Cuadernos de Nuestra América/Nueva Época/No. 017 / octubre-diciembre, 2025/
RNPS: 2529 /ISSN: 2959-9849/ 150 pp.
La política antirrusa de la Unión Europea hacia 2030: impactos ambiguos
The European Union's Anti-Russian Policy Towards 2030: Ambiguous Impacts
Dra. C. Georgina Németh Lesznova
Doctora en Ciencias Económicas (Universidad de La Habana). Máster en Relaciones Económicas Internacionales por el Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García (ISRI). Profesora Titular e investigadora del Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI, miembro del Grupo de Europa) y profesora a tiempo parcial en la Universidad del Partido Comunista de Cuba Ñico López y en el ISRI. Imparte docencia en materias de Relaciones Económicas Internacionales, relaciones Unión Europea-América Latina, Unión Europea-BRICS, dinámicas geopolíticas, integración, cooperación, economía cubana e inversiones extranjeras.
ORCID: 0000-0001-6754-0608
Fecha de recepción: julio 2025
Fecha de aprobación: agosto 2025
Resumen
El presente artículo muestra las contradicciones actuales del imperialismo a través de las incongruencias de la política exterior de la Unión Europea (UE). Se analizan los impactos de las sanciones impuestas por ese bloque europeo a Rusia desde 2022, con especial énfasis en sus afectaciones a los legítimos intereses de sus propios actores económicos y su propia población. Los datos revelan un costo económico, social y político elevado para la UE como consecuencia de sus propias medidas adoptadas contra Rusia, así como reales y posibles consecuencias negativas colaterales, aunque también oportunidades para ganar autonomía, para otras regiones como, por ejemplo, América Latina y el Caribe. Mediante su actual política exterior, la UE no solo perjudica a sus propios ciudadanos y erosiona la unidad del bloque, sino también les priva a sus estados miembros de grandes oportunidades de cooperación con importantes actores globales en materia de desarrollo.
Palabras clave: Sanciones UE-Rusia; Reconfiguración geopolítica; Impacto económico UE; Multipolaridad 2030; Sur Global.
Abstract
This article exposes the current contradictions of imperialism through the inconsistencies in the European Union's (EU) foreign policy. It analyzes the impacts of the sanctions imposed by the European bloc on Russia since 2022, both within and outside the EU, with special emphasis on their effects on the legitimate interests of its own economic actors and population. Data reveal a high economic, social, and political cost for the EU as a consequence of its own measures against Russia, alongside collateral negative real or possible consequences for other regions, as well as, for Latin America and the Caribbean, for example. Through its current foreign policy, the EU not only harms its own citizens and erodes the bloc’s unity but also deprives its member states of significant opportunities for cooperation with key global players in their development sectors.
Keywords: EU-Russia sanctions; Geopolitical realignment; EU economic impact; Multipolarity 2030; Global South.
Introducción
La Unión Europea (UE) se ha enfrentado a numerosas crisis durante el decenio en curso; desde la pandemia de Covid-19 hasta la lucha contra el cambio climático, las olas de inmigración masiva hacia su territorio desde países de África, Medio Oriente y Europa Centro- Oriental y su involucramiento, a favor de Ucrania, en el conflicto bélico entre la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y Rusia.
El conflicto OTAN-Rusia en Ucrania ha devenido en un factor prioritario en la política exterior de la UE, especialmente en los últimos tres años. Además de las sanciones impuestas desde 2014 contra Rusia, la UE aprobó 18 paquetes de sanciones contra ese país entre 2022 y 2025, en respuesta a la Operación Militar Especial (OME) rusa en Ucrania. Aunque estas medidas fueron diseñadas para debilitar la economía rusa, también han generado efectos colaterales profundos en la propia UE y en el sistema económico global, afectando sectores clave como la energía y el comercio, así como cadenas de suministro regionales y globales, entre otros. Esas sanciones, que incluyen restricciones a la exportación de bienes y tecnologías, han tenido un impacto significativo en la economía europea. Aunque fueron diseñadas para debilitar la economía rusa, también han generado desafíos internos en la UE, como el aumento de los precios de la energía y la inflación, entre otros.
El presente artículo cuestiona la coherencia de la política exterior de la UE, ya que esta prioriza el rearme por encima del bienestar y el desarrollo socioeconómico de sus propios países miembros, profundizando al mismo tiempo las asimetrías globales. El análisis parte de las prioridades de la agenda política de la UE 2024-2029, para contrastarlas con los resultados de las sanciones antirrusas de la UE. De este modo, se analiza el papel de dichas medidas en el proceso de reconfiguración geopolítica global en curso, así como los dilemas acerca de su efectividad mediante sus impactos económicos y sociales para la UE y Rusia.
Desarrollo
Prioridades de la agenda política de la UE 2024-2029
Tras las elecciones europeas de junio de 2024, la UE estableció una serie de prioridades que conforman la agenda política y de actuación hasta 2029. Según esa agenda, el bloque se propone reforzar la soberanía de Europa y a equiparla mejor para hacer frente a futuros retos.
En ese bregar, la UE propone tres ámbitos prioritarios: una Europa libre y democrática; una Europa fuerte y segura y una Europa fuerte, próspera y competitiva. A la par, se han establecido siete prioridades para el mandato 2024-2029 de la Comisión Europea. Estas prioridades se basan en la Agenda Estratégica del Consejo para la UE y en los debates con los grupos políticos del Parlamento Europeo. Dichas prioridades incluyen, entre otras: un nuevo plan para la prosperidad y la competitividad sostenibles en Europa, mediante la facilitación de los negocios para impulsar el crecimiento económico, apoyando a las industrias competitivas de la UE y creando empleo de calidad, desarrollando una economía circular y resiliente que se centre en la investigación y la innovación y acelere la inversión, haciendo frente al déficit de competencias y mano de obra y liderando el camino en materia de innovación tecnológica.
Por ejemplo, en el marco de su aspiración por lograr una "Europa fuerte y segura", la UE se propone garantizar una acción exterior coherente e influyente, además de reforzar la seguridad y la defensa de la UE; lo cual implica que un mayor por ciento del PIB sea dedicado a esas partidas. Esto, sin duda alguna, solo podrá ser en detrimento de sus políticas sociales. Todo lo cual, puede profundizar aún más la crisis estructural sistémica del capitalismo en la UE.
A eso se le suma el desafortunado acuerdo sumiso de la UE con Estados Unidos, sellado el 27 de julio de 2025, entre el presidente Trump y Ursula Von der Leyen. En dicho acuerdo, Donald Trump fue quien impuso los términos del pacto: aranceles del 15 % sobre los productos europeos importados, por un lado, y la UE que se compromete a comprar energía por valor de 750 000 millones de dólares y a realizar inversiones adicionales por valor de 600 000 millones en Estados Unidos, por el otro.
Esa posición complementa la sumisión de la UE, dentro del marco de la OTAN, aceptando elevar hasta 5 % el Producto Interno Bruto ( PIB) de sus miembros dedicado a "la defensa". En otras palabras: se impuso un impuesto para fortalecer el gasto militar de la OTAN.
Esto reviste especial importancia, porque 23 de los 27 estados que conforman la UE (85 %), son miembros de la OTAN (32 estados miembros); 71,8 % de los países miembros de la OTAN, integran la UE. 15 países europeos (30 % del total), pertenecen a la UE, OTAN, Eurozona y Zona Schengen. Así, alrededor de la mitad de los países europeos no usa el euro como moneda oficial; 46 % no pertenece a la UE; 42 % no pertenece a la Zona Schengen y 40 % no pertenece a la OTAN (Marrero Martínez, 2025).
Por tanto, detrás de las sanciones de la UE contra Rusia, están las imposiciones estadounidenses, motivadas por propósitos civiles y bélicos. Conforme a su tradicional posición sumisa a Estados Unidos, la UE, desde el inicio de la OME rusa en Ucrania, entre febrero de 2022 y julio de 2025, aprobó contra Rusia 18 paquetes de sanciones. Ello se comprende, conforme indica el Libro Blanco para Defensa Europea: Preparación 2030, el apoyo a Ucrania es la tarea más urgente e inmediata de la defensa europea.
Las medidas impuestas a Rusia por parte de la UE, en vigor hasta el 26 de mayo de 2026, están concebidas para debilitar la base económica de Rusia, privarla de tecnologías y mercados vitales, así como limitar de forma considerable su capacidad para mantener la guerra en Ucrania. Estas medidas le permiten a la UE sancionar también a quienes presten apoyo financiero, técnico o material a las personas y entidades que —según la UE—, cometen violaciones de los derechos humanos en Rusia, estén asociados con ellos o sean de otro modo partícipes en dichos actos.
Bajo tales argumentos para justificar su política de sanciones, la UE ha adoptado sanciones también contra Bielorrusia, Irán y Corea del Norte, en respuesta al protagonismo prorruso de estos en materia del conflicto OTAN-Rusia en Ucrania.
Hasta el 26 de junio de 2025, la UE ha facilitado casi 158 600 millones de euros a Ucrania desde el inicio de la OME en 2022 (Consejo Europeo, 2025). Hasta esa fecha, la UE ha proporcionado 59 600 millones de euros en apoyo militar (Consejo Europeo, 2025).
Este gasto la UE lo justifica también con la creación de imagen de enemigo y la supuesta amenaza bélica de parte de Rusia contra la UE. Al respecto, el Libro Blanco para Defensa Europea 2030, parte de la amenaza rusa y plantea claramente que "ha llegado el momento de que Europa se rearme". Para ello, plantea que la reconstrucción de la defensa europea requiere acciones en varias dimensiones, en estrecha coordinación con la OTAN. Al respecto apunta que se requieren medidas e inversiones urgentes para reponer las reservas de material y equipo militar de los estados miembros, que se encuentran agotadas. Aunque existen posiciones contrarias dentro de la Unión Europea, no son significativas como para frenar la carrera armamentista impulsada por el bloque. Por ejemplo, en mayo de 2025, Hungría bloqueó 500 millones de euros del Fondo Europeo de Paz para armamento a Ucrania, no obstante, se trata de casos aislados dentro de la UE.
El rearme europeo necesita justificaciones. No es casual que algunos tanques pensantes incursionaran en la elaboración de escenarios sobre una posible agresión por parte de Rusia a alguno de los integrantes de la OTAN en Europa. La proyección de la UE sobre Rusia para 2030 se centra en la preocupación por posibles agresiones; la UE teme un ataque ruso a un país miembro —o de la OTAN— antes de 2030, basándose en informes de inteligencia. Esa es la justificación de la Comisión Europea para el fortalecimiento de la defensa del bloque antes de esa fecha, asignando cuantiosos recursos a "proyectos de defensa", y supuestamente, aumentar su capacidad de protección frente a posibles amenazas.
Pese a la estrecha alianza de la UE con Estados Unidos dentro y fuera de la OTAN, en el reciente Resumen Ejecutivo elaborado en mayo de 2025 por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres (IISS), titulado "Defender a Europa sin Estados Unidos: Costos y consecuencias", se analiza la hipotética situación en que la OTAN tenga que enfrentar un ataque de este tipo, sin ningún papel estadounidense. A partir de la proyección de 7,5 % de gastos en defensa del PIB de Rusia proyectado para 2025, el estudio deduce la existencia de la amenaza rusa para 2027 en materia de conflictos bélicos, por ejemplo, en la región del Báltico. Supone de parte de Rusia, el uso de tácticas híbridas y ataques a infraestructura crítica europea. En realidad, todo eso es para justificar el aumento en gasto de defensa de los países europeos miembros de la OTAN y continuar la carrera armamentista. En efecto, el referido informe plantea las actuales vulnerabilidades de la OTAN en la UE y propone, como prioridad para contrarrestarlas, el aumento de 3 % del gasto en defensa (al estilo de la Guerra Fría), así como inversión en defensa aérea, misiles de largo alcance (ej. misiles de crucero europeos) y guerra antisubmarina. Partiendo del diagnóstico de que Europa necesitaría al menos una década para cerrar brechas sin Estados Unidos, plantea como recomendación clave la necesidad de acelerar la autonomía estratégica europea mediante cooperación industrial, compras conjuntas y priorización de capacidades disuasorias (ej. ataque de precisión). El informe subraya la urgencia de autonomía estratégica europea ante un escenario de retirada estadounidense y una Rusia en acelerada reconstrucción militar. Las cifras clave (ej. un billón en 25 años) reflejan el costo de mantener la disuasión sin Estados Unidos.
Todo ello es coherente con la política actual de la UE hacia Rusia, regida por los siguientes principios establecidos en 2022: aislamiento internacional de Rusia: rendición de cuentas por crímenes de guerra; apoyo a países vecinos afectados; cooperación con la OTAN; refuerzo de la resiliencia energética y de infraestructuras críticas; apoyo a la supuesta sociedad civil rusa, es decir, a la supuesta oposición interna.
Esta carrera armamentista de la UE, liderada por Alemania y Francia, se sustenta sobre el pretexto de la "invasión de Rusia a Ucrania" y, por tanto, se justifica con el apoyo militar brindado a Ucrania y por el sistema de sanciones aplicada de parte de la UE contra Rusia.
Resiliencia rusa frente a las sanciones de la UE
Las sanciones de la UE no necesariamente han tenido los resultados más esperados y, entre otros, acabaron perjudicando incluso a la propia UE. Por ejemplo, algunas fuentes señalan que la UE subestima la resiliencia rusa: esa potencia eurasiática, aún con un gasto militar de 8 % del PIB en 2025 y sometida a sanciones de Estados Unidos y la propia UE, entre otros, ha tenido mejores resultados económicos que la UE, además de su capacidad para reemplazar equipos vía aliados (Le Grand Continent, 2025).
Asimismo, en su artículo del 24 de octubre de 2024, en el periódico español El País, Alexander Nemenov, afirmó que la cumbre de los BRICS en Kazán supuso un evidente éxito diplomático para Putin, que demuestra que las sanciones de Occidente no lo aíslan.
Otra fuente, no precisamente prorrusa (Marangé, 2025), reconoce que la economía rusa ha resistido las sanciones mucho mejor de lo previsto. El crecimiento del PIB ruso fue de 4,1 % en 2023 y en 2024, según (Rosstat, 2025). En 2022, la fuerte subida de los precios del petróleo permitió obtener un superávit presupuestario de casi 200 000 millones de dólares, mientras que el costo de la guerra se estimaba en 150 000 millones de dólares al año. Desde entonces, los ingresos procedentes de la venta de hidrocarburos han disminuido, sobre todo debido a las sanciones, aunque siguen siendo significativos. Tras alcanzar la cifra récord de 590 000 millones de dólares en 2022, en 2024 se situaron en 113 200 millones de dólares. A pesar de las sanciones, Rusia registró un superávit de 113 200 millones en 2024 (Rosstat, 2025), desmintiendo las narrativas de "aislamiento económico".
Otra muestra de que las sanciones no han logrado su deseado impacto es que la deuda del gobierno de Rusia no superó 13 % en 2024; en contraste, la deuda pública de Francia ascendió el año pasado 112 % del PIB. La deuda externa rusa, sin embargo, apenas representó 1,4 % del PIB en 2024. Mientras, el FMI proyecta crecimiento y competitividad moderados: un promedio del 1,2 % anual (2024-2029) para la UE, por debajo de Estados Unidos (2,4 %) y China (4,5 %).
Entre las principales causas de tan bajo rendimiento, figuran los altos costos energéticos persistentes (el gas sigue siendo 30 % más caro que el gas ruso antes de 2022), así como la pérdida de competitividad en el sector de la industria, como consecuencia del encarecimiento de los recursos energéticos y otros insumos para la producción (ejemplo: 12 % de las fábricas de fertilizantes cerradas en Alemania en 2023-2024).
Impactos a la UE de sus propias sanciones
Las sanciones de la UE no solamente afectaron a Rusia, sino también, a terceros países y regiones, así como a la propia UE, lo cual le crea un contexto desfavorable para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 (ODS) de Naciones Unidas, así como al cumplimiento de las prioridades definidas en su Agenda 2024-2029. A raíz de las sanciones que la UE ha venido adoptando contra Rusia desde 2014 e intensificadas a partir de la OME en 2022, se han producido afectaciones también a su propia economía, a partir del deterioro de sus relaciones económicas y comerciales anteriores con Rusia, el cierre de empresas transnacionales con capital de la UE en Rusia, así como inflación, desindustrialización y crisis energética (Consejo Europeo, 2025).
Los referidos impactos contribuyeron a que el Fondo Monetario Internacional (FMI) proyectara un promedio del 1,2 % anual (2024-2029) para la UE, por debajo de Estados Unidos (2,4 %) y China (4,5 %). En todo eso, la reorientación de las relaciones económicas de la UE juega un importante papel, debido al alto costo de reemplazar mercados y buscar nuevos mecanismos de aprovisionamiento de insumos energéticos y para producciones industriales, la fragmentación de cadenas de suministro, entre otros.
Las afectaciones emanadas de las sanciones antirrusas de la UE para su propia economía se evidenciaron a partir de la entrada en vigor de los primeros paquetes de medidas de la UE en 2022, las empresas europeas reportaron una pérdida combinada de 100 000 millones de euros, tras cortar los lazos con Rusia debido a las sanciones impuestas por Occidente a Moscú por su OME en Ucrania. Aunque las sanciones occidentales fueron diseñadas para asestar un duro golpe a la economía rusa, golpearon a las empresas europeas como si se tratara de "fuego amigo" (Vitvitsky, 2023).
Tras el inicio de la OME de Rusia, el 24 de febrero de 2022, para desmilitarizar y desnazificar a Ucrania, Estados Unidos y sus aliados europeos impusieron una serie de sanciones destinadas a restringir la actividad empresarial de Rusia. Las sanciones se dirigieron a casi todos los sectores de la economía del país eurasiático. Se congelaron los activos del Banco Central y se canceló el acceso de Moscú a la Sociedad para las Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Mundiales (SWIFT, por sus siglas en inglés).
Desde febrero de 2022, las empresas occidentales han estado retirando sus operaciones en masa de Rusia bajo la presión de las sanciones. El diario Financial Times realizó una encuesta que indicó que 176 informes financieros de un total de 600 empresas mostraron que sufrieron pérdidas en sus balances cuando se apresuraron a vender, cerrar o reducir sus negocios en territorio ruso (Vitvitsky, 2023). De acuerdo al Financial Times, los grupos petroleros y gasísticos son los que registran las mayores pérdidas: tan solo tres empresas (BP, Shell y Total Energies) han registrado gastos combinados por valor de 40 600 millones de euros. La cifra agregada de 100 000 millones de euros, no incluye los impactos macroeconómicos indirectos del conflicto en curso, como mayores costos de energía y materias primas (Sputnik, 2023).
Coincidiendo con el eurodiputado Sergio Rossi (2023), las pérdidas sufridas por las empresas de la UE como resultado de las sanciones contra Rusia afectan su competitividad en la economía mundial y debilitan aún más los sistemas económicos de sus respectivos países.
Rusia solía ser un proveedor de materias primas energéticas relativamente baratas, que aseguraban la competitividad de las empresas europeas en el escenario mundial. Sin embargo, tras el cambio de la UE al gas natural licuado (GNL) relativamente caro de Estados Unidos y la reducción del consumo de combustible, algunas empresas europeas optaron por irse de la UE. Otros fabricantes se vieron obligados a desacelerar sus actividades económicas debido a las agresivas subidas de tipos de interés del Banco Central Europeo (BCE), que han hecho que los préstamos sean especialmente caros (Vitvitsky, 2023).
Con las sanciones, la industria pesada de la UE también se vio afectada: la producción de aluminio cayó 50 % (European Aluminium, 2023). Si los costos energéticos se mantienen altos, industrias de la UE como el acero o el aluminio (que compiten con China e India) podrían perder participación de mercado mundial.
Alemania, conforme al Reglamento UE 2024/891, mantuvo exenciones para importar uranio enriquecido ruso hasta 2026 (BMW, 2024), vital para sus centrales nucleares. De este modo, 18 % de su uranio provino de Rusia en 2024 (Informe BUND, 2025).
Las sanciones de la UE ahora se extienden a más de 54 % de las exportaciones, 58 % de las importaciones y 16 % de los servicios empresariales relacionados con el comercio entre la UE y Rusia anterior a la guerra, lo que ha provocado una disminución de 75 % en su volumen. Como consecuencia, el comercio entre la UE y Rusia representó solo 1,4 % del comercio total de la UE, en comparación con 5,7 % en 2021. Es decir, el resto lo tuvo que sustituir con nuevas fuentes después de las sanciones, con sus respectivos costos por la búsqueda de nuevos clientes y mercados, así como de adquisición de insumos por precios menos favorables. En la siguiente figura se evidencia la posición de Rusia como socio comercial de la UE, de antes y después de la implementación de las sanciones de la UE.
Figura 1: Principales socios comerciales de la UE, cambio de clasificación entre 2021 y 2024 (datos de los primeros meses de cada año)
Fuente: Parliament, Caprile, (Macsai & Cirlig, 2025).
Sanciones y dependencia energética UE-Rusia
El efecto más transversal de la crisis producto de las sanciones, ha sido el drástico incremento de los precios de los tradicionales recursos energéticos. La reducción de importaciones de hidrocarburos rusos, 40 % en 2021 a 9 % en 2025, generó una reconfiguración traumática del modelo energético europeo. Esa considerable reducción impactó el consumo de las industrias y de la población, así como los precios y costos de esos servicios en los países de la UE.
El reemplazo con GNL estadounidense implicó costos desproporcionados: los precios promediaron 189 €/MWh en 2025 (278 % más que en 2021), mientras que la infraestructura de regasificación requirió 300 000 millones, operando a 63 % de su capacidad debido a limitaciones técnicas. Esta transición, presentada como "autonomía estratégica", encubrió una nueva dependencia: Estados Unidos capturó 38 % del mercado del gas europeo mediante índices especulativos, como el Henry Hub.
La UE acordó, en julio de 2025, nuevas sanciones contra Rusia, con el objetivo de golpear su industria petrolera y energética. De acuerdo con ese paquete de sanciones (el número 18), la UE reduce el tope del precio del petróleo ruso a 47,6 euros por barril y prohíbe importar productos refinados derivados de crudo ruso desde terceros países (excepto Estados Unidos y Canadá). Al mismo tiempo, mediante su proyección oficial contenida en el documento REPowerEU, el bloque europeo se propone lograr para 2027 cero dependencia energética de Rusia, mediante inversiones en energías renovables, pretendiendo alcanzar con esta modalidad 42,5 % del mix energético para 2030.
Esto, sin embargo, erosiona la unidad dentro de la UE, ya que choca con los intereses de varios países miembros, como por ejemplo, con los intereses de Hungría, cuya dependencia del gas ruso asciende a 85 %. En dicho contexto, Eslovaquia vetó ese paquete de medidas (el n.º 18) en protesta a la propuesta de la Comisión Europea para que los países dejen totalmente de comprar combustibles fósiles a Rusia a partir de 2028. Las exenciones de las sanciones aún permiten las importaciones de crudo por oleoducto a Hungría, Eslovaquia y la República Checa. Los países sancionadores importaron 15 800 millones de euros en productos petrolíferos de seis refinerías en India y Turquía en 2024. Así como Bulgaria también importó diésel ruso reprocesado en Turquía (The Sofia Globe, 2024).
Igualmente, 32 % de las importaciones de gas de Francia en 2024 procedió de Rusia (CRE, 2025). Consta también que España aumentó compras de GNL ruso en 142 % (2024 vs 2023) (Cubadebate, 2025). Todo ello evidencia la hipocresía de países que financian la guerra contra Rusia, pero siguen beneficiándose de las compras de GNL ruso.
Sin embargo, con las sanciones a Rusia y la consiguiente reorientación de las relaciones económicas y comerciales en torno a los recursos energéticos, la UE ha perjudicado a sus propios consumidores, además de los procesos productivos en la UE. La OME rusa en Ucrania y el consiguiente corte de las exportaciones de gas, provocaron un aumento vertiginoso de los precios en la UE y una reducción de la producción industrial de alto consumo energético. Las ocho industrias con mayor consumo energético experimentaron una caída de una quinta parte de su producción.
Por ejemplo, en Alemania, al inicio de la crisis, el impacto económico agregado en la economía nacional fue objeto de un amplio debate. Las estimaciones del impacto en el PIB de un corte total del gas ruso variaron considerablemente, desde una pérdida de 2 % hasta 12 % (Moll, 2024). Las estimaciones negativas más elevadas se basaron en el supuesto de que una reducción de la producción en un área de la economía tendría importantes repercusiones en otros procesos. Aunque el enfoque europeo a menudo trata de encubrir ese impacto, la producción de las industrias con uso intensivo de energía se redujo una quinta parte. Ello se suma a las presiones inflacionarias y a una gran caída de la demanda europea de automóviles (MCWilliams, Tagliapietra y Zettelmeier, 2025).
La UE tuvo que acelerar su transición verde (RepowerEU) reduciendo su dependencia energética de Rusia de 40 % a 15 % en 2023, con sus respectivos costos, aunque el enfoque europeo destaque esto como una "oportunidad". La UE dependía, en 2021, de Rusia para aproximadamente 40 % del GNL y 27 % del petróleo. Las sanciones y el corte de suministro por parte de Rusia dispararon los precios de la energía y obligaron a la Alemania a implementar subsidios en el sector energético por valor de 200 000 millones (2022-2023).
En 2022, el gas en Europa alcanzó precios picos de 340 €/MWh y promedio de 189 €/MWh en 2025 (frente a 50 €/MWh en 2021), encareciendo la producción industrial y la factura de los hogares. La reducción del gas ruso de 40 % a 9% (2021-2025) forzó a la UE a importar GNL estadounidense, 300 % más caro (Bruegel, 2023).
Los sectores intensivos en energía sufrieron un colapso sin precedentes: países como Alemania (dependiente del gas ruso) sufrieron desindustrialización parcial, con cierres de su producción en los sectores químico y siderúrgico. Las sanciones han profundizado las desigualdades y obstaculizado el desarrollo sostenible y fracturaron cadenas de suministro, generando la relocalización de 534 empresas a Estados Unidos, atraídas por subsidios de la Inflation Reduction Act (DIW Berlin, 2025).
La industria manufacturera alemana se contrajo aproximadamente 2 % en 2023 (IfoInstitute) y se pronostica que la industria alemana se demore siete años en recuperar su capacidad previa a las sanciones (DIW Berlin, 2025). El cierre de 23 % de fábricas de la industria química en Alemania (BASF, 2024), produjo la pérdida de 18 000 empleos directos (IfoInstitute, 2025), lo cual atenta contra la consecución de los ODS ocho de la Agenda 2030 de Naciones Unidas (OIT, 2024). Asimismo, 12 millones de hogares en la UE cayeron en pobreza energética (Consejo Europeo, 2025), mientras la UE destinó 158 600 millones de euros a Ucrania, equivalentes a 80 % de su presupuesto para cohesión social (Parlamento Europeo, 2025). Entre las afectaciones a la economía y a la población de la UE consta también la subida de la inflación, que alcanzó 10,6 % en 2022 (Eurostat), con un impacto de una caída de 4,3 % en los salarios reales (OCDE, 2024).
Sanciones a insumos rusos como metales (níquel, aluminio) y fertilizantes afectaron a la industria automotriz y agrícola europea. Rusia era el principal exportador mundial. La escasez de fertilizantes elevó los costos para agricultores europeos, alcanzando 150 % en 2022 (FAO, 2023). De este modo, el costo delos fertilizantes afectó la seguridad alimentaria regional. Hubo protestas en 12 países por los precios de alimentos, debido al encarecimiento en 230 % de los fertilizantes. Según información disponible hasta agosto de 2025, los precios de los fertilizantes mantienen una tendencia alcista significativa, con dinámicas complejas, que amplían el impacto de la crisis iniciada en años anteriores.
Según RaboResearch (Rabobank, 2025), los fertilizantes son 15 % menos asequibles en 2025 en comparación con el promedio histórico, erosionando el poder adquisitivo de los agricultores. Los factores clave del incremento son los precios del gas natural, ya que el gas natural representa de 60 a 80 % de los costos de producción en fertilizantes nitrogenados. En 2025, los precios del gas Henry Hub en Europa superan 4 €/MMBtu, con alza a 5 €/MMBtu en 2026 (Morgan Stanley, 2025).
Rusia suministraba 30 % de los fertilizantes nitrogenados de la UE (426 342 t a Polonia en 2025). No obstante, como consecuencia de las sanciones sobre productos agrícolas rusos, estas exportaciones fueron gravadas con aranceles de 50 % ad valorem.
Se proyecta un precio de 430 €/t para fertilizantes nitrogenados en 2028 (implementación gradual desde julio 2025), todo lo cual afecta a la UE, ya que, los agricultores europeos se ven necesitados de reducir sus compras para mitigar costos, arriesgando caídas de hasta 15 % en los rendimientos de sus cultivos.
Conclusiones
Aunque no existe un escrito específico de Lenin que analice las sanciones como instrumento de dominación económica, en su obra El imperialismo, fase superior del capitalismo, proporciona un marco teórico clave para entender el poder económico como instrumento de dominación política y coerción; elemento imprescindible para analizar las sanciones modernas. De este modo, se evidencia que las sanciones son un arma de guerra económica en la competencia geopolítica contemporánea, al servicio de los intereses de los monopolios y las potencias que los representan. Por tanto, las sanciones impuestas por la UE son un instrumento clásico de dominación imperialista, liderado por el capital financiero.
El análisis evidencia que la política de sanciones antirrusas de la UE, más que una herramienta efectiva de esa potencia para la consecución de su objetivo de debilitar a Rusia, ha devenido en un instrumento autolesivo que profundiza sus contradicciones estratégicas. Ya que, lejos de debilitar a Rusia —cuya resiliencia económica se refleja en un crecimiento económico de 4,1 % (2023-2024) y en la consolidación de sus alianzas con el Sur Global—, las medidas de la UE han erosionado la competitividad industrial europea y ampliado sus brechas sociales (12 millones de hogares en pobreza energética, cierre de fábricas, etcétera).
El enfoque en el rearme militar (destinando 80% del presupuesto de cohesión social a Ucrania) y la dependencia energética de Estados Unidos, reducen la capacidad de la UE para impulsar proyectos de cooperación sostenible en América Latina y el Caribe (ALC), abandonando espacios clave como la transición verde o infraestructuras críticas. La desindustrialización europea limita transferencia tecnológica hacia ALC, obstaculizando metas climáticas compartidas y alejando el cumplimiento de los ODS de la Agenda 2030 de Naciones Unidas. Esta dinámica impacta directamente el futuro de las relaciones UE-ALC. Por una parte, las sanciones aceleran la fragmentación de las cadenas globales de suministro (45 % de transacciones sin dólar en 2024). Para ALC, esto implica mayores costos logísticos en intercambios con la UE, aunque, también significa una oportunidad para reducir su dependencia económica y tecnológica de la UE, siendo un incentivo para diversificar mercados hacia Asia y el Sur Global, en general. Mientras la UE prioriza contener a Rusia, fortalece involuntariamente la influencia de actores extrarregionales en ALC (China, mediante inversiones en minería y energía), en detrimento de su tradicional soft power en la región. Así, hacia 2030, la política antirrusa no solo debilita la posición global de la UE; compromete su asociación estratégica con ALC, pues al subordinar el desarrollo a la lógica del rearme, pierde capacidad para ofrecer alternativas atractivas frente a la competencia de potencias emergentes del Sur Global.
La multipolaridad, en este escenario, redefine a América Latina como espacio de disputa donde la UE arriesga su relevancia como actor regional, ante su propia incoherencia.
Referencias bibliográficas
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