Cuadernos de Nuestra América/Nueva Época/No. 014 / enero-marzo, 2025/
RNPS: 2529 /ISSN: 2959-9849/ 269 pp.
Construir la comunidad monetaria de futuro compartido: Análisis comparativo de alternativas de reforma del sistema monetario internacional
Building shared future monetary community: comparative analysis of international monetary system reform alternatives
Dra. C. Yang Xiaochang
Universidad de Estudios Internacionales de Sichuan, Chongqing, China.
ORCID: 0009-0009-2097-8341
e-mail: yxcelena@sisu.edu.cn
Fecha de recepción: noviembre de 2024.
Fecha de publicación: abril de 2025.
Resumen
La sociedad humana está transformándose cada vez más en una comunidad de futuro compartido, en la que todos están interconectados y ningún país puede permanecer aislado. Frente a los nuevos desafíos globales, el actual sistema monetario internacional, centrado en el dólar estadounidense, ha revelado una serie de problemas, lo que ha impulsado un proceso de ajuste y reconstrucción. Actualmente, los programas de reformas más relevantes incluyen el Bretton Woods III, un sistema monetario supersoberano y un sistema monetario diversificado. En este artículo, defendemos que el nuevo sistema monetario internacional debe alinearse con el principio de desarrollo inclusivo y beneficioso para todos los países. Y concluimos que la moneda de crédito se ajusta a la ley de la evolución monetaria, y que un patrón monetario internacional diversificado será más acorde con los intereses de todos los países y promoverá la construcción de una verdadera comunidad de futuro compartido en término de moneda.
Palabras claves: comunidad de futuro compartido para toda la humanidad, sistema monetario internacional, programas de reformas.
Abstract
Human society is increasingly becoming a community of shared futures, in which everyone is interconnected and no country can remain isolated. In the face of new global challenges, the current international monetary system, centered on the US dollar, has revealed a number of problems, prompting a process of adjustment and reconstruction. Currently, the most relevant reform programs include Bretton Woods III, a super-sovereign monetary system and a diversified monetary system. In this article, we argue that the new international monetary system should be aligned with the principle of inclusive and beneficial development for all countries. And we conclude that credit currency conforms to the law of monetary evolution, and that a diversified international monetary standard will be more in line with the interests of all countries and promote the construction of a true community of shared future in terms of currency.
Keywords: Community of shared future for all mankind, International Monetary System, Reform Programs.
Introducción
A lo largo de más de cien años, el sistema monetario internacional se ha consolidado y evolucionado con la profundización de los procesos de la globalización. La característica más significativa de este sistema actual es el predominio del dólar estadounidense, y este régimen ha evidenciado múltiples defectos en los últimos años. Por un lado, tras la crisis financiera de 2008 y el estallido de la pandemia Covid 19, los Estados Unidos implementaron una política monetaria de flexibilización cuantitativa a gran escala, la cual generó un exceso de liquidez en los mercados globales. Además, el ciclo de subidas de tasas de interés del dólar estadounidense ha desatado una considerable volatilidad en los mercados financieros mundiales, debilitando así la credibilidad de esta moneda. Por otro lado, tras el estallido del conflicto entre Rusia y Ucrania en 2022, los Estados Unidos emplearon el dólar como herramienta de presión, congelando activos rusos y bloqueando el acceso de los bancos del país al sistema SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication).
Este tipo de medidas unilaterales han puesto en evidencia las vulnerabilidades y riesgos de seguridad del existente sistema monetario internacional, generando un creciente clamor por reformas y dando lugar a alternativas diversas sobre el rumbo que debería tomar la evolución de ese sistema. El sistema monetario internacional comprende un conjunto de normas e instituciones incluyendo la moneda de reserva internacional, el sistema de tasas de cambio, los mecanismos de ajuste de la balanza de pagos y la infraestructura financiera internacional (Stavrev, 2013; p. 179).
Cohen (1978) ha propuesto que el sistema monetario internacional ideal debe ser, tanto eficiente como estable, y capaz de abordar cuestiones clave como la solvencia, el mecanismo de ajuste y la confianza en la moneda. Considerando que este sistema ejerce un impacto significativo en todas las economías y que sus problemas estructurales han planteado desafíos para todos los países, este artículo argumenta que se debe impulsar su reforma desde la perspectiva de la comunidad de futuro compartido para la humanidad.
El sistema monetario internacional del futuro debería basarse en los principios de equidad, estabilidad y racionabilidad, con el fin de promover un desarrollo más saludable de la globalización económica, logrando una cooperación beneficiosa para todos los países. Este artículo analizará en primer lugar las características y principales problemas del sistema monetario internacional actual. Posteriormente, se evaluarán diferentes alternativas de reforma en el contexto de la nueva realidad política y económica global.
Finalmente, se explorará la viabilidad de estas alternativas, desde la perspectiva de la comunidad de futuro compartido para la humanidad.
Características del actual sistema monetario internacional y del patrón dólar
Evolución del sistema monetario internacional
Antes del final de la Segunda Guerra Mundial, el sistema monetario internacional se caracterizaba por el patrón oro clásico (1870-1914) y posteriormente el patrón oro lingotes (1922-1936). En 1944, se instauró el sistema de Bretton Woods, que dio origen al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (predecesor del Banco Mundial) y al Fondo Monetario Internacional (FMI). En este marco, el dólar estadounidense reemplazó a la libra esterlina como moneda de reserva internacional, estableciéndose un sistema de patrón dólar-oro. Este sistema vinculaba el valor del dólar con el oro, mientras que las demás monedas permanecían ancladas al dólar, marcando el inicio de una era dominada por un sistema monetario internacional centrado en la moneda estadounidense. Robert Triffin, profesor de la Universidad de Yale, formuló el famoso “dilema de Triffin”, en el que argumentaba que el dólar estadounidense, como eje de la moneda internacional, debía mantener un valor estable, lo cual implicaba que los Estados Unidos deberían ser un país superavitario en su balanza comercial internacional a largo plazo.
No obstante, al ser el dólar la moneda de referencia para la liquidación y la reserva en el comercio mundial, se genera una constante salida de dólares hacia el extranjero, acumulándose en otros países. Este fenómeno lleva a que la balanza de pagos de los Estados Unidos registre déficits a largo plazo (Triffin, 1997). Esta contradicción fue un factor clave en el colapso definitivo del sistema de Bretton Woods. En 1971, el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, anunció el fin de la convertibilidad del dólar en oro, marcando la disolución del sistema Bretton Woods. Para el año 1976, se consolidó el sistema actual, caracterizado fundamentalmente por el papel hegemónico del dólar estadounidense, la libre movilidad de capitales y un régimen de tasa de cambio flotante.
Aunque, en teoría, los países tienen la libertad de elegir su sistema cambiario, en realidad, el dólar estadounidense sigue ocupando una posición central. Además, se mantiene vigente la estructura de gobernanza financiera internacional liderada por el FMI y el Banco Mundial (BM), lo que ha llevado a denominar esta configuración como el sistema Bretton Woods II.
El patrón dólar estadounidense
El patrón dólar, conocido como el sistema monetario internacional centrado en el dólar estadounidense, resalta su influencia preponderante en la economía y el sistema financiero global (Yang, 2014; p. 1). La hegemonía del dólar estadounidense se manifiesta principalmente en su función de moneda de reserva internacional y como medio predominante en las transacciones financieras internacionales. Actualmente, alrededor de 66 % de los países asumen el dólar como su principal moneda de anclaje, representando el Producto Interno Bruto (PIB) de estos países 77 % del total mundial (Bai y Chen, 2024). La mayoría de las transacciones internacionales se canalizan por medio de SWIFT, un sistema de compensación internacional que opera bajo la influencia indirecta del dólar.
El sistema SWIFT se ha consolidado como la principal moneda de reserva mundial debido a que las materias primas, incluido el petróleo, se cotizan predominantemente en dólares. Mediante el mecanismo cíclico de “petróleo-dólarbonos estadounidenses”, este país ha logrado convertir su moneda en un activo esencial para los bancos centrales. Además, los sistemas mundiales de liquidación y compensación, SWIFT y CHIPS (Clearing House Intebank Payments System), han reforzado el papel del dólar como “ancla” de las divisas mundiales. A pesar de que, en 2023, la deuda nacional de Estados Unidos alcanzó 122 % de su PIB,1 el respaldo de su sólido crédito soberano mantiene al dólar como un activo refugio preferido de los países, siendo la moneda principal en reservas y liquidaciones internacionales. En consecuencia, aunque el sistema monetario internacional ha evolucionado desde el patrón oro hacia el patrón basado en crédito desde la Segunda Guerra Mundial, la posición central del dólar se ha mantenido inalterable.
Este sistema, dominado por el dólar, configura una estructura centro-periferia en la que Estados Unidos ejerce el rol de país central, estableciendo una relación de “dominio y dependencia” con otras economías (Bordo y Flandreau, 2001).
Hegemonía de Estados Unidos en el sistema de gobernanza monetaria
En la actualidad, los Estados Unidos se mantienen como la única superpotencia global y ocupa una posición central en el sistema de gobernanza monetaria mundial. Su PIB sigue siendo el más alto del mundo, y lidera el comercio exterior a nivel global. Además, ejerce un control significativo sobre instituciones clave como el FMI, el Banco Mundial (BM), la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Banco de Pagos Internacionales (BPI), junto con sus filiales.
Mediante estas entidades, los Estados Unidos ejercen una influencia determinante en la economía financiera global. Por ejemplo, cuenta con un derecho de voto dominante en el FMI y en el Grupo del Banco Mundial (véase la Tabla 1), así como el derecho de veto en decisiones cruciales. Las resoluciones de estas dos organizaciones financieras internacionales, reconocidas por su autoridad e influencia, requieren más de 80 % de los votos. Gracias a su ventaja en el sistema de votación, los Estados Unidos utilizan estas plataformas para coordinar políticas internacionales, estabilizar el orden financiero global, y mantener la hegemonía del dólar estadounidense. El liderazgo de estas organizaciones sigue concentrado en un reducido grupo de países, lo que limita su capacidad para reflejar los cambios en la estructura económica mundial, impulsados por el ascenso colectivo de las economías emergentes (Zhou, 2019; p. 112).
Tabla 1: Derecho de voto de los principales países en el Grupo del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (10 de octubre de 2024)
Países |
Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional |
Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) |
Asociación Internacional de Fomento (AIF) |
Corporación Financiera Internacional (CFI) |
Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (OMGI) |
Estados Unidos |
15,84 % |
9,71 % |
17,62 % |
14,81 % |
16,5 % |
Reino Unido |
3,83 % |
6,93 % |
4,62 % |
3,98 % |
4,03 % |
Japón |
7,02 % |
8,42 % |
7,32 % |
4,16 % |
6,14 % |
Alemania |
4,18 % |
5,35 % |
5,14 % |
4,14 % |
5,31 % |
Francia |
3,83 % |
3,9 % |
4,62 % |
3,98 % |
4,03 % |
China |
5,87 % |
2,54 % |
2,75 % |
2,61 % |
6,08 % |
India |
3,01 % |
2,92 % |
3,93 % |
2,53 % |
2,63 % |
Rusia |
2,8 % |
0,30 % |
3,21 % |
2,61 % |
2,59 % |
Brasil |
1,9 % |
1,5 % |
1,75 % |
1,29 % |
2,22 % |
Arabia Saudí |
2,72 % |
3,33 % |
2,39 % |
2,61 % |
2,01 % |
Sudáfrica |
0,76 % |
0,26 % |
0,57 % |
0,86 % |
0,63 % |
Fuente: Sitio web del Banco Mundial, sitio web del FMI.
Antecedentes para la construcción de la comunidad monetaria de futuro compartido
El sistema monetario internacional vigente, que por primera vez en la historia se desvinculó de los metales preciosos, ha tenido un papel positivo en el impulso del desarrollo económico y comercial global, además de contribuir al buen funcionamiento de los mercados financieros internacionales. No obstante, la creciente volatilidad financiera, las recurrentes crisis económicas, así como el aumento de las tensiones geopolíticas y la competencia entre grandes potencias han expuesto una serie de problemas y riesgos que comprometen la seguridad financiera de las naciones, representando una amenaza significativa para la estabilidad económica global.
El dólar está atravesando una crisis de solvencia
En la actualidad, el dólar estadounidense, como moneda soberana, continúa desempeñando el papel de moneda global, lo que ha exacerbado el “dilema de Triffin” en lugar de resolverlo. Desde que en 1971 se desvinculó del oro, el dólar ha mantenido su función como moneda de liquidación y reserva internacional, consolidando su posición global sin restricciones que imponía el respaldo en reservas de oro. Estados Unidos emite dólares respaldados únicamente por su crédito gubernamental, utilizando esta moneda para adquirir bienes y servicios de todo el mundo. Este proceso ha generado un aumento significativo en el déficit comercial estadounidenses y ha intensificado los desequilibrios del comercio global.
Entre 1960 y 2023, el déficit por cuenta corriente de Estados Unidos alcanzó unos 15,04 billones de dólares,2 mientras que las reservas mundiales de divisas sumaron los 12,5 billones de dólares, lo que sugiere que estas reservas han servido para compensar el déficit estadounidense. Al mismo tiempo, los activos totales de inversores extranjeros en Estados Unidos ascienden a 40,20 billones de dólares, de los cuales aproximadamente 21,37 billones están invertidos en mercados altamente líquidos como acciones y bonos de este país (Ma Xia, 2019; p. 4). Esto implica que una eventual crisis de pagos en dólares podrá desencadenar el colapso del sistema financiero global.
Estados Unidos obtiene beneficios a nivel global mediante el ciclo del dólar
Dado que la oferta de dólares no está respalda por el oro, y esta moneda mantiene una posición preeminente en el mercado financiero internacional, la política monetaria de la Reserva Federal ha desencadenado significativos efectos de desbordamiento a nivel global. Esto la ha consolidado como un factor importante en la generación de fluctuaciones cíclicas, en los mercados financieros internacionales, exacerbando los riesgos financieros a nivel mundial (Rey, 2015).
Como institución nacional de los Estados Unidos, la Reserva Federal está obligada a priorizar los intereses de su propio país. Bajo el mandato de salvaguardar los objetivos estratégicos y económicos de los Estados Unidos, implementa ciclos de reducción de las tasas de interés, fomentando un entorno de flexibilización cuantitativa. De este modo, el dólar, reconocido por su alta liquidez, se expande y fluye hacia los mercados globales. Cuando la liquidez supera la demanda y comienzan a formarse burbujas de activos, los Estados Unidos encuentran el momento ideal para recuperar dólares y capitalizar beneficios a nivel global.
La Reserva Federal, como respuesta, implementa un ciclo de incremento en las tasas de interés, lo que provoca la apreciación del dólar. Este fenómeno, a su vez, genera la depreciación de las monedas nacionales en otros países y un retorno masivo de capital internacional hacia Estados Unidos. Los efectos de desbordamiento de la política monetaria de la Fed, junto con los flujos de capital y las fluctuaciones del ciclo del dólar, han impactado de manera particularmente aguda a los países europeos y las economías emergentes con fuertes vínculos con la economía estadounidense. La crisis financiera de Asia Oriental en 1997 surgió en un contexto de fortalecimiento del dólar, mientras que, en la década de los noventa, la economía argentina también sufrió consecuencias adversas derivadas de ese ciclo. Durante los períodos de bajas tasas de interés del dólar, los países emergentes tienden a incrementar su apertura financiera, promoviendo políticas de liberalización y aprovechando la afluencia de inversiones en dólares.
Sin embargo, una vez que el dólar entra en un ciclo de fortaleza, su apreciación genera una fuga masiva de capitales internacionales, desestabilizando mercados bursátiles, causando turbulencias económicas, y en última instancia, desencadenando crisis financieras.
Se intensifica la armamentización del dólar estadounidense
Con el aumento de las tensiones geopolíticas, los Estados Unidos han intensificado el uso de su poder financiero como herramienta de sanción contra otros países, profundizando la armamentización del sistema monetario internacional centrado en el dólar. Esto ha debilitado el funcionamiento normal de los mecanismos de ajuste de la balanza de pagos, el sistema de tasas de cambio y el sistema de reservas internacionales, agravando la inestabilidad del orden monetario global (Bao, 2022; p. 19). En 2017, Estados Unidos promulgó la Ley para Contrarrestar a Adversarios mediante Sanciones (CAATSA, por sus siglas en inglés), que incorporó medidas como la exclusión del sistema de pagos internacionales y la congelación de activos en dólares a su arsenal de sanciones financieras, marcando un nuevo capítulo en la militarización del sistema monetario internacional (Yang y Zhang, 2024; p. 121).
En el año 2022, tras el estallido del conflicto entre Rusia y Ucrania, los Estados Unidos impusieron sanciones sin precedentes contra Rusia, incluyendo la exclusión de las instituciones financieras rusas de los sistemas SWIFT y CHIPS, desconectándolas del sistema bancario global. Además, se restringió el acceso del Banco Central de Rusia a aproximadamente 630 000 millones de dólares en reservas internacionales, casi la mitad de sus activos en oro y divisas, y se congelaron bienes pertenecientes a personas y entidades bancarias. Aunque anteriormente se habían implementado sanciones similares contra países como Irán y Venezuela, la magnitud de las medidas contra Rusia superó con creces cualquier antecedente previo. Sin lugar a duda, estas sanciones han encendido las alarmas a nivel global, afectando la credibilidad del dólar como moneda mundial y evidenciando que el gobierno estadounidense prioriza sus intereses geográficos por encima de la estabilidad y la confianza en su moneda, en los mercados financieros globales.
Este escenario ha intensificado la conciencia de otros países sobre los riesgos políticos asociados al sistema financiero basado en el dólar, impulsando a los países sancionados, así como a otros, a disminuir su dependencia de ese sistema (McDowell, 2021; pp. 635-636).
Análisis comparativo de las opciones de reforma del sistema monetario internacional
Ante los problemas inherentes al actual sistema monetario internacional, la Comisión Stiglitz, establecida en 2009 por mandato de la Organización de Naciones Unidas (ONU), identificó tres defectos principales: tendencias deflacionarias, desigualdad e inestabilidad. Estas deficiencias tienen su origen en el hecho de que el dólar estadounidense, a pesar de ser una moneda soberana, desempeña el rol de moneda de reserva internacional (United Nations, 2009).
Como respuesta, las propuestas de reforma más representativas han centrado sus esfuerzos en la “desdolarización” como eje fundamental.
Sistema monetario estructuralmente anclado al oro y a las materias primas
Las crecientes demandas por la “desnacionalización de la moneda” han ganado fuerza, debido a las problemáticas surgidas en el marco de la globalización económica, donde el dólar se ha consolidado como la moneda de crédito dominante. Ante esta situación, algunas propuestas plantean un retorno al patrón oro o la adaptación de un sistema monetario respaldado, tanto por el oro como por una combinación de materias primas. Zoltan Pozsar (2022), economista y ex funcionario del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos y del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, presentó la idea del sistema Bretton Woods III. Su propuesta se centra en la creación de una economía global con dos sistemas monetarios que operen de forma independiente.
En primer lugar, el sistema actual continuaría bajo la hegemonía del dólar, manteniendo un régimen cambiario y un mecanismo de ajuste de la balanza de pagos similares a los existentes. En segundo lugar, se establecería un nuevo sistema monetario basado en materias primas, que los países incluirían como parte de sus activos de reserva, promoviendo una mayor diversificación y reduciendo la dependencia del dólar. Esta propuesta es poco viable, porque representa un retroceso hacia un patrón monetario basado en activos físicos. Tanto el oro como las materias primas tienen un suministro limitado, mientras que el desarrollo económico y el crecimiento de la riqueza social son esencialmente ilimitados. Esta contradicción terminaría restringiendo la oferta monetaria y provocando una severa disrupción en el sistema financiero, contraviniendo así la ley de la evolución histórica del dinero, que ha pasado del respaldo físico al crédito (Wang, 2022).
Sistema monetario supranacional
La idea central de esta propuesta radica en la creación de una moneda única global. Una de las alternativas sería vincularla estructuralmente con una canasta de las principales monedas nacionales, siguiendo modelos como los Derechos Especiales de Giro (DEG) del FMI o la Libra de Facebook. Desde la ruptura del sistema de Bretton Woods, el profesor Robert Triffin ideó el concepto de los DEG e impulsó al FMI a desarrollarlo (Solomon, 1996), con el objetivo principal de incorporar más monedas al sistema, favoreciendo la valoración y la liquidación del comercio internacional, y disminuyendo la excesiva dependencia del dólar estadounidense.
Los DEG se asignan en función de las cuotas comprometidas por los países miembros, para ser utilizados en liquidaciones oficiales y como reservas internacionales entre ellos. Actualmente, la canasta de divisas de los DEG incluye el dólar estadounidense, el euro, el renminbi, el yen japonés y la libra esterlina.3
El DEG ha enfrentado múltiples desafíos en su implementación práctica. En primer lugar, su ciclo de ajuste, establecido en cinco años, resulta excesivamente largo y podría no ser adecuado para responder a la compleja y volátil dinámica del mundo actual. En segundo lugar, existe un problema de distribución: al ser una herramienta accesible únicamente para los gobiernos nacionales y los participantes designados por el FMI, su impacto y alcance en el sector privado son limitados. Además, persisten desequilibrios significativos, tanto en la distribución entre países como en la oferta y la demanda. Dado que los DEG se asignan con base en cuotas, los mercados emergentes y los países en desarrollo, que necesitan urgentemente apoyo en términos de liquidez, reciben una proporción limitada. Por ejemplo, en la última asignación general de DEG, los países desarrollados obtuvieron 60 % de las cuotas, mientras que los mercados emergentes y las economías en desarrollo recibieron 40 %, y los países de renta baja, apenas 3 %.
Este desequilibrio ha llevado a que los países desarrollados acumulen una cantidad significativa de DEG que no necesitan, mientras que los países en desarrollo reciben un apoyo insuficiente para cubrir sus necesidades. En tercer lugar, aunque en los últimos años el FMI ha intentado adaptarse al auge de las monedas digitales mediante la propuesta del e-SDR, la sustitución del dólar estadounidense como moneda de reserva internacional exige la creación de un mercado suficientemente amplio de monedas y activos denominados en e-SDR. Para ello, será imprescindible establecer una institución políticamente neutral que actúe como emisor, y garantice la estabilidad y la legitimidad del sistema (Xiao, 2018). Facebook lanzó Libra en 2019, junto con un grupo de importantes instituciones internacionales, con la intención de que estuviera estructuralmente vinculada con una canasta de las principales monedas nacionales y fuera descentralizada. Aunque generó una gran expectación, su éxito era poco probable.
Ello se debe a que una moneda digital supersoberana de este tipo, al desafiar el dominio de las monedas soberanas, socavaría la eficacia de las políticas monetarias. Además, su emisión y circulación transnacionales generarían problemas de coordinación regulatoria, lo cual, sumado a la fuerte oposición de los reguladores, llevaría finalmente a su cancelación (Zhang, 2024; pp. 59-60). La creación de un sistema monetario internacional supranacional, ya sea global o regional, basado en monedas digitales, ha sido una de las principales direcciones de reforma en los últimos años. En este contexto, han surgido dos tipos de monedas digitales: las privadas y las emitidas por bancos centrales. Entre las primeras se encuentran las criptomonedas, como el Bitcoin, y las Stablecoin, representada por la ya mencionada Libra Coin (Huang y Xiao, 2024; p. 57). El Bitcoin, sin embargo, enfrenta varias limitaciones, como la falta de un respaldo de valor, su alta volatilidad, la ausencia de crédito nacional, y su incapacidad para cumplir con la función de mediador económico, lo que dificulta su conversión en una moneda real o, incluso, en una moneda internacional. Además, el Bitcoin presenta un grave problema de seguridad, ya que es susceptible de ser utilizado en las transacciones ilegales, como el lavado de dinero y complica la recaudación fiscal.
El segundo tipo de moneda digital supersoberana, basado en las Monedas Digitales de Bancos Centrales (CBDC, por sus siglas en inglés), ha sido una vía explorada por muchos países en los últimos años. En el ámbito de los pagos transfronterizos, en comparación con el modelo tradicional, la CBDC, como responsabilidad directa del banco central, combina seguridad y liquidez, lo que permite acortar la cadena de pagos, reducir costes, aumentar la transparencia y disminuir las fricciones. Por esta razón, tanto los países desarrollados como los emergentes han mostrado un gran interés en el desarrollo de monedas digitales. En la actualidad, 134 países han iniciado la exploración de CBDC, lo que representa aproximadamente 98 % del PIB mundial. Además, los programas que buscan construir monedas supersoberanas por medio de la cooperación entre bancos centrales están ganando relevancia. Un ejemplo de ello fue la propuesta, en 2019, del gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, quien sugirió la creación de una “Moneda Hegemónica Sintética” (SHC, por sus siglas en inglés), formada por monedas digitales de varios bancos centrales.
Sin embargo, aunque la CBDC podría hacer que las monedas internacionales sean más diversas, es poco probable que transforme fundamentalmente el sistema monetario internacional. Ello se debe a que el dominio del dólar estadounidense no depende solo de la tecnología, sino que está estrechamente vinculado con la profunda confianza de los inversores en la estabilidad y la liquidez del dólar (Zhao y Li, 2024; p. 9).
Cabe destacar la posibilidad de que las monedas digitales no solo no alteren, sino que incluso refuercen el dominio del dólar estadounidense. Dado que las stablecoins están mayoritariamente vinculadas con monedas fiduciarias, en su mayoría dominadas por el dólar (Huang y col., 2023; Huang y Xiao, 2024; p. 63), los mercados de criptomonedas podrían intensificar el proceso de dolarización, con las stablecoins basadas en el dólar, desplazando las monedas locales en esos mercados (Srinivasan, 2022).
Por otro lado, los Estados Unidos también han acelerado el desarrollo de su propio dólar digital. En 2022, el presidente Biden firmó una orden ejecutiva sobre activos digitales, subrayando la importancia de garantizar que el país mantenga su liderazgo en el sistema monetario internacional, en la era de las finanzas digitales mediante la innovación de los sistemas de pago (Huang y Xiao, 2024; p. 64).
En julio de 2023, se lanzó oficialmente el sistema de pago instantáneo FedNow en Estados Unidos.
Diversificación del sistema monetario internacional
El principal problema del existente sistema monetario internacional radica en su dependencia de la moneda soberana de un solo país, lo que dificulta la imposición de restricciones efectivas sobre esta potencia dominante a nivel internacional. Como consecuencia, cuando ese país prioriza de manera excesiva la maximización de sus propios intereses, se generan consecuencias adversas para los intereses de otros países y del conjunto de la comunidad internacional, lo que a su vez debilita tanto la equidad como la eficacia del sistema monetario internacional. El “Dilema de Triffin” surgiría, si se reemplazara la moneda dominante por otras soberanas. Una vez que el comercial bilateral se encuentra desequilibrado, el país con superávit se verá obligado a adquirir una gran cantidad de activos financieros denominados en la moneda país deficitario.
Por esta razón, se ha propuesto la diversificación de las monedas internacionales como una posible solución. El sistema monetario internacional diversificado se compone de varios elementos clave. En primer lugar, destaca la diversificación de las monedas de reserva. Muchos académicos sostienen que este enfoque contribuiría a reducir los riesgos estructurales del sistema actual y, al mismo tiempo, permitirá satisfacer las necesidades de los países de mercados emergentes (Mundell, 2000; Dailami y Masson, 2011).
Según los datos del FMI, la participación del dólar estadounidense en las reservas de divisas asignadas por bancos centrales y gobiernos ha disminuido de manera progresiva, mientras que ha aumentado la proporción de monedas de reserva no tradicionales, como el dólar australiano, el dólar canadiense, el renminbi, el won surcoreano, el dólar de Singapur y las monedas nórdicas (Arslanalp, Eichengreen y Simpson-Bell, 2024). Además, numerosos países han aumentado sus reservas de oro. En 2022, la cantidad neta de oro adquirida por los bancos centrales alcanzó las 1082 t,4 marcando la mayor demanda anual desde 1950.
En segundo lugar, la diversificación de las liquidaciones internacionales es un aspecto crucial. Primero, se fomenta el uso de monedas distintas al dólar estadounidense para las liquidaciones en el comercio y la inversión internacionales. Segundo, aunque el sistema SWIFT, liderado por Estados Unidos, sigue siendo fundamental, está acelerándose el desarrollo de sistemas de pago transfronterizos en otros países y regiones, como los sistemas CIPS (Cross-Border Interbank Payment System) de China, SPFS (Sistema Peredachi Finansovykh Soobscheniy) de Rusia, el INSTEX (Instrument in Support of Trade Exchanges) de la Unión Europea y el BRICS Pay, creado por los países BRICS. Además de los sistemas de pago permanentes, en la última década ha crecido notablemente la red global de acuerdos bilaterales de intercambio de divisas. Finalmente, la diversificación también se extiende al ámbito digital. Un ejemplo de ello es el proyecto mBridge, impulsado de manera conjunta por el Centro de Innovación del Banco de Pagos Internacionales (Hong Kong), el Banco de Tailandia (el banco central de Tailandia), el Banco Central de los Emiratos Árabes Unidos, el Instituto de Moneda Digital del Banco Popular de China y la Autoridad Monetaria de Hong Kong, cuyo objetivo es explorar el uso de monedas digitales de bancos centrales para los pagos transfronterizos.
Este proyecto tiene el potencial de evolucionar hacia una zona de moneda digital, que en cierta medida podría eludir el sistema SWIFT, dando lugar a un sistema independiente de pago y liquidación internacional. En resumen, existen diversas alternativas para la reforma del sistema monetario internacional. La propuesta de anclarlo estructuralmente al oro y a las materias primas contradicen las leyes de la evolución monetaria, ya que los recursos limitados no son capaces de satisfacer el crecimiento de la riqueza social. La opción de crear una moneda supranacional requeriría un sistema de gobernanza mundial integrado, lo cual limitaría la efectividad de las políticas monetarias de los estados soberanos. Por lo tanto, la diversificación emerge como una opción más realista.
Aunque no favorece la maximización de los rendimientos globales, incrementa inevitablemente los costos de coordinación entre países, y reduce la eficacia del sistema financiero internacional, puede mitigar las desigualdades y la hegemonía monetaria asociadas con una moneda internacional única, salvaguardando así la seguridad financiera nacional.
Construir la comunidad monetaria de futuro compartido y establecer un sistema monetario internacional diversificado
Con el avance de la globalización, se ha consolidado una comunidad de futuro compartido entre los países, en la que todos están interconectados. Ningún país puede permanecer aislado, y solo mediante la solidaridad y la colaboración pueden hacer frente a los desafíos derivados de la globalización.
En este contexto, el presidente chino, Xi Jinping, propuso por primera vez en 2013 la construcción de una comunidad de futuro compartido para toda la humanidad, con el propósito de promover la participación activa de todos los países en los asuntos internacionales, respetando tanto sus propios intereses como las preocupaciones legítimas de los demás. Esta propuesta se basa en los principios globales de paz, desarrollo y cooperación beneficiosa para todos. En el ámbito económico, su enfoque central se basa en un desarrollo que permita que todos los países del mundo aprovechen los frutos de la globalización económica. El sistema monetario internacional está estrechamente ligado con los intereses de cada país y ejerce un impacto profundo en la economía mundial. Sin embargo, el existente sistema, basado en el patrón dólar estadounidense, se enfrenta a serios problemas, como las crisis de pagos y la expansión de la hegemonía, lo que pone en riesgo la estabilidad y la seguridad financiera, tanto a nivel nacional como global.
Consideraciones finales
Este artículo sostiene que el nuevo sistema monetario internacional debe reflejar la idea de la comunidad de futuro compartido para toda la humanidad, en la que los países y regiones colaboran de manera más integrada y equitativa, para gestionar la moneda y los flujos financieros internacionales, lo que constituye una garantía para lograr la paz, la estabilidad mundial, así como el desarrollo y la prosperidad comunes. Entre las diversas propuestas de reforma, la diversificación del sistema monetario internacional se presenta como una alternativa viable.
En primer lugar, la diversificación refleja los cambios en el panorama político y económico internacional. El sistema actual, dominado principalmente por los países desarrollados encabezados por los Estados Unidos, no puede responder adecuadamente al ascenso colectivo del Sur Global, representado por los mercados emergentes y los países en desarrollo. A medida que estos países aumentan su poder económico, crece su influencia en los asuntos internacionales, exigiendo la construcción de un nuevo orden político y económico que promueva intereses comunes, y mantenga la equidad y la estabilidad.
En segundo lugar, las medidas para diversificar el sistema ya están en marcha. Muchos países afectados por la dolarización y que buscan reducir su dependencia del dólar estadounidense, se han visto obligados a formar comunidades comerciales y están impulsando la desdolarización a distintos ritmos. En comparación con otras propuestas, un sistema diversificado se ajusta mejor a las leyes del desarrollo económico, permitiendo que la competencia entre monedas refuerce las restricciones sobre la emisión monetaria. Finalmente, la diversificación implica el declive de la hegemonía del dólar estadounidense y el ascenso de otras monedas, lo cual contribuye a aliviar el problema de que una sola moneda soberana desempeñe el papel de moneda internacional. Esto, a su vez, reduce la hegemonía, favorece la equidad y estabilidad, y abre el camino hacia la realización de una comunidad monetaria de futuro compartido.
La evolución del sistema monetario internacional no ocurre de la noche a la mañana, sino que es un proceso largo y complejo, influido por factores políticos, económicos, militares y tecnológicos. En la actualidad, la posición central del dólar a nivel internacional sigue siendo sólida y dominante. La construcción de una comunidad monetaria con un futuro compartido requiere, por tanto, la cooperación continua y sostenida de todos los países a largo plazo, con miras a alcanzar un desarrollo y una estabilidad globales duraderos.
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1 Véase en https://tradingeconomics.com/united-states/government-debt-to-gdp [Fecha de acceso: 22/10/2024]
2 Véase en https://www.bea.gov/sites/default/files/2024-03/trans423-annual-current-account-balance.pdf [Fecha de acceso: 30/10/2024]
3 El FMI revisa cada cinco años la canasta de monedas de los DEG. En la última revisión, realizada en 2022, las ponderaciones de las monedas en la canasta fueron las siguientes: dólar estadounidense (43,38 %), euro (29,31 %), renminbi (12,28 %), yen japonés (7,59 %) y libra esterlina (7,44 %).
4 Véase en Tendencias de la demanda de oro Q2 2024. https://www.gold.org/goldhub/research/gold-demandtrends/gold-demand-trends-q2-2024/central-banks