Nueva Época
Número 03
e-mail: pereiracarlos1102@gmail.com Numero ORCID: 0000-0003-1471-930X
Los intentos de explicar lo sucedido en China a partir del inicio de las reformas en 1978, a partir de certezas e interpretaciones generalmente aceptadas por la “teoría clásica” resultan, cuando menos, contradictorios e insuficientes, en tanto insisten en aplicar marcos teóricos ajenos a las peculiaridades del caso chino. El objetivo de este artículo es reflejar cómo, en el diseño y aplicación de sus reformas, el Partido Comunista y el Estado chino no se han limitado a ajustes puntuales o al uso de instrumen- tos convencionales de política económica liberal, sino que han propiciado una transición gradual y sistémica hacia un nuevo modelo de funcionamiento político y económico arraigado en su propia historia, tradiciones y contexto particular, adaptando las concepciones marxistas a su realidad y ha- ciendo aportes a la causa del socialismo. En todo el proceso de reforma, el Partido Comunista ha pre- servado su rol dirigente y, al propio tiempo, el timón del rumbo político del país en todos los ámbitos. El presente texto aborda experiencias y ejemplos que muestran la capacidad del liderazgo chino para adecuarse a circunstancias y exigencias muy cambiantes, manteniendo inalterable la intencionalidad y la orientación política de su proyecto y reafirmando su liderazgo en el ejercicio del poder político, fijando prioridades y objetivos, y conduciendo el sistema económico al logro de sus metas estratégicas y fundacionales.
Abstract
The attempts to explain what happened in China from the beginning of the reforms in 1978, based on certainties and interpretations generally accepted by the “classical theory”, result, at least, contradictory and insufficient, while insisting on applying theoretical frameworks that are alien to the peculiarities of the Chinese case. The objective of this article is to reflect how, in the design and application of their re- forms, the Communist Party and the Chinese State have not limited themselves to specific adjustments or to the use of conventional instruments of liberal economic policy, but rather have promoted a gradual and systemic transition towards a new model of political and economic functioning rooted in their own history, traditions and particular context, adapting Marxist conceptions to their reality and making
contributions to the cause of socialism. Throughout the reform process, the Communist Party has re- tained its leading role and, at the same time, the rudder of the political course of the country in every area. This text addresses experiences and examples that show the ability of the Chinese leadership to adapt themselves to very changing circumstances and requirements, while maintaining unalterable the political intent and orientation of its project, and reaffirming its leadership in the exercise of political power, setting priorities and objectives and leading the economic system to achieve its strategic and foun- dational goals.
Key words: China, Reform, socialism, communism, State.
Demasiado reformista y abierta para unos y muy poco liberal y capitalista para otros, la Chi- na pos reforma se rehúsa una y otra vez a encajar en los moldes de la Teoría Política tradicional. En la práctica, el desarrollo acelerado de las fuerzas productivas y la estabilidad política y social del gi- gante asiático, con el Partido Comunista (PCCh) al frente, han demostrado su capacidad de superar crisis económicas, guerras comerciales, conflictos internos e incluso una pandemia sin precedentes en un siglo.
La contrastación de conceptos e interpretacio- nes teóricas relacionados con la democracia, la modernización, la institucionalización y el desarro- llo, generalmente aceptados como paradigmas del desarrollo de la humanidad por la teoría contem- poránea, hacen de China y de su proceso de re- formas un peculiar caso de estudio que cubre a su vez una amplia gama de posibilidades.
Resultan de importancia particular el examen de problemas conceptuales y también prácticos vinculados con el sistema político, la relación Es- tado-sociedad, la viabilidad de la democracia en un sistema de partido único, los temas de gober- nabilidad, legitimidad y legalidad de un régimen político, la validez del desarrollo institucional, el papel del confucianismo y del arte político tradi- cional chino, su trayectoria histórico-cultural y el sostenido empeño de su liderazgo político en re- correr un camino propio y singular de desarrollo. En este propósito, se sabe que la frontera entre la Ciencia Política y la Economía Política siempre será muy delgada, pues no habría una sin la otra, de ahí que en el enfoque que se propone exista mucho de ambas. Lo logrado por China y, en par- ticular, su disputa de la hegemonía a EE.UU. y Occidente1 (más allá de si se lo han propuesto o no) ha sido gracias a su desarrollo económico y, sobre todo, a lo acertado de la política económica diseñada e implementada, detrás de la cual subya-
ce desde luego la economía política.
Es por ello que el presente análisis se propone abordar esa dimensión del tema desde la política, es decir, desde conceptos clave de la ciencia polí- tica contemporánea como la institucionalidad, la legitimidad, la democracia, el sistema político y el Estado de derecho, reconociendo que lastran li- mitaciones por su concepción y universalización desde la sesgada visión liberal burguesa.
En su afán por tratar de afirmar el papel para- digmático y las bondades de la democracia libe- ral-burguesa y del capitalismo en general, una mayoría de autores continúan intentando reducir el quehacer político y académico de los países en desarrollo, incluyendo a China, a una réplica del “modelo” euro-norteamericano y de su sistema po- lítico, independientemente de sus contextos histó- ricos y sociales.
El anterior es un patrón de evaluación y de pen- samiento que continúa pesando sobremanera en los términos, conceptos, contenidos, métodos y criterios de medida que rigen la narrativa política occidental actual. Se reproduce, de manera cua- si fatalista, las evaluaciones que muchos hacen de las historias particulares de los países en desarro- llo o ex colonizados, acomodadas a las ya recorri- das por el llamado mundo occidental.
A este cuadro, ya de por si complejo, se debe añadir la crisis generada en las ciencias sociales, la economía y el pensamiento teórico marxista como resultado de la desaparición de la Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS) y del cam- po socialista, y la eclosión de la llamada posmo- dernidad, el neoliberalismo y la globalización, que añaden mayor complejidad al escenario actual, y hacen más necesaria esa mirada propia y univer- sal, que tome en cuenta la singularidad de cada sociedad y en particular, de la china.
El éxito del modelo de desarrollo chino en las últimas décadas, que ha convertido un país semi- feudal en la segunda potencia del mundo, deman- dan esfuerzos de interpretación despojados de pre- juicios, ataduras intelectuales y cierta prepotencia
1 Se ha mantenido aquí la referencia a Occidente a partir del arraigo de su uso en los textos chinos, conscientes de que no existe un alcance único del concepto y de que este varía considerablemente según la época y la persona o cultura que lo utilice. En el caso chino, su uso aparece referido a su acepción más amplia, es decir, para referirse prácticamente a todo el mundo actual, transformado por la cultura anglosajona mediante el proceso de occidentalización.
académica occidental, que han limitado por largo tiempo la comprensión e interpretación de lo que sucede en el gigante asiático.
Por su parte, el mérito principal de las cons- trucciones teóricas desarrolladas por los acadé- micos chinos es haberlas formulado, en su mayo- ría, en contraposición abierta a la imposición de valores, la posmodernidad, el neoliberalismo y la globalización neoliberal.
El marxismo, surgido también en la modernidad racional e instrumental de la Revolución Indus- trial, ha dejado plenamente establecido, a través de la teoría, la necesidad de reflejar en cada fenómeno que se analiza no sólo lo inmediato sino también su historia precedente. Por ello, se incluyen aquí referencias importantes a la dimensión cultural e histórico-concreta, claves para la comprensión del fenómeno estudiado y para demostrar que la apli- cación de tesis y conceptos de la teoría contempo- ránea a realidades distintas, como si se trataran de teorías y terminologías universalmente homólo- gas, más que esclarecer distorsionan sus resultados finales (Tocqueville, 1984).
El presente análisis parte de analizar el llamado modelo de “socialismo con características chinas” con la finalidad de entender y esclarecer su natu- raleza actual, así como la dirección y orientación de dicho proceso. Asimismo, se busca aportar cri- terios que permitan establecer que el modelo, in- cluyendo las correcciones introducidas en cada etapa, se mantiene o no en la ruta hacia el socia- lismo. Se trata de un tema que, por su naturaleza amplia y las visiones contrapropuestas, continúa dando lugar a diversas polémicas, tanto prácticas como académicas.
En la historia del arte de gobernar en China, el confucianismo ha desempeñado un papel deter- minante, en su simbiosis con el legismo, filosofía esta que, opuesta al primero, alcanzó notable auge entre los siglos V al III a.n.e, al defender como
máxima el “gobierno mediante la ley” frente al “go- bierno mediante los ritos”.
No puede obviarse que China posee una larga tradición en el manejo del Estado condensada en el legismo, que enseñó a monarcas y emperado- res por qué y cómo debían gobernar, mientras que el confucianismo fue su complemento, es decir, la doctrina para instruir y educar a la gente sobre el por qué y cómo los súbditos debían obedecer a sus gobernantes. La comprensión de esta realidad histórica resulta esencial, en tanto muchas de esas “tradiciones” han seguido desempeñando un pa- pel relevante en la China contemporánea.2
La singularidad de China como nación ha sido reconocida por autores de muy diversas proceden- cias e ideologías. H. Kissinger afirmó que no existe país en el mundo que pueda reivindicar una civili- zación tan continuada en el tiempo, ni un vínculo tan estrecho entre su presente y pasado antiguo y los principios clásicos de la estrategia y de la habi- lidad política. La relevancia del confucianismo y sus aportes al arte político universal, son refleja- dos en las fuentes oficiales como uno de los “tres tesoros”, además del taoísmo y el budismo (Kissin- ger, 2011).
Otras cuestiones relevantes como el vínculo en- tre gobernantes y gobernados y la estructura esta- tal y gubernamental han seguido pautas distintas al mundo occidental, aportando al movimiento real de la política experiencias y visiones diversas de una teoría realmente universal. La propia es- tructura estatal y gubernamental del mandarinato chino resulta esencial para comprender como el modelo político imperante ha incorporado y per- mitido desde la fundación de la nueva China y, con mayor fuerza, en el periodo pos reforma una pluralidad de formas, estilos y corrientes, y sobre todo una probada experiencia en el manejo de sus propias contradicciones.
En el caso chino no existe diferenciación entre reinos sagrados y seculares, ni una separación Igle- sia-Estado, y mucho menos una diferenciación
2 A lo largo de las últimas décadas, muchas de los conceptos o terminologías asociadas al Socialismo chino como la “sociedad ar- moniosa” formulada bajo el mandato de Hu Jintao en 2004, tuvieron su génesis en esas doctrinas del pasado y reflejan ese marcado interés por hacer valer los valores que encarnan dichas doctrinas.
marcada entre las instituciones y los poderes del Estado. Este último ha actuado siempre como garante de una civilización milenaria construida sobre la base de los preceptos y tradiciones con- fucianas. Si bien el imperio chino fue creado como sus similares de Occidente mediante la fuerza, su vigencia y permanencia en el tiempo se logró me- diante el consenso, y se basó más en el conjunto de valores que logró fomentar entre su población y gobierno de eruditos, que en el uso de la fuerza por parte de sus gobernantes.
El confucianismo ha sido por tanto elemento importante y a la vez cuestionador ya que, si bien no ha sido aceptado de manera oficial como doc- trina, tampoco ha sido excluido. Lo anterior explica que el liderazgo pos reforma no ha prescindido ni de la cultura confuciana tradicional ni de los valo- res y conceptos que esta le aporta en su búsqueda de legitimidad como fuerza política gobernante.
La doctrina confuciana, como componente par- ticular del poder blando promovido para afincar el ascenso pacífico y contrarrestar toda supuesta amenaza, encarna el restablecimiento de valores, el perfeccionamiento individual, la pertenencia a la colectividad, la armonía social y el buen gobierno que han permitido superar el “sino centrismo” que inspiró a la nación asiática desde sus orígenes, aun- que incorporando elementos de otras tradiciones de pensamiento más abierto y plural y reforzando el respeto por la diversidad cultural (Soto, 2011).
El confucianismo aporta también valores como la educación, la cultura del esfuerzo, la importan- cia de la familia y la frugalidad, tan importantes en la coyuntura para paliar los efectos negativos de “alienación” derivados del pragmatismo eco- nomicista surgido con las reformas. Es además puente de unidad y diálogo con sus vecinos asiá- ticos con los que, por razones históricas, el diálo- go resulta necesario; también en factor facilitador del diálogo con Occidente.
La importancia otorgada por el liderazgo pos re- forma a la preservación de la estabilidad política y social explica también la fijación de los valores con- tenidos en el arte político chino (Villafañe, 2012).
Durante la etapa imperial, los problemas de le- gitimidad y sucesión al poder político resultaron
siempre los dos conflictos fundamentales de la po- lítica china, de ahí la conocida máxima de Mencio, uno de los seguidores más notorios de Confucio, según la cual “todo mal gobernante debería ser derrocado”. En el caso chino, los mecanismos de reparto del poder a lo largo de su historia le han permitido también superar las tendencias a la de- sintegración centrífuga, asegurando la superviven- cia de las instituciones políticas y la estabilidad del régimen político, incluso durante el periodo socia- lista bajo la conducción del PCCh.
Por ello, juzgar a China bajo el prisma de su pro- pia historia, cultura y tradición milenaria consti- tuye una brújula necesaria para el análisis de las ideas y acontecimientos principales que han mar- cado su evolución y singularidad como nación y, de cierta forma, su institucionalidad propia.
Modernización y reforma como “factores de de- sarrollo” en las condiciones de China
La noción china de la modernización difiere no- tablemente de la connotación que se le ha dado en la teoría política occidental, que la ha enmar- cado como un proceso de conversión o asimila- ción del capitalismo. En su largo trayecto hacia la modernización, en el caso chino, el concepto se ha entremezclado con el de reforma y socialismo, dando lugar a una noción propia de mayor alcan- ce y contenido.
Una buena parte de la historia moderna del país ha estado vinculada a los intentos de gobernantes y líderes por conseguir la modernización acelera- da del país con el propósito de recuperar el tiem- po perdido y tratar de recolocarse nuevamente en el grupo de países más avanzados.
Con el colapso del régimen imperial en 1911 se registraron nuevos intentos modernizadores, pri- mero en las regiones controladas por los llamados señores de la guerra (1912-1927) o bajo influen- cia colonial y luego, bajo el Gobierno de Guomin- dang (1927-1949), asociados fundamentalmente al desarrollo de la industria del hierro y el acero, la explotación de las minas de carbón, las industrias productoras de maquinaria, textil, ferrocarriles, barcos y la industria del tabaco, actividades en su mayoría en manos extranjeras o altamente de- pendientes de los suministros desde el exterior, lo
que explica que muchas de las regiones de aquella China se encontraran mejor integradas a la eco- nomía mundial de lo que lo estarían en 1978, al comienzo de la reforma y la apertura al exterior.
Con la fundación de la Republica Popular en 1949, la causa de la modernización fue incorpora- da al discurso oficial. La Revolución social lide- rada por Mao Zedong y el PCCh se convirtieron en herederos y continuadores de la Revolución democrática de Sun Yatsen y, por tanto, de la ma- terialización final de sus objetivos. El marxismo devino nueva ideología para la modernización, y esta, a su vez, objetivo fundamental del socialis- mo chino y expresión básica de su modernidad.
Es por ello que la realidad política y social de la China contemporánea no podría entenderse sin el análisis de cuatro actores históricos claves, cuyos aportes han marcado hitos en el esfuerzo moder- nizador: Sun Yatsen, Mao Zedong, Deng Xiaoping y más recientemente, Xi Jinping.
Todos ellos, aunque en momentos y coyuntu- ras diferentes, han propiciado el avance del país por la senda de la modernización e incorporaron al pensamiento político chino, de manera gradual, pero sucesiva, dimensiones como el republicanis- mo, el socialismo, el liberalismo económico y la gobernanza, como aportes doctrinales a la causa de la modernización nacional.
Sun enunció los tres principios del pueblo (na-
cionalismo, democracia y bienestar social para el pueblo), Mao proclamó la necesidad de adap- tar el marxismo-leninismo a la realidad concreta del país, Deng materializó la conciliación entre la práctica de una economía de mercado, los prin- cipios básicos del socialismo y el liderazgo único del PCCh, y Xi, el completamiento de la moder- nización en las nuevas condiciones, incluyendo la actualización de la misión fundacional del PCCh y su condición de garantía para la conversión fi- nal de China en un país socialista moderno, la materialización del sueño chino y la revitaliza- ción nacional.
Con la llegada de las reformas, el debate sobre la modernización se reorientó, primero hacia el exa- men crítico de la trayectoria del socialismo chino, en particular al examen de los errores y desvia-
ciones asociadas a la Revolución Cultural (1966- 1976). Ya en los finales de los 80 del pasado siglo, tras los sucesos de Tiananmen y el derrumbe del socialismo en la URSS y Europa del Este, las refor- mas tomaron un nuevo giro y se enfocaron en la consecución de las nuevas metas de desarrollo y objetivos estratégicos, en cuya trayectoria fueron ganando preeminencia nuevas nociones como la relevancia de las relaciones monetario-mercanti- les, la globalización, el crecimiento económico y el desarrollo, la sociedad modestamente acomo- dada y el estado de derecho socialista en un con- texto diverso y cambiante.
En el caso chino, la modernización ha sido apre- ciada no solo como búsqueda de riqueza y poder en el camino hacia la construcción del Estado so- cialista moderno, sino también como proceso de reevaluación de la sociedad y de sus patrones se- gún los valores de Occidente. Autores como Wang Hui han llegado a afirmar que su rasgo más visible ha sido su localización dentro de los binarismos, es decir, China-Occidente y tradición-moderni- dad, que han marcado de una manera u otra los esfuerzos modernizadores desde finales de la di- nastía Qing (Wang, 2008: 162).
Con el avance de las reformas creció también el cuestionamiento de los intelectuales chinos res- pecto a los fundamentos básicos de la moderni- zación, sobre todo de los términos en que esta fue presentada a finales de los años 70 y que llevó a muchos a preguntarse si se había conseguido todo lo que se había propuesto inicialmente. Para al- gunos, la occidentalización ofrecía dudas como modelo para la modernización del país; para otros, el paradigma de sociedad a construir como resultado de las reformas se había vuelto ambiguo, en tanto los resultados previstos inicialmente se- guían distantes y la propia economía de mercado había generado nuevas contradicciones aún más difíciles de superar (Leonard, 2008).
Sin embargo, la crítica a los problemas genera- dos por las reformas nunca fue asumida como una apelación a cerrar las puertas del país al mundo exterior, sino más bien como un llamado a la ne- cesidad de labrar un futuro propio en el que por fin China pudiese tomar control de su propio des-
tino, en lugar de abrazar a ciegas las ideas occi- dentales.
Hasta el verano de 1989, los partidarios de las re- formas se mantuvieron unidos en su mirada hacia Occidente, considerando al liberalismo económi- co y político como un todo que podía beneficiar al pueblo chino y centrados en el combate a los sec- tores más conservadores que apoyaban el llamado statu quo maoísta. A partir de la fecha, la situación cambió de manera radical y muchos comenzaron a abogar por romper la dependencia de los paradig- mas occidentales a la hora de analizar la trayectoria de la modernización y a prestar más atención a los nuevos factores que podían contribuir a la innova- ción institucional del país.
Wang Xiaodong fue uno de los autores que cri- ticó la subvaloración nacional de los académicos locales y su supuesta falta de capacidad para en- contrar soluciones propias a los problemas del
país. En su conocido libro El camino de China bajo la sombra de la globalización, se refirió a lo que él mismo calificara como “racismo al revés”. Moti-
vado por la asimilación acrítica de las ideas esta- dounidenses y occidentales, esta clase de racismo hizo que surgiera una especie de sentimiento de odio hacia lo propiamente chino y que una mayo- ría de los intelectuales que abrazaron la reforma desde sus inicios vieran al pueblo chino como una nación inferior, con una historia inferior (Wang y Ning 1999).3
Para Wang Hui, lo que “Occidente” se empeñó en presentar como una confrontación entre “un Estado comunista totalitario y un grupo de estu- diantes que anhelaba ser parte del mundo capi- talista de democracia liberal” en Tiananmen, no fue más que un choque raigal entre los partida- rios de dos agendas diametralmente opuestas: los
que reclamaban mayor bienestar social y protec- ción frente al mercado y los que demandaban de- mocracia y protección frente al Estado comunista (Wang, 2004).4
El profesor Cui Zhiyuan, de la Facultad de Po- lítica y Administración Pública de la Universidad de Qinghua, que alcanzó notoriedad tras la publi- cación de su libro La segunda liberación del pen- samiento, también concluyó que, “tras liberarse del marxismo ortodoxo, los intelectuales chinos
tuvieron que liberarse también de su incondicio- nal admiración por el capitalismo occidental”. De ahí su llamado a pensar por sí mismos en lugar de aceptar el mantra de que no hay alternativa posi- ble a la agenda neoliberal. Según Cui, China debía beber de muchas fuentes para desarrollar su pro- pia “modernidad alternativa” (Cui, 1997).
El ingreso de China en la etapa más reciente de implementación integral de las reformas, coinci- dente con el inicio del mandato de Xi Jinping como dirigente máximo del país, ha incluido la promo- ción de una gobernanza más integral, la búsqueda de legitimidad alternativa a la democrático-liberal, el establecimiento de nuevas metas como los obje- tivos estratégicos centenarios, el restablecimiento de equilibrios perdidos al calor de las reformas y el fuerte giro social introducido a partir de 2012, todo lo cual ha aportado al proceso moderniza- dor nuevos derroteros, incluyendo la corrección o adecuación de muchas de sus políticas y la adop- ción de nuevas estrategias dirigidas a convertir a China en un país socialista moderno.
Aunque el análisis del uso del término reforma y su significado en el contexto del socialismo en general no es propósito del presente trabajo, no puede obviarse recordar la visión de socialismo defendida por Deng Xiaoping desde el inicio de las reformas.
3 El importante papel desempeñado por este y otros autores de la llamada nueva izquierda china está tratado de manera objetiva y amplia por M. Leonard (2008) y E. Frenkiel (2013).
4 En un ensayo publicado en Hong Kong en 1997 sobre la significación de los sucesos de Tianamen, Wang Hui afirmo que el detonan- te de la implicación de los intelectuales y estudiantes en las protestas no era otro que el creciente descontento de estos con las reformas radicales de mercado implementadas en 1988 que dispararon la inflación y la desigualdad en el país. Para el autor, los trabajadores y estudiantes no tenían interés alguno en ser parte de Occidente, sino que lo que reclamaban era estabilidad de los precios, seguridad social y poner fin a la corrupción y a la especulación. En otras palabras, sus preocupaciones eran vista como parte de una resistencia global al neoliberalismo.
Al referirse a la superioridad del socialismo versus el capitalismo, Deng señaló: “la realidad demuestra que la superioridad del socialismo no se debe quedar en teoría, sino que tiene que de- mostrarse en la capacidad de impulsar las fuer- zas productivas a una velocidad más rápida que el capitalismo y, sobre esa base, elevar constante- mente el nivel de vida del pueblo. El socialismo es una obra que se construye por cientos de millones y esa superioridad debe ser palpada, sentida por esos cientos de millones. De esa forma es que se podrá cohesionar y movilizar a las amplias masas para que realicen su aporte a esa grandiosa obra” (Diario del Pueblo, 1997).
Desde la fundación de la Republica Popular en 1949, el liderazgo chino no ha dudado en adoptar medidas y políticas dirigidas a tratar de materiali- zar la modernización y construir el socialismo en el menor plazo posible. En la etapa inicial, son co- nocidas políticas como el “Gran Salto Adelante” y la propia “Revolución Cultural”, que derivaron en errores profundos y desequilibrios y desviacio- nes que el PCCh debió enfrentar garantizando en todo momento la continuidad de su liderazgo y la estabilidad del país.
Con posterioridad, muchas de las políticas y de- cisiones adoptadas, incluyendo las reformas y la apertura al exterior, también han seguido el pro- pósito de alcanzar ese escenario deseado. En 1992, cuando la reforma pareció perder ímpetu tras los sucesos de Tiananmen, Deng Xiaoping empren- dió su famoso recorrido por el sur del país que dio lugar a un nuevo período de aceleración de las medidas, que terminó propiciando la adopción de la economía de mercado socialista. Veinte años después, durante el XVIII Congreso del PCCh, Xi Jinping volvió a enfatizar en el factor tiempo, que- dando establecida la meta de superar la pobreza absoluta y construir una sociedad modestamente acomodada para 2020 (proclamado en esa fecha como un éxito del Partido a pesar del impacto de la pandemia de Covid-19) y, posteriormente, la culminación de la modernización socialista pa- ra el 2050.
El XIX Congreso, celebrado a finales de 2017, abrió además una etapa caracterizada por un nue-
vo diagnóstico de la situación nacional que, toman- do como base los cambios estructurales acaecidos desde 1979 y la necesidad de profundizar la refor- ma y apertura al exterior, ratificó el cambio del pa- trón de desarrollo. Asimismo, planteó la necesidad de una revolución más integral que permitiera dar nuevas respuestas teóricas y políticas capaces de enfrentar los principales desafíos y amenazas, pre- servar la estabilidad y llevar a vías de hecho la cul- minación de la modernización del país.
En las condiciones de China, la reforma se ha convertido en fuerza motriz para conducir el de- sarrollo estratégico en la construcción de un sis- tema económico auspiciado por la emancipación y el desarrollo de las fuerzas productivas, conjun- tamente con la innovación, la apertura, la coordi- nación y la ecología. A la máxima inicial planteada por Deng Xiaoping de que el socialismo no es po- breza, se añadió la exigencia de que el socialismo implica también un desarrollo de mayor calidad, eficiencia, equidad y sostenibilidad (Xi, 2017).
En el largo trayecto recorrido de más de cuatro décadas, la reforma ha sido asumida también como estrategia para el perfeccionamiento del modelo de socialismo implementado en el país —entendido este como la representación simplificada del mo- do de organización y funcionamiento del sistema económico, bajo la premisa de que su verdadera es- tabilidad radica en su capacidad de adaptabilidad y de autocorrección, cada vez que las circunstan- cias históricas lo han aconsejado y siempre dentro de los límites del sistema político vigente.
Lo anterior constituye un importante punto de inflexión de la teoría y práctica socialista preceden- te, al concebir la posibilidad de distintas solucio- nes organizativas, de funcionamiento y de política económica en los marcos del sistema económico imperante, es decir, en los del conjunto de relacio- nes sociales de producción y de propiedad sobre los medios de producción, así como su decisivo efecto sobre las motivaciones y el desarrollo de la conciencia social.
En el caso chino, la reforma ha sido asumida como un todo integral, en el que tanto lo econó- mico, lo político, lo educativo, lo cultural y lo so- cial son dimensiones de un mismo fenómeno: la
búsqueda del progreso y que este beneficie a la so- ciedad que lo hace posible.
Partiendo de la teoría leninista sobre las refor- mas y del lugar que estas ocupan en la transición al socialismo puede establecerse que, en el caso chino, estas han devenido elemento imprescindi- ble para el perfeccionamiento de las bases mate- riales y organizativas del Estado y de la sociedad en su conjunto. En su diseño e implementación, el PCCh y el Estado no se han limitado a ajustes puntuales o al uso de instrumentos convenciona- les de política económica, sino que han propicia- do una transición gradual y sistémica hacia un nuevo modelo de funcionamiento político y eco- nómico del país. Más que un programa de ajustes técnicos, estas han sido planteadas siempre en términos políticos.
Si se toma en cuenta la concepción crítica del so- cialismo como una transición socialista, es decir, como un movimiento histórico entre dos épocas: el capitalismo y el comunismo, es factible considerar el socialismo con características chinas como una transición socialista.5
El socialismo chino ha tenido que recomponer un complejo entramado de creencias y prácticas establecidas por tal concepción y en cada etapa debatirlas abiertamente entre sus partidarios, sen- tando propuestas novedosas y singulares.
Como proceso, las reformas han afectado al sis- tema económico —entendido este básicamente como conjunto de relaciones sociales— y al siste- ma político. Las fallas en el funcionamiento de la economía que se han intentado corregir median- te las reformas han tenido su origen en el ámbito de las relaciones sociales construidas, a su vez, des- de procesos políticos específicos. En ese contexto, el PCCh ha preservado su rol dirigente, garanti- zando al propio tiempo el rumbo político de las mismas en todos los ámbitos y mostrando su in- dudable capacidad para adecuarse a circunstan- cias y exigencias muy cambiantes. De igual forma, ha mantenido inalterable la intencionalidad y la
orientación política del proceso y reafirmado su liderazgo en el ejercicio del poder político, fijan- do prioridades y objetivos y conduciendo el siste- ma económico al logro de sus metas estratégicas y fundacionales.
Los cambios y transformaciones asociadas a las reformas han pretendido un equilibrio entre los métodos y los objetivos socialistas. Su implementa- ción no ha seguido un diseño preconcebido. Por su propia complejidad y alcance, ha sido imprescindi- ble el método de acierto-error, la experimentación a gran escala y la toma de experiencias desde el ex- terior para, sobre la base de los resultados prácticos alcanzados, adoptar las decisiones y reorientar su curso e implementación práctica.
En rigor, se han tratado de combinar las dos tendencias reformistas clásicas: la raigal o frontal
—que se plantea todos sus objetivos desde el prin- cipio y luego presiona al máximo posible— y la gradual, que oculta sus objetivos finales, es decir, los va dando a conocer de a poco y va encarando las reformas de a una por vez.
La decisión de avanzar gradualmente ha res- pondido también a la necesidad de garantizar la correcta asimilación de los cambios y transfor- maciones por la sociedad. Ejemplo de ello fue la decisión de posponer la quiebra de las empresas estatales ineficientes hasta tanto no estuvieran creadas las condiciones para hacerlas asimilables y evitar así la ocurrencia de problemas sociales masivos y hasta políticos.
Asimismo, la búsqueda incesante de un mode- lo de funcionamiento económico apropiado a las condiciones histórico-concretas del país, la interre- lación entre el escenario interno y externo, la de- fensa a ultranza del papel del PCCh, la prioridad al tema agrícola y al desarrollo y la revitalización rural, el combate contra la pobreza extrema, la pro- moción del marxismo y su desarrollo adecuado a las condiciones del país, han sido factores contri- buyentes a la legitimidad del proceso que han ga- rantizado, de manera esencial, su correspondencia
5 Se hace referencia aquí al concepto de transición elaborado por Carlos Marx en sus investigaciones sobre el modo de producción capitalista y en particular en su Crítica al Programa de Gotha y del aporte de V.I. Lenin sobre el tema al destacar la existencia de un primer período de transición o de construcción de la sociedad socialista.
con la línea política trazada. La prioridad otorga- da a la elaboración teórica y al desarrollo de las ciencias sociales en general constituye otro de los rasgos distintivos de la política contemporánea en el país asiático.
La promoción del cambio de mentalidad —que los textos chinos denominan liberación del pensa- miento —asociado al principio de “buscar la ver- dad en los hechos”, han sido procesos recurrentes a lo largo de la reforma y parte importante de lo que la literatura china considera la quinta esencia del marxismo chino. El movimiento emancipa- dor ha sido expresión de la ruptura con el pensa- miento anquilosado y dogmático precedente y ha abierto paso a la experimentación gradual y enri- quecedora, generando nuevos conceptos y para- digmas.
La interpretación pragmática de las teorías eco- nómicas, según las circunstancias de la reforma y la apertura, se ha centrado sobre todo en tres dimensiones básicas: primero sobre el problema económico fundamental, teniendo en cuenta las peculiaridades de China, la redefinición del con- cepto de la producción (tierra, trabajo, capital y tecnologías) y la redefinición del concepto de dis- tribución, con el propósito inicial de corregir al- gunos de los entendimientos equivocados so- bre los principios económicos básicos por parte de los cuadros y las masas durante la Revolución Cultural.
La primera de estas dimensiones incluyó dos aspectos en extremo importantes, el desarrollo de la productividad para la erradicación de la pobre- za y la contradicción entre el modelo de economía socialista y el modelo de economía capitalista. De este último parte precisamente la idea de la eco- nomía de mercado socialista como una combina- ción de dos modelos para modificar la construc- ción económica a una determinada realidad.
La reforma en el ámbito político, denominada en los documentos oficiales como reforma del sis- tema político, ha estado basada en la promoción de una gobernanza más transparente y moderna, centrada en tres conceptos básicos: el reforzamien-
to de la institucionalidad, la legalidad y el Esta- do de derecho que, en los marcos de la construc- ción del socialismo chino, han devenido bases esenciales para el modelo de país pretendido.
En el caso chino, el liderazgo del PCCh y el Es- tado de derecho socialista constituyen compo- nentes centrales del sistema político. Ello incluye la capacidad del primero para conducir el desa- rrollo económico y social que incluye como tarea central la proyección y conducción del desarrollo estratégico. Los persistentes llamados a fortale- cer la gobernabilidad, la legalidad y el Estado de derecho socialista en el período más reciente han centrado la agenda de la reforma en el ámbito po- lítico, con propósitos idénticos o similares a los de etapas precedentes; es decir, garantizar la vigencia y el perfeccionamiento del socialismo chino y la materialización consecuente de sus metas estraté- gicas (Zhao, 2006).
Con posterioridad al inicio de la reforma y la apertura al exterior, el énfasis se ha puesto en la promoción de la legalidad y el Estado de dere- cho, lo que ha estado acompañado de un intenso cronograma legislativo que ha incluido desde la aprobación de la Constitución de 1982, hasta las 31 modificaciones y las cuatro reformas constitu- cionales (1988, 1993, 1999 y 2004), resultado de las nuevas realidades sociales y económicas surgi- das de las reformas. Desde el XVIII Congreso del PCCh, se han promulgado 48 nuevas leyes, 203 leyes han sido revisadas, se han efectuado 9 inter- pretaciones legales y adoptado 79 decisiones so- bre cuestiones legales y asuntos importantes.
Una mirada a la gestión del gobierno en las di- ferentes etapas de la reforma permite establecer que este ha tenido éxito en el cumplimiento de los objetivos trazados con un enfoque integrado, es decir, coherente y compatible con el contexto y la dirección estratégica. A través de las diversas po- líticas implementadas, el liderazgo ha sido capaz de propiciar el uso más eficiente de sus factores de producción, de generar mayores valores prome- dios de eficiencia y productividad y de alcanzar un enfoque sistémico e innovador que ha permiti- do satisfacer la demanda de fuerza de trabajo con calidad, eficacia, salud, educación y capacitación, con oportunidades para todos.
En el plano institucional, la dinamización de la gestión de las instituciones públicas, sujetos y ob- jetos de la gobernabilidad, ha propiciado el dise- ño e implementación de un modelo en red, con repercusiones positivas en terrenos tales como la modernización legislativa, la simplificación de los métodos de información financiera y no financie- ra, el mejoramiento de la capacidad de solución de problemas y la mayor y gradual participación de los ciudadanos en la toma de decisiones.
En cuanto al papel del Estado como regulador de la economía, además de su enfoque sistémico y comparativo, ha sido clave para la modernización de la gobernanza china, la continua corrección de las interrelaciones dinámicas entre el gobierno central y los locales, el gobierno y las empresas, el sector estatal y el no estatal, es decir, entre los ni- veles macro y micro, con actividades interrelacio- nadas en el complejo contexto actual que incluye la informatización de la sociedad.
Un análisis comparativo sobre la gobernabi- lidad en los marcos del socialismo con peculiari- dades chinas y de los modelos implementados en otros países permite constatar que el caso chino siempre ha fijado como meta final la moderni- zación socialista y la revitalización de la nación china. La reforma, desde sus orígenes, ha promo- vido una gobernanza plena y rigurosa del PCCh encaminada a fortalecer su capacidad para inno- var, su poder para aglutinar y su energía para lu- char por el desarrollo centrado en el pueblo y en su prosperidad. Su enfrentamiento transversal a la pobreza absoluta, la transformación del mode- lo de desarrollo desde uno de rápido crecimien- to a otro de alta calidad, el crecimiento global, la apertura de la economía y la construcción gra- dual de un sólido sistema nacional de innovación,
constituyen ejemplos fehacientes de lo anterior (Díaz-Canel y Delgado, 2020).
El enfoque de gobernanza promovido por Xi Jinping ha contribuido a crear un entorno comer- cial basado en la ley y orientado al mercado, unido a otras reformas claves como la simplificación de la administración estatal, la delegación de pode- res, el mejoramiento de la regulación y el fortale- cimiento de los servicios, que en su conjunto han remodelado la relación entre el gobierno, el mer- cado y el entorno empresarial. En lo social, la go- bernanza basada en la interacción y cooperación entre el gobierno y las empresas sociales para la solución de problemas sociales, maximizar la efi- ciencia de los servicios, generar oportunidades de empleo, aliviar conflictos sociales y beneficiar a la mayoría de la población, cuenta además con un despliegue para el período entre el 2020 y el 2035 (Song, 2019).
La pandemia desatada por la Covid-19, junto a la acumulación de los problemas sociales antes mencionados, ha reforzado la filosofía de gobier- no centrado en las personas, en la protección de la vida y la salud de sus ciudadanos y la defensa del sistema básico de propiedad colectiva. En rigor, se ha fortalecido, por un lado, el papel del Estado chino y, por el otro, aumentado el control sobre el funcionamiento de las variables del mercado, la influencia de la burguesía monopolista resurgida con las reformas6 y otras reminiscencias de algu- nas tendencias con enfoques neoliberales en aras del desarrollo socialista y del bien público.
intentado explicar los cambios y transformacio- nes operados en el papel del Estado chino en el contexto de las reformas. En su mayoría las mis- mas parten de resaltar el papel asumido por el Es- tado en la creación y desarrollo del sector privado
6 Se parte de diferenciar aquí la burguesía china antes de 1949 de la que surge con las reformas. Antes de 1949, dado que los grupos componentes de la burguesía china tienen diferentes relaciones con el imperialismo y el feudalismo, no deben ser tratados como una masa homogénea, sino que deben ser diferenciados unos de otros. Existen por tanto dos grupos principales dentro de la burguesía china, a saber, la gran burguesía y la burguesía nacional.
y afirman (no sin razón) que la acumulación de capital privado contó con un apoyo estatal que re- sultó determinante para el éxito inicial de sus ac- tividades productivas.
Las fuentes chinas hablan de tres grandes olas en cuanto al enriquecimiento privado: primero la de los emprendedores privados que se lanzaron al mercado en búsqueda de hacer dinero y perseguir la prosperidad; segundo, los que estudiaron o se formaron en el exterior y que decidieron regresar con know-hows, técnicas y proyectos concretos y, tercero, los que valiéndose de sus conocimientos de informática se dedicaron a la llamada economía digital y el desarrollo de los servicios a través de in- ternet. En los tres casos, todas se vieron favorecidas por las políticas centrales y locales que aportaron financiamientos y brindaron las facilidades nece- sarias para su desarrollo y consolidación.
Si se toma como ejemplo de lo anterior la teoría que trata sobre el denominado “régimen urbano chino”, que califica de neoliberal la naturaleza del Estado en China, el aparato estatal ha estado sien- do desplazado supuestamente por los actores pri- vados en la creación y acumulación del capital como consecuencia y reflejo de la fuerte influen- cia del pensamiento neoliberal occidental.7
Para los partidarios de esta teoría, el conjunto de transformaciones introducidas han reducido el papel del Estado al de mero proveedor de bienes públicos a los ciudadanos y se enfatiza en la estre- cha vinculación del Estado con la producción y la acumulación de capital; al propio tiempo, magni- fica el papel de los gobiernos locales, soslayando la dinámica real que se establece entre el gobierno central y los locales a la hora de definir las prio- ridades para el desarrollo urbano de cada región o localidad. Basta aquí, para evidenciar el error de interpretación, señalar el sistemático y decisivo empeño del liderazgo central a la hora de orientar las oportunidades del desarrollo al medio rural, así como del este costero hacia las zonas del cen-
tro y oeste del país. También resulta evidente el propósito de propiciar la industrialización de las zonas rurales y la urbanización gradual de las pe- queñas poblaciones.
Tampoco podría negarse la existencia de ele- mentos que permiten afirmar que se ha producido un proceso privatizador, consecuencia de la políti- ca de estímulo al sector privado, ni que otras me- didas asociadas al capitalismo resultaron cruciales para impulsar el desarrollo cuantitativo y cualita- tivo del país, transformando su realidad material y sociológica en un proceso que muchos interpreta- ron como germen de un cambio mayor que alcan- zaría tarde o temprano a la dimensión política de la reforma y a su actor principal: el PCCh. Pero lo cierto es que no hay evidencias de que la privati- zación haya sido rasgo esencial del proceso chino ni tampoco uno de sus objetivos centrales.
Se advierte una confusión entre “los medios” y “los fines”, y el tiempo se ha ido encargando de de- mostrar cuáles son las verdaderas intenciones del liderazgo chino y donde están puestos sus verda- deros objetivos. Al respecto, puede agregarse que los pasos más recientes emprendidos por el lide- razgo central en función de corregir distorsiones surgidas en el funcionamiento del mercado, o en lo relacionado en general con el sector privado, aun cuando no pudieran considerarse un tiro de gracia a los pilares de lo que algunos autores lla- man “capitalismo chino”, si confirman los límites políticos sistémicos antes mencionados y son vis- tos como un llamado de atención respecto a la ac- tuación de los actuales y futuros magnates chinos, reafirmando la primacía del poder político sobre el capital privado.
En septiembre de 2020, el PCCh emitió nuevas directrices para el sector privado en las que se re- cuerda que las empresas privadas deben servir al Estado y se anuncia el uso de la educación y otras herramientas para “mejorar continuamente el consenso político de los empresarios privados bajo
7 Se trata de una importante discusión en la que deberá profundizarse teniendo en cuenta que, dentro del proceso de reformas chi- nas, y en particular, su camino de desarrollo económico y social, la urbanización ha sido establecida como una estrategia nacional, incluida en las metas de los Planes Quinquenales, lo cual plantea la discusión sobre la nueva fisonomía de la sociedad china, cuya población ahora es mayoritariamente urbana, así como las nuevas relaciones entre Estado-Territorio-Sociedad.
el liderazgo del Partido”. Otras señales apuntan a un proceso acelerado de adquisición de empresas privadas por parte de grandes empresas estatales, como parte de la llamada reforma de propiedad mixta de fines de los años 90 del siglo pasado que fomentó la inversión del capital privado en em- presas estatales. En la actualidad este proceso se ha invertido y grandes empresas estatales están absorbiendo pequeñas y medianas empresas pri- vadas para mantenerlas en marcha y reconfigurar sus estrategias para servir al Estado.
La intención de aumentar los controles sobre el desempeño del sector privado en los marcos de la ofensiva para fortalecer la gobernabilidad y la construcción del Estado de derecho socialista hace evidente que está en marcha una nueva política. Se trata de que las mismas autoridades que otrora tu- vieron en sus manos la responsabilidad de facilitar los negocios privados y la implementación de las estrategias de desarrollo local, se convierten ahora en agentes clave para hacer cumplir las regulacio- nes para el mayor control del capital privado, en cumplimiento de las políticas centrales.
También debe ser señalada la “teoría del desarro- llo a dos manos”, del economista Hu Angang, se- gún la cual el desarrollo económico chino ha sido impulsado con dos manos (una que representa al Estado y la otra al mercado), cada una con funcio- nes, recursos y objetivos específicos. Según tales supuestos, el gobierno es considerado un admi- nistrador fiscal, constructor de infraestructura y proveedor de servicios públicos, mientras que el mercado —con la acción indirecta del Estado— asigna y distribuye eficientemente los recursos. Sin embargo, esta descripción operacional de la relación Estado-mercado, y sus argumentos, fallan al intentar explicar los fundamentos del Estado chino y su relación en términos de dependencia o independencia respecto a la sociedad y el mer- cado (tanto local como foráneo). No obstante, por su contenido y alcance, es posible hallar en tal for- mulación contenidos similares a los expuestos en la definición oficial china de la economía de mer- cado socialista (Hu, 2010).
Otra de las teorías, la del “Estado neo autorita- rio” formulada por Barry Sautman, es considerada por algunos autores como el intento más serio e integral al tratar de explicar cómo el Estado chino ha ido construyendo su legitimidad en los marcos de las reformas. Considera la propia concepción y el desarrollo de la reforma económica y la política como agendas separadas que hizo que la teleología del Estado chino fuese definida sólo en términos económicos y a la “postergada” reforma política supuesta vía para trasformar al PCCh y al Esta- do, como condición sine qua non para resolver la encrucijada entre la reforma económica y el Esta- do chino. Para los partidarios de esta teoría, que tiende a coincidir con la mayoría de los estudios más difundidos sobre el país asiático desde Deng Xiaoping hacia acá, siempre concluyen que a China le falta “democratización” basada en el “racionalis- mo burgués”. Es decir, al asumir que el país asiático y su Partido Comunista opto por un modelo ca- pitalista, entonces, eso sería lo que le faltaría para que complete su transformación. La realidad aquí ofrece una respuesta contestataria a esa apreciación desde la misma raíz (Hidalgo, 2011).
Al igual que otras tesis del mismo tenor, sus par-
tidarios dan por sentado una supuesta transición a la democracia liberal o de estilo occidental será inevitable en el futuro, aunque no espontánea ni provocada abruptamente por la sociedad, sino pla- nificada por el gobierno, lo que sugiere que el PCCh estaría en disposición de entregar el poder a otros agentes provenientes del sistema político mismo para establecer un régimen democrático, bajo los cánones liberal burgueses.
Se parte para ello de asumir como un mantra que la combinación de una economía de mercado con liderazgo del PCCh constituye una misión im- posible, ya que, como sucedió en la URSS y las na- ciones ex socialistas de Europa del Este, ello debe conducir inevitablemente al retorno al capitalismo en los países gobernados por partidos comunistas.
Fin de la primera parte
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