Nueva Época
Número 02
Lic. Gleydis Sanamé Chávez (CIPI).
La región de África del Norte y Medio Orien- te se recupera de las consecuencias adversas de la crisis económica como resultado de la pandemia de la Covid-19. Los países productores y exporta- dores de petróleo se restablecen de los efectos de la caída de los precios internacionales del crudo
—principalmente los del Golfo Pérsico— mien- tras que el turismo y el sector de la aeronáutica civil retoman de manera gradual sus actividades. Por ende, los países que dependen de estos sec- tores experimentan una lenta recuperación de su Producto Interno Bruto (PIB). La inestabilidad sociopolítica se mantiene y se siguen generan- do períodos coyunturales de ingobernabilidad, lo cual, junto a los conflictos armados internos e internacionalizados agravados por la situación socioeconómica, imposibilitan soluciones funcio- nales a las demandas de los sectores menos bene-
ficiados, entre ellos los jóvenes.
Así, países como Siria, Líbano, Yemen y Libia presentan las mayores dificultades para recupe- rarse en el actual contexto pospandemia. Mien- tras, los estallidos sociales y las manifestaciones antigubernamentales continúan; al tiempo que se afianza la tendencia al aumento del protagonismo de los movimientos y partidos de base islámica. Los movimientos terroristas en el área son com- batidos, pero no erradicados, pues estos siguen siendo instrumentalizados, apoyados, financia- dos y manipulados por actores internacionales y los aliados regionales de Estados Unidos.
Por su parte, el conflicto palestino no retoma protagonismo político ni siquiera en el mun- do árabe e islámico, a pesar del incremento de la agresividad y represión de Israel; permanece la
falta de una mayor cohesión al interior de las dife- rentes fuerzas políticas palestinas. Paralelamente, persisten las contradicciones entre los gobiernos árabes en el apoyo real a la causa palestina lo que junto al respaldo de Estados Unidos a Israel di- ficulta la aspiración de los palestinos de crear su propio Estado.
El pueblo kurdo no cumple con su aspiración de alcanzar cuotas de poder en el mapa político regional, por la falta de unidad entre los diversos grupos y la coincidencia coyuntural de intereses entre Irán, Iraq, Siria y Turquía para impedir el surgimiento de autonomías kurdas. Eventual- mente, siguen siendo utilizados por EE.UU. y sus aliados como pretexto para desarrollar acciones en contra de otros países.
Mientras, la competencia entre Irán, Arabia Saudita, EAU, Catar y Turquía por tener in- fluencia en la región se evidencia a través de las inversiones financieras, la captación de políti- cos y su activismo militar. También se percibe un incremento de las pugnas entre las potencias regionales, como Irán e Israel, y contradiccio- nes en los sistemas de alianza. A ellas se suman el papel creciente desarrollado por Turquía, el cual intenta un posible acercamiento con Ara- bia Saudita y EAU en función de aumentar su protagonismo. Aun así, las alianzas entre ellos continúan siendo frágiles o se modifican co- yunturalmente.
Las contradicciones regionales se compleji- zan, por una parte, por el sistema de alianzas de EE.UU. y sus acciones injerencistas, así como las de Israel y algunos países europeos y, por la otra,
debido a los sistemas de alianzas y de coopera- ción de algunos de los países del área con Rusia y China.
La Unión Europea como actor internacional no tiene un rol protagónico en el Medio Orien- te, solo algunos países como Francia se destacan, puntualmente, y mantiene una postura subordi- nada a los Estados Unidos en el tema energético. Mientras, en el Magreb, Francia fortalece sus re- laciones con Marruecos y Túnez, e intenta incre- mentar su influencia con el nuevo gobierno en Argelia.
El gobierno de Estados Unidos conserva en- tre sus líneas estratégicas de política exterior: el apoyo a Israel, su principal aliado en el área; la incidencia en la industria petrolera, con su aso- ciación con las monarquías del Golfo, así como lograr la disminución de la influencia china y rusa. Así, se perciben matices de cambio en las posiciones de Washington; eventualmente se re- toma el tratado nuclear con Irán (Plan Integral de Acción Conjunta) y se disminuyen las pre- siones contra este, con un apoyo más solapado a Arabia Saudita; y posiciones negociadas más favorables a la fórmula de los “dos Estados”, pero con el apoyo a los intereses israelíes, sobresa- liendo su cooperación en materia de seguridad la cual mantiene un alto nivel.
Al mismo tiempo, EE. UU. persiste en su estra- tegia de debilitamiento y fragmentación “contro- lada” de algunos Estados en función de mantener y afianzar su papel preponderante en el área: de- monizar a Irán y presionar en Siria, Líbano e Iraq. Se mantienen tropas estadounidenses en el área y no se producen nuevas intervenciones militares a gran escala. Sin embargo, se potencian las accio- nes puntuales de dichas fuerzas contra determi- nadas posiciones de interés para ellos.
Federación de Rusia proyecta una política ac- tiva en el Medio Oriente, buscando su legitima- ción como potencia negociadora y garante del equilibrio. El gobierno ruso mantiene el diálogo fluido con los principales actores regionales: sus
relaciones con Israel y sus vínculos con otros paí- ses del área, al tiempo que fortalece las relaciones económicas y comerciales con Arabia Saudita y otros países del Golfo Pérsico, preservando tam- bién su agenda energética internacional. Asi- mismo, fortalece la alianza con Irán y Siria, e in- crementa su papel en las negociaciones en este último país, Libia, y el conflicto israelí-palestino. En Siria, Rusia afianza su presencia militar, lo que garantiza su permanencia y salida al Medi- terráneo, propicia el debilitamiento significativo de las organizaciones terroristas, proporciona a Damasco una posición más favorable para mejo- rar la situación socioeconómica, sobre todo en el contexto de la reconstrucción del país y de cara a la negociación con la oposición. Logra mantener su cercanía con Iraq, Irán y con Turquía. Con esta última, existe una relación de equilibrio (fluctúa entre la cooperación y el conflicto) por áreas de
influencia.
La República Popular China concentra su pro- yección regional en la esfera económica-comer- cial e incrementa su colaboración militar. Se con- solida en ANMO a través del incremento de sus vínculos político-diplomáticos bilaterales, así como por los avances en la implementación de sus proyectos de infraestructura como partes de su estrategia conocida como Un Cinturón, Una Ruta. Algunas fases de estos megaproyectos en Irán, Egipto, Israel y países del Golfo Pérsico, a través de vías terrestres y marítimas, se encuen- tran en un estadio superior de ejecución.
China apoya (junto a Rusia) la solución de los conflictos por la vía político-diplomática, aunque comienza a tener cierta presencia militar en la zona. Existe una marcada sinergia entre las políti- cas de China y Rusia en el plano diplomático, aun- que cada uno persigue sus propios intereses en el área, con el argumento de equilibrar las posturas frente a temas como el de Irán y Siria. Igualmente mantiene una posición de apoyo a la política de la solución de los “dos Estados” en el conflicto israe- lí-palestino.
La Liga Árabe como mecanismo de concerta- ción política continúa inefectiva en relación con la causa palestina y con los conflictos en Siria y en el Sahara Occidental. Se continúa deterioran- do su posición y peso en la región y persiste en su alineamiento con las posturas de Estados Unidos hacia el área. Por tal, no se convierte en un foro de cohesión de políticas estatales para impulsar una agenda coherente con los intereses de los países a los cuales representa.
Por su parte, el Consejo de Cooperación de los Estados Árabes del Golfo se mantiene como el principal esquema de concertación política del área, aunque persiste su incapacidad para alcan- zar mayores niveles de integración debido a la asi- metría de sus economías y agendas políticas. Más allá de los “antagonismos” coyunturales entre al- gunos de sus Estados miembro (Arabia Saudí-Ca- tar), la organización se mantiene como un espa- cio para la concreción de programas de inversión y de cooperación. Los fondos de estos países para impulsar proyectos de cooperación internacional siguen siendo elevados.
Mientras, las contradicciones entre los princi- pales actores regionales por intereses geoeconó- micos y por lograr una mayor influencia política en el área siguen siendo coyunturales y dinámi- cas, y articulan alianzas con otros actores extra- rregionales.
Así, a pesar de la transición política experimen- tada en Argelia, el país sigue atravesando un pro- ceso de incertidumbre política y social, agravado por los efectos adversos de la pandemia de la Co- vid-19, que dificulta su desarrollo económico, en particular la diversificación de su industria nacio- nal. Las demandas de los sectores más jóvenes si- guen pendientes.
Toda esta situación es capitalizada por movi- mientos políticos de base islámica. Las actuales
fuerzas políticas en el poder intentan alcanzar cierto equilibrio con sus aliados en materia de po- lítica exterior, bajo los principios de la no injeren- cia en los asuntos internos y el respeto a la sobe- ranía nacional e independencia. El terrorismo y el crimen organizado transnacional constituyen los enemigos visibles más activos a combatir. El dife- rendo con Marruecos respecto a la RASD adquie- re nuevos matices en el marco de la ONU y de la UA. No obstante, mantiene su liderazgo en la región del Magreb, así como en el seno de la UA, aunque Rabat continúa presionando para tratar de consolidarse como líder.
La República Islámica de Irán intenta reanimar su economía impulsando nuevos renglones que favorezcan la diversificación, la autonomía estatal y el equilibrio de los gastos militares en sus cuen- tas nacionales. Las relaciones con China adquieren mayor centralidad y se recuperan los niveles de exportación del petróleo persa. Frente a la propa- ganda agresiva antiraní es probable que la tenden- cia conservadora, en particular el sector de clero y los militares, asuman un mayor protagonismo. Se mantiene pendiente el tema de la sucesión del Lí- der Supremo, por su avanzada edad (82 años), el fallecimiento inesperado del mismo agregaría una carga adicional a la inestabilidad sociopolítica.
Irán conserva una política activa en su espacio regional: apoya al gobierno de Siria y a los mo- vimientos políticos de base islámica, sobre todo Hezbollah en el Líbano. También apoya al gobier- no de Iraq y a algunas fuerzas políticas iraquíes, palestinas y yemeníes. Continua su apoyo a la causa palestina y las constantes pugnas geopolíti- cas con el Estado de Israel.
El gobierno de Teherán ha priorizado sus accio- nes multilaterales con organizaciones regionales como la Organización de Cooperación de Shan- ghái y ha priorizado también sus vínculos estraté- gicos con Rusia y China frente a las sanciones uni- laterales estadounidenses. Defiende los nexos con Rusia, lo cual no se convierte todavía, en relaciones explícitas de alianza. Fortalece las relaciones con
India y con China con los proyectos el proyecto del Puerto de Chabahar y “Un Cinturón, Una Ruta”, respectivamente, con especial protagonismo de la nueva Alianza Económica Estratégica por 25 años entre Beijing y Teherán.
En cuanto al “Plan Integral de Acción Conjun- ta”, con la Administración Biden se retoman los compromisos de las partes y se renegocian posi- ciones e incluso concesiones a Irán a cambio de mayores restricciones en su programa nuclear y limitaciones sobre su desarrollo militar, sobre todo de misiles balísticos. No obstante, permane- cerán las maniobras hostiles de Israel en contra del sistema político-religioso iraní y sus activida- des regionales.
El Reino de Arabia Saudita continúa afianzan- do su rol como regente de facto y desarrolla su programa de “modernización saudita” con la im- plementación de medidas relacionadas con los derechos políticos y sociales de los ciudadanos. Las gestiones de las figuras jóvenes en el panora- ma político interno saudita se incrementan. Las líneas de la política exterior se mantienen como expresión de sus intereses de potencia regional: persisten las tensiones con Irán por el liderazgo en el área y dentro del Consejo de Cooperación del Golfo mantiene su preponderancia. Sin em- bargo, estas proyecciones de su política exterior se adaptarán a una realidad que obliga al Reino a priorizar su estrategia económica hasta el 2030 y en consecuencia a restringir los gastos de guerras en las que se han visto empantanados, mermando su capacidad de influencia regional. Se mantiene como un aliado indiscutible de EE.UU. en la re- gión, aunque aparezcan ciertos desacuerdos.
La República de Turquía sigue siendo un actor clave en esta región, con una proyección exterior que se concreta en sus relaciones económicas, po- líticas y militares con sus vecinos, sustentado en base al neo-otomanismo.
Las políticas hacia los kurdos se mantienen como un factor de inestabilidad. Continúa con sus incursiones militares en Siria, bajo el pretexto
de conexiones entre el PKK y las milicias kurdas del país árabe, con altas y bajas en dependencia de las posturas coyunturales y las sinergias con las políticas rusas sobre este tema.
Las relaciones entre Ankara y Washington fluc- túan, en momentos de tensión y de mejoramiento. Se mantienen como miembro de la OTAN, pero opera siguiendo sus propios intereses nacionales. EE.UU. trata de debilitar los vínculos de ese país con Rusia.
La República Árabe de Egipto permanece con su liderazgo histórico en la región transitoria- mente debilitado. Los militares en el poder no constituyen la respuesta que deseaba la mayoría de la población, aunque se convierten en garantía de la estabilidad política. A raíz de los problemas estructurales de su economía se mantiene la frag- mentación de la población con un alto nivel de polarización socioeconómica, política y religiosa. Con el aumento del turismo y el recibo de re- mesas, el país recupera a un ritmo lento su eco- nomía y supera poco a poco los efectos negativos derivados de la crisis de la Covid-19. En Egipto continúa latente la amenaza de los grupos terro- ristas, sobre todo en el Sinaí. Incrementa su in- fluencia en el conflicto en Libia y se mantienen las tensiones con Etiopia por la redistribución de las
aguas del Nilo.
El Estado de Israel continúa siendo el país de máxima prioridad en la región para la política exterior de Washington. En el plano económico, aumenta sus capacidades energéticas con la ex- plotación de la riqueza gasífera en las costas de la Franja de Gaza. En el plano político continúa la fragmentación e inestabilidad de los gobiernos que se conforman. En el ámbito externo incre- menta su influencia diplomática tras el estable- cimiento de relaciones con cuatro países árabes: EAU, Bahréin, Sudán y Marruecos. Fortalece aún más las relaciones con Arabia Saudita —aunque no oficialmente— lo que constituye una significa- tiva victoria para el Estado hebreo y puede contri- buir a su afianzamiento regional. Israel se opone a
cualquier arreglo para la devolución de los domi- nios usurpados sistemáticamente a los palestinos.
En los territorios ocupados se incrementan las protestas y no se excluye una nueva Intifada que convoque también a una mayor unidad al interior de los palestinos. La reconciliación entre los dos principales partidos y fuerzas palestinos, Al-Fa- tah y Hamás no parece posible, más bien, podrían agudizarse, con vista a la programación de las próximas elecciones.
política a raíz del establecimiento de un “gobier- no” desde marzo de 2021 y la celebración positiva de las elecciones generales de diciembre de 2021. Conflicto saharaui: La causa por la independen- cia del Sahara Occidental no retoma su interés por parte de la comunidad internacional en el marco de la ONU y carece del respaldo de los gobiernos árabes, excepto de Argelia, lo que permite a Ma- rruecos continuar impidiendo la realización del re- feréndum de autodeterminación. Por su parte, la Unión Africana tampoco desempeña un rol decisi- vo en el conflicto, debido a las crecientes presiones y chantajes de Marruecos en el seno de la organi- zación y a la división que existe entre sus Estados
miembros con respecto a la causa saharaui.
Por su parte, las principales organizaciones terro- ristas transnacionales (Estado Islámico y Al Qaeda) no desaparecen, sino que son reconfiguradas, debi- do a que tienen que maniobrar frente a la reducción de sus áreas de operaciones, aunque mantienen sus niveles de regionalización. Estos grupos crean nue- vas unidades más descentralizadas y con pocos efec- tivos. La inestabilidad regional, la crisis económica, el desempleo, el contrabando de armas, la insatisfac- ción de las necesidades materiales de la población, los niveles de polarización social, y el apoyo de las potencias globales y regionales son los factores más importantes que favorecen el accionar terrorista y la captación de nuevos miembros por esos grupos.