Cuadernos de Nuestra América/Nueva Época/No. 014 / enero-marzo, 2025/
RNPS: 2529 /ISSN: 2959-9849/ 269 pp.

La cultura como herramienta de la política exterior de China, durante la gestión del secretario general Xi Jinping

Culture as a tool of China's foreign policy during the leadership of General Secretary Xi Jinping

M. Sc. Javier Navarro Quiñones

ORCID: 0000-0002-0151-7648

e-mail: Javynava48@gmail.com

Fecha de recepción: enero de 2025.

Fecha de publicación: abril de 2025.

Resumen

El artículo examina cómo la República Popular China utiliza su propia cultura nacional, como una herramienta de su política exterior, en una magnitud que supera los postulados del concepto occidental de poder blando. En este diseño estratégico, Beijing recurre a las raíces milenarias de su cultura para, desde allí, promover el entendimiento común con el extranjero, contrarrestar la labor de contención liderada desde Occidente, mostrar la verdadera esencia de su nación, difundir su propia narrativa y legitimar sus propuestas en las relaciones internacionales. Ello ha implicado una innovación teórica para construir sus propios conceptos, romper con la hegemonía de los valores y la cultura occidental, y poder avanzar por el camino escogido. La expresión práctica de esta influencia cultural en función de sus objetivos de política exterior puede ser encontrada, sin claros límites, tanto en su territorio como en el escenario internacional.

Palabras claves: China, cultura, identidad, política exterior, poder blando.

Abstract

The article examines how the People's Republic of China uses its own national culture as a tool of its foreign policy, to a magnitude that surpasses the postulates of the Western concept of soft power. In this strategic design, Beijing turns to the ancient roots of its culture in order to, from there, promote common understanding with foreigners, counteract the containment actions led by the West, show the true essence of its nation, spread its own narrative and legitimize their proposals in international relations. This has implied theoretical innovation in order to build their own concepts, break apart with the hegemony of Western values and culture, and be able to advance along the chosen path. The practical expression of this cultural influence in favor of its foreign policy objectives can be found, without clear limits, both in its territory and on the international stage.

Keywords: China, culture, identity, foreign policy, soft power.

Introducción

La creciente relevancia de China en las relaciones internacionales, y las positivas perspectivas que en la actualidad son esbozadas sobre su futuro desarrollo, han determinado que la política exterior del gigante asiático sea un tema de estudio frecuente. Comprender las esencias de su proyección externa, las cuales poseen profundas raíces en la propia esencia de su nacionalidad, es fundamental para la configuración de una valoración objetiva y libre, en la magnitud posible de los sesgos que introducen nuestras propias diferencias culturales y las campañas ideológicas que impulsan los centros de poder antagónicos con Beijing.

China, como país en vías de desarrollo, ha debido enfrentar desafíos domésticos y foráneos para avanzar, efectivamente, hacia su rejuvenecimiento nacional y su transformación en una potencia internacional, una aspiración propia y legítima, vinculada con su milenaria historia y su propio imaginario como civilización. En este sentido, ha resultado imperativo para el gigante asiático incursionar, de forma innovadora y creativa, en el diseño de su estrategia de gobernanza y su política exterior, tomando como punto de partida su propia singularidad, como nación y cultura.

Justamente, su cultura ha sido empleada, de forma muy interesante y asertiva, en función de sus objetivos de política exterior. Esta utilización ha evolucionado en el tiempo, en clara correspondencia con los cambios acontecidos a lo interno del país, en el escenario externo y su propia posición en el sistema internacional. Durante el liderazgo del secretario general Xi Jinping, a la luz de las nuevas y mayores potencialidades de China, la utilización de esta herramienta dentro del diseño de la proyección externa de Beijing ha alcanzado nuevos formatos y magnitudes, aun cuando no representa una ruptura con respecto a los períodos precedentes.

Desarrollo

El carácter milenario de su civilización, tradiciones y cultura nacional marcan, en un nivel significativo, la práctica política de China. En el diseño de los objetivos, la configuración de las estrategias y la gestión del país es palpable la acumulación de experiencias que se traducen en un importante acervo gnoseológico y en un conjunto de herramientas, en alta medida perfeccionadas por el propio curso del tiempo, que contribuyen a la efectiva gobernabilidad de un país complejo, a partir de su vasta extensión territorial, las múltiples y no bien limitadas fronteras terrestres, la multiplicidad étnica y religiosa, entre otros elementos.

A ello se suman los propios postulados del confucianismo, del budismo y del taoísmo, que se entremezclan, orgánicamente, en la práctica política china y son una fuente de valor inestimable en cuanto a visiones, valores y ritmos. Estos cuerpos filosóficos suponen para China un entendimiento diferente del mundo; una paciencia única que no se somete a prisas coyunturales y coloca sus metas estratégicas a largo plazo, y para las que trabajan paulatina y concienzudamente; una percepción propia de una potencia —que fue una vez un imperio— y que se identifica a sí misma como un actor internacional fundamental.

China entiende que la cultura —su cultura— es un elemento único para la promoción de la unidad nacional, para su identificación frente a la transculturación promovida desde Occidente, y para la configuración de un modelo de sociedad propio. El propio secretario general Xi Jinping señaló en su discurso durante la Conferencia Nacional de Propaganda y Trabajo Ideológico, del 19 de agosto de 2013:

[...] está claro que la cultura china ha acumulado la búsqueda espiritual más profunda de la nación china y es el rico alimento para el crecimiento y desarrollo sin fin de la nación china; está claro que la excelente cultura tradicional china es la ventaja sobresaliente de la nación china [...]. Las tradiciones culturales únicas, el destino histórico único y las condiciones nacionales básicas únicas están destinadas a que tomemos un camino de desarrollo adecuado a nuestras propias característica.

La adopción de las “dos integraciones o combinaciones”1 por parte del Partido Comunista de China (PCCh), dentro de su innovador bagaje teórico, así lo reafirma. Además de ajustar el marxismo a las características propias del país, también se respaldan en su cultura y sus tradiciones, para labrar y legitimar su propio camino, ante la ausencia de un paradigma exitoso de sociedad socialista en la historia de la humanidad. Esta visión está presente en muchas esferas de la sociedad, donde se intenta acoplar diferentes cuerpos teóricos y expresiones prácticas del desarrollo a las condiciones de China, como la religión, las ciencias e, incluso, la propia modernización como proceso integral. Se trata de “insistir en usar el pasado para el presente y lo extranjero para China, extraer la esencia de lo áspero, eliminar lo falso y retener lo verdadero, y ponerlo a [su] disposición después del descarte científico” (Xi, Discurso pronunciado en la Conferencia Nacional de Propaganda y Trabajo Ideológico, 2013).

La cultura se erige como un elemento —no el único— para construir el “yo” identitario de China, como premisa para diferenciarse del “otro”. No es fortuito que la cultura sea uno de los principales elementos que alimentan ese creciente orgullo patrio que hoy se aprecia a nivel popular, y que, respaldado por indiscutibles éxitos en la construcción de un país socialista, moderno y próspero, han permitido contrarrestar la subversión política foránea y las campañas de transculturación que se configuran desde Occidente. La cultura china, con su carácter único y milenario, se establece como un factor aglutinador y distintivo de su nacionalidad, como una especie de coraza de su identidad nacional y un tesoro de su pueblo. Y es que sus sólidos fundamentos le han permitido preservar su identidad, a pesar de su inserción —como diásporas— en otras sociedades y culturas, de la invasión de las potencias occidentales luego de su derrota en la Guerra del Opio y de su apertura al mundo, luego de 1978.

La cultura se erige así, en una importante herramienta de gobernanza. Su utilización no se restringe en lo absoluto a la era Xi Jinping, aunque, a tenor de las nuevas condiciones nacionales y los procesos que tienen lugar en el país desde 2012, su empleo sí ha adquirido nuevos matices durante la última década. Se trata de una etapa superior, que no rompe con épocas precedentes, sino que bebe de las experiencias pasadas, y hace uso de los resultados y avances realizados hasta la fecha, en cuanto al proceso de modernización al estilo chino. Este proceso orgánico, de desarrollo ascendente y continuado, de concatenación entre las sucesivas generaciones de dirigentes y épocas históricas, bien pudiera ser un rasgo distintivo y una de las razones del éxito chino.

Estas dinámicas de la práctica política china se presentan, en igual medida, en la política exterior de ese país. Amén de la consabida conexión entre la política doméstica y foránea, en el país, esta relación se expresa hoy como una sinergia de alto nivel, contribuyendo a la par, a la materialización de los intereses nacionales. Es difícil identificar en esa región asiática una esfera que funcione de forma autónoma y esté aislada de los esfuerzos que se realizan para lograr su rejuvenecimiento, y posicionarse como una gran potencia internacional. En ello ha incidido sobremanera el Partido Comunista con su determinación y capacidad para asegurar la existencia de un enfoque de sistema y aglutinar a todas las fuerzas sociales en torno a un único objetivo —un elemento sobre el que se hizo énfasis, durante el Tercer Pleno del xx Comité Central del PCCh—.

En consonancia, la cultura es también empleada por China como un instrumento para la materialización de sus propios objetivos de política exterior. Las propuestas del anterior secretario general Hu Jintao sobre el “desarrollo pacífico” y el “mundo armonioso” y la del actual secretario general Xi Jinping sobre “la comunidad de futuro compartido” son una expresión práctica de su uso. En sus esencias quedan expuestos rasgos fundamentales de la cultura china, que los dota de un enfoque propio y ajustado a sus condiciones y propósitos.

En el contexto actual, los desafíos al sueño del pueblo chino de establecerse como una gran potencia son crecientes en número y magnitud. Estas aspiraciones no son expresión de una mera ambición de cuotas de poder. Realizar un análisis de China que parta únicamente desde los postulados de la teoría política occidental, implicaría cometer un error de apreciación sobre el proceso que hoy ocurre en el país asiático. Eso no implica, en lo absoluto, que Beijing actúe de forma ingenua en las cuestiones políticas o que no persiga incrementar su poder. Sin embargo, las motivaciones y las metas fijadas parecieran no alinearse con la lógica de pensamiento de aquellos países que, durante siglos, han liderado por momentos las sucesivas expansiones del capitalismo y se han ubicado en el centro del tablero de ajedrez global.

Contradictoriamente, las nuevas y mayores fortalezas del país —que muestran una clara tendencia a continuar aumentando— han sido apreciadas por los Estados Unidos y sus aliados, como una amenaza a su propia posición hegemónica en el sistema internacional actual. La emergencia de una China capaz de desafiar su hegemonía, de realizar propuestas en términos de gobernanza global que sean factibles, sostenibles y cuenten con el respaldo de la mayoría de la comunidad internacional, es inaceptable para ellos. En su propio egoísmo imperialista prefieren desconocer la insostenibilidad e injusticia del orden que impusieron e intentan salvaguardar; en consonancia, aúnan sus esfuerzos para anular este riesgo a su poderío.

En este contexto, y a tenor de su propia filosofía y percepción sobre las relaciones internacionales, Beijing ha dedicado cuantiosos esfuerzos y recursos para promover el entendimiento común con el extranjero, contrarrestar la labor de contención realizada desde Occidente, mostrar la verdadera esencia de su nación y difundir su propia narrativa. Para eso, la utilización consciente de la cultura ha sido una de las vías para alcanzar sus metas nacionales, en tanto es una forma “blanda y noble” para llegar al objetivo.

Estudiosos como Albert (2018) ubican, en el año 2007, la primera vez que el término poder blando fue mencionado, explícitamente, en la política del gobierno nacional cuando, durante la celebración del xvii Congreso Nacional del Partido Comunista de China, fue parte del discurso pronunciado por el secretario general Hu Jintao.2 La politóloga estadounidense Elizabeth Economy apunta que el país asiático ya había comenzado “a interesarse en el poder blando en los inicios de la década de los noventa [... cuando] hubo discusiones a lo interno de la comunidad académica y analítica” (Center for Strategic & International Studies, 2016). A pesar de que en esa época China estaba más enfocada hacia el escenario doméstico —porque su política exterior poseía un perfil más bajo y evitaba asumir demasiados compromisos—, en el estudio temprano de este tópico vuelve a develarse la visión estratégica a largo plazo del gigante asiático.

Ya para 2007, la propia dirigencia china comenzó a advertir un cambio preocupante en los vientos del escenario internacional, provocado por la efectiva conducción de un proceso de reforma y apertura que, aunque no exento de errores y desviaciones, logró transformar radical y positivamente el panorama nacional, y ubicarla como una fuerza pujante en las relaciones internacionales. La etapa de refugiarse en la “estrategia de los 24 caracteres”3 llegaba a su fin. El desarrollo de China ya no podía ocultarse en un segundo plano, pues el país necesitaba expandir su presencia en el mundo para asegurar la continuidad de esta tendencia, y a la par, ya comenzó a disparar alarmas en los Estados Unidos y las potencias occidentales.

Desde esta perspectiva, no es fortuito que en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 se destinaran “unos 100 millones de dólares, el doble que en Atenas 2004 [...] para las ceremonias de apertura y cierre” (Ospina Valencia, 2008). Y es que, para China, el costo de estos espectáculos se trató de una inversión y una importante acción de su estrategia para emplear la cultura en función de la política exterior, pues permitió mostrar un país moderno y tecnológico, con una rica herencia cultural y ambiciones globales. Tal como señaló el politólogo Joseph Nye: “China cree que no va a ser una potencia global [...] a menos que tenga la capacidad de atraer. A menos que tenga poder blando” (Center for Strategic & International Studies, 2016).

El diseño y la ejecución de estrategias para proyectar este “poder blando” y alinear los resultados con los intereses nacionales ha ido evolucionando en el tiempo, a tenor de los propios cambios en las condiciones del país, los rasgos del contexto exterior y la posición de China dentro del sistema internacional. La mayor disponibilidad de recursos para respaldar un accionar más activo, la transformación del país asiático en un paradigma exitoso de la construcción del socialismo —amén de los naturales desafíos y contradicciones— y la creciente hostilidad de sus antagonistas son algunos de los elementos que han condicionado los cambios expresados en la visión china sobre el uso de la cultura en función de su política exterior. Si bien en un primer momento fue tímida y de poco alcance, muy pronto comenzó a revelarse como una fuerza poderosa y global, con una tendencia al fortalecimiento —por demás totalmente factible a partir de las capacidades del país—.

Durante el liderazgo de Xi Jinping como secretario general del PCCh y presidente de la República Popular China, el país ha entrado en una nueva era de su despertar nacional, una suerte de escalón superior en el camino hacia la construcción de una sociedad socialista, moderna y próspera. En esta etapa, las nuevas demandas de la política interna y la externa han determinado una utilización más intensa e innovadora de la cultura —tal como ha sucedido con otras herramientas, como la diplomacia de defensa— en función de los intereses nacionales, sin que ocurra como una ruptura, sino como continuidad del quehacer de sus predecesores en este sentido.

El máximo dirigente del país ha señalado que:

La cultura china es la fuente más profunda para mejorar el poder blando cultural de nuestro país, y es una forma importante de mejorar el poder blando cultural de nuestro país. Es necesario adaptar los genes culturales más básicos de la nación china a la cultura contemporánea y a la sociedad moderna, popularizarlos de una manera que a la gente le guste ver y tener una amplia participación, llevar adelante el espíritu cultural que trasciende el tiempo y el espacio, trasciende los países, está lleno de encanto eterno y tiene valor contemporáneo, y difunde los logros innovadores de la cultura china contemporánea que hereda la excelente cultura tradicional y lleva adelante el espíritu de los tiempos, se basa en el país y se enfrenta al mundo (Xi, Discurso pronunciado en la xii Sesión de Estudio Colectivo del Buró Político del xviii Comité Central del PCCh, 2013).

La definición de poder blando, esbozada por el politólogo estadounidense Joseph Nye señala que este es:

[...] la capacidad de un país de estructurar una situación de modo que otros países desarrollen preferencias o definan sus intereses de manera consistente con los suyos. Este poder tiende a surgir de recursos como la atracción cultural e ideológica, así como de reglas e instituciones de regímenes internacionales (Nye, 1990; p. 168).

O sea, la cultura es un componente esencial de este enfoque, pues hace atractivos sus valores y cultura, a la vez que legitima la propia proyección internacional del estado.

Sin embargo, en el contexto actual, la utilización de la cultura por parte de China como herramienta de la política exterior asume otros rasgos, a partir de condiciones y características concretas, tanto en el plano doméstico como foráneo. En tal sentido, destacan:

Conceptos como la “autoconfianza cultural”4 promueven, junto con los propios esfuerzos por lograr un desarrollo cultural de la ideología, un nuevo camino para potenciar el poder de la civilización china. Las propias autoridades nacionales son conscientes que la imagen del país está siendo definida desde el extranjero, y que se trata de una arista de la confrontación geopolítica actual, por lo que deben actuar en consonancia con eso.

Para Beijing no se trata de orquestar una simple campaña de atracción o una “ofensiva de encantamiento”. Junto a la difusión de su propia narrativa en todas las plataformas disponibles, se hace énfasis en los intercambios pueblo a pueblo como vía para favorecer y fomentar la comprensión de la verdadera esencia, realidad del país asiático, y la eliminación de temores y prejuicios, lo que ineludiblemente presupone la exploración y familiarización de la cultura china. Por eso, las visitas a lugares histórico-culturales icónicos y la presentación de disertaciones sobre su milenaria cultura son elementos permanentes en los programas turísticos, educativos y profesionales que cumplen los extranjeros en China, y que le permiten construir una imagen de China más benigna y real.

Tal como señalan Portador García y Alonso Solórzano (2019), el país “muestra un ‘rostro humano’, basado en el respeto a la soberanía de las naciones, a la diversidad cultural y de pensamiento, pero también, presenta el rostro responsable, cooperativista, pacifista, colaboracionista y sin pretensiones de dominación”.

El concepto de “comunidad de futuro compartido” y las diferentes iniciativas globales son expresiones prácticas, en el ámbito de las relaciones internacionales, de la milenaria cultura china. Beijing entiende, y en ello su cultura influye de forma significativa, que es preciso la cooperación y coordinación, el respeto a la diversidad, y la búsqueda de soluciones estables y duraderas a las diferencias, para asegurar la propia supervivencia de la humanidad y la naturaleza, y el impulso de un desarrollo sostenible, democrático y con alcance global. Y en la justeza de sus propuestas, China encuentra una vía para asegurarse el apoyo internacional.

A la par, comprende la imperiosidad de presentar una alternativa que se sustente por sí sola, que contenga méritos suficientes para, por sí misma y de forma natural, atraer el apoyo de otros actores internacionales. Para alcanzar este objetivo, la cultura se erige como una valiosa herramienta, pues, por medio de ella y expresado de forma práctica en los intercambios entre civilizaciones, Beijing facilita que la comunidad global comprenda las milenarias raíces de las propuestas chinas y las concepciones que hoy dirigen su política exterior. Así, en cierta medida, contrarresta la retórica occidental y refuerza su posición.

En este apartado, la Iniciativa de Civilización Global desempeña un papel fundamental por su naturaleza, su alcance y sus potenciales resultados. La propuesta presentada por el presidente Xi Jinping, en marzo de 2023, complementa, desde el campo de la cultura y el intercambio pueblo a pueblo, las otras tres iniciativas de alcance global, para así, dar cuerpo a la visión de la “comunidad de futuro compartido”. En las palabras de Ali bin Ibrahim Al-Maliki, secretario general adjunto de la Liga Árabe, “estas iniciativas globales reflejan la visión y la política exterior de China hacia el mundo para lograr el desarrollo, la prosperidad, la seguridad y la estabilidad en todo el mundo, y definen el camino que China ha establecido para tratar con los demás” (Xinhua, 2024).

Concretamente, la Iniciativa de Civilización Global propone el respeto por la diversidad de las civilizaciones, los valores comunes de la humanidad, la importancia de la herencia y la innovación de las civilizaciones, a la par que promueve los intercambios y la cooperación internacional entre los pueblos. Tal como señalan Qin y Li (2024):

[...] como respuesta de China a las preguntas del mundo, los tiempos y la historia para el desarrollo sostenible de la civilización humana [...] no es un accidente. Está arraigada en el suelo fértil de la cultura china y la continuación de los genes culturales nacionales, sigue la ley de la evolución y el desarrollo de la civilización humana, se ajusta a la tendencia de desarrollo de los tiempos y la dirección del progreso histórico, y está comprometida a buscar el progreso para la humanidad y buscar una gran armonía para el mundo en el proceso de integridad e innovación.

Desde la cultura china, la Iniciativa se erige como una plataforma y herramienta para la política exterior china para fomentar los vínculos con la comunidad internacional, para desafiar el hegemonismo de los valores occidentales y para intentar configurar un nuevo paradigma de relaciones internacionales.

En abril de 2022, el secretario general Xi Jinping, durante su visita de inspección a la Universidad Renmin de China, enfatizó:

Acelerar la construcción de la filosofía y las ciencias sociales con características chinas es, en última instancia, la construcción del sistema de conocimiento independiente de China. Es necesario tomar a China y los tiempos como un espejo, basarnos en la realidad de China, resolver los problemas de China, promover también la transformación creativa y el desarrollo innovador de la excelente cultura tradicional de China, y promover constantemente la innovación del conocimiento, la teoría y el método, para que la filosofía y las ciencias sociales con características chinas puedan realmente destacarse entre los bosques académicos del mundo (Zhang, 2022).

China considera que un cuerpo de conocimiento independiente afianzaría los vínculos con lo nacional, desterraría la mentalidad de aprendiz y respondería a las cuestiones teóricas de carácter global. Este nuevo sistema gnoseológico

[...] no es una simple continuación de la historia y la cultura chinas, ni es una transformación y migración de los sistemas de conocimiento de otros países, sino una innovación y desarrollo del sistema de conocimiento tradicional chino mediante la combinación de los principios básicos del marxismo con la realidad específica de China (Gao, 2022).

Desde la visión de Beijing, el desarrollo de un sistema propio de ciencias sociales se reflejaría ineludiblemente y de forma positiva en el liderazgo del gigante asiático y la legitimidad de sus propuestas. Asimismo, en un complejo internacional contexto, posibilitaría que el país se sitúe en una mejor posición para enfrentar los “vientos en contra”.

En línea con esta lógica, hoy existe en el país una “Alianza Universitaria para la Construcción del Sistema de Conocimiento Independiente de China”, iniciada por la propia Universidad Renmin y en la que participan más de 40 universidades de todo el país. Además, la Academia China de Ciencias Sociales (CASS, por sus siglas en inglés) realiza investigaciones con el interés de construir ese sistema de conocimiento independiente nacional. Toda la comunidad académica de las ciencias sociales está trabajando en aras de:

[...] comprender profundamente la importancia, la connotación científica, las características teóricas y el camino práctico de construir el sistema de conocimiento independiente de China […] escribir un nuevo capítulo en el proceso histórico de servir al gran rejuvenecimiento de la nación china y construir un poder moderno con autosuficiencia espiritual, autosuficiencia cultural y conciencia discursiva (Zhang y Lin, 2024).

A tenor de los procesos de sinización que hoy se expresan en casi todos los ámbitos de la sociedad china, el empleo de la cultura como resorte de gobernanza y herramienta de política exterior adquiere rasgos distintivos, a partir de esta paulatina reconstrucción teórica del quehacer partidista y gubernamental que ha caracterizado los últimos años. La propia reducción del empleo en el discurso oficial del término “poder blando” así lo demuestra, más allá de la presencia de claros puntos de contacto entre la práctica y el concepto esbozado por Joseph Nye.

El país asiático posee la convicción de que se precisa usar “armas” propias, si desea edificar un proyecto propio, y que la singularidad de su aparato conceptual y su construcción teórica son clave para neutralizar los propios embates de las fuerzas contrarias. Pero más allá de estas razones, la marcada diferencia en su visión sobre las relaciones internacionales, respecto a las otras con las que hoy coexiste, es un elemento fundamental que condiciona la incompatibilidad de China con los conceptos occidentales en las esferas política e ideológica, en tanto no logran cubrir o ilustrar adecuadamente los procesos que hoy suceden en el país asiático.

La utilización de la cultura en función de los objetivos de política exterior posee múltiples expresiones prácticas, y en muchas ocasiones no aparece como un componente independiente, aunque puede llegar a tener un rol predominante. La capacidad de China y sus dirigentes, de entretejer una complicada red entre todas sus acciones —sin importar su naturaleza o la esfera en la que se desarrolle— con el fin de contribuir a la materialización de sus intereses nacionales no solo alaba el sistema de gobernanza, sino que refleja la fortaleza del Partido y la potencialidad del país para alcanzar las metas fijadas. A partir de estos elementos, cobra sentido cómo el factor cultural logra imbricarse en el diseño estratégico de la nación.

El politólogo Joseph Nye apuntó en su obra Soft power and great-power competition:

El poder blando en China no sólo se encuentra en las primeras etapas de su formación, sino que también se basa en bases muy diferentes a las de los Estados Unidos u otros países desarrollados. Estas consideraciones sistémicas y basadas en valores significan que el poder blando chino puede resultar desconocido o desagradable para quienes están fuera del sistema chino. Sin embargo, China es una potencia en ascenso que resulta atractiva en el mundo en desarrollo, lo que la convierte en una fuerza que no se puede ignorar (Nye, 2023; p. 101).

En esta elaboración política de alto nivel es muy palpable la impronta del secretario general Xi Jinping —aunque existe un claro trabajo colectivo a nivel nacional—, quien ha sabido sintetizar experiencias pasadas, domésticas y foráneas, y fundirlas con su cultura nacional y con un sólido cuerpo teórico innovador. Así introduce la orientación hacia las personas, la inclusión y tolerancia, la cooperación, la armonía y el desarrollo, a la vez que se aleja de las egoístas e imperialistas visiones occidentales. De esta manera, además, presenta una vía para reformar un sistema internacional que, en su dinámica actual, no asegura que este barco, en el que todos viajamos, llegue a puerto seguro.

El canciller chino, Wang Yi expuso, durante la ceremonia de inauguración del Centro de Investigación Xi Jinping para el pensamiento diplomático en 2020, una importante conclusión:

[...] el pensamiento de Xi Jinping sobre la diplomacia es una continuación e innovación de la excelente cultura tradicional de China [...], ha absorbido plenamente los ricos nutrientes de la excelente cultura tradicional de China, la ha dotado de una nueva impronta de los tiempos y connotaciones humanísticas, y ha logrado una transformación creativa y un desarrollo innovador. Contiene la hermosa visión de “el mundo es para el público” y “el mundo está en armonía”, encarna la herencia histórica de la bondad y la buena vecindad, el amor y la no agresión, tradicional de hacer las paces y reconciliar a todas las naciones, defiende el concepto de estar en armonía con las propias diferencias y tender la mano a los demás, y muestra la importancia de promover la rectitud, integrar los beneficios y ayudar a los pobres y necesitados (Diario del Pueblo, 2020).

A modo general, en su proyección de la influencia cultural, las acciones chinas pudieran ser dividas entre las que ocurren en el extranjero y se suceden en territorio nacional. No obstante, esta división no es un límite bien definido ni fácilmente visible, sino que se establece en este análisis para facilitar la comprensión del fenómeno. De hecho, se podría apreciar que la enseñanza del mandarín sería una especie de primer escalón para atraer estudiantes y turismo, o que la trasmisión de filmografía o programas de televisión despertaría la curiosidad por la cultura y el idioma del país asiático. En resumen, se trata de un sistema, no de acciones aisladas.

En cuanto a la promoción de los valores y la cultura chinos en el extranjero, algunas de las principales líneas de trabajo serían: el trabajo con las diásporas y sus descendientes, la enseñanza del idioma, la transmisión de contenido por los medios y las redes sociales, y las exhibiciones culturales.

Los vínculos con los “chinos de ultramar” son dirigidos desde el Partido Comunista de China por medio de su Departamento de Trabajo del Frente Unido. Su misión, tal como lo refleja su nombre, es fomentar la cohesión de todos los chinos sin importar su ciudadanía, lugar de residencia, creencia religiosa, etnia, afiliación política, estamento social, sector económico donde se desempeña. Y es que los 10,7 millones de chinos que viven en el extranjero —60 millones, si se incluyen sus descendientes—5 son un importante capital político.

Estos lazos entre la madre patria y la diáspora china están fundamentados en innegables e indelebles nexos culturales e identitarios, los cuales son preservados celosamente desde Beijing y son un componente esencial de su política exterior. El sistema de relaciones exteriores nacional —que incluye al Partido, el Consejo de Estado, la Cancillería, los gobiernos locales, las Organizaciones No Gubernamentales (ONG)— funciona como un reloj en este sentido. El éxito en su gestión se ha reflejado en una favorable acogida de sus estrategias por los propios chinos de ultramar y la consecuente configuración de una positiva relación bidireccional, que enfatiza las coincidencias y cierra las brechas entre ambos.

Estos vínculos permiten al gigante asiático instar a los chinos de ultramar a

[...] unirse y seguir adelante para poner en práctica el concepto de construir una comunidad con un futuro compartido para la humanidad, promover activamente la paz mundial y la amistad entre China y otros países, el desarrollo global y la cooperación de beneficio mutuo, el intercambio entre China y otros países, y el aprendizaje mutuo entre civilizaciones, con el fin de escribir un nuevo capítulo en el nuevo viaje para el gran rejuvenecimiento de la nación china y la construcción de una comunidad con un futuro compartido para la humanidad (Xinhua, 2023).

Cada una de estas líneas de trabajo responde directamente a los objetivos de la política exterior china.

No es fortuito que los chinos de ultramar sean invitados a participar en eventos realizados en territorio chino o en las sesiones anuales de la Asamblea Popular Nacional y la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino. La propia presencia del secretario general Xi Jinping en la x Conferencia para la Amistad de las Asociaciones de China en el Extranjero, celebrada en 2023 y que contó con casi 500 chinos en 130 países, demuestra la prioridad otorgada desde la máxima dirección del país a esta cuestión.

En la enseñanza del idioma destaca el papel de los Institutos Confucio, cuya misión “es promover el idioma chino en el extranjero, profundizar la comprensión del idioma y la cultura chinos entre los pueblos del mundo, promover la cooperación educativa y los intercambios culturales, entre pueblos, entre China y otros países, y mejorar la comprensión internacional” (Confucius Institute, 2024). Si bien el primero de ellos se estableció en noviembre de 2004, en Seúl, ya desde 1987 se manejaba esta posibilidad para lo cual el Ministerio de Educación de China estableció el “Grupo Líder Nacional para la Enseñanza del Chino como Lengua Extranjera”, que bien ilustra la intencionalidad y el diseño estratégico del gigante asiático.

Estas instituciones educativas sin fines de lucro se ubicaban, a finales del año pasado, en 160 países, con un total de 496 institutos y 757 aulas. En 2023, solamente, ofrecieron más de 2 420 000 h de enseñanza presencial en aproximadamente 40 000 sesiones a casi 1 250 000 estudiantes registrados y brindaron servicios de idioma chino a más de 3900 instituciones locales. Del total de estudiantes, casi 20 000 eran de nivel preescolar, más de 340 000 de la primaria, casi 410 000 estudiantes de la secundaria, aproximadamente 270 000 estudiantes universitarios y casi 210 000 estudiantes comunitarios. De la matrícula, 1 130 000 optaron por cursos fuera de línea, 120 000 por cursos en línea y 250 000 por cursos de radio y televisión (Chinese International Education Foundation & Confucius Institute, 2023; pp. 10-11).

Las cifras apuntadas anteriormente no solo revelan la amplitud de su red, sino la multimodalidad de su sistema de enseñanza, lo cual maximiza su alcance. En el marco de los Institutos Confucio se organiza el evento “Puente Chino”, una reconocida competencia que cada año busca despertar el interés por el aprendizaje del idioma entre los jóvenes y que posee atractivos incentivos, buena cobertura mediática y respaldo financiero. Su nombre señala, plenamente, la función de estos institutos: construir puentes entre las civilizaciones globales. Y es que, en esta suerte de concurso de talentos, los participantes no solo demuestran su nivel de mandarín, sino que exhiben además sus conocimientos de la cultura y sus habilidades artísticas, lo cual devela la profunda integración que se logra entre los estudiantes y la cultura china, que va más allá del simple aprendizaje del idioma.

En cuanto a la trasmisión de contenido por los medios, vale señalar la minuciosa labor del Departamento de Propaganda del Comité Central del Partido Comunista de China. Como estructura partidista encargada, entre otras funciones, de dirigir el trabajo en los sectores mediático y cultural,6 este Departamento ha impulsado el desarrollo integrado de los medios tradicionales y los medios emergentes, con énfasis en el uso de Internet y la tecnología avanzada, y la construcción de contenido de valor.

Este proceso se ha ejecutado en concordancia con las directrices establecidas en los documentos titulados “Opiniones Orientadoras sobre la Promoción de la Integración y el Desarrollo de los Medios Tradicionales y los Nuevos Medios” de 2014 y “Opiniones sobre la aceleración del desarrollo de la integración profunda de los medios de comunicación” de 2020. Además, en el informe del xx Congreso Nacional del Partido Comunista de China, el secretario general Xi señaló: “mejoraremos los sistemas de comunicación en todos los medios de comunicación y crearemos un nuevo entorno de opinión pública dominante” (Xi, Report to the 20th National Congress of the Communist Party of China, 2023), lo cual reitera la importancia estratégica otorgada por la dirigencia nacional a este asunto en particular.

China entendió que precisaba construir un nuevo grupo de medios de comunicación moderno, con gran fuerza, capacidad de comunicación, credibilidad, influencia y competitividad, que pudiera integrarse y contribuir al proceso de rejuvenecimiento nacional. Ser capaz de trasmitir su propia narrativa y contrarrestar las venenosas campañas mediáticas occidentales es esencial para un país que pretende construir su propio modelo de sociedad y promover un nuevo sistema de relaciones internacionales.

El Grupo de Radio y Televisión Central de China (China Media Group), el Diario del Pueblo, China Daily, Xinhua, Global Times y otros medios influentes chinos han introducido, progresivamente, reformas sustantivas en sus estructuras y objetivos de trabajo. A pesar de la poca disponibilidad de información pública, los cambios operados ilustran la voluntad del país de poseer un sólido poder de comunicación mediática que posibilite

[...] que China vaya al mundo y [...] que el mundo entienda a China. [... para lo cual] publicita y explica activamente el pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para una nueva era, se esfuerza por contar historias chinas y difundir las voces chinas en la nueva era, y está comprometido a difundir China e influir en el mundo, creando un buen ambiente de opinión pública internacional, mejorando la influencia de la cultura china y mejorando el poder blando cultural del país (China Daily, 2024).

Todas ellas presentan sus contenidos en la mayoría de los idiomas de mayor relevancia global, entrelazan sus plataformas con las redes sociales chinas y occidentales, y emplean personal nativo para asegurar una correcta trasmisión idiomática de la información. Además, concretan acuerdos con medios y cadenas televisivas extranjeras para potenciar su poder de difusión y promueven la participación de expertos locales, para que presenten sus visiones sobre China. De igual forma, sirven como copatrocinadores junto a universidades chinas, de seminarios y mesas redondas internacionales, con el fin de ayudar a los lazos entre los pueblos.

En este apartado, en particular, recientemente ha comenzado a manifestarse una tendencia en extremo interesante y es la aparición de “grupos de expertos” o “tanques pensantes” a lo interno de las estructuras de estos medios. Asimismo, realizan eventos académicos con científicos foráneos como el “China Watch Think Tank” de China Daily o el “Foro para la Cooperación de los Tanques Pensantes Internacionales de la Franja y la Ruta” de Xinhua.

Por otra parte, la industria filmográfica china ha adoptado dinámicas de operación muy similares a las de Hollywood, incrementado el número de producciones, aumentado la incorporación de subtítulos en idiomas foráneos y facilitado el acceso a sus materiales en plataformas como YouTube y BiliBili —una icónica plataforma china de entretenimiento en línea—.

Referido al trabajo en las redes sociales, la mayor presencia de líderes de opinión o influencers chinos y de contenidos relacionados con la nación asiática, ilustran de manera vívida el progreso registrado en el quehacer de Beijing, en este dominio. Para un país con sustantivas limitaciones técnicas y regulatorias en el acceso a las plataformas occidentales y que, además, ha construido su propio sistema alternativo para satisfacer las demandas domésticas, su posicionamiento en Facebook, Twitter e Instagram apuntan a una clara estrategia comunicacional hacia el extranjero.

Son comunes, además, los viajes organizados a China de grupos de influencers extranjeros, a quienes se les prepara un programa que les permite conocer la realidad del país y de su pueblo, y los logros en la construcción del socialismo. Por medio de su red de seguidores, “desafían activamente la desinformación y la imagen negativa de China que a menudo se ve en los medios occidentales. Al compartir sus experiencias de viaje en China, convierten los viajes en un fenómeno de las redes sociales” (Cheng, 2024).

Por otra parte, el empleo de la cultura como herramienta de la política exterior también cuenta con expresiones prácticas dentro del territorio de China. Esta modalidad disfruta de una ventaja comparativa: permite a los extranjeros apreciar directamente y sin filtros la realidad doméstica, recibir la influencia indirecta e inconsciente del pueblo chino, y de la cultura e historia nacionales. El país en su conjunto se convierte en una especie de escenario, de exhibición.

Los intercambios educativos ocupan en este apartado un lugar especial. Bajo la guía del Consejo de Becas de China, una institución pública que depende directamente del Ministerio de Educación, se organiza la incorporación de estudiantes extranjeros en los centros educativos del país, muchos de los cuales son favorecidos por porcentajes de financiamiento aportados por el propio Gobierno chino. A tenor de su expansión económica y las propias demandas de su política exterior, China ha potenciado significativamente los intercambios de estudiantes, bajo la guía del Partido y su secretario general Xi Jinping. El propio mandatario señaló en mayo de 2023, durante el quinto estudio colectivo del Buró Político del Comité Central del PCCh, que:

Es necesario mejorar la estrategia y la estrategia de apertura de la educación, hacer planes generales para los dos artículos principales de "traer" y "salir", y hacer un uso efectivo de los recursos educativos de clase mundial y los elementos innovadores, a fin de hacer de China un importante centro educativo en el mundo con una fuerte influencia. Es necesario participar activamente en la gobernanza mundial de la educación, promover vigorosamente la construcción de la marca "Estudiar en China", contar bien las historias chinas, difundir la experiencia china y dar voz a las voces chinas, a fin de mejorar la influencia internacional y el poder discursivo de la educación de China (Xinhua, 2023).

Tal como señalara el miembro del Comité Permanente del xiv Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPCh) y director de la Base de Investigación para los Intercambios entre Pueblos Chino-Extranjeros, de la Universidad de Pekín, Jia Qingguo:

Promover que los estudiantes extranjeros estudien en China es una parte importante de las relaciones exteriores de China en la nueva era, y es de gran importancia para fortalecer los intercambios culturales y entre pueblos, desarrollar relaciones amistosas con países extranjeros, promover las relaciones económicas y comerciales extranjeras y expandir la influencia de China en el mundo (Jia, 2024).

Baste señalar que se ofrecen más de 60 mil becas para estudiantes internacionales en las principales casas de altos estudios chinas. Aun cuando la pandemia Covid 19 frenó la tendencia de crecimiento de la presencia de estudiantes extranjeros en el país asiático, según las estadísticas publicadas por el Ministerio de Educación en 2018 —la última vez que se presentaron estos datos—, un total de 492 185 estudiantes extranjeros, de 196 países y regiones, estudiaron en 1004 instituciones de educación superior, en 31 provincias (Ministerio de Educación de la República Popular China, 2019).

La estrategia de los intercambios educativos se hace también extensiva a los múltiples cursos que ofrecen las diferentes instituciones gubernamentales chinas a los países en vías de desarrollo, seguiendo la lógica de “no darles el pescado, sino enseñarles a pescar”. Además de los conocimientos que son transferidos, en lo que resulta una costosísima asistencia al desarrollo de las naciones menos favorecidas, se les trasmite la cultura y la visión chinas a los participantes, mediante conferencias y visitas guiadas.

El turismo es un componente muy relevante de esta estrategia. Solo en el año 2023, China acogió a 13,78 millones de extranjeros (Ministerio de Cultura y Turismo, 2024). En la primera mitad de 2024, el número ascendió a casi 14,64 millones, 152,7 % más que igual período del año precedente (Yang, 2024). Y en ello ha incidido, notablemente, la decisión del gobierno chino de establecer políticas unilaterales de libre visado por hasta 30 días, para los ciudadanos de un grupo de países que viajen a China por negocios, turismo, visitas familiares, intercambios y tránsito. Y, aunque al cierre de noviembre de 2024, ya 38 países disfrutaban de estos beneficios, se espera que su alcance se expanda hacia el futuro, a partir de la firme determinación china de abrirse más al mundo. Además, desde finales de 2023, Beijing ha a logrado una exención mutua completa de visas con más de 25 países (Zhang y Wang, 2024).

La recepción de turismo internacional se traduce en beneficios intangibles que potencian la capacidad del país para mostrar al mundo su realidad, con sus elementos positivos y negativos. Los visitantes pueden entender las raíces de la China actual y su funcionamiento, encontrando los elementos que singularizan al gigante asiático y que hacen posible que su política exterior, y su modelo de sociedad ni se asemejen a la imagen construida por los politizados medios extranjeros, ni a las propias experiencias prácticas occidentales.

En esta esfera resalta, en igual medida, la aparición de tendencias como el “turismo rojo”, que están estrechamente ligados con la historia de la nueva China y el desarrollo de su Partido Comunista. Eso permite llenar los vacíos gnoseológicos creados por un sistema educativo de Occidente, que promueve una visión eurocentrista del mundo y más acorde con su dominación cultural.

De forma general, el diseño y la propia implementación de la estrategia que incorpora la cultura como herramienta de la política exterior de China ha alcanzado nuevos y más altos niveles, durante la gestión del secretario general Xi Jinping. Este proceso, tal como sucede en la gran mayoría de esferas de la sociedad china, es una continuidad de épocas precedentes, una especie de peldaño superior, que resume experiencias e incorpora nuevos elementos a la luz de las condiciones imperantes y las propias demandas del desarrollo nacional.

Consideraciones finales

A lo largo de la gestión del secretario general y presidente Xi Jinping, la cultura ha mostrado sus sustantivas y amplias potencialidades para contribuir positivamente a los esfuerzos de China por transformarse en un gran país y construir un orden internacional que favorezca el desarrollo común, la coexistencia pacífica, una relación sostenible con el medio ambiente y la materialización de sus propias aspiraciones nacionales. Su empleo, como herramienta de política exterior, ha quedado validado en los resultados derivados de una innovadora labor teórica y práctica en esta esfera.

No se trata de una concepción acabada ni estática, sino de una especie de organismo vivo, en constante evolución y adaptación. En este apartado es también posible encontrar expresiones claras de esa dinámica de “autorrevolución”, que infunde tantas energías y vitalidad al proceso chino para construir un socialismo con características propias, próspero y moderno.

Si bien en el plano doméstico se manifiesta un mayor énfasis en la singularidad de su cultura, en su función unificadora como elemento de la nacionalidad china y en fuente de orgullo e identidad para un país en franco ascenso integral, en las relaciones internacionales adquiere otros atributos. De manera concreta, ha servido como instrumento para deconstruir percepciones erróneas, erigir puentes con las diferentes civilizaciones y las diásporas chinas, ensalzar la riqueza y la excepcionalidad cultural del país y facilitar el ascenso de China como un nuevo centro de poder mediante el entendimiento, el intercambio pueblo a pueblo y la legitimización de sus propuestas.

Más allá de las expresiones prácticas concretas, la utilización de la cultura en función de materializar los objetivos de política exterior de China se realiza desde una visión de sistema. Cada actor, sector y acción se integran en un complejo engranaje nacional que, bajo el liderazgo absoluto del Partido Comunista, asegura la conjugación de todas las capacidades para alcanzar las metas fijadas.

La experiencia del país asiático se erige en una interesante referencia y un valioso caso de estudio, aun cuando su propia singularidad limite la posibilidad de replicarla. Sin embargo, las experiencias y enseñanzas que se puedan sintetizar poseen un valor significativo para los hacedores y decisores de políticas, tanto para la configuración de sus propias estrategias como para la evaluación del quehacer chino en los escenarios doméstico y foráneo. Su relevancia es aún mayor para el Sur Global, a partir de las claras coincidencias con China en cuanto a las posiciones en el sistema internacional actual, las aspiraciones de configurar una alternativa válida al orden internacional vigente, y las enormes potencialidades que encierran nuestras culturas para la promoción de nuestros intereses nacionales.

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1 Las dos integraciones o combinaciones (两个结合) es un concepto desarrollado por el Partido Comunista de China,
que sintetiza en gran medida los principios básicos del marxismo, en los últimos 100 años desde la fundación de esa organización. Establece, concretamente, la necesidad de “integrar los principios básicos del marxismo con las condiciones específicas de China y con su excelente cultura tradicional”. Es apreciado como el único camino para abrir y desarrollar el socialismo con peculiaridades chinas, sobre la base de más de 5000 años de civilización.

2 En el documento se señalaba: “[...] se debe acentuar el intercambio cultural con el exterior para asimilar los excelentes logros de la civilización de otros países y aumentar la influencia de la cultura china en el plano internacional” (Hu, 2007; p. 27).

3 Estrategia diplomática formulada por el líder chino Deng Xiaoping que guió, por muchos años, la política exterior del país. Concretamente proponía, en los 24 caracteres utilizados para su formulación: “observar con calma, afianzar nuestra posición, afrontar los problemas con tranquilidad, ocultar nuestras capacidades y esperar el momento oportuno, mantener un perfil bajo, y nunca buscar el liderazgo”.

4 Es uno de los componentes de las “cuatro autoconfianzas”, las cuales convidan a creer en el camino, la teoría, el sistema y la cultura del socialismo con características chinas. Concretamente, en el plano cultural, estaríamos hablando de “un alto grado de confianza en los ideales y valores de una nación, un país y un partido político, así como un alto grado de confianza en su propia vitalidad cultural y creatividad” (Centro de Investigación Xi Jinping, para el socialismo con peculiaridades chinas para una nueva era, Universidad de Defensa Nacional, 2024).

5 Cifras aportadas por la Organización Internacional para la Migración (IOM, por sus siglas en inglés) y referenciadas por (Zhuang, 2021).

6 Tanto el ministro de Cultura y Turismo de China, Sun Yeli, como el presidente del Grupo de Medios de China, Shen Haixiong, son vicejefes del Departamento de Propaganda del Comité Central del Partido Comunista de China.