Cuadernos de Nuestra América/Nueva Época/No. 017 / octubre-diciembre, 2025/
RNPS: 2529 /ISSN: 2959-9849/ 150 pp.
Intervención especial del excelentísimo señor Viktor Koronelli, embajador de la Federación de Rusia en Cuba
Special Intervention by His Excellency Viktor Koronelli, Ambassador of the Russian Federation to Cuba
Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García (ISRI), 9 de abril de 2025
Este 9 de mayo celebraremos juntos el 80 Aniversario de la victoria en la Gran Guerra Patria, evento de importancia trascendental en la historia de nuestro país. Comenzó la contienda el 22 de junio de 1941, cuando las tropas alemanas nazis, sin declarar la guerra, invadieron el territorio de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Nos encontrábamos ante el ejército más fuerte y mejor entrenado del mundo, que tenía a su disposición el potencial industrial, económico y militar de casi toda la Europa subyugada. La guerra duró cuatro largos años y terminó con la aplastante derrota de los nazis.
Por supuesto, la victoria fue el resultado de la unificación de todos los países de la coalición antifascista, pero es indiscutible que fue el Ejército Rojo, sus valientes soldados y oficiales, quienes hicieron la contribución decisiva a la derrota de Alemania. En general, la URSS representó aproximadamente 75 % de todos los esfuerzos militares aliados en la Segunda Guerra Mundial. El Ejército Rojo destruyó 626 divisiones de los países del Eje, de las cuales 508 eran alemanas.
La victoria fue posible gracias al coraje y heroísmo de millones de ciudadanos soviéticos que lucharon en el frente y trabajaron en la retaguardia, demostrando increíble firmeza y devoción a su patria. Durante este duro cuatrienio, personas de diferentes nacionalidades y religiones se unieron frente a una amenaza común. "Todo para el frente, todo para la victoria" fue la consigna de aquellos años.
En nuestros corazones vivirá por siempre la hazaña de tres cubanos, los hermanos Aldo y Jorge Vivó y Enrique Vilar, que se levantaron para defender su segunda patria. Dos de ellos, Aldo y Enrique, entregaron sus vidas en la lucha contra el nazismo.
Pagamos un altísimo precio por la Victoria: 27 millones de ciudadanos soviéticos, tanto militares como civiles, murieron en batalla, bajo los bombardeos del enemigo, de hambre y enfermedades, sin hablar ya de la barbarie nazi de los campos de concentración. A Occidente no le gusta recordar que, según los planes de Hitler de colonizar el "espacio oriental", la población civil de la URSS fue objeto de un exterminio masivo. A manos de los nazis, 13,7 millones de personas murieron en trabajos forzados en Alemania y en brutales condiciones en los territorios ocupados.
Según el derecho internacional, los crímenes de guerra y los de lesa humanidad no prescriben. Valga recordar que, en los últimos años, los tribunales de varias regiones de Rusia han emitido decisiones judiciales relacionadas con el asesinato en masa de civiles y prisioneros de guerra soviéticos en los territorios que hoy forman parte de la Rusia moderna.
Se ha determinado que, durante la ocupación, los nazis y sus cómplices cometieron innumerables crímenes brutales contra la población civil. Los batallones punitivos llevaron a cabo el exterminio masivo de civiles y prisioneros de guerra. Hoy, con todo derecho podemos calificar como genocidio la tragedia de los pueblos de la Unión Soviética durante la Gran Guerra Patria.
En este contexto, aún más hipócritas son los intentos de reescribir la historia que, por desgracia, son cada vez más comunes y en algunos países —como en los Estados del Báltico y Ucrania— ya forman parte de la política oficial. Hoy, los herederos ideológicos, y a veces literalmente los descendientes de los nazis, están tratando de echar a nuestro país la culpa por el inicio del conflicto más grande y sangriento de la historia humana.
Ochenta años después, resurge el neonazismo. Se destruyen monumentos a los soldados liberadores soviéticos, los símbolos de la Victoria se equiparan con los nazis y los colaboradores nazis se elevan al rango de héroes nacionales. Es nuestro sagrado deber evitar que se repita la tragedia global. Tenemos que aplastar a los seguidores de la ideología nazi. Esta es la impostergable tarea que están cumpliendo con honor —a veces sacrificando sus vidas— los valientes y abnegados combatientes rusos en la Operación Militar Especial en Ucrania. Al mismo tiempo estamos agradecidos al pueblo cubano y a la dirección de la República que junto con nosotros se oponen a los intentos de glorificar el nazismo y el neonazismo, defendiendo siempre la verdad histórica.
Hace 80 años, nuestro pueblo no solo sobrevivió, sino que salvó a toda la civilización europea y mundial del nazismo. Nosotros, los herederos de los vencedores, junto con nuestros amigos y compañeros de ideas en todo el mundo, debemos hacer todo lo posible para garantizar que se preserve la verdad sobre la Segunda Guerra Mundial y sus héroes.