Cuadernos de Nuestra América/Nueva Época/No. 015 / abril-junio, 2025/
RNPS: 2529 /ISSN: 2959-9849/ 63 pp.

Los BRICS, Rusia, y el nuevo orden multipolar en formación

BRICS, Russia, and the Emerging Multipolar World Order

Dr. C. Jorge Casals Llano

Profesor Titular, Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI), Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Cuba (Minrex)

ORCID: 000-0003-1764-9327

Fecha de recepción: mayo 2025

Fecha de aceptación: mayo 2025

Resumen

Los cambios que se producen hoy en el mundo, consecuencia del agotamiento del modelo implantado por la corporatocracia estadounidense, en particular luego de concluida la Segunda Guerra Mundial, y que se caracterizó por la subordinación de la política de Estados Unidos a las grandes corporaciones transnacionales vinculadas con sectores clave, como el de las finanzas y el de la producción de armamentos, se han visto acelerados por el surgimiento de actores como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), los que —paradójicamente— emergieron como potencias globales gracias a —o a pesar de— el desarrollo alcanzado en ellos por la presencia de esas grandes corporaciones multinacionales. Los cambios geopolíticos producidos como consecuencia de lo anterior se convirtieron en un factor cada vez más dinámico y determinante de la geopolítica actual, lo que puso de manifiesto no solo la posibilidad, sino también la necesidad de modificar sustancialmente el viejo orden global.

Palabras claves: Geopolítica, Orden mundial, Orden unipolar, Orden multipolar, Sur global.

Abstract

Changes reshaping today’s world stem from the exhaustion of the US-dominated corporatocracy model established after WWII. This model subordinated US policy to large transnational corporations, particularly in finance and arms production. The rise of actors like the BRICS (Brazil, Russia, India, China, and South Africa) has accelerated these changes. Paradoxically, the BRICS developed into global powers both thanks to and despite the presence of multinational corporations within their economies. The resulting geopolitical shifts are increasingly dynamic and decisive, revealing not only the possibility but also the necessity of substantially modifying the old US-led global order.

Keywords: Geopolitics, World order, Unipolar order, Multipolar order, Global south.

Introducción

El escenario geopolítico en formación, lejano del que fuera hegemonizado por Estados Unidos con el vagón de cola calificado como Occidente (países y grupos de países supeditados a la hegemonía estadounidense), tiene hoy como impulsores principales no solo a las grandes potencias integrantes del Sur global, como Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (los BRICS), sino también a la mayoría de las antiguas colonias y países dependientes de Asia, África y América Latina, interesados en cambiar sustancialmente la gobernanza global, de manera que responda a los intereses de la mayoría de los países y no a una parte privilegiada de los mismos.

Desarrollo

Hoy los países del Sur global1 cuyo conjunto conforma la gran mayoría de la humanidad históricamente relegada de la geopolítica aunque ya desde el siglo xx pugnara por integrarse agrupándose en organizaciones como el Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) y el Grupo de los 77 y China2 (en los que nuestro país, dirigido por Fidel, siempre actuó activamente para alcanzar sus objetivos emancipatorios) que aunque lograron alcanzar logros significativos y necesarios sobre la base de la solidaridad y la defensa de los principios en la lucha por los intereses colectivos de los países del “tercer mundo”, todavía hoy precisan seguir reclamando el lugar que les corresponde tras ser históricamente relegados de la geopolítica por los países “del Norte”, “ricos”, y cuya riqueza fuera obtenida por el colonialismo primero (por los países europeos) y el neocolonialismo después (principalmente Estados Unidos y su supuesto “destino manifiesto”).3

Aunque la historia demuestra que los esfuerzos de los países del Sur para eliminar las carencias y la pobreza en las que fueron sumidos por las potencias imperiales justifican suficientemente la lucha por su erradicación, también revela que la solidaridad —basada en la moral y los ideales— no logró siquiera paliar las enormes necesidades creadas y acumuladas por la explotación. Asimismo, evidencia que las agrupaciones de los explotados —denominados indistintamente países “del tercer mundo”, “en desarrollo”, “subdesarrollados”, “Movimiento de Países No Alineados”, “Grupo de los 77” o “Grupo de los 77 + China” por diversas causas— no siempre alcanzaron los resultados deseados. Esta situación, sumada a la implosión de la extinta Unión Soviética, la desaparición del llamado campo socialista e incluso al supuesto fin de la Guerra Fría con el triunfo de Occidente, debilitó las esperanzas y, para algunos, hasta las razones de existencia de cualquier unión.

Pero, precisamente por —y junto a todo lo anterior— el unipolarismo que había logrado imponer Estados Unidos, y también el desprecio desde “el jardín” con el que con soberbia denominara a Europa Josep Borrell, mientras ocupaba el cargo de “Alto representante” de la Unión Europea (UE), para diferenciarla “del otro mundo” pobre y subdesarrollado, paradojalmente instaron, empujaron, obligaron a los países que no formaban parte del grupo exclusivo de “el jardín”, a convertirse en actor geopolítico para, en defensa de sus intereses nacionales enfrentarse a los que, desde siempre, los habían explotado y despreciado.

El antes referido es el complejo contexto en el que el “Sur global” mantuvo la lucha porque

Lo que tenemos en común es que todos somos, en relación con el mundo desarrollado, naciones dependientes […] Cada una de nuestras economías se ha desarrollado como un subproducto y una subsidiaria del desarrollo en el Norte industrializado, y está orientada hacia el exterior […] económicamente somos dependencias, semicolonias en el mejor de los casos, no estados soberanos […] El objetivo es, por tanto, completar la liberación de los países del Tercer mundo de la dominación exterior.4

Antes de continuar, vale subrayar que el “Sur global” se considera en el presente artículo como categoría de la geopolítica, y “el orden” como hecho geopolítico, no geográfico, y como instrumento valedero en la lucha contra la desigualdad, también global, creada y sustentada por “el norte” desarrollado y explotador.

Es por lo anterior que aquí se considera “Sur Global” el integrado por los países que, desde mediados del siglo xx, se agruparan en organizaciones como el MNOAL, el Grupo de los 77 + China; por los países BRICS y BRICS plus; por los que fueran incluidos en el informe Norte-Sur: Un Programa para la Supervivencia, dirigido por Willy Brandt (1980) y, en 1990, por “El desafío al Sur”, Informe de la Comisión del Sur, panel de la Organización de Naciones Unidas (ONU), dirigido por Julius Nyerere, y también por todos los países que luchan por sus reivindicaciones y por el mejoramiento de la calidad de vida de los que en ellos habitan.

El “Sur Global” incluye, desde esta óptica, a todos los países que se enfrentan a las medidas que se toman por los países “del Norte” como las arancelarias discriminatorias adoptadas por la actual administración Trump, en particular las del día que llamara, con la prepotencia que lo caracteriza, “día de la liberación”, y que tantas tensiones generaron y siguen generando, incluso con sus más cercanos aliados “del norte” aunque también con los del resto del mundo. Respecto a las mismas, llamar la atención de que tales medidas no son solo resultado de la insensatez de un presidente inepto, sino también un irracional intento de respuesta al declive del viejo orden impuesto por Estados Unidos, que dejó de ser sostenible.

El agotamiento del orden global unipolar, consecuencia a su vez del agotamiento del modelo unipolar estadounidense, cuyas secuelas y contradicciones económicas y políticas internas se reflejan en el resto del mundo, se vio acelerado por la crisis de 2008, la pandemia de Covid-19, y la recesión de 2020, que generaron crecientes desbalances macroeconómicos y fiscales, continuados por un proceso inflacionario iniciado a mediados de 2021 con repercusiones en la economía, tanto de Estados Unidos, como global, que se mantiene hasta nuestros días.

La apolítica, o si se prefiere, la falta de política adecuada de Estados Unidos para combatir las nocivas —para ellos— tendencias, en medio del convulso contexto internacional, marcado por la guerra en Europa, ha aumentado la incertidumbre sobre la economía estadounidense. Por lo que, prospectivamente, no sea posible avizorar escenarios favorables, dados los retos y necesidades que enfrentará la economía estadounidense que, subordinada a una perspectiva de seguridad nacional de matriz geopolítica como componente esencial de su política exterior, al debilitar el dólar, debilita la posición del mismo como divisa más utilizada, lo que al propio tiempo hace posible la aparición de sistemas alternativos para el comercio y las finanzas entre las naciones, lo que a su vez incide negativamente sobre la capacidad de Estados Unidos para mantener la hegemonía global.

La práctica estadounidense de emplear sus instrumentos económicos de poder como herramienta geopolítica hicieron imprescindibles los mecanismos de concertación como los BRICS y los BRICS plus, entre otras instancias de política e integración, convertidos en reto insuperable a la hegemonía de Estados Unidos y el G-7 en la geopolítica global.

Agréguese que el sistema monetario establecido después de la Segunda Guerra Mundial, cuya base de funcionamiento, “el dólar tan bueno como el oro”, desaparecido en 1971, cuando Estados Unidos retirara la convertibilidad —y que no obstante siguiera funcionando sobre la base de dinero fiduciario para beneficio de Estados Unidos— es, cada vez que es posible, obviado y sustituido, lo que hace cada vez mayor el uso de otras monedas para la realización de las transacciones internacionales.

Lo que ha sido descrito como “desdolarización” de la economía mundial se hace cada vez más evidente. Y aunque ello no implique que, en el futuro inmediato, el dólar estadounidense dejará de ser la moneda más utilizada (ténganse en cuenta las reservas existentes, en dólares, en casi todos los países del mundo), es un hecho que son cada vez más los países que la abandonan para realizar sus operaciones internacionales lo que resta a los Estados Unidos capacidad para imponer sus posiciones.

No menos incide sobre la hegemonía del dólar la política fiscal expansiva del gobierno estadounidense, tanto la destinada a la defensa y a la seguridad nacional como los propuestos gastos multimilmillonarios para restablecer la economía interna, constituidos en aplicación de instrumento de política económica que aunque contrarresta parcialmente los obstáculos y contradicciones al crecimiento económico, a la vez tiene un efecto inflacionario dado que la desmedida emisión monetaria debilita el poder de compra del dólar y, al aumentar todavía más la deuda externa del país hasta hacerla insostenible, lo hace políticamente contradictorio al enfrentar tendencias políticas principales dentro de la clase dominante.

Las referidas tendencias se articulan, además, en torno a la globalización transnacional y el conservadurismo nacionalista, último que intenta retroceder parcialmente las políticas de liberalización del comercio, la desregulación financiera y la apertura de los movimientos de capital que tomaran fuerza en 2017. Lo anterior genera, además, una fragmentación o recomposición de las cadenas globales de valor, lo que se refleja en el enlentecimiento del comercio mundial y en las tendencias a la externalización y acercamiento (nearshoring) y comercio amistoso (friendly shoring), estimulados tanto por incentivos económicos relacionados con los costos de producción y hasta de transporte, como por los relativos a la seguridad nacional.

Todo lo hasta aquí señalado permite prever que, como tendencia, la economía de Estados Unidos tendrá un comportamiento inferior a los de la última década del siglo xx y primera del xxi; al propio tiempo, que el momento de la ocurrencia del quiebre del ciclo, el crack, en dependencia tanto de su intensidad y duración, influirá de manera distinta sobre los resultados de los ciclos electorales que ocurrirán en el período, en particular en los próximos de medio término, lo que impediría al actual presidente continuar la política económica actual.

La incertidumbre se hace mayor porque más allá de las complejidades económicas habituales, no parece posible determinar la duración del conflicto en Europa, y que para la generalidad de los analistas, entre los que nos encontramos, constituye ya un conflicto bélico de escala mundial, en la pugna por el reordenamiento geopolítico global. Resulta obvio que las consecuencias de la referida confrontación bélica serán decisivas para los escenarios posibles en la economía estadounidense y mundial, en medio del actual proceso de transformación del orden económico y político, cuyo desenlace dará lugar a un balance distinto de poder y, en correspondencia, del orden económico y geopolítico mundial.

Y si un análisis somero del balance económico de poder Estados Unidos-Europa y otros aliados occidentales permitiría afirmar que, apoyado por la expansión y fortalecimiento de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Estados Unidos recibe mayores ingresos por exportaciones de hidrocarburos, y se beneficia del efecto expansivo del enorme gasto de defensa, incluida la multimillonaria asistencia militar y económica a Ucrania, el análisis detallado permite apreciar que, al debilitar a sus socios en el emprendimiento y debilitar así al “occidente colectivo”, Estados Unidos se debilita a sí mismo.

Otra prospectiva —aún más imprevisible y cortoplacista— incluye la visión de los políticos estadounidenses que, más inclinados a la política fiscal conservadora, se oponen al financiamiento ininterrumpido en apoyo a fuerzas hostiles a Rusia o China para el sostenimiento de una guerra convencional.

Se produzca —o no— en el período el intenso y extendido empleo por Estados Unidos de los instrumentos económicos de poder contra Rusia y China por supuestas razones de seguridad nacional, más temprano que tarde las condiciones de crisis impulsarán el desarrollo de medios y sistemas alternativos que continuarán transformando —gradual, pero inexorablemente— las relaciones económicas internacionales, hasta estabilizar un nuevo orden económico global con tendencia a un multilateralismo más equilibrado que también incluirá a las actuales consideradas principales potencias globales.

1 El concepto, tomado de la geografía (como también “Norte”, “Occidente”, “Europa”) refleja, como los entrecomillados del paréntesis, hechos geopolíticos en sí mismos.

2 Integrado ahora por 134 naciones en las que habitan 6,3 miles de millones de personas, el 79,6 % de la población mundial y el 88 % de los países “subdesarrollados” que juntos conforman lo que hoy se denomina “Sur”, antes también “tercer mundo” y hoy con mayor consenso “Sur global”.

3 Engendro ideológico ideado por Estados Unidos utilizado para justificar la necesidad de la anexión de Texas y Oregón a su territorio (1845) y que, desde entonces, bajo el manto de una supuesta misión divina, sirvió a la expansión de ese país mediante la ocupación y robo de territorios, primero en América y luego en el resto del mundo, hasta lograr convertirse en una superpotencia global.

4 Discurso de Julius K. Nyerere ante la Cuarta Reunión Ministerial del Grupo de los 77 en Aruba, Tanzania, febrero de 1979. En: Colectivo de autores: El actual orden económico internacional: obstáculo al desarrollo. Prólogo de Miguel Díaz-Canel Bermúdez. ICL, ISBN 978-959-0903-0; ISBN-978-959-10-2647-7, pág. 21.