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Nueva Época

Número 03

Proyección Exterior de Canadá

hacia América Latina y Caribe (1968-2003)1 Canada´s Foreign Projection Towards Latin America and the Caribbean (1968-2003)



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Dr. C. José Ramón Cabañas Rodríguez

Director del Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI) e-mail: (director@cipi.cu)

Número ORCID: 0000-0001-7778-3566


Resumen

El artículo analiza los antecedentes del acercamiento progresivo de Canadá al sistema interameri- cano, proceso en el cual desempeñó un papel trascendente la política exterior delineada por el Primer Ministro Pierre Elliot Trudeau, en sus sucesivos gobiernos, con el propósito de alcanzar cierta sobera- nía respecto a Estados Unidos. Distintas urgencias en política interna, más el interés de los principales grupos económicos canadienses de mantener su futuro atado a las grandes corporaciones estadouni- denses, limitaron los objetivos iniciales. De esta manera la proyección exterior de Canadá hacia Amé- rica Latina y el Caribe en el siglo XXI muestra signos permanentes de continuidad con independencia del gobierno que sea electo en Ottawa.

Palabras clave: Canadá, Estados Unidos, América Latina, Caribe, proyección exterior, política exterior.


Abstract

The article analyzes the background of the progressive rapprochement of Canada to the inter-Ame- rican system, a process in which the foreign policy outlined by Prime Minister Pierre Elliot Trudeau, in his successive governments, played a transcendent role, with the purpose of achieving certain sovereignty with respect to the United States. Different urgencies in domestic politics and the interest of the main Ca- nadian economic groups to keep their future tied to the big US corporations, limited the initial objectives. In this way, Canada’s foreign projection towards Latin America and the Caribbean in the 21st century shows permanent signs of continuity regardless of the government that is elected in Ottawa.

Key words: Canada, United States, Latin America, Caribbean, external projection, foreign policy.


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1 El artículo se basa en la Tesis de Grado del mismo nombre escrita por el autor en el ejercicio de aspirantura al grado de Doctor en Ciencia Política por la Universidad de La Habana en el año 2009.

Introducción

Hasta mediados de los años 80 del siglo XX, sólo unos pocos estudios sobre cuestiones puntuales en las relaciones de Canadá con América Latina y el Caribe se habían publicado y la inmensa mayo- ría de ellos fueron redactados por académicos ca- nadienses, con escasa participación de cientistas latinoamericanos.

No es hasta 1994 y el 2000, respectivamente, que aparecen dos de los estudios recientes más com- pletos sobre las relaciones de Canadá con Amé- rica Latina, con exclusión casi total del Caribe (Rochlin, 1994 y Stevenson, 2000). Pero, no alcan- zaron a ofrecer una explicación completa sobre la incorporación de Canadá a la Organización de Estados Americanos (OEA) como miembro ple- no, ni de su intervención en las negociaciones del Área de Libre Comercio para las Américas, cues- tiones relevantes en la conversión de Canadá en parte integrante del sistema interamericano.

A partir de 1990, con la negociación del Tra- tado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) y la realización de las Cumbres de las Américas desde 1994, se multiplicaron en Cana- dá los estudios académicos sobre América Lati- na y el Caribe, básicamente referidos a cuestiones económicas, los cuales en su mayoría reiteraron las bondades que podía significar la aplicación de esquemas neoliberales para las economías menos desarrolladas del continente.

En América Latina y en Cuba en particular han sido aislados los estudios publicados sobre la po- lítica exterior canadiense y menos aún los que se refieren a los vínculos externos de su sociedad ci- vil. Hasta el momento no se ha publicado en Cuba una sistematización de las relaciones canadienses con América Latina y el Caribe entre finales del siglo XX y principios del XXI.

A partir de lo explicado anteriormente, parece oportuno analizar con una visión de la Ciencia Política desde el Sur, o Nuestramericana los prin- cipales rasgos de la política exterior de Canadá,

país que va aumentando progresivamente su pre- sencia política y económica en la región latinoa- mericana y caribeña.

El presente artículo abarca de manera general el período más prolífico de la política exterior cana- diense hacia América Latina y el Caribe, valoran- do sus principales fundamentos, definidos como resultado de los reacomodos de intereses clasis- tas, que tuvieron lugar al interior de la sociedad canadiense.

Para ello nos planteamos la pregunta: ¿Cuáles son las razones que explican el crecimiento gradual de los vínculos políticos y económicos de Canadá con América Latina y el Caribe en el período 1968- 2003 y cuáles son las características principales de ese proceso?

Se parte del supuesto de que los vínculos de Ca- nadá con América Latina y el Caribe recibieron un estímulo oficial para su desarrollo a partir de 1968, debido a la intención del gobierno cana- diense, y de parte de la sociedad civil, de lograr la diversificación de las relaciones exteriores del país, para hacer frente a la influencia creciente que ejercían los Estados Unidos sobre Canadá. Sin embargo, las grandes corporaciones canadienses obstaculizaron ese curso de política y lo hicieron fracasar, al imponer como prioridad la institucio- nalización de la relación económica bilateral con Estados Unidos.

El presente análisis establece una relación direc- ta entre los cambios políticos internos de Canadá y la política exterior que cada uno de los sucesivos gobiernos definió en ese período respecto a Amé- rica Latina y el Caribe, e incorpora la incidencia de las megacorporaciones,2 importante actor de la sociedad civil, en la proyección exterior de Cana- dá respecto a la mencionada región.


El marco conceptual propuesto parte de un sen- tido martiano de la Política, como “arte de inventar un recurso a cada nuevo recurso de los contrarios” (Martí, 1975 a: 60) y de la voluntad de demostrar


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2 Este término se refiere a aquellas empresas que por su magnitud, con presencia exterior o no (transnacionales) tienen un peso en la vida del país, sea tanto por la cantidad de empleo que generan, aporte a la vida económica local o nacional, capacidad de financiar campañas políticas u otras acciones que incidan sobre decisiones de política exterior.

en última instancia qué la condiciona, al saber que en el estudio de la misma “lo real es lo que no se ve”. (Martí, 1975 b). Se integran igualmente las consi- deraciones de José Martí sobre la identificación del Problema Principal en una coyuntura histórica determinada, precondición para encarar entonces el Problema Fundamental clasista, según la de- terminación de V.I. Lenin. El concepto de política en los términos de una sociedad capitalista se pre- cisa con lo aportado por Fidel Castro, al apreciar esta como “la consagración del oportunismo de los que tienen medios y recursos” (Castro, 2007). Se comparten las definiciones de Ciencia Políti- ca desde el Sur (Fung Riverón, 2014) en el sentido de que la Política es la disciplina que comprende las relaciones entre el Estado y la sociedad civil, pero en ambas direcciones, de manera mucho más compleja que lo planteado por cientistas des- de el capitalismo, que limitan la política al ejerci- cio de poder y a la unidireccional relación gober-

nante-gobernado.

Una segunda dimensión de la política habría que verla, en una dinámica hacia el interior del gobierno, donde se manifiestan las acciones para mantener un estado de cosas en la producción y distribución de riquezas en correspondencia con intereses clasistas.

En el artículo se asume el concepto de Política Exterior razonado por Roberto González Gómez al resumir y evaluar lo aportado hasta entonces por estudiosos de la materia de diversos signos. El profesor González Gómez (1990) señaló que política exterior es “la actividad de un Estado en sus relaciones con otros Estados, en el plano in- ternacional, buscando la realización de los objeti- vos exteriores que determinan los intereses de la clase dominante en un momento o período deter- minado”.

Sin embargo, teniendo en cuenta que en la Cien- cia Política que se construye desde el Sur se reco- noce cada vez más el dinamismo de la sociedad civil sobre la conformación y el comportamiento del Estado, en particular en su política exterior, se utiliza también la definición de Proyección Exter- na, aportada por el investigador Luis Suárez Sa- lazar (2000). El autor explicó entonces que esta

definición la utiliza “para connotar acontecimien- tos y definiciones que, aunque strictu sensu for- man parte del orden político y jurídico interno o de la política económica, ecológica o cultural de un Estado-nación, contribuyen (o no) a materia- lizar su política exterior y, por tanto, sus plurales interrelaciones con el mundo”.

Las referencias de la indagación a la Sociedad Civil parten de lo expresado por Carlos Marx (1968) donde su autor planteó, por primera vez, que no es el Estado como objetivación del espíritu absolu- to el que se realiza en la sociedad civil y la familia, sino al revés, son la sociedad civil y la familia las que se abstraen en el Estado. Al hallar esta inver- sión metodológica, Marx concluyó que la socie- dad civil es el continente de las fuerzas de cambio que transformarán el Estado, considerando después como principal agente de las transformaciones al proletariado. En la construcción de una Ciencia Política desde el Sur se renomina la sociedad ci- vil en el concepto de pueblo, recogiendo los apor- tes de todos aquellos que han encabezado luchas populares de oprimidos; se reconoce el carácter abierto y más situacional de la misma, que cambia de país en país por los elementos histórico-con- cretos, así como su carácter contradictorio, pues entre sus componentes se asumen tanto la familia, como el mercado y actores económicos significa- tivos, como las megacorporaciones.

A pesar de la obligada generalización que im-

plica la síntesis en una investigación, se acude al uso de los términos América Latina y Caribe con comprensión de la diversidad de países y subre- giones que los mismos contienen.

Desarrollo

El período de tiempo en el que se delimita en el título del artículo se explica a partir de que en 1968 fue la primera vez en la historia de Canadá que un gobierno, liberal en este caso, declaró públicamen- te que la región de América Latina constituía una prioridad en su política exterior. Entre ese año y el 2003 se sucedieron el mandato del Primer Minis- tro Pierre Elliott Trudeau, con la búsqueda de más soberanía y diversificación de la política exterior; la arremetida conservadora de Brian Mulroney,

que insertó al país en la órbita estadounidense; y el regreso al poder ejecutivo de los liberales bajo la égida de Jean Chrétien, como supuestos herederos de la época trudeauista, pero incapaces de ofrecer una alternativa al esquema neoliberal instaurado ya en el país y a la tendencia integracionista con Estados Unidos.

Pretendemos analizar las causas objetivas que explicaron la formulación de una política de acer- camiento del gobierno liberal canadiense hacia América Latina y el Caribe, a partir de 1968, y las razones que impidieron que esa decisión se con- sumara, según los objetivos delineados por el eje- cutivo de Pierre Elliott Trudeau; así como plantear los límites de los gobiernos canadienses posterio- res para desarrollar una política exterior propia e independiente respecto a América Latina y el Ca- ribe, en el marco de su acelerada integración con Estados Unidos.

Es relevante para este propósito intentar carac- terizar la relación política de Canadá con Amé- rica Latina y el Caribe entre 1968 y el 2003 y, al mismo tiempo, explicar la preeminencia que han tenido los intereses económicos y comerciales de las empresas canadienses en la relación con Amé- rica Latina y el Caribe. Finalmente se explica, el comportamiento de Canadá como actor del siste- ma interamericano, a partir del ingreso a la OEA en calidad de miembro pleno, la negociación del TLCAN y su participación en las negociaciones del ALCA.

Al razonar los fundamentos de la relación po- lítica de Canadá con América Latina y el Caribe entre 1968 y el 2003, se debe partir del momen- to histórico canadiense en el que tuvieron lugar las elecciones generales de 1968, así como quién era, cómo y por qué ascendió al máximo poder ejecutivo un candidato prácticamente ajeno a las maquinarias partidistas tradicionales del sistema político canadiense.

En esa perspectiva es importante analizar los textos resultantes de varias comisiones reales crea- das entre 1949 y 1968, por sucesivos gobiernos ca- nadienses, que conocieron de la sociedad civil sus preocupaciones sobre la influencia creciente que ejercían los Estados Unidos sobre diversos aspec- tos de la vida del país.

Si bien dichos criterios eran canalizados desde la base de la sociedad canadiense, en la superes- tructura política no se diseñaron estrategias, ni proyectos que estuvieran en correspondencia con las recomendaciones realizadas por dichas comi- siones, lo que se reflejó en una creciente irritación popular.

La indicación más clara de esa insatisfacción y de las transformaciones que se venían produ- ciendo al interior de la sociedad civil canadiense fue la constitución en 1961, y la llegada al parla- mento federal en 1962, del Partido Neodemócra- ta (NDP), que pretendió capitalizar las tendencias heterogéneas con base en el movimiento obre- ro y agrario de las provincias centrales del país. Debe recordarse que primer gobierno socialista de Norteamérica se constituyó en el dominio de Saskatchewan en el 1944.3

El NDP trajo dentro de sí un sector minorita- rio, que llegó a plantear en 1968 la solución de los problemas de Canadá a partir del establecimiento de un régimen socialista.

Específicamente en Quebec, se desencadenó en- tre 1959 y 1962 la llamada Revolución Tranquila, a través de la cual un sector reformista asociado al Partido liberal local logró sacar del poder a la conservadora Alianza Nacional. Del seno de ese reformismo surgió un grupo nacionalista que lle- gó a defender en las urnas la soberanía de la pro- vincia, y otro grupo que optó por el federalismo como la mejor vía para garantizar los intereses de Quebec. En este último militaba Pierre Elliott Trudeau.

En aquellas coyuntura tuvieron efecto sobre la radicalización de ciertas fuerzas en Canadá facto-



3 La Federación Cooperativa del Commonwealth (CCF en inglés), como partido de tendencia socialista canadiense, fue fundada en 1932 y en 1955 se transformó en el Partido Social Demócrata. En 1944 la CCF salió triunfadora en las elecciones locales de Sakat- chewan y conformó gobierno.

res externos, como las consecuencias de la guerra de Viet Nam, la integración paulatina del Reino Unido a Europa, a partir de 1967, el consecuente desmembramiento de la Mancomunidad de Na- ciones, y el inicio del proceso de descolonización en el Caribe, que contribuyeron de una manera u otra a avivar los cuestionamientos que se hacían los canadienses sobre el referente a escoger para construir una sociedad más justa.

Es en ese entorno nacional e internacional que tuvo lugar, primero, un cambio en el liderazgo del partido liberal y, después, el ascenso al poder ejecu- tivo de Trudeau. Este y sus más allegados se unie- ron a dicha formación política tradicional, para hacer uso de la que consideraron como la mejor alternativa para llegar al poder y poner en prácti- ca sus ideas desde allí, para desarrollar una política que consideraban que debía estar “abierta a las iz- quierdas”.

El pensamiento reformista del nuevo líder y de su entorno más próximo se vio reflejado desde tem- prano en sus discursos sobre política exterior, en los cambios y restructuraciones que indicó den- tro del Departamento de Asuntos Exteriores, así como en la definición de prioridades del mismo.

Trudeau expresó claramente (Canadá y el mun- do, 29 de mayo de 1968) la visión de que, para que Canada se reafirmara como país y pudiera hacer

frente a la absorción que significaba la cohabita- ción con Estados Unidos, debía diversificar su po- lítica exterior y dentro de ella definió a América Latina, por primera vez, como una prioridad. Estas ideas se han podido analizar con precisión duran- te el curso de la indagatoria en documentos tales como Política Exterior para los canadienses (1970) y en el artículo “Las relaciones Canadá-EE UU: opciones para el futuro” (Tercera Opción, 1972).

Los gobiernos encabezados por Trudeau, que se sucedieron hasta 1984, intentaron desarrollar una relación con América Latina que se basara en la cooperación, el intercambio de todo tipo, la pro- moción de la paz y la seguridad y la contribución al desarrollo de la región.

Sin embargo, esta política no alcanzó los resulta- dos esperados por un grupo de razones, entre ellas:

1.- Incapacidad del liderazgo liberal para la concreción de estos objetivos ante la urgencia de prioridades tales como las negociaciones consti- tucionales, la situación interna de Quebec y la cri- sis económica de inicios de los años 70.

2.- El papel retrógrado de la burocracia guber- namental que hizo resistencia a los cambios.

3.- La acción de las grandes corporaciones ca- nadienses, importante sector de la sociedad civil, que siguió considerando a Estados Unidos como su principal e insustituible mercado.

El ascenso al poder de la Nueva Derecha de Ronald Reagan en Estados Unidos en 1981 y las presiones que este ejerciera directamente sobre Canadá, para que dicho país descontinuara tími- das medidas nacionalistas que aspiraban a esta- blecer cierto control sobre sus recursos naturales, dejaron poco margen de maniobra al gobierno de Trudeau en temas de política exterior, si bien el Primer Ministro siguió expresando a nivel dis- cursivo su convicción a favor de la “diversidad ideológica” (St. Lucía feb, 1983) en el contexto la- tinoamericano y caribeño.

Los conservadores liderados por Brian Mulroney que gobernaron entre 1984 y 1993 tuvieron una base importante de apoyo social en los sectores empresariales, que buscaban una relación más es- table y predecible con sus contrapartes estadou- nidenses.

Consideraciones también de carácter ideológico impulsaron a dicho gabinete a entablar conversa- ciones con Estados Unidos, para lograr un acuerdo completo de comercio, que por el camino fueron transformándose en un acuerdo de libre comercio, que incluía además la desregulación de las inver- siones mutuas. La negociación y el acuerdo como tal se selló a espaldas del electorado canadiense.

Este gobierno no contó con una definición pro- gramática respecto a América Latina y el Caribe, si bien se asumieron premisas de años anteriores a nivel discursivo tales como: considerar el origen de la crisis centroamericana en causas internas al margen del conflicto Este-Oeste, buscar solucio- nes a los conflictos en los marcos multilaterales y privilegiar la negociación ante el uso de la fuerza.

Pero, en esencia, los conservadores no tomarían ninguna posición en temas regionales que afecta- ra sus relaciones con Estados Unidos.

Los gobiernos encabezados por Mulroney se su- cedieron gracias a una continua crisis interna de los liberales y por los errores estratégicos de los neodemócratas, tanto frente al TLC como ante las reformas constitucionales planteadas por los conservadores. Todo ello, más el retroceso de las fuerzas progresistas ante la debacle del socialismo europeo, restaron presión sobre el ejecutivo para que desarrollara una agenda alternativa.

A pesar de ello, ocurrieron en los años de Mul- roney dos momentos que la ciencia política ca- nadiense considera como hitos de las relaciones del país con América Latina y el Caribe: la firma del TLCAN y la incorporación de Canadá a la OEA como miembro pleno.

Canadá tuvo una actuación reactiva ante el pri- mer tema, buscando garantizar las preferencias que ya consideraba haber conquistado en el mer- cado estadounidense. La incorporación a la Orga- nización de Estados Americanos no tuvo como objetivo el desarrollo per se de los vínculos con la región, sino que estuvo motivada por una lectura errónea del momento histórico, en el que se supo- nían acabados para siempre los conflictos ideoló- gicos en la región, al producirse una pausa en el enfrentamiento Este-Oeste.

El retorno de los liberales al poder bajo el lide- razgo de Jean Chrétien (1993-2003) se produjo más por una división en el seno de la derecha y el fraca- so conservador en responder a las expectativas de Québec, que por una reorganización o revitaliza- ción de las fuerzas progresistas que cuestionaran y ofrecieran alternativas al programa neoliberal. Los sucesivos gobiernos de Chrétien se caracterizaron por un continuismo en la política económica inter- na y exterior.

Respecto a América Latina y el Caribe Canadá tuvo en la Cumbre de las Américas y en las nego- ciaciones para el establecimiento del Área de Libre Comercio de las Américas, por un lado, y en el acti- vismo a favor de la democracia representativa en el marco de la OEA, por otro, los ámbitos funda- mentales de su relación con la región. Nuevamen-

te el desarrollo de vínculos con América Latina y el Caribe no sería un fin en sí mismo, sino el espa- cio para manejar las relaciones bilaterales con Es- tados Unidos y cooperar con aquel con un mayor impacto internacional.

En este ámbito es importante referir la singulari- dad del caso cubano en las relaciones exteriores de Canadá en la región, país en el que sí tuvo éxito la política de diversificación y con el que se expan- dieron los vínculos de forma sostenida en todos los años a los que se refiere este artículo, a pesar de no formar parte del ALCA, y tener sus dere- chos suspendidos en la OEA.

A la hora de explicar la evolución del comercio y las inversiones canadienses en América Lati- na y el Caribe entre 1968 y el 2003 y profundizar en el papel de las corporaciones, se debe tener en cuenta el papel desempeñado por las grandes cor- poraciones canadienses en el desarrollo de los vínculos con América Latina y el Caribe desde fi- nales del siglo XIX. En ese período los superávit de la economía canadiense comenzaron a invertirse en la banca, la minería y los servicios de infraes- tructura regionales, aprovechando la debilidad progresiva del Reino Unido para atender sus inte- reses coloniales, así como las ventajas desde el punto de vista regulatorio respecto a Estados Uni- dos, por los límites que se implantaban en aquel país sobre todo a la expansión de la banca.

En América Latina y el Caribe los comercian- tes y los hombres de negocio canadienses siempre precedieron a la llegada de los diplomáticos del mismo origen.

A los efectos de la periodización de estas relacio- nes en los años, las mismas se pueden dividir en dos grandes épocas: desde 1968 hasta la crisis la- tinoamericana de la deuda externa de inicios de la década de los años ochenta y desde ese momen- to en adelante, pasando por la imposición de los programas de austeridad y la aplicación de los es- quemas neoliberales en la región.

La novedad del planteamiento contenido en Po- lítica Exterior para los Canadienses (1970) respecto

a las relaciones económicas con América Latina y el Caribe, era que por primera vez estas se pre- tendían respaldar de manera oficial desde el go-

bierno, utilizando herramientas tales como los proyectos de la Agencia Canadiense para el De- sarrollo Internacional, de la Corporación Cana- diense para el Desarrollo de las Exportaciones, la organización de misiones comerciales, etcétera.

A pesar de ello, entre 1968 y 1984 sólo cuatro o cinco países latinoamericanos estaban en la lista de aquellos a los que Canadá exportó, o desde los que importó, más del 0,1% del total de su comercio, en- tre ellos Venezuela, México, Brasil y Argentina.

Las grandes corporaciones canadienses mantu- vieron su atención en el mercado estadounidense, a pesar de que era América Latina y el Caribe el área que absorbía porcentualmente la mayor can- tidad de productos canadienses manufacturados, a diferencia del resto de las regiones geográficas que privilegiaban sus materias primas.

En este particular momento de las relaciones canadienses con la región, estaba sesionando la Comisión Real Sobre Unión Económica y las Pers- pectivas de Desarrollo de Canadá, en los debates de la cual se reflejó el cambio de perspectiva que se venía produciendo en una parte importante del

empresariado canadiense, hacia una mayor inte- gración económica con Estados Unidos y por la aplicación de los principios neoliberales en la eco- nomía interna y exterior del país.

En esa perspectiva se enmarca la incorporación canadiense al proyecto de Estados Unidos de ex- pandir los postulados del libre comercio por toda América Latina, a partir de las definiciones estra- tégicas hechas en la Enterprise for the Americas

Initiative. Canadá participó primero en las nego-

ciaciones del TLCAN con México y después, invi- tó a Chile y Costa Rica en ese orden para acuerdos bilaterales. Con el resto de los países y subregio- nes Canadá anunció iniciativas que no formaban parte de una visión global, sino que parecían tra- tar de adivinar o anticiparse al próximo paso de Estados Unidos en el tema.

A pesar de los vaivenes políticos antes descri- tos, en los años transcurridos entre 1968 y 2003 no cambió sustancialmente el comercio canadien- se con América Latina y el Caribe, como parte del intercambio global de ese país, ni siquiera con aquellas contrapartes con las que tenía firmados

acuerdos preferenciales, salvo excepciones como Jamaica y Cuba, que se explican por razones muy particulares.

Tratamiento especial debe tener el renglón de la prospección minera, como el único que sí registró un avance significativo en las relaciones de Cana- dá con un grupo de países seleccionados, lo cual se corresponde con la especialización canadien- se en esa esfera a escala internacional. Para el año 2000 Canadá y América Latina producían con- juntamente el 48% del cobre mundial, el 45% de la plata, el 32 % del níquel, el 30% del zinc, el 27% del hierro, el 21% del oro, el 19% del plomo y del aluminio primario, el 18% de la sal y el 15% del petróleo crudo.

Como parte de los temas económicos de la re- lación entre Canadá y América Latina-Caribe de reflejarse el componente de la ayuda oficial al de- sarrollo, muchas veces citada como el aspecto dis- tintivo de la actuación del capitalismo canadiense en la región. Esa “ayuda” fue insuficiente o insigni- ficante, en comparación con las grandes ganancias que obtuvieron las compañías canadienses con in- versiones en la región y siempre estuvo atada por prerrequisitos, que en última instancia beneficia- ron más a los productores canadienses que a los receptores latinoamericanos o caribeños.

El ingreso de Canadá a la organización de Estados Americanos en 1972 fue resultado del acercamiento progresivo de Ottawa al sistema in- teramericano construido bajo la hegemonía de Estados Unidos, y resultó posible sólo cuando este último dejó de considerar a la ex colonia británica como representante de una potencia extraconti- nental. Únicamente se produjo una invitación es- tadounidense para la incorporación de Canadá a la OEA, cuando Washington se esforzaba en cerrar el cerco alrededor de la Revolución cubana y en ampliar la política de contención del comunismo en América Latina.

A partir de entonces, sin embargo, Canadá articu- ló una explicación coherente para evitar su ingre- so pleno a la OEA, al considerar la misma como territorio vedado de Estados Unidos, preferir ma- nejar sus vínculos regionales en el marco bilateral y al encontrar en 1972 una fórmula adecuada en

la condición de país observador, que le permitiera ser y no ser al mismo tiempo y participar solo en aquellos foros que podían significarle ganancias, sin establecer mayores compromisos presupues- tarios o políticos.

Es relevante el hecho de que el gobierno que decidiera el cambio de estatus de Canadá ante la OEA en 1990 (Brian Mulroney) no argumentó nunca en sus pocos documentos programáticos conocidos tal intención y que, a escasos meses de dar tal paso explicara, precisamente en un even- to de la OEA, por qué prefería mantenerse en ca- lidad de observador.

El anuncio del ingreso de Canadá a la OEA en aquella coyuntura no estuvo precedido de ningún debate público y ni siquiera la burocracia diplo- mática estuvo preparada para articular la agenda que asumiría en su nueva condición. No contaba tampoco con los presupuestos para materializar el nuevo compromiso.

El deterioro de la influencia canadiense en otros escenarios regionales, la posible pérdida de priori- dad del atlantismo con la previsible desaparición de la URSS, más los probables nichos de oportu- nidades que se abrirían para Canadá a la sombra de la Enterprise for the Americas Initiative son argumentos que pudieron haber precipitado la decisión ejecutiva.

Sin embargo, es la opinión del autor que la ra- zón esencial que impulsó al gobierno canadiense a tomar tal decisión fue la concertación ideológica con la clase gobernante de EE. UU., en la interpre- tación del momento histórico en el ámbito latinoa- mericano, en cuanto a la improbable ocurrencia de nuevos procesos de liberación nacional y el inicio de una etapa permanente de aceptación por los más pobres de los patrones democráticos impues- tos por los más fuertes, más una apertura sin lí- mites de las economías de los primeros.

En concordancia con esa visión, Canadá asumió una posición de liderazgo en el proceso negocia- dor del ALCA y tuvo también un papel proactivo en la promoción de la llamada democracia repre- sentativa al interior de la OEA. La propuesta para establecer una Unidad para la Promoción de la Democracia fue prácticamente el único resultado

tangible que la diplomacia canadiense pudo singu- larizar como producto de su actuación en calidad de miembro pleno de la organización en los trece años transcurridos entre 1990 y el 2003.

Conclusiones

Desde el gobierno canadiense se intentaron crear las bases para establecer una relación más amplia y diversa con América Latina y el Caribe a par- tir del año 1968, con el objetivo de diversificar su política exterior para obtener mayores cuotas de soberanía ante el peligro de absorción que repre- sentaban los Estados Unidos.

Para describir y explicar el nivel de las relaciones de Canadá con América Latina y el Caribe en un momento determinado es necesario no sólo acu- dir a los planteamientos y las acciones del gobier- no resumidos en su política exterior, sino también tener en cuenta las expresiones externas de actores de su sociedad civil como las megacorporaciones, que permiten un enriquecimiento de lo meramen- te oficial en el concepto de proyección exterior.

Los componentes del Sur político al interior de Canadá, que se manifestaron desde la sociedad civil a lo largo de la década de los años 60 del si- glo XX, fueron las causales tanto de un cambio en el mapa político de los partidos tradicionales cana- dienses, así como de la articulación de un discur- so reformista que pretendió ampliar los márgenes de soberanía respecto a los Estados Unidos.

El objetivo defendido por el gobierno de Pierre Elliott Trudeau de diversificar las relaciones res- pecto a América Latina y el Caribe no fue alcan- zado, debido a que las propias fuerzas encargadas de llevar adelante dicho cambio abandonaron sus propósitos en función de tratar de solucionar lo que consideraron el problema principal de su épo- ca: la sobrevivencia de Canadá como estado fede- ral. La burocracia gubernamental por su parte hizo una resistencia significativa a las nuevas ideas.

Las grandes corporaciones transnacionales ca- nadienses, en particular aquellas con casas matri- ces en el oeste del país, e intereses en la prospección petrolera y en la manufactura para la exportación, no suscribieron el curso político propuesto desde el gobierno de Trudeau. Más tarde se produjo la

reacción clasista de estos grupos de intereses, que apoyaron el acceso al gobierno federal de fuer- zas políticas que buscarían el establecimiento de un marco institucional a largo plazo con Estados Unidos para regular el intercambio comercial y las inversiones.

En el marco de las negociaciones para el esta- blecimiento del Área de Libre Comercio para las Américas y en sus acciones a partir de su incorpo- ración como miembro pleno de la Organización de Estados Americanos, Canadá no desarrolló las relaciones con América Latina y el Caribe como un fin en sí mismo, sino con el objetivo de asegu- rar nuevos espacios económicos para su comer- cio e inversiones y para preservar las ventajas que consideraba que ya había garantizado dentro del mercado de Estados Unidos.

Para evaluar futuros planteamientos canadienses en sus relaciones con América Latina y el Caribe, la magnitud que estas puedan tener y su carácter, ha-

brá que tener en cuenta si al interior de Canadá se ha producido una reevaluación de las prioridades del país en el mundo y, sobre todo, que cambie de modo esencial la estructura de sus relaciones con Estados Unidos.

Los vínculos desarrollados por el gobierno y la sociedad canadiense con el país Cuba, a partir de la lógica de la diversificación de sus relaciones exteriores, permitieron a Canadá no sólo expandir una parte relativamente marginal de su política exterior, sino hacerse también de un argumento insustituible para demostrar su soberanía respec- to a Estados Unidos en las relaciones internaciona- les. Este caso de éxito, en el que existen relaciones oficiales establecidas en la perspectiva del largo plazo, aunque hayan registrado altas y bajas, ha evolucionado ajeno a la lógica neoliberal y al dis- curso democratizante aplicado por Canadá a otras naciones latinoamericanas y caribeñas.


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