Nueva Época
Número 1
Estados Unidos y su política africana. Trump vs Biden: ¿Ruptura o continuidad?
United States and Its African Policy. Trump vs Biden: Rupture or Continuity?
Investigador Agregado y Profesor Asistente Jefe Grupo de África y Medio Oriente
Centro de Investigaciones de Política Internacional e-mail: yosilglez@yahoo.es
ORCID: 0000-0001-8533-4234
El presente trabajo analiza las diferentes políticas implementadas por las administraciones de Estados Unidos hacia África, desde el mandato de W. Clinton hasta D. Trump. En este sentido, se explican las varia- bles que han influido en las relaciones político-diplo- máticas, en las económico-comerciales y en la mili- tarización de esos vínculos para la “solución” de los problemas de seguridad en el continente. De igual manera, estas políticas se ejemplifican en la relación bilateral de Estados Unidos con Senegal y Sudáfri- ca. Finalmente, se abordan las principales líneas de una posible política africana de la administración de Joe Biden. De manera general se concluye que Áfri- ca, en la política exterior estadounidense, es una de las pocas áreas que continúa gozando de un apoyo bipartidista. Por lo que, a pesar de los matices que cada administración incorpore en su política hacia el continente, estas directrices no se han modificado. Palabras clave: Estados Unidos-África, Donald
Abstract:
This paper analyzes the different policies im- plemented by the United States administrations towards Africa, from W. Clinton to D. Trump. In this sense, it explain the variables such as politi- cal-diplomatic relations, economic-commercial relations and the militarization of those ties for the solution of security problems on the conti- nent. Similarly, these policies are exemplified in the United States' bilateral relationship with Se- negal and South Africa. Finally, the main lines of a possible African policy of the Joe Biden ad- ministration are addressed. In general, it is con- cluded that Africa, in US foreign policy, is one of the few areas that continues to enjoy biparti- san support. Therefore, despite the nuances that each administration incorporates in its policy towards the continent, these guidelines have not been modified.
Key words: United States-Africa, Donald
Trump-Africa, Joe Biden-Africa, AGOA, AFRI- COM, USAID-Africa, Senegal-United States, Sou- th Africa-United States.
El continente africano ha consolidado su im- portancia geoestratégica para los diferentes ac- tores internacionales —emergentes y no tra- dicionales—, pero también para las potencias occidentales, principalmente las europeas. Sin embargo, a pesar de que pareciera marginal en las prioridades de la política exterior de los Estados Unidos, para los africanos, las relaciones con este país no han dejado de ser relevantes.
Aunque cada año, la región esté experimentan- do una mayor diversificación de sus relaciones político-diplomáticas, de la procedencia de los montos de inversión extranjera, de los fondos de ayuda oficial al desarrollo y de su comercio ex- terior, debido a una creciente afluencia de otros socios no tradicionales, Estados Unidos sigue te- niendo una fuerte presencia militar, programas de seguridad bilaterales e intereses económicos en sectores estratégicos como los hidrocarburos, el gas y otros minerales.
El presente trabajo persigue como objetivo analizar los elementos de las políticas africanas adoptadas por las diferentes administraciones es- tadounidenses desde Clinton hasta Trump. Esto permitiría entender qué elementos de continui- dad o ruptura han existido entre cada una de ellas y así poder indicar cuáles podrían ser las princi- pales líneas de política exterior de la actual admi- nistración demócrata de Joe Biden hacia el conti- nente.
En los últimos treinta años, las diferentes ad- ministraciones estadounidenses, tanto demócra- tas como republicanas —desde William Clinton, pasando por George Bush y hasta Barack Oba- ma— han introducido cambios significativos en las relaciones con África. Cada uno retomó ini- ciativas de sus predecesores y le aportó un aspecto superior, que pudo ser perfeccionando gracias a sus respectivos dobles mandatos.
De la época de Clinton habría que recordar el fortalecimiento del discurso estadounidense de democracia y alternancia política multipartidis- ta impuesto a los países africanos en el contexto del auge del neoliberalismo político y económico. Este proceso, profundizado en la década de 1990, provocó el incremento de los conflictos armados y las crisis políticas en el continente. Tal vez, el más paradigmático dentro de ese proceso fue la guerra en Somalia y la intervención “humanita- ria” de Estados Unidos en 1993, que provocó un cambio en la estrategia de seguridad estadouni- dense hacia la región como resultado de su estre- pitosa derrota en Mogadiscio. A raíz de la debacle en Somalia, EE.UU. se abstendría de intervenir militarmente en escenarios de conflictos africa- nos, cambiando su doctrina al “entrenamiento” y el apoyo logístico a las tropas africanas. Esto per- mite entender la reticencia estadounidense de in- tervenir en 1994 durante el genocidio de Ruanda. En parte, esta misma lógica se ha mantenido casi invariable desde entonces.
Con el cambio de siglo y en el marco de la lu- cha contra el terrorismo desatada por el presi- dente G. Bush, el subcontinente no ha dejado de estar en el centro de esa política, aunque de ma- nera menos evidente si se compara con el Me- dio Oriente. Los programas e iniciativas abarcan desde la región del Sahel hasta el Cuerno africa- no, utilizando a sus aliados subregionales para estos propósitos. En este contexto, Bush lanzó dos iniciativas para “combatir” a Al Qaeda en el Sahel. En 2003 se estableció la Iniciativa Pan Sahel (Pan Sahel Initiative, PSI), que perseguía garantizar las fronteras, combatir el terrorismo y fomentar la cooperación de los países de la zona para lograr una mayor estabilidad política. Luego, este programa se amplió con la Iniciati- va Transahariana de Lucha contra el Terrorismo (TSCTI), creada en 2005, la cual extendió el área de operaciones hacia Argelia, Marruecos, Túnez, Senegal, Ghana, Nigeria, Sudán y Sudán del Sur. En líneas generales, la TSCTI se mantiene hasta
la actualidad, ahora bajo la dirección del USA- FRICOM (Unified Combatant Command) (Sán- chez y Pujol, 2005:pp. 30-32).
Otro “legado” de Bush en África, pero en el plano económico, fue la Ley de Oportunidades y Crecimiento para África (AGOA, African Growth and Opportunity Act), del año 2000, la cual ha re- gulado las relaciones económicas entre ambas re- giones hasta la fecha, con las respectivas condi- cionalidades políticas. También se estableció el Plan de Emergencia Presidencial para el Alivio del VIH-SIDA (PREPFAR, President's Emergency Plan For AIDS Relief) y la Iniciativa Presidencial para la Malaria (President's Malaria Initiative). Todos se encuentran vigentes, aunque con fluctuaciones en sus presupuestos y en su aplicación práctica.
Pero sin dudas, el AFRICOM, en el plano de la seguridad, fue el de mayor impacto. Creado por Bush en octubre de 2007 y en operación desde el 2008, su sede central radica en Stuttgart, Alema- nia, debido a que los africanos se negaron a al- bergar esta base del ejército estadounidense, con la excepción de Marruecos y Liberia (Fidpress, 2013). La excusa inicial para su creación fue el enfrentamiento al, llamado por ellos, “terroris- mo islámico”; pero su objetivo era aumentar la presencia militar de los Estados Unidos para res- paldar sus intereses económicos. El Secretario de Defensa, Robert Gates señaló, al referirse a este comando, que sus tareas principales serían refor- zar la asociación en materia de seguridad; incre- mentar las habilidades en las tácticas antiterroris- tas en los países receptores; apoyar las estructuras de seguridad de las organizaciones subregionales; y, si fuese necesario, conducir las operaciones mi- litares en el continente (López Blanch, 2011).
La llegada de una nueva administración demó- crata a la Casa Blanca, bajo la dirección de Barack Obama, causó todo un furor desde la perspecti- va africana, por lo que supondría simbólicamente para esa relación, que por primera vez llegase un hombre negro a la presidencia de los Estados Uni- dos. A pesar de eso, Obama mantuvo la misma
tendencia que se venía experimentando con res- pecto a África. Si bien visitó Egipto y Ghana en el primer año de su mandato (2009), continuó una práctica ya establecida por Bush de realizar varias visitas oficiales al continente, lo que fue percibido como un ejemplo del tratamiento político al con- tinente al más alto nivel.
En materia de política exterior no se observaron grandes diferencias entre las directrices estableci- das por el mandato de Bush y la política impul- sada por Obama. En este sentido hubo continui- dad y complementación. Obama fue el encargado de poner en completa disposición combativa el AFRICOM, ampliando su rango de acciones. El AFRICOM se involucró en casi 38 países africa- nos con una agenda de entrenamiento a las fuer- zas antiterroristas, por ejemplo en: Chad, Kenya, Mali, Mauritania, Níger, Nigeria, Tanzania y Sie- rra Leona. El interés en el impulso a este Coman- do se puede constatar en la magnitud de la base militar emplazada en Djibouti, en los ejercicios militares multinacionales que se realizan cada año y en todo el despliegue realizado junto a sus aliados europeos de la OTAN, en particular de Francia.
Las misiones de EE.UU. se concentran en el en- trenamiento a tropas de países del África Occi- dental y Central para enfrentar el terrorismo, la piratería y el tráfico de drogas, tres de los princi- pales problemas que afectan a la región, mediante el envío de instructores estadounidenses, la rea- lización de ejercicios militares para el adiestra- miento de las tropas de los países de estas subre- giones, consideradas como uno de los nuevos santuarios de Al Qaeda. Tanto la administración Bush como la de Obama argumentaron que el ob- jetivo principal del AFRICOM era “profesionali- zar a las fuerzas de seguridad” en países clave en el continente, enmascarando sus acciones con la ayuda humanitaria.
Adicionalmente, Estados Unidos lanzó el pro- grama “African Partnership Station 2010” (Nieves, 2010), destinado al aseguramiento marítimo de la
región. Inició en noviembre de 2007 con el objetivo de fomentar la seguridad marítima y colaborar con la instrucción y adiestramiento de las fuerzas nava- les de los países africanos occidentales. El progra- ma incluía visitas de barcos y aviones de la armada, entrenamiento y cursos profesionales, durante casi todo el año, centrándose en crear una capacidad de respuesta de los guardacostas, los marines y el ejército de las naciones involucradas para contra- rrestar la pesca ilegal, el tráfico de personas, armas, drogas y contra la piratería (Cicardi, 2010). Por lo tanto, será bajo Obama donde se produce una fuerte militarización de las relaciones con África. A decir del africanista cubano Dr. Silvio Baró la in- seguridad presente ha llevado a Estados Unidos a darle un peso mayor a la dimensión de lo militar en la seguridad como la vía expedita para la solución de los más disímiles problemas (Baró, 2011b: p.14) Pero, de igual manera, Obama introdujo su propio estilo en la política, fue el primer manda- tario estadounidense en dirigirse al plenario de la Asamblea de Jefes de Estado y Gobierno de la Unión Africana. Adoptó la Iniciativa Energía para África (Power Africa) y la Iniciativa para Líderes Juveniles Africanos (YALI, Young African Leaders Initiative). A finales de su segundo mandato, en 2015, se actualizó el marco jurídico de la AGOA por otra década, es decir, hasta el 2025. Este me- canismo no siguió estando exento de fuertes con- dicionamientos políticos que los países africanos tenían que cumplir para ser “beneficiario”. Inclu- so, algunos fueron excluidos por no cumplir to- dos los “requerimientos”, mientras que otros ni
siquiera han llegado a ser parte de la AGOA.
Sin embargo, las relaciones económicas con África mostraban una tendencia a la disminu- ción de su monto general, por varios factores, en- tre ellos la crisis en el sector energético, desde el 2014, y por ende, una reducción del valor del pe- tróleo africano exportado a EE.UU y una caída de su inversión extranjera directa en África. Por otra parte, ya desde el 2009, China se convertía en el principal socio económico de la región, con una
tendencia imparable. En este contexto, llega a la Casa Blanca, una nueva administración republi- cana, obsesionada con disminuir la influencia de China y Rusia.
Por ende, a pesar de las fluctuaciones de la re- tórica estadounidense hacia África Subsaharia- na que se verán durante el mandato de Donald Trump, las líneas generales de la política hacia esta región no han cambiado. Al respecto, el afri- canista cubano, Dr. Silvio Baró Herrera afirmaba que existía una “línea de continuidad entre las ad- ministraciones de W. Clinton, G. W. Bush y (…)
B. Obama en relación con África, lo cual es una nueva demostración del consenso bipartidista en materia de política exterior hacia el continente” (Baró, 2011a).
En la esfera política, la administración de
D. Trump no introdujo elementos novedosos en sus relaciones con África, de hecho, fue el único mandatario, desde Clinton, que no visitó el con- tinente, rompiendo así con una tendencia que se venía expresando. En sus primeros casi dos años y como resultado de las contradicciones dentro del Departamento de Estado —hay que recordar que Trump utilizó a dos Secretarios de Estados— no había una claridad con respecto a qué política se iba a seguir hacia África. Las referencias públicas sobre la región eran marginales y todo parecía in- dicar que el continente no estaba dentro de sus prioridades.
De hecho, no se sabía quién sería la figura in- dicada para ocupar la Subsecretaria de Estado para Asuntos Africanos, el puesto más importan- te dentro del gobierno estadounidense en lo que a África se refiere. No fue hasta principios de sep- tiembre de 2016 que Donald Yamamoto fuera de- signado de manera interina. Los nombramientos de los puestos relacionados con África en el Con- sejo de Seguridad Nacional (NSC, National Secu- rity Council) iban muy lentos. En el mes de agosto
asumieron, Cyril Sartor su puesto dentro del NSC y Mark Green, ex Embajador en Tanzania, la di- rección de la Agencia para el Desarrollo Interna- cional de Estados Unidos (USAID).
Ello significó que durante 2017 y parte del 2018, incluso no se habían nombrado embajadores en casi la mitad de los países africanos y en otras se- des diplomáticas el personal era mínimo o indis- pensable. El ejemplo más notable fue Sudáfrica que por dos años y medio no tuvo designado nue- vo embajador. Esta ausencia de personal clave en las embajadas estadounidenses evidenció la falta de importancia que se le atribuyó a África, en lo que se redefinían las líneas de su política exterior. En esta etapa, la mayor protagonista en la políti- ca hacia África era la Embajadora ante la ONU, Nikki Haley, sobre todo desde el Consejo de Se- guridad.
Durante la gestión de Rex Tillerson como Se- cretario de Estado (1ro febrero de 2017-31 de marzo de 2018) se produjeron varios choques con el presidente, por diferencias de criterio que a la larga terminaron en su destitución e incluso se realizaron varios errores diplomáticos y de proto- colo con líderes africanos. Por ejemplo, en marzo de 2017, el presidente ruandés Paul Kagame vi- sitó Washington y nadie de la Casa Blanca o del Departamento de Estado se reunió con él. Tiller- son invitó al presidente de la Comisión de la UA, Moussa Faki, a Washington, el 17 de abril, duran- te una reunión en la ONU. Se organizó el viaje para el 19 y el 20 de abril, pero se dilataban los de- talles del encuentro. El equipo de Tillerson inten- tó organizar la agenda con Moussa Faki, ofrecién- dole una reunión con funcionarios de bajo nivel del Departamento de Estado, pero Moussa Faki finalmente canceló su visita a Washington.
En el 2017, todavía no había claridad en cuanto a la proyección de Estados Unidos hacia África y solo hubo algunos hechos aislados en este senti- do. El más importante de ellos fue el almuerzo de
trabajo que sostuvo Trump, el 20 de septiembre, con líderes africanos en el Palace Hotel de Nueva York, al margen de las reuniones de la Asamblea General de la ONU. Entre los asistentes se encon- traban los líderes de Ghana, Sudáfrica, Nigeria, Costa de Marfil, Etiopía, Guinea, Senegal, Nami- bia y Uganda. En este encuentro Trump expresó que entendía el “potencial” que tenía África (Voz de América, 2017). Esta fue la primera vez que Trump le prestaba atención a la región y anunció la visita de Nikki Haley al continente. Ya en ese año la región había sido visitada por el Secretario de Defensa, James Mattis, que estuvo en la base militar en Djibouti, en el mes de abril. Ahí fue re- cibido por el General Thomas D. Waldhauser.1
En octubre, Nikki Haley realizó una visita ofi- cial de tres días a Etiopía, Sudán del Sur, y Re- pública Democrática del Congo, interesada en el tema del financiamiento de las misiones de man- tenimiento de la paz de la ONU, en un contex- to donde se estaba analizando una reducción de casi 500 millones de dólares para el presupuesto de la ONU (Oneko, 2017). Esta visita se produjo luego del asesinato en Níger de cuatro soldados estadounidenses, como se explicará más adelante. Ya para finales de año, la administración Trump publica su Estrategia de Seguridad Nacional, donde se mantiene el tema del combate al terrorismo como unas de sus prioridades de política exterior, además de la contención a China y Rusia. En lo relaciona- do con África, el documento señalaba que África contenía a muchas de las economías de más rápi- do crecimiento del mundo, que representan nuevos mercados potenciales para bienes y servicios esta- dounidenses. Se afirmaba que el “pueblo” africano estaba exigiendo mayor responsabilidad guberna- mental y menos corrupción, y se oponía a las ten- dencias autocráticas. A pesar de los progresos, mu- chos Estados enfrentaban procesos de inestabilidad política que se extendían a otras regiones. Pero, lo
más significativo fueron los párrafos sobre China.
1Comandante del AFRICOM desde julio de 2016. Se retiró en 2019.
En lo referido a China plantea que estaba amplian- do su presencia económica y militar en África, pa- sando de ser un pequeño inversor en el continente a convertirse en el mayor socio comercial. Asimismo afirmaba que algunas prácticas chinas socavaban el desarrollo a largo plazo de África al corromper a las elites, dominar las industrias extractivas y encerrar a los países en deudas y compromisos insostenibles y opacos (National Security Strategy of the United States of America, 2017: pp. 52 y 53). Otro párrafo muy significativo es en el que textualmente expresan que estaban “preparados para sancionar al gobierno, los funcionarios e instituciones que se aprovechen de sus ciudadanos y cometan atrocidades, y cuando no haya otra alternativa, suspenderemos la ayuda en lu- gar de verla explotada por elites corruptas” (Natio- nal Security Strategy of the United States of Ameri- ca, 2017: p. 52). Como puede apreciarse ya había una mención explícita a China en la región y sobre todo, cómo, sin ningún tipo de tapujos, planteaban el tema de las sanciones a países africanos que no respondie- sen a sus intereses o “valores democráticos”.2
Otro de los errores diplomáticos de Trump y que provocó el rechazo en el continente, fue el comenta- rio despectivo que realizara en una reunión con le- gisladores en la Casa Blanca, en enero de 2018, donde catalogó a países como El Salvador, Haití y a varios países africanos como “shitholes” (EFE, 2018 a). La embajadora de la UA en Washington, Arikana Chihombori-Quao, calificó las declaraciones del mandatario estadounidense como “insultantes, irresponsables y extremadamente decepcionantes” (HispanTV). Como era de esperar, y con el cinis- mo que lo caracterizaba, negó dos veces a través de Twitter sus declaraciones. No obstante, el senador demócrata Dick Durbin, que estuvo presente en el encuentro, lo corroboró (HispanTV). Sin dudas, esto provocó reacciones dentro de África.
En el plano político, un momento importante fue el mes de marzo de 2018, cuando se produce la primera gira oficial a África del Secretario de Estado Tillerson, el funcionario de más alto rango en viajar a África desde la que había realizado Ni- kki Haley cinco meses atrás. En esta oportunidad, Tillerson visitó Kenia, Etiopía, Djibouti, Chad y Nigeria. Con una apretada agenda que tuvo que suspender porque estando en Nigeria, le llegó la notificación de su destitución. El entonces jefe de la CIA, Mike Pompeo, es designado como el nue- vo Secretario de Estado (26 de abril de 2018).
Los niveles de inseguridad en el Sahel, y en par- ticular en el norte de Nigeria —además de la tra- dicional importancia económica de este país— indican las razones por las cuales, el presidente Muhammadu Buhari fuera el primero y el úni- co mandatario subsahariano en ser recibido por Trump en la Casa Blanca. En este encuentro (30 de abril de 2018), Trump no perdió oportunidad para reclamar al gobierno nigeriano un mayor compro- miso en el combate efectivo contra Boko Haram, tema este que monopolizó la agenda bilateral de la reunión sostenida en Washington. Otro tema fue el de la “lucha” contra la corrupción e incluso la posibilidad de rebajar las barreras comerciales a los productos estadounidenses en Nigeria. Mientras, se obviaron los comentarios despectivos de Trump de principios de año, cuando Buhari declaró, muy diplomáticamente, no estar seguro de esas “acusa- ciones” (EFE, 2018 b).
La administración Trump, después de tantos al- tos y bajos, imprecisiones y errores diplomáticos, le tomó dos años en precisar su estrategia específica para la región. En esta etapa, el puesto Subsecreta- rio de Estado para África cambió en varias opor- tunidades hasta que se nombró a Tibor P. Nagy, el 23 de julio y no fue hasta diciembre de 2018, que
2Entre los países que estaban bajo amenaza de restricciones o sanciones se encontraban Sudán y Eritrea (2018) por tema de libertad religiosa; la RDC, Mali, Níger, Nigeria, Somalia y Sudán del Sur, por el reclutamiento de niños sol- dados verían restringida su asistencia en temas de seguridad; mientras Burundi, Comoras, RDC, Guinea Ecuatorial, Eritrea, Gabón, Mauritania, República del Congo y Sudán del Sur, tendrían restricciones de ayuda exterior. Como se puede observar la RDC, Sudán del Sur y Eritrea, estarían dentro de los más sancionados.
se firmó la Estrategia de los Estados Unidos hacia África (U.S. Strategy Toward Africa).
Según John Bolton, entonces Asesor de Seguri- dad Nacional, la estrategia apuntaba a promover los lazos comerciales con los Estados africanos cla- ve y proteger a los EE.UU. de las amenazas trans- fronterizas para la salud y la seguridad, y apoyar el progreso de los Estados africanos hacia la esta- bilidad y la gobernanza. También daba prioridad a la asistencia extranjera para “ayudar a nuestros socios africanos” a lograr un crecimiento económi- co sostenido y la autosuficiencia, para combatir las amenazas transnacionales (Schneidman y Signé, 2018). A pesar de toda esta retórica discursiva, que no aportaba nada nuevo en la política hacia África, por lo general, hubo un bajo nivel de intercambio con líderes y sectores de las sociedades africanas.
Mientras en el plano político-diplomático se mantenían las ambigüedades y las indefiniciones, en el área militar no había dudas de que Estados Unidos mantendría su misma intensidad. Poco a poco se comenzó a vislumbrar una continuidad del mismo injerencismo militar de sus anteceso- res. La mayor prueba de su presencia militar en el Sahel, lo constituyó la muerte de cuatro solda- dos estadounidense, en Níger, en octubre de 2017, cuando miembros de Al Qaeda del Magreb Islá- mico (AQMI) emboscaron a una patrulla mixta de EE.UU. conformada por doce efectivos de ope- raciones especiales y 30 soldados de Níger.3 La ac- ción se efectuó a 190 km al norte de Niamey, en la localidad de Tonga-Tonga, cerca de la frontera con Mali. A raíz de estos acontecimientos, el Ge- neral Thomas D. Waldhauser, Jefe del AFRICOM, afirmó que se incrementarían las medidas de se-
guridad a sus tropas sobre el terreno con el res- paldo de los drones y vehículos armados cuando acompañasen a las fuerzas locales (Petesch, 2018). En la Estrategia de Seguridad Nacional ya se señalaba que muchos Estados africanos eran “un campo de batalla del extremismo violento y del terrorismo yihadista. El ISIS, Al Qaeda y sus afi- liados operan en el continente y han incrementa- do la letalidad de sus ataques, se han expandido a nuevas áreas y han tomado como blanco a ciuda- danos e intereses estadounidenses. Las naciones africanas y las organizaciones regionales han de- mostrado su compromiso para enfrentar la ame- naza de las organizaciones yihadistas-terroristas pero sus capacidades en materia de seguridad permanecen débiles” (National Security Strategy
of the United States of America, 2017: p. 52).
Oficiales del Departamento de Defensa declara- ron que los “esfuerzos” antiterroristas de EE.UU. se debían concentrar más en África a causa del retro- ceso del Estado Islámico (E.I.) en Siria y plantearon que aquí existían las condiciones para que el E.I. in- crementase su presencia. La estrategia estadouni- dense consiste en atacar a estos grupos de manera simultánea donde quiera que estos actúen, según declarara el General de la marina Joseph Dunford (Chairman of the Joint Chiefs of Staff). A raíz de la muerte de los militares estadounidense en Níger, se confirmó la noticia de que EE.UU. tenía desplegados aquí 800 efectivos, una cantidad que tomó por sor- presa a varios senadores y congresistas (Grier, 2017). En noviembre de 2017, Níger había dado la aprobación para que los aviones no tripulados portasen armas y realizaran ataques, en su terri- torio, contra los grupos terroristas.4 De acuerdo
3Los soldados estadounidenses abatidos por los terroristas fueron: Bryan C. Black; Jeremiah W. Johnson; Dustin M. Wright y David T. Johnson. En la acción otros dos resultaron heridos. También cayeron cinco soldados nigerinos y unos 20 terroristas, según explicó entonces el general Joseph Dunford, jefe del Estado Mayor Conjunto de EUA (Barro, 2018).
4En Níger, solo en la región de Diffa (extremo sureste) al menos 455 civiles fueron asesinados, heridos o secuestrados desde el inicio de los ataques de Boko Haram en el país en febrero de 2015 y hasta marzo de 2017, según los datos de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA). En cuanto a las pérdidas militares se cifran en 250 en todo el terri- torio, junto a decenas de secuestros de militares (Ousseini, 2017).
con el AFRICOM, EE.UU. debía comenzar a ar- mar los drones emplazados en Níger para labores de recolección de inteligencia, vigilancia y reco- nocimiento. Desde inicio de 2018, estos artefactos comenzaron sus operaciones en el área, según de- clarara Samantha Reho, portavoz del AFRICOM. Los drones, del tipo MQ-9, se encuentran en la Base Aérea 101 en Niamey y eventualmente po- drían trasladarse hacia la Base Aérea 201 que se estaba construyendo en la región del Agadez, con un costo de 110 millones de dólares (News 24, 2018).
Para el sociólogo nigerino, Souley Adji, estos ataques aéreos no iban a ser tan eficaces. Esta afir- mación parte de las críticas que se realizan sobre la “eficiencia” de llevar a cabo una mayor inter- vención extranjera en “apoyo” a las Fuerzas de De- fensa y Seguridad nigerinas. El mismo argumento es compartido por el experto nigerino en temas de gobernanza, Arji Saidou, al plantear que no ve un final rápido a la guerra asimétrica librada por los terroristas y que la solución a ello radica en atacar la raíz del mal: el reclutamiento de jóvenes debido a su mala integración socio-profesional y económica (Ousseini, 2017: p.1). Sin embargo, la tendencia que predomina es el enfoque militar.
La base debía estar finalmente en operaciones a partir 2019, aunque el costo de construcción no cesaba de crecer. Para 2024, cuando finalice el acuerdo de 10 años en Agadez, Níger, llegaría a ingresar aproximadamente 280 millones de dó- lares. La instalación, que constituye una muestra clara de la ampliación de la presencia militar de Estados Unidos en África, es la mayor obra que se está llevando a cabo en este continente, según Richard Komurek portavoz de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos. Esta presencia militar la convierte en la más grande después de las empla- zadas en Camp Lemonnier, en Djibouti. De esta forma, se comenzaría a utilizar el mismo patrón que EE.UU. emplea contra Al Shabaab (ALS) en Somalia, realizando ataques contra sus supuestas instalaciones, campos de entrenamiento y líderes.
El último despliegue de fuerzas armadas para combatir a ALS fue llevado a cabo por la admi- nistración Trump a mediados de 2017. Las nue- vas fuerzas de la división aérea estarían desplega- das hasta septiembre de ese año y tendrían como misión “ayudar y equipar” al ejército somalí, así como a las otras fuerzas de paz allí presentes. Al respecto, el representante de las Fuerzas de De- fensa del Pueblo Ugandés (UPDF), Brig Richard Karemire, declaraba que Estados Unidos era un aliado esencial contra el terrorismo y que se ha- bía producido una simplificación de la cadena de mando, por lo cual los comandantes regionales no tendrían que pedir autorización al Departa- mento de Defensa para hacer una operación, lo que facilitaría los ataques contra ALS (Mayemba, 2017). Esto indica hasta qué punto las fuerzas es- tadounidenses en Somalia pueden operar con to- tal libertad e impunidad.
De esta forma, el AFRICOM ha incrementado sus niveles de operacionalización en el continen- te. Esto se ha expresado en su puesta en completa disposición combativa para intervenir de mane- ra rápida en caso de amenazas a sus intereses, en apoyo a las misiones de mantenimiento de la paz, las misiones humanitarias y ofreciendo respaldo logístico para el traslado de tropas africanas, de la ONU o de la Unión Europea (UE) hacia los es- cenarios de crisis políticas o conflictos armados.
Una de sus aristas principales ha sido el entre- namiento que ofrecen a efectivos africanos y las crecientes actividades de inteligencia y de espio- naje, principalmente en las áreas más afectadas por acciones terroristas, a través del uso de los drones e imágenes satelitales —en vez de desple- gar mayores agrupaciones militares sobre el terre- no. De hecho, según el Jefe del AFRICOM, el Ge- neral Tohmas Waldhuser, EE.UU. tiene planteado reducir en un 10% el número de sus efectivos en África. Esto pareciera una contradicción, pero en la práctica las capacidades militares desplegadas y las relaciones con sus socios estratégicos, no sólo los europeos sino sus aliados en las diferentes
subregiones, les permiten tener el control militar sin que se vean en la necesidad de tener muchas tropas desplegadas.
Como parte de esta lógica, el Comando de Ope- raciones Especiales del AFRICOM ha continuado con sus ejercicios militares tácticos en unión a las unidades de operaciones especiales de diferentes países occidentales, la mayoría de ellos miembros de la UE y los ejércitos africanos, en materia anti- terrorista y la piratería. Este Ejercicio multinacio- nal y anual recibe el nombre de Flintlock y tiene como objetivo el intercambio de técnicas, tácti- cas y procedimientos —como por ejemplo tiro de combate, procedimientos de inserción, lanza- mientos paracaidistas, planeamiento de operacio- nes— especialmente en la lucha contra el terroris- mo y el crimen organizado en la región del Sahel. La edición de 2018 se celebró entre el 11 y el 20 de abril en Níger, en cuya capital se encontraba el Cuartel General del ejercicio. También hubo ejerci- cios en la Base Operativa Avanzada (FOB), en el ve- cino Burkina Faso y en Senegal. Por la parte africana participaron: Níger, Burkina Faso, Senegal, Came- rún, Chad, Malí, Mauritania y Nigeria. Otros paí- ses extrarregionales participantes fueron además de EE.UU., Reino Unido, España, Alemania, Holanda, Italia, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Norue- ga y Polonia (Estado Mayor de la Defensa, 2018). Mientras que, más de 2 000 miembros de 30 nacio- nes africanas y occidentales asociadas participaron en la edición de Flintlock 2019 (del 18 de febrero al 1ro de marzo) en múltiples ubicaciones en Burkina Faso y Mauritania. Las naciones africanas partici- pantes en esta oportunidad fueron Argelia, Benín, Burkina Faso, Camerún, Cabo Verde, Chad, Ghana, Guinea, Guinea-Bissau, Mali, Mauritania, Marrue-
cos, Níger, Nigeria, Senegal y Túnez.
En la rendición de cuentas anual ante el Congre- so, el General Tohmas Waldhuser declaraba que:
1) los socios africanos contribuyen a la seguridad
regional; 2) las amenazas de los VEO (Violent Ex- tremist Organizations) y las organizaciones crimi- nales transnacionales (TCO: transnational crimi- nal organizations) se reducen a un nivel manejable por las fuerzas de seguridad internas; 3) el acceso y la influencia de los Estados Unidos están garanti- zados; 4) el Comando establece sus propias capaci- dades al alinear fuerzas, autoridades, capacidades y acuerdos; y 5) el personal y las instalaciones de los Estados Unidos están protegidos (Posture State- ment to Congress, 2019). Como se ha evidenciado, en el plano de la seguridad, el activismo militar de Estados Unidos en la región, se mantuvo.
En el plano económico, Estados Unidos ha in- tentado revertir la tendencia descendiente del co- mercio con África y fomentar las inversiones en la región. En julio de 2018, el Secretario de Co- mercio, Wilbur Ross, realizó una visita de trabajo a Etiopía, Kenia, Ghana y Costa de Marfil, merca- dos que resultaban atractivos para el comercio y la inversión de los Estados Unidos. Como resultado de esta gira se prometieron mil millones de dóla- res en nuevas inversiones, la firma de memorandos de entendimiento para promover asociaciones pú- blico-privadas y una lista completa de recomenda- ciones presentadas al gobierno por los miembros del Consejo Asesor del Presidente para Hacer Ne- gocios en África (PAC-DBIA, President’s Advisory Council for Doing Business in Africa). (US De- partment of Commerce, 2018). Por otra parte, en el Foro 18 de AGOA, realizado en 2018, la adminis- tración suspendió a varios países de los beneficios de la AGOA, aludiendo diferentes razones: Ruanda por las políticas proteccionistas de su gobierno y a Mauricio por el tema de los derechos humanos.
En 2019, el comercio con África representa- ba solo el 1,4% del comercio total de los Estados Unidos y la región recibía tan solo el 0,7% de la inversión extranjera procedente de este país5 (Congressional Research Service, 2020: p.1). Ante
5Por ejemplo, en 2017, el petróleo representaba más del 40% del total del comercio bajo la AGOA y los datos de IED de Estados Unidos se concentraba en cinco países: Mauricio, con 10 000 millones; Sudáfrica, 7,3 000 millones; Nigeria, 5,8 000 millones; Ghana, 1,7 000 millones y Tanzania, 1,4 000 millones.
este desfavorable panorama, la administración Trump lanzó su estrategia conocida como “Pros- per Africa”. La misma fue presentada en 2019 en el Consejo Corporativo de la Cumbre de Negocios EE.UU-África celebrada en Mozambique. Esta nueva iniciativa tenía como objetivo apoyar a las compañías estadounidenses para que invirtieran más en todo el continente. El anuncio siguió a la firma por parte del presidente Trump, del BUILD ACT (Better Utilization of Investments Leading to Development Act) que otorgaba nuevas auto- ridades a la Agencia Internacional de Financia- miento para el Desarrollo (International Develo- pment Finance Corporation, DFC).
EE.UU-África celebrada en Mozambique. Esta nueva iniciativa tenía como objetivo apoyar a las compañías estadounidenses para que invirtieran más en todo el continente. El anuncio siguió a la firma por parte del presidente Trump, del BUILD ACT (Better Utilization of Investments Leading to Development Act) que otorgaba nuevas autorida- des a la Agencia Internacional de Financiamien- to para el Desarrollo (International Development Finance Corporation, DFC).
De acuerdo con Victoria Whitney (Jefe de la Iniciativa Prosper Africa), desde junio de 2019, se comenzaron a negociar casi 280 acuerdos en 30 países africanos por un valor de 22 000 millones de dólares, dirigidos principalmente a las peque- ñas y medianas empresas (SEMs, por sus siglas en inglés) (Moore, 2021). Sin embargo, dada la re- ducción de los presupuestos que se venía experi- mentando en su administración, no quedaba cla- ro de dónde saldría esta cifra, la cual quedan muy por debajo de los 60 000 millones ofrecidos por China en la última cumbre de la FOCAC en sep- tiembre de 2018. Por lo tanto, estas promesas de avanzar en el comercio realmente no se materiali- zaron y la mayoría de esos convenios no se pudie- ron aplicar como resultado de la crisis económica generada por la pandemia a partir de 2020, ade- más de que este sería un convulso y polémico año electoral en los Estados Unidos.
Muchos expertos coinciden en que África no era una prioridad para la administración republi- cana, sin mencionar los comentarios despectivos y racistas realizados por el mandatario sobre el continente. Trump se concentró más en la riva- lidad con China y con otros actores emergentes, en el plano económico y militar, como Rusia. En esta confrontación, África no parecía en el cen- tro de atención, aunque en su Estrategia de Se- guridad Nacional se mencionaba específicamen- te, en el caso de África, el rol que EE.UU. tenía que hacer para contener a estos dos actores. Por lo que se puede afirmar que la política de Trump hacia África estuvo matizada por la rivalidad con China y que afectó a países como Sudáfrica, cuyas exportaciones hacia Estados Unidos se vieron re- ducidas por la guerra comercial con China y los aranceles que Trump impuso al acero. Sin em- bargo, poco pudo hacer su administración para frenar los proyectos estratégicos chinos en el sub- continente.
Cada uno de estos aspectos de las políticas ge- nerales de Estados Unidos hacia el continente africano, tiene su correlato en las relaciones que se establecen a nivel bilateral. Teniendo en cuenta el país del que se trate y la importancia que este tenga para los intereses estadounidenses se pu- diesen encontrar cambios significativos, pero por lo general, de una manera u otra, siempre predo- mina el mismo acercamiento retórico, en el pla- no económico, militar, diplomático e incluso en el nivel de asignación de fondos por parte de la USAID.
En cada subregión, Estados Unidos tiene países que utiliza como aliados militares o como socios económicos, en dependencia de su peso relativo en la subregión en la que se encuentren. En aras de ilustrar algunas de estas tendencias se selec- cionó el caso de Senegal por el África Occiden- tal, pero se podría hablar también de Ghana o
profundizar en Nigeria. Por el África Oriental o Cuerno Africano, podrían incorporarse Etiopía y Kenya; por el África Central, Uganda y Ruanda, y por la región austral, sin dudas Sudáfrica sería el más importante en el plano económico. Por lo tanto, se está en presencia de una multiplicidad de ejemplos y situaciones que se ajustan a cada con- texto, por eso solo se concentra el análisis en dos de ellos: Senegal y Sudáfrica.
Senegal ha gozado de excelentes relaciones po- líticas con los Estados Unidos, siendo uno de sus principales socios en la subregión del África Oc- cidental. Entre los hitos que han marcado la his- toria más reciente de las relaciones entre Senegal y los Estados Unidos se podrían citar: la visita de Hillary Clinton, en marzo de 1997 y del pre- sidente Clinton en 1998; la del Subsecretario de Asuntos Africanos, Walter Kansteiner, en agosto de 2001 y la celebración en Dakar, el 20 de julio de 2005, de la 4ta Conferencia Anual de la AGOA, donde asistió Susane Rice.
En cuanto a los programas de cooperación, des- tacan los 29 millones de dólares en asistencia para el desarrollo, en el año fiscal 2005 por parte de la USAID y la visita de la Primera Dama, Laura Bush, en junio de 2007, como parte del President's Malaria Initiative (PMI) y del President Emergen- cy Plan for AIDS Relief (PEPFAR). También, el programa de los Cuerpos de Paz, ha enviado al país alrededor de 150 “voluntarios” a trabajar en temas de desarrollo agrícola, salud y la pequeña empresa.
En cuanto a las relaciones económicas con Se- negal sus antecedentes datan del Tratado de In- versión Bilateral (TBI) de 1983, que entró en vigor en 1990 y del Acuerdo Marco de Comercio e In- versión (TIFA) que EE.UU. tiene firmado con la Unión Económica y Monetaria de África Occiden- tal (UEMOA) de la que Senegal es parte. El país se ha mantenido como “elegible” para los beneficios arancelarios bajo la AGOA, que incluye preferen- cias comerciales para productos textiles y prendas de vestir, según indica la página de la Oficina de
Comercio de EE.UU. Ello se ha debido al amplio proceso de liberalización económica que se ha im- plementado en el país hacia la apertura del capital extranjero y la aplicación de reformas estructura- les, de acuerdo con los organismos financieros in- ternacionales y que son parte de los condiciona- mientos que EE.UU. ha obligado a adoptar a los países africanos.
Según el Departamento de Comercio de EE.UU., las exportaciones estadounidenses de bienes a Senegal respaldaron un estimado de 900 empleos en 2015, según los últimos datos dispo- nibles. Las tres principales áreas de exportaciones de EE.UU. a Senegal son los vehículos de motor, los productos agrícolas (principalmente cereales) y los productos derivados del petróleo. Mientras que las exportaciones de Senegal a los Estados Unidos han sido productos agrícolas, minera- les y cabello sintético (Bureau of African Affairs, 2018). Según los datos comerciales de Estados Unidos y Senegal de 2018, el comercio de bienes (bidireccional) durante 2018 alcanzó la cifra de 426 millones: las exportaciones de bienes totaliza- ron 299 millones y las importaciones de bienes un monto de 127 millones. El superávit comercial de bienes de EE.UU. con Senegal fue de 171 millones en 2018, un aumento del 26,4% (36 millones) con respecto a 2017 (Office of the United States Trade Representative, 2018).
En cuanto a las exportaciones de bienes de EE.UU. a Senegal en 2018, fueron de 299 millo- nes de dólares, un 43,6% más (91 millones) que en 2017 y un 117,8% más que en 2008. Las prin- cipales categorías de exportación fueron: com- bustibles minerales (118 millones), vehículos (54 millones), maquinaria (26 millones), plásticos (19 millones) y otros especiales (12 millones). Las exportaciones totales de productos agrícolas de EE.UU. a Senegal totalizaron 11 millones en 2018. Las principales categorías de exportaciones nacionales incluyeron: aceite de soja (7 millones), alimentos preparados (1 millón), azúcar, edul- corantes, otros alimentos y forrajes (883 000) y
siembra de semillas (317 000) (Office of the Uni- ted States Trade Representative, 2018).
Las importaciones de bienes a Estados Unidos desde Senegal totalizaron 127 millones de dóla- res, un aumento del 75,8% (55 millones) desde 2017, y un aumento de 608,9% desde 2008. Las principales categorías de importación fueron: flo- res artificiales (37 millones), carne y pescado pre- parados (32 millones), minerales (30 millones), fertilizantes (11 millones) y otros especiales (6 millones). Las importaciones totales estadouni- denses de productos agrícolas de Senegal totali- zaron solo dos millones en 2018. Con respecto a Senegal, la inversión extranjera directa (IED) de capital estadounidense (acciones) fue de 25 mi- llones en 2017, un aumento del 4,2% con respecto a 2016. No hay información disponible sobre la distribución de la IED de Estados Unidos en este país por diferentes sectores (Office of the United States Trade Representative, 2018).
Los programas de la USAID en Senegal han es- tado centrados en el tema de la inseguridad ali- mentaria. Las principales regiones hacia donde se han destinados parte de los recursos han sido los departamentos norteños de Podor y Matam, donde alrededor de 176 000 personas (23% de la población local) desde agosto de 2018 se han vis- to afectadas. A través del Office of Food for Peace de la USAID se han distribuido alimentos a unas 22 000 personas más vulnerables, en el departa- mento de Matam. Mientras, en el departamento de Podor, ha trabajado con la organización no gu- bernamental Action Against Hunger (AAH) con un alcance de 15 000 personas. Estas acciones se vinieron realizando en el marco del Programa gu- bernamental 2018 Emergency Food Security Res- ponse Plan (USAID, 2018).
El Jefe del AFRICOM, el General Thomas Waldhauser realizó una primera visita a Dakar entre el 30 de julio y el 1ro agosto de 2018. Estuvo acompañado del Jefe del Estado Mayor del Ejérci- to Cheikh Guèye y del Embajador de EE.UU. en Dakar, Tulinabo Mushingi. La visita de trabajo del
Jefe el AFRICOM a Senegal indicaba las excelen- tes relaciones que en el plano militar tienen con Estados Unidos, las cuales pretenden ser incre- mentadas sobre todo en el plano de las capacida- des para la seguridad marítima, mantenimiento de la paz y lucha contra los tráficos ilícitos.
En una de sus declaraciones planteaba que EE.UU. “no precisaba de tener una base militar en Senegal” (AllAfrica, 2018). Esta idea está en consonancia con el hecho de que no es necesa- rio disponer de una base física en el terreno cuan- do tienen instalaciones militares que les permi- ten hacer las mismas operaciones. En el caso de Senegal disponen de un site de stationnement en la base aérea de Ouakam, la cual utilizan para apoyo logístico. Esta es la base número 12 de su tipo en el continente. Precisamente, Waldhauser visitó esta instalación: Cooperative Security Lo- cation (CSL), en Dakar. Desde este sitio los avio- nes pueden realizar labores de reavituallamiento. Por ejemplo, durante la epidemia del ébola (2014- 2015), EE.UU. había lanzado la operación United Assistance, y desde aquí transportaron materiales, equipos y personal para hacer frente a esta crisis humanitaria (U.S. Embassy Dakar, 2018).
Esta ha sido la característica de la presencia mi- litar: el empleo de instalaciones ya creadas, inclu- so pueden llegar a ser civiles y ser usadas como depósitos de materiales militares. También desde estas facilidades militares se realizan los desplie- gues hacia países donde sí llevan a cabo operacio- nes “humanitarias” directas. La posición geográfi- ca de Dakar la convierte en una ciudad clave para efectuar despliegues rápidos hacia regiones don- de sí se desarrollan acciones militares, como son el caso del norte de Mali, pero también de Bur- kina Faso, donde no ha disminuido el activismo terrorista. De esta manera, se han mantenido en su retórica discursiva la idea de “reforzar las capa- cidades militares de los países africanos”.
Como se puede apreciar, Senegal ha estado pre- sente en las últimas ediciones del ejercicio estraté- gico Flintlock bajo el mando del AFRICOM, lo que
indica cómo Washington ha potenciado sus víncu- los militares con los aliados regionales para impul- sar sus agendas políticas específicas hacia las subre- giones en las que estos países influyen. A la par, han incrementado sus relaciones político-militares con otros países de menor peso en la región como pue- den ser los de la zona del Sahel en la modalidad de asistencia financiera y logística.
Las relaciones Estados Unidos-Sudáfrica en estos últimos cuatro años tuvieron momentos de distensión en el plano político debido a las posi- ciones de Trump con respecto a Zimbabwe, Vene- zuela e Irán. Pero sin duda alguna, el tema que más impacto tuvo fue el reconocimiento por parte de Washington de Jerusalén como capital de Israel, lo que provocó fuertes declaraciones por parte del Congreso Nacional Africano (ANC), que llevaron a la disminución de la categoría de la Embajada estadounidense en Sudáfrica. Los diferentes go- biernos del ANC —y el de Cyril Ramaphosa no ha sido la excepción— han respaldado, de manera contundente, la causa palestina.
Las relaciones económicas entre ambos paí- ses son muy fuertes. En la nación austral existen unas 600 compañías estadounidenses que tienen a Sudáfrica como una puerta de entrada para el resto del continente. Estados Unidos es el tercer socio comercial del país, el cual se beneficia del Sistema General de Preferencias y de la AGOA. También se favorece con los fondos del Plan Pre- sidencial de Emergencia para el Alivio al VIH-Si- da (PEPFAR), bajo el cual se han destinado, desde su creación por George W. Bush, 6,2 000 millones de dólares (Saunderson-Meyer, 2020).
En el plano económico, hay que señalar que más de la mitad del intercambio comercial entre África y los Estados Unidos, se realiza con Nige- ria y Sudáfrica. Las principales manufacturas que llegan a Estados Unidos en el marco de la AGOA son los vehículos automotores que Sudáfrica ex- porta, por un valor de 1,1 000 millones (2017). En cuanto a la inversión extranjera directa, Sudáfrica ocupa el segundo lugar con 7,3 000 millones de
dólares, seguido por Mauricio con 10 000 millo- nes (2017). Al mismo tiempo, la IED procedente de África a EE.UU., proviene exclusivamente de Sudáfrica (4,1 000 millones). Ahora bien, la gue- rra comercial impuesta por Trump a China, afec- tó el monto del comercio con la región, principal- mente con Sudáfrica.
En 2017, Sudáfrica fue el abastecedor No.17 de acero a EE.UU. (279 millones) y el 9no de aluminio (340 millones). Por lo tanto, el incremento de los aranceles al acero (25%) y al aluminio (10%) tuvo implicaciones directas para Sudáfrica, a pesar de las excepciones a un número reducido de importa- ciones de acero y aluminio procedente de la princi- pal economía del continente. Es de entender la im- portancia que para Sudáfrica reviste el cambio de administración en la Casa Blanca. De hecho, Cyril Ramaphosa se convirtió en el primer mandatario africano en recibir una llamada telefónica de Joe Biden, también por su condición de presidente de turno de la Unión Africana. El líder sudafricano se mostró optimista sobre una fuerte asociación entre los Estados Unidos y África en cuanto a la promo- ción de la paz y la estabilidad en las relaciones in- ternacionales y en avanzar en el multilateralismo.
Con Biden, se tiene la percepción de que Esta- dos Unidos retomaría la senda del multilateralis- mo y tendría una postura menos antagónica con China (lo cual no parece probable), con la cual Sudáfrica —como miembro del BRICS— tiene ex- celentes relaciones. En dicha llamada telefónica, del 17 de noviembre de 2020, ambos líderes inter- cambiaron ideas de cómo fortalecer las relaciones EE.UU.-África y sobreponerse a la pandemia de la Covid-19 (South African Government, 2020).
Durante las campañas presidenciales en Esta- dos Unidos las referencias sobre África son muy marginales, para no decir, inexistentes. Los comi- cios de 2020, no fueron la excepción, pero al me- nos hubo pasos en ese sentido y los resultados sí
podrían marcar una diferencia en la política hacia la región, debido a que la administración demó- crata pretende replantearse el “liderazgo” de los Estados Unidos en los espacios perdidos, a través del multilateralismo, la diplomacia y las presiones contra China y Rusia. Es decir, una combinación de la retórica del soft y el hard power, de la cual no escapa África.
La Plataforma de los demócratas para los co- micios de 2020, planteaba una revitalización de la asociación con el continente debido a las enormes potencialidades que este representa para los inte- reses estadounidenses. Reconocían que en África se ubicaban varios de los países con “mayores” ín- dices de crecimiento económico. Señalaban cómo la administración Trump había tratado al conti- nente de manera “descuidada y con desprecio”, en un contexto en el cual, tanto los aliados de Esta- dos Unidos como sus “enemigos” estaban invir- tiendo más recursos en la región6 y le prestaban más atención político-diplomática. En este senti- do, el Partido Demócrata abogaba por reparar las relaciones con sus socios africanos, renovando su compromiso en la lucha por la democracia y los derechos humanos, avanzar en los temas de paz y seguridad, promover la energía limpia, la agricul- tura sostenible, la protección ambiental y el traba- jo con los jóvenes y sobre todo, las mujeres (De- mocratic Party Platform, 2020: p.86).
En cuanto a los temas bilaterales, afirmaban que apoyarían el fortalecimiento de la frágil transición política en Sudán y en Etiopía, mientras profundi- zaban sus relaciones con los actores regionales más importantes, así como mantendrían su compromi- so con asistir a los países del África Central, el Sahel y el Cuerno, para contener el tema del extremismo violento —entiéndase este como terrorismo— y los niveles de inseguridad generados.
Junto a este documento programático, la dupla Biden-Harris también dio a conocer su “Agen- da para la Diáspora Africana”, donde esbozaban cómo esta era una de las comunidades más diver- sas en los Estados Unidos: con personas prove- nientes de diferentes realidades sociales, lingüís- ticas y religiosas.7 Uno de los decretos de Trump en materia migratoria incluía la restricción de vi- sados para musulmanes provenientes de Eritrea, Nigeria, Sudán, Tanzania, Somalia y otras comu- nidades de la diáspora (The Biden-Harris Agen- da for the African Diaspora). Además, prohibía a nacionales de estos países obtener residencia permanente e incluso se adoptaron medidas que impedían a estudiantes africanos cursar estudios por más de dos años en los Estados Unidos y puso fin al “estado de protección temporal” (TPS, por sus siglas en inglés) para los nacionales de Sierra Leona, Guinea y Liberia, afectados por el brote de ébola.
Por estas razones, la administración Biden se comprometió a eliminar estas múltiples restric- ciones migratorias, que iban incluso contra el reasentamiento de refugiados en el país. En de- claraciones realizadas el 5 de febrero sobre sus prioridades de política exterior, Biden anunció una orden ejecutiva para ampliar el límite de ad- misiones de refugiados en Estados Unidos, de los 15 000 actuales a 125 000, en el primer año fiscal de su mandato (BBC, 2021).
Una de las principales prioridades de política exterior de la administración Biden, según la Pla- taforma de su Partido, sería restaurar y revigori- zar las relaciones político-diplomáticas con los gobiernos africanos y las instituciones regionales, en especial con la Unión Africana. Estos intercam- bios se habían deteriorado durante la administra- ción Trump. En un encuentro online realizado
6En los últimos veinte años y como resultado de las inversiones de China en África, las empresas chinas han cons- truido más de 6 000 km de vías férreas, 6 000 km de carreteras, alrededor de 20 puertos, unas 80 plantas eléctricas, parques industriales, zonas económicas especiales y más de 120 000 becas para estudiantes africanos.
7Desde la década de 1970, la comunidad africana se ha duplicado en cada decenio y esa primera generación de descen- dientes de inmigrantes africanos radicados en los Estados Unidos alcanza ya la cifra de dos millones.
por prominentes figuras del partido demócrata, cuyo objetivo era la recaudación de fondos para la campaña de Biden, se confirmó esta estrategia de revitalizar las relaciones entre Estados Unidos y África. Bajo el título de U.S.-Africa Policy Priori- ties, políticos como Susan Rice, Karen Bass, Chris Coons y Brian McKeon analizaron por videocon- ferencia, en el mes de agosto,8 cuáles podrían ser las perspectivas de la política africana de Biden, si este ganase las elecciones de noviembre 2020 y cómo se pudieran restablecer esos vínculos.
ElencuentroestuvopresididoporBrianMcKeon, quien fuera Asesor de Biden durante la admi- nistración Obama y quien además tuvo cargos dentro del Pentágono y el Consejo de Seguridad Nacional. Dichos panelistas se concentraron en adelantar cuánta atención recibiría el continen- te de ganar la dupla demócrata. De acuerdo con Susan Rice:9 “esta administración —refiriéndose a Trump— ha provocado mucho daño en tan poco tiempo”. Por lo tanto, había que relacionarse con África de “una manera respetuosa”, en asuntos relativos a la inmigración y la educación. Mien- tras que en temas de inversiones e infraestructura señaló: “tenemos que estar en África porque en- tendemos que eso es importante para nosotros” (Kramer, 2020).
Por su parte, la congresista por California, Ka- ren Bass, presidenta del Caucus Negro del Con- greso (2019-2021)10 (CBC, Congressional Black Caucus) caracterizó la entonces política africana de Trump como “incoherente”. El senador por Delaware, Chris Coons, miembro del Comité de Relaciones Exteriores y ex presidente del Subco- mité para África, hizo referencia a la necesidad de retomar esa Cumbre de alto nivel con África,
y que Biden, viajaría de manera regular al conti- nente, así como se nombrarían a embajadores con experiencia en el trabajo con África. Asimismo, planteó que la nueva administración necesitaría demostrar su respeto por África y por su diáspora radicada en los Estados Unidos (Kramer, 2020). Para ello se proyecta el aseguramiento de una “imagen” positiva de EE.UU. a través de la incor- poración de funcionarios de origen afrodescen- diente en puestos importantes dentro del servicio exterior y del gobierno.
Todos los panelistas ratificaron la importancia de reforzar y expandir las iniciativas centradas en los jóvenes del continente, para lo cual se retomaría y ampliaría el programa establecido por Obama en 2010 conocido por sus siglas en inglés: YALI (Inicia- tiva de Jóvenes Líderes Africanos). A través de esta iniciativa, Estados Unidos se “comprometía con los jóvenes africanos, y en ofrecerles una ventana hacia el modelo estadounidense de democracia” (Kramer, 2020). Este ha sido un instrumento de subversión, a través del trabajo de influencia política con los jóve- nes en África Subsahariana, sobre todo en los países de la subregión del África Austral.
Tal y como se caracterizó la administración Trump con sus pros and cons, y en dependencia del enfoque con el que se analice, otros académi- cos eran más cautelosos en cuanto a afirmar la percepción generalizada de que Trump ignoró a África y que los demócratas tienden a favorecer un mayor acercamiento con el continente. Para ellos estas afirmaciones son parcialmente verda- deras. Al respecto citan, por ejemplo, cómo en su mandato, el Congreso —de mayoría republica- na— se opuso a los intentos por disminuir la asis- tencia extranjera y a reducir la presencia militar
8Fueron varios los encuentros virtuales realizados para la recaudación de fondos para la campaña de Biden. En par- ticular este, de principios del mes de agosto, se piensa fue el primer evento realizado en una campaña presidencial cuyo centro de atención fuese la política hacia África.
9Fue Asesora de Seguridad Nacional del gobierno de Barack Obama y Embajadora de EE. UU. en la ONU, y una de las figuras clave en la organización, en 2014, de la Cumbre Estados Unidos-África que reunió a 50 figuras africanas entre presidentes y funcionarios de alto rango, por tres días en Washington.
10La Congresista Joyce Beatty, por Ohio es su actual presidenta.
en el Cuerno Africano y en el Sahel (Khadiagala, 2020 a). Aspecto que no ocurrió.
De igual manera, señalan que Trump contó con la experiencia de reconocidos africanistas como el Subsecretario de Estados para Asuntos Africa- nos, Tibor Nagy o de Mark Green en la USAID (Khadiagala, 2020 a). Sin embargo, estos peque- ños matices, no solapan el hecho de que sí hubo una disminución de los montos de la asistencia de Estados Unidos, en casi un 25%, y una reducción de la importancia de África en la última adminis- tración republicana, al tiempo que se discute si los demócratas podrían modificar sustancialmente esta visión trumpista.
Al respecto, Gyude Moore, ex político liberia- no y experto en temas africanos del tanque pen- sante Centre for Global Development, basado en Washington, declaraba que él esperaba la restau- ración de la ayuda al desarrollo y el regreso a las buenas relaciones que existieron durante la épo- ca de Obama. También hacía referencia a cómo cada presupuesto que la administración Trump presentó al Congreso, significó una reducción de los fondos destinados a varios de los programas dirigidos por la ONU en África. El experto se- ñaló además, que esperaba que Biden reparara el daño causado en las relaciones con el continente (Wasike, 2020).
En el plano multilateral, la reducción de la con- tribución de Estados Unidos a las Agencias del sistema de Naciones Unidas, incluido el retiro de sus fondos a la Organización Mundial de la Salud (OMS), en medio de la pandemia de la Covid-19, tuvo graves consecuencias para los Estados afri- canos. La experiencia de Barack Obama en el ma- nejo de la epidemia de Ébola, en el África Occi- dental, en 2014, contrastó de manera directa con el tratamiento que el gobierno de Trump ofreció frente al coronavirus.
Esta diferencia de enfoque en el abordaje de la crisis sanitaria, y la estrategia de Biden —centrada en una perspectiva científica— para combatir la Covid-19 en Estados Unidos, así como su regreso
a la OMS, significaría una oportunidad para los países africanos, en cuanto al acceso que pudie- ran tener a más recursos provenientes de la OMS (Stremlau, 2020). Desde abril de 2020, la OMS estableció el programa de COVAX para “garanti- zar” un acceso universal a las vacunas contra la Covid-19 (Khadiagala, 2020 b). Hasta la fecha no ha sido posible y salvo Sudáfrica, el resto de las naciones del continente están en desventaja para acceder a las vacunas disponibles. Sin contar con el hecho de que la Organización Mundial del Co- mercio (OMC) se opuso (en febrero) a liberar los derechos de propiedad intelectual sobre las vacu- nas, presentando por India y Sudáfrica.
En la esfera multilateral también han declara- do apoyar la implementación de la Agenda 2063 de la UA así como su iniciativa del Área de Libre Comercio Continental, —en vigor desde el 1ro de enero de 2021— que tiene un carácter neoliberal y es a fin a los intereses económicos de los acto- res extracontinentales y por supuesto, EE.UU. no desea seguir cediendo espacios en este sentido. De igual manera, se comprometían con asistir al continente en la recuperación de la pandemia de la Covid-19 y ayudarían a “elevar” la voz de Áfri- ca en los foros multilaterales (Democratic Party Platform, 2020: p.86).
De hecho, el nombramiento de Linda Tho- mas-Greenfield, como Embajadora de Estados Unidos en la ONU, puede apuntar en este sentido. Thomas-Greenfield fue, durante la mayor parte del segundo mandato de Obama, la Subsecretaria de Estado para Asuntos Africanos (2013-2017), por lo que es una diplomática afronorteamericana de experiencia en la política africana. De acuerdo con Richard Gowan, Director de Crisis Group en la ONU, su nombramiento puede rectificar el sentido del compromiso de Estados Unidos con África des- de que Nikki Haley asumiera ese puesto, en 2017 (Thomas, 2021). También en el plano internacio- nal estaba pendiente el nombramiento del Director General de la OMC. En octubre de 2020, el gobier- no de Trump había bloqueado la candidatura de
la ex Ministra de Finanzas de Nigeria (2011-2015), Dra. Ngozi Okonjo-Iweala en favor de la Ministra de Comercio surcoreana, Yoo Myung-Hee (quien de hecho renunció a su postulación). La adminis- tración Biden ya había declarado, mediante su em- bajador ante la OMC, su apoyo a la candidata ni- geriana, la cual se convertiría en la primera mujer y en la primera africana en dirigir ese organismo internacional, que en gran medida dicta las políti- cas económicas en África.
Hasta el momento, la administración Biden no ha planteado un incremento de los gastos federa- les dirigidos a la ayuda para el desarrollo en Áfri- ca, ni se ha pronunciado en cuanto a profundizar el accionar militar de Estados Unidos en los asun- tos de seguridad en el continente (Mishra, 2020). Con respecto al primer tema, quedaría pendiente ver cómo se desarrolla la USAID bajo el liderazgo de Samantha Power y la Estrategia a seguir por parte del AFRICOM, dirigido, desde el 26 de julio de 2019, por el General Stephen Townsend.
En los temas de seguridad se espera se mantengan las campañas antiterroristas en el Cuerno de África y el Sahel, así como los acuerdos de defensa bilaterales firmados en los últimos años con países africanos. Habría que esperar a la Estrategia de Seguridad Na- cional de la nueva administración, así como la Estra- tegia de Defensa Nacional y la Revisión Cuadrienal de Defensa del Pentágono, porque quedó aplazado si finalmente se encaminan a una reducción del pre- supuesto del AFRICOM y por ende de su presencia militar o no, debido a las complejidades del conti- nente africano en temas de seguridad. También está el tema de las contribuciones a las Misiones de Man- tenimiento de la Paz de la ONU en la RDC, la RCA, Mali y Somalia (Khadiagala, 2020 b). Otro puesto importante en las relaciones con el continente es el de Subsecretario de Estado para Asuntos Africanos. A diferencia del mandato de Trump, quien dilató está nominación, el mismo 20 de enero asumió el puesto el Embajador Robert F. Godec. Una figura
con una larga trayectoria dentro de la Subsecretaria para Asuntos Africanos, fue Embajador en Túnez (2006-2009), previo al estallido de la “primavera ára- be”; encargado de Negocios en la Embajada de Ken- ya, en agosto de 2012 y luego nombrado Embajador en Kenya (enero 2013-febrero 2019). Fue Segundo Jefe de Misión y Ministro Consejero para Asuntos Económicos en la Embajada en Sudáfrica (US State Department, 2021). Una de las expectativas de los líderes africanos está en retomar la Cumbre de alto nivel, Estados Unidos-África de 2014 y que se reto- men las visitas de dignatarios africanos a Washing- ton y las usuales giras del presidente estadounidense a países priorizados por ellos en África, ruptura que también introdujo Trump. Aunque el escenario tra- zado por la pandemia de la Covid-19 puede influir en que esto no ocurra de la manera deseada.
Otro de los temas más acuciantes para los Estados Unidos es el económico-comercial, debido a varios factores: primero, la ofensiva de China en la región y de otros actores como India y Japón, que están monopolizando las cifras de inversión extranjera directa, ayuda oficial al desarrollo y desplazando a competidores tradicionales como los europeos; se- gundo, la implementación del AfCFTA y tercero, la conclusión de la AGOA en 2025. Por lo tanto, será en el transcurso de este mandato donde se van a comenzar las negociaciones para la renovación o modificación de la AGOA, que permite, a un muy reducido número de países, exportar libre de im- puestos y de cuotas, a Estados Unidos.
La tendencia parece apuntar a que se deben pro- ducir presiones por parte de Estados Unidos para firmar acuerdos bilaterales de libre comercio que sustituya el carácter no recíproco de la AGOA, una situación parecida a las negociaciones pendientes con los europeos y el post-Cotonou. A principio de julio de 2020, Kenia inició las negociaciones para un Acuerdo de Libre Comercio bilateral con EE.UU.,11 en detrimento de la subregión del África Oriental (Khadiagala, 2020 b) que también quedó pendiente.
11El comercio bilateral EE.UU.-Kenia representó en 2019, 1,1 000 millones de dólares.
Esto indica que determinados países africanos pudieran buscar ventajas unilaterales en dichos convenios, de concretarse alguno más; aspecto que puede torpedear o no, las iniciativas de in- tegración subregional y continental. Ahora, se- gún Edward Alden, experto en temas económicos del Council on Foreign Relations, Estados Unidos debe seguir las negociaciones con Kenia y, por el contrario, “no espera ver nuevas iniciativas co- merciales con África por el momento”. También señaló que la “agenda comercial de Biden se va a mover bastante despacio”, en lo que a África res- pecta (Thomas, 2021).
De momento, lo más previsible es que la admi- nistración Biden busque consolidar las políticas previas como: PEPFAR, del mandato de Georges Bush; Power Africa y YALI, de la época Obama; y Prosper Africa, de Trump. Para la continuidad de estos programas e iniciativas se debe incrementar el presupuesto de la USAID —afectado por los re- cortes de Trump—, bajo la dirección de Samantha Power y avanzar en la revitalización de la AGOA previo a que termine su primer mandato. En los primeros cien días del gobierno de Biden no se produjo ninguna definición concreta sobre polí- tica africana.
Uno de los retos más importantes de la nueva administración, juramentada el 20 de enero de 2021, es primero mitigar los efectos socioeconó- micos desastrosos generados por la mala gestión de la pandemia de la Covid-19 dentro de la so- ciedad estadounidense, restaurar su sistema de alianzas internacionales y retomar la senda del multilateralismo. En fin, revocar e invertir las po- líticas de cuatro años de la administración Trump e introducir un cambio de estilo y de tono, en las relaciones internacionales y en particular en lo que al tratamiento de África se refiere. Razón por la cual la derrota de Trump fue recibida con mucho optimismo en África. Aunque habría que esperar al final del mandato de Biden para poder
valorar si ese cambio de estilo introdujo políticas sustantivas.
La forma en la que se ha desarrollado alter- nativamente la política de Estados Unidos hacia África Subsahariana entre las administraciones demócratas y republicanas desde Clinton hasta Trump, indica que a pesar de los matices y pro- gramas implementados por unos u otros ha ha- bido un consenso bipartidista que trasciende los ciclos electorales estadounidenses, en lo que se refiere a las prioridades estratégicas para Estados Unidos en África. En este sentido los temas de seguridad y los económicos seguirán marcando la agenda gubernamental, independientemente del inquilino de la Casa Blanca. Aunque siem- pre, un cambio de administración puede incor- porar o no elementos nuevos en la forma y en la aplicación de esas directrices, se mantiene la re- tórica sobre los temas de seguridad, gobernabi- lidad y democracia, que Estados Unidos ha pro- movido en África.
Teniendo en cuenta esta idea de la continuidad de la política —al margen de la matriz discursiva que se use— una administración demócrata po- dría reavivar las referencias sobre África en sus discursos de política exterior. Por lo tanto, es de esperar que en la futura Estrategia de Seguridad Nacional de la administración Biden, se retomen varios principios esbozados durante la época de Barack Obama, en lo relacionado con África.
Ahora con el nuevo enfoque de política exterior, se plantea retomar el rol de los Estados Unidos en África; restaurar los niveles de “cooperación”; re- vitalizar las relaciones políticas con los gobiernos e instituciones africanas, rescatando el discurso de derechos humanos, gobernabilidad y accoun- tability (rendición de cuentas y fiscalización); ex- portar su modelo de democracia, demostrando su validez; continuar con el trabajo de influencia sobre los líderes juveniles, los emprendedores, así como empoderar a las mujeres, tema este que puede ser impulsado mediáticamente por la Vice- presidenta Kamala Harris.
Con Trump solo cambió la manera de referirse a los africanos. Por lo tanto, este patrón en las re- laciones con África, indican la necesidad de tener un enfoque más realista, a pesar de las expectati- vas de algunos líderes y académicos africanos de que puede haber un cambio real en beneficio de la región. También está la incertidumbre de si Biden se presenta para la reelección y gane él u otro can- didato del Partido Demócrata, las presidenciales
del 2024. De lo contrario, todas estas políticas de- berían implementarse en menos de cuatro años. Por lo que existe una gran expectativa dentro del continente, aunque, siendo objetivo a los hechos históricos —y la euforia de los primeros años de Obama lo demostró— los africanos no deben es- perar una ruptura o transformación estructural de esa política sino más bien una continuidad, pero con otro método y estilo.
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