Economía y COVID-19 en el ciclo político de Estados Unidos: continuidad y cambio después del 20 de enero 2021


United States Economy and COVID-19 in the Political Cycle: Continuity and Change After January 20th 2021


Dr. C. Luis René Fernández Tabío

Profesor Titular. Doctor en Ciencias Económicas

Centro de Investigaciones de la Economía Internacional (CIEI)

Universidad de La Habana

e-mail: luis.fernandez@ciei.uh.cu Número ORCID: 0000-0003-3535-2789


Resumen:

El artículo explora la interrelación existente entre el comportamiento de la economía estadounidense, la COVID-19 y otros retos en el ciclo político elector- al para la continuidad y cambio de la política de Esta- dos Unidos después del 20 de enero de 2021. Esta crisis económica se presenta como resultado del nuevo coro- navirus, pero sus raíces están en las contradicciones y desequilibrios propios del capitalismo, agravadas por las políticas aplicadas por la administración de Don- ald Trump. Los efectos de la crisis en Estados Unidos son trascendentes debido al carácter mundial de la pandemia, y la interconexión internacional de los sec- tores financieros, productivos y de servicios. Con inde- pendencia de la inclinación política que resulte domi- nante de las elecciones, sea un reacomodo reformista demócrata, o una profundización de la continuidad di- visiva y destructiva de Donald Trump, habrá que enfren- tar el contexto de las múltiples crisis internas y desafíos internacionales. Estas condiciones determinan la ten- dencia predominante a la continuidad debido la comu- nidad de intereses y objetivos de los partidos de la clase dominante, aunque con diferentes discursos políticos, estrategias y énfasis en el empleo de los instrumentos de poder para lograrlos en los próximos cuatro años. Palabras clave: Crisis económica. Pandemia. Manten- imiento del poder. Ruptura política.

Abstract:

The article explores the interrelationship between the behavior of the US economy, COVID-19 and other challenges in the political cycle for the continui- ty and change of US policy after January 20, 2021. This economic crisis occurs as a result of the new co- ronavirus but its roots lie in the contradictions and imbalances of capitalism, aggravated by the policies applied by the Donald Trump administration. The effects of the crisis in the United States are transcen- dent due to the global nature of the pandemic, and the international interconnection of financial, pro- ductive and service sectors. Regardless of the domi- nant political tilt of the election, be it a Democratic reformist rearrangement, or a deepening of Donald Trump's divisive and destructive continuity, the con- text of multiple internal crises and the international challenges that will have to be faced. These conditions determine the predominant trend towards continuity, although with different results, due to the community of interests and objectives of the parties of the ruling class, but different political discourses, strategies and emphasis on the use of the instruments of power to achieve them in the next four years.

Key words: Economic crisis. Pandemic. Keep on

power. Political Brake. Introducción


Introducción

La economía de Estados Unidos cumplió en 2019 diez años de expansión desde la Gran crisis financiera y económica 2007-2009. Hasta ese mo- mento, la crisis de 2008 era la más grave desde la Gran Depresión de la década de 1930. Entre 2009 e inicios de 2020, los índices de desempleo des- cendieron por debajo de lo que podría conside- rarse pleno empleo, y el Producto Interno Bruto (PIB) aumentó de forma sostenida, aunque con variaciones por trimestres y regiones. La recupe- ración económica ya venía ocurriendo durante el gobierno de Barack Obama, por lo que en rigor no es atribuible a la administración Trump.

Sin embargo, hasta enero de 2020, la realidad económica era un factor muy favorable para las aspiraciones de reelección de Donald Trump en noviembre, unas de sus mejores cartas de triunfo. Está bien establecido que las condiciones econó- micas cuando están definidas —expansión robus- ta o recesión— en el año electoral, son determi- nantes para las elecciones presidenciales. En 1992 la frase, “es la economía estúpido” se convirtió en un mensaje decisivo para la victoria de William Clinton, dado que la economía estadounidense estaba todavía bajo los efectos de la crisis econó- mica. Los electores aprecian la situación familiar y personal, reflejada en sus ingresos, empleo y bienestar económico y la atribuyen mayormente al presidente en ese momento.

Pero ese no es el único factor, otras variables en situaciones difusas y sumamente complejas como en las actuales, pueden influir en los resultados electorales. Entre ellas están las percepciones so- bre la realidad, que son manipuladas por los me- dios de comunicación y las figuras políticas prin- cipales, como el presidente y otros funcionarios de la administración. La propaganda y las menti- ras logran inclinar la balanza a favor o en contra del ocupante de la Casa Blanca. Conflictos inter- nacionales como guerras, intervenciones u otros problemas internacionales, pueden repercutir cir- cunstancialmente en los resultados electorales.

Una expresión actual de esa maniobra es consi- derar a la COVID-19 como una agresión de una potencia extranjera, en este caso China. Trump ha tratado de presentar esta acusación sin mucho fundamento, el Secretario de Estado Mike Pom- peo ha insistido en el tema, pero en una elección tan reñida, cualquier adición o substracción por pequeña que sea puede cambiar el resultado en el sistema político electoral en que las mayorías nacionales no determinan al ganador, sino los vo- tos electorales obtenidos con frecuencia por mi- núsculas ventajas en estados en disputas para al- canzar 270 o más de esos votos indirectos. Otras acciones en política exterior están entre las posi- bilidades del presidente que busca la reelección, sean para distraer la atención de un perjudicial asunto interno, y sumar apoyo de los grupos de intereses especiales, o para presentar algún su- puesto resultado, aunque la realidad no lo acom- pañe. Entre estas movidas se realizan maniobras provocadoras y despliegues militares, acciones y amenazas contra otros países, usando pretextos como la defensa de la libertad, o los derechos hu- manos, flujos migratorios dañinos para la segu- ridad de Estados Unidos, defender la libertad de navegación, o enfrentamiento al narcotráfico, que puedan alentar simpatías políticas internas de al- gunos grupos.

Es interesante que el lema de Trump sea Ame- rica First, cuando esa referencia a Estados Unidos primero debiera ser la oligarquía financiera pri- mero. Al tratar de estimular el crecimiento eco- nómico, este gobierno lo ha hecho mediante una inclinación regresiva en la reducción de impues- tos, para favorecer al capital, no a los trabajadores o las capas medias, aunque distribuya algunas mi- gajas para estos últimos. Las capas medias, un sec- tor muy importante y simbólico en el entramado económico, social, político e ideológico de Esta- dos Unidos, se han visto afectadas desde el inicio de la llamada contrarrevolución conservadora en la década de 1980, sufriendo una declinación de sus condiciones de vida. Este proceso de aumento


de las diferencias socioeconómicas en la sociedad estadounidense no es nuevo, pero su agudización ha venido alcanzando niveles muy pronunciados durante el trumpismo y la actual crisis lo ha em- peorado.

El desafío reelectoral de Trump se complicó de- bido a la entrada de la COVID-19 y la mala con- ducción a su enfrentamiento con el estallido de una gran crisis. La caída de la economía alcan- zó su peor momento en el segundo trimestre del año, cuando el Producto Interno Bruto descendió un 30% y el desempleo aumentó a 14,7% en abril. Los pronósticos de recuperación son inciertos a pesar de alguna mejoría en el tercer trimestre del año sin que se alcanzara la recuperación total. Una parte de esa mejoría se debe a los enormes paquetes de estímulo del orden de los billones de dólares. Sin disponer de los datos oficiales, la crisis económica debe agudizarse a final del año debido a los rebrotes del virus y ello complejiza enormemente el escenario electoral y las perspec- tivas políticas, económicas y sociales a partir de 2021. Con un desastroso control de la pandemia no puede lograrse una salida de la crisis económi- ca (Siegel Van Dam, 2020).

Un notable economista estadounidense, Jeffrey Sachs ha catalogado a la administración de Do- nald Trump de catastrófica y responsable por los más de doscientos mil fallecimientos que ha deja- do. Sachs afirma al respecto: “la única forma de te- ner una economía viable es controlar la epidemia. El problema es cómo ser efectivo en controlar la epidemia y llevar la transmisión de la enfermedad a niveles muy bajos.” A partir de su experiencia, Sachs no duda en afirmar que “Trump es el peor líder político” que ha conocido en toda su vida (Chotner, 2020).

Es decir, el reto que atraviesa Estados Unidos en medio del ciclo político electoral, y la pande- mia del nuevo coronavirus ha servido como cata- lizador a una crisis económica iniciada entre mar- zo y abril, profundizada en el segundo trimestre de 2020 y que evidencia nuevas dificultades en el

último trimestre del año debido a un nuevo in- cremento de los casos del nuevo coronavirus y el número de fallecidos al tiempo que se agota el pa- quete de estímulo fiscal, no renovado por las pug- nas políticas interna en la recta final de las elec- ciones.

El período político que se iniciará el 20 de ene- ro de 2021 estará marcado por la necesidad de en- frentar múltiples retos, crisis económica y pande- mia que afecta de manera importante y desigual al resto del mundo y sobre todo a Europa, región significativa para los intercambios económicos y financieros de Estados Unidos.

Los intentos de relanzar la economía sin con- trolar la epidemia, han demostrado ser un cami- no peligroso para la vida e inefectivo. El rebro- te del virus es un freno decisivo para sectores de la economía como los servicios, sin los cuales la recuperación no es posible. En ausencia de trata- mientos y vacunas efectivas, que no se prevé estén disponibles hasta mediados de 2021, estas crisis y retos que ha enfrentado Estados Unidos en el ciclo político electoral estarán presentes en los próximos años.

La politización sufrida por el enfrentamiento a la COVID-19, la división de la sociedad y su clase política, el quiebre del sistema bipartidista, refor- zada por las falsas aseveraciones de Trump sobre la gravedad de la enfermedad, tratamientos no probados científicamente y rechazo al distancia- miento físico y uso de mascarillas, dificultará la solución del problema, aun si Trump no es ree- legido. Se ha extendido en una parte importante de la población el rechazo a la vacunación, lo que supone un obstáculo adicional para frenar la dise- minación de la enfermedad.

Otros expertos desde distintos campos de la ciencia, advierten sobre las nuevas circunstancias en que funcionarán las sociedades y las relacio- nes económicas después restablecerse su funcio- namiento. Se espera haya una redefinición de las fuentes de los suministros, procurando las más cercanas y seguras. Se pronostica el aumento de


la automatización, la robótica y la inteligencia ar- tificial y las formas de trabajo a distancia. Los ser- vicios, suministros y transferencias monetarias mediante redes se incrementarán, reduciendo adicionalmente las fuentes de empleo. La ocupa- ción de la fuerza de trabajo será modificada, tanto por los cambios en el comportamiento social de los individuos, como por las estrategias de los go- biernos y las empresas para reducir las vulnerabi- lidades expuestas por la pandemia y la crisis.

Las siguientes páginas, sin conocer los resulta- dos de estas convulsas elecciones, en medio de la avalancha de opiniones, proyecciones y criterios, buscan explorar algunos aspectos de la interrela- ción entre la crisis económica en Estados Unidos, la epidemia de la COVID-19, y sus consecuencias políticas más allá de 2020. Se tratará de discernir los elementos de continuidad y los posibles cam- bios o variaciones de políticas que se tendrá a par- tir del 20 de enero de 2021 según se produzca la victoria de Joe Biden, o la reelección de Donald Trump sin particularizar las políticas respectivas por regiones y países. Son reflexiones y valoracio- nes de carácter muy preliminar por el todavía es- caso desarrollo de estos acontecimientos, no co- nocerse el desenlace de la contienda electoral, en medio de un ciclo político poco convencional y con elevadísimo grado de variabilidad y comple- jidad.

Las encuestas en el abigarrado sistema electo- ral estadounidense, a definirse en un poco más de la decena de estados identificados como cam- po de batalla para el logro de al menos 270 vo- tos electorales favorecen al candidato demócrata, pero no puede excluirse las opciones de Trump a otros cuatro años en la Casa Blanca aunque sea menos probable. El resultado no será irrelevante por lo que representa el afianzamiento de las po- líticas destructivas y divisivas de Donald Trump, o un restablecimiento de cierto retorno a las ten- dencias precedentes de más multilateralismo y empleo del poder blando y menos confrontación para buscar la recuperación parcial del liderazgo

e imagen de Estados Unidos en el mundo. Aun- que haya elementos generales de continuidad, ya no estamos en los tiempos que pueda tenerse una llamada gran estrategia o estrategia general que paute la tendencia de la política exterior. Las divi- siones dentro de la clase política estadounidense no lo hace posible y por ello hay distintas proyec- ciones dentro de ese marco general de la políti- ca exterior respecto a regiones y países según sea uno u otro el gobierno que se tenga en el período 2021-2024, que no se desarrollarán aquí.


Crisis económica de 2020, antecedentes y condi- ciones agravantes

Entre los principales antecedentes de la cri- sis económica de 2020 está la contrarrevolución conservadora marcada por la victoria electoral de Ronald Reagan al frente de una coalición políti- ca en 1980. El paquete de políticas económicas conocido como reaganomía, rechazó el consen- so liberal keynesiano que le precedió y ha venido desmontando progresivamente el llamado orden liberal de posguerra, que Estados Unidos. Se apo- yó en la liberalización a ultranza del comercio y apertura a los movimientos de capital, acompa- ñada por la desregulación financiera para revertir la caída de la cuota de ganancia mediante la cre- ciente especulación financiera y la explotación de fuerza de trabajo barata internacional. El impulso a la globalización económica dado por estas polí- ticas fue la base de los acuerdos de libre comercio que avanzaron Estados Unidos a partir de la déca- da de 1990 como modo de darle estabilidad y un marco institucional y regulatorio a esas políticas. En Estados Unidos, el consenso económico conservador a favor de la globalización fue bipar- tidista, con mínimos ajustes durante los dos pe- ríodos presidenciales de los demócratas William Clinton (1993-2001) y Barack Obama (2009- 2017). El paquete de políticas incluía la desregu- lación financiera y las reformas impositivas de ca- rácter regresivo bajo el supuesto derrame o goteo de la llamada economía de la oferta (supply side


economy). Todas estas políticas económicas apli- cadas por décadas con pocas variaciones tenían como objetivo el incremento de la explotación de la fuerza de trabajo e incrementar la cuota de ganancia de las grandes corporaciones, bancos y empresas transnacionales. A lo largo de los años estas medidas económicas no solamente transfor- maron la economía internacional sino el tejido socioeconómico interno de Estados Unidos. Las mismas empeoraron la desigualdad, cuyas conse- cuencias repercutieron en la propia economía de Estados Unidos y en las industrias manufacture- ras y en la fuerza de trabajo ocupada en las mis- mas, generando el rechazo conservador naciona- lista, que acompaña la llegada a la presidencia de Donald Trump en 2017.

A finales de 2019, e incluso enero de 2020, sin reconocer la repercusión que tendría la CO- VID-19 todavía,—a pesar del avance rápido de la epidemia en China y las advertencias de la Orga- nización Mundial de la Salud— existían factores favorables y desfavorables para la economía esta- dounidense. Las condiciones para el estallido de la crisis económica y financiera estaban latentes, y habría estallado de un modo u otro. El gobierno de Estados Unidos impulsó la economía mediante una enérgica política monetaria y fiscal expansi- va en medio del ciclo político electoral, incluyen- do inusuales presiones sobre el banco central y el presidente de la Reserva Federal para que mantu- viera bajas las tasas de interés.

Las crisis económicas cíclicas son inevitables en las economías capitalistas, aunque no es posi- ble prever su ocurrencia. La duración de la fase expansiva puede estimarse a partir de conocer los resultados precedentes. Una expansión en Estados Unidos por diez años es notable —la anterior ocu- rrió en la década de 1990—, y cabría esperar que el estallido de la próxima recesión no demoraría mu- cho más a juzgar por el comportamiento histórico registrado minuciosamente por el Buró Nacional de Investigaciones Económicas [National Bureau of Economic Research] (NBER, 2020). En 2019 se

cumplieron diez años de Gran Recesión y crisis fi- nanciera de 2007 a 2009.

Antes de la aparición de la COVID-19, existían factores favorables a una crisis económica y otros que la retardaban, pero no aliviaban las contra- dicciones sino todo lo contrario. Un elevado y creciente déficit fiscal, ocasionado por incremen- to de gastos —entre ellos los militares— y reduc- ción de impuestos (para mayor beneficio del sec- tor financiero y las grandes corporaciones) con el consiguiente aumento de la deuda pública a nive- les alucinantes. Las políticas desreguladoras con- tribuían a la creación de burbujas financieras y la guerra comercial con China generó un ambien- te comercial negativo, que afectó las relaciones con ese país pero no redujo el déficit comercial estadounidense total. Estados Unidos no redujo el monto de sus inversiones sino que modifico la distribución geográfica de las mismas. Evidente- mente, tratándose de las relaciones entre las dos mayores economías del mundo, cualquier con- flicto económico entre ellas tiene una repercusión mundial. Estos desequilibrios y las políticas con- servadoras de fuerza, al emplear deliberadamente los instrumentos económicos de poder con fines políticos, crearon resquebrajamientos en la eco- nomía mundial, falta de confianza en el multila- teralismo, y aumentaron los riesgos de una crisis. Asimismo, el empleo masivo de medidas eco- nómicas coercitivas unilaterales para lograr fines políticos, a tono con enfoques geoeconómicos para los más disimiles propósitos (Blackwill & Harris, 2016: 200), como controlar los flujos mi- gratorios desde Centroamérica, subvertir gobier- nos con fines geopolíticos, incrementaron las ten- siones en las relaciones internacionales y dañaron los negocios. El creciente empleo de los instru- mentos económicos de poder levanta serias dudas sobre la capacidad de liderazgo político estadou- nidense. Este problema se ha extendido sobre su propio sistema de alianzas, incluyendo a la Orga- nización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y las relaciones de Estados Unidos incluso con sus


más cercanos aliados, como la Unión Europea y Canadá (Rapp-Hooper, 2020). Las condiciones de la globalización económica y financiera, y la preponderancia que todavía tiene el dólar como dinero mundial a pesar de su gradual declinación relativa, le ofrece al gobierno de Estados Unidos la capacidad de coerción política mediante ins- trumentos económicos, con el propósito favore- cer su sistema de dominación y la correlación in- ternacional y regional de fuerzas (Navarro, 2018). A favor de la economía en este escenario se podía mencionar el avance parcial en negocia- ciones comerciales con China en un primer mo- mento, aunque posteriormente se incrementa- ron las tensiones y esta parece ser la tendencia dominante, y el haber alcanzado una renegocia- ción ventajosa para Estados Unidos con Canadá y México para reformar el Tratado de Libre Co- mercio de América del Norte (TLCAN), que aho- ra se conoce como Tratado México-Estados Uni- dos-Canadá (TMEC). Otro elemento favorable a la economía estadounidense se deriva la llama- da revolución de los hidrocarburos de esquistos. Aunque estas técnicas de explotación del petró- leo y el gas son muy destructivas para el medio ambiente, transformaron a Estados Unidos en el mayor productor de petróleo mundial y se llegó a convertir en exportador neto. La transforma- ción de la matriz energética estadounidense ha tenido no solamente implicaciones comerciales, sino también geopolíticas (Blackwill & O´Sulli-

van, 2014: 104).

Un eventual gobierno demócrata encabezado por Biden debería enfrentar los problemas medio ambientales y sus consecuenticas para el cambio climático aunque no pueda esperarse modifica- ciones radicales en la matriz energética durante su gobierno. Este sería una de las esferas más sen- sibles, por la importancia que tiene el sector ener- gético de los hidrocarburos, tanto desde el punto de vista económico como político. La política de Trump ha tenido consecuencias negativas sobre el medio ambiente al concentrarse en la explotación

de fuentes de hidrocarburo y ha frenado el desa- rrollo de nuevas tecnologías y sistemas energéti- cos avanzados.

Las modificaciones en los flujos internaciona- les de hidrocarburos han tenido repercusiones en la geoeconómica y la geopolítica mundial, y las mismas están en juego en la presente cri- sis. Países considerados adversarios por Estados Unidos como Rusia, Irán y Venezuela son muy dependiente de los ingresos por la exportación de petróleo. La caída de los precios del petróleo por la enorme disminución de la demanda mun- dial, afecta la explotación del petróleo de esquis- to dado su mayor costo de explotación. Por esta razón, se espera la reducción en un 50% de estas producciones en Estados Unidos respecto a 2019, y así retorna a la condición de importador neto de crudo a partir del tercer trimestre de 2020 con re- percusiones para el próximo ciclo político 2020- 2024 (EIA, 2020).


Evolución de los desequilibrios macroeconómicos y deuda pública

Las principales proyecciones del comporta- miento de la economía de Estados Unidos a fi- nales de 2019 y principios de 2020 consideraban se continuaría el crecimiento y los relativamente reducidos niveles de desempleo (por debajo del 5 %). Estos indicadores encubrían la baja utiliza- ción de la fuerza de trabajo de un poco más de 63 % de la población mayor de 16 años. De he- cho, los pronósticos en marzo del 2020, estima- ban de modo muy optimista que la disminución del Producto Interno Bruto de Estados Unidos en ese año sería de apenas 0,1 %, como parte de la afectación debido a la caída de la economía China principalmente (OECD, 2020: 2).

Ya en el mes de abril las evaluaciones aportadas por el FMI consideraron que la crisis económica del 2020, como resultado de haberse declarado como pandemia la COVID-19, se catalogaba como la peor desde la famosa Gran Depresión de la déca- da de 1930. Estados Unidos comenzó a percibir las


primeras afectaciones entre marzo y abril de modo muy acelerado. En abril más de 20 millones de trabajadores habían solicitado beneficios por des- empleo, lo que supone una tasa de desempleo de alrededor del 15 % (Casselman, 2020). Solamente hasta ese momento se podía afirmar que se trata- ba de una recesión gigantesca, cualquiera fuera su evolución posterior. No podía descartarse aunque podía superar a la Gran Depresión de la década de 1930, considerando que para algunos analistas en 2019 no habían quedado resueltos los desequi- librios originados por la Gran Crisis 2007-2009 (Chesnais, 2020). La Oficina de Estadística Laboral del gobierno estadounidense estimó el desempleo de abril en 20,5 millones de desempleados y 14,7 % (Bureau of Labor Statistic, 2020).

La actual crisis sin contar con datos que permitan un balance final sin duda supera a la entonces llama- da Gran crisis de 2008, según algunos cálculos pre- liminares en casi tres veces. Se espera que la debacle del PIB estadounidense sea entre 3,5 y 4,8 % de la tasa anualizada —dependiendo de los distintos es- cenarios. Eso contrasta con la proyección de China, país en que se inició la epidemia a finales de 2019 y se espera tendrá un crecimiento muy pequeño en el entorno del de 1-2 % en 2020, pero crecimiento al fin (The Economist, 2020: 76). Estas previsiones par- tían del supuesto, de que las dificultades no se exten- dieran hasta el otoño de 2020, o incluso alcanzaran a 2021. Según fuera la eficacia en el enfrentamiento a la COVID-19, la curva de la recuperación asemeja- ría la letra V, o podían provocarse recaídas, y enton- ces se parecería a la W, extendiéndose naturalmen- te los plazos si se presentaban, como ha ocurrido a finales del año 2020, nuevos brotes de la epidemia (Gopinath, 2020). Ya a finales de octubre de 2020 se puede afirmar que las consecuencias de la crisis eco- nómica serán trascendentes y eventualmente alcan- zará su recuperación en el 2021.

En general las crisis económicas exacerban los problemas socioeconómicos preexistentes y repercuten en los conflictos sociales, políticos e incluso en la identidad política, la región y la

ideología. En un país como Estados Unidos, las diferencias socioeconómicas comprobadamente desfavorables a los afroestadounidense, y los lati- nos, se reflejan también en la proporción de infes- tados por la epidemia de COVID-19 y las muertes asociadas a esta enfermedad. Las políticas conser- vadoras de esta administración republicana au- mentaron las desigualdades históricas.

De esto último se ha responsabilizado a la glo- balización económica, cuando en los países como Estados Unidos no se aplicaron políticas públicas para compensar los efectos adversos de esos proce- sos. Joseph Stiglitz señala que la concentración de los ingresos y las riquezas en un grupo cada vez más reducido de personas: “parece que evolucionamos de manera resuelta hacia una economía y una de- mocracia del 1 %, por el 1 % y para el 1 %” (Stiglitz, 2019: 59). La desigualdad no es un problema nue- vo de la sociedad estadounidense, pero se ha venido agravando peligrosamente y se agudiza en medio de las crisis. “La desigualdad, la fuerza fundamental e implacable en la vida estadounidense desde finales de la década de 1970, empeoró” (Parker, 2020).

La visión optimista de Trump sobre el control que ejerce sobre la epidemia y las esperanzas de una rápida recuperación son obviamente infunda- das y aunque puedan motivar algún apoyo coyun- tural no contribuyen en lo más mínimo a reducir las desigualdades sociales. Es cierto que las medidas de distanciamiento físico limitan o cierran los tra- bajos. Sin embargo, el restablecimiento del trabajo, su productividad y las cadenas de suministros se repondrán de modo lento, debido a que las empre- sas tratarán de reducir vulnerabilidades con sumi- nistradores distantes, sustituyéndolos por los más cercanos, y preferiblemente internos. Ello eleva los costos del factor trabajo y reduce la productividad. El resultado de esta recuperación depende también de las afectaciones sociales y sicológicas de los tra- bajadores, que pueden sentirse desestimulados, con traumas psicológicos que afecten el proceso de rein- corporación. Son seres humanos en relaciones so- ciales de producción explotadoras, que acaban de


atravesar por una situación muy traumática. Es pre- visible que tanto la cohesión social como la confian- za en el liderazgo del gobierno se verán afectados (Eichengreen, 2020).

Además, la economía mundial en la actuali- dad es global y lo seguirá siendo, aunque sin duda será objeto de ajustes que limiten y reformulen su alcance y los modos de funcionamiento. En- tre los problemas estructurales que la economía estadounidense están los desequilibrios en su sec- tor externo, como el déficit comercial crónico. El empleo indiscriminado de tarifas aduaneras para cualquier asunto de política no propiamente co- mercial, la guerra comercial con China, tampoco ha contribuido a mejorar la posición del saldo co- mercial estadounidense como prometió Trump. Las previsiones son a la agudización de este con- flicto, porque se ha consolidado en la clase domi- nante estadounidense el carácter de adversario de China y ello de un modo u otro transcenderá con variantes con uno u otro gobierno.

Estados Unidos mantiene un déficit consistente en el flujo neto de inversiones. Es un país deudor porque su deuda pública es financiada por capi- tal extranjero, lo que hasta ahora es una fortaleza por el atractivo de ser todavía el principal centro financiero del mundo, pero constituye una vulne- rabilidad a futuro. No existen razones para que la pandemia y la crisis económica puedan contri- buir a mejorar el balance comercial ni financiero. El déficit fiscal ha tenido un empeoramiento pro- gresivo y en 2019 se gastaron 1 06 mil millones de dólares por encima de los ingresos, lo cual se adicio- na a la deuda pública que alcanzó 23,3 mil millones de dólares. Si bien el monto de los ingresos al pre- supuesto aumentó, el incremento de los gastos fue

muy superior comparado con el año precedente.

El presidente Trump ha planteado que el cre- cimiento económico incrementaría los ingresos y compensaría la reducción impositiva de 2017. Sin embargo, la economía creció 2,9 % en 2018 y se desaceleró a 2,3 % en 2019. El déficit fiscal y la deuda federal continuaron aumentando antes de

la COVID-19 y la crisis económica. Debido a los cuantiosos paquetes de salvamento aprobados se considera conservadoramente que el déficit fiscal se incrementará en 25 % y alcanzará 1,1 billón de dólares (Cox, 2020).

El gobierno entregó multibillonarios paquetes de rescate. Ello acrecentó el fardo de la deuda, que tendrá efectos sobre el bienestar social a largo pla- zo. De acuerdo con las estimaciones del Comité para un presupuesto federal responsable (Com- mittee for a Responsible Federal Budget, CRFB), los déficits presupuestarios sumarán más de $ 3, 8 billones (18,7 % del PIB) este año, y $ 2,1 billones (9,7 % del PIB) en 2021. Esta institución proyec- ta que la deuda pública excederá el tamaño de la economía para fines del año fiscal 2020 y eclip- sará el récord anterior establecido después de la Segunda Guerra Mundial en 2023 (CRFB, 2020). Si Biden accede al gobierno se plantea impor- tantes gastos del orden de los 2 a 3 billones de dó- lares —aproximadamente un 3 % del PIB. Aunque la distribución de los mismos tenga otras priori- dades, como mejorar la distribución de los ingre- sos y el restablecimiento de la infraestructura del país, mediante un incremento de los impuestos a los ricos, debe mantener e incluso aumentarse los desequilibrios fiscales (Biden & Carpenter, 2018).


COVID-19 y su sincronización mundial

Las dos crisis económicas y financieras que anteceden a la actual en 2001 y 2008, estuvie- ron vinculadas al estallido de burbujas financie- ras y agudización de contradicciones debido a la profundización de políticas desregulatorias y de apertura al mercado (Fernández, 2009). Es decir, las políticas neoliberales y la globalización del ca- pital no son ajenas a las consecuencias negativas para ciertos sectores de la economía estadouni- dense, pero también por su tamaño tienen fuertes repercusiones dado los mecanismos de transmi- sión para la economía mundial.

No cabe duda que la extensión interna de la epidemia de la COVID-19 en Estados Unidos, ha


afectado seriamente a su economía, pero su inter- vinculación global desempeña una función que puede ajustarse, pero difícilmente retrotraerse to- talmente. Los datos que se han venido conocien- do así lo demuestran. Las medidas de cierre de actividades y el llamado aislamiento social físico, frenan o reducen la actividad económica, pero la recuperación será mucho más lenta y compleja. Las extensas relaciones económicas internas y ex- ternas, que en definitiva son relaciones humanas, acompañan la proliferación del mortal virus, y por lo tanto, el restablecimiento de la producción y los servicios en muchos ámbitos tendrá que cambiar para ajustarse a las nuevas circunstancias hasta que se disponga de tratamientos efectivos y vacu- nas dispuestas para aplicarse a toda la población. Es decir, no habrá recuperación económica en un país aislado por autosuficiente que sea. Es un pro- blema mundial y debe tener solución a ese nivel, o se observaran restablecimientos parciales, por debajo de la etapa anterior al inicio de la crisis.

Un estudio para medir el posible impacto ma- croeconómico de desastres como la COVID-19, empleando técnicas econométricas, reconoce los efectos destructivos de un supuesto choque por tres meses, que conllevaría una pérdida acumu- lada de la producción industrial de 12,75 % y 24 millones de empleos durante diez meses. Con au- mentos en la incertidumbre y el comportamiento de esta pandemia, sus efectos durarían años (Lud- vigson et al., 2020). Sabiendo que hasta el mes de octubre de 2020 la pandemia está lejos de ser con- trolada, se desarrollan nuevas oleadas de la enfer- medad y no existen todavía vacunas efectivas que puedan aplicarse, cabe esperar una extensión de la crisis económica y las otras crisis y riesgos que la acompañan hasta 2021.

Es obvio que un enfoque político que trate de recuperar la confianza internacional en Estados Unidos, reconozca la importancia de la colabo- ración internacional y el papel de organismos mundiales en materia de salud y medio ambiente, como pareciera ser la inclinación de un gobierno

demócrata encabezado por Joe Biden, sería la me- jor opción.

La Reserva Federal ha colocado sus tasas a los más bajos niveles para abaratar el financiamien- to, haciéndolo cero o negativo (Pramuk, 2020). La acción combinada de estas medidas sin preceden- tes de la Fed, sumadas a los paquetes de rescate, busca garantizar que la economía estadouniden- se tenga fuentes financieras para la recuperación, quedando como una interrogante los efectos de estas políticas sobre los precios, la inflación y los mercados de capital en el período subsiguiente.

Las bolsas de capital parecen por el momento inmune a estos desequilibrios macroeconómicos y crisis en la economía real. Cabe preguntarse si una enorme emisión monetaria como la actual, con enormes déficit y deuda podrá ser asimila- da por la economía sin mayores afectaciones fi- nancieras. Ello coloca el problema a futuro, en un escenario con elevados desbalances económi- cos, donde la disputa geopolítica y geoeconómica hace pensar a algunos en una nueva guerra fría, y la declinación de la hegemonía de Estados Unidos puede acelerarse dado los procesos precedentes y las políticas aplicadas hasta ahora.

Con independencia de las diferencias que se apliquen para enfrentar estos desafíos, no se pue- de desconocer que algunos aspectos de las polí- ticas de Trump han comenzado a convertirse en tendencia política, en medio de discrepancias en cuanto a cómo llevarlos a la práctica. El reajuste a la globalización expresado por el enfoque conser- vador de Trump de alguna manera representa los intereses de Estados Unidos y encontrará expresio- nes distintas en un eventual gobierno demócrata. La etapa posterior a esta crítica situación, compar- te rasgos comunes que deben influir en las políti- cas sobre los intercambios, viajes, migraciones y las relaciones productivas y de servicios. Las secuelas de la crisis serán perdurables. Los movimientos de trabajadores serán más regulados y reducidos para disminuir vulnerabilidades y riesgos. En general los controles migratorios serán más estrictos.


Las políticas en Estados Unidos en sentido ge- neral tienen una tendencia dominante a la conti- nuidad más que al cambio, y el 2021 no será un momento de ruptura total incluso si vence la op- ción demócrata.

El gobierno de Biden, dependiendo de si los demócratas logran mantener el control de la Cá- mara y consiguen mayoría en el Senado, podría hacer perceptible distinciones estratégicas en el discurso político diplomático y un mayor reco- nocimiento del multilateralismo y el uso de ins- trumentos blandos en la policía exterior. En la Plataforma demócrata se plantea la importancia para Estados Unidos desde la perspectiva de la se- guridad de recomponer las instituciones y alian- zas internacionales con su liderazgo en lugar de apartarse de ellas (Democratic Party Platform, 2020:64).

Sin embargo, dado las condiciones críticas de partida y un emergente consenso bipartidista en algunos asuntos, se reforzarán muchas de las ten- dencias policías que han caracterizado a la ad- ministración Trump, aunque de otra forma. Los factores y condiciones en la continuidad de la po- lítica exterior de Estados Unidos se deben a prio- ridades geopolíticas y a la necesidad de cumplir con los intereses y objetivos estratégicos del im- perialismo, ajustado a factores y circunstancias actuales de la correlación de fuerzas


Consideraciones finales

El año electoral 2020 en Estados Unidos ha sido complicado adicionalmente por dos crisis entre- lazadas: pandemia de la COVID-19 —una autén- tica crisis de salud global— que desató la crisis económica más profunda de la economía mun- dial y de Estados Unidos desde la Gran Depre- sión. Ambas crisis tienen una relación estrecha y aunque la crisis económica eclosiona por la epi- demia, tiene su raíz en problemas sistémicos y es- tructurales del capitalismo. Estas crisis agudizan las contradicciones estructurales, los retos prexis- tentes en la sociedad estadounidense en el plano

político, social e ideológico, alcanzando la políti- ca sobre identidad, los problemas religiosos y los conflictos raciales. En el caso del imperialismo es- tadounidense, los problemas no fueron siquiera aliviados en el período de expansión económica, porque no lograron solucionar las contradiccio- nes y desequilibrios de la crisis económica y fi- nanciera 2007-2009.

Las contradicciones económicas de Estados Unidos y sus tensiones sociales, e incluso políticas no son atribuibles exclusivamente a la administra- ción de Donald Trump, ni al ajuste conservador y nacionalista de sus políticas, pero las mismas han empeorado por los métodos de dividir, confron- tar y estimula el caos para lograr sus objeticos po- líticos coyunturales. El trumpismo ha favorecido el aumento del déficit fiscal, la deuda pública, la continuidad en la concentración de los ingresos y la riqueza del país en muy pocas manos. Ha daña- do el orden internacional de posguerra y puesto en juego importantes alianzas y acuerdos interna- cionales que dañaron la confianza en el liderazgo mundial de la gran potencia imperialista incluso entre sus principales aliados.

La concentración de la riqueza y los ingresos constituye un problema económico, en la medida que la creciente deuda de los hogares limita la de- manda agregada y ello afecta el crecimiento eco- nómico. Pero también es un reto para el sistema político estadounidense. Los contagios del virus y los fallecimientos han tenido una desproporcio- nada representatividad en la población latina y en los afroestadounidenses en medio de la crisis eco- nómica y la pérdida de empleos.

La aprobación de cuantiosos paquetes de fi- nanciamiento para aliviar los efectos de la cri- sis económica y sanitaria mediante la expan- sión monetaria y la reducción de los intereses, alivian la situación coyuntural, pero crean riesgos adicionales para la estabilidad del sis- tema monetario y financiero, al trasladar estas obligaciones al futuro. Tales medidas anticrisis incrementan las dudas sobre la estabilidad y


sostenibilidad estadounidense como líder eco- nómico mundial, y el papel del dólar dentro del sistema monetario y financiero global.

La actual crisis ha puesto en evidencia la ne- cesidad del multilateralismo y la colaboración internacional, pero la política de Trump ha sido contraria a ello. Este rasgo del trumpismo afecta seriamente la confianza en su liderazgo y obsta- culiza las posibilidades de una salida exitosa de la crisis que tendrá repercusiones en el desempeño de su economía, los problemas sociales y políticos mucho después del 20 de enero de 2021. Este sería una de las tendencias que se propone recuperar un eventual gobierno de demócrata: el multila- teralismo y una recuperación de acuerdos inter- nacionales que se han roto y han deteriorado la confianza en Estados Unidos en temas clave como la colaboración en el enfrentamiento a la pande- mia, la proliferación de armas y la preservación del medio ambiente.

El comportamiento de la economía que apa- rentaba una mejoría ha sido frenado a finales del año 2020 por otro incremento en la epidemia, los casos de contagio y el número de fallecidos. Ello indica que el comienzo del nuevo gobierno, cualquiera sea, tendrá que empezar por enfren- tar estos desafíos no resueltos, sin descartar que estalle una crisis financiera. Las crisis que se en- frentan por Estados Unidos son profundas y de gran complejidad. Las rupturas en las cadenas de suministros globales y las relaciones econó- micas internacionales resultado de la pandemia y la crisis económica global se espera tengan una gran trascendencia y perdurabilidad que podría extenderse más allá de 2021. Factores objetivos y subjetivos sobre el empleo, las formas de traba- jo, la robótica, la automatización y la inteligen- cia artificial en los procesos productivos y de la vida en general, serán privilegiados en el proce- so productivo, los servicios y en la economía in- ternacional.

Las tendencia al conflicto entre potencias como parte de la estrategia de seguridad nacional, la ruptura y renegociación de acuerdos de libre co- mercio, el rechazo o reformulación de acuerdos multilaterales sobre armas y medio ambiente, perjudican la posición de Estados Unidos en el balance mundial de fuerzas. El énfasis puesto en ambiciones geopolíticas y geoeconómicas, gue- rras económicas, bloqueos, empleo indiscrimi- nado de los instrumentos económicos de poder y otros medios de subversión, no generan confianza y hacen más difícil el restablecimiento de la eco- nomía global y las relaciones internacionales en el escenario posterior al fin de la pandemia y la crisis económica.

Las anteriores tendencias políticas de Esta- dos Unidos de no ser corregidas o reformuladas parcialmente a partir de la llegada al gobierno de los demócratas, deben acelerar el proceso de declinación de su poder relativo frente a las potencias emergentes y el resto del mundo. El liderazgo político estadounidense requiere de una estrategia más balanceada y realista, que pueda ajustarse a las condiciones concretas de la correlación de fuerzas para mantener espa- cios de colaboración internacional y coordina- ción de política con sus aliados, e incluso los considerados como potencias adversarias. La visión expresada por el aspirante Biden se co- rresponde con estos propósitos.

Las desafiantes condiciones de inicio que en- frentará el gobierno estadounidense después del 20 de enero de 2021, considerando las varian- tes entre la continuidad destructiva unilateral de Trump y la reconstrucción centrista y multilateral demócrata representada por Biden, estará enmar- cada por estas múltiples crisis y desafíos trascen- dentes, que dado el propósito común de demó- cratas y republicanos fortalecerá la tendencia a la continuidad de política con las variantes apunta- das para el período 2021-2024.


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