Nueva Época
Número 00
Doctora en Ciencias Históricas. Máster Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales. Profesora Titular y Licenciada en
Numero ORCID: 0000 0002 4752 2688
La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus si- glas en inglés) es un ambicioso proyecto chino que ha levantado grandes expectativas desafíos e incer- tidumbres. Su proyección hacia otras regiones del mundo y su propuesta de crear una comunidad de futuro compartido para toda la humanidad genera retos y escepticismo. El presente artículo propone un análisis de la experiencia de BRI en el entorno euroa- siático como referente para abordar elementos clave de la implementación del proyecto en otras regiones. Palabras Clave: La Franja y la Ruta; Rusia; Asia
Central; Eurasia.
Abstract:
The Belt and Road Initiative(BRI) is an ambi- tious Chinese project that has raised high expecta- tions, challenges and uncertainties. Its projection towards other regions of the world and its propo- sal to create a community of shared future for all humanity generates challenges and skepticism. This article proposes an analysis of BRI’s experien- ce in the Eurasian environment as a reference to address key elements of project implementation in other regions.
Key words: Belt and Road Initiative; Russia; Central Asia; Eurasia.
1Artículo basado en la Ponencia Presentada en la V Conferencia de Estudios Estratégicos, Centro de Investiga- ciones de Política Internacional, 2019.
Mucho se ha discutido en torno a los benefi- cios y perjuicios de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés). Sin dudas las incertidumbres que atraviesan el megaproyecto, están marcadas, por los desafíos que genera un proyecto de esta magnitud, a lo que se suma una fuerte campaña antichina donde sobresalen eti- quetas como “imperialismo chino”, “invasión chi- na”, o la más reciente: el hecho de ser el país don- de se desató el nuevo Coronavirus (la Covid-19) ha provocado teorías de la conspiración acerca de un plan chino para desestabilizar el orden mun- dial a través de esta cruel “estrategia Wuhan”. Por otra parte, y muy relacionado con lo anterior se encuentra el desconocimiento, los prejuicios, y el “temor” que existen en torno al Gigante Asiático. Sin embargo, debe reconocerse que hay una cre- ciente curiosidad por los negocios con esa nación, teniendo en cuenta el abanico de oportunidades que brinda y puede generar. En tal sentido los paí- ses receptores tienen un papel fundamental, pero poco se ha enfatizado en cuanto a ello. El objeti- vo de este trabajo es justamente reflexionar sobre la experiencia de BRI en Eurasia, su entorno más cercano. Para ello se analizará el avance del pro- yecto euroasiático, así como los principales desa- fíos e incertidumbres que ha enfrentado en este escenario. Finalmente, a modo de conclusión, se arribarán a algunas ideas referidas a la posible perspectiva de BRI, dado los más recientes acon- tecimientos.
Aunque BRI no es propiamente de un proyecto de integración, en ciertos aspectos presenta desa- fíos similares por cuanto plantea la construcción de relaciones de interdependencia, a partir de di- versas concepciones y se manifiestan a partir de iniciativas y mecanismos de asociación, coopera- ción y concertación económica, política o cultu- ral. Es por ello que vale la pena citar un aspecto esencial de la visión de Integración que brinda el académico cubano, Dr. C. Carlos Alzugaray Tre- to, a partir de varios presupuestos: (…) que es un
proceso que no se da por generación espontánea y que necesita de “constructores de integración”; (…) que los actores que construyen la integración no pueden limitarse a la esfera gubernamental ni al mercado (Alzugaray, 2009).
Si nos fuéramos a remitir al origen de BRI en su entorno cercano, la expansión del cinturón eco- nómico (Asia Central, Irán, Turquía y Rusia) y la ruta marítima (con Europa, Asia y África), los pri- meros pasos estuvieron justamente encaminados a la construcción de confianza, la construcción de vínculos, basados en el modelo de regionalismo abierto que caracteriza los esquemas regionales de asociación. De ahí el aprovechamiento de las capacidades ya existentes y la generación de nue- vas potencialidades. Ejemplo de ello es la Orga- nización de Cooperación de Shanghái (OCS), eje articulador de BRI en sus inicios, la Unión Eco- nómica Euroasiática y ASEAN.
Estos elementos han determinado que BRI se apoye en conceptos muy particulares de la cultura oriental, y específicamente de la cultura política china, y por tanto parcialmente desconocidos en la práctica occidental. Por ejemplo, en lo concer- niente a la base doctrinal de la política exterior china, es de destacar, que la formulación y pues- ta en práctica de nuevos instrumentos de política exterior —englobados por un conjunto de sinó- logos bajo el amplio término de Nueva Diploma- cia— constituyeron referentes en la proyección internacional de Beijing, dentro de un contexto en que el país comenzaba a manifestar su despe- gue como potencia.
El primer concepto integrado a la Nueva Diplo- macia fue el de Nueva Seguridad, que sirvió al in- terés de desechar los esquemas de pensamiento bi- polar que habían predominado durante la Guerra Fría. Esta noción buscaba salvaguardar la seguri- dad nacional china a través del diálogo y la coo- peración, basados en la confianza y los beneficios mutuos, la igualdad y la consulta permanente.
Así, tal óptica concebía las relaciones de seguri- dad en el largo plazo y respetaba los intereses de
otros Estados, al promover la coordinación mul- tilateral como forma de construir la seguridad colectiva. Al mismo tiempo, fortalecía la interde- pendencia entre Estados y enfatizaba la coopera- ción, más que la confrontación, como vía hacia la seguridad; acentuaba el carácter multidimen- sional del término, que ya no quedaba restringi- do al área militar o política, sino que incluía tam- bién los ámbitos económico, tecnológico, social y medioambiental; y por último, planteaba la posi- bilidad de construir la seguridad a través de las instituciones, y no de la fuerza militar.
Las ideas básicas de la Nueva Seguridad apare- cen también contenidas en el Nuevo Enfoque del Desarrollo, concepción que respondió a una pers- pectiva novedosa, integral, coordinada y sosteni- ble sobre el tema. La interdependencia creciente de China con el resto del mundo hizo evidente el hecho de que el país no podía desarrollarse en el aislamiento o en detrimento del exterior; a par- tir de tales consideraciones, el Nuevo Enfoque del Desarrollo significa, en el ámbito de las relaciones internacionales, que “todos los Estados obtengan ganancias y beneficios mutuos en su búsqueda del desarrollo; se trata de promover la apertura en lu- gar del aislamiento, de disfrutar las reglas del jue- go limpio en lugar de obtener beneficios a expen- sas de los otros”.
En un tercer nivel de análisis, China propuso las nociones mutuamente complementarias de Mundo Armonioso y Nuevo Enfoque de las Civi- lizaciones, en un contexto caracterizado por las teorías apologéticas del capitalismo neoliberal y los intentos de Occidente de imponer sus están- dares civilizatorios a escala global. Desde sus pun- tos de vista, un mundo armonioso es un mundo estable, pacífico, abierto y tolerante, que promue- ve una paz y prosperidad duraderas, y en el cual las diferentes civilizaciones se comunican entre sí, confían en las demás, se desarrollan y conviven en armonía; los Estados, basados en los principios del Derecho Internacional, mantienen la paz y la seguridad a través de instituciones eficientes, en
tanto los asuntos de alcance global se resuelven a través del diálogo y la negociación.
Es así que BRI se presenta como “una comuni- dad de futuro compartido para toda la humani- dad.” Esta es una amplia concepción china sobre el funcionamiento armonioso y el destino de la humanidad. Este concepto encarna la esperanza del pueblo chino por un mundo armonioso y es un desarrollo creativo del espíritu tradicional en la nueva era de la globalización, donde todos los países alrededor del mundo comparten prosperi- dad y pérdidas, y están cada vez más interconec- tados con los otros. China ha ofrecido una nueva posibilidad, la cual se fundamenta en abandonar la ley de la selva, el hegemonismo y poder político de “suma cero” para reemplazarlo con la fórmula “ganar-ganar.”
De manera que, los países que pretendan for- mar parte de BRI deben construir relaciones de confianza, de interdependencia. Para ello, en primer lugar, deben incorporar un soporte in- telectual adecuado que promueva, por una par- te, que las empresas se sensibilicen respecto a la oportunidad que representa esta iniciativa, y en segundo lugar, no por ello menos importante, que el avance económico del proyecto, entién- dase la promoción de las infraestructuras y el comercio se identifique realmente como vía de estabilización y prosperidad regional. Se trata de priorizar que la infraestructura responda a nece- sidades desarrollo económico y social, adecuán- dola al fortalecimiento de políticas nacionales inclusivas.
La Iniciativa de la Franja y la Ruta es un proyec- to promovido en los marcos de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). De manera que BRI no solo abre un nuevo capítulo para las rela- ciones internacionales, sino también en lo parti- cular, para la rearticulación euroasiática. Dentro de ese proyecto Asia Central tiene un lugar im- portante, por cuanto es “el corazón de Eurasia”, su
centro, el puente terrestre, un histórico puente en- tre civilizaciones, un puente comercial, cultural, ese es el primer elemento de continuidad.
De esta gran iniciativa se desprenden, la im- portancia que para China tiene la región para el mantenimiento de la seguridad fronteriza, regio- nal, la posibilidad de cooperación en estas aristas, así como en la económica, comercial, cultural, tal y como se propuso “el Espíritu de Shanghái”. En concordancia con este importante precedente, BRI ha sido definida como “una comunidad de futuro compartido para toda la humanidad”. Esta es una amplia concepción china sobre el funcionamiento armonioso y el destino de la humanidad.
Este concepto encarna la esperanza del pueblo chino por un mundo armonioso y es un desarrollo creativo del espíritu tradicional en la nueva era de la globalización, donde todos los países alrededor del mundo comparten prosperidad y pérdidas, y están cada vez más interconectados con los otros. China ha ofrecido una nueva posibilidad, la cual se fundamenta en abandonar la ley de la selva, el he- gemonismo y poder político de “suma cero” para reemplazarlo con la fórmula “ganar-ganar”.
Para Asia Central esta visión es particularmen- te relevante. El entorno centroasiático supone un tablero de competencia geopolítica sumamen- te movedizo. En él rivalizan las grandes poten- cias, desarrollando lo que se conoce como Nuevo Gran Juego. En este contexto de confrontaciones y luchas por la primacía, es interesante analizar la evolución de las relaciones ruso-chinas. Ambas potencias comparten el entorno geopolítico cen- troasiático, disputando así esta área como esfera de influencia histórica y natural. Sin embargo, algunas cuestiones fundamentales tornaron esta situación de rivalidad en Asociación Estratégi- ca Integral. Se trata del enfrentamiento a las po- tencias occidentales, cuyo posicionamiento en el área, ha estado asociado fundamentalmente a la desconexión total de Rusia de su histórica área de influencia, y a los esfuerzos por contener el ascen- so de China.
El embargo de armamentos impuesto por Occi- dente tuvo un efecto contraproducente para Esta- dos Unidos y sus aliados: contribuyó a una mayor cercanía entre Beijing y Moscú, al inclinar a Chi- na hacia el mercado de armamentos de Rusia y la Comunidad de Estados Independientes (CEI). En 1992, la cumbre celebrada en Beijing, inauguró un lenguaje en las relaciones bilaterales marcado por la condena a la unipolaridad en el sistema inter- nacional, la necesidad de ejecutar acciones con- certadas contra el hegemonismo estadounidense, la condena a la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia Euro- pa Oriental y el rechazo a la alianza atlántica, por considerarla carente de contenido en el contexto de la posguerra fría.
Por otra parte, el ascenso económico de Chi- na requería la consolidación de su influencia en un territorio cercano, rico en recursos naturales y energéticos, con un mercado superior a los se- senta millones de personas, que la cercanía a Ru- sia no alcanzaba a saturar. Para China este esce- nario es de gran valor para el mantenimiento de la seguridad fronteriza, regional, todo lo cual está íntimamente relacionado con los planes de desa- rrollo para la zona oeste china, la más atrasada del país asiático. De manera general, se trata de una región neurálgica para dar consecución a su pro- ceso de Reforma y Apertura en el que ha venido avanzando en los últimos tiempos el país asiático, en consonancia con el “nuevo enfoque de desa- rrollo”.
De esta forma quedaban zanjadas dos cuestio- nes acuciantes para las prioridades estratégicas de China: primero, el acceso a nuevas fuentes de recursos naturales y energéticos; y segundo, la búsqueda y consolidación de nuevas rutas, más seguras y económicas, para la expansión de su co- mercio y la entrada de las materias primas prove- nientes del exterior.
En este contexto, el estrechamiento de relacio- nes diplomáticas entre China y Asia Central se hizo evidente. Es importante tener en cuenta que
las relaciones de vecindad entre los países cen- troasiáticos con el resto del área estuvieron fuer- temente marcadas por el fortalecimiento de las corrientes de pensamiento y los nacionalismos extremos de finales del período soviético. De ahí que el tratamiento de la vecindad con China fue uno de los elementos esenciales desde ese mo- mento. La disposición de Beijing de incluir a las repúblicas centroasiáticas en un diálogo multila- teral como el Grupo de Shanghái, posteriormente Organización de Cooperación de Shanghái, con vista a fomentar la cooperación estuvo mediada por estos intereses.
En los últimos años puede decirse que en el marco de la OCS se han desplegado un conjunto de acciones que solidificaron las relaciones entre Rusia, China y los centroasiáticos, lo que influyó en la disminución de consolidación de otras pro- puestas multilaterales. Ello tampoco sugiere que los centroasiáticos consideren a Rusia y China como centros de poder sin pretensiones de ex- pansión, todo lo contrario. Pero lo cierto es que resultan contrapartes menos incómodas, al me- nos en el mediano plazo, con los cuales los temas de derechos humanos, democracia y relaciones comerciales resultan menos complejos que con las potencias occidentales.
Si el origen de la OCS fue como mecanismo de seguridad, debe resaltarse cómo evolucionó hacia el entendimiento y conformación de un proyec- to de cooperación y asociación, así como también mediador para acercamientos y la disminución de la percepción de amenaza. Pero, sobre todo, es im- portante resaltar la base de este constructo a partir de un acercamiento esencial: la aproximación de dos países asiáticos que históricamente han estado en conflicto: Rusia y China en función de la esta- bilidad regional. Esa es la esencia del “espíritu de Shanghái” y sobre la base de lo cual ha ido cimen- tando esta confianza y construyendo la paz, sobre la base de los principios del regionalismo abierto.
En este marco se ha desarrollado BRI en el con- texto euroasiático. A partir de Asia Central, el
proyecto abre su paso hacia occidente a través de dos corredores fundamentales: el Puente terres- tre Nueva Eurasia, con el que está estrechamente relacionado el Corredor Económico China-Mon- golia-Rusia, por el destino final en Europa que ambos recorren, y el Corredor Económico Chi- na-Asia Central-Medio Oriente, donde el tránsito por Afganistán es fundamental.
Después de la desintegración de la URSS, la idea de la cooperación y propensión a la integración ha estado muy presente en los debates centroa- siáticos debido a los grandes desafíos regionales (degradación medioambiental, migraciones, nar- cotráfico, terrorismo, etc.), y como vía para apro- vechar oportunidades comerciales y superar el aislamiento y alejamiento de los mares abiertos. Sin embargo, la propia realidad histórica de las re- públicas centroasiáticas les ha impedido cooperar si no es bajo el liderazgo o impulso de una gran potencia como centro de referencia, cuestión que ha ido desarrollando toda una serie de relaciones de interdependencia en el entorno regional, a la vez que ha imprimido un marcado carácter mul- tivectorial en la política exterior de estos países.
Esta situación tiene que ver con la desigual rela- ción que se establece entre la importancia geopo- lítica de Asia Central como centro de rivalidad o tablero de competencia entre grandes polos de poder tradicionales y la naturaleza incipiente, precaria y sumamente vulnerable de los sistemas políticos centroasiáticos, forzados a implementar el modelo del Estado-Nación, caracterizados por mecanismos de gobernanza que preservan reza- gos elementales de sus propias experiencias clá- nico-tribales, disputas por el liderazgo regional, enfoques de suma cero en la gestión de recursos hídricos compartidos, procesos de construcción nacional en marcha, etnonacionalismo y friccio- nes fronterizas y territoriales determinadas por estas premisas.
Debe tenerse en cuenta que los corredores que pasan por la región de Asia Central están conec- tados de diversas formas a la Unión Económica
Euroasiática (UEE), así como con los mecanismos de asociación que engarza este proyecto (Unión Aduanera, Espacio Económico Único).
Por su parte, Rusia y Kazajstán han impulsado a través de estos proyectos el retorno de Eurasia a la historia de las relaciones internacionales como importante tablero de competencia geopolítica, haciendo cada vez más presente la tendencia ha- cia el multipolarismo y la multilateralidad, a par- tir de la concertación de intereses y diversos mar- cos de integración a distintos niveles. Todo este entramado de relaciones, es aprovechado por la Nueva Ruta de la Seda, la cual podría constituir un proceso de “convergencia de civilizaciones” en función de “Una comunidad de futuro comparti- do para la humanidad”.
En los últimos años ha podido apreciarse un avance de esta tendencia euroasiática teniendo en cuenta la construcción y consolidación de diver- sas iniciativas regionales, auspiciados por Rusia o China. Incluso se ha percibido un cierto nivel de concordancia entre ambos a partir de la puesta en práctica, el primero de enero de 2015, de la UEE, iniciativa de inspiración kazaja que ha recibido gran impulso por la parte rusa, en especial por el líder Vladimir Putin, y la cooperación entre este proyecto y el chino Un Cinturón Una Ruta en ese mismo año.
La consolidación de la OCS, con Rusia y China a la cabeza, fue una de las cuestiones fundamen- tales en el rebalance de los intereses occidentales en la región. La idea de la multipolaridad —aun- que no se lo propuso BRI— cada vez se ha hecho más evidente. Los ingresos de India y Pakistán a la Organización en 2016, así como el reciente interés de Turquía a dicha candidatura, cada vez más em- pujada por Occidente a acercarse al mundo asiá- tico y medio oriental, son elementos a tener en cuenta a la hora de valorar la configuración de un nuevo tablero euroasiático, articulado a partir de todo aquello que lo acerca y sus posibilidades de cambiar las reglas de juego comercial y político; frente a un occidente cada vez más fragmentado.
El debate sobre la consolidación del eje Bei- jing-Moscú trasciende al plano energético o a los vínculos contraídos en el marco de la OCS. El acercamiento entre ambas potencias en este esce- nario está más allá de lo que algunos especialis- tas han resaltado como puntos de desencuentros o debilitamiento del eje en lo que se refiere a la competencia regional y los recelos que pudiera despertar en Rusia el ascenso del Gigante Asiático en los vecinos comunes.
Tanto la rearticulación del mundo euroasiáti- co, como la recuperación del protagonismo que una vez tuvo la región en la histórica Ruta de la Seda, suponen grandes retos en el actual escena- rio que propone una estrategia global de nuevo tipo, donde la expresión futuro compartido para la humanidad tiene una connotación sumamente importante porque supone cambiar las reglas del juego económico incluso político, que va desde el comercio hasta la cultura.
Tales objetivos no están exentos de desafíos, así como tampoco se trata esta de una visión román- tica de las relaciones regionales. Debe valorarse el papel de Rusia y China en la dinámica de la compleja construcción de relaciones de interde- pendencia con las repúblicas centroasiáticas, te- niendo en cuenta sus objetivos específicos hacia la región, a partir de diferentes concepciones, se- gún sus diferentes proyecciones.
China ha dado un empuje económico al dina- mismo regional, pero hay muchos recelos entre las poblaciones locales del entorno euroasiático, sobre todo centroasiático en cuanto a lo que lla- man, desde los medios occidentales, expansión o “imperialismo chino”. El accionar chino se percibe mucho más invasivo en el mundo y por supuesto en sus vecinos más cercanos. Por su parte, Rusia tiene fuertes lazos históricos con la región, pero continúa mirándola como un área de influencia, como una periferia dependiente de un centro, y por demás sigue privilegiando a la parte eslava, por tanto también genera cierto nivel de descon- fianza.
El acercamiento de China hacia Asia Central lógicamente levanta ciertos recelos en Rusia y en- tre los propios centroasiáticos ante temas como la compra de tierras, propiedades, el sector energé- tico, el compromiso que significará el desarrollo de infraestructura en la región con capital chino. Sin dudas, estos elementos negativos han esta- do muy presentes en el desarrollo de los proyec- tos euroasiáticos. Algunos especialistas conside- ran que ha sido la difícil situación de la economía rusa la que ha hecho que Moscú adopte hacia Beijing una postura más de cooperación que de rivalidad. Sin embargo, justo en la base de estos desencuentros está la lógica asociativa: la coo- peración entre ambos, bajo la fórmula ganar-ga- nar funge como un regulador de sus apetencias particulares, priorizando así la estabilidad del es- pacio común. Ambas partes concuerdan en que un conflicto de intereses en el área solo les haría perder y propiciar la presencia y ascenso de otras potencias. De manera que la asociación de Rusia y China genera mayor confianza entre los cen- troasiáticos y en general en el entorno regional, genera seguridad, disminuye incertidumbres y la percepción de amenaza frente a los elementos de
rivalidad y competencia regional.
Estas potencias han aprendido el arte de la con- vivencia y coexistencia pacífica, en la que priman los principios del multilateralismo y la multipola- ridad, para lograr una relación ganar-ganar en una región de tanta competencia geopolítica. Los cen- troasiáticos han aprendido a interpretar ese arte y las posibilidades que les ofrece a nivel regional. Tal es así que estos proyectos lejos de ser antagónicos, han generado una capacidad de articulación y apo- yo mutuo importante, y estos son principios muy valorados entre los centroasiáticos tan dados al es- píritu nómada y la solidaridad tribal o a la mística compartida durante siglos con magníficas ciuda- des y tradiciones entre el legendario mundo persa. La OCS ha sido una escuela en este sentido.
Tanto Rusia como China comparten los prin- cipios de la multipolaridad y unas concepciones
económicas donde las reglas del juego no sean dictadas desde occidente. Sin lugar a dudas, estas cuestiones los han hecho actuar en muchas oca- siones como aliados en cuanto a la competencia regional. Todos estos asuntos forman parte de un debate sobre si puede definirse la relación entre Rusia y China como alianza estratégica o aso- ciación. Lo cierto es que son potencias que han aprendido a convivir en la región y a construir una concepción diferente de Eurasia y de orden internacional en general, llegando a ser un con- trapeso real frente a las potencias occidentales.
Los presidentes Xi Jinping y Vladímir Putin fir- maron en 2017 una Declaración Conjunta de Coo- peración en proyectos de construcción entre BRI y la UEE. La convergencia de ambos proyectos en función de un redimensionamiento de la dinámica regional, resulta uno de los elementos esenciales a la hora de analizar la construcción de un enfoque euroasiático multilateral. Los vínculos entre China y Rusia en el desarrollo de los dos grandes proyec- tos mencionados significa un nuevo nivel de coo- peración y, de hecho, conlleva la creación de un es- pacio económico único en el continente, a pesar de que la región centroasiática constituye una eviden- te área de influencia donde prevalecen y evolucio- nan los interese rusos y chinos.
De esta forma, los puntos de coincidencia y cooperación en la consolidación de un eje euroa- siático resultan tan solo puntos de partida de lo que se vislumbra un fenómeno interesante que, sin dudas, marcará pautas importantes en el te- rreno económico y geopolítico.
Este escenario demuestra el estado de concor- dancia de estos proyectos en tres niveles fun- damentales: el fortalecimiento de la seguridad regional a través de la cooperación y la acción di- plomática bilateral y multilateral, como eslabón imprescindible dentro de la preservación de la se- guridad nacional y el desarrollo económico y so- cial; procurar el acceso a las fuentes no renovables de energía, ofreciendo en cambio un programa de inversiones y ayuda financiera en condiciones
ventajosas; y la desarticulación del entramado de vínculos de todo tipo que Estados Unidos ha fo- mentado desde la caída de la URSS, y por tanto, contrabalancear su influencia en la región.
El proyecto BRI debe entenderse con una lógica donde lo terrestre y lo marítimo se complementa, favoreciendo el desarrollo común y la interdepen- dencia. Esto tiene una gran importancia para los centroasiáticos debido a su alejamiento de los ma- res abiertos. Las interconexiones de la franja eco- nómica con la ruta marítima propiciarán el acce- so de estos países al mar, abriéndoles nuevas rutas comerciales a partir de puertos que conectan con carreteras y vías férreas hacia el sur a través de Irán, Afganistán, Pakistán y la India.
Como se explicó anteriormente, Asia Central, a través de la historia, ha sido un punto clave en la interacción entre pueblos de diferente origen. Sin embargo, el paso del régimen zarista primero y soviético después, terminaron desconectando casi por completo a la región tanto de su entorno histórico como geográfico. La mayoría de los es- pecialistas tienden a presentar a Asia Central en la órbita soviética, totalmente desconectada del entorno medioriental. Es así que, a partir de la desintegración de la URSS, tuvo lugar la rearti- culación de los estrechos vínculos entre los países de Asia Central, así como del Cáucaso con Medio Oriente, su entorno cultural e histórico, caracteri- zado cada vez más por la porosidad de sus fronte- ras. En este contexto Afganistán ha desempeñado un papel muy importante, sobre todo a partir de la guerra en ese país entre 1979 y 1989, cuando efectivos del entonces Ejército Soviético intervi- nieron en la contienda civil afgana, lo que no fue del agrado de la población centroasiática, sobre todo entre los tayikos, étnica y culturalmente muy emparentados con los afganos y la población de mayor tradición islámica en la URSS.
Estos elementos han sido interpretados y apro- vechados por la parte china como claves para la paz y desarrollo regional en un concepto más am- plio de Eurasia, donde la interdependencia entre
países y subregiones es cada vez más importante y compleja. Por tanto, el desarrollo del proyecto BRI es exponente de esta visión.
Evidentemente, BRI muestra entre sus valores geopolíticos la capacidad de asimilar o metaboli- zar a la vez que se complementan y se consolidan iniciativas como la UEE o la propia OCS. Se trata de esquemas o mecanismos de integración o con- certación que para nada son excluyentes, sino que tienden importantes vasos comunicantes que les complementan y en última instancia están tejien- do las coordenadas de un nuevo orden regional y mundial, donde lo euroasiático tiene, sin dudas, un importante espacio en una versión moderna de integración del mundo asiático y postsoviéti- co, donde Asia Central a pesar de que continúa siendo percibida como una importante área de influencia en disputa, constituye ahora un esce- nario conformado por repúblicas independien- tes que en este proyecto tienen la oportunidad de desarrollar un protagonismo regional y tomar las riendas de su destino. Haber avanzado en meca- nismos como estos, donde el rol de Rusia y Chi- na son preponderantes, pero en el que participa un amplio concierto de pueblos euroasiáticos, les ha servido a los países del entorno euroasiático para conjurar incertidumbres y encauzar sus pro- blemáticas, en medio de un ambiente de respeto a la soberanía, las asimetrías y las otredades, por cuanto no solo han aprendido las lecciones de la convivencia pacífica entre dos gigantes: Rusia y China; sino que han sabido utilizar esta cuestio- nada asociación como regulador de las aspiracio- nes propias de estas dos potencias, anteponiendo así los intereses comunes, aun cuando este no ha sido ni es un camino ni llano ni recto.
La magnitud del proyecto es una alarma que pone en cuestión su viabilidad efectiva. Debe te- nerse en cuenta que esta iniciativa es uno de los programas más ambiciosos e importantes del si- glo XXI, que se perfila para crear una arquitectura
económica mundial integrada, en tanto se calcu- la que cuando se complete incluirá alrededor de 100 países que comprenden dos tercios de la po- blación mundial, el 55% del PIB global y el 75% de las reservas mundiales de energía. Y a esto hay que agregarle que consistirá en un número eleva- do de proyectos de infraestructura que sobrepasa- rá el billón de dólares.
Algunos escépticos ven en gran medida el plan como una estrategia para reforzar las ambiciones de liderazgo regional e incluso global de China. Cabe destacar que el propio gobierno chino ha re- saltado que el éxito BRI dependerá del compromi- so de sus participantes. Pese a ello, se han suscita- do numerosos desafíos que están particularmente relacionados con complejos temas religiosos y ét- nicos, el terrorismo activo y el extremismo, las di- visiones históricas e intereses geopolíticos en dis- puta. Por consiguiente, casi todos los proyectos de BRI estarán imbuidos de riesgos operativos, financieros, legales, regulatorios y soberanos de- bido a la gran diversidad de los países involucra- dos y dada sus situaciones geográficas, políticas y económicas.
En tal sentido el proyecto ha revivido históri- cas disputas en su entorno que pudieran entor- pecer su desarrollo previsto. Deben destacarse las disputas por el Mar Meridional de China y las diferencias con India por la zona de Cachemira como las más significativas, dada la importancia que tienen ambos temas para la consecución del proyecto. La presencia de poderes independientes o pro-Estados Unido —particularmente en India, Australia y Japón— también presenta un enigma para el gobierno chino, que tiene muchos proyec- tos en los corredores terrestres y marítimos de BRI enfocados en el Sur y Sudeste de Asia.
Los límites, desafíos e incertidumbres que re- presenta hoy la reconstrucción euroasiática giran alrededor de conflictos históricos y nuevos esce- narios. Entre ellos sobresale el polémico Corredor Económico China-Pakistán (CPEC) que preten- de conectar la región de Xinjiang en China con el
puerto de Gwadar pasando a través del territorio pakistaní. Sobre el proyecto, EE.UU. e India han expresado su desacuerdo debido a que CPEC está diseñado para pasar por un territorio en dispu- ta (Cachemira Azad). Para India, constituye una violación que el Corredor transite por un área que considera ilegalmente ocupada por Pakistán. Además, ambos opinan que el corredor permitirá un incremento de la presencia militar china en el Océano Índico, un hecho que atenta contra los in- tereses indios y estadounidenses en la región. En este escenario, la consolidación de la asociación estratégica Beijing-Islamabad es interpretada por India como una amenaza directa a su seguridad nacional. La cooperación sino-pakistaní, que se centró durante los primeros años en materia de defensa, se profundizó con la puesta en práctica de numerosas iniciativas para fortalecer el com- ponente económico, el comercio y la inversión. El CPEC, por ejemplo, coloca a China en una po- sición muy ventajosa en la región al garantizarle facilidades para el comercio con los países de Asia Sur, en detrimento de los intereses indios.
La pervivencia del terrorismo en la región es una cuestión de particular interés. Se ha consolidado el traslado de centroasiáticos hacia los conflictos en Medio Oriente, sobre todo a Siria. Allí, se han inte- grado a las organizaciones terroristas activas o han creado unidades de combate independientes, for- madas sobre la base de las nacionalidades y grupos étnicos y operativamente subordinadas a los prin- cipales grupos terroristas de la región. Desde Siria, la mayoría de estas organizaciones se insertaron en las dinámicas del terrorismo centroasiático, a tra- vés de redes de reclutamiento y operaciones y el despliegue de propaganda orientada a captar nue- vos miembros. Estas nuevas dinámicas manifesta- das por el terrorismo, especialmente en Asia Cen- tral demostraron la capacidad de reorganización, expansión y movilización de los grupos terroristas, evidenciaron la transnacionalización de este fenó- meno y la amenaza que supone para la paz regional y el avance seguro de sus proyectos.
Otros aspectos sobre la situación económica a futuro se tornan mucho más complejos. En los úl- timos años, Beijing ha invertido cientos de miles de millones de dólares y ha llamado a movilizar otras cifras millonarias en proyectos de energía, transporte y puertos, en sociedad con muchos países a lo largo de los próximos cinco años. Al cubrir más de 60 naciones, los proyectos BRI has- ta ahora han tenido resultados variados.
Sin dudas, inyectar miles de millones de dóla- res en economías en desarrollo tiene obvios bene- ficios diplomáticos. Sin embargo, aún queda por verse si China será capaz de recaudar el pago de los enormes préstamos que ofrece a Estados me- nos afluentes y potencialmente inestables, e inclu- so los aliados cercanos de Beijing han titubeado en cuanto a comprometerse completamente con BRI.2
En definitiva, surge de nuevo el viejo debate so- bre la sostenibilidad de una China cada vez más internacionalizada, pero que no quiere interferir en asuntos globales, en lo que Beijing considera en realidad asuntos internos de terceros países. Si los intereses chinos siguen creciendo fuera de sus fronteras, ¿cómo asegurará que estén a salvo? ¿Tie- ne China la capacidad militar y la voluntad política para proteger a sus ciudadanos y empresas en el ex- tranjero? ¿Puede plantar cara a aquellos gobiernos que amenacen sus intereses económicos? Todas es- tas cuestiones son importantes para China en su implementación del proyecto Ruta de la Seda.
Otro de los temas en cuestión es la promoción de una degradación ambiental sostenida. La im- plementación del BRI implica una expansión masiva de la infraestructura ferroviaria y vial, la construcción de nuevos puertos en los océanos
del Pacífico e Índico, y la creación de oleoductos y gasoductos hacia Rusia, Kazajstán y Myanmar. Los corredores del desarrollo económico de BRI coinciden con áreas de alto valor ambiental y, por lo tanto, pueden tener un impacto significa- tivo en la biodiversidad. Un informe reciente de World Wildlife Fund (WWF) muestra que estos corredores se superponen con 1 739 áreas clave de biodiversidad (Key Biodiversity Areas (KBAs) con 265 especies amenazadas, incluyendo 39 en peligro crítico.
Los cambios abruptos en la calidad y funciona- lidad del ecosistema debido a la contaminación, la introducción de especies invasoras, las restriccio- nes al movimiento de los animales, la pérdida de hábitat y el aumento de la mortalidad de la vida silvestre, están en juego. Además, el uso de ma- terias primas y combustibles fósiles y el aumento de la explotación de las reservas de petróleo y gas constituyen un escenario de una creciente depen- dencia de los combustibles fósiles y las altas emi- siones de gases de efecto invernadero. Todos los proyectos relacionados con BRI deben someterse a evaluaciones ambientales y sociales estratégicas que incluyan, en una etapa temprana de toma de decisiones, información integral sobre los costos y beneficios de los planes de desarrollo, los im- pactos sobre la biodiversidad y las poblaciones humanas. La Iniciativa “Un Cinturón Una Ruta” podría ser una oportunidad para que China asu- ma un papel de liderazgo en la transición del de- sarrollo global hacia la sostenibilidad al exigir a sus socios al menos la misma calidad ambiental que China aspira en su territorio.3
Otra de las tendencias que se han desarrolla- do en la región euroasiática, pone de manifiesto
2En noviembre de 2017, Pakistán se retiró de una inversión de 14 000 millones de dólares que, según argumenta- ron los representantes del gobierno, estaban “en contra de sus intereses”. Pocos días después, Nepal canceló una planta hidroeléctrica de 2,5 000 millones de dólares que estaba siendo construida por una compañía estatal china como parte de “Un Cinturón, Una Ruta”. Myanmar finalizó un plan similar diciendo que ya no estaba interesado en presas hidroeléctricas.
3Información obtenida de: http://www.ebd.csic.es/-/la-nueva-ruta-de-la-seda-trae-desafios-y-oportunidades-pa- ra-la-conservacion-de-la-biodiversidad.
uno de los terrenos más escabrosos donde se li- bran hoy las principales batallas: el ciberespacio, y especialmente la gran batalla por los “datos”. El capital digital4 está reemplazando a la propie- dad intelectual en la cima de las cadenas de valor mundiales. La norma es que quien recoge los da- tos se apropia de todo su valor económico, recur- so central de la economía digital.
En tal sentido no debe perderse de vista que la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI por sus siglas en inglés), concibe entre sus proyectos el desa- rrollo de una Red digital. Desde el punto de vista conceptual la expresión “Ruta de la Seda Digital” posee un exiguo significado ya que absorbe los diversos términos utilizados en los últimos años (“de la información”, “del ciberespacio”, “En línea”, etc.), los que describe la intersección entre BRI y las tecnologías de la información. Es por ello que no es posible ponerla en un pie de igualdad con la franja terrestre o la ruta marítima o considerarla como una tercera rama de BRI. Es más bien una “caja de herramientas tecnológicas” que colabora en mayor o menor medida con todos los proyec- tos de BRI. Esa es la razón por la cual la construc- ción del mapa digital sobre la casuística en el uso de las TIC es inconmensurable. De este modo, la frase “Ruta de la seda Digital” ofrece una visión general más que un plan maestro con programas, actividades, metas y responsables.
En este contexto, algunos países han expresado su preocupación ante la factibilidad de que Bei- jing pueda usar estas redes para ejercer presión o efectuar algún tipo de vigilancia electrónica. Des- de las revelaciones de Edward Snowden sobre los
servicios de inteligencia de los Estados Unidos y Gran Bretaña en 2013, hasta los más recientes es- cándalos protagonizados por Cambridge Analyti- ca y Facebook, la confianza de usuario occidental se ha visto comprometida y la del usuario asiático se ha puesto en alerta.
En este contexto ha sido lanzada la genera- ción de redes inalámbricas para móviles conoci- da como 5G, liderada por las compañías chinas Huawei y ZTE. Esta quinta generación convier- te la conectividad en una plataforma, con lo cual las redes de acceso inalámbrico proporcionan una conectividad sin fisuras, extendida e ilimitada para todas las personas y organizaciones. La 5G favorece el desarrollo de la inteligencia artificial y potencia sus usos en ciencias de la medicina y la industria militar, el entretenimiento, así como el marketing político. Gracias a la compatibilidad de la Inteligencia Artificial con todos los disposi- tivos, redes y nubes, los terminales han pasado de ser plug and play a plug and think. En otras pala- bras, la disponibilidad de conexiones de muy baja latencia permite que los datos provenientes de los dispositivos se envíen muy rápidamente a la nube. De manera que los procesos de aprendizaje auto- mático de alto perfil están realmente al alcance de cualquier objeto.5
Con el avance de la quinta generación (5G), se abren nuevos desafíos y rivalidades mayores en- tre los principales polos de poder por el significa- do de esta, que implica poseer la tecnología para desarrollar la inteligencia artificial. En este esce- nario se desarrolla un complejo proceso de con- frontación, presión y cooperación entre Estados
4Consiste en competencias para recopilar y procesar datos, y convertirlos en inteligencia digital, que es lo que tiene un valor económico real. Gran parte de esa inteligencia, derivada de datos sobre personas, grupos y comu- nidades, es básicamente “inteligencia sobre ellos”: qué hacen, cómo lo hacen, qué relaciones mantienen, proba- bilidades de comportamiento futuro, etc. Al establecer las relaciones sociales utilizando los datos individuales se pueden pronosticar acontecimientos políticos y sociales con mayor certeza.
5Por ejemplo, existen cámaras capaces de reaccionar ante eventos particulares en tiempo real y sin estar conectados a una computadora, ya que el procesamiento de contenido gráfico es realizado por supercomputadoras en la nube en lugar de localmente.
Unidos, China y un grupo importante de países, debido a la competencia, rivalidad e interdepen- dencia que han desarrollado en este marco.
Este escenario, liderado por China, condiciona cierta cooperación, debido a la interdependencia tecnológica, en medio de un ambiente de compe- tencia y rivalidad entre China y Estados Unidos. Pero especialmente esta es una esfera fundamen- tal en la que se evidencia la confrontación entre Washington y Beijing. Esta tensión se expresa en presiones políticas, poniéndose de manifiesto dos tendencias: lo países que impulsan la iniciativa china y los que son reticentes sobre todo teniendo en cuenta las presiones de EUA en ese sentido, de- bido al significado de los desafíos que supone po- seer la tecnología para desarrollar la inteligencia artificial, el acceso a los datos y su procesamiento y finalmente, se trata de la disputa simbólica que esto significa.
La aparición y expansión mundial del Nuevo Coronavirus (la Covid-19), trascendió todos los escenarios posibles. Desde entonces, cada vez más, plantear conclusiones en torno a cualquier análisis, significa, en primera instancia, invitar a reflexionar sobre el reto de aprender a convivir con desafíos e incertidumbres, que son inherentes a cualquier cuestión, en coherencia con un mun- do indetenible, resultado de procesos de globali- zación. Es importante tener en cuenta la necesaria capacidad de flexibilización, adaptación y regene- ración de cualquier proyecto ante situaciones ad- versas o inesperadas. En tal sentido La Franja y la Ruta, tanto en sus experiencias de adecuación, especialmente en el espacio euroasiático, como en su propuesta de “una comunidad de futuro com- partido para toda la humanidad”, han indicado un camino acertado e indetenible; donde cada punto de llegada se ha convertido en un nuevo punto de partida.
Los acontecimientos más recientes evidencian la importancia de potenciar en los marcos de BRI la Ruta de la Salud y la Ruta Digital, incluso en es- trecha relación. Si bien alrededor de la Ruta Digi- tal continuarán los debates en torno a sus desafíos en cuestiones de seguridad; en el caso de la Ruta de la Salud existe una oportunidad nada desdeña- ble, teniendo en cuenta las vulnerabilidades que se han evidenciado recientemente.
La carrera por el control de los datos y de la información se perpetúa como la expresión más concreta del poder. Surge el debate sobre quienes están mejor equipados para hacer frente a la pan- demia, si las llamadas democracias liberales o los llamados regímenes autoritarios que, supuesta- mente pueden imponer medidas mucho más es- trictas sobre su población, porque su naturaleza de vigilancia permanente, centralismo y capaci- dad de control se los permite; tal es el caso de Chi- na donde, según varios especialistas, las personas son menos renuentes y más obedientes que en otras partes del mundo, y también confían más en el Estado. Sobre todo, para enfrentarse al virus los asiáticos confían firmemente en la capacidad de la vigilancia digital. Apuestan a que en el big data podría encerrarse un potencial enorme para de- fenderse de la pandemia. Se podría decir que en Asia las epidemias no las combaten solo los viró- logos y epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y los especialistas en macroda- tos. Un cambio de paradigma del que Occidente todavía tiene mucho que aprender.
Por otra parte, persistirán los debates en torno a que modelos seguir en dos aspectos fundamen- tales, a saber: globalización o desglobalización (proteccionismo). Tales cuestiones tienen una importancia trascendental en el complejo mar- co euroasiático, donde continúa siendo centro de debates el papel y lugar del Estado-Nación. Estas cuestiones, sin dudas, transversalizaran en lo ade- lante todos los debates en torno a BRI.
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