisten ante las incursiones estadounidenses
Our America and the Middle East resist American incursions
Fecha de recepción: junio 2024
Fecha de aceptación: junio 2024
Dr. C. Martín Martinelli
Doctor en Ciencias Sociales. Historiador. Universidad Nacional de Luján. Co-coordinador del Grupo Especial Revista Al-Zeytun/CLACSO “Palestina y América Latina” (2019-2022) por el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe de la Universidad de Buenos Aires. Director del Observatorio Geohistórico (UNLu).
Email: martinellima1982@gmail.com
ORCID: 0009-0003-9990-616X
Resumen
Nuestra intención es comparar, en la etapa de la posguerra fría, las políticas apuntadas hacia el Medio Oriente ampliado, mediante invasiones directas, con las dirigidas hacia América Latina, cuyas sanciones económicas y medidas coercitivas buscaron erosionar los movimientos insurgentes. La hoja de ruta de intervenciones en Asia Occidental y Norte de África se estableció para, mediante un “caos constructivo”, intentar reconfigurar las fronteras, o las relaciones de poder, y conducir las palancas de dominación frente a las potencias competidoras. Desde 2001-2005 se intentó frenar el eje ruso-chino. Abordaremos la diferencia entre los impulsos dirigidos por el desarrollo beligerante dirigida a Asia Occidental. Mientras que a Nuestra América se le impuso una estrategia de dominación con otros mecanismos, una Doctrina Monroe para el siglo xxi. Es decir, coordinaron políticas para socavar y debilitar las autonomías de ambas regiones con patrones diferentes y generaron distintas formas de resistencia y organización.
Palabras clave: Nuestra América, imperialismo, geopolítica.
Abstract
Our intention is to compare, in the post-Cold War stage, the policies aimed towards the expanded Middle East, through direct invasions, with those directed towards Latin America whose economic sanctions and coercive measures sought to erode insurgent movements. The roadmap of interventions in Western Asia and North Africa was established to, through “constructive chaos,” attempt to reconfigure borders or power relations and drive the levers of domination against competing powers. From 2001-2005, attempts were made to stop the Russian-Chinese axis. We will address the difference between the belligerent development impulses directed at Western Asia. While a strategy of domination with other mechanisms was imposed on Our America, a Monroe Doctrine for the 21st century. That is, they coordinated policies to undermine and weaken the autonomies of both regions with different patterns and generated different forms of resistance and organization.
Keywords: Our America, imperialism, geopolitics.
Introducción
Desde nuestro paradigma de reconfiguración del sistema mundial e imperial al que asistimos, abordaremos la lógica de la política exterior de los Estados Unidos hacia dos áreas en particular. Esa interrelación intercede en los asuntos de Medio Oriente ampliado. El marco temporal investigado será el de las últimas dos décadas. Desde la doctrina Rumsfeld hasta la actual, pasando por el pivot to Asia. La primera parte se aboca a las formas de dominación estructurales de Estados Unidos en la etapa unipolar. En la segunda, la incidencia directa hacia Medio Oriente con los casos de Arabia Saudí e Irán principalmente, y en la tercera, se debatirá su presión sobre Nuestra América, en particular Argentina y Brasil, por cómo estos países, excepto Argentina, forman parte de un nuevo realineamiento en el BRICS+ (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, más Irán, Arabia Saudita, Egipto, Etiopía y Emiratos Árabes Unidos).
El esquema de violencia simbólica y material a nivel mundial, desde 1945 sobre todo, se acrecentó en el 1990, con lo que los Estados Unidos denominaron la “guerra contra el terrorismo”. Esos bombardeos retóricos acompañados de diferentes guerras e invasiones a países periféricos de Medio Oriente (pero también en la ex Yugoslavia), se está redirigiendo mientras se reconfigura el sistema mundial, hacia el poder geoeconómico chino, acompañado de la alianza estratégica con el entramado geopolítico de Rusia, a los que se suma Irán.
Esta investigación incorpora una visión integral, sistémica, del siglo xxi. Teniendo presente un enfoque del mundo desde la llamada “Guerra Fría”, que no lo fue tanto. Indagaremos sobre cómo este se ha ido modificando en las últimas cuatro décadas a partir de formas diferentes del sistema capitalista y por ende del imperialismo, mientras surgen otras variantes híbridas con otros modos de producción.
El imperialismo del siglo xxi desarrolla características propias. Una arquitectura es el sistema imperial (Katz, 2023) dominado por Estados Unidos. Otra propuesta, también reciente, es la del historiador indio Vijay Prashad y el grupo que dirige, quienes consideran que estamos en transición a una nueva etapa de hiperimperialismo (Cernadas y otros, 2024). Lleva a una mayor escala los métodos de coerción y violencia, los cuales aquí enfocaremos hacia dos regiones en particular Medio Oriente y América Latina. Este estudio explora cómo el declive de la hegemonía del Norte Global ha cambiado el panorama geopolítico y ha abierto nuevas posibilidades para el Sur Global.
El sistema imperial difiere del clásico, ha mutado luego de la implosión de la Unión Soviética (1989-1991), y en los últimos quince años (2008-2024) se modificó por el ascenso implacable de China y la recomposición de un poder militar ruso (Martinelli, 2023a), junto al estancamiento o crisis de Europa y Japón. Desde 1945 hasta la actualidad, pese a los diferentes niveles de tensión entre las potencias, eso no derivó en enfrentamientos militares directos entre estas. Actualmente estamos pasando a una nueva etapa de hiperimperialismo.
Diferentes ejes de la resistencia han ido surgiendo frente al dispositivo imperial. Estos lo componen una variedad de relaciones y agrupaciones, desde el triángulo geoestratégico China, Rusia e Irán (Martinelli, 2024b), hasta Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia en América, o el eje de la resistencia en Asia occidental, y los países del Sahel como Burkina Faso, Níger, Senegal y Malí. Tienen en común buscar formas que contrarresten los mecanismos de neocolonialismo y neoimperialismo a los que se los pretende someter.
Estados Unidos tras el final de la “Guerra Fría”
En las últimas tres décadas, la potencia norteamericana viene ejerciendo un papel de liderazgo más intervencionista, con una serie de intervenciones militares en la región denominada “Medio Oriente ampliado”, desde Afganistán hasta Libia. Mientras que China ejerce otro tipo de intervención en el aspecto de mayor dependencia geoeconómica desde la instauración de la Nueva Ruta de la Seda en 2013 (Zhang, 2018), hasta la intermediación en el conflicto saudí-iraní para su resolución.
Estados Unidos ha pretendido ejercer una unipolaridad bosquejada en el Proyecto del Nuevo Siglo Americano (PNAC por sus siglas en inglés). La dimensión geopolítica militar es clave para concebir el imperialismo. Esto se sustenta en una base económica que utiliza con una serie de estrategias de dominación. Combina la violencia con el consentimiento (Martinelli, 2023b; Anderson, 2013) y hace valer un poder implícito (soft power) que se asienta en el poder explícito (hard power), diferente de las teorías que reemplazan el imperialismo por la hegemonía como concepto ordenador de la geopolítica contemporánea en el tablero mundial.
De aquí se desprenden dos aspectos que se deben considerar, las lógicas geopolíticas territorial y la económica capitalista, y cómo ambas inciden en diferentes sentidos en las decisiones de la geoestrategia exterior de China, Rusia e Irán (Martinelli, 2024b). Las diferentes estructuras imperiales no son equivalentes con el mismo desarrollo económico de cada una, dado que el empleo de la fuerza, o las intervenciones militares fuera de su territorio no se condicen con la supremacía económica correspondiente. India o China enfrentan tensiones por cuestiones limítrofes, sin embargo, todavía no disputan en lo militar alejados de su territorio. A futuro, debería observarse en que derivan las ampliaciones económicas más allá de sus zonas de influencia circundantes. Y cómo cambia la ubicación en la estructura económica de centro, semiperiferia y periferia.
Hiperimperialismo
Es evidente que la nueva configuración imperialista se sostiene en masacres bélicas sistemáticas, pero los escenarios de estas batallas son periféricos y no por medio de la guerra entre potencias. El Estado imperial no actúa siempre de común acuerdo, sino que interactúan diferentes centros de poder, tanto interno como externos.
Desde 1991, Medio Oriente ha ocupado el escenario político mundial: el bombardeo aéreo de Afganistán, la expansión a través de Cisjordania, la ocupación de Iraq, el acordonamiento de Irán, una nueva invasión del Líbano, la intervención en Somalia, el problema del Kurdistán, la crisis en Siria, la batalla de Yemen, la cuestión palestina, la confrontación y competencia hegemónica entre potencias, ahora el avance del BRICS+ y la Organización para la Cooperación de Shanghái (OCS).
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que cumple 75 años, se consolidó en un contexto de carrera armamentística, espacial y nuclear, e ideológica, con sus oponentes: la Unión Soviética y sus aliados. En 1999, la OTAN (sobreviviente a su opuesto Pacto de Varsovia, 1955-1991) destruye y disecciona Yugoslavia, convirtiéndola en seis países: Bosnia y Herzegovina, Croacia, Montenegro, Macedonia del Norte, Serbia y Eslovenia (más Kosovo). Como las guerras mundiales, parte de la Guerra Fría, o la crisis Ucrania-Rusia-OTAN, ocurrida en la propia Europa, devienen una “balcanización”; incluso ahora se habla de yugoslavización, el “divide y reinarás”.
Esta organización militar, actualmente, está en expansión (32 países) bajo las prerrogativas de la anglósfera. En la expansión de la OTAN y de cercamiento a Irán, China y Rusia, ingresan en: 2002, Lituania, Letonia y Estonia (hasta 1991 integrantes de la ex Unión Soviética); en 2004, Rumania, Bulgaria, Eslovaquia y Eslovenia; en 2009, Albania y Croacia; en 2017, Montenegro; en 2020, Macedonia del Norte y en 2023, Finlandia. De los 30 países de la OTAN, 14 son países de la ex Unión Soviética. Esto se realizó incumpliendo las promesas de Estados Unidos de no expandir la OTAN más allá de Alemania Oriental. A estos se suman los aliados más directos como Japón, Canadá, Australia, Corea del Sur, Israel, entre otros.
En 2001 emerge la OCS, la alianza China-Rusia (y con el acople de Irán), temida por el país anglosajón. Al mismo tiempo, el nuevo imperialismo se resume en los monopolios de producción y circulación, del capital financiero, del dólar estadounidense y la propiedad intelectual, y de la alianza oligárquica internacional que facilita la base económica para la política monetaria y las amenazas bélicas que la sostienen, siendo este último punto la esencia económica y la tendencia general (Enfu y Baolin, 2021).
Estados Unidos construyó diferentes enemigos a lo largo de su historia (Martinelli, 2020). Ya se preocupaba por el ascenso chino, sus condiciones militares y cómo sería distinto al anterior de un Japón que pudo frenar. Se muestra como potencia agresora, tanto por los círculos de contención hacia China, que busca incrementar, al organizar el AUKUS junto con Australia, Reino Unido y el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD, por sus siglas en inglés), el cuadrilátero, liderando a Japón, Australia e India, hacia el Índico en el “Collar de Perlas”. Otros lugares de tensión son el mar Meridional de la China (su zona de influencia inmediata) y sobre todo la cuestión de Taiwán, considerada por el gigante asiático como parte de su territorio bajo la política de “Una sola China”.
Estados Unidos impulsa sanciones económicas unilaterales, posee siete comandos geográficos, numerosas bases militares (más de 900), unas cien intervenciones militares en los últimos treinta años, un belicismo estructural como mayor exportador y presupuesto militar, bases rodeando a los principales competidores hegemónicos y bloqueando otros aliados, y la sumisión de los principales derrotados en la Segunda Guerra Mundial (SGM), Japón y Alemania. Subordina a sus intereses a Corea del Sur, Australia, Japón, Reino Unido e Israel, Italia y Alemania en otros niveles y Francia en menor medida. Francia con Reino Unido continúa con métodos neocolonialistas y neoimperalistas en África, Malvinas y otras regiones.
Existe un imperialismo colectivo que domina Estados Unidos, al cual se acopla la OTAN, y se añaden el AUKUS y el QUAD. Eso se complementa con una división geoestratégica en las siete flotas y los comandos de Estados Unidos: norte (Norteamérica), sur de Estados Unidos (Sudamérica), central (Medio Oriente ampliado), Mando Europeo del Pacífico (área Indo-Pacífico), Mando África, y otros cuatro funcionales: Estratégico, de Operaciones Especiales, de Transporte y Cibernético.
La nueva guerra fría y el sistema imperial
El sistema imperial se basa en tres tipos de estructuras que refieren al imperialismo colectivo, y podríamos sumar una cuarta. La primera actúa con una manera de organización, con diferentes niveles de alianza y de jerarquía. Al poder decisor estadounidense se articulan las potencias alterimperiales (son socios con un potencial de competidores económicos), cuya lógica tiene cierta independencia, pero se subordinan al primero, se suman Inglaterra y Francia, los mayores imperios coloniales hasta la Primera Guerra Mundial, o Alemania y Japón (con Italia), los grandes derrotados de la Segunda Guerra Mundial, y en otro nivel países apéndices coimperiales como Israel, Australia o Canadá, y de manera distinta Corea del Sur y los demás integrantes de la OTAN.
La segunda estructura se refiere a un concepto parte de los debates actuales como “Imperio en gestación”, no son hegemónicos, y debería evaluarse su posible aplicación a Rusia y China (aunque varios de sus indicadores económicos difieran). Smith (2019) expone sobre la posición de Rusia en el mundo mediante el papel que desempeña en los monopolios capitalistas, en el sistema imperialista mundial, la naturaleza de su comercio de exportación, su exportación de capital, el papel mundial de su capital financiero y su poder militar.
Más allá de esa consideración, no constituyen parte del entramado de dominio liderado por Estados Unidos. Sus despliegues se diferencian por sus pasados recientes respecto de la ex Unión Soviética. Y China, no obstante, cumplió un ascenso inusitado que la precipita a disputar espacios geoeconómicos, al asumir una restauración capitalista incompleta, queda fuera de la categoría imperialista.
El tercer escalafón lo ocupan países emergentes subpotencias. Como en los casos anteriores, no se establece una correspondencia automática entre su desarrollo económico y su accionar geopolítico (las lógicas económica y geopolítica). Se caracterizan en realidad por ampliar su esfera de influencia hegemónica regional a partir de la disuasión o la injerencia de sus ejércitos en conflictos cercanos a su territorio. La región de Medio Oriente es donde podemos encontrar los casos más aplicables a esta idea.
Arabia Saudí cada vez se asocia económicamente más a China en la última década, pero ha sido el sostén del petrodólar durante medio siglo. Turquía, cuya posición geoestratégica le profiere un papel más ambivalente de lo que su adscripción a la OTAN indica. E Irán, que posee ambiciones regionales, pero es el que más abiertamente se opone a las lógicas de dominio estadounidenses (como lo ejemplifican las sanciones y la salida unilateral de la potencia norteamericana del acuerdo nuclear en 2018).
Y la cuarta condición se trata de los países que resisten a las disputas de las diferentes potencias en sus territorios, pero soportan el interés por conseguir sus recursos. La tensión se produce en el Sahel, en África en general, o mediante la coacción en América Latina, y en Medio Oriente, Norte de África y Asia Central. Otra situación que se debe considerar en ese sentido, son las regiones de mayor tensión actual.
Medio Oriente y la política exterior estadounidense
La política exterior de Estados Unidos hacia Medio Oriente ha sido de un uso de la fuerza y de colaboración con minorías, mientras buscó alianzas que en varios casos desmanteló luego, con otros países. Desde 2001, su imperialismo ha generado consecuencias catas-tróficas, con más de 900 mil muertos, 37 millones de refugiados, un gasto frenético de 8 billones de dólares, en la denominada “guerra contra el terrorismo” según Brown University.
Cuando el país no accede a los medios de consentimiento, se aplica la fuerza al mismo tiempo que se lo rodea de bases militares (Martinelli, 2022b, 2024b). Esto se pueden advertir en los mapas donde se ven las bases en toda Europa, llegando hasta los límites de Rusia, rodeando a Irán y acercándose a China.
El caso de la invasión a Afganistán en 2001 tuvo ese objetivo. Es un país estratégico para la OTAN: le ofrecería una ventaja geopolítica única sobre China, Rusia, India e Irán, siendo la plataforma para aplicar la doctrina Wolfowitz, que propone prevenir el surgimiento de un poder regional o global que pueda cuestionar la hegemonía de Estados Unidos. Está rodeado de esas cuatro potencias nucleares con ambiciones regionales.
Ese país sufrió cuatro décadas de belicosidad (1979-2021), mientras que la potencia norteamericana se retiró luego de veinte años de ocupación. Además de la cercanía a esas potencias euroasiáticas como Irán y nucleares como Rusia, China, India y Pakistán, la importancia geoeconómica de la región se debe en parte a los gasoductos, los pipelineistan (Escobar, 2022) en Afganistán, Tayikistán, Uzbekistán, Pakistán, Kirguistán, Kazajistán y Turkmenistán, como también a sus recursos y a ser vía de diversos trayectos que conectan Eurasia.
La construcción de enemigos en el discurso de mundo unipolar trataba de cercar a países con mayor potencialidad como Irán, Rusia (en el espacio postsoviético) y China, por eso, la intención de dominar sus regiones aledañas.
La hoja de ruta de intervenciones en Medio Oriente ampliado para controlar el petróleo y el gas, e intentar rediseñar las fronteras o las relaciones de poder, incluso quebrando las estructuras estatales de varios países, tuvo en vista, desde al menos la crisis de 2008, intentar frenar el eje ruso-chino que no solo involucra a esos dos países, pues podríamos sumar también a la India, que mantiene una situación de posible alianza y cercanía.
Los cambios en intensidad de Washington se producen para ocupar el espacio de poder dejado por los soviéticos y denotan la constante expansión estadounidense en la región, que también coincide con la expansión al este de la OTAN. Algunos hechos que se deben considerar: en 1991, Estados Unidos derrota a Irak, que se retira de Kuwait. La Unión Soviética se desintegra en 15 estados independientes. En 1997, el PNAC aboga por la hegemonía mundial y la capacidad estadounidense de librar múltiples guerras simultáneas.
En 2001, se proclama la OCS con China y Rusia, y pocos meses después Bush anuncia la “guerra contra el terrorismo”, y en octubre Estados Unidos invade Afganistán. En 2003, la potencia americana vuelve a invadir Irak. En 2008, durante la crisis capitalista había unas mil bases militares de ese país en el extranjero y seis mil en su interior. Y en 2011, las rebeliones árabes comparten la escena con la invasión sobre Libia y el comienzo del conflicto sirio. Estados Unidos propone el cerco a China, país que desenvuelve el Puente Terrestre Euroasiático. Poco después Rusia, al promediar la década se involucra directamente en Siria.
En las dos décadas recientes, 2001-2021, algunos factores entrelazados del sistema mundo incidieron sobre el Medio Oriente extenso. Estados Unidos comienza su estrategia de “Proyecto para el Nuevo Siglo Americano”. Pretende imponer una “Hegemonía Liberal” bajo tres principios: la teoría de la paz democrática, las instituciones internacionales, y los beneficios derivados de la liberalización económica.
Invade Afganistán (2001), Iraq (1991, 2003-2021), en medio, la crisis capitalista de 2008, Libia (2011), injerencia en Siria (2012) —donde es más notoria la intervención internacional y regional—, y apoya la invasión saudí en Yemen (2015). Además, el apoyo incondicional a Israel frente a los palestinos y Hezbolla, la alianza con Arabia Saudita y la aparición del ISIS (2014), más el acuerdo nuclear con Irán (2015). Esas incursiones quedaron atascadas hasta la actualidad, con países devastados, miles de refugiados, y consecuencias sociales críticas.
Sangre por petróleo
Esta etapa se caracterizó por la pretensión estadounidense de recolonizar la región, a partir de Iraq (1991 y 2003) y luego Afganistán (2001), con una recomposición en su sistema de alianzas, manteniendo Israel su papel coimperial y Arabia Saudita con nuevas bases militares allí. Basta observar los sucesivos mapas de Medio Oriente, sus independencias y sus enfrentamientos bélicos (1948, 1967, 1973, 2001, 2021) para constatar la atmósfera de confrontación.
El propósito estadounidense de la dominación mundial, en el siglo xxi, pasa por la energía y la seguridad (en China por el impulso económico y tecnológico). Por ello, buscó controlar la cuenca del Mar Caspio, el Golfo Pérsico, las zonas donde hubiese estos minerales en América Latina (Venezuela) y África (Libia, Nigeria). Asimismo, en la primera década de esta centuria, se emplearon los epítetos: “sangre por petróleo”, “guerra por el petróleo” o la propia “guerra contra el terrorismo” (Klare, 2004).
El papel de esta región es considerable por una serie de razones y procesos, la energía global (producción, tránsito, precios y conflictos), los refugiados, la seguridad del Golfo Pérsico, la no proliferación nuclear, el Islam político, los actores no estatales (como Jizbalá y Hamas), la cuestión israelí-palestina, guerras civiles como en Siria, tensiones regionales (como la rivalidad saudí-iraní), el BRI chino, así como como otros.
Asia sudoccidental pasa a ser la más invadida por Estados Unidos, junto a la constante ocupación militar de Palestina. Una arista para comprender las dinámicas regionales son los intereses, alianzas y roles de países subpotencias como Turquía o Irán —con ambivalencias—, y aliados históricos del hegemón norteamericano como Israel y Arabia Saudita, pero en este caso es donde se observa un cambio desde el acercamiento con China en 2016, que se fraguó con su ingreso al BRICS+ y como socio de diálogo en la OCS. A su vez, estos países dirimen sus diferencias en terceros países, pero no se enfrentan directamente.
Si relevamos las guerras e invasiones sufridas en la región de Asia Occidental, lo novedoso es que se han acentuado de manera notoria. Esa beligerancia estuvo escoltada por la caracterización del enemigo musulmán como el enemigo per se de “occidente” en reemplazo del ya en declive “Oso rojo” (Martinelli, 2020).
Las teorías para estigmatizar a los habitantes de esa región procuraban interpretar sus diferencias políticas como conflictos religiosos, para así usarlos como libreto colonialista de las incursiones en la región. Esos estereotipos para asociar al islamismo con el terrorismo, se usaron como pretexto en la pretensión estadounidense de recuperar la dominación imperial global a través del control de la zona. Allí se condensan enfrentamientos entre potencias, batallas democráticas y resistencias antiimperialistas. Por ejemplo, conquistas del movimiento nacional kurdo (en zonas autónomas) bajo la coyuntural protección cambiante de Estados Unidos (Katz, 2023).
El eje de la resistencia
El eje de la resistencia es una organización informal surgida como oposición a las consideraciones del “eje del mal” de 2002, y carece de una fecha de surgimiento específica. En la historia reciente, debemos ponderar los fracasos en los objetivos de Estados Unidos, tanto en Iraq como en Afganistán. Hasta 2020, Qassem Soleimani, es el gran arquitecto de este movimiento, incluso muchos lo consideran el “Che” Guevara de Medio Oriente, que tenía como objetivo general, el retroceso del avance estadounidense en la región.
El eje de la resistencia intenta contrarrestar las incursiones del imperialismo estadounidense con su brazo israelí en la región. Se trata de guerrillas o formaciones no estatales, diferentes de los ejércitos regulares que los componen. Países que han estado asediados y por ende debilitados en sus estructuras estatales y sociales. Ello permitió un acercamiento en la normalización que buscó Israel con varios de ellos.
Los hutíes, como se suele denominar a los integrantes de Ansarralla, son un grupo surgido en Yemén, desde la resistencia. En un país bombardeado desde 2015 por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Actúan en uno de los puntos geoestratégicos más densos, el Estrecho de Bab al-Mandab. Eso lo denota el tráfico comercial y de hidrocarburos, así como la cantidad de bases de las potencias (Francia, Estados Unidos, la única de China, alojadas en la costa de enfrente en Yibuti. En conjunto con el Estrecho de Ormuz, se erige parte del eje de la resistencia desde Irán hasta Yemen. En el norte las agrupaciones que lo integran son junto con los hutíes de Yemen, Siria; Jizbalá en Líbano, y Hamas y la Yijad islámica en Palestina; Badr, Kataeb Hezbolá y Asaib Ahl al Haq en Iraq y la Guardia Revolucionaria en Irán.
Los hutíes atacaron buques mercantes relacionados con Israel como forma de pedir el cese al fuego contra los palestinos gazatíes. Eso genera sorpresa mundial por provenir de un país que fue bombardeado durante años por Arabia Saudita y Emiratos Árabes con la venia de Estados Unidos, quien en la actualidad atacó el puerto yemení de Hodeida junto con el Reino Unido. Además, de ver la disparidad de potencia militar entre unos y otros, eso muestra quienes están más interesados en los movimientos israelíes en la región, las potencias militares anglosajonas tratando de detener por ese medio su pérdida de potencial económico y financiero.
Los movimientos más recientes en las placas tectónicas de la región generaron que países enfrentados, o en un nivel de tensión y rivalidad, ahora se hayan ido acercando, como Irán y Arabia Saudita. Por ejemplo, en lo estructural, en dos grandes organizaciones, y sobre todo en el realineamiento del tablero mundial que es el BRICS+ o BRICS10. Esa ampliación muestra varios desarrollos.
El eje de la resistencia es parte del acercamiento de Irán a Rusia y China, por los cambios de la última década de una recomposición del poder de varios actores de la región materializado en los ingresos de Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, Irán y Arabia Saudita. La magnitud de este cambio es algo que podría ser impensable una o dos décadas atrás en pleno apogeo de la unipolaridad estadounidense.
Esos son algunos de los intereses geopolíticos detrás de estos meses de bombardeos israelíes sobre los palestinos. Las cifras de muertos, heridos y desplazados resultan estrepitosas. Superan la expulsión de palestinos de 1948 y más que duplican el poder de fuego del mayor atentado terrorista de la historia, las bombas nucleares que el ejército estadounidense arrojó sobre Hiroshima y Nagasaki, y abrieron la era actual, que está en cuestionamiento.
En el caso de Hamas, esta organización política, social y también con un brazo de guerrilla, plantea tres objetivos principales: “la creación de un Estado palestino independiente, la liberación de los prisioneros palestinos encerrados en las cárceles israelíes y el fin de las incursiones de colonos y policías israelíes en la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén”. Actualmente, se acerca a Fatah para buscar una coalición de gobierno unitario, también con la mediación de la cada vez más influyente diplomacia china, y forma parte de los pedidos de aceptar a Palestina en la Organización de Naciones Unidas (ONU) como miembro pleno. Esto último le daría reconocimiento y protección internacional, en caso de que se pudiese frenar la ayuda ingente de Estados Unidos, sostén irremplazable para el comportamiento belicista de Israel.
Estas organizaciones de variada orientación, poseen un accionar con independencia, pero con un objetivo común: erosionar el poder militar estadounidense en sus países como paso previo a la liberación de Palestina. Mientras tanto, Estados Unidos con su apoyo en la zona, tratan de mostrar aislar a estas organizaciones y colocarles el mote de terroristas.
Irán impulsó un giro hacia el este. Mantiene un trata-do de 25 años con el gigante asiático de petróleo y gas a cambio de inversiones en infraestructura. Por eso Irán, uno de los países más sancionados económicamente por Estados Unidos, segundo detrás de Rusia, luego de sufrir ciberataques y asesinatos selectivos desde Israel, incluyendo a Qassem Soleimani, está cada vez más relacionado con los países de su región y de China y Rusia en el tablero mundial.
Otro de los objetivos del eje de la resistencia es la liberación de Palestina. Esto se contrasta con los intentos de Israel de normalizar las relaciones de los países árabes en años recientes. Y, además, demuestra que más allá de los posicionamientos oficiales de los países, en las poblaciones de la región, continúa el rechazo al plan de balcanización en “Medio Oriente”, promovido por ese aliado casi incondicional de Estados Unidos.
Este eje genera un cambio en las relaciones de poder, más allá de lo que hagan los ejércitos regulares de sus países a los que se intentó desmantelar o deteriorar su poderío. Por eso, se trata de una reconstitución bajo otras formas que intenta mostrar su desacuerdo con las bases estadounidenses en Iraq, o con la prepotencia del ejército israelí hacia Siria, Líbano y Palestina.
Estos grupos se consolidan como un frente común a la inusitada violencia desenvuelta por Estados Unidos que dejó países destrozados, millones de refugiados y cientos de miles de muertos con un gasto militar creciente. Es una forma de alineamiento regional, contracara de los intentos de fragmentación personificados en Israel, y el creciente apoyo militar y logístico que recibe. Irán también avisó a Israel, con su ataque medido, de que se inicia un nuevo período. Y junto a la resistencia en el Sahel, plantean más cuestionamientos a las formas neocoloniales de las potencias euroestadounidenses.
Es factible que pueda incidir en lo que sucede en Palestina, por generar un entretejido de agrupaciones, con diferente tecnología y fuerza militar. Pero mantienen un objetivo específico, y de una carga histórica y relevante para sus sociedades en general de menoscabar los procesos encabezados por Israel y Estados Unidos, para establecer un “caos controlado” de desunión y de recalentamiento militar en la región. Para esa finalidad, ellos entienden a Palestina como una cuestión clave.
La competencia entre Arabia Saudí e Irán
La competencia entre Arabia Saudí e Irán se observa en las zonas de influencia, con los países del Golfo con un protagonismo en aumento. Allí se verifica el aumento de la diplomacia y las relaciones, tanto con China como con Rusia, por la cercanía geográfica y por su incidencia en aumento. Avanza la transición de un mundo unipolar a uno cada vez más multipolar, algo que se refleja de manera nítida en esta región. Las características geoestratégicas y geopolíticas de Medio Oriente, lo posicionan como un nudo central de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés).
Luego de las rebeliones en países de mayoría árabe, Rusia, Irán y China en 2013 se oponen a las propuestas estadounidenses de bombardear Siria. Esto corrobora la resistencia a las imposiciones en esa zona neurálgica y cercana a sus territorios. El fortalecimiento ruso, la ascensión inusitada china y el estrechamiento de su coalición se forjó a través de organizaciones como la OCS.
Estados Unidos interfiere en Medio Oriente mediante su ejército, sus aliados y sanciones económicas (como a Irán), pero está en un retroceso económico. Rusia se fortifica militarmente, y China incide a través de la BRI, en 2013, mediante intercambios económicos. Mientras tanto, las potencias regionales como Turquía e Irán invisten sus propios objetivos, y la resistencia de las poblaciones de la región se manifestó en revueltas que luego fueron neutralizadas.
China prefiere la paz para vender sus productos o adquirir materia prima. Negocia con Arabia Saudí e Irán, en el territorio iraquí, o con Israel, mientras demuestra no inmiscuirse hasta ahora en sus temas internos. El Golfo Pérsico, además de ser su fuente de petróleo forma parte de su Nueva Ruta de la Seda (Armanian, 2021), la OCS y el BRICS+.
Arabia Saudita e Irán un puente en Eurasia
Las subpotencias ubicadas en Medio Oriente, Turquía, Irán, Arabia Saudita e Israel, tienen ambiciones de dominio en diferentes zonas de influencia. Se perciben como herederas de los Imperios Otomano y Persa los primeros. Para Arabia Saudita habría que indagar hasta qué punto es así con las expansiones árabo-musulmanas que llegaron a través del Norte de África y del Mediterráneo hasta Europa. En el caso de Israel, las nociones del Gran Israel no se condicen con algún imperio efectivo de la antigüedad.
Rusia e Irán, o Turquía y Arabia Saudí (con ciertas ambigüedades), entre otros, afrontan el poder estadounidense en la región. Los conflictos bélicos en Afganistán, Iraq, Libia, Siria o Yemen permanecen inconclusos, hasta que se acuerde un nuevo reparto de zonas de influencia. En este marco, sus gobiernos intentan garantizar su supervivencia, así como mantener sus lazos con el centro del poder capitalista y sosegar la oposición en el interior. Las guerras generadas por la OTAN perturbaron la existencia de al menos cien millones de personas en esta región, en las recientes tres décadas (Armanian, 2021).
La República Islámica de Irán es un país donde se sitúan la segunda reserva mundial de gas y la tercera de petróleo, un extenso territorio en una zona clave. Con su territorio, Irán domina el Golfo Pérsico, es un puente entre Asia Central o China hacia el Mediterráneo. Es tanto aliado de Rusia y China, como esencial para la proyección de India (construyó un puerto en Irán, para evitar Paquistán) en Asia Central y sudoccidental, con Rusia son sus principales abastecedores de petróleo y gas. Para China, Irán es un país trascendental en la BRI por su posición. Para Rusia, se trata de un socio indispensable, para neutralizar la V Flota de Estados Unidos, que tiene su base en Qatar. A su vez, el eje Irán-Iraq-Siria-Líbano (con Hezbollah) y Palestina (con Hamas) constituye una oposición a Israel y los estadounidenses en la región (Zamora, 2019: 50).
Por su parte, el carácter de Turquía, miembro de la OTAN y vinculado con el Pentágono, se comprueba en su intervención en los conflictos regionales, su represión a los kurdos o las controversias con Irán. Sin embargo, oscila entre la asociación y ciertas disidencias respecto de Estados Unidos. Turquía es un lugar de paso y de conexión, la diferencia con sus vecinos, es que no se sustenta en reservas de gas natural y petróleo. Por lo tanto, se apoya en el comercio y el turismo que requieren buenas relaciones (Mazhari, 2021).
La reconfiguración material se ha verificado en la transformación de las territorialidades a partir de la intervención directa o indirecta. La simbólica erigió al nuevo enemigo de Occidente que reemplazaría al contendiente soviético (Martinelli, 2020), esto se modifica a partir de la última década. El concepto de subimperio podría ayudar a jerarquizar los poderes capitalistas en el estado de guerra, latente o permanente. Se trata de actores locales con intereses propios, cuyas interacciones resultan ambivalentes para las superpotencias. Lo ejemplifican casos como el de Turquía, el de oposición a Irán y acercamiento con el tratado nuclear, y de mayor proximidad con Arabia Saudita, aunque en tiempos recientes se observa un resquebrajamiento y un mayor acercamiento a China y a Rusia (en la OPEP+).
Nuestra América resiste frente a Estados Unidos
Estados Unidos busca ejercer la dominación con escasa oposición geopolítica de otras superpotencias en su propio continente. Esto es así por la insularidad de este continente y por su relación Canadá que es un aliado, o con México y Brasil, Argentina o Colombia, en conjunto, las cinco mayores potencias geoeconómicas del continente tratan de alinearlas a sus políticas del hemisferio. Diferentes en los casos de Rusia y China que no son imperialismos como los desarrollamos en la primera parte. Esto lo diferencia del formato que pudiesen emplear Rusia o China en la actualidad, más allá de la incidencia cada vez más marcada, sobre todo en lo comercial.
En Bogotá, está su mayor base de control a Sudamérica, y la mayor reserva petrolífera del mundo comprobada, en su país limítrofe, Venezuela. Cuba y Venezuela oponen una resistencia histórica desde una mirada socialista. Cuba continúa resistiendo más de seis décadas de bloqueo y embargo económico, encabezado por la potencia norteamericana. País que también retuvo las reservas nacionales de Rusia, Venezuela, Irán y Afganistán (Cernadas y otros, 2024).
Entre los diferentes ejes de la resistencia buscan mecanismo para evadir el sistema de sanciones económicas unilaterales de Estados Unidos, o las invasiones directas, según los casos analizados para otras regiones. En Nuestra América, se buscó instaurar un gobierno afín en Venezuela, por el interés sin parangón que poseen sus reservas petrolíferas. Estados Unidos mantuvo sus negocios e intereses basados en la presión militar, que ahora aumenta en su intensidad por su declive relativo en lo económico. Las ocupaciones, intervenciones, y golpes de Estado, han sido una constante hacia nuestra región.
Para América Latina implementa diferentes niveles de injerencia, mediante mecanismos de la deuda externa o los lawfare. Mientras tanto, en África son diferentes los niveles de intervención, ya sea para dividir Sudán, en Somalia o en la región del Sahel, donde se mantiene la presencia de Francia. Las bases militares se despliegan por América Latina (claro que también por Medio Oriente, África, Sudeste Asiático y la Unión Europea). Impulsan una geoestrategia que se ha convertido en una renovación de la Doctrina Monroe para el siglo xxi, cuyo objetivo es desalojar a Beijing del “patio trasero”.
La ideología imperial estadounidense continuo a la europea, y reemplazó la retórica colonialista por la exaltación del capitalismo. Engrandeció, como su antecesor, la superioridad del hombre blanco, fomentó los prejuicios eurocéntricos, y exaltó las virtudes de Occidente. Pero sustituyó el mensaje de primacía colonial, por una ilusión de bienestar, asociada con la expansión del capitalismo estadounidense (Anderson, 2010).
La idea de un imperio estadounidense meramente informal —con presencias militares breves y restringidas— y sustento estructural en la dominación económica, no se aplica a pleno en la región. América Latina es un escenario de la Doctrina Monroe contra los rivales foráneos y las rebeliones antiimperialistas (Katz, 2024). La política y la cultura de las élites dominadas es todavía afín a la Doctrina Monroe y al Destino Manifiesto, mientras la economía e inversiones de los últimos 20 años se han modificado paulatinamente para colocar a China a una escala semejante a la estadounidense.
Los intentos de la potencia estadounidense, son expandir la primarización, el extractivismo y la balcanización, en la región más desigual del mundo, mientras sigue aumentando esa brecha. América Latina, con el 7 % de la población mundial, posee el 45 % de agua dulce, la mitad de la biodiversidad, inmensas reservas de gas, petróleo y minerales, y detenta materias primas muy requeridas por las cadenas globales de valor, como litio, fluorita, plata, renio, estaño (Katz, 2024).
Estados Unidos está buscando recuperar primacía perdida en varias facetas económicas (no tanto en la financiera tecnológica, pero sí en la manufacturera), recurriendo a presión diplomática, militar, y dolarización. Pretende ejercer mayor dominación para asegurar su drenaje de la periferia considerada patio trasero, para así poder relanzarse a nivel mundial. A otro mundo, con China máximo socio comercial e inversor de más de 100 (140) países. Con sus organizaciones multilaterales (OCS, la Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés), Banco de Desarrollo del BRICS+, BRICS+, Unión Económica Euroasiática, probable banco de monedas).
Nuestra América no debe comerciar directamente con China, sino buscar estrategias de alianzas entre sus países, como ha hecho el Norte Global, la Unión Europea, u otras organizaciones. Debemos resistir en la batalla cultural. La singularidad del Patio Trasero, como una mayor expresión de la supremacía estadounidense, afronta la presencia en ascenso de China. Mientras, Estados Unidos intenta imponer una Doctrina Monroe a nivel mundial.
Se basa en al menos tres intenciones. No permitir la injerencia de otras potencias mundiales (esto ha sido socavado por el aumento de la incidencia china en las relaciones comerciales con los países de la región). Se habla de una otanización del mundo. Lo cual se evidencia en cómo se divide el mundo en una serie de comandos.
En Nuestra América, se han mantenido intercambios de gobiernos de derecha y progresistas. Eso deparó mayores acercamientos con Estados Unidos en Brasil y Argentina, según el gobierno de turno (con conti-nuidades con las dictaduras cuya finalidad fue la implantación de un neoliberalismo fulminante con respecto de la desindustrialización, un caso opuesto al sudeste asiático).
La balcanización de Medio Oriente y América Latina
En ambas regiones se intenta producir una balcanización con diferentes metodologías para evitar la consolidación de organizaciones de alcance regional que puedan servir de plataforma común y fortalezcan al conjunto de países. Se procuró una reconfiguración general de Medio Oriente ampliado apuntando a Irán principalmente y con sostén en Arabia Saudita e Israel. Pero ello está cambiando en los últimos años, con Arabia cada vez en una posición más intermedia.
Esto se observa en las bases militares establecidas por Estados Unidos y el avance sobre la influencia soviética, y en la competencia militar con inversión en armas, en general de las más altas, según el porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB), derivada de ello y de los intentos de controlar el petróleo por medio de la coerción.
Las incursiones en cada región produjeron diferentes métodos de resistencia como el Eje de la Resistencia o los movimientos de rechazo al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y diferentes insurrecciones y rebeliones en Nuestra América. Los efectos de la balcanización y de los conflictos entre los países, se aúnan con una destrucción de países y con luchas propias entre las poblaciones, más el nivel de gasto militar en una de las regiones del planeta desde dónde parten mayor cantidad de refugiados. Y una doctrina de disputa frente a los mayores enemigos Rusia y China.
Enfrentamientos y competencia por la hegemonía regional en diferentes conflictos atenuados desde la intermediación rusa y china para acercarlos a sus instituciones multilaterales OPEP+, OCS y el BRICS+, cuyo énfasis en Medio Oriente es de una trascendencia sistémica global y geopolítica con re-sultados que puedan desarticular el propósito de las intervenciones estadounidenses 1991-2021.
La ampliación del BRICS+
El ascenso chino es el fenómeno sistémico más relevante que contrasta la intromisión estadounidense en sus dos regiones periféricas de injerencia predilectas. El escenario actual muestra en ambas regiones el avance económico de China con el mantenimiento de la política y en menor medida de la cultura estadounidense (sobre todo en Medio Oriente). El gigante asiático se acercó a Arabia Saudí (e Irán), que por el reciclaje financiero de las exportaciones petroleras es el soporte de la preeminencia del dólar.
En América Latina, la Ruta de la Seda incorporó a veinte países de la región. Argentina ya se sumó, no así con Brasil, México y Colombia (Katz, 2024). Por eso, la ampliación del BRICS+ a diez países: Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita e Irán es clave. También varias decenas de países buscan unirse, entre ellos Venezuela y Bolivia. Y porque va evidenciando la nueva realidad mundial, el desplazamiento de las placas tectónicas, e implica un rebalanceo hegemónico del sistema capitalista.
Representa una explosión sistémica en el orden internacional (Fiori, 2023). Adquiere un matiz planetario, se ensambla con la OCS (China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Pakistán, India e Irán), con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP+) y con la UEEA (Unión Económica Euroasiática).
Conforman un nuevo eje de Eurasia junto con África y las regiones de América Latina y Asia occidental, con la producción del petróleo y los pasos geoestratégicos a nivel mundial que surcan la región como el Canal de Suez, los Estrechos de Bab el-Mandeb y el de Ormuz. A excepción de Rusia, se trata de países que fueron colonizados o semicolonias de las potencias del G7 en los siglos recientes.
Se produce también a nivel simbólico, pero más que nada a nivel geoestratégico, geopolítico y geoeconómico. Suscita la posibilidad de equilibrar en varios sentidos el tablero mundial dado que, el dominio “occidental” de las organizaciones internacionales, económicas y financieras, además de las militares (OTAN, FMI, Banco Mundial, Unión Europea, el uso del dólar) el escenario cambió al menos en ese sentido y un grupo de países defiende de manera organizada y conjunta.
Se genera la posibilidad de que no se tase o comercialicen el gas y el petróleo bajo la égida del dólar. Podría, a mediano plazo, establecer un nuevo paradigma de transición energética hacia las energías renovables desde esos mismos países. Pese a ello, es necesario decir, sigue aumentando la desigualdad al interior de las sociedades, tanto de los países al interior del BRICS+, como al exterior, y esa es la cuestión a resolver.
El BRICS+ implica el rediseño de políticas económicas y financieras e indica sumatoria de recursos estratégicos, energéticos, territoriales, de población y de ubicaciones geoestratégicas. Lideran con una visión colectiva y pretenden establecer otro tipo de relaciones entre los países al respecto. Despliega una expectativa para cambiar “el orden basado en reglas”, como en aminorar la dependencia del dólar en muchos otros países.
No obstante, el poder geopolítico-militar de Estados Unidos está puesto en cuestión. Así como todo el andamiaje por este organizado desde mediados del siglo xx por medio de organizaciones. Ello se ve socavado por el ascenso chino (primero asociado con el capitalismo estadounidense). El cual ofrece otra perspectiva desde organizaciones bajo su égida. Por ello proponemos una mirada crítica superadora de, por un lado, una visión solo desde arriba de equilibrios o disputas entre potencias, y por otro, el rol activo de los movimientos y las rebeliones sociales.
Conclusiones
Las oleadas de rebeliones más recientes de Nuestra América, se diferencian de las de Asia Occidental, por el objetivo de luchas contra gobiernos más extensos y de tintes monárquicos, con dinastías en el poder. La región latinoamericana soporta los nuevos embates de un Plan Cóndor II, y busca las formas de asociación con estrategias de resistencia a Washington, y una negociación conjunta con Beijing. Por su diferente forma de incursiones no sufrió las recientes invasiones directas como Medio Oriente que han atomizado el poder en países que no son las potencias hegemónicas regionales, pero que las afecta por lo convulsionado de la situación regional. Sí sufrió la injerencia en golpes de Estado, cambios de gobierno e intervención política directa.
Las bases del “Proyecto del Nuevo Siglo Americano” se fueron desgastando por el belicismo practicado allí. La intervención directa o bajo las sanciones económicas unilaterales tuvieron un rol negativo junto a las mentiras para una supuesta “guerra contra el terrorismo”, y el incremento del rol del petróleo y las armas en el dominio de esa región. Sin embargo, las derrotas del imperialismo en esta amplia zona no han derivado en triunfos progresistas. Habría que cuestionarse sobre el papel del antiimperialismo respecto de los posicionamientos frente a estos sucesos, de autodeterminación, o de resistencia frente a las persistentes maniobras en la región que se han intensificado en esta centuria.
Cernadas, G.; Nhondo Erskog, M.; Moreno, T. y Veneziale, D. (2024). Hiperimperialismo: Una nueva etapa decadente y peligrosa, documento del Instituto Tricontinental, https://thetricontinental.org/es/estudios-sobre-dilemas-contemporaneos-4-hiper-imperialismo/ .
Costs of War Project (2022). Costs of War. Watson Institute International & Public Affairs y Brown University. https://watson.brown.edu/costsofwar/papers/summary (consultado 30/06/2023).
Ali, Tariq (2003) Re-colonizing Iraq, New Left Review 21. https://newleftreview.org/issues/ii21/articles/tariq-ali-re-colonizing-iraq
Anderson, Perry (2013). Imperium et Consilium La política exterior norteamericana y sus teóricos, AKAL, Madrid
Anderson, Perry (2010). Algunas observaciones históricas sobre la hegemonía, en Crítica y emancipación. Revista latinoamericana de Ciencias Sociales, Año II, Nº 3, primer semestre.
Armanian, Nazanín (2021). La estéril táctica nixoniana de Joe Biden hacia Rusia y China. Público, Madrid, 24 de junio. Visitado <https://blogs.publico.es/puntoyseguido/7215/la-esteril-tactica-nixoniana-de-joe-biden-hacia-rusia-y-china/>.
Armanian, Nazanín. (2022). “La yugoslavización de Ucrania puede esperar”. Público, 24 de enero. https://blogs.publico.es/puntoyseguido/7610/la-yugoslavizacion-de-ucrania-aun-puedeesperar/ (visitado 30/06/2023).
Enfu, Cheng; Baolin, Lu (2021). Five Characteristics of Neoimperialism Building on Lenin’s Theory of Imperialism in the Twenty-First Century. Monthly Review, vol. 73, no 1, p. 22-58.
Fiori, José (2023). “Novo BRICS explode a orden internacional”, en Tutameia, 26 agosto. Disponible en
https://tutameia.jor.br/NOVO-BRICS-EXPLODE-A-ORDEM-INTERNACIONAL/
Katz, Claudio. (2023) La crisis del sistema imperial. Buenos Aires: Jacobinlat.
Katz, Claudio (2024). América Latina en la encrucijada global. Buenos Aires: Batalla de Ideas.
Klare, Michel. Sangre por petróleo: la estrategia energética de Bush y Cheney. Socialist Register, 2004.
Mackinder, Halford (2010). El pivote geográfico de la historia. Geopolítica(s) vol 1, nº 2, pp. 301-319, 2010 (1906).
Martinelli, Martín (2020). “La reconfiguración simbólica y material del Medio Oriente, en las recientes tres décadas”. Cuadernos de Marte n° 18 (pp. 457-489). Buenos Aires.
Martinelli, Martín (2022a). “Geopolítica Euroasiática contra imperialismo. China, Estados Unidos, Rússia e Oriente Médio (Século 21)”. Revista Ciência Geográfica vol. 26, n° 2 (pp. 707-729). San Pablo.
Martinelli, Martín (2022b). “Palestina/Israel en el contexto del desplazamiento geopolítico: a una década de las rebeliones árabes”. Ciencia & Tropico vol. 46, n° 1 (pp. 23-38). Brasilia.
Martinelli, Martín (2023a). El resurgimiento de Eurasia lidera la transición a un nuevo mapa de poder mundial. Estudios Avanzados n° 38 (pp. 83-100). Santiago de Chile.
Martinelli, Martín (2023b). Força e consentimento: Palestina, Estados Unidos e Israel. Ciência & Trópico, 47(2). https://doi.org/10.33148/CETROPv47n2(2023)art1
Martinelli, Martín (2023c) La madre de todas las batallas. Palestina e Israel. Cuadernos de Marte, n°25 (107-150). https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/article/view/9441/8043
Martinelli, Martín (2024a). Palestina (e Israel). Entre intifadas, revoluciones y resistencia. Barcelona: El Viejo Topo.
Martinelli, Martín (2024b). El triángulo geoestratégico China, Rusia e Irán cuestiona el poder de la Tríada. Reoriente, v.3n2 https://doi.org/10.54833/issn2764-104x.v3i2p68-93
Mazhari, M. (2022) China's Belt and Road Initiative can change regional balance: Turkish expert. Tehran Times, Irán, 23 de abril, 2021. Recuperado de: https://www.tehrantimes.com/news/460123/China-s-Belt-and-Road-Initiative-can-change-regional-balance. Acceso en: 8 agosto 2022.
Smith, Stansfield (2019). Is Russia Imperialist? Monthly Review. Disponible en: https://mronline.org/2019/01/02/is-russia-imperialist/
Zhang, Zhexin (2018). The belt and road initiative: China’s new geopolitical strategy?, China Quarterly of International Strategic Studies, vol. 4, no 03, p. 327-343.
Zamora, Augusto (2019). La geopolítica mundial pivota en Asia. Papeles, n. 146, p. 47-56, p. 50
Anexo 1
Mapa del imperio estadounidense más flotas en China y Rusia