Cuadernos de Nuestra América/Nueva Época/No. 014 / enero-marzo, 2025/
RNPS: 2529 /ISSN: 2959-9849/ 269 pp.
Cooperación sino-latinoamericana para la reducción de la pobreza desde la perspectiva de una comunidad de futuro compartido para la humanidad
Sino-latin american cooperation for poverty reduction from the perspective of a community of shared future for humanity
Dra. C. Wenjun Cheng
Posdoctorado en el Instituto de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales de la Universidad de Fudan, Shanghai, China.
Fecha de recepción: diciembre de 2024.
Fecha de publicación: abril de 2025.
Resumen
El concepto de “comunidad de futuro compartido de la humanidad” enfatiza la colaboración global y la prosperidad conjunta para abordar desafíos críticos como la reducción de la pobreza. Este estudio examina las políticas de reducción de la pobreza en China y su cooperación con América Latina en este ámbito. China ha fomentado esta colaboración por medio de una combinación de ayudas, préstamos e inversiones, mostrando flexibilidad en sus enfoques prácticos. Mediante el análisis de casos concretos, el artículo destaca que la ayuda oficial y la inversión empresarial son métodos clave que contribuyen efectivamente a la reducción de la pobreza en la relación entre China y América Latina. Esta cooperación se fundamenta, tanto en teorías del desarrollo internacional como en la experiencia de China, lo que permite establecer un marco práctico para el trabajo conjunto en la erradicación de la pobreza y el avance hacia un futuro compartido.
Palabras claves: Reducción de la pobreza, comunidad de futuro compartido para la humanidad, ayuda oficial, inversión empresarial.
Abstract
The concept of a “community of shared future for humanity” highlights the significance of global collaboration and collective prosperity in tackling critical issues like poverty reduction. This study explores China's poverty alleviation policies and its collaborative efforts with Latin America in this domain. China has advanced this cooperation through a combination of aid, loans, and investments, demonstrating adaptability in its practical strategies. By analyzing specific case studies, the article reveals that official aid and business investment are essential methods that effectively enhance poverty reduction within the China-Latin America relationship. This partnership is grounded in both international development theories and China's own experiences, offering a practical framework for joint efforts to eradicate poverty and progress toward a shared future.
Keywords: Poverty Reduction, Community of Shared Future for Humanity, Official Aid, Business Investment.
Introducción
El concepto de comunidad de futuro compartido para la humanidad, representa un marco ideológico
que enfatiza la colaboración global y la prosperidad mutua para abordar retos urgentes como la reducción de la pobreza. Este enfoque, profundamente arraigado en ideales de interconexión y responsabilidad compartida, ha ganado una significativa atención en foros internacionales y debates políticos. Es especialmente relevante frente al desafío mundial de la pobreza, ya que promueve esfuerzos conjuntos entre naciones para alcanzar objetivos comunes de desarrollo sostenible y bienestar para todos.
Las iniciativas estratégicas de China para el desarrollo global y el alivio de la pobreza son componentes clave de su agenda internacional. En 2013, China propuso la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), con el objetivo de fomentar una comunidad basada en intereses compartidos, un destino común y una responsabilidad colectiva. Esto implica cultivar la confianza política mutua, la integración económica y la inclusión cultural por medio de asociaciones económicas con los países participantes de la BRI (Xinhua, 2017). En el Foro de Boao para Asia de 2021, el presidente Xi Jinping propuso desarrollar la BRI para convertirla en un camino hacia la mitigación de la pobreza, inyectando nueva vitalidad, impulso y competitividad al proceso de globalización económica.
A pesar de estos avances, persisten importantes lagunas, tanto en la comprensión teórica como en la aplicación práctica de estas ideas. Una de las principales preocupaciones es la capacidad de integrar diversos sistemas políticos y económicos en un esfuerzo global cohesionado, sin agravar las desigualdades existentes. Además, aún no se ha evaluado de manera exhaustiva la eficacia del enfoque de China en distintos contextos culturales y socioeconómicos. La investigación actual resalta la necesidad de análisis más matizados para abordar estas discrepancias y garantizar una participación equitativa entre todas las naciones. Es pertinente estudiar cómo combinar la exitosa experiencia de China en la reducción de la pobreza para ofrecer oportunidades de desarrollo a las poblaciones empobrecidas de todo el mundo, proporcionando así una solución plausible al desafío de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030.
Este artículo pretende, mediante un análisis exhaustivo de las características clave de la cooperación sino- latinoamericana en la reducción de la pobreza, dilucidar los mecanismos en juego, en este esfuerzo colaborativo. Mediante estudios de caso, se destaca la eficacia de la ayuda oficial y la inversión empresarial como principales conductos para impulsar un cambio positivo en las poblaciones vulnerables. Al examinar estos enfoques, el artículo explorará futuras direcciones de colaboración, ofreciendo ideas que puedan mejorar la efectividad de los esfuerzos de mitigación de la pobreza en ambas regiones, alineándose con el concepto de una “comunidad de futuro compartido para la humanidad”, y avanzando así en la teoría y la práctica de los esfuerzos globales para erradicar la pobreza.
Revisión bibliográfica
Estudiosos como Li y colaboradores (2015) han desarrollado constructos teóricos que sugieren, que las alianzas globales pueden potenciar los esfuerzos individuales de los Estados-nación al facilitar la transferencia de conocimientos y el intercambio de recursos. Es importante señalar que, tanto la comunidad de futuro compartido para la humanidad, como los ODS, priorizan la resolución de problemas fundamentales como la mitigación de la pobreza, la salud, la educación y el empleo, que constituyen las principales preocupaciones de la población mundial actual (Zeng, 2016). Sin embargo, la falta de validación empírica resalta una limitación importante en la bibliografía actual. Muchas evaluaciones teóricas tienden a ser amplias y especulativas, careciendo de fundamentos metodológicos sólidos que respalden las afirmaciones sobre la eficacia de las iniciativas de reducción de la pobreza.
El concepto de “comunidad de futuro compartido para la humanidad” se basa en la convicción de que los desafíos del desarrollo internacional, como la pobreza, requieren esfuerzos coordinados entre naciones que integren políticas nacionales y estrategias globales. Sui y colaboradores (2017) investigan los resultados de la BRI, destacando el papel de la inversión en infraestructura para promover el crecimiento económico y la mitigación de la pobreza en los países socios. Fan y colaboradores (2016) describen cómo las iniciativas chinas bajo este concepto priorizan las infraestructuras y los vínculos comerciales, los cuales potencialmente benefician a las regiones subdesarrolladas, demostrando resultados positivos en términos de crecimiento económico y reducción de la pobreza. Estas perspectivas subrayan las implicaciones favorables de integrar estrategias de desarrollo nacionales e internacionales. Según Chen y colaboradores (2019), la BRI ha contribuido al desarrollo urbano y a la reducción de la pobreza en los países participantes de la iniciativa.
Sin embargo, el impacto de la pobreza en los países de la BRI requiere un mayor debate. El crecimiento económico y el aumento del empleo pueden reforzar los ingresos de las poblaciones desfavorecidas, mitigando así la pobreza en los países situados a lo largo de la BRI (Dollar y Kraay, 2002), mientras que el aumento de la competencia y la degradación medioambiental pueden tener efectos negativos. Aunque algunos estudiosos han vinculado la BRI con los ODS de la Organización de Naciones Unidas (ONU), asumiendo que la implementación de la BRI favorece la consecución de metas como el ODS 1, que se centra en la erradicación de la pobreza (Lewis y col., 2021), y aunque el Banco Mundial ha señalado que la BRI puede ayudar a eliminar la pobreza moderada (Maliszewska y Mensbrugghe, 2019), aún no se ha respondido a la pregunta de si existe una relación causal entre la BRI y la reducción de la pobreza, ni se ha explicado plenamente el mecanismo interno subyacente a este impacto.
A la luz de estas limitaciones, este estudio se propone explorar la siguiente pregunta de investigación: ¿Cómo pueden las lecciones aprendidas de los esfuerzos internos de China para reducir la pobreza, informar y mejorar las estrategias internacionales de desarrollo, en el contexto de una comunidad de futuro compartido para la humanidad? La hipótesis principal sostiene que las adaptaciones transnacionales de las políticas internas de China, cuando se contextualizan adecuadamente, pueden conducir a iniciativas de reducción de la pobreza más efectivas a nivel global, sin comprometer la equidad.
Políticas de la reducción de la pobreza en China
El Banco Mundial, en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU para 2030, ha establecido dos metas principales: erradicar la pobreza extrema y fomentar la prosperidad compartida para ese año. Desde el comienzo del siglo xxi, tanto China como América Latina han logrado avances significativos en estos dos objetivos, aunque ambos continúan enfrentando nuevos desafíos. En los últimos 40 años, desde el inicio de su reforma y apertura, China ha realizado notables progresos en materia de desarrollo económico y reducción de la pobreza. Con un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) sostenido en una media anual de casi 10 %, su población en situación de pobreza absoluta se redujo en unos 800 millones de personas, sacando entonces a más de 75 % de la población mundial en pobreza de esta categoría, y ayudando al país a alcanzar el objetivo de eliminar la pobreza de forma integral (Oficina de Información del Consejo de Estado, 2021).
El progreso de América Latina en la reducción de la pobreza se produjo principalmente en los últimos 20 años. En el período 1999-2019, la población extremadamente pobre de los países latinoamericanos se redujo en 47 millones, pasando de 71 a 24 millones; y la tasa de pobreza extrema bajó de 13,9 % a 3,7 %. Mientras tanto, la población extremadamente pobre en China se redujo en 500 millones, y la tasa de pobreza disminuyó de 40 % a 0,2 % (Datos del Banco Mundial).
Desde finales de la década de los ochenta, el rápido crecimiento de la economía china se asoció con el continuo aumento de la diferencia de ingresos. La tendencia se ralentizó gradualmente en el siglo xxi. Entre 2000 y 2019, el índice de Gini de China pasó de 0,50 a 0,56. La proporción de 10 % del grupo de mayores ingresos en el total de los ingresos sociales aumentó del 35,9 % al 41,7 %, mientras que 1 % de la población más rica vio aumentar su participación en los ingresos de 10,5 % a 14 %. Entretanto, la desigualdad de ingresos en los países latinoamericanos se atenuó ligeramente, ya que el índice de Gini se redujo de 0,67 a 0,66, la participación de 10 % de la población con mayores ingresos en el total de los ingresos sociales disminuyó de 56,5 % a 54,9 %, y la proporción de 1 % de la población más rica en el total de los ingresos sociales aumentó ligeramente. A pesar de esos cambios positivos, América Latina aún sufre la desigualdad más seria en el mundo (Datos del Banco Mundial).
Los logros de China en la erradicación de la pobreza, la reducción de la desigualdad y el fomento de la prosperidad compartida, son el resultado de una combinación efectiva de políticas económicas y sociales. Este enfoque se asemeja al “sistema de bienestar productivo” característico de Asia Oriental, que prioriza el crecimiento económico sobre la protección social (Holiday, 2000). De acuerdo con el Banco Mundial, el informe “El milagro
de Asia Oriental” señala que la región se fundamenta en pilares como el crecimiento de mano de obra intensiva y la acumulación de capital humano, minimizando la relevancia de la protección social en la lucha contra la pobreza (Banco Mundial, 1993). A pesar de proporcionar un nivel mínimo de apoyo en este ámbito, las economías de Asia Oriental han logrado avances notables en la reducción de la pobreza y la desigualdad de ingresos.
Uno de los principales factores en la lucha contra la pobreza en China ha sido su industrialización sostenida. Desde la década de los ochenta, el sector industrial ha mantenido un crecimiento anual superior a 10 %, con el valor añadido industrial multiplicándose por 18 entre 1990 y 2018. Este crecimiento ha generado millones de empleos y elevado los ingresos laborales. Entre 1970 y 2015, la proporción de la mano de obra en la industria manufacturera pasó de 10,3 % a 20,8 % (Fondo Monetario Internacional, 2018), lo que ha contribuido a mejorar el bienestar general.
Desde 2006, las políticas industriales han priorizado la “innovación independiente”, lo que ha modernizado la industria y elevado el bienestar de los trabajadores. Esta situación se traduce en un importante crecimiento en los ingresos laborales, incluso en un contexto global de disminución de la proporción de la mano de obra. Adicionalmente, China ha realizado importantes inversiones en infraestructura pública, consideradas un motor clave para el crecimiento económico. Estas inversiones no solo aumentan la actividad económica y las oportunidades laborales, sino que también contribuyen a reducir costos de producción y transporte. En 2011, el gasto en infraestructura representó 6,31 % del PIB, en comparación con 2,42 % en América Latina y el Caribe (Fay y col., 2019).
En la segunda fase de la reducción de la pobreza, el enfoque se ha centrado en fortalecer el bienestar social. Aunque el crecimiento industrial y las inversiones han sacado a millones de personas de la pobreza, erradicarla completamente requiere una combinación de crecimiento económico y seguridad social. Esto implica movilizar recursos y establecer mecanismos de transferencia de pagos sostenibles. El sistema de descentralización fiscal en China ha otorgado mayor autonomía a los gobiernos locales, lo que ha sido crucial para financiar programas de protección social (Banco Asiático de Desarrollo, 2021). Las políticas sociales han puesto un énfasis importante en la seguridad social, estableciendo salarios mínimos y aumentando el gasto para reducir la desigualdad.
Sin embargo, la implementación de estas políticas también conlleva desafíos. Las políticas que favorecen industrias específicas pueden agravar la desigualdad de ingresos, y el alto gasto en bienestar social plantea presiones financieras. Asimismo, las políticas de asistencia en la lucha contra la pobreza requieren una gobernanza sólida para evitar complicaciones en las relaciones entre el gobierno y la sociedad.
Otro pilar de la gobernanza de la pobreza en China es la participación de diversas partes interesadas en la reducción de la pobreza. Aunque las inversiones han ayudado a millones, se necesita una estrategia integral que combine crecimiento económico y seguridad social, así como la movilización de diversos actores (Banco Asiático de Desarrollo, 2021). Desde 2013, el gobierno chino ha centrado sus esfuerzos para la mitigación de la pobreza, en un enfoque basado en los hogares, que adapta los programas a condiciones locales específicas (Zuo, 2021). Entre 2013 y 2020, se destinó cerca de 1 billón de Renmimbi (RMB) a la lucha contra la pobreza, con un enfoque en el desarrollo de capacidades de grupos vulnerables.
Esta experiencia en China demuestra que no existen soluciones universales para el desarrollo y la reducción de la pobreza, sino que requieren un enfoque adaptativo, basado en la experiencia y los contextos reales.
Cooperación para la reducción de la pobreza entre China y América Latina
En 2015, el primer foro China-Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), marcó el inicio formal de la cooperación en la reducción de la pobreza. El “Documento de política de China para América Latina y el Caribe” subraya la disposición de China para fortalecer la cooperación multidimensional en áreas como infraestructura, asistencia económica y técnica, comercio e inversión, y capacitación. Esto también incluye fortalecer los intercambios en materia de reducción de la pobreza, promoviendo la cooperación entre las instituciones de alivio de la pobreza de ambas partes.
La ayuda oficial para reducir la pobreza implica proporcionar fondos por medio de canales tradicionales para ayudar a los países a disminuir sus niveles de pobreza. La asistencia de China a América Latina se remonta a la década de los sesenta, comenzando con Cuba. Durante la década de los setenta, esta ayuda alcanzó un pico, coincidiendo con el establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y varios países latinoamericanos. Desde entonces, se ha ido formando un marco regular de asistencia.
Como país en desarrollo con una significativa población en situación de pobreza, China prefiere establecer una cooperación económica que sea mutuamente beneficiosa. Este enfoque se centra en estimular una mayor cooperación empresarial, permitiendo que los países receptores logren la capacidad de desarrollo independiente. Aunque el gobierno chino se inclina hacia áreas de desarrollo económico, también respeta la voluntad de los países destinatarios. China tiende a ofrecer préstamos a fundaciones específicas, como el Fondo de Cooperación de China en América Latina, permitiendo que los proyectos soliciten préstamos preferenciales, que son evaluados mediante un proceso de calificación. Esto ha permitido que los recursos se destinen a campos como infraestructura social y bienestar, incluyendo proyectos de vivienda y electrificación.
El huracán Iván, que azotó Granada en 2004, devastó la economía y la propiedad de la isla, dejando 90 % de las viviendas en ruinas y afectando a aproximadamente 29 000 familias (Diario del Caribe, 2013). Este desastre convirtió la vivienda en un problema urgente. Desde 2005, Granada ha recibido cerca de 200 millones de dólares en subvenciones provenientes de China, para implementar un proyecto de vivienda. Este caso específico analiza los detalles del proyecto y resalta los beneficios sociales que ha proporcionado a la comunidad local.
El financiamiento chino ha permitido la construcción de viviendas asequibles y de calidad, no solo proporcionando refugio a las familias afectadas, sino también contribuyendo a la recuperación económica de la isla. Las viviendas no solo ofrecen un lugar seguro para vivir, sino que también han promovido la cohesión social y la estabilidad en la comunidad, creando un entorno favorable para el desarrollo social y económico.
El Proyecto de Electrificación Rural de Potosí es otra iniciativa significativa, financiada por China Aid, que busca mejorar la calidad de vida en una de las provincias más altas de Bolivia. Este proyecto incluye la instalación de líneas eléctricas monofásicas y trifásicas en áreas montañosas, donde las condiciones del terreno son complejas, extendiéndose por más de 45 km (Ha y Liu, 2009). La finalización de este proyecto ha beneficiado a más de 700 residentes de diversas aldeas, que a lo largo de los años habían carecido de acceso a la electricidad.
Además de resolver el problema de la falta de electricidad, el proyecto ha tenido un impacto profundo en la vida cotidiana de los beneficiarios. La electrificación ha permitido a las familias acceder a servicios esenciales y ha mejorado la productividad local al facilitar el uso de herramientas y equipos eléctricos. Según el gobierno local, esta iniciativa ha sido muy elogiada, tanto durante su ejecución, como en su impacto post-instalación, lo que demuestra la importancia de la cooperación internacional para el desarrollo rural.
Por otro lado, el desarrollo agrícola y su modernización son fundamentales para el crecimiento económico sostenible de muchos países en desarrollo. En este contexto, el 15 de agosto de 2005, se firmó un acuerdo de cooperación técnica agrícola entre China y Dominica. Este acuerdo se enfocó en apoyar la modernización del sector agrícola de Dominica mediante diversas iniciativas. El acuerdo estipuló que China enviaría expertos agrícolas para trabajar en campos cruciales, introducir nuevas variedades de cultivos de alta calidad y establecer bases de semilleros. También se comprometió a promover tecnología agrícola avanzada, proporcionar equipos y materiales, y llevar a cabo capacitación técnica en áreas como hortalizas, flores, plantación de frutas y acuicultura. Este enfoque integral está diseñado para aumentar la productividad y mejorar la calidad de vida de la comunidad local (Li, 2008).
El proceso del proyecto ha enfrentado diversos desafíos que han sido resueltos mediante la colaboración y el intercambio de conocimientos. La capacitación técnica ha sido un componente esencial, permitiendo a los agricultores locales aprender, y adoptar prácticas agrícolas modernas que son cruciales para el éxito y sostenibilidad del proyecto. El impacto del proyecto ha sido significativo, proporcionando beneficios sociales y económicos a la comunidad. La introducción de variedades de cultivos de alta calidad ha aumentado los ingresos de los agricultores y ha mejorado la seguridad alimentaria en la región. Además, la formación técnica ha empoderado a los agricultores, permitiéndoles adoptar nuevas tecnologías y métodos, lo que a su vez ha fomentado un mayor desarrollo agrícola. El enfoque en diversificar los cultivos también ha ayudado a las comunidades a ser menos vulnerables a los choques económicos y a las condiciones climáticas adversas, promoviendo así una agricultura más resiliente.
Además de la ayuda oficial, la inversión empresarial se ha convertido en un método clave en la lucha contra la pobreza. Estas inversiones no solo generan empleo local, sino que también estimulan el crecimiento económico en los países receptores y logran mostrar Responsabilidad Social Corporativa (RSC). En los últimos años, la creciente demanda de materias primas por parte de China ha llevado a un aumento en las inversiones de empresas chinas en sectores de recursos, energía e infraestructura en América Latina. De hecho, el monto de estas inversiones se ha acercado a la cantidad de la asistencia gubernamental.
Las regiones sur y sureste de Brasil consumen 80 % de la electricidad del país, mientras que las principales centrales eléctricas están ubicadas en el norte, a más de 2000 km de distancia. Este desbalance ha llevado a la necesidad de una “autopista de la energía” que facilite la transmisión de electricidad generada en Belo Monte hacia el sureste del país. En un proceso de licitación internacional, State Grid emergió como ganador, gracias a sus tecnologías de corriente continua de ultra alta tensión (UHV), su amplia experiencia y su gestión de proyectos (Dussel y col., 2018). La construcción del proyecto comenzó en septiembre de 2017 e incluye la línea UHVDC de ±800 kV más larga del mundo, cruzando más de 2500 km y 81 ciudades en cinco estados. Este proyecto también es un ejemplo de la cooperación entre China y América Latina en el marco de la Franja y la Ruta (BRI).
El impacto del proyecto ha sido significativo, creando aproximadamente 16 000 puestos de trabajo y aportando 2200 millones de reales a los ingresos fiscales. Además, se estima que ha beneficiado a 22 millones de brasileños. A lo largo de la línea de transmisión, se construyeron y renovaron 1970 km de carreteras y 350 puentes. También se lanzaron más de 20 programas de responsabilidad social corporativa, que incluyeron donaciones para combatir la malaria en 33 ciudades (Husar y Best, 2015). Este desarrollo ha fortalecido los intercambios tecnológicos y de personal entre Brasil y China, aumentando la confianza de las empresas chinas para invertir en Brasil y en el resto de América Latina.
El Ferrocarril de Cargas Belgrano, construido en 1876, es un sistema vital para el transporte de mercancías en el norte y centro de Argentina. Sin embargo, desde la década de los ochenta, el ferrocarril ha sufrido un deterioro gradual debido a las fluctuaciones políticas en el país. En la actualidad, solo opera un tramo de 1000 km. Esta reducción en el uso del ferrocarril coincide con la creciente producción de soja, trigo y maíz en el norte de Argentina, productos agrícolas que se exportan a nivel mundial. Sin embargo, la falta de mantenimiento en las infraestructuras ferroviarias ha obligado a los productores a depender del transporte en camiones, lo que incrementa los costos y disminuye la competitividad de estos productos en el mercado global (Wang y Luan, 2021).
Dada esta situación, la renovación del Ferrocarril Belgrano se presenta como una necesidad urgente para Argentina. En 2013, China Machinery Engineering Corporation (CMEC) fue seleccionada como el contratista general del proyecto de renovación, siendo un ejemplo destacado de la inversión china en Argentina, bajo la iniciativa BRI. Este proyecto no solo busca restaurar la funcionalidad del ferrocarril, sino también impulsar el crecimiento económico local durante su construcción, promoviendo el desarrollo regional y generando empleos.
El enfoque de CMEC para el proyecto de renovación ha incluido diversas estrategias para maximizar el impacto económico local. Estas medidas incluyen la contratación de mano de obra local y el uso de materiales provenientes de proveedores argentinos, lo que contribuye a fortalecer la economía del área mientras se minimizan los costos de transporte y logística (Wang y Luan, 2021). Durante la construcción, se espera que el proyecto no solo restaure líneas de ferrocarril, sino que también genere alrededor de 4500 empleos directos. Estos proyectos no solo abordan la necesidad urgente de modernizar las infraestructuras existentes, sino que también generan empleos y mejoran la competitividad de los países beneficiarios. Las lecciones aprendidas de estas iniciativas pueden servir como modelos para futuras colaboraciones en la región.
La experiencia china en la reducción de la pobreza ofrece valiosas lecciones para América Latina. La cooperación y el intercambio de conocimientos entre ambas regiones pueden maximizar el impacto de los proyectos de asistencia y fomentar un desarrollo más eficaz. Estos esfuerzos no solo abordan la modernización urgente de infraestructuras, sino que también generan empleos y mejoran la competitividad de los países beneficiarios. La cooperación técnica y las inversiones en infraestructura, contribuyen a mejorar la calidad de vida inmediata, y sientan bases para un desarrollo sostenible a largo plazo. La participación activa de las comunidades en el proceso ha demostrado ser crucial para el éxito y la sostenibilidad de las iniciativas de desarrollo (Husar y Best, 2015).
A pesar de los esfuerzos realizados, la cooperación entre China y América Latina enfrenta desafíos significativos. La implementación exitosa de proyectos depende en gran medida de la voluntad política y la capacidad organizativa de los gobiernos locales, así como de experiencia en la gestión de proyectos a gran escala (Dussel y col., 2018). La falta de adaptación a las condiciones locales puede obstaculizar el éxito de estas iniciativas.
Consideraciones finales
Este estudio destaca el papel fundamental de una “comunidad de futuro compartido para la humanidad” en la configuración de la cooperación internacional para combatir la pobreza. Las experiencias de reducción de la pobreza en China y América Latina evidencian que no existe una solución única ni un enfoque universal para lograr el desarrollo económico y reducir la pobreza. En cambio, se trata de un proceso dinámico de “aprender haciendo” que demanda objetivos y estrategias políticas personalizadas. Esto es especialmente crucial para los países en desarrollo, que pueden carecer de las mismas ventajas o capacidades que otros, pero aún pueden superar la pobreza adaptando las políticas a sus condiciones particulares y ajustando sus enfoques a medida que cambian los entornos. Este trabajo enriquece la comprensión de cómo distintos modelos de crecimiento pueden guiar los esfuerzos de colaboración entre regiones.
En la era pospandémica, China y los países latinoamericanos enfrentan retos comunes y, al mismo tiempo, cuentan con oportunidades prometedoras para consolidar avances en la reducción de la pobreza y fomentar un crecimiento inclusivo. Ambas regiones deben colaborar para abordar los desafíos del desarrollo, impulsar la recuperación económica y fortalecer las redes de seguridad social, con el fin de crear un desarrollo económico más equitativo y resiliente.
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