Nueva Época

Número 1

El populismo como estilo comunicativo en América Latina (2016-2020) Populism as a Communicative Style in Latin America (2016-2020)

MSc. Orietta E. Hernández Bermúdez

Máster en Relaciones Internacionales, doctorante en Ciencias Políticas. Actualmente se desempeña como Investigadora Agregada y Profesora Asistente Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI)

e-mail: orietta82@yahoo.es

Número ORCID: 0000-0001-5225-3067

Lic. Mayra Bárzaga García

Investigadora en temas de América Latina y Comunicacionales, Coordinadora de la Revista Cuadernos de Nuestra América Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI)

    1. ail: mayramarbg17@gmail.com Numero ORCID: 0000-0002-0410-596X


      Resumen:

      En América Latina el auge de la derecha popu- lista se manifiesta como gestora de la restaura- ción conservadora y de la acción golpista. Expre- sa una respuesta reaccionaria al ciclo progresista y mantiene rasgos históricos, especialmente en el servilismo de las elites, mimetizando rasgos del populismo tecno comunicacional estadouni- dense y europeo. La coyuntura económico-polí- tico-social de la región ha sido propicia para su expansión, como sostén de una oligarquía regio- nal parasitaria, corrupta, dependiente del capital global.

      El discurso populista de derecha en la región, tiene como centro las emociones y como escena- rio fundamental los medios de comunicación y redes sociales. Todo es válido en la lucha contra el progresismo y otras fuerzas políticas y popula- res. De acuerdo con la narrativa de los gobiernos de derecha, una victoria electoral de la izquierda es sin dudas un fraude monumental, un mandato extendido y autoritario de la derecha es cuando menos necesario para mantener la democracia


      y por supuesto un mandato prolongado de la iz- quierda es una “dictadura corrupta”.

      En la región latinoamericana el estilo comuni- cacional que adopta el populismo de derecha se construye sobre el autoritarismo y la intolerancia, y en lugar de canalizar el descontento de los ciu- dadanos contra el neoliberalismo y las políticas de austeridad, expresan una respuesta reacciona- ria al ciclo progresista.

      Palabras clave: Populismo, estilo comunicacio- nal, medios de comunicación, redes sociales, fuer- zas políticas.


      Abstract:

      In Latin America, the rise of the populist ri- ght is manifested as the manager of the conser- vative restoration and the coup action; they ex- press a reactionary response to the progressive cycle and maintain historical features, especially in the servility of the elites and mimic features of American and European techno-communica- tional populism. The economic-political-social situation of the region has been conducive to its

      expansion, as the support of a parasitic, corrupt regional oligarchy, still highly dependent on glo- bal capital.

      The right-wing populist discourse in the re- gion has emotions as its center and the media and social networks as its fundamental stage. Everything is valid in the fight against progres- sivism, according to the narrative of the gover- nments of the right, an electoral victory of the left is undoubtedly a monumental fraud, an extended and authoritarian mandate of the ri- ght is at least necessary to maintain democracy and of course a long term on the left is a corrupt

      dictatorship. This is how the common sense of the people is manipulated.

      In the Latin American region, the communica- tion style adopted by right-wing populism is built on authoritarianism and intolerance, and instead of channeling the discontent of citizens against neoliberalism and austerity policies, they express a reactionary response to the progressive cycle. That is why it assumes the classic modality of messages enraged against the left in general.

      Key words: Populism, communication style, communication media, social networks, political forces.


      Introducción

      El populismo es objeto de estudio de diferen- tes disciplinas científicas, su análisis puede reali- zarse desde disímiles enfoques, de tal forma que las ciencias sociales no han llegado todavía a un consenso único acerca del tema. Esta cualidad, de amplio espectro en su definición y utilización re- fuerza la necesidad de su estudio, especialmente en los últimos años, en el que a criterio de nume- rosos cientistas sociales y políticos, el populismo se ha puesto “de moda” con el ascenso de actores políticos, especialmente de derecha, en la disputa por los gobiernos en diferentes partes del mundo: EE.UU., Europa, Asia, África y América Latina.

      El objetivo general propuesto en el presente ar- tículo, es determinar los factores comunicaciona- les que han condicionado el reforzamiento de la influencia de las fuerzas populistas de derecha en América Latina. Para ello, el análisis se centrará en el estilo comunicacional del populismo de de- recha en la región latinoamericana; analizándolo como “método o estilo de actuación política que se utiliza para lograr un particular tipo de movili- zación social, normalmente en situaciones de cri- sis económica y, sobre todo, de crisis política por procesos de deslegitimación de las elites políticas.

      Estilo construido con gran presencia de la dema- gogia, utilizada como palanca para acceder al po- der” (Rodríguez et al., 2019: p. 8).

      La importancia de este estudio radica, en pri- mer lugar, en la identificación de las causas de la extensión de las fuerzas políticas del populismo a nivel mundial y en particular en América Latina. En segundo lugar, el análisis del estilo comunica- cional que utilizan para la instauración de regí- menes populistas de derecha como instrumentos para reforzar su dominación, en representación sistémica del capital.

      Consideraciones teóricas

      La despolitización de la economía y la nega- ción de la lucha de clases están en el centro de la llamada política posmoderna. Para entender la esencia del populismo de derecha, es imprescin- dible comprender que todo el aparato ideológico de las corporaciones y de los poderes fácticos, giran en torno a defender esta tesis, en lo teórico y lo práctico y es uno de los instrumentos del ca- pital para “internalizarla” simbólicamente en la discusión filosófica y política y en la práctica co- tidiana. De manera que, la instauración de regí- menes populistas de derecha por todo el mundo

      El populismo como estilo comunicativo en América Latina (2016-2020)


      es una herramienta para reforzar su dominación en representación sistémica del capital.

      Conceptualmente, el populismo sigue siendo un objeto de análisis de límites difusos y naturale- za ambivalente (Errejon, 2011). Sin embargo, hay rasgos comunes en los que coinciden sus princi- pales estudiosos:

      ×La composición difusa y transversal (intercla- sista) de su categoría central, el “pueblo”, construi- da a partir de un discurso amplio, en no pocos casos considerado demagógico.

      ×Presencia de un líder como representante de uno o más grupos excluidos en oposición a las eli- tes o al establishment; los cuales son “responsabili- zados” de promover la dicotomización antagóni- ca del espacio político.

      ×Papel catalizador de un liderazgo carismático en la construcción de la acumulación de fuerzas para oponerse al establishment constituido.

      Al respecto, (Moufflé, 2019) y otros teóricos, han manifestado que coinciden con esta tríada: Líder-Pueblo-Discurso antiestablishment, para concluir que se está en presencia de un populista. Sin embargo, consideramos más acertada la preci- sión que hace Monedero en relación con la cons- trucción del concepto “pueblo”, del “nosotros”; él especifica que es importante tener en cuenta para la utilización de este concepto, no sólo su defini- ción como grupo subordinado y la naturaleza de su subordinación (económica, cultural, étnica, política u otra) sino el carácter ideológico de la construcción populista: la naturaleza del “noso- tros” y el horizonte de liberación propuesto (Mo- nedero, 2015).

      En ese sentido, Monedero señala que la tautolo- gía: “populista es el que interpela al pueblo” sólo cobra sentido si se especifica que:

      1. La construcción discursiva del “nosotros” es una operación netamente política.

      2. La interpelación al pueblo es política en tanto es conflictiva. Esta es la segunda tarea central en toda ruptura del orden constituido: la construc- ción del “ellos”.

      3. La construcción dicotómica siempre se hace desde fuera del orden existente, por lo general por un “outsider” mediante una convocatoria refun- dacionalista.

      4. La construcción populista es, en este sentido, siempre antiinstitucional y su legitimidad es tan grande como amplio y cohesionado sea el “noso- tros” por el que dice hablar.

Sin dudas estos rasgos son importantes a te- ner en cuenta para identificar cuando estamos en presencia de un líder y una construcción popu- lista, pero no nos alcanzan para identificar al po- pulismo como potencialmente antisistémico; en todo caso se refiere a posiciones ante las diferen- tes maneras de gestionar las instituciones, es por eso que el término permite incluir tanto a líderes de izquierda como de derecha, lo que genera no pocas veces, confusiones teóricas y políticas. En no pocas ocasiones, el populismo es manipulado peyorativamente por la derecha en contra de la iz- quierda, acusando a ciertos líderes de utilizar al pueblo para generar cambios en función de pro- mesas “demagógicas” que no se podrían cumplir, pues en apariencia no contaban con un programa realista y realizable para ello.

Precisamente, la construcción del “nosotros” en oposición al “ellos” mediante una convocatoria antiinstitucionalista para refundar las relaciones económicas, sociales y política de una sociedad en concreto ha transversalizado los cambios econó- micos, sociales y políticos, en disímiles circuns- tancias históricas y en diferentes contextos geo- gráficos. Por esa razón el término populista se ha manejado desde diferentes ángulos en la historia. Por ejemplo, Mouflé y Laclau, identifican al po- pulismo como “una estrategia de construcción de la frontera política y no como un régimen. “Para estos filósofos más que una ideología, es una for- ma de estructurar el relato político y de ejercer el poder; en la construcción “de la frontera política”

(Mouflé, 2019)

Para (Laclau, 2005) el populismo no es un mo- vimiento político específico, sino lo político en su

forma más pura, una matriz neutral, un campo de lucha abierto, cuyos contenidos están definidos por la lucha por la hegemonía. Para este filósofo el populismo ocurre cuando una serie de demandas democráticas particulares son encadenadas en una serie de equivalencias y este encadenamiento produce “el pueblo” como el sujeto político uni- versal.

Según su criterio, lo que caracteriza al populis- mo, es la emergencia de la gente como sujeto po- lítico y todas las diferentes luchas y antagonismos particulares de género, feministas, sexuales, étni- cos, culturales y otros que aparecen como parte de la lucha entre el pueblo y el Otro. En un con- texto donde el poder hegemónico no puede in- corporar una serie de demandas particulares, una fuerza antagonista podría luchar por abanderar ciertos significantes vacíos (democracia, justicia, derechos), los cuales podrían incorporar las múl- tiples demandas particulares insatisfechas de la población.

Diversas críticas han recibido este proyecto de las disimiles identidades y la política radical, así como la hipótesis populista de Laclau. Entre sus críticos está Slavov Zizek (2018), quién sostiene que esa propuesta conceptual de populismo tiene un con- tenido postpolítico.1 De acuerdo con este autor las políticas posmodernas2 de la identidad, vinculadas a estilos de vida particulares, encajan muy bien con la idea de una sociedad despolitizada.

La postpolítica, a su vez, subraya que la lucha de clases ha quedado desfasada y que por tanto hay que abandonar las viejas divisiones ideológi- cas (izquierda y derecha). El reto, se nos dice, es ahora resolver las necesidades y exigencias pun- tuales de la sociedad, provistos de la necesaria competencia del experto (que se presenta como

apolítico, por ejemplo: el economista, el sociólo- go, el diplomático, etc.)

No obstante, no podemos obviar que el único vínculo que conecta todas estas “múltiples identi- dades” es el mercado capitalista y la relación capi- tal-trabajo, por lo que el punto clave es que aban- dona la crítica al capitalismo. Es evidente que esta teoría populista posmoderna ha contribuido a la despolitización de la economía y a la naturaliza- ción del capitalismo.

Para Zizek, la huida del esencialismo marxista que llevan a cabo Laclau y Mouffe conduce a la aceptación del capitalismo y a la renuncia a cual- quier intento real de superar las condiciones so- ciales de existencia actuales.

Algo similar ocurre con la externalización del enemigo en un intruso o un obstáculo por parte del populismo. Para el populismo, la causa de to- dos los males es en última instancia, no el sistema en sí mismo, sino el “intruso que lo corrompe” (la corrupción política y no el capitalismo, los espe- culadores financieros y no el capitalismo finan- ciero); esta tesis contribuye a diluir el concepto fundamental de que el problema no son las con- secuencias inevitables del sistema capitalista, sino las causas estructurales en la relación capital-tra- bajo del sistema capitalista como tal.

Así que, para Slavoj Zizek, salir de la situación postpolítica actual parece pasar irremediable- mente por repolitizar la dimensión económica y de clase que ha quedado fuera de la discusión; cri- terio con el que coincidimos.

También en la academia cubana se elaboran diferentes tesis sobre el populismo. A propósi- to, destacan los análisis de varios autores en el debate publicado en la revista Cuba Socialista. Para el filósofo cubano Rubén Zardoya el po-


1“la postpolítica es la tentación autoritaria de hacer pasar por “naturales” decisiones o situaciones que responden a preferencias políticas, a intereses particulares que, de esta forma, resultan blindados (Zizek, 2018).

2“La posmodernidad, también denominada postmodernidad, es un concepto muy amplio que se refiere a una tenden- cia de la cultura, el arte y la filosofía que surgió a finales del siglo XX. A nivel general, puede decirse que lo posmoder- no se asocia al culto de la individualidad, la ausencia de interés por el bienestar común y el rechazo del racionalismo, aunque la idea tiene muchas aristas” (Pérez y Gardey, 2013).

El populismo como estilo comunicativo en América Latina (2016-2020)


pulismo “es un vocablo en extremo polisémico. Las definiciones con que tropezamos en la li- teratura especializada son generalmente vagas, indeterminadas, imprecisas y su utilización en los medios de comunicación es en extremo di- fusa y, como norma, peyorativa, al punto que la palabra ha llegado a convertirse en una forma de denigrar al adversario, en una invectiva des- calificadora y estigmatizadora, en un insulto lanzado al rostro de los contrincantes. Sin que tenga lugar el menor desplazamiento de senti- do, en muchos discursos, la palabra populista puede sustituirse por demagogo, manipulador, paternalista, asistencialista, clientelista, nacio- nalista, patriotero, xenófobo y hasta irrespon- sable” (Zardoya, 2018).

Por su parte, el filósofo cubano, Embajador Ger- mán Sánchez Otero (2018), en el artículo “Popu- lismo, movimientos políticos y retórica de la des- calificación” apunta: “Todos los políticos de una u otra manera apelan al pueblo. Ese es el sostén de la retórica de cualquier política, pues el pueblo es el que da los votos. Entonces, calificar a un suje- to político como populista por su utilización del término pueblo, o su búsqueda de apoyo popular no podría ser el camino. A la hora de analizar la vigencia de este término, me parece que debemos irnos más a su contextualización histórica y a sus especificidades por regiones e, incluso, por paí- ses” (Zardoya, 2018).

Siguiendo el mismo debate, el politólogo Ra- fael Hidalgo (2018) considera que el elemento común en este concepto es “el papel de una no- ción abstracta de pueblo entendido como factor del cambio o como objeto de manipulación. ¿En qué sentido se da esa presencia? Puede ser en un sentido de burda manipulación, tipo Trump, o como actor del cambio. O sea, el uso del con- cepto tiene un componente instrumental que imposibilita formular una definición general y obliga, al utilizarlo, a precisar en qué nivel del tratamiento de la realidad vamos a movernos” (Zardoya, 2018).

Rasgos del populismo de derecha

Para precisar los rasgos del populismo de de- recha y sus manifestaciones en diferentes partes del mundo, hagamos un análisis de la coyuntura actual, en la que no pocos estudiosos señalan a la “postpolítica” como una característica central en las relaciones sociales actuales.

En los países donde impera el mercado, la “po- lítica” responde cada vez menos a los intereses y necesidades de los ciudadanos, se resume a defen- der los intereses de las elites empresariales, pues por lo general, son los empresarios o sus acólitos quienes “participan”; en detrimento de la mayoría de sus “representados”.

La “postpolítica” es una política que afirma de- jar atrás las viejas luchas ideológicas para recaer en la administración y gestión de expertos de la manera más eficiente y responsable posible. La postpolítica (la “gestión de los asuntos sociales como algo técnico”) moviliza todo el aparato de expertos, trabajadores sociales, asociaciones, etc., para asegurarse que la puntual reivindicación, “la demanda”, de un determinado grupo se quede en eso: en una reivindicación puntual.

Según Zizek, la esencia de la coyuntura postpo- lítica radica en “el fin de la ideología” caracteriza- da por la radical despolitización de la esfera de la economía, puesto que el modo en que funciona la economía (la necesidad de reducir el gasto social, etc.) se acepta como una simple imposición del estado objetivo de las cosas. Mientras persista esta esencial despolitización de la esfera económica, cualquier discurso sobre la participación activa de los ciudadanos, sobre el debate público como requisito de la decisión colectiva responsable, etc. quedará reducido a una cuestión “cultural” en torno a diferencias religiosas, sexuales, étnicas o de estilos de vida alternativos y no podrá incidir en las decisiones de largo alcance que nos afectan a todos. La única manera de crear una sociedad en la que las decisiones de alcance y de riesgo sean fruto de un debate público entre todos los inte- resados, consiste, en definitiva, en una suerte de

radical limitación de la libertad del capital, en la subordinación del proceso de producción al con- trol social, esto es, en una radical repolitización de la economía.

En la coyuntura actual, nos parece importan- te apuntar que el populismo de derecha no debe confundirse con la extrema derecha, aunque esta última es habitualmente populista, conjuga ele- mentos que derivan de la agenda liberal clásica, de la tradición conservadora y un aparente discurso de la “antipolítica” o postpolítica, presentándose a sí mismos como “el cambio”, la nueva política o recurriendo a figuras empresariales como candi- datos.

Varios académicos usan la terminología de ma- nera inconsistente, refiriéndose a veces al popu- lismo de derecha como “derecha radical” u otros términos como neonacionalismo, categorizan a los partidos como “ultras” o “extrema”, “nueva derecha”, “antiinmigrante” o “neofascista”, “anties- tablishment”, “populista nacional”, “autoritario”, “antigobierno”, “antipartidista”, “ultranacionalis- ta”, “neoliberal”, “libertario” y así sucesivamente.

Debemos en este sentido destacar que la clasi- ficación del populismo de derecha en una sola fa- milia política ha resultado difícil y no es seguro si existe una categoría significativa, o simplemen- te un conjunto de categorías, ya que los partidos difieren en ideología, organización y retórica de liderazgo. A diferencia de los partidos tradiciona- les, tampoco pertenecen a organizaciones inter- nacionales de partidos afines y no usan términos similares para describirse a sí mismos.

Sin embargo, es importante destacar que ac- tualmente, los rasgos comunes del populismo de derecha, se enmarcan en democracias más orien- tadas a lo simbólico, insertadas en una sociedad de consumo de corte mediática y espectaculari- zada, que incrementan sus niveles de exposición y circulación de contenidos políticos con los procesos de convergencia digital y nuevas plata- formas de interacción ciudadanas, como las re- des sociales.

Populismo de derecha en América Latina En América Latina, el populismo ha ido mos- trando su capacidad de resistencia a desaparecer, madurando en terrenos apropiados como las cri- sis políticas e institucionales, así como las crisis económicas y sociales que acaban siendo ideales para que germinen, crezcan, se desarrollen e in-

cluso muten los populismos.

Al mirar hacia el continente latinoamericano, de acuerdo con Zardoya (2018) nos encontramos que: en Argentina, suelen llamarse populistas to- dos los presidentes que fueron electos, incluido Mauricio Macri; en México, junto a Lázaro Cár- denas, cuyo gobierno encarnó la expresión más radical de la ideología de la Revolución mexicana, se menciona a Andrés Manuel López Obrador, acusado a diario de proponer “soluciones mági- cas” a los problemas del país.

En Perú, se coloca en la misma casilla a Víctor Raúl Haya de la Torre, político e ideólogo social- demócrata, y a Alberto Fujimori, uno de los adali- des del neoliberalismo en la región. En Venezuela, Carlos Andrés Pérez y Hugo Chávez (también Ni- colás Maduro) se relacionan uno al lado del otro sin el menor pudor. En Chile se registra a Salva- dor Allende y a Michelle Bachelet. En Ecuador relacionan a José María Velazco Ibarra y a Rafael Correa; en Brasil, a Getulio Vargas, Lula da Silva y Dilma Roussef; en Costa Rica, a Rafael Ángel Cal- derón Guardia, y en Puerto Rico, a Luis Muñoz Marín (Zardoya, 2018).

La tipificación de los procesos derechistas lati- noamericanos en términos de populismo es más imprecisa que en otras partes del mundo. En esta región el concepto tenía un significado histórico de mejoras sociales, democratización o soberanía, que se ha disuelto por completo, como populistas se clasifican a procesos tan variados como con- trapuestos: desde Nicolás Maduro, hasta López Obrador, pasando por Bukele, Moreno y Bolso- naro.

En este sentido, desde 2015, comienza a to- mar fuerza un populismo de derecha del espectro

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político, reforzado por la emergencia a escala in- ternacional de fenómenos similares, como el re- presentado por Donald Trump en Estados Uni- dos.

Este es un populismo caracterizado, entre otros rasgos, por un elemento concreto: el recha- zo a la clase política en el poder, representada, en el caso de América Latina por el progresismo en algunos países o hacia los partidos tradicionales, a los que consideran muy alejados de las bases. Es importante destacar que este auge en la re- gión de la derecha populista se manifiesta como gestora de la restauración conservadora y de la acción golpista.

La ofensiva contra los gobiernos del progresis- mo tomó fuerza desde 2014, después de la reu- nión de los representantes de los partidos polí- ticos de derecha tradicionales en Atlanta, en la que deciden tomar acciones mancomunadas la oligarquía regional y el Departamento de Estado de Estados Unidos, para luchar contra gobiernos y políticos del progresismo; acudiendo al lawfare contra los líderes y a la utilización del descrédito de sus partidos, encaminándose a su deslegitima- ción y a la construcción de “fuerzas de derecha radical populista”3

Claudio Katz (2020) caracteriza la última “ola populista de derecha” en América Latina con los siguientes rasgos:

  1. A semejanza de Europa y Estados Unidos su estilo comunicacional se construye sobre el auto- ritarismo y la intolerancia, pero, en lugar de ca- nalizar el descontento contra el neoliberalismo y las políticas de austeridad, expresan una respuesta reaccionaria al ciclo progresista. Por eso asume la modalidad clásica de mensajes enfurecidos con- tra la izquierda.

  2. A diferencia de sus pares de Estados Unidos y Europa, el populismo regional defiende un neo- liberalismo económico explícito. Promueve ese

    programa en oposición a la propia tradición desa- rrollista de la derecha regional, retomando el tra- dicional servilismo al imperialismo yanqui.

  3. Otro debate que ha resurgido es la caracteri- zación del fascismo. Una vieja tesis niega la posi- bilidad de su presencia en América Latina. Sos- tiene que esa modalidad política es imposible en la periferia, desconociendo las distintas formas que asumió el fascismo dependiente. Esa variante tuvo su apogeo en la guerra fría, no en los años 30 y alcanzó gran incidencia con el pinochetismo y el uribismo.

En consecuencia, podemos decir que el popu- lismo actual de derecha en Latinoamérica man- tiene rasgos históricos, especialmente en el servi- lismo de las elites al capital nacional y occidental y mimetiza rasgos del populismo tecno comuni- cacional estadounidense y europeo. La coyuntu- ra económico-político-social de la región ha sido propicia para su expansión, como sostén de una oligarquía regional parasitaria, corrupta, aún muy dependiente del capital global.

Resulta importante además resaltar que en la región se acentúa lo que los teóricos denominan como la “captura corporativa del Estado” (Can- non, 2018) (Stefanoni, 2018); ciclo que de acuer- do con el criterio de estos autores, comenzó en los años 90, interrumpido por el progresismo a partir de 1998 con la victoria de Hugo Chávez en Ve- nezuela y que recomienza a partir del 2016 con el “giro conservador” con la elección de Mauricio Macri en Argentina.

Utilizamos esta conceptualización porque consideramos que este ciclo de “captura del Es- tado” viene acompañado y aupado, en la actuali- dad, por el populismo de derecha; condicionado por la recuperación política y el acelerado forta- lecimiento económico de las fuerzas del merca- do sobre el Estado y las clases mayoritarias (an- tes beneficiadas, en el ciclo del progresismo, con

3A los efectos de este estudio es un segmento del ala derecha del espectro de organizaciones políticas, que nominal- mente actúa dentro de la institucionalidad establecida, pero recurre a la movilización masiva a través de la crítica sostenida contra el stablishment político, a través de un estilo de comunicación determinado.

políticas redistributivas de un Estado robusto, con orientación nacionalista).

Características del ciclo actual de “Captura del Estado” en América Latina.

דCaptura económica” (Durand, 2019).Con- centración del poder económico en el sector privado, y a su interior en unas cuantas grandes corporaciones, que controlan la producción de los bienes y servicios esenciales, de la tierra más rentable y de las principales fuentes de materias primas exportables; al mismo tiempo que se pre- cariza el trabajo, se reduce la capacidad de nego- ciación de los sindicatos de trabajadores y se hace más difícil articular a las organizaciones de la so- ciedad civil.

דCaptura mediática del Estado”: poder instru- mental y discursivo de las corporaciones mediá- ticas. Generan los discursos procorporativos, y definen la agenda mediática nacional e interna- cional; “convenciendo” a los ciudadanos, de que las decisiones que impulsan a través del Estado son las adecuadas para su bienestar; en detrimen- to de una institucionalidad “débil” y una demo- cracia cada vez más diluida y decepcionante.

דCaptura cognitiva o cultural”: Discurso “per- suasivo” de las corporaciones en función de la cohesión ideológica acerca de que el mercado ca- pitalista es la única opción para el desarrollo. Es importante destacar que este discurso “persuasivo” es componente activo de la producción de sentidos e implica orientar el comportamiento social, para construir estrategias políticas que reafirmen, sub- viertan, deconstruyan o construyan las relaciones de poder por la derecha populista a su favor.

Otro componente de la captura cognitiva es la utilización por las corporaciones de ONGs y Fundaciones para internalizar en los ciudadanos/ votantes el discurso de la “gobernanza” económi- ca, medio ambiental, ciudadana y el “empodera- miento” de los indígenas, los emprendedores, en- tre otros; promovidos por la USAID, NED y otras agencias; que en la práctica resulta desmoviliza- dor y contribuye, a su vez, a la construcción de un

“sentido común” en defensa de las corporaciones y el individualismo del ciudadano promotor y de- fensor del mercado.

Con la captura del Estado se acentúa la relación estrecha entre las elites económico-mediáticas, las elites políticas-mediáticas y el poder decisorio del Ejecutivo y la Presidencia. Se traduce en mayor influencia de las elites económicas en las decisio- nes de política pública; con una tendencia a legis- lar por decreto y en secreto logran protecciones y privilegios, hacen más desigual el sistema tribu- tario, generan poder de veto, de bloquear leyes; lo cual se complementa con su penetración por medio del lobby y la puerta giratoria, una vez for- mados los gobiernos y elegidos los parlamentos.

En realidad, el poder mediático, que también pasa por acentuados procesos de concentración en América Latina, fortalece el poder corporativo, y viceversa, porque potencia todavía más el poder instrumental-discursivo de conjunto sobre el Es- tado y la sociedad, de los grupos de poder econó- mico nacional y las transnacionales. De ahí que no falten autores que consideren que las “campa- ñas mediáticas”, detectadas en varios estudios de caso, para presionar desde afuera al Estado o con- vencer a la sociedad, sea otro instrumento impor- tante de la captura del Estado (Cortés e Itriago, 2018).

El neoliberalismo posee multiplicidad de ma- neras de consolidar su dominación, pero también es idea fuerza, “de sentidos comunes de lo propio y lo ajeno, de lo privado y lo colectivo, de lo ex- tranjero y lo nacional, de lo eficiente y lo ineficien- te, de lo probable y de lo improbable mediante el cual la sociedad, el ama de casa, el estudiante, el dirigente, el partido político, el congresista orde- naban el mundo, explicaban el mundo para andar por el mundo” (García Linera, 2015).

Este ejercicio de la “dominación” sistémica se produce por consenso o por la represión. El ejer- cicio de la “dominación” por consenso provie- ne, entre otras, de las inversiones masivas de las corporaciones en mercadeo, la creación de redes

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mediáticas y de publicidad; incluyendo la omni- presencia de marcas y logos que inducen a la de- pendencia sicológica de un modo de pensar y de ser de la vida cotidiana. Se trata de un “aparato ideológico” privado de nuevo tipo, propio del ca- pitalismo del siglo XXI; que combina la visión de los medios de comunicación de masas, la nueva sociabilidad digital acelerada por las GAFAM,4 los programas de las escuelas de negocios y los pro- gramas sociales de las corporaciones, las ONGs y las fundaciones; financiadas estas últimas, a su vez, por las corporaciones estadounidenses y eu- ropeas y por el Departamento de Estado.

La construcción de sentidos de la derecha ha logrado instaurar el “sentido común” de que los éxitos individuales son lo más importante, de que en el capitalismo “todos tienen oportunidades”, que no hay nada más adecuado que el mercado para autorrealizarse; contribuyendo a su vez a la dispersión de la clase trabajadora, privilegiándose en los ciudadanos la “sobredimensión” de sus de- rechos individuales, por encima de los derechos colectivos o sociales.

En suma, a nivel discursivo hay toda una pro- puesta política e ideológica donde se desarticulan el trabajo y las lógicas de instituciones comunita- ristas y de las organizaciones sociales, ciudadanas y gremiales, pues se fortalece el consumo indivi- dualista y los derechos individuales y se habla re- currentemente de un potencial personal de éxito en los negocios de los individuos “emprendedo- res”, naturalizando al capital como el único siste- ma económico capaz de lograrlo.

En el caso de “Dominación” por represión: En esta visión, además del aparato represor del Estado, las corporaciones también desarrollan sus propias

fuerzas de seguridad, que los proveen de inteli- gencia y dependiendo de los casos, hasta de ca- pacidades represivas. A veces estas funciones de seguridad privadas actúan coordinadamente con las funciones estatales del mismo tipo debido a la puerta giratoria: las corporaciones contratan a personal de inteligencia y contrainsurgencia para dirigir sus cuerpos de seguridad, o se basan en convenios de cooperación empresarial-policial, en tanto el monopolio de la violencia lo tiene for- malmente el Estado (Durand, 2019).

Otra de las causas del avance populista en la región es la crisis de los partidos políticos, tanto de derecha como de izquierda. En la actualidad se asiste a un alejamiento entre representantes y representados, lo cual se evidencia en fuerte des- confianza hacia la “clase política”, descreimiento hacia los partidos y las tradicionales vías de par- ticipación, así como escasa confianza en los go- biernos.

De hecho, solo en torno al 40 % de la pobla- ción latinoamericana se muestra satisfecha con la “calidad democrática” de sus respectivos países, según un estudio de la consultora chilena (Lati- nobarómetro, 2018).

En las preguntas relacionadas con la democra- cia5 desde 2010 se percibe un aumento de manera sistemática de aquellos ciudadanos que se decla- ran “indiferentes” al tipo de régimen, aumentan- do de 16% en 2010 a 28% en 2018. Esta lejanía del tipo de régimen va acompañada con un ale- jamiento de la política, de no identificación en la escala izquierda-derecha, de la disminución de los que votan por partidos,6 y finalmente en la propia acción de ejercer el derecho a voto.

Se trata de un conjunto de ciudadanos que


4El acrónimo GAFAM se refiere a las cinco grandes empresas tecnológicas estadounidenses : Google, Amazon, Fa- cebook, Apple y Microsoft.

5¿Con cual de las siguientes frases está ud.mas de acuerdo? La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. En algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno demcrático. A la gente como uno nos da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático.

6El año 2018 es el tercer año consecutivo en que consolida la tendencia que señala una mayoría, el 58% no vota por algún partido político.

abandonan lo colectivo para refugiarse en su in- dividualismo, rechazan lo establecido y rompen los esquemas. Son ciudadanos más bien desen- cantados y frustrados. Este contingente de desa- fectados de los gobiernos, las ideologías y la de- mocracia son la fuente mayor en el surgimiento de populismos en la región, no son una novedad y hace años que se observa su crecimiento.

No menos significativo es el hecho que la tercera alternativa de este indicador, que recoge las actitu- des de quienes prefieren un régimen autoritario, no presenta variaciones muy significativas a lo largo del tiempo, permaneciendo entre un máximo de 17% en siete años diferentes a un mínimo de 13% en 2017, recuperándose a 15% en 2018. A medida que disminuye la edad, hay más indiferencia ha- cia la democracia y a que aumente el autoritarismo. En la edad entre 16 y 40 años el 49% se manifiesta indiferente a la democracia y el 28% no rechaza al autoritarismo (Latinobarómetro, 2018).

Una de las causales puede ser que el 45% de los encuestados responde que la democracia en sus res- pectivos países presenta grandes problemas. Como consecuencia, la satisfacción con la democracia dis- minuye constantemente, de un 44% en 2008 hasta un 24% en 2018. A la pregunta ¿Para quién se go- bierna? Entre 2006 y 2018 aumenta de 61% a 79% los que dicen que se gobierna “para unos cuantos gru- pos poderosos en su propio beneficio”. Es en total un aumento de 18 puntos porcentuales. Por lo que no es una sorpresa que sólo el 32% de los encuestados res- pondan que están satisfechos con la gestión de sus respectivos gobiernos (Latinobarómetro, 2018).

En relación con la confianza en las principales instituciones de la democracia y la sociedad, al mirar los resultados resumidos aparece la Iglesia en primer lugar con 63% y luego todas las otras instituciones con casi veinte puntos porcentuales menos. Le siguen las FFAA con 44%, la policía con 35%, la institución electoral 28%, el poder ju- dicial 24%, el gobierno 22%, el congreso 21% y los partidos políticos sólo con un 13%.

La percepción del aumento de la corrupción cre-

ce. En 2017 un 62% de los latinoamericanos decían que la corrupción había aumentado, en 2018 un 65%. A la pregunta sobre la percepción de invo- lucramiento en la corrupción de múltiples actores políticos y sociales; el 51% de los latinoamericanos creen que “todos o casi todos” los parlamentarios están involucrados en actos de corrupción. El 50% cree que los presidentes están involucrados, el 47% cree que los concejales y el gobierno local están in- volucrados (Latinobarómetro, 2018).

Estos datos sustentan, en parte, las movilizacio- nes sociales en 2019 protagonizadas por la clase media emergente, campesinos, mujeres, indíge- nas y otros actores (las que han tenido lugar en Chile, Argentina, Ecuador, Bolivia, Brasil, Hon- duras, Perú y Guatemala) que presionan para conseguir estados más eficaces y efectivos que canalicen sus demandas hacia mejores servicios públicos: transporte, seguridad, educación, salud y mayor transparencia.

Esta respuesta a la crisis de representación de los partidos políticos se traduce en el continuo pro- ceso de desconexión entre estos y su electorado tradicional; en la “cartelización” de estos partidos al ser casi indistinguibles ideológicamente entre sí y en la interpenetración entre Estado y partidos, al adscribirse estos más al sistema político y sus beneficios corporativos, que a las verdaderas ne- cesidades de sus representados (Mair, 2013).

Estas percepciones ciudadanas son impulsores para que el sistema acuda a líderes populistas de derecha “en defensa propia”; en favor de su maltre- cha “democracia” y de la golpeada hegemonía esta- dounidense, que acude a la “dominación monrois- ta” como la respuesta de este sujeto hegemónico en su actual disputa geopolítica con China y Rusia.

Entre los principales rasgos de la “democracia populista de derecha” en América Latina deben destacarse el incremento del autoritarismo y la in- tolerancia frente a las fuerzas políticas de oposi- ción, de derecha y de izquierda. Utilizan el pretexto de la seguridad para desplegar un disciplinamiento demagógico de la sociedad, frente a la violencia so-

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cial y la protesta contra las medidas de austeridad dictadas por el FMI a los gobiernos. Promueven formas de violencia paramilitar y no descartan la posibilidad y la implementación del golpismo. Ma- nipulan como punto central de la campaña contra los líderes y gobiernos progresistas el tema de la corrupción. Los medios de comunicación y Redes Sociales son los encargados de instaurar el “sentido común” de que los gobiernos del progresismo fue- ron corruptos. Utilización del lawfare como pre- texto para la persecución judicial y política de los líderes y sus organizaciones.

Hay una mayor influencia de las Redes Sociales en la política; aumenta la retórica violenta en los sitios de redes sociales y en el papel que desem- peñan en operaciones de guerra psicológica; los algoritmos diseñados por la Inteligencia Artificial de las GAFAM favorecen la utilización de estereo- tipos en la construcción del “nosotros” mediante la política de la posverdad; las operaciones de di- famación, el desprecio a la deliberación racional y a la realidad fáctica, el predominio de lo emo- cional sobre lo reflexivo, o de las pasiones sobre el conocimiento experto. Se toma como verdadero solo lo que “siento” como tal porque se asocia la libertad individual a poder opinar y hacer lo que plazca, a pronunciarse libérrimamente sobre el mundo “a pesar de los hechos”

En cuanto a la construcción e internalización de un sentido común e imaginario conservador por los medios corporativos y los estados, puede decir- se que estos se sustentan en la apropiación de los conceptos libertad y democracia; la deslegitima- ción de la izquierda como sinónimo de “dictadura”, “corrupción” (la narrativa mediática de la “lucha contra la corrupción” ha desempeñado un papel fundamental en esto); y la primacía de los valores morales frente a las ideologías (no se trata de dere- cha o izquierda, dicen, sino de tener valores, en este caso mientras más conservadores, mejor).

Así, la izquierda pasó de ser un rival políti- co, al cual había que irle a ganar elecciones o la disputa ideológica, a ser algo a eliminar y negar

en sí mismo. Las derechas, crearon un sentido según el cual, izquierda es sinónimo de ideo- logización, presentando esta última como algo “malo” en sí misma, acusándola de falta de ob- jetividad, homologándola semánticamente e ideológicamente con “chavismo” “castrismo” y “dictadura” o bien, desde una visión centrada en los valores morales, con “ideología de géne- ro”, “homosexualismo” y antivalores. Y, enton- ces, el discurso se centra en que se requiere des- ideologizar, o lo que es lo mismo, eliminar todo vestigio de izquierda.

Las derechas, en ese marco, han logrado pre- sentarse como lo no ideológico, es decir, “lo le- gítimo”. Entonces vemos cómo desde narrativas conservadoras profundamente ideológicas, se nos dice en medios de comunicación y por mensajes en redes sociales que erradicar ideologías es como una suerte de restauración democrática o “aper- tura”. Por otra parte, proclaman que si el pensa- miento es de derechas/conservador no es ideolo- gía: es “racionalidad” o valores.

El populismo de derecha se presenta como el abanderado de la desideologización. Es la guerra ideológica de la derecha “desideologizada” contra la izquierda “ilegítima” en una supuesta defensa de los valores “democráticos” burgueses.

Los líderes populistas han encontrado en las re- des sociales la forma de estar en contacto espe- cialmente con sus bases y no necesariamente con los que muestran ser independientes. El uso di- recto de las redes les permite comunicar perma- nentemente sin la intermediación de los medios tradicionales.

Por otro lado, El “populismo trumpista” o “po- pulismo antielite” se encuentra en gestación en la actual coyuntura en América Latina. Estos nuevos movimientos populistas de derecha, que podrán ganar o no las elecciones, pero que son una pre- sencia palpable en el panorama político, crecen gracias al empeoramiento del clima económico (la ralentización), las medidas ultraneoliberales implementadas gracias a la captura del Estado y

a las consecuencias de la pandemia Sars-Cov2; se benefician de las complejidades de la coyun- tura económico-social y sus consecuencias en la democracia y de la política de la postverdad. Igualmente, se nutren de la desafección y las crí- ticas hacia los partidos y los políticos alcanzados e involucrados en los casos de corrupción; sean reales o no.

Estas conexiones tienen entre sus eslabones más importantes la influencia de Steve Bannon7 en la región, sobre todo su asesoramiento a Jair Bolsonaro en su campaña presidencial. La ruta de Bannon es toda una red de análisis: El escándalo de Cambridge Analytica, la llegada a la presiden- cia de Estados Unidos de Donald Trump, el Bre- xit, entre otros hechos que se entretejen y dan lu- gar a un proyecto mucho más amplio, de alcance mundial, donde sin lugar a dudas, América Latina es una pieza clave.

Otro de los aspectos que no puede pasarse por alto es que en el caso de América Latina uno de los cambios más notables en las últimas décadas ha sido el aumento de los miembros de las distintas iglesias evangélicas en detrimento, muchas veces, del número de feligreses de la Iglesia Católica.8 En este punto es importante aclarar que, más que ha- blar de una sola “Iglesia evangélica” en América La- tina es mejor hablar de “iglesias evangélicas”9 que, históricamente, han pasado por diferentes movi- mientos, oleadas, acentos o rostros: protestante, evangelical, pentecostal, neopentecostal, etcétera.

En este sentido, es importante destacar la manipulación de la fe en función de intereses

políticos por parte de las fuerzas populistas de derecha. En los últimos años se evidencia el in- greso masivo de ciertos líderes evangélicos en el ámbito político partidario, que ubicaría al movimiento evangélico como uno de los nue- vos actores políticos de la región, con especial énfasis en sus estrategias electorales y en los te- mas que reivindican, tales como la “agenda mo- ral” y la defensa de los valores familiares tradi- cionales, estas serían las contrapartes esenciales de la lucha contra el “marxismo cultural” y la “ideología de género”. Se trata de incorporar el trasfondo religioso detrás de esta nueva oleada política de los evangélicos en el continente, o sea, la relectura bíblica sobre un supuesto “pro- yecto político de nación” que Dios ha diseñado para “su pueblo” (antes Israel, ahora el pueblo cristiano) y que debe culminar con la toma del poder por parte de los “cristianos evangélicos” (Los “evangélicos políticos”).


Características del discurso populis- ta de derecha en América Latina

El discurso populista de derecha en Améri- ca Latina identifica como enemigo u obstáculo al progresismo y a la izquierda. Este discurso de satanización del enemigo, con algunas caracterís- ticas del estructuralismo parsoniano, no muestra las insuficiencias del sistema, como la causa de la crisis, no es el capitalismo, sino los individuos quienes lo corrompen. Moviliza, manipula y esti- mula así en las emociones del pueblo el rechazo hacia esos adversarios.


7Steve Bannon, miembro del Tea Party, fundador del medio ultraconservador Breibart News. Dirigió la campaña electoral de Donald Trump y se convirtió en estratega jefe de la Casa Blanca, es la cara invisible del populismo de ultra derecha. Tras su abrupta ruptura con Donald Trump y su expulsión de la Casa Blanca, ha asesorado a varios movimientos políticos europeos y latinoamericanos de derecha y de ultraderecha. Fundó El Movimiento para pro- mover el populismo de derecha en el continente europeo.

8El fenómeno de “migración religiosa” en el continente se reduce a una “emigración católica” hacia las iglesias evan- gélicas, lo que confirma que América Latina sigue siendo eminentemente cristiana (un 90% aproximadamente). No obstante, el segundo grupo de mayor crecimiento son los que no manifiestan ninguna afiliación religiosa.

9Los evangélicos comparten con los protestantes una misma base doctrinal, son cristocéntricos y bibliocéntricos, pero su principal característica sociológica es que son “conversionistas”. La evangelización es la esencia de su Iglesia y no se limitan a una pastoral de mantenimiento, sino que son iglesias de misión (ad intra y ad extra).

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Dado que esta estrategia comunicacional sur- ge en una época de crisis social, el líder, general- mente no tiene un programa político, sus mensa- jes, en ocasiones muy superficiales e irrealizables solo critican la gestión anterior y prometen rom- per con las prácticas del pasado, acabar con la corrupción y devolver su poder “al pueblo”. El discurso tiene una elevada carga simbólica. Se habla de la decadencia moral de la nación, de la pérdida de referencias identitarias, particular- mente de la identidad nacional, de la pérdida de civismo y por lo tanto del relajamiento del vín- culo social.

El discurso “apolítico” y “apartidario” no hicie- ron sino fortalecer una de las premisas con las que funciona el ciber populismo de derecha: una vi- sión individualista, descomprometida y mercan- tilizada de la política.

Sin embargo, sería imposible completar, una caracterización del discurso populista de derecha en América Latina sin hacer énfasis en el escena- rio natural en que se desarrolla: las redes sociales y medios de comunicación, dado su posibilidad de situar el objeto de debate público y visibilizar determinados antagonismos. Las redes se con- vierten en tribunas desde las que se estimula una visión individualista, descomprometida y mer- cantilizada de la política.

En el caso particular del discurso populista de derecha, los oradores se apropian del discurso progresista y lo transforman en función de sus intereses, procurando conseguir legitimidad y apoyo. Como recursos discursivos, invocan a la irracionalidad y al caos atendiendo a las particu- laridades del país y el contexto histórico. A nivel discursivo hay toda una propuesta política e ideo- lógica donde se desarticulan las lógicas de ins- tituciones comunitarias y de las organizaciones sociales, ciudadanas y gremiales, se fortalece el consumo individualista, los derechos individua- les y el emprendimiento como el camino de los ciudadanos para la satisfacción de sus necesida- des básicas.

Con el avance de las fuerzas de derecha en el continente americano, en los últimos años de acuerdo con el investigador Paolo Cossarini: des- de los medios de comunicación privados, se ha venido instalando un imaginario conservador que tiene tres ejes clave:

×apropiarse de los conceptos libertad y demo- cracia.

×la deslegitimación de la izquierda como cons- titutivo de “dictadura”, “corrupción” (la narrativa mediática de la “lucha contra la corrupción” ha desempeñado un papel fundamental en esto) y “castro-chavismo bolivariano.”

×la primacía de los valores morales frente a las ideologías (no se trata de derecha o izquierda, di- cen, sino de tener valores) (Cossarini, 2019).

Con este estilo discursivo, como nueva forma de hacer política, la derecha ha logrado que la iz- quierda —entiéndase partidos, organizaciones y hasta simpatizantes de esa corriente ideológica— sean identificados por la sociedad como corrup- tos, inmorales, enemigos de la democracia, la ley y el orden. De esta forma justifican la necesidad ya no solo de ganarles en las elecciones sino de proscribirlos, negarlos, eliminarlos, sin reparar en las estrategias para conseguir este fin.

Se presenta al adversario político como “el ene- migo absoluto”. Un ejemplo claro de ello, pudo apreciarse en Argentina durante el gobierno de Macri. Según este mandatario, por un lado, ha- bía que evitar a toda costa que Argentina toma- ra el camino de Venezuela, es decir, la marcha “al autoritarismo antidemocrático”, por el otro, había que impedir el regreso de la corrupción kirchne- rista y de los daños causados por el populismo. De este modo el discurso político se transformó en un discurso moral, donde cualquier medio era legítimo para evitar el regreso de un adversario moralmente repugnante (Cossarini, 2019).

Un concepto central en el discurso populista de derecha es “el pueblo”, en contraposición con “la elite”. Este pueblo no es el demo, o sea, todos los ciudadanos, sino una parte, pues cada líder tiene

su pueblo. Generalmente relata la lucha de los po- bres contra las inservibles y poderosas elites, bas- tante parecido a la estructura del discurso religio- so de la lucha del bien contra el mal.

En este contexto, a nivel simbólico es interesan- te reflexionar sobre las implicaciones de la cam- paña electoral. Sin una plataforma definida, sin un discurso ideológico establecido, el triunfo de Nayib Bukele, en El Salvador, se podría ver como el triunfo de los descontentos con el sistema de partidos políticos. Es una expresión del pensa- miento individualista neoliberal, porque no hay una apuesta a un proyecto construido colectiva- mente (Alvarenga, 2019).

El discurso “apolítico” y “apartidario” no hizo sino fortalecer una de las premisas con las que funciona el ciberpopulismo de derecha: una vi- sión individualista, descomprometida y mer- cantilizada de la política. La promoción, en los hechos, del voto nulo, presentado como un acto supremo de rebelión y de libre pensamiento in- dividual, se queda en el momento de la negati- vidad de la dialéctica, crea el vacío en el espacio político, que viene a llenar el proyecto neolibe- ral extremo. Este tiene manejos discursivos que, por así decirlo, engullen o fagocitan el discurso progresista y lo metabolizan a su favor (Prensa Latina, 2019).

Cuando un orador populista utiliza el nosotros, incluye a su partido, su pueblo y muy especial- mente a un yo, que se autoproclama como el por- tador de la salvación. La secuencia de la narración entonces comienza con la identificación del mal, luego la purificación y por último la transforma- ción de la sociedad de forma radical, a partir de la propuesta del orador/salvador. Estas caracterís- ticas son muy similares a la prédica de las sectas pentecostales y evangélicas, de ahí el incremento de sus seguidores en la política en el continente latinoamericano.

En este caso se encuentra Jair Messias Bolso- naro, el primer presidente con un discurso abier- tamente pentecostal electo en las urnas en Brasil.

Su primera intervención pública, fue trasmitida en vivo y transcurrió en forma de oración evan- gélica. Bolsonaro puso gran énfasis en su lema de campaña: “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”. Este eslogan, contó, “fui a bus- carlo en lo que muchos llaman la caja de herra- mientas para reparar a hombres y mujeres, es de- cir, la Santa Biblia (Prensa Latina. 2019).

El caso de Bolivia es altamente ilustrativo, en este sentido. Las intervenciones en los cabildos de Santa Cruz, por parte de Luis Fernando Cama- cho, previo al golpe de estado contra el gobierno de Evo Morales, sucedieron a los pies de la esta- tua del Cristo. La oratoria de este líder golpista iba dirigida principalmente a “su pueblo” entiéndase la clase media, que discrimina a los indígenas. Su lenguaje corporal y su discurso con alto conteni- do de populismo de derecha se conjugaban con el rosario y la cruz que siempre llevaba en una de sus manos.

Una vez consumado el golpe, los golpistas en- traron al Palacio de gobierno sosteniendo la Biblia y quemaron la Whipala, símbolo de los pueblos originarios. De acuerdo con su narrativa, sustitu- yeron las prácticas satánicas de los indígenas, vi- gentes durante el gobierno de Evo Morales, por la fe en Dios. La retórica religiosa caracterizó el mandato de la autoproclamada presidenta Jeani- ne Añez, quien en sus discursos públicos repetía con frecuencia la frase: “Dios salve a Bolivia”, es- timulando más que la fe religiosa, una fe deveni- da en fanatismo, exclusión y racismo. La religión sustituyó planes en beneficio de la ciudadanía. Un ejemplo claro de ello ocurrió al inicio de la pan- demia de la COVID 19, justo cuando era nece- sario utilizar todos los recursos económicos del gobierno para enfrentar la situación epidemioló- gica, se organizaron cuatro vuelos sobre algunas ciudades, donde pastores y sacerdotes bendijeron a los bolivianos. El costo estimado de dichas in- cursiones aéreas alcanzó al menos los 15 000 usd, de acuerdo con la información de los medios de prensa.


Conclusiones

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y en lugar de canalizar el descontento de los ciu-

Populismo es un concepto en disputa, por la naturaleza ambivalente de sus rasgos y por la di- versidad de intencionalidades con que se utiliza para calificar a un líder, tanto por la academia, como por el sistema político, al adjudicarle rasgos que pueden ser característicos tanto de la dere- cha, como de la izquierda.

Es insuficiente, en todos los sentidos, la tría- da: Líder-Pueblo-Discurso antiestablishment para concluir que se está en presencia de un populista; debemos ir más allá y tener en cuenta elementos que van desde la contextualización histórica y sus especificidades por regiones y países, hasta su com- ponente instrumental, analizando por quiénes y con cuales intenciones se utiliza en la política.

Con toda intencionalidad en la academia y en la política el punto clave es el abandono de la crítica al capitalismo. El posmodernismo y la postpolítica han contribuido a la despolitización de la econo- mía y a la naturalización del capitalismo; se cons- truye una argumentación narrativa que obvia las contradicciones capital-mercado-sociedad, la lu- cha de clases anticapitalista y se centra en la inmi- gración, inseguridad y corrupción, presentándolas como causas y no consecuencias de la crisis sisté- mica y multidimensional del capitalismo; apelando a un discurso nacional-populista y antidemocráti- co, multiplicado por fuertes liderazgos populistas. En América Latina el auge de la derecha popu- lista se manifiesta como gestora de la restauración conservadora y de la acción golpista; expresan una respuesta reaccionaria al ciclo progresista y man- tiene rasgos históricos, especialmente en el servi- lismo de las elites y mimetiza rasgos del populismo tecno comunicacional estadounidense y europeo. La coyuntura económico-político- social de la re- gión ha sido propicia para su expansión, como sos- tén de una oligarquía regional parasitaria, corrup-

ta, aún muy dependiente del capital global.

En la región latinoamericana el estilo comuni- cacional que adopta el populismo de derecha se construye sobre el autoritarismo y la intolerancia,

dadanos contra el neoliberalismo y las políticas de austeridad, expresan una respuesta reacciona- ria al ciclo progresista. Por eso asume la modali- dad clásica de mensajes enfurecidos contra la iz- quierda en general.

La “captura mediática y la cognitivo-cultural”, al unísono con la “captura del Estado” por las cor- poraciones, intentan generar la cohesión ideo- lógica alrededor del discurso de que el mercado capitalista es la solución a la satisfacción de las necesidades de los ciudadanos; esta producción de sentidos pretende orientar el comportamiento social en función del apoyo a las estrategias po- líticas que sustentan a la derecha populista en la construcción de sus relaciones de poder.

Las causas del avance de los líderes del populis- mo de derecha en la región latinoamericana giran en torno a la crisis de los partidos políticos; escasa confianza en la eficacia de la gestión de los gobier- nos en la solución de los problemas de la ciuda- danía; frustración ante la manera en que se mane- ja la democracia electoral; el involucramiento en la corrupción de innumerables actores políticos y sociales y a la desconexión entre sus representan- tes políticos y el electorado, en la interpenetración entre Estado y partidos, al adscribirse estos más al sistema político y sus beneficios corporativos, que a las verdaderas necesidades de sus representados. Los rasgos del populismo de derecha en América Latina son similares a los de Europa y Estados Uni- dos, en una suerte de mimetismo neocolonialista los líderes populistas latinoamericanos los imitan en el incremento de la intolerancia y el autoritaris- mo frente a las fuerzas políticas de la oposición; la utilización de la cobertura religioso-financiera de las Iglesias Evangélicas; el papel central de las redes sociales en la política de la postverdad; el predomi- nio de lo emocional sobre lo reflexivo; la deslegiti- mación de la izquierda y su conversión en sinónimo de “ideologización” argumentando, a su vez, la ne- cesidad de desideologizar el discurso apelando a los valores morales para ello; pretendiendo legitimar su

discurso como no ideológico, cuando ha sido todo lo contrario en sus intentos por asegurar su domina- ción sistémica por consenso.

El populismo de derecha se auxilia para pro- mover su discurso ideológico, defensor de la na- turalización del sistema capitalista como única alternativa posible, de los tanques pensantes, las

fundaciones, ONGs, sistema educacional, sistema de los medios de comunicación, redes sociales, nuevas tecnologías de la comunicación; finan- ciadas y aupadas por el mismo establishment que pretenden cuestionar, las corporaciones, agencias del Departamento de Estado y el “capitalismo de la vigilancia.”


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