Cuadernos de Nuestra América/Nueva Época/No. 017 / octubre-diciembre, 2025/
RNPS: 2529 /ISSN: 2959-9849/ 150 pp.
La universalidad de la historia, el pensamiento y la cultura rusas no son negociables
The universality of Russian history, thought and culture
are non-negotiable
Dr. C. Mario Antonio Padilla Torres
Doctor en Ciencias Filosóficas por la Universidad de La Habana (2009). Posdoctorado en Relaciones Internacionales por la Universidad de Relaciones Internacionales de la Federación de Rusia (2023). Máster en Ciencias Históricas (URSS, 1989). Diplomados en Relaciones Cuba-Estados Unidos (2024), Cultura Universal (2009). Licenciado en Ciencias Políticas (URSS,1980). Investigador Titular. Profesor Titular, especialista en Rusia y exURSS, teoría de las relaciones internacionales y problemas globales de la humanidad. Jefe de Proyecto de Investigación y secretario académico del Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI). Miembro del Polo Científico de Ciencias Sociales de la República de Cuba, miembro de los comités doctorales de Relaciones Internacionales del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García (ISRI) y de Ciencias Políticas de la Universidad de La Habana. Ha impartido conferencias en varias universidades del país y en la Federación de Rusia, miembro de la Comisión Central de Categorías Científicas de la República de Cuba. Miembro de los Consejos Editoriales de las Revistas Cuadernos de Nuestra América (CIPI) y Política Internacional (ISRI). Miembro de la Asociación de Amistad Cuba-Rusia. Autor de cuatro libros, de capítulos de cuatro libros, y cientos de artículos publicados en Cuba, México, Ecuador, Argentina, España, Reino Unido, China, Federación de Rusia , Azerbaiyán e Italia. Premio Nacional de la Crítica Científico Técnica 2023, en la República de Cuba con el libro Narcotráfico en tiempos convulsos.
e-mail: marioapt1959@gmail.com
ORCID:0000 -0002-5244-7846
Fecha de recepción: mayo 2025
Fecha de aprobación: julio 2025
Resumen
El presente artículo se propone argumentar la realidad de la historia, pensamiento y cultura del pueblo ruso en momentos clave del pasado siglo, así como denunciar la infodemia estratégica que busca deslegitimar su legado a través de la rusofobia. En primer lugar, se analiza el papel de la Gran Revolución de Octubre de 1917, dirigida por Lenin, como uno de los hitos más significativos del siglo xx. En segundo término, se subraya la decisiva contribución de la Unión Soviética, en particular del pueblo ruso, en la derrota del fascismo durante la Segunda Guerra Mundial, que costó la vida de más de 27 millones de ciudadanos soviéticos. El artículo sostiene también que negar los logros de la cultura, el pensamiento, la ciencia y la filosofía rusas y justificar la exclusión de ese país del legado de la humanidad es un error.
Palabras clave: revolución, guerra, cultura, ciencia, ruso.
Abstract
This article aims to discuss the reality of the history, thought, and culture of the Russian people at key moments of the last century, as well as to denounce the strategic infodemic that seeks to delegitimize its legacy through Russophobia. First, it analyzes the role of the Great October Revolution of 1917, led by Lenin, as one of the most significant milestones of the 20th century. Second, it highlights the decisive contribution of the Soviet Union, particularly the Russian people, to the defeat of fascism during World War II, which cost the lives of more than 27 million Soviet citizens. The article also argues that denying the achievements of Russian culture, thought, science, and philosophy, and justifying the exclusion of that country from humanity's legacy, is a mistake.
Keywords: revolution, war, culture, science, Russian,
Introducción
La historia contemporánea está signada por la constante lucha de narrativas, donde el pasado es disputado no solo como objeto de estudio, sino como herramienta política para moldear el presente, en muchos casos con intereses políticos. En este contexto, la figura de Rusia y su legado histórico y cultural, ha sido objeto de un proceso sistemático de estigmatización por parte de Occidente, que busca distorsionar algunos de los acontecimientos más significativos en la historia, donde Rusia en particular ha tenido un papel protagónico. Este artículo nace de la necesidad de defender la verdad histórica frente a los intentos de manipulación política que buscan negar el papel trascendental de Rusia —Estado y pueblo— en la configuración del mundo moderno
en el desarrollo del pensamiento y la cultura universal. La verdad histórica no puede ser sometida a negociación alguna, debe preservarse como fundamento ético y epistémico de cualquier discurso o narrativa responsable.
El análisis que se presenta, parte de la Revolución de Octubre de 1917, liderada por Vladímir Ilich Lenin, cuyo impacto superó ampliamente las fronteras del antiguo Imperio Ruso. Este acontecimiento no solo marcó el inicio de la era soviética, sino que inspiró movimientos de liberación nacional, reformas sociales profundas y una nueva concepción de cómo podía lograrse el verdadero poder obrero y popular. Por eso, más allá de las lecturas ideológicas, es innegable que la Revolución de Octubre modificó radicalmente el curso de la historia, marcó una nueva era, dando lugar a una experiencia política, económica y cultural sin precedentes.
Posteriormente se aborda con argumentos, el papel de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) —y, de manera destacada, del pueblo ruso— durante la Segunda Guerra Mundial, constituye uno de los episodios más heroicos y trágicos de la historia humana. La magnitud del sacrificio soviético en la lucha contra el fascismo y su contribución decisiva en la victoria es innegable. Sin embargo, el discurso occidental contemporáneo tiende a minimizar —omitir incluso— esta realidad, desplazando el foco hacia narrativas que excluyen deliberadamente el aporte soviético y en especial, el ruso. Esta omisión no es inocente: forma parte de una política activa de rusofobia, que busca reconfigurar la memoria histórica en función de intereses geopolíticos.
En esta línea, la rusofobia actual no se limita a lo político o militar. Se extiende también al silenciamiento del legado universal de la cultura, la filosofía, la ciencia y las humanidades rusas. Nombres como Dostoyevski, Tolstói, Chaikovski, Mendeleiev, Pavlov, Vygotsky, de forma innegable, han sido pilares del pensamiento, la ciencia y el arte universales. Sin embargo, en el clima político e ideológico imperante, se promueve un proceso de abolición simbólica que pretende borrar o relativizar su contribución al patrimonio cultural de la humanidad.
Negar la universalidad de lo ruso es, en el fondo, una forma de negacionismo cultural. Es reducir siglos de producción intelectual y artística a una caricatura política coyuntural. Es también una manera de deshumanizar a un pueblo, impidiéndole ser reconocido como parte activa de la historia común de la humanidad, por tanto, no se pretende exaltar de forma acrítica y chovinista a Rusia, sino defender un principio fundamental: que la historia debe ser narrada con rigor, justicia y respeto por la verdad. Sin este principio, todo diálogo internacional se vuelve frágil, y la memoria colectiva corre el riesgo de ser instrumentalizada en función de intereses geopolíticos.
La verdad histórica no es negociable. Este es el punto de partida y la conclusión anticipada de este texto. Defender la memoria de los acontecimientos y las contribuciones rusas al mundo moderno no significa ignorar sus contradicciones, sino rechazar la simplificación que convierte a un pueblo en enemigo permanente. Solo desde el reconocimiento de la complejidad histórica es posible construir una convivencia mundial basada en la comprensión y no en el prejuicio.
Los aniversarios de este año
Este año se unen dos fechas gloriosas universales: el 155 Aniversario del nacimiento de Vladimir Ilich Ulianov, más conocido como Lenin y el 80 Aniversario de la victoria sobre el fascismo. En cuanto al primero, la vida de este universal revolucionario y distinguido filósofo, está asociada a uno de los momentos históricos más trascendentales en la historia de la humanidad, la victoria de la Gran Revolución de Octubre, hecho que abrió una nueva época revolucionaria. Lenin llevó a la práctica el sueño de Marx, Engels y otros revolucionarios, al fundar una sociedad de nuevo tipo, que llevara a la práctica la redención de la clase obrera y los oprimidos. En corto tiempo, Lenin hizo mucho y trazó el camino de que el cielo se podía tomar por asalto y que una sociedad justa era posible. No puede haber descrédito a Lenin ni a la Gran Revolución de Octubre cuando todavía son paradigmas de las grandes masas desposeídas. John Reed, un periodista norteamericano que vivió esos días revolucionarios, escribió en su libro Diez días que conmovieron al mundo, los detalles de la Revolución de Octubre y describió a Lenin como:
[…] un hombre bajito y fornido, [...]ojos pequeños, nariz grande, boca ancha y noble, mentón saliente, afeitado, pero ya asomaba la barbita tan conocida en el pasado y en el futuro. Traje bastante usado, pantalones un poco largos para su talla. Nada que recordase a un ídolo de las multitudes, sencillo, amado y respetado como tal vez lo hayan sido muy pocos dirigentes en la historia. Líder que gozaba de suma popularidad[...] firme, inflexible, sin apasionamientos efectistas, pero con una poderosa capacidad para explicar las ideas más complicadas con las palabras más sencillas y hacer un profundo análisis de la situación concreta en la que se conjugaban la sagaz flexibilidad y la mayor audacia intelectual […] ese era Lenin, los revolucionarios cubanos siempre le han rendido tributo.
La Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917 constituyó un nuevo paradigma para la humanidad, con ella se abrieron las nuevas alamedas de un mundo mejor y posible, por eso en la situación actual también es cada vez más importante conservar la verdad histórica, esta no puede ser negociable, hay que transmitirla con estricta veracidad histórica a las nuevas generaciones, para que la tragedia de la Segunda Guerra Mundial no se repita en la historia de la humanidad. Solo con esfuerzos conjuntos, con voluntad política y sentimientos francos y abiertos podremos lograr este propósito.
Pero también hay un aniversario especial, este año estamos celebrando el 80 Aniversario de la victoria sobre el fascismo, otro hecho histórico que se ha querido tergiversar, tratando de quitarle el papel protagónico de los pueblos de la URSS y en particular el ruso.
¿Acaso los datos que desde la época de la victoria de 1945, se dieron a conocer son mentiras? No solamente existieron testigos, hay cartas, documentos, entrevistas, investigaciones, que demuestran el heroísmo, la decisión inclaudicable del pueblo soviético y en particular el ruso, ante las acciones de las hordas fascista.
En ningún momento se omite el papel que jugó el grupo de los aliados, tienen sus méritos porque hubo también sangre derramada de sus pueblos en la lucha contra el fascismo.
La Segunda Guerra Mundial comenzó en el año 1939, la Gran Guerra Patria de la URSS, en 1941, que se extendió hasta 1945, el segundo frente de los aliados se abrió en 1944. ¿Dónde estaban las grandes potencias entre 1941 y 1944, mientras los pueblos de la URSS derramaban su sangre luchando por defender su tierra y ayudar a los pueblos de Europa? ¿Acaso esto es mentira, cuando los propios aliados lo han reconocido? ¿Por qué se tergiversa la historia? Hay que reconocer los aportes de cada cual en la victoria contra el fascismo y en especial contra el fascismo alemán.
El Ejército Rojo eliminó y/o capturó 607 divisiones enemigas entre 1941 y 1945, frente a las 176 divisiones eliminadas por las tropas británicas y estadounidenses. Las bajas entre muertos y heridos de la Alemania nazi en el Frente Oriental era seis veces mayor que en los frentes occidental y mediterráneo juntos.
La verdad histórica es —sin demeritar el papel de los aliados— que el pueblo ruso y otros pueblos de la antigua URSS y su Ejército Rojo, desempeñaron un papel decisivo para eliminar a los agresores fascistas y cerrarles el camino hacia su expansión a otros países, continentes y el dominio mundial. Justamente en el frente germano-soviético se libraron las principales batallas de la Segunda Guerra Mundial. Entre 1941 y 1945 allí luchó más del 70 % de las tropas de la Wehrmacht. Precisamente allí se decidió el destino de la guerra.
Sir Winston Churchill —en aquel entonces primer ministro de Gran Bretaña—, escribió que "fue justamente el Ejército Rojo el que sacó las tripas a la maquinaria de guerra hitleriana". Dwight Eisenhower, comandante en jefe de las tropas norteamericanas en Europa y futuro presidente de Estados Unidos, se vio obligado a declarar públicamente que "las magnas hazañas del Ejército Rojo durante la guerra contra Alemania despertaron la admiración de todo el mundo". Él también destacó la maestría operativa de los dirigentes políticos y militares de la URSS, en especial, de los mariscales Gueorgui Zhúkov, Konstantín Rokossovski, Semión Timoshenko, entre otros, que supieron movilizar todos los recursos humanos y materiales desde diferentes regiones de la vasta URSS para lograr la gran victoria.
Debo expresar, como experiencia personal, que a partir de la celebración de su 30 Aniversario, tuve el honor de escuchar testimonios de participantes en esa gesta, conocer hombres y mujeres del pueblo que defendieron con heroísmo su patria, ¡cuánta grandeza, sencillez y humildad de aquellos hombres de pueblo!
Cuba también brindó su sangre en la lucha contra el fascismo, miles de voluntarios a finales de los años treinta del siglo pasado, lucharon junto a soviéticos por mantener la República española contra el fascismo franquista, también lucharon junto a los hermanos soviéticos en la Gran Guerra Patria los cubanos Aldo, Jorge y Enrique.
Aldo y Jorge Vivó eran dos adolescentes que vivían en el Hogar Internacional Infantil de la ciudad de Ivánovo, más conocido por el Interdom, fundado en 1933.
Los hermanos se encontraban ahí porque sus padres, de abierta militancia comunista en Cuba, eran asediados constantemente por los aparatos represivos del dictador Gerardo Machado.
Al estallar la guerra contra los invasores nazis, y aún sin tener la edad requerida, Aldo logró enrolarse en la Segunda División de la Guardia de las Milicias Populares de Leningrado (actual San Petersburgo), donde muere en combate en 1943, mientras defendía los sectores de Púlkovo y Nevá.
Su hermano Jorge, combatiente también en las filas del Ejército Rojo, sufrió y resistió el asedio a Leningrado, hasta que lograron evacuarlo en abril de 1942, a través del conocido "Camino de la Vida" al Cáucaso.
Según los historiadores, al salir de Leningrado, Jorge se incorporó a un destacamento especial de guerrilleros que operaba en la retaguardia enemiga, donde se mantuvo hasta el final de la guerra, en 1945. Murió en México, muchos años después.
Enrique Vilar había tenido un destino similar al de los hermanos Vivó. Desde los siete años de edad vivía en el mismo orfanato moscovita, adonde lo habían enviado desde su Manzanillo natal, en el oriente de Cuba, dada la feroz persecución política que sufría su familia.
Con apenas 17 años, y después de insistir en ser reclutado, recibió una rápida preparación militar en una escuela militar de Moscú, donde se formó como jefe de pelotón y posteriormente fue enviado al Segundo Frente de Bielorrusia.
En la madrugada del 30 de enero de 1944 murió junto a varios miembros de su pelotón, durante los combates por la toma de Fürstenau, en Prusia Oriental (Sputnik, 2024).
La victoria sobre el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial representa un hito crucial en la historia de la humanidad. Este conflicto no solo involucró lucha militar; simbolizó una batalla ideológica contra el mal del fascismo y sentó las bases para la construcción de un orden mundial basado en la cooperación y el respeto mutuo entre naciones.
La victoria sobre el fascismo en la Segunda Guerra Mundial condujo a la liberación de los territorios de muchos Estados europeos ocupados por la Alemania Nazi, y también influyó de manera importante al desarrollo de los acontecimientos de posguerra. En particular, estimuló la lucha por la liberación nacional en los países de Asia y África y como resultado cayó el sistema colonial vergonzoso e infame.
Lamentablemente, en las condiciones actuales se notan los intentos de algunas fuerzas políticas en varios países del mundo por reescribir la historia de la Segunda Guerra Mundial, disminuyendo el papel decisivo del Ejército Rojo en la derrota del fascismo. Aún más, se observan múltiples actos de glorificación del nazismo y esfuerzos de desprestigiar los nombres de auténticos héroes, destruyendo monumentos y placas conmemorativas en su honor. Incluso en estos días, los nacionalistas recurren a tácticas de los nazis en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial y terroristas, usando a los civiles como escudo humano.
Al indagar en diferentes fuentes internacionales, se puede expresar con aproximación que la Unión Soviética puso sobre el terreno bélico todas las fuerzas militares bajo su mando con el fin de liberar su territorio del invasor alemán y proseguir con la total derrota de las tropas hitlerianas. Al Ejército Rojo se movilizaban ciudadanos de todas las nacionalidades, ellos combatían en los frentes por una patria común.
Por ejemplo, entre los movilizados para cumplir su deber ante la patria durante la guerra, los rusos constituyeron 65,4 %; los ucranianos, 17,7 %; los bielorrusos, 3,2 %; los tártaros, 1,7 %; los judíos; 1,4 %; los kazajos, 1,1 %; los uzbecos, 1,1 %, y otros pueblos de la URSS, 8,3 %.
Los altos mandos también eran multinacionales por su composición. Según datos del 15 de mayo de 1944, de los 2952 generales del Ejército Rojo, 2272 eran rusos (63,5 %), 286 ucranios (9,7 %), 157 bielorrusos (5,3 %), 102 judíos (3,5 %), 25 armenios (0,85 %), así como 19 letones, 17 polacos, 12 georgianos. También hubo tártaros, osetios, lituanos, azerbaijanos, estonios, morduinos, chuvaches, españoles, fineses, kazajos, alemanes, uzbecos.
Cultura y pensamiento universal ruso
Como se puede apreciar, la gran mayoría eran rusos, hoy la Federación de Rusia enfrenta una situación parecida con el desarrollo descarnado de la rusofobia por un occidente revanchista que pretende acabar con un estado creado y desarrollado bajo el fuego en defensa de sus territorios, no se puede ocultar la verdad histórica del aporte de los rusos a la humanidad.
La cultura rusa ha sido, durante siglos, una de las expresiones más ricas, complejas y trascendentes del espíritu humano. Desde la vastedad cultural de su territorio, hasta la profundidad de su pensamiento filosófico y literario, Rusia ha generado una producción cultural que ha superado sus propias fronteras, para insertarse en el imaginario universal. Es en esa dualidad —lo nacional y lo universal— donde reside uno de los principales enigmas y encantos de la cultura rusa: ¿cómo una civilización aparentemente periférica al centro de Europa logró convertirse en un referente mundial en las artes, la filosofía, la música, la literatura, la política y la ciencia?
En el campo de las ciencias sociales y humanísticas, destacan figuras como Lev Vygotsky, cuyos estudios sobre el desarrollo del pensamiento y el lenguaje, han influido decisivamente en la psicología educativa moderna; Mijaíl Bajtín, con sus investigaciones sobre la polifonía literaria, la cultura popular y la caracterización del discurso; y Yuri Lotman, figura clave de la semiótica cultural. Todos ellos han planteado categorías y marcos teóricos que trascienden su contexto soviético para insertarse en las discusiones académicas globales.
Este pensamiento, profundamente ético, humanista y a la vez comprometido con los dilemas de su tiempo, ofrece a la filosofía y las ciencias sociales contemporáneas una perspectiva crítica que pone en tela de juicio la racionalidad técnica, el individualismo moderno y el vaciamiento espiritual de la sociedad globalizada y neoliberal occidental.
El arte ruso ha ocupado un lugar de excepción en la historia cultural del mundo. Desde las sinfonías de Chaikovski, Rimski-Kórsakov y Prokófiev, hasta los experimentos vanguardistas del constructivismo, las formas de expresión artística rusas han sabido conectar con públicos diversos y convertirse en lenguajes universales.
La música clásica rusa, marcada por la intensidad emocional, el lirismo melódico y una conexión íntima con la naturaleza y el alma del pueblo, ha sido apreciada globalmente no solo por su excelencia técnica sino por su capacidad de evocar sentimientos humanos universales.
El cine ruso y soviético también alcanzó niveles de excelencia y originalidad inigualables. Serguéi Eisenstein, con películas como El acorazado Potemkin y Octubre, no solo revolucionó el montaje cinematográfico, sino que sentó las bases de un cine comprometido ideológicamente y profundamente poético. En las décadas siguientes, director como Andréi Tarkovski llevó el lenguaje cinematográfico a nuevas alturas, explorando la espiritualidad, el tiempo y la memoria con obras consideradas maestras del cine mundial.
En las artes visuales, Rusia ha sido cuna de movimientos de gran impacto global como el suprematismo de Kazimir Malévich, el constructivismo de El Lissitzky y la vanguardia revolucionaria de principios del siglo xx. Estos artistas no solo cambiaron la forma de concebir el arte, sino que propusieron un lenguaje visual capaz de transformar la conciencia colectiva.
Por su parte, el ballet ruso, a través de compañías como el Teatro Bolshói y los Ballets Rusos de Diáguilev, ha marcado un antes y un después en la historia de la danza. Coreógrafos como Marius Petipa y bailarines como Anna Pavlova o Rudolf Nuréyev elevaron esta forma artística a niveles de perfección universalmente reconocidos.
En conjunto, estas expresiones artísticas han hecho de Rusia un verdadero centro de irradiación cultural, cuya influencia se percibe hoy en los conservatorios, teatros, museos y academias del mundo entero. La universalidad de la cultura rusa reside también en su capacidad para transformar el dolor en belleza, la historia en poesía y la identidad en lenguaje compartido.
El combate contra la rusofobia es necesario en las actuales circunstancias, por eso es preciso demostrar sistemáticamente la universalidad de la cultura rusa, sin chovinismo, pero demostrando que el pueblo ruso es un pueblo que ha aportado —y aporta— con su sabiduría a la cultura universal.
Conclusiones
La Gran Revolución Socialista de Octubre no solo transformó profundamente la realidad rusa, sino que también abrió una nueva etapa en la historia de la humanidad, marcando el inicio de un proceso emancipador que resonó más allá de sus fronteras.
El liderazgo de Lenin, la victoria decisiva de la URSS en la Gran Guerra Patria y su papel crucial en la derrota del fascismo durante la Segunda Guerra Mundial, son hechos irrefutables que deben ser reconocidos en su magnitud histórica y moral. Estos logros fueron posibles gracias al heroico sacrificio del pueblo soviético y en particular el ruso, cuya entrega y resistencia permitieron la construcción de un nuevo modelo social.
Sin embargo, hoy asistimos a una peligrosa campaña de rusofobia que busca desacreditar a la Federación Rusa no solo como Estado; también a la riqueza de su legado cultural, científico y filosófico. Esta negación deliberada de sus aportes a la humanidad constituye una forma de revisionismo histórico que atenta contra la verdad y los principios del respeto intercultural.
La cultura rusa, en su dimensión histórica, científica, filosófica y social, constituye un patrimonio universal cuya verdad y valor no pueden ni deben ser objeto de manipulación o negación.
Afirmar que la verdad no es negociable no es solo una postura política o académica, sino una exigencia ética frente al olvido, la distorsión y la censura. Defender la universalidad de la cultura rusa es, en última instancia, defender la diversidad del pensamiento humano y rechazar toda forma de hegemonismo ideológico.
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