Nueva Época
Número 00
Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”
Como sugiere su título, esta ponencia va dirigi- da a realizar una primera y seguramente incompleta aproximación a las contradictorias y diferenciadas implicaciones que el resultado de las elecciones pre- sidenciales y parlamentarias de los Estados Unidos del 8 de noviembre de 2016 tendrán para los pue- blos, las naciones y los gobiernos de los 33 Estados nacionales o plurinacionales, así como para algunos de los territorios aún sometidos a diferentes formas de dominación colonial por parte de Estados Uni- dos, Francia, Gran Bretaña y Holanda, ubicados al sur del rio Bravo y de la península de Florida.
Para cumplir ese propósito, las páginas que si- guen se dividirán en tres acápites. En el primero me referiré a los que he denominado objetivos es- tratégicos, generales y, en algunos casos, específi- cos que guiaron las estrategias inteligentes y algunas
acciones hacia el sur político del continente ameri- cano desplegadas por las dos administraciones de Barack Obama. En el segundo, realizaré algunas referencias a algunos de los enunciados sobre la fa- milia de las Américas plasmados en la reaccionaría Plataforma del Partido Republicano (PPR) aproba- da en la Convención efectuada en Cleveland a fi- nes de julio de 2016. Y, en el tercero, presentaré mis consideraciones preliminares sobre el escenario más probable de las políticas hacia América Lati- na y el Caribe que desplegarán la maquinaria de la política exterior de defensa y seguridad, así como económico-financieras e ideológico-culturales de los Estados Unidos, al menos, en los primeros años del gobierno temporal del controvertido y, para muchos analistas, imprevisible magnate inmobilia- rio y miembro de la clase capitalista transnacional Donald Trump.2
1Licenciado en Ciencias Políticas, Doctor en Ciencias Sociológicas y Doctor en Ciencias. Escritor y ensayista inte- grante de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), así como Profesor Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García (ISRI)”, al igual que de las cátedras Ernesto Che Guevara, Simón Bolívar y de Estudios sobre el Caribe de la Universidad de La Habana. Actualmente integra los Grupos de Trabajo de Estudios sobre Estados Unidos y sobre el Caribe del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y el Consejo Consultivo de ex presidentes de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS).
2En la literatura marxista, siempre se han diferenciado los términos Estado y Gobierno. Desde el reconocimiento del carácter socio-clasista de cualquier Estado, el primero alude a lo que se denomina la maquinaria burocrática-militar y los diferentes aparatos ideológico-culturales que de manera permanente garantizan la reproducción del sistema de dominación. Mientras que el Gobierno alude a los representantes políticos de las clases dominantes o de sectores de ellas que se alternan en la conducción de la política interna y externa de ese Estado. Curiosamente la diferenciación entre los gobiernos permanentes y temporales fue retomada por los redactores del famoso documento Santa Fe I. Con los primeros se referían a lo que en ese texto llamaban grupos de poder y poderes fácticos, mientras que los segundos aludían a los gobiernos surgidos de los diversos ciclos electorales u otros cambios no democráticos que se producen en diferentes países del mundo. De ahí la validez de emplear el término gobierno temporal para referirnos a las diferentes administraciones demócratas o republicanas que se han alternado en los Estados Unidos.
Como en otros de mis ensayos, ese escenario se elaborará desde los principales conceptos teóricos y metodológicos de la prospectiva crítica. Estos parten del criterio de que el futuro es más construi- ble que previsible. Por tanto, no es único, ni lineal. Al contrario, pueden vislumbrarse varios escenarios alternos. Ninguno está predeterminado, ya que de- penden de los resultados de las acciones reactivas, preactivas y proactivas del hombre colectivo. En consecuencia, el porvenir es un campo de batalla (muchas veces violento) entre los sujetos sociales y políticos, estatales y no estatales, que pugnan por imponer su poder para defender sus intereses.3
En mi consideración, la utilización de esos conceptos es necesaria, ya que en la mayor parte de las aproximaciones que he podido leer sobre la que será la proyección externa de los Estados Unidos durante la próxima administración repu- blicana se olvida que, con independencia de las posiciones personales de cualquier mandatario (por muy megalómano que sea, como es el caso de Donald Trump), la política interna y externa que desarrollará esa potencia imperial durante su administración será la resultante de los consensos que se produzca entre los representantes políti- cos, militares e ideológico-culturales de diferen- tes sectores de las clases y los grupos dominantes que participan en las diferentes instancias de los poderes ejecutivo, legislativo y, en algunos casos, judicial. Igualmente, de las percepciones que es- tos tengan con relación a los resultados (positivos
o negativos) de las políticas desplegadas por la ad- ministración precedente, tanto para sus propios intereses y cuotas de poder como para la preser- vación de la que he denominado seguridad impe- rial de los Estados Unidos.
Como he tratado de demostrar en diferentes publicaciones,4 lo antes dicho contribuye a expli- car la continuidad de los objetivos estratégicos, generales y, en algunos casos, específicos, al igual que de muchas de las estrategias y herramien- tas desplegadas y utilizadas por las diferentes administraciones, aun cuando estas hayan sido controladas por diferentes sectores de los parti- dos demócratas o republicanos estadounidenses. También los cambios de estrategias o el empleo de ciertas herramientas que se han producido entre una y otra administración e, incluso, durante los diferentes mandatos de algunas de ellas.
Como indiqué en una ponencia que presen- té hace unas semanas en un evento internacio- nal efectuado en la Universidad Nacional de Co- lombia, entre el 2009 y el 2016,5 la maquinaria de la política exterior de defensa y de seguridad estadounidense, al igual que sus aparatos econó- mico-financieros, propagandísticos e ideológi- co-culturales emprendieron diversas acciones pú- blicas, discretas, encubiertas o secretas dirigidas
—según indicó Barack Obama durante su prime-
3Francisco José Mojica: “Determinismo y construcción del futuro”, en Francisco López Segrera y Daniel Filmus (coord.): América Latina 2020: Escenarios, alternativas, estrategias, FLACSOTemas Grupo Editorial, Buenos Aires, No. 2, 2000, pp. 111-125.
4Luis Suárez Salazar: Madre América: Un siglo de violencia y dolor (1898-1998), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2003; Luis Suárez Salazar: Un siglo de terror en América Latina, Ocean Sur (un proyecto de Ocean Press), Melbourne, Nueva York y La Habana, 2006; Luis Suárez Salazar: Obama: La máscara del poder inteligente, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2010.
5Luis Suárez Salazar: “Las políticas de Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe: una mirada después de res- tablecimiento de sus relaciones diplomáticas con Cuba”, ponencia presentada en el evento académico internacional “América Latina en disputa: Estado, gobierno y sociedades en el nuevo milenio”, realizado en Bogotá, Colombia, entre el 2 y el 4 de noviembre de 2016 con el auspicio de la Maestría de Estudios Políticos latinoamericanos y del Depar- tamento de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Colombia, así como de la Sociedad Latinoamericana de Economía y Pensamiento crítico (SEPLA), 2016.
ra campaña electoral y reiteró en otros documen- tos posteriores— a renovar y a prolongar a lo lar- go del siglo XXI el liderazgo estadounidense en las Américas.6
Con tal fin, durante sus dos administraciones, de manera unilateral o concertada con sus amigos, socios o aliados, estatales y no estatales de dentro y fuera del continente americano, la poderosa ma- quinaria burocrático-militar con el apoyo biparti- dista del poder legislativo) emprendió diversas ac- ciones orientadas a cumplir al menos los siguientes objetivos generales o específicos intervinculados:
Desestabilizar y, donde y cuando le resultó posible, derrocar por medios predominantemente institucionales a aquellos gobiernos latinoamerica- nos y caribeños genéricamente calificados como antiestadounidenses. En particular, aunque no úni- camente (como se demostró en Paraguay), a los gobiernos que eran (como fue el caso de Honduras hasta mediados de 2009) o todavía son miembros plenos de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio entre los Pueblos (ALBA-TCP): Antigua y Barbuda, Bolivia, Cuba, Dominica, Ecuador, Granada, Nicaragua, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Surinam y la República Bolivaria- na de Venezuela. Contra los gobiernos de este últi- mo país, presididos por el comandante Hugo Chá- vez y por Nicolás Maduro, se desplegaron diversas estrategias contrarrevolucionarias bajo el supuesto de que su derrocamiento produciría un negativo efecto dominó sobre los gobiernos de los de demás Estados integrantes del ALBATCP (incluido el de Cuba) y para las interrelaciones que estos habían desplegado con otros gobiernos centroamericanos y caribeños en los marcos de PETROCARIBE y del fondo ALBA-Caribe;
Restaurar o fortalecer, según el caso, su multi- facética dominación sobre México, sobre todos los
Estados-nacionales ubicados en el istmo centroa- mericano, al igual que en el Caribe insular y conti- nental (Belice, la República Cooperativa de Guyana y Surinam) con vista a preservar su control sobre los recursos naturales y los bienes públicos (como el agua y la biodiversidad), al igual que sobre los di- versos espacios geoestratégicos existentes en el Gran Caribe: el Golfo de México, los estrechos de la Flori- da y Yucatán, el Paso de los Vientos, el Canal de Pa- namá, el canal de la Mona y las diversas rutas aéreas, marítimas y terrestres que sirven para transitar entre el Sur y el Norte del continente americano, así como entre los océanos Atlántico y Pacífico.
Para el cumplimiento de esos propósitos le resultó de mucha utilidad la continuidad de sus estrechos vínculos político-militares con los diversos gobier- nos europeos (Francia, Gran Bretaña y Holanda) que mantienen diversas posiciones coloniales en el Caribe insular y continental, así como el fortaleci- miento de la dominación colonial estadounidense sobre Puerto Rico. Esta registró un nuevo salto de calidad con la aprobación de la denomina Ley PRO- MESA, aprobada en el 20l6 por Barack Obama, y la cual estableció una Junta Fiscal para garantizar, primero que todo, que los gobiernos de ese Estado Libre Asociado pagarán la multimillonaria deuda contraída con diversas instituciones financieras es- tadounidenses, incluidos algunos fondos buitres;7
Lograr una solución político-militar favora- ble a los intereses geopolíticos y geoeconómicos estadounidenses de la prolongada guerra civil — con contenidos de liberación nacional y social— que hasta mediados de 2016 se estaba desarro- llando en Colombia. Sin importar los inmensos costos humanos, sociales y ecológicos provocados por la voluminosa ayuda económica y militar que le ofrecieron diversas administraciones demócra- tas y republicanas estadounidense,8 los éxitos de los gobiernos presididos por Álvaro Uribe y por
6Barack Obama: Renewing U.S. Leadership in the Americas, Obama for America, Washington, 2008. 7Alejandro Torres: “La Junta Fiscal”, power point enviado por el autor el 11 de julio de 2016.
8Oto Higuita: “Plan Colombia: un balance a 15 años de su implementación”, en: www.facebook.com/America.Latina. en.Movimiento, consultado el 25 de febrero, 2016.
Juan Manuel Santos, al igual que por las represi- vas fuerzas militares colombianas en su cruenta guerra contra la insurgencia y el narco-terrorismo fueron presentados por la administración de Ba- rack Obama y por el Pentágono como el modelo a seguir por los gobiernos y las fuerzas armadas y policiales de otros países de dentro y fuera del hemisferio occidental enfrentados a semejantes amenazas; en particular, por México, por los Es- tados del Triángulo Norte de Centroamérica (El Salvador, Honduras y Guatemala), así como por Perú y Paraguay;9
Subordinar a los intereses geoeconómicos y geopolíticos estadounidenses a los gobiernos de todos los Estados nacionales del hemisferio oc- cidental ubicados en el arco del Pacífico: Canadá, México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nica- ragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú y Chile. Funcional a ese propósito fueron las negociaciones del Tratado Transpacífico (TPP) impulsadas por el gobierno de los Estados Uni- dos como parte de sus llamados pilares asiáticos, así como su constante respaldo a la Alianza para el Pacífico (ALPA), institucionalizada en el 2011 entre los gobiernos de México, Colombia, Perúy Chile, presididos por Felipe Calderón, Juan Ma- nuel Santos, Allan García y Sebastián Piñera, res- pectivamente. Sus antecesores, previamente, ha- bían firmado asimétricos tratados bilaterales de libre comercio con Estados Unidos y ellos o sus sucesores (como fue el caso del mandatario pe- ruano Ollanta Huma-la) firmaron diversos tra- tados en el campo de la defensa y la seguridad con las dos administraciones de Barack Obama,
orientados a compartir responsabilidades y costos con la maquinaria militar estadounidense en la defensa del hemisferio Occidental;10
Contrarrestar las amenazas que le plantearon a la hegemonía estadounidense en el Hemisferio Occidental y, en particular, en Suramérica la pau- latina e inconclusa transformación de la Repú- blica Federativa de Brasil en una potencia global, al igual que aquellas posturas populistas radica- les o desfavorables a los intereses de los Estados Unidos asumidas por algunos de los partidos (o sectores de ellos) integrantes de las heterogéneas coaliciones políticas que hasta el 2012 apoyaron al gobierno paraguayo presidido por Fernando Lugo, así como las que, hasta el 2015 y el 2016, habían sustentado los gobiernos de Argentina y Brasil, presididos por Cristina Fernández de Kir- chner, Luis Ignacio Lula da Silva y Dilma Rousse- ff, respectivamente. Asimismo, por algunos de los partidos integrantes del Frente Amplio-Encuen- tro Progresista que sustentaron y todavía susten- tan a los gobiernos uruguayos presididos por José Mujica y Tabaré Vázquez. (Lo antes dicho y lo que veremos en el numeral si siguiente contribuye a explicar el rápido respaldo que le ofreció la admi- nistración de Barack Obama al gobierno argen- tino presidido por el multimillonario neoliberal Mauricio Macri, así como, antes de que se consu- mara el golpe de estado parlamentario-mediático y judicial que en el 2016 se produjo en Brasil contra la presidenta constitucional Dilma Rousseff);
Dificultar la reforma y la ampliación del Mer- cado Común del Sur (MERCOSUR) impulsada por los gobiernos de sus Estados Miembros antes
9Arelene Tickner: Colombia, the United States, and Security Cooperation by Proxy, Washington Office on Latin America, marzo, 2014; Sarah Kinosian, John Lindsay-Poland y Lisa Haugaard: “Estados Unidos no debería exportar el ‘éxito’ de la guerra de Colombia contra las drogas”,
en: es.insightcrime.org/analisis/estados-unidos-no-deberia-exportar-exito-guerra-colombia-contra-drogas, consulta- do el 12 de julio de 2015.
10Luis Suárez Salazar: “La política hacia América Latina y el Caribe bajo la Presidencia de Barack Obama: una mirada desde la prospectiva crítica”, en Darío Salinas (coordinador): América Latina: nuevas relaciones hemisféricas e integra- ción, Universidd Iberoamericana A.C, Univeridad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, México, [2014] 2016.
mencionados, así como la profundización de los acuerdos en los campos políticos y de la defensa adoptados por la Unión de Naciones Sudamerica- nas (UNASUR), en especial, aquellos que cuestio- naron los intereses geopolíticos, geoeconómicos (incluidos el control de los recursos naturales es- tratégicos y los bienes públicos) y geoestratégicos apetecidos por los grupos dominantes en Estados Unidos, cuáles son las estratégicas cuencas de los ríos Orinoco, Amazonas y de la Plata, el portento- so acuífero Guaraní, al igual que los archipiélagos ubicados en el Atlántico Sur y los estrechos y las aguas que lo conectan con el Pacífico Sur y con la Antártida;
Entorpecer las acciones de los diversos gobier- nos de América Latina y el Caribe que, entre fines de 2008 y de 2011, condujeron a la fundación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribe- ños (CELAC) y, como no lo lograron, evitar que sus resoluciones y prácticas obstaculizaran el adecuado cumplimiento de los diversos acuerdos y planes de acción aprobados por las Cumbres de las Américas (ordinarias o extraordinarias) celebradas entre 1994 y el 2015, al igual que por los principales órganos político-militares y político-jurídicos del Sistema Interamericano: la Organización de Estados Ame- ricanos (OEA) y sus diversas Comisiones; la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la Junta Interamericana de Defensa (JID).
Funcional a ese último propósito fue la acérri- ma defensa por parte de los representantes de los Estados Unidos de las controversiales labores des- plegadas por la Comisión de Derechos Humanos de la OEA y por la CIDH;11 el apoyo que —mo- dificando sus posturas anteriores y sobre la base
de la Ley al respecto firmada por Barack Obama a fines de 2013— el Departamento de Estado co- menzó a ofrecerle a la reforma de esa organiza- ción propuesta por el ex secretario general de ese organismo, José Miguel Insulza, y reimpulsa- da por su controvertido sustituto, Luis Almagro. Paralelamente, en correspondencia con la nueva etapa de sus relaciones con Cuba anunciada el 17 de diciembre de 2014, así como con sus perdu- rables propósitos de producir cambios del (o en el) régimen cubano,12 la administración de Barack Obama finalmente aceptó que el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros (CCEM) de la República de Cuba, Raúl Castro, participara, por primera vez en la historia de esos eventos, en la VII Cumbre de las Américas realizada en Panamá en abril de 2015.
Según habían adelantado algunos analistas es- tadounidenses,13 tal decisión tuvo como uno de sus propósitos superar las grandes dificultades que sufrió el desenvolvimiento de ese cónclave durante su VI Cumbre efectuada en el 2012 en Cartagena, Colombia, al igual que re-legitimar a la OEA, en su conjunción con el Banco Intera- mericano de Desarrollo (BID), como la entidad diplomática multilateral primordial en la supervi- sión y gestión de los acuerdos de esas Cumbres destinados al fortalecimiento de la paz y la segu- ridad, la promoción y consolidación de la demo- cracia representativa, la resolución de conflictos regionales, el fomento del crecimiento económico y la cooperación al desarrollo, la facilitación del co- mercio, la lucha contra el tráfico ilícito de drogas y el crimen transnacional y el apoyo a la Comisión de Derechos Humanos.14
11En: Aportes DPLF: “La reforma de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos”, No. 19, Año 7, abril, Was- hington, 2014.
12Barack Obama: Directiva Presidencial De Políticas-Normalización Estados Unidos-Cuba (Directiva Presidencial De Políticas/Ppd-43), The White House, Washington, October 14, 2016.
13Michael Shifter: “Una relación paradójica”, Foreign Affairs: Latinoamérica, Vol. 14: No. 2, 2014, pp. 82-88. Disponible en: www.fal.itam.mx.
14Congress of the United States of America 2013: Organization of American States Revitalization and Reform Act of 2013.
Ese propósito coincidió con el interés del Pen- tágono, expresado en La política de defensa para el hemisferio occidental hasta el 2023 difundida en octubre de 2012 por el entonces secretario de De- fensa Leon Panetta, en la que, entre otras cosas, se indicó:
Los Estados Unidos, mediante su participación en la OEA y mediante cada uno de nuestros com- promisos ínter militares, promoverán un férreo sistema de cooperación en materia de defensa que procure hacer frente a los desafíos complejos del siglo XXI. […] Nos esmeraremos por reformar las instituciones existentes y aprovecharlas a fin de lograr una mayor eficacia y unidad de propósitos para abordar esta problemática que afecta a todos los países del hemisferio (las cursivas fueron incor- poradas por el autor de esta ponencia).15
Con esos y otros fines, a partir de 2014, la di- plomacia político-militar estadounidense, de con- junto con la Secretaría de la JID, comenzó a im- pulsar la elaboración de un nuevo instrumento hemisférico que sustituya al inoperante Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), así como la institucionalización de una Comi- sión Interamericana de Defensa subordinada a la OEA que articule las labores de las Conferencias de Ministro de Defensa de las Américas, de Jefes de Ejércitos, Marina y Aviación, así como de los subsistemas regionales de defensa existentes en el hemisferio occidental;16 incluidas las estrechas relaciones ya establecidas entre las fuerzas milita- res de Canadá con el Comando Norte de Defensa Aeroespacial (NORAD, por sus siglas en inglés) y con el Comando Norte de las Fuerzas Armadas estadounidenses (NORTHCOM), cuya área de responsabilidad abarca el territorio, las costas y el espacio aéreo de Canadá, de los Estados Unidos,
incluida Alaska, de México y del archipiélago de las Bahamas, ubicado en la entrada atlántica del estrecho de La Florida.
En los criterios del Jefe de esos dos comandos, almirante William Gortney, esa articulación está orientada a enfrentar las amenazas tradicionales y no tradicionales que les plantea a los Estados Uni- dos la proyección militar, política y económica de Rusia y de la República Popular China en el hemisferio occidental, asimismo, las acciones ci- berespaciales, las pruebas nucleares y el continuo desarrollo de misiles balísticos por parte de Corea del Norte, las actividades diplomáticas y las capa- cidades de misiles balísticos de largo alcance y el programa espacial que está desarrollando Irán y los eventuales ataques terroristas contra el terri- torio estadounidense que, en el futuro, pudieran emprender el Estado Islámico y Al-Qaida.17
No tengo espacio para plasmar mis considera- ciones acerca de los importantes logros para la se- guridad imperial de los Estados Unidos obtenidos durante las dos administraciones de Barack Oba- ma (en particular durante su segundo mandato), basados en el cumplimiento total o parcial de cada uno de los objetivos generales y específicos seña- lados en el acápite anterior; tampoco para referir- me a los que no pudo cumplir. No obstante, en mi apreciación, unos y otros objetivos serán retoma- dos por la próxima administración republicana; ya que esta, al igual que su antecesora, pero con un lenguaje diferente, quedó comprometida (en- tre otras cosas que veremos después) a mantener la posición natural de los Estados Unidos como líder del mundo libre, a restablecer la ley y el orden
15Leon Panetta: La política de defensa para el Hemisferio Occidental. Department of Defense United States of America, Washington, 2012.
16JID: El sistema interamericano de Defensa, Secretaría Junta Interamericana de Defensa, Washington, 2013. 17William Gortney: Statement of Admiral William E. Gortney, UNited States Navy Commander, United States Nor- thern Command and North American Aerospace Defense Command before The Senate Armed Services Committee, Washington, March 10, 2016.
y a superar la crisis que está atravesando la seguri- dad nacional estadounidense.18
De ahí que, a pesar de la acritud de los tres de- bates que se produjeron entre la candidata presi- dencial del Partido Demócrata, Hillary Clinton, y del candidato republicano, Donald Trump, los cambios que ambos se proponían introducir en las políticas hacia América Latina y el Caribe pre- viamente desplegadas por el gobierno temporal de Barack Obama no estuvieron en el centro de la campaña electoral. Esto me induce a pensar que ambos candidatos estaban decididos a man- tener esos objetivos así como a continuar la ma- yor parte de las estrategias inteligentes elaboradas e implementadas por la poderosa maquinaria de la política exterior de defensa y seguridad de los Estados Unidos durante los ocho años de esa ad- ministración.
Entre otras razones, porque casi todas ellas contaron con el mayoritario respaldo bipartidista en ambas cámaras del Congreso. Como veremos después, una de las pocas excepciones que confir- man esa regla fueron el rechazo que encontraron en el Senado o en el la Cámara de Representan- tes las diferentes enmiendas a las llamadas leyes del embargo contra Cuba que presentaron diver- sos senadores o representantes de ambos partidos políticos después del 17 de diciembre de 2014; incluida la dirigida a restituirle el derecho de los ciudadanos estadounidenses a viajar y a gastar su dinero en la mayor de las Antillas sin que mediara ninguna licencia de la Oficina de Control de Ac- tivos del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos (OFAC, por su sigla en inglés).
De ahí que los dos únicos problemas vincula- dos directamente a las políticas hacia el Hemisfe- rio Occidental que se abordaron en los diferentes discursos del candidato republicano fueron los vinculados a los negativos efectos que, según sus reiteradas opiniones xenófobas y presuntamente proteccionistas y anti neoliberales, estaban produ-
ciendo en la sociedad, en la cultura y en la eco- nomía estadounidense las políticas migratorias y comerciales previamente desplegadas por la ad- ministración de Barack Obama y, dentro de esta última, la necesidad de renegociar con el gobierno mexicano el Tratado de Libre Comercio de Amé- rica del Norte (TLCAN) que, desde 1994, venían aplicando todas las administraciones demócratas y republicanas.
Sin embargo, en la reaccionaria PPR, se acentuó la importancia de darle continuidad, con escasos cambios, a todas las estrategias en los campos co- mercial, energético, de la defensa y la seguridad que durante la administración de Obama se han venido desplegando de conjunto con los sucesivos gobiernos de Canadá, encabezados por sus prime- ros Ministros, Stephen Harper y Justin Trudeau, así como con los eslabonados presidentes de Mé- xico, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. A pe- sar de los ataques verbales contra los mexicanos emprendidos por Donald Trump y de su amenaza de que si ganaba las elecciones, el gobierno mexi- cano tendría que financiar el muro que desde más de 20 años se viene construyendo en la extensa frontera terrestre entre ambos países, en la antes mencionada PPR se indicó:
Nuestra atención a los temas del comercio y del medioambiente contribuirá a un fuerte creci- miento económico y a la prosperidad de las Amé- ricas. Agradecemos a nuestros vecinos de Méxi- co y Canadá que hayan sido nuestros socios en la lucha contra el terrorismo y en la guerra contra las drogas. El pueblo mexicano merece nuestra asistencia por su brava resistencia a los carteles de las drogas que trafican con la muerte a ambos lados de nuestras fronteras. Su rica herencia cul- tural y religiosa, presente en millones de nuestros ciudadanos, deberá contribuir a un mayor enten- dimiento y cooperación entre nuestros países. Nuestros vecinos canadienses pueden contar con nuestra cooperación y respeto. Para avanzar en la
18PPR: Plataforma del Partido Republicano, aprobada en la Convención de Cleveland, 19 julio, 2016.
independencia energética de América del Norte, intentaremos revertir el bloqueo de la actual ad- ministración al oleoducto Keystone XL. Además de su valor económico, ese proyecto ha deveni- do un símbolo de la contradicción entre el deseo público al desarrollo económico y la hostilidad gubernamental al crecimiento. Nosotros estamos con el pueblo.19
A su vez, con el lenguaje antediluviano emplea- do en algunas de sus partes, en esa plataforma se indicó:
Un presidente republicano nunca abrazará a un dictador marxista, ni en Venezuela ni en ninguna parte del mundo. El actual presidente del poder eje- cutivo ha permitido que ese país se haya convertido en un estado narco-terrorista y que una avanza- da iraní amanece a América Central, así como que Venezuela sea un cielo seguro para los agentes de Hezbollah. Y añadió: Hoy con su país arruinado por el socialismo y en la senda del caos, el pueblo venezolano está luchando por restaurar su demo- cracia y recuperar sus derechos. Cuando triunfen, como seguramente ocurrirá, los Estados Unidos es- tarán listos para ayudarlos a retornar a la familia de las Américas.20
Sin duda, tales enunciados expresaron el tajante rechazo de los redactores de esa plataforma (al- gunos de los cuales ocuparán prominentes posi- ciones en la administración de Donald Trump) a las conversaciones de alto nivel entre los actuales gobiernos de los Estados Unidos y de Venezue- la que comenzaron a desarrollarse desde abril del 2015; pero, como se indicó en el primer acápite de este escrito, el contenido de esos enunciados se corresponden con las multifacéticas acciones contra la Revolución Bolivariana desplegadas por las dos administraciones de Barack Obama. Y, en particular, con los agresivos planes que, desde los primeros meses de 2015, ha venido organizando
19Ibídem: 50. 20Idem.
el SOUTHCOM (las llamadas Venezue Venezue- la Freedom 1 y 2 Operation) después que el antes mencionado presidente estadounidense dio a co- nocer la Orden Ejecutiva de comienzos del 2015 en la que calificó al actual gobierno venezolano como una amenaza inusual y extraordinaria para la política exterior y la seguridad nacional estadou- nidense.21
En esa misma tónica y en correspondencia con las estrategias hacia Colombia desplegadas por la maquinaria de la política exterior, de defensa y la seguridad de los Estados Unidos, así como recha- zando de manera implícita el respaldo que la ad- ministración de Barack Obama le había ofrecido a los acuerdos de paz que en julio de 2016 toda- vía se estaban negociando en La Habana entre los representantes del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y del gobierno de ese país, la antes mencionada PPR señaló:
Reafirmamos nuestra amistad y admiración por el pueblo colombiano y llamamos a los con- gresistas republicanos a expresar su solidaridad con sus largas décadas de lucha contra las terro- ristas FARC. Los sacrificios y sufrimientos del pueblo colombiano no deben ser traicionados por el ascenso al poder de los asesinos y señores de las drogas.22
Llama la atención que ese último sintagma for- mó parte de los argumentos empleados por el reaccionario ex presidente y ahora senador co- lombiano y líder del mal llamado Cambio Demo- crático, Álvaro Uribe (estrechamente vinculado a algunos de los congresistas cubano-estadouni- denses, como Mario Díaz Balart, que apoyaron la candidatura de Donald Trump), para movili- zar votos contra los acuerdos de paz firmados en La Habana en el plebiscito para tratar de blindar- los que se efectuó en Colombiael 2 de octubre de
21Mark Weisbrot: “Obama face another disastruos Summit due to sanctions against Venezuela”, en The Hill, April, 9, 2015. 22PPR: Plataforma del Partido Republicano, aprobada en la Convención de Cleveland, ob. cit., 19 julio, 2016.
2016. Posteriormente, durante la ratificación de la segunda versión de esos acuerdos aprobada por el Senado y en la Cámara de Representantes, los parlamentarios de Cambio Democrático también se opusieron a la segunda versión de esos acuer- dos firmada en Bogotá a fines de noviembre de ese año entre el Jefe de las FARC, Rodrigo Londo- ño (alias Timochenko) y el presidente colombia- no, Juan Manuel Santos.
Pero mucho antes de que eso ocurriera, Donald Trump, como es su costumbre, comenzó a las de- claraciones anteriores que había realizado alrede- dor de las políticas hacia Cuba desarrollada por la administración de Barack Obama después del 17 de diciembre de 2014. En efecto, buscando captar el apoyo de los electores opuestos a esas políticas, el entonces candidato presidencial republicano comenzó a resaltar sus desacuerdos y, en la mis- ma medida que los fue acentuando, fue asumien- do el lenguaje ultraconservador en el que está re- dactada la PPR. Al respecto, en esta se indicó:
Queremos darle la bienvenida al pueblo de Cuba en nuestra familia hemisférica, después que sus corruptos gobernantes sean sacados del poder y rindan cuentas por sus crímenes contra la huma- nidad. Estamos con las Damas de Blanco y con todas las víctimas del asqueroso régimen que está aferrado al poder en La Habana. Nosotros decimos claramente: ellas han sido traicionadas por aque- llos que actualmente controlan la política exterior estadounidense. La apertura hacia Cuba de la ac- tual administración fue un vergonzoso acomodo a las demandas de los tiranos. Solo fortalecerán a esa dictadura militar. Llamamos al Congreso a de- fender las leyes estadounidenses que plantean las condiciones para eliminar las sanciones contra la isla: la legalización de los partidos políticos, prensa independiente y elecciones libres y con supervisión internacional. Reclamamos una plataforma [aérea] para las trasmisiones de Radio y TV Martí y la
23Idem.
promoción de acceso a Internet como herramienta tecnológica para fortalecer el movimiento pro-de- mocracia en Cuba. Nosotros apoyamos el trabajo de la Comisión para la Asistencia a una Cuba Li- bre y afirmamos los principios de la Ley de Ajuste Cubano de 1966, reconociendo el derecho de los cubanos a escaparse del comunismo.23
Es imprescindible resaltar que ese ofensivo y ran- cio lenguaje fue el empleado por Donald Trump en el exabrupto que difundió inmediatamente después que conoció la desaparición física del líder históri- co de la Revolución Cubana, Fidel Castro. El irres- petuoso contenido de ese mensaje llevó al joven y prestigioso historiador cubano, Elier Ramírez Ca- ñedo, a preguntarse si, al menos en lo correspon- diente a Cuba, el próximo mandatario republicano había decidido sustituir las herramientas del po- der inteligente empleadas por Barack Obama, por las del poder estúpido previamente empleadas por otros mandatarios demócratas y republicanos esta- dounidenses. Acto seguido agregó:
Si Obama se propuso con inteligencia captar simpatías en el pueblo cubano, ya Trump se ganó para siempre la animadversión de la gran mayo- ría del pueblo cubano con sus declaraciones so- bre Fidel. Trump debió estar mejor asesorado y haber sabido que este pueblo es profundamente fidelista y que meterse con Fidel es como meterse con quien es considerado el padre de millones de cubanos, una de las raíces más sensibles de nues- tra espiritualidad, del orgullo y la dignidad que significa ser cubano. El pueblo de Cuba no olvida jamás esas ofensas, sobre todo si vienen en horas de dolor y tristeza. Ojalá el recién electo presiden- te de los Estados Unidos rectificara su conducta, pero de cualquier manera ya ha sembrado un pre- cedente nefasto.24
El escenario más probable de las políticas hacia América Latina que desplegará la administración de Donald Trump.
24Elier Ramírez Cañedo: “Donald Trump y Cuba: ¿del smart power al stupid power?”, en
Boletín Por Cuba (Año 14, No. 96), La Habana, 6 de diciembre, 2016.
Cualesquiera que sean las consideraciones que merezcan esas y otras consideraciones expresadas por el autor de esa cita, todo lo dicho en el acápite anterior y otras elementos excluidos en beneficio de la síntesis, dejan planteadas varias interrogan- tes que trascienden con mucho las políticas hacia Cuba que emprenderá el próximo gobierno tem- poral estadounidense. En lo que tiene que ver con los contenidos de esta ponencia, ¿abandonará esa administración todas o solo algunas de las inge- niosas combinaciones entre las herramientas de los llamados hard y soft powers (Smart power) em- pleadas por la administración de Barack Obama con vista a cumplir todos los objetivos estratégi- cos, generales o específicos planteados o no en el primer acápite de este trabajo? ¿Esas herramien- tas serán sustituidas por las propias del que Elier Ramírez denomina stupid power?
En mi consideración esas preguntas no tienen una respuesta general. Por consiguiente, conside- ro que para realizar anticipaciones acerca de las estrategias y las herramientas que empleará en sus interrelaciones con América Latina y el Caribe la administración que se inaugurará el 20 de enero de 2017, resulta imprescindible realizar un análi- sis case by case que, además de los antecedentes ideológicos, políticos o militares de los altos fun- cionarios que ya ha nombrado o que nombrará Donald Trump, tome en cuenta las percepciones que tienen entre los diferentes actores del gobierno permanente de los Estados Unidos sobre los resul- tados favorables o desfavorables para su poder y sus intereses, así como para la seguridad imperial de los Estados Unidos que tuvieron las políticas hacia el hemisferio occidental emprendidas por la administración precedente.
Ya indiqué que en este escrito no tengo espa- cio para presentar mis consideraciones sobre los desiguales resultados de esas políticas. Sin embar- go, para cumplir los propósitos que plantee en su
introducción, creo imprescindible señalar que, en mi apreciación, la próxima administración man- tendrá la mayor parte de las estrategias desplega- das y las herramientas utilizadas por la maquina- ria de la política exterior, económica, ideológica, de defensa y seguridad de los Estados Unidos du- rante el gobierno temporal de Barack Obama para garantizar la subordinación de los actuales go- biernos de Canadá y de México a las necesidades geopolíticas, geoeconómicas y geoestratégicas de los Estados Unidos; incluidas las vinculadas con la otrora llamada Alianza para la Prosperidad y la Seguridad de América del Norte (ASPAN) impul- sada por la administración de George W. Bush, de consuno con el gobierno neoconservador del Pri- mer Ministro canadiense Stephen Harper (2006- 2015) y del derechista presidente mexicano Felipe Calderón (2005-2011).
Aunque en los años posteriores se presentaron ciertas contradicciones entre Harper, Obama y el actual presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, en la más reciente Cumbre de América del Norte efectuada en Ottawa en junio de 2016, esos dos últimos mandatarios, junto al entonces recién electo primer ministro liberal canadiense, Jus- tin Trudeau, adoptaron diferentes acuerdos para continuar profundizando la integración de Amé- rica del Norte.25 Como ya vimos, la continuación de esa integración con normas ambientales me- nos exigentes que las actualmente vigentes, estuvo incluida en la PPR. Por consiguiente, con inde- pendencia de las renegociaciones del TLCAN con el actual gobierno de México anunciada por Do- nald Trump como una de las prioridades de sus primeros cien días en la presidencia no se aban- donará ese propósito largamente perseguido por los representantes políticos, militares e ideológico culturales de diferentes sectores de las clases do- minantes estadounidenses; incluidos los dueños y gerentes de las principales corporaciones transna-
25Fidel Vascós: “La Cumbre de América del Norte en Ottawa”, ponencia presentada en la XIII Conferencia de Estudios Americanos “Realidades y perspectivas de los procesos progresistas y de Izquierda en Nuestra América”, convocada por el Centro de Investigaciones de Política Internacional, La Habana, 19 al 21 de octubre, 2016.
cionales que ya tienen incluidos sus enclaves en México entre los eslabones de sus correspondien- tes cadenas de valor.
Algo parecido puede decirse de las estrategias desplegadas por Barack Obama para fortalecer su multifacética dominación sobre ese país, sobre todos los Estados-nacionales ubicados en el istmo centroamericano, al igual que en el Caribe insular y continental (Belice, la República Cooperativa de Guyana y Surinam). Entre ellas, todas las acciones desplegadas por el Departamento de Estado, por el NORTHCOM y por el Departamento de Segu- ridad de la Patria dirigidas a bajar la frontera de seguridad imperial de los Estados Unidos hasta el norte de Guatemala y de Belice. Igualmente, las acciones emprendidas por todas esas estructuras del poder ejecutivo y del SOUTHCOM para con- tener y tratar de derrotar las amenazas no tradi- cionales a su seguridad nacional en los correspon- dientes territorios y en las aguas jurisdiccionales de los Estados del Triángulo Norte de Centroa- mérica, al igual que de Costa Rica, Panamá y de diversos Estados integrantes de la Comunidad del Caribe (CARICOM).
Lo antes dicho —junto a los persistentes afanes del SOUTHCOM y de la IV Flota de la Marina de Guerra estadounidense de controlar los espa- cios marítimos y las rutas aéreas del Mar Caribe y del Golfo de México— seguirá teniendo múltiples implicaciones negativas para los actuales gobier- nos de Costa Rica, El Salvador y Nicaragua, en- cabezados por Guillermo Solís, Salvador Sánchez Cerén y Daniel Ortega; ya que en esos tres países, además de continuar las estrategias indicadas en el párrafo anterior, la administración de Donald Trump y las fuerzas más conservadoras de los partidos demócrata y republicano ampliarán el apoyo que ya le han venido ofreciendo a las fuer- zas sociales y políticas de la derecha costarricense, salvadoreña y nicaragüense.
Por tanto, es de esperar que la próxima adminis- tración fortalezca los condicionamientos que ya se le han venido imponiendo al gobierno salvadoreño
para recibir los fondos que le corresponden de los 750 millones de dólares aprobados en el presupuesto de 2017 por el Congreso de los Estados Unidos para apoyar el Plan para la Prosperidad del Triángulo Norte de Centroamérica (asesorado y monitoreado por el BID), así como de los más de 300 millones de dólares dirigidos a fortalecer en el propio año la im- plementación de la Iniciativa para la Seguridad de América Central (CARSI, por sus siglas en inglés) impulsada desde el 2010 por el gobierno temporal de Barack Obama.
También es de esperar que la próxima adminis- tración estadounidense le entregue al actual go- bierno de Costa Rica los 30 millones de dólares en ayuda militar que en agosto de 2016 Obama le ofreció a su homólogo costarricense a cambio de su ayuda para contener las migraciones in- controladas que se siguen produciendo en Cen- troamérica, así como para continuar edificando las instalaciones de la cada vez más militarizada Guardia Civil costarricense que el SOUTHCOM está equipando con vista a habilitar nuevas facili- dades para el desplazamiento de sus fuerzas na- vales hacia las costas costarricenses del Océano Pacífico y del Mar Caribe. Asimismo, seguramen- te el nuevo mandatario estadounidense aproba- rá rápidamente la llamada Nicaragua Act que se presentó en ambas cámaras del Congreso en los meses previos a la reelección de Daniel Ortega. Para los senadores y representantes demócratas y republicanos promotores de las sanciones inclui- das en esa Ley, los comicios presidenciales que se realizaron en noviembre de 2016 en Nicaragua fueron fraudulentos; entre otras razones, porque no fueron supervisados por la OEA. Para tratar de evitar esas sanciones, el gobierno nicaragüense aceptó que ese organismo supervisara las próxi- mas elecciones municipales.
Por otra parte, a pesar del rechazo de la próxi- ma administración republicana al TPP, se man- tendrá su apoyo político-diplomático a la ALPA y a todos los acuerdos en el campo político, econó- mico, militar y de seguridad tanto nacional, como
hemisférica previamente firmados por el gobier- no de Barack Obama con sus contrapartes de Co- lombia, Perú y Chile; incluido su apoyo al deno- minado Colombia Peace, Plan impulsado por esa administración demócrata (con el respaldo del Congreso y del Pentágono) para ayudar al actual y a los futuros gobiernos colombianos a ganar la paz tanto como los ayudaron a ganar la guerra diferentes administraciones estadounidenses de- mócratas y republicanas.
Paralelamente, la administración de Donald Trump continuará las diversas acciones públicas, discretas y encubiertas que ha venido desplegan- do la actual administración con vista a debilitar a la Revolución Ciudadana y favorecer la victoria de las fuerzas de la derecha ecuatoriana en los comi- cios presidenciales y parlamentarios de febrero de 2017. Por tanto, cualesquiera que sean los resulta- dos de esos comicios, se fortalecerán las relaciones del Partido Republicano y de otras instituciones de la Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés) con todos los sectores de la derecha ecuatoriana, al igual que con la política- mente fortalecida derecha chilena. Contando con ese apoyo, los partidos que la integran redobla- rán sus esfuerzos para derrotar al candidato pre- sidencial que presentará la heterogénea coalición ahora denominada Concertación por la Democra- cia-Nueva Mayoría en los comicios presidenciales que se efectuarán a fines del próximo año. Ese em- peño se verá favorecido por las grandes debilidades que ya exhibe el gobierno de esa coalición política, presidido por Michelle Bachelet.
Asimismo, la administración de Donald Trump fortalecerá el ostensible respaldo político que le ha venido dando su antecesor demócrata a los gobiernos derechistas y neoliberales actualmen- te instalados en Argentina, Brasil y Paraguay. Y, al igual que ya venía haciendo la administración de Barack Obama, continuará sus acciones diri- gidas a debilitar y, si le fuera posible, derrocar al
gobierno boliviano presidido por Evo Morales hasta el 2020. También a debilitar aún más a los sectores populistas radicales y antiestadouniden- ses que todavía conservan ciertas influencias en la elaboración de las ambivalentes políticas internas y externas que ha venido desarrollando el gobier- no uruguayo presidido por Tabaré Vázquez. Tales acciones se complementarán con un mayor res- paldo por parte de los partidos Demócrata y Re- publicano a los partidos Blanco y Colorado con vista a lograr la derrota del candidato que presen- te el Frente Amplio-Encuentro Progresista en las elecciones presidenciales de 2018. Asimismo, a los que presente la derecha golpista brasileña en los comicios de igual carácter del mismo año.
Como ya venía ocurriendo durante el último año de la administración de Barack Obama, en lo inmediato todas esas acciones deberán conducir a la profundización de la crisis que está sufrien- do el MERCOSUR y, por carácter transitivo, al debilitamiento de la UNASUR y de la CELAC. Igualmente, a redoblar las acciones que ya venía desplegando diversas instancias de la adminis- tración de Barack Obama para lograr el cerco y la asfixia, así como la implosión de Venezuela con vista a justificar, lo más rápidamente que les re- sulte posible y con el respaldo de la comunidad internacional, [la] interven intervención humani- taria para mantener la paz y salvar vidas en ese país suramericano prevista en la última fase de la Venezuela Freedom 2 Operation26 que, como se indicó, desde hace meses, ha venido organizando el SOUTHCOM al amparo de la Orden Ejecutiva de Barack de Obama de 2015, ratificada en marzo de 2016.
Con tal fin, la administración de Donald Trump descontinuará los canales de diálogo entre altos funcionarios del Departamento de Estado y del actual gobierno venezolano que se habían habili- tado desde la primera y hasta ahora única reunión que sostuvieron los presidentes de ambos, Barack
26SOUTHCOM: Venezuela Freedom-2 Operation, 25 de febrero de 2016, difundida y traducida por Red Voltaire, 22 de mayo, 2016.
Obama y Nicolás Maduro, durante la VII Cum- bre de las Américas efectuada en Panamá en abril de 2015. Pero, como se vio, la antes mencionada administración demócrata no abandonó sus pro- pósitos contrarrevolucionarios. Por consiguiente, con la cancelación de sus diálogos con el gobier- no venezolano, la próxima administración repu- blicana estimulará a las fuerzas más reaccionarias de la mal llamada Mesa de Unidad Democrática (MUD) a abandonar definitivamente las compli- cadas negociaciones que, bajo los auspicios de la UNASUR y del Vaticano, se venían desplegando con el que la PPR denominó dictador marxista, quien ha permitido que Venezuela se haya conver- tido en un estado narco-terrorista, en una avanza- da iraní en América Central y en un cielo seguro para los agentes de Hezbollah.
Hay que resaltar que todos esos elementos ha- bían sido incluidos entre los complejos desafíos no tradicionales a la seguridad nacional estadou- nidense listados por el actual Jefe del SOUTH- COM, almirante Kurt Tidd, en la intervención que realizó el 10 de marzo de 2016 ante el Comi- té de Servicios Armados del senado estadouni- dense. En esa mirada actual y prospectiva Tidd también incluyó la existencia de redes criminales transnacionales bien organizadas, bien financia- das, bien armadas y tecnológicamente avanzadas; las migraciones de extraños de interés especial entre los que pudieran incluirse luchadores terro- ristas extranjeros vinculados al Estado Islámico e interesados en emprender actos terroristas en los Estados Unidos o en sus naciones aliadas. Igual- mente, las intenciones del actual gobierno iraní de incrementar sus vínculos económicos, científi- cos y culturales con América Latina; la existencia de una extensa red de militantes y simpatizantes de la organización libanesa Hezbollah, algunos de los cuales están involucrados en el lavado de di- nero y en otras actividades ilícitas, así como en el
mantenimiento de una infraestructura capacita- da para emprender o apoyar actos terroristas.27
Acorde con esos conceptos, en el futuro previsi- ble, la maquinaria de la política exterior, de defen- sa y seguridad de los Estados Unidos continuará respaldando financiera y militarmente todas las acciones previstas en la Iniciativa para la Seguri- dad de la Cuenca del Caribe (CBSI, por su sigla en inglés) previamente impulsadas por la adminis- tración de Barack Obama. A la par, los partidos Demócrata y Republicano y las otras instituciones integrantes de la NED, redoblarán sus acciones dirigidas a apoyar a las fuerzas de la derecha que actúan en todos los Estados del Caribe insular y continental integrantes del ALBA-TCP, al igual que en los Estados de la CARICOM y del Sistema de Integración Centroamericano (SICA) signata- rios de los acuerdos de PETROCARIBE.
Con esas y otras acciones —como el condicio- namiento de los fondos que aprobó el Congreso estadounidense para el impulso de la Iniciativa para la Seguridad Energética de Centroamericana y el Caribe impulsada desde comienzos de 2015 por la administración de Barack Obama— se bus- cará debilitar la oposición que hasta ahora han expresado los gobiernos de los Estados integran- tes de la CARICOM a las propuestas de aplicar- le a Venezuela las sanciones previstas en la Carta Democrática de la OEA impulsadas por su actual Secretario General, Luis Almagro; comprometi- do con el Departamento de Estado a impulsar la reforma de la OEA coincidente con los objetivos de la ya mencionada Ley al respecto firmada a fi- nes del 2013 por el presidente Barack Obama y con la referida reforma de las estructuras políti- co-militares de esa organización impulsadas por el Pentágono. Asimismo, con algunas tareas de la ya mencionada segunda fase de la Venezuela Freedom 2 Operation que ha venido desplegando el SOUTHCOM.
27United States Southern Command: Posture Statement of Admiral Kurt W. Tidd Commander, United States Southern Command before the 114TH Congress Senate Armed Services Committee, Washington, March 10, 2016, En: www.ar- med-services.senate.gov/imo/media/doc/Tidd_03-10-16.pdf.
Sin duda, en caso de que resulten exitosas todas las acciones hacia el hemisferio occidental que — según mis anticipaciones— desplegará la próxima administración republicana, en el futuro previsi- ble se le creará un contexto hemisférico complica- do al actual gobierno cubano, presidido por Raúl Castro, así como al Presidente de los CCEM que resulte electo por los diputados a la Asamblea Na- cional de Poder Popular previamente elegidos en los comicios que se realizarán en enero de 2018. Por consiguiente, el escenario más probable de las políticas hacia Cuba que desarrollará el pre- sidente republicano Donald Trump será el aban- dono de los llamados que reiteradamente Obama le ha realizado al Congreso a que levante el blo- queo económico, comercial y financiero impuesto contra Cuba. Adicionalmente se ralentizaran (sin abandonarlas totalmente) buena parte de los de- más componentes de la nueva política hacia ese archipiélago, definida por Barack Obama en su Directiva del 14 de octubre de 2016.28
A lo dicho se unirá la complicación en la ejecu- ción de algunos de los acuerdos que finalmente se hayan logrado concluir antes del 20 de enero de 2017 entre los funcionarios de alto nivel de la ac- tual administración demócrata y del gobierno cu- bano, al igual que el condicionamiento a cambios en las políticas internas y externas cubanas de cual- quier negociación que se desarrolle entre ambos gobiernos en el futuro previsible. Por consiguiente, en estas no imperarán el espíritu de reciprocidad y el respeto a la soberanía y la autodeterminación del pueblo cubano reiteradamente aceptadas, des- de diciembre de 2014, por Barack Obama.
Todo lo antes dicho —y otros elementos exclui- dos en beneficio de la síntesis— me llevan a con- cluir que el escenario más probable de las políticas hacia América Latina y el Caribe que desarrolla- rá el próximo gobierno temporal estadounidense
presidido por Donald Trump tendrá muchos com- ponentes de continuidad con relación a las desple- gadas por su antecesor demócrata; pero la nueva administración republicana le dará un mayor des- pliegue a las herramientas del llamado hard power (incluida las negociaciones desde posiciones de fuerza) que las que tuvo en el gobierno temporal precedente.
Sin embargo, como ya indiqué en la introduc- ción de esta ponencia, ese escenario no es el único posible. A partir de las acciones reactivas, preac- tivas y proactivas que seguramente emprenderán todos los actores sociales y políticos, estatales y no estatales, implicados en las relaciones intera- mericanas tanto en Canadá, como en los Esta- dos Unidos y en los diversos Estados nacionales o plurinacionales, así como en los territorios no independientes del sur político del continente americano, podrían configurarse otros escenarios alternos; ya que como se indicó, el futuro no está predeterminado, es un campo de batalla.
No obstante, como usualmente les recomenda- mos todos los cultores de la prospectiva crítica a los practicantes de la Planificación Estratégica por Objetivos o por Valores, más o menos participa- tiva, según el caso, hay que lograr que los actores sociales y políticos implicados elaboren con tiem- po suficiente las estrategias y acciones proactivas para enfrentar los peores escenarios y, por tanto, para contrarrestar las amenazas y aprovechar las oportunidades exógenas e, intervinculadas con estas, para superar sus debilidades y potenciar sus fortalezas endógenas.
En mi concepto, en el caso de los gobiernos, así como los representantes políticos, sociales e inte- lectuales de los pueblos y las naciones de América Latina y el Caribe, la conjunción virtuosa de esas cuatro variables sigue pasando por lograr su uni- dad dentro de la diversidad. Así y solo así se po- drán aprovechar las oportunidades que nos ofre- ce el mundo multipolar y pluricivilizatorio que se
28Barack Obama: Directiva Presidencial De Políticas-Normalización Estados Unidos-Cuba (Directiva Presidencial De Políticas/Ppd-43), The White House, Washington, October 14, 2016.
está configurando, al igual que las nuevas formas que está adoptando la globalización29 para contra- rrestar las amenazas que les plantea la próxima administración republicana presidida por Donald Trump, quien, a partir de sus vulgares posiciones racistas, misóginas, xenofóbicas y fundamentalis- tas religiosas, siempre me hace recordar lo plan- teado por José Martí: El alma emana, igual y eter- na, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio entre las razas. Y agregó: Los
pueblos han tener una picota para quien les azu- za a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad.30
¡Digamos las verdades a tiempo! Porque, como también dijo José Martí, el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en la negligencia y derriba todo lo que se levanta sin ella. Resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos.31
29Andrés Serbin: Intervención realizada en X Conferencia Internacional de Estudios Caribeños, “Cuba, Estados Unidos y el Caribe a dos años del 17-D”, celebrada en la Universidad de La Habana entre el 6 y 8 de diciembre de 2016.
30José Martí: “Nuestra América”, en José Martí: Nuestra América, Casa de las Américas, La Habana, ([1891], 1974), p. 2. 31Ibídem: 24.