Nueva Época
Número 02
La subregión subsahariana todavía enfrenta los efectos socioeconómicos y sanitarios derivados de la pandemia del coronavirus, debido a que no se ha garantizado el acceso a las vacunas para la totalidad de la población vulnerable. Eventual- mente surgen rebrotes locales de otras epidemias, además de otras enfermedades curables.
La actividad económica se recupera paulati- namente como resultado de la estabilidad en los precios del petróleo y otras materias primas. Sin embargo, no se muestran todavía indicadores po- sitivos de crecimiento económico. La persistencia de los problemas socioeconómicos estructurales puede tener un costo político para los partidos en el poder y ser usado por las fuerzas de oposición en los ciclos electorales.
Igualmente, La región asiste a un período de mayor inestabilidad política —expresado en re- currentes crisis políticas como resultado de la agudización de los antagonismos entre las fuerzas gubernamentales, los partidos de oposición y las organizaciones de la sociedad civil. Las contradic- ciones etno-confesionales, las disputas por con- trolar los ingresos de los recursos naturales, la co- rrupción político-institucional y la aplicación de los programas de ajuste estructurales continúan dominando parte del escenario político interno.
A pesar del fraccionamiento de las fuerzas po- líticas, los partidos mayoritarios continúan ejer- ciendo el control del escenario electoral y la opo- sición no logra posicionarse, salvo en los casos donde se produzcan crisis políticas y estas con- duzcan a la alternancia. Los líderes y partidos de oposición mantienen sus posturas de boicot a los procesos electorales y sus campañas de descrédito a los gobiernos, pero sin resultados palpables.
Si bien los golpes de Estado han sido prácti- camente eliminados del escenario político, no se descarta la ocurrencia de alguno. No obstante, sus posibilidades de éxito son muy reducidas y de efectuarse, las juntas militares son obligadas a or- ganizar las transiciones políticas hacia gobiernos civiles. Mientras, en los escenarios de estabilidad política, los partidos de oposición se encuentran en desventaja dentro de los parlamentos y en las estructuras locales.
Las autoridades gubernamentales de los paí- ses afectados por enfrentamientos armados no han logrado implementar de manera efectiva, los acuerdos de paz, el cese al fuego o los programas de desmovilización y reinserción social de los pa- ramilitares. Continúan los conflictos armados en el Este del Congo, en Sudán del Sur, en Sudán (re- giones de Darfur, Nilo Azul y Kordofán del Sur), en las zonas rurales del centro-sur de Somalia, en la República Centroafricana, en el norte de Mo- zambique (provincia de Cabo Delgado) así como esporádicos enfrentamientos en la frontera entre Etiopia y Eritrea. Persisten diferendos políticos por control de zonas económicas fronterizas o por la redistribución de recursos hídricos como en el caso de Somalia y Kenya o entre Etiopia, Su- dán y Egipto. No es probable el estallido de nue- vos conflictos armados.
Igualmente, los conflictos armados que aún persisten, siguen estando en su mayoría regiona- lizados e internacionalizados. Las misiones mili- tares y civiles de la Unión Europea, las tropas de la Unión Africana y las de Mantenimiento de la Paz de la ONU, no logran garantizar la seguridad de las zonas en conflicto ni encausar las negocia- ciones con los actores internos implicados. No se avanza hacia soluciones negociadas de los con- flictos que persisten. Paralelamente, se mantiene
el prestigio y liderazgo regional de países como Angola, Sudáfrica (en el África Meridional), Ni- geria, Senegal y Ghana (por el África Occidental) y Etiopía (en el Cuerno Africano) en cada uno de los mecanismos subregionales de integración económica y de concertación política en los que ellos participan (SADC, CEDEAO e IGAD, res- pectivamente).
No se descartan contradicciones entre ellos por el impulso de determinadas iniciativas en el plano de la seguridad como es el caso de Nigeria, con su política antiterrorista, en ocasiones contra- rias a las seguidas por los países de su entorno, afectados por el terrorismo. El mismo problema enfrenta Etiopía en el seno de la IGAD y su me- diación en los conflictos del Cuerno Africano, in- cluido Sudán, Sudán del Sur, Somalia, Eritrea y el tema de la redistribución de las aguas del Río Nilo (Gran Presa del Renacimiento Etíope).
Los partidos derivados de los movimientos de liberación nacional se mantienen en el poder en Angola, Mozambique, Namibia, Sudáfrica y Zim- babwe. Sin embargo, enfrentan graves problemas de liderazgo, han perdido espacios de poder en las elecciones regionales o municipales, así como dentro de los parlamentos nacionales en favor de la oposición política. Las consecuencias socioeco- nómicas negativas derivadas aún de la pandemia incrementan las tensiones sociales internas, a pesar de las medidas que estos gobiernos implementan.
Los escándalos de corrupción dentro de la elite gubernamental de estos países contribuyen con el desgaste relativo de estos partidos en el poder. La lucha contra la corrupción no contribuye a la ima- gen exterior de las fuerzas políticas en el poder y es usada por la oposición para incrementar las críticas contra los gobiernos y de esta manera canalizar las demandas de crecientes sectores de la población. Esto es también utilizado por agencias de Estados Unidos como la USAID, con sus programas de sub- versión interna e intentos de alternancia política. Sin embargo, todavía no se desata una crisis política que pueda generar dicha alternancia partidista.
Por su parte, Angola continúa con sus iniciati- vas anticorrupción, realiza ajustes en sus finanzas públicas y ha renegociado su deuda con acreedo- res chinos. Como resultado de la aplicación del plan de privatización de empresas estatales (PRO- PRIV) hasta 2022, se incrementa el interés para la inversión extranjera en el país dada la transpa- rencia en su ejecución. Mientras, Sudáfrica sigue afectada en el plano económico por los aranceles impuestos por Estados Unidos sobre las importa- ciones de acero en su guerra comercial con China. La situación social en el país, y las consecuencias de la Covid 19, profundizan los problemas estruc- turales, se deterioran las condiciones de la fuer- za de trabajo —precarización del empleo e incre- mento del desempleo. Sus relaciones exteriores se consolidan con China. El ANC continúa como la principal fuerza política, pero se incrementa el rol del EFF.
África Subsahariana continúa siendo un esce- nario de confrontación geopolítica, pero a menor escala que en otras regiones. EE.UU. y la Unión Europea pretenden contrarrestar —infructuosa- mente— el nivel de influencia económica y po- lítica de China y otros actores no tradicionales presentes aquí de manera creciente y multidi- mensional. Existe una marcada reducción de los fondos a la Ayuda Oficial al Desarrollo y de otros programas de colaboración procedentes de los países miembros de la Unión Europea y de los Es- tados Unidos, mientras que por el contrario estos se incrementan por parte de Japón, China, la In- dia y Turquía, sobre todo a raíz de la pandemia de la Covid-19.
Los flujos de inversión extranjera directa — procedentes de los socios tradicionales euro- peos— siguen una tendencia al declive, a pesar de la firma del Acuerdo Pos-Cotonou entre la UE y el grupo ACP (en particular con los países subsa- harianos). Mientras tanto, los capitales chinos y
de otros actores internacionales no tradicionales continúan su alza, lo que contribuye con los pro- gramas en ejecución y los proyectos aprobados de impacto nacional como subregional.
Mientras, la firma de nuevos acuerdos econó- mico-comerciales con diferentes actores extracon- tinentales no tradicionales se amplía. Esto consti- tuye el marco para el fomento de la cooperación Sur-Sur, la captación de capitales por parte de Áfri- ca y la reducción de los efectos de la aplicación de los programas de ajustes estructurales y de austeri- dad impuestos por los organismos financieros in- ternacionales (BM y FMI), aunque aún no se elimi- na la dependencia estructural sistémica de sectores de las economías africanas a los centros capitalistas europeos (Francia y Reino Unido).
Paralelamente, se incrementan las contradic- ciones entre China, de un lado, y Japón y la India, por el otro, por hacerse de espacios de influencia geopolítica. Estas se expresan en las estrategias de la Ruta de la Seda (China) y la del Indo-Pací- fico Libre y Abierto (impulsados por India y Ja- pón) como parte del Corredor de Crecimiento Afro-Asiático (AAGC, por sus siglas en inglés). Por lo tanto, las disputas entre estos actores no tradicionales en África se agudizan. Además, la presencia creciente de Israel incrementa sus nive- les de influencia en la toma de decisiones de esos gobiernos en el sector de la seguridad. Sus rela- ciones con Marruecos, Sudán y Malawi —único país subsahariano en plantear abrir su embajada en Jerusalén— incrementa su influencia política en el área a través de su Agencia de Cooperación Internacional para el Desarrollo (MASHAV).
Los intereses rusos siguen creciendo en la re- gión subsahariana. Moscú mantiene las Cumbre Rusia-África como mecanismo multilateral para establecer sus proyecciones estratégicas en el área, a la par que se incrementan las sinergias entre am- bas regiones en foros internacionales. Se fortalece su presencia militar en determinados países, ya sea por el envío de efectivos militares (RCA), la proyec- ción de abrir una base militar en la costa de Sudán
(Port Sudán) en el Mar Rojo, así como con la ven- ta de armamentos y la ampliación de los acuerdos militares firmados con 19 Estados africanos.
A su vez, Francia continúa siendo el actor de mayor convergencia con Estados Unidos en el plano militar en la zona subsahariana. Ambos coinciden en garantizar el control de la línea del Sahel y la “lucha” contra el terrorismo. A pesar de ello, la Operación Barkhane no logra ningún re- sultado concreto en este tema ni avanza en arti- cular los ejércitos nacionales a través de la Fuerza Conjunta del G5 del Sahel. Las Misiones Civiles y Militares de la UE siguen activas en el Sahel sin lograr tampoco los resultados esperados. Conse- cuentemente, no se produce una desmilitariza- ción del Sahel en este contexto y los programas de “ayuda” al desarrollo no son efectivos en resolver los problemas estructurales que propician las re- des de reclutamiento de los grupos terroristas, ni logran contener los desplazamientos forzados y los flujos migratorios transfronterizos.
La República Popular China se mantiene como el principal socio comercial del área subsaharia- na y se consolida como una alternativa económi- ca debido a sus programas de inversiones en am- plios sectores económicos y sociales, así como por su política de préstamos con bajos intereses, que ayudan a disminuir la dependencia de los Estados africanos al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional. El Foro para la Cooperación entre China y África (FOCAC) conserva su rol como mecanismo principal de impulso para las relacio- nes multidimensionales entre Beijín y los países africanos. Es sin dudas el foro multilateral más importante que tiene África con sus socios extra- continentales. Todo ello se fortalece por el desa- rrollo del plan estratégico chino de Un Cinturón
una Ruta (OBOR, siglas en inglés) y en particular
con la Ruta Sanitaria, la cual se revitalizó ante al azote de la pandemia del coronavirus.
El gobierno de Estados Unidos redimensio- na su proyección política hacia la región subsa- hariana. Los programas implementados por las
administraciones anteriores sufren un impás ante la crisis económica que afecta a EE.UU., pero se siguen aplicando las iniciativas como Prosper Africa, Power Africa y la de Alivio al VIH-Sida.
Aunque crece la retórica estadounidense en sus referencias políticas hacia África, el sistema de las Cumbres EUA-África no se retoma. Este “meca- nismo” bilateral no está en las prioridades de las relaciones con el continente. Sin embargo, se in- crementan los contactos políticos entre ambas partes tratando de “recuperar” el protagonismo político perdido en la región frente a la presencia de otros actores extrarregionales.
La Ley de Oportunidades y Crecimiento para África (AGOA) se mantiene como centro de sus re- laciones comerciales con los países africanos, pero disminuye el valor de las exportaciones hacia Es- tados Unidos como resultado de la situación en el mercado petrolero y a los impuestos que persisten como parte de la guerra comercial con China. El in- tercambio comercial entre EUA y África disminuye como resultado del descenso del valor de las impor- taciones de petróleo y gas. Las inversiones extranje- ras procedentes de Estados Unidos no se recuperan y se concentran solo en sectores estratégicos como el de los hidrocarburos y otros minerales, así como con determinados países. Por su parte, la USAID man- tiene sus programas económicos y sociales en casi todos los países del ASS, en particular los del África Meridional. Es importante acotar que en materia de seguridad y defensa, EE.UU. no incrementa su pre- sencia militar a través del AFRICOM, sino más bien tiene lugar un reposicionamiento de sus efectivos militares: menos hombres desplegados en el terreno, pero con mayor dispositivo tecnológico-militar. No se produce una retirada de las tropas ni una dismi- nución de los programas militares de capacitación ni de los ejercicios de entrenamiento multinaciona- les conjuntos con fuerzas europeas.
En cuanto a esta temática, se mantienen los pro- blemas estructurales —factores internos y externos—
que favorecen el desarrollo de las organizacio- nes terroristas en la zona Sahelo-sahariana y en el Cuerno Africano. A pesar de que estos mismos problemas existen en otras subregiones no se pro- duce un desplazamiento del activismo terrorista hacia ellas, salvo casos muy coyunturales. Mien- tras, los grupos y células terroristas actúan en di- chas subregiones con un alto nivel de autonomía y se reorganizan. Concentran sus ataques en las zonas rurales menos controladas por las diferen- tes fuerzas militares desplegadas en dichas áreas y disminuyen los ataques contra los grandes cen- tros urbanos. No obstante, en las regiones afecta- das por estos continúan la crisis social: víctimas civiles, desplazados y refugiados. Además, las fuerzas militares y de seguridad no logran reducir los impactos del terrorismo en países como Mali, Níger, Burkina Faso, Chad, Nigeria, Camerún, Somalia y Kenya.
En las zonas de la frontera entre Mali, Burkina Faso y Níger se siguen produciendo acciones de grupos terroristas vinculados a AQMI y a diferen- tes células del Estado Islámico en el Gran Sahara. También, en Somalia, las diferentes estructuras de gobierno local y federal, no puede poner fin a las acciones terroristas del grupo Al-Shabaab, que to- davía tiene influencia en las zonas rurales, sobre todo en la frontera con Kenya y Etiopía, donde operan otras milicias locales de diferentes carac- terísticas y tendencias. Como consecuencia, se mantienen la presencia militar multidimensional en el área con el pretexto de luchar contra las dife- rentes manifestaciones del crimen transnacional y los conflictos latentes: Estados Unidos y Fran- cia, así como las Misiones de Paz de la ONU y las Misiones Militares y Civiles de la UE.
Mientras, se observa un lento y paulatino des- plazamiento del “terrorismo” hacia el norte de Mo- zambique y regiones en la frontera de Uganda con el Este del Congo, posiblemente vinculados con el Estado Islámico. Sin embargo, el resto de los paí- ses de la región no se ven afectados por el fenó- meno del terrorismo debido a que no se combinan
los factores socioeconómicos, religiosos y políticos que eventualmente fomentan la articulación de las células y grupos terroristas.
La Unión Africana (UA) avanza con dificultad en la implementación paulatina de las reformas de la organización, así como los proyectos dise- ñados en el marco de la Agenda 2063 y la adop- ción de políticas para mejorar la articulación de sus relaciones con las Comunidades Económicas Regionales (RECs) y otros mecanismos de con- certación políticos. El tema de la duplicidad de membresías de varios Estados en dos y más me- canismos subregionales no se resuelve. Esto sigue complejizando la homogenización de las políticas a seguir.
Si bien la región ha experimentado una reduc- ción de los conflictos violentos como resultado de las políticas implementadas a nivel nacional y continental, la UA y los diferentes RECs no logran avanzar en aquellos escenarios de conflictos de larga data, por lo que no se concretiza el principio de la organización de lograr “silenciar las armas” en el continente en el mediano plazo. Por su parte, sí son más efectivos en el manejo de las crisis polí- ticas internas coyunturales. Las Fuerzas Africanas de Despliegue Rápido continúan con problemas para su implementación y en desempeñar un rol activo en la solución de los conflictos armados.
Por su parte, los impactos económicos derivados de la pandemia de la Covid-19 produjeron serias
afectaciones en los presupuestos de la organiza- ción y de las diferentes agencias que la integran, de la cual no se recuperan todavía, debido a que la mayoría de los países no están en condiciones de incrementar sus contribuciones al presupuesto general de la UA y de los RECs. Por lo tanto, habrá una paralización de los proyectos impulsados con financiamiento propio de la UA.
Así, los problemas estructurales de las econo- mías africanas afectan los planes de integración a nivel subregional y continental. Por ello, el Área de Libre Comercio Continental (AfCFTA) avanza de manera paulatina tras el inicio del funcionamien- to de las estructuras del Secretariado. Las medi- das implementadas por las diferentes regiones en aras de la liberalización económica no marchan al mismo tiempo. Algunos países implementan es- tas medidas de manera más rápida, como Ruan- da, Seychelles y Kenia. Mientras, el Protocolo de Libre Movimiento de Personas adoptado por la UA no se implementa ante la reticencia de países como Sudáfrica. La crisis en el transporte aéreo provocó atrasos en la puesta en funcionamiento del Mercado Aéreo Común.
La UA sigue siendo el instrumento por excelen- cia para la realización de los foros multilaterales entre África y los diferentes actores extrarregio- nales como China, Francia, la Unión Europea, India, Japón y Turquía. En los casos de Rusia y Reino Unido, avanzan en sus mecanismos de Cumbres birregionales. Muchos de estos foros se convierten en vías alternativas para la captación de recursos por parte de la UA.