La puerta brasileña del proyecto Bannon en Latinoamérica The Brazilian door of the Bannon project in Latin America
Doctora en Ciencias Históricas. Máster Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales.
Profesora Titular y Licenciada en Filosofía.
Actualmente es Investigadora Auxiliar y Jefa de proyecto de
investigación del Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI). Especialista en estudios de comunicación política y euroasiáticos.
e-mil: sunamisfabeloc@yahoo.es
Numero ORCID: 0000 0002 4752 2688
Este artículo tiene como objetivo general presen- tar una mirada al contexto latinoamericano par- tiendo de las relaciones que se establecen entre el Brasil de Jair Bolsonaro, la ruta de Steve Bannon y el ascenso de las fuerzas populistas de derecha a ni- vel internacional. Para ello se pone particular aten- ción en el análisis del populismo de derecha como estilo comunicacional, tomando en consideración los principales elementos que se articulan en el proyecto aglutinador de las derechas mundiales, li- derado por Steve Bannon. En este contexto, Brasil tiene un lugar importante en la región, por lo que se presentan algunos de los elementos más impor- tantes dentro de los que se destaca el papel de las iglesias evangélicas en este escenario.
Abstract:
This article's general objective is to present a look at the Latin American context based on the relations established between Jair Bolsonaro's Brazil, Steve Bannon's route and the rise of ri- ght-wing populist forces at the international le- vel. For this, particular attention is paid to the analysis of right-wing populism as a commu- nicational style, taking into consideration the main elements that are articulated in the project that brings together world rights, led by Steve Bannon. In this context, Brazil has an impor- tant place in the region, which is why some of the most important elements are presented, hi- ghlighting the role of the evangelical churches in this scenario.
Key words: Right; Populism; Communicational
Style; Steve Bannon; Bolsonaro; Evangelic church.
La llegada a la casa Blanca de Donald Trump en 2016 reorientó la política norteamericana hacia América Latina y el Caribe, bajo el lema “América First” (América Primero), y con ello el recrudeci- miento de la Guerra de Cuarta Generación con el objetivo del cambio de régimen. Desde entonces, fenómenos como el uso de las fake news, la ma- nipulación de los datos de internet y en general el uso extendido e intensivo de las TICs para la propagación de símbolos en contra de las fuerzas progresistas se ha intensificado. Actualmente en la región reina la inestabilidad y se han fortaleci- do las corrientes políticas de derecha, a la vez que se han revertido muchos de los procesos guiados por las izquierdas desde finales del siglo XX. En este escenario el caso de Brasil, con el arribo al poder de Jair Bolsonaro, es particularmente sig- nificativo.
Tanto Bolsonaro como Trump comparten un estilo de liderazgo autoritario, exacerbando deter- minados rasgos de la personalidad y dinámicas de comportamiento muy particulares, con la religión como un elemento central de la política, no solo para ellos sino también para sus seguidores. Al igual que Trump, y los europeos Salvini u Orban, el brasileño se pone en un lugar de representativi- dad del pueblo frente a lo que identifica como las elites progresistas. Asimismo representa un nue- vo tipo de líder con un discurso particularmente antinmigrante y xenófobo. Estos elementos entre otros permiten incluirlo como representante de la nueva y polémica tendencia política, que puede ser identificada, de manera general, aunque no definitiva, como “populismo de extrema derecha o derecha radical”.
Dentro de la multiplicidad de elementos que ar- ticulan este fenómeno merece particular atención el análisis del populismo de derecha como estilo comunicacional, teniendo en cuenta que se tra- ta de una dimensión distintiva de este fenómeno, en los nuevos tiempos, elemento diferenciador el cual se convierte en su principal variable de éxito.
Según define Antón-Mellón y Hernández-Carr, se trata de un método o estilo de actuación políti- ca que se utiliza para lograr un particular tipo de movilización social, normalmente en situaciones de crisis económica y, sobre todo, de crisis políti- ca por procesos de deslegitimación de las elites. Estilo construido con gran presencia de la dema- gogia, utilizada como palanca para acceder al po- der (Sánchez Savín, 2019).
Es importante destacar que esta tendencia no puede homogeneizarse, así como tampoco puede conceptualizarse de manera definitiva, por cuan- to se trata de un concepto en disputa que está en plena evolución y que según los escenarios don- de se presenta adquiere determinados matices en función de las características históricas y so- cioculturales según sea el caso. Tanto en Estados Unidos, Europa o América Latina los estudios plantean claras diferencias (y matices regionales e intrarregionales), tanto en su evolución históri- ca o los factores comunicacionales que la confor- man. Esta capacidad de adaptación y metaboliza- ción de la realidad circundante es precisamente uno de sus rasgos distintivos.
En cuanto a los elementos que permiten pre- sentar esta tendencia como tal, desde el punto de vista estructural y como parte de su articulación y evolución, es importante tener en cuenta la in- fluencia de la figura de Steve Bannon, mucho más que como un eslabón simbólico que une el desa- rrollo de este fenómeno entre Estados Unidos, Europa y América Latina, sino como uno de sus principales promotores y articuladores.
Como puede apreciarse este es un tema suma- mente complejo, imposible de abarcar en apenas unas páginas, sobre todo porque pertenece al es- tudio de la historia del presente, muchos de los fe- nómenos que deben ser analizados están en plena evolución, indefinidos aún, entretejiéndose unos con otro. Es así que, este artículo tiene como obje- tivo general presentar una mirada al contexto la- tinoamericano partiendo de las relaciones que se establecen entre el Brasil de Jair Bolsonaro como
parte de la ruta de Steve Bannon por Estados Uni- dos, América Latina y Caribeña y Europa, en lo que se refiere a su proyecto aglutinador de las de- rechas mundiales y el ascenso de las fuerzas po- pulistas de derecha a nivel internacional.
Steve Bannon ha sido considerado como un oscuro propagandista del Tea Party y fundador del medio ultraconservador Breibart News, que pasó a ser el cabecilla de la Casa Blanca de Trump (García, 2019).
Sin embargo, es importante apuntar los pasos de Steve Bannon como CEO de una empresa en Hong Kong en la industria del videojuego don- de convenció a Goldman Such que invirtiera 60 millones de dólares en empresas que daban ata- jos para conseguir armas más poderosas. El nego- cio era rentable, pero los gamers se organizaron en foros para acabar con la empresa e imponer la obligación de tener que identificarse para no con- seguir oro artificialmente con cuentas falsas. El negocio de Bannon terminó, pero fue cuando co- noció la potencialidad de la comunidad gamer de ser politizada. Así que más adelante desde Breit- bart contrató a un conocido troll de Internet lla- mado Milo Yiannopoulos como editor de tecno- logía que atrajo a legiones de gamers enojados con los políticos para convertirlo en supporters de Trump (Macías, 2020).
La fama mundial como promotor de la ultrade- recha le llegó tras asesorar la campaña de Donald Trump y llevarlo a la Casa Blanca convirtiéndose así en su mano derecha durante los primeros me- ses de su presidencia. Desde entonces alrededor de Bannon ha emergido una fama “siniestra y di- fusa” que forma parte de su leyenda. “Ser oscuro es bueno”, dijo en una entrevista en Hollywood Reporter. “Dick Cheney. DarthVader. Satán. Eso es poder” (García, 2019).
Según revelan fuentes consultadas, la ruptura del tándem Bannon-Trump, acabó abruptamen- te cuando el presidente estadounidense se enfadó
con su ideólogo por unas declaraciones a Michael Wolf en el libro Fire and Fury en el que llamaba a Trump “traidor” y “antipatriota” por sus víncu- los con Rusia. A ello se suma que Bannon cada vez tenía más protagonismo, así como refiere una portada en la revista Time que lo retrataba como el verdadero presidente en la sombra. Finalmen- te, sus críticas públicamente a la hija de Trump, Ivanka, y a su marido, Jared Kush Âner, colmaron la copa y Bannon fue expulsado de la Casa Blanca. Este contexto propició que decidiera dar el salto hacia Europa, donde, desde entonces se ha dedi- cado a asesorar a todo partido de extrema dere- cha que se le ha acercado a pedir consejo (García, 2019).
Es así que nace El Movimiento que encabeza Bannon en el Viejo Continente. Se trata de un pro- yecto aglutinador de nuevas derechas mundiales, el cual encontró en el escenario político europeo un terreno propicio para cultivar las ideas de la nueva derecha populista, así como el ascenso de fuerzas políticas de corte de derecha radical po- pulista o extrema derecha.
El Movimiento, presupuso convertirse en una especie de internacional de la nueva derecha mundial. El mismo tuvo su sede principal en Bru- selas. Su líder ha sabido aprovechar la coyuntura para impulsar la corriente nacional populista con la misma receta basada en envolver de un halo re- volucionario las políticas del ala más reacciona- ria. Bannon también ha estado mano a mano con el húngaro Victor Orban y el italiano Matteo Sal- vini, a los que ha reconocido públicamente como los políticos más importantes hoy en Europa, con los que dijo tener una relación excepcional.
La web Político, definió El Movimiento como el primer club para populistas y euroescépticos. Su socio fundador es Mischaël Modrikamen, líder de una formación belga de segunda fila, el Parti Po- pulaire, abogado, admirador de Trump, que espe- ra que esta plataforma sirva como think tank para ayudar a grupos anti-establishment por toda Eu- ropa. Sus fundadores quieren que sea “un Davos
del populismo”. Por su parte, según explica en una entrevista con Daniel Verdú “es un motor evan- gelizador” (de la extrema derecha). Según ha de- clarado Bannon en otras ocasiones, El Movimien- to es la respuesta exactamente contraria al Open Society Foundation de George Soros, quien es uno de sus chivos expiatorios preferidos, culpado por quienes difunden conspiraciones en internet como el impulsor de la “agenda globalista liberal” (Tori, 2019).
Las derechas han ganado mucho apoyo social a través de nuevos mecanismos comunicativos. El BREXIT y Trump se han perfilado como las dos grandes pruebas fehacientes de la emergen- cia del populismo de derecha a nivel trasatlántico y a nivel de países cristianos occidentales. Am- bas opciones contaron con una oposición feroz de los más respetados medios de comunicación tradicionales y fueron claramente desanimadas y desdeñadas por el resto de medios, y sin embargo consiguieron su objetivo.
El estratega estadounidense, Steve Bannon, ha encontrado en las tecnologías de la informática y las comunicaciones importantes aliados para consumar sus objetivos. Las redes, en particular Facebook, así como Google y WhatsApp, con- tribuyeron enormemente no sólo a difundir fake news, sino a construir un nuevo terreno de debate en el que estas opciones políticas han florecido.
Los vínculos de Bannon con la campaña del Bre- xit, son evidentes y se relacionan sobre todo con el uso preciso del big data para fines electorales lo cual fue una de las claves de su éxito. De hecho, en octubre de 2015 era el vicepresidente de la po- lémica Cambridge Analytica, la empresa de big data que utilizó sin permiso los datos de millones de usuarios de Facebook para lograr una campaña más influyente entre los votantes indecisos. Robert Mercer, multimillonario estadounidense, fue el pa- trocinador de Breitbart y su principal valedor ante Trump. Mercer hizo su fortuna codirigiendo Re- naissance Technologies, un hedgefund muy exitoso gracias a sus algoritmos, y una parte de su dinero lo
ha invertido en influir políticamente. Prestó apoyo con sus análisis de datos a Farage durante el Bre- xit, apoyó financiera y tecnológicamente la campa- ña de Trump y era dueño de parte de Cambridge Analytica, la empresa del escándalo de la compra de datos a Facebook con el objetivo de manipular la opinión pública (Hernández, 2019).
De manera que Bannon ha aplicado todo ese know how a varios partidos europeos de extrema derecha para que esos partidos minoritarios, que habían quedado confinados en una esquina del pasado, como es el caso de Vox en España, resur- jan y ocupen un espacio importante en el suelo público.
La campaña de Trump de 2016 como referente permite distinguir unos pasos que comparten to- dos estos candidatos ultraconservadores que, tenga o no que ver con la asesoría de Bannon, han lo- grado aumentar su poder estrepitosamente desde la llegada de Trump a la casa Blanca. Al respecto, Bannon en Roma afirmó: "Ninguno de estos parti- dos me necesita para ganar. Son muy sofisticados. Yo lo que puedo hacer por ellos es lo que hice por Trump, es decir, contarles simplemente que pue- den ganar si mantienen su mensaje" (Tori, 2019).
Dentro de las propuestas de este “gurú de la ex- trema derecha mundial” está que las campañas huyan de los medios tradicionales, a los que reco- mienda criticar duramente como símbolo del “es- tablishment manipulador”. De tal modo, sus can- didatos se centran solo en medios amigos que no hagan preguntas trampa y en el manejo intensivo de redes sociales.
Otro de los ingredientes de la llamada receta Bannon es el desprecio por la verdad. A él se le atribuye la idea de “los hechos alternativos” como eufemismo para las mentiras. Se trata de difundir datos falsos en redes sociales y en discursos sin preocuparse por su veracidad sino por la fuerza emocional que puedan transmitir. Todo vale con tal de crear debates sociales de interés partidista, aunque se basen en datos falsos; y cuanto más es- candalicen, más debate generarán.
En 2019, Steve Bannon comenzó a acercarse a América Latina. Tras la victoria de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil, el empresario estadou- nidense, encontró en el mandatario brasileño a un aliado fundamental para intentar impulsar El Mo- vimiento en la región. El estadounidense conside- ra al mandatario brasileño como un hombre clave en su plan de darle un nuevo impulso al populis- mo de extrema derecha a nivel mundial. Bannon, asegura Cristina Manzano, directora de Esglobal. org, quiere crear una internacional de la ultrade- recha, no hay más que ver su papel en el Brasil de Bolsonaro, y la Unión Europea (UE) ha sido el siguiente terreno a conquistar (Hernández, 2019). Bannon conoció a Eduardo Bolsonaro, hijo de Jair Bolsonaro, cuando su padre era aún un di- putado con discurso antisistema aspirante a la presidencia de su país. Se reunieron por primera vez en agosto de 2018. Es así que, en diciembre del propio año, se llevó a cabo en Foz de Iguazú una Cumbre Internacional de los sectores conser- vadores más significativos de la región: “Prime- ra Cumbre Conservadora de las Américas”. Fue organizada por Eduardo Bolsonaro y por la Fun- dación Índigo de Políticas Públicas, el think tank del ahora oficialista Partido Social Liberal. El en- cuentro pasó de ser una reunión menor de una ultraderecha marginal a una confluencia de acto- res, aún hoy marginales, pero que ahora cuentan con el respaldo del presidente del país más grande
de Sudamérica.
La cumbre contiene desde su mismo nombre una definición ideológica. Pero, además, su logo es una imagen del mundo con el mapa de toda América y lleva los colores de la bandera de Bra- sil. Una flecha indica en el logo el camino que pretenden marcar: el de la derechización. Todo, según ellos, debe correrse a la derecha. Pero, ade- más, los colores muestran el imaginario de este movimiento: el de un Brasil con un rol activo en la construcción de un frente regional conservador
que, a su vez, funcione como terreno fértil para el crecimiento de los pequeños reductos de extrema derecha y que sea capaz de ampliar la capacidad de influencia de estos exponentes dentro de los gobiernos liberales clásicos (Oliva, 2019).
Su principal objetivo fue aunar a la extrema derecha de América Latina, y organizar un mo- vimiento con el fin de coordinar estrategias. Un hombre clave con gran influencia sobre Bolsonaro es Olavo de Carvalho, el Steve Bannon brasileño, quien señaló que “hay que hacer con la izquierda lo que los conquistadores españoles hicieron con los aztecas” (Luzzani, 2018).
Este primer encuentro —entre cuyos exponentes se contaron desde el candidato a la Presidencia de Chile, el pinochetista José Antonio Kast, hasta el ex-general colombiano Jorge Jerez Cuéllar y el des- tituido presidente del Tribunal Supremo de Vene- zuela, Miguel Ángel Martín— dio señas de que el Brasil de Bolsonaro estaría dispuesto a capitanear una nueva vuelta de tuerca en el giro conservador y a ocupar el vacío que no lograron llenar otras figu- ras más moderadas luego del derrumbe de los go- biernos progresistas y de izquierda en la región. En el encuentro también estuvo presente el ya célebre derechista Álvaro Uribe, ex-presidente de Colom- bia. “Pedimos a Dios que [Bolsonaro] tenga todo el éxito. Lo necesita Brasil, pero más lo necesita esta América Latina para tener la referencia de un gran gobierno. Hacemos nuestros votos, en esta hora de esperanza, para que ese gobierno le dé un gran ejemplo a nuestra América Latina y caribeña”, de- claró Uribe (Oliva, 2019).
Eduardo Bolsonaro ya venía manteniendo con- tacto, así como con Bannon, con representantes de la bancada del ex presidente colombiano y con John Bolton, Consejero de Seguridad Nacional de los EE.UU. En Foz declaró que Brasil “podría ser sede de un tribunal para juzgar las dictadu- ras comunistas de Cuba, Venezuela y Nicaragua”, apoyando de esta manera una idea del opositor cubano, residente en Miami, Orlando Gutiérrez, también asistente a la cumbre (Oliva, 2019).
Entre los participantes de Chile, estuvo así como el ultraconservador excandidato presidencial José Antonio Kast; el abogado e integrante del Con- sejo para la Transparencia, Francisco Javier Letu- ria, y el ingeniero civil y director del International Center for Pension Reform, Carlos Gómez. Otros colombianos participantes fueron el general Jor- ge Jerez Cuéllar, comandante de operaciones con- tra las FARC y la senadora María Fernanda Cabal Molina. A ellos se sumaron los venezolanos Ro- derick Navarro (Rumbo Libertad), y Miguel Án- gel Martín, expresidente del Tribunal Supremo de Justicia, exilado en EE.UU. y el senador paragua- yo Fidel Zavala.
De manera que este encuentro puede consi- derarse un precedente, incipiente pero simbóli- co de El Movimiento en América Latina, al me- nos es una muestra de intento por organizarse las fuerzas de derecha más conservadora en la región. El hijo del presidente Bolsonaro, sin du- das tiene un lugar destacado en este proyecto. El mismo, es el primer representante en Améri- ca Latina de El Movimiento que encabeza Ban- non. Pero para ello resultó esencial la figura de Jair Bolsonaro en la presidencia de Brasil. Un líder como este en el poder, con el respaldo del presidente Donald Trump, constituyó la posibi- lidad de facto para nuclear a su alrededor fuer- zas de igual signo político y avanzar por todo el continente.
Es importante tener en cuenta que, en la estra- tegia de Bannon, El Movimiento resulta una fun- dación cuya finalidad es difundir las ideas de esa nueva derecha, pero para ello necesita el respaldo de políticos con mayor peso, en aras de aglutinar y legitimar estas fuerzas que han permanecido marginadas. Esta estrategia comenzó a idearse por Bannon en el contexto latinoamericano (aun- que entonces no existía El Movimiento como tal), y posteriormente fue adaptada a la realidad euro- pea, donde confluyeron toda una serie de factores debido a los cuales ha podido avanzar con mayor rapidez.
Su objetivo inicial en Europa era crear una tu- pida red de partidos populistas de cara a las elec- ciones de mayo de 2019 y en cierta medida lo consiguió; tales han sido los resultados de frag- mentación política en el Parlamento Europeo, así como en cada uno de los países miembros, poniendo de manifiesto la crisis de los partidos tradicionales, o la incapacidad de los nuevos de reformar y de resolver los problemas reales de la gente, de forma que se siguen descomponiendo los primeros y los electorados se inclinen cada vez más a la ultraderecha. La estrategia para la Unión Europea se basó en que, aunque logren pocos di- putados en las elecciones, los euroescépticos ten- gan un espacio para presionar al resto de las fuer- zas. Sobre este fondo, las tesis y los partidos que apoya Bannon pueden acabar teniendo éxito en Europa. No se trata de que vayan a ser mayoría en el Parlamento, ni tampoco de que puedan acceder a grandes cuotas de poder, lo que es muy poco probable, pero sí de que alcancen una influencia sustancial a través de lo que podría denominarse política de fondo activista y desde ahí presionar y desestabilizar, procurando el orden conveniente, a través del caos (Hernández, 2019).
Retomando la llegada de Bolsonaro al poder y la influencia en la misma de Bannon como estratega y Eduardo Bolsonaro como facilitador influyente, debe decirse que de nuevo otra red social, como sucedió en EE.UU., en este caso Whatsapp (propiedad también de Facebook), resultó determinante en la amplia ventaja que obtuvo Bolsonaro en primera vuelta, y en el re- sultado final de la segunda vuelta, creando todo un ecosistema de fake news que se transmitían por el sistema de mensajería, y mediante la mi- crosegmentación y el uso del big data, termina- ron deconstruyendo la realidad política al mis- mo tiempo que construían una paralela en el imaginario de la población.
Tanto en Estados Unidos como en Brasil, el mensaje que se iba alentando era similar (con las especificidades propias de cada país): la lucha
contra el marxismo cultural y la ideología de género, además de un discurso crítico con los medios de comunicación masivos parte del es- tablishment (sean estos CNN o Globo), apelan- do a los miedos y aspiraciones de los sectores populares.
Es así, que El Movimiento, que parecía centrarse especialmente en Europa, comenzó a desembar- car en América Latina a través de Brasil. Según consideran algunos analistas, la idea de Bannon es construir una alianza entre la Italia de Salvi- ni, la Hungría de Orban, los Estados Unidos de Trump y el Brasil de Bolsonaro. A la que pudiera unirse una Francia presidida por el Frente Nacio- nal que comanda Marine Le Pen.
El hijo de Bolsonaro refiriéndose a su entrada a El Movimiento, afirmó estar trabajando para “unir al nacionalismo de sentido común”, al mismo tiempo que dijo estar esperanzado por el “trabajo de Ban- non en Europa” para “rechazar el Pacto Mundial sobre Migración”. Esa idea del “sentido común” a la que se refiere Eduardo Bolsonaro, siempre estuvo muy presente en la derecha. Frente a “lo ideológi- co”, se impone “la realidad” (Fiore, 2019).
Esta lógica discursiva de lucha “contra el co- munismo” que parece salida de los años de la Guerra Fría, en realidad esconde un rechazo visceral a la mal llamada “ideología de género”, a los inmigrantes, a los trabajadores, los negros e indígenas, y en defensa a ultranza de la inver- sión privada y de las reformas fiscal y laboral que insisten en adelantar los gobiernos neoli- berales de la región en desmedro de las grandes mayorías.
Al momento de referirse a su doctrina, el dipu- tado oficialista brasileño Fernando Francischini la definió muy bien diciendo que es liberal en la economía, conservador en las costumbres, y po- ner a la familia por encima de todo. Esto, tam- bién, diferencia a la versión latinoamericana de la europea. Ya que extremistas como Marine Le Pen, Matteo Salvini o Viktor Orban se reivindican pro- teccionistas en lo económico.
Lo que busca Bannon es una especie de glo- balización e internacionalización del antigloba- lismo. En todas sus conferencias suele repetir que su movimiento está unido en la búsqueda de una agenda populista nacionalista para la pros- peridad y soberanía de los ciudadanos en todo el mundo. La idea principal es la de atraer a to- dos aquellos que se han visto “abandonados” o dejados de lado por sus gobiernos, y apelando a los habitantes de ciudades industriales que se han quedado sin trabajo debido a que sus em- presas se establecieron en países con menores costos laborales. O a aquellos provenientes de zonas rurales que no pueden competir con los avances tecnológicos de los grandes pooles de siembra. Buscando, además, chivos expiatorios y fomentando los grandes miedos colectivos que produce la inmigración a gran escala. Al mismo tiempo, acusando al progresismo de ser ajeno a esta realidad y de estar más preocupado por los problemas de las elites urbanas de clase media y sobre educadas.
Ideológicamente, El Movimiento de Bannon presenta un rechazo absolutamente visceral a todo lo relacionado con progresismo y a lo que la extrema derecha considera “marxismo cultu- ral”. Su eje en la región latinoamericana no es tanto la problemática de la inmigración, como sucede en Europa, sino más bien todo lo que tenga que ver con las tendencias del progresis- mo y la izquierda, y lo que la derecha denomina “ideología de género”: el movimiento feminista y las disidencias sexuales. Centran gran parte de sus ataques contra la comunidad LGBTIQ+ (Fiore, 2019).
En cuanto al ataque a la “ideología de género” por parte de El Movimiento de Bannon y sus aliados vernáculos, hay datos muy concretos y verificables en América Latina que muestran una problemática real que va por otro camino: la desigualdad de derechos (sobre todo labo- rales), entre hombres y mujeres, por lo tanto, la feminización de la pobreza sigue siendo un
asunto grave que necesita atención por parte de los estados nacionales.1
Es de vital importancia la estrategia hacia Amé- rica Latina para imponer el pensamiento único y reorganizar la dependencia regional de las políti- cas de Washington y de los intereses de las gran- des megaempresas trasnacionales, para lo cual la derecha fue, paso a paso, desarticulando el Mer- cado Común del Sur (MERCOSUR), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comu- nidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), destruyendo los procesos integradores desarrollados en los últimos tres lustros.
En cuanto al fenómeno de la inmigración hace varios años que es parte de la agenda más o me- nos central en muchos países de América Latina. Sin embargo, aprovecharse de eso para buscar culpables de todos los males en los inmigrantes, y decir que “se desnaturaliza la cultura local”, como sostiene Bannon junto a los extremistas europeos, no tendría mucho sentido en la región. Mientras que en Europa el debate sobre la nueva influencia cultural de los inmigrantes musulmanes es cam- po fértil para la entrada de los partidos de extre- ma derecha, en América Latina se intenta apelar simplemente a los viejos estereotipos racistas. Se- gún datos de la CEPAL, el 73 % de los migrantes que reciben las ciudades de América Latina y el Caribe son de origen interno. El 78 % de los mi- grantes se dirige a los grandes centros urbanos, reemplazando, de alguna manera, al fenómeno de migración del campo a la ciudad que se dio en las primeras décadas del siglo XX (Fiore, 2019).
Bolsonaro, en su discurso a la Asamblea Ge-
neral de Naciones Unidas en enero de 2019, afir- mó que retiraría a Brasil del Pacto Mundial sobre Migración. A su vez, declaró posteriormente en
su cuenta de Twitter que “Brasil es soberano para decidir si acepta o no migrantes”, al mismo tiem- po que, en consonancia con Trump o Salvini, ex- presó: “Quien por ventura venga para aquí deberá estar sujeto a nuestras leyes, reglas y costumbres, y también deberá cantar nuestro himno y respetar nuestra cultura”. La salida del Pacto Migratorio va en la misma línea de las ideas de Bannon a la hora de desconfiar de todo lo que tenga que ver con pactos u organismos multilaterales. Sin embargo, la retórica anti-inmigratoria sería mucho más una cuestión discursiva que un “problema” real para Brasil. Si bien en los últimos años ingresaron al gigante sudamericano unos 160 000 venezolanos, de los 209 millones de habitantes que tiene Brasil, el país presenta tan solo 800 000 inmigrantes. Es decir, el 0,4 % del total, según datos de la Policía Federal (Fiore, 2019).
En cuanto a la influencia de Bannon en otros países de la región, además de los vínculos ya mencionados, establecidos en el encuentro en Iguazú; existieron declaraciones de Bannon, en noviembre de 2018, respecto de que recibió a “po- pulistas de Argentina”. Nunca se supo exactamen- te quiénes eran, si es que la reunión se produjo realmente. Lo cierto es que, por ahora, ni su figura es demasiado conocida en el país ni un candida- to con las características de Bolsonaro o Trump podría llegar a tener mucha inserción electoral. Aunque hace tiempo se habla en el país de “po- pulismo” para referirse al peronismo o al kirch- nerismo, no es a esa categoría a la que Bannon se refiere cuando utiliza el término. Si bien, tras la elección del brasileño, la agenda política argenti- na se fue corriendo aún más hacía la derecha, en un contexto de inflación desmedida y crisis eco- nómica sin freno, la antinomia entre globalistas
1La situación referente a la igualdad salarial entre hombres y mujeres es claramente preocupante. La participación de las mujeres en el mercado laboral es del 49,5 por ciento mientras que la de los hombres es del 71,3%. Según números de la OIT, las mujeres sin empleo registrado ascienden al 9,1 por ciento, es decir 1,4 veces superior a la de los hombres en su misma situación. Informes de la CEPAL y el Proyecto de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), muestran que “en todos los segmentos ocupacionales” las mujeres reciben ingresos significativamente menores por la misma tarea que los hombres.
y anti-globalistas no parece que vaya a ser parte central del debate público por un tiempo.
Si bien en el resto de los países de América La- tina hay partidos de extrema derecha que podrían comulgar con El Movimiento, hoy no presentan muchas posibilidades reales de alcanzar el poder. En Chile, el ex diputado José Antonio Kast es un ultraconservador que reivindica la figura de Au- gusto Pinochet y es conocido por sus declaracio- nes homofóbicas. Bannon ha hablado con medios chilenos, aunque no ha mencionado contactos con políticos del país. Se ha referido a su idea del “populismo nacionalista” en una entrevista al his- tórico medio chileno El Mercurio. En la misma conversación, el norteamericano reivindicó las políticas económicas de la dictadura pinochetis- ta diciendo que le dieron “una lección” a Reagan y Thatcher, quienes las aplicaron posteriormente. En un país con la historia y la composición so- cial de Chile, la clase de ideas que expone Bannon pueden llegar a tener una inserción considerable en el futuro.
Es preocupante que discursos como el de Ban- non, que hasta hace un tiempo parecían total- mente ajenos a la región, comiencen a instalarse. Su puerta de entrada ha sido el Brasil de Bolsona- ro, sin embargo, el terreno es propicio teniendo en cuenta como estas ideas ganan oportunidad aprovechándose de la desconfianza con la política tradicional que sostienen las capas medias y altas de la sociedad, pero también de algunos sectores populares y juveniles. Por la enorme importancia tanto económica como geopolítica de Brasil, si el gobierno logra resolver sus principales problemas internos, Jair Bolsonaro y sus hijos pueden llegar a ejercer de eje gravitatorio en la región para la expansión de la ideología de Bannon y sus inte- reses. La más o menos vaga unidad de conceptos y acción del gobierno brasileño con lo que repre- sentan Donald Trump en Estados Unidos, Salvini en Italia u Orban en Hungría, puede ser capaz de otorgarle un fuerte impulso a El Movimiento a ni- vel mundial.
Bannon es el ideólogo y publicista de un progra- ma restaurador orientado a dinamitar la globali- zación y permitir a Occidente la recuperación de una centralidad que viene perdiendo desde hace 40 años. La globalización fue funcional a las fraccio- nes más concentradas del capital trasnacional, pero se mostró incapaz de diseminar esos beneficios en el mercado interno estadounidense, ni evitar que China se constituyera en la locomotora produc- tiva mundial. Para muchos Bannon es el caballo de Troya de la expresión resentida de ese fracaso. Quizás el más claro exponente comunicacional de una frustración que se viste con retórica y colores belicistas para intentar frenar una multipolaridad en auge, una hibridación cultural imparable y la re- configuración de las relaciones globales.
En el marco de El Movimiento de Bannon en Europa, este fundó la Academia Judeo Cristia- na donde pretende forjar la nueva generación de “gladiadores culturales del centro-derecha popu- lista” en un monasterio cartujano cerca de Roma. La Academia del Occidente Judeocristiano, según se llama el proyecto, aspira a ser algo así como una “escuela de gladiadores de la guerra cultu- ral” en el Viejo Continente, en palabras de Ban- non. La enseñanza de “los principios judeocristia- nos” será la base del currículum de la Academia de Bannon, que arrancará con cursos intensivos de dos y cuatro semanas. Su plan es sin embargo crear algo así como un “máster” de nueve meses (a más de 40 000 euros la matrícula) para “gladia- dores del centro-derecha populista”, como le gus- ta decir a su creador. Su objetivo será “identificar y acelerar” a jóvenes talentos en la línea de Ma- rion Maréchal (la sobrina de Marine Le Pen), de Beatrixvon Storch (de Alternativa para Alemania) o del canciller Sebastian Kurz (del Partido Popu- lar Austriaco) (El Mundo, 2019).
En el caso de América Latina uno de los cam- bios más notables en las últimas décadas ha sido el
aumento de los miembros de las distintas iglesias evangélicas en detrimento, muchas veces, del nú- mero de feligreses de la Iglesia Católica.2 En este punto es importante aclarar que, más que hablar de una sola “Iglesia evangélica” en América Lati- na es mejor hablar de “iglesias evangélicas”3 que, históricamente, han pasado por diferentes movi- mientos, oleadas, acentos o rostros: protestante, evangelical, pentecostal, neopentecostal, etcétera. En el libro Entre Dios y el César: El impacto po- lítico de los evangélicos en el Perú y América Lati- na, el doctor José Luis Pérez Guadalupe demostró que ello no solo implica un crecimiento numérico, sino también una búsqueda de poder e influen- cia. Así pues, los evangélicos han dejado atrás sus “templos de cochera” y se han instalado en el Par- lamento, las alcaldías y las grandes empresas. De ahí que en los últimos años una nueva evidencia se manifiesta con igual claridad: el ingreso masivo de ciertos líderes evangélicos en el ámbito político partidario, que ubicaría al movimiento evangélico como uno de “los nuevos actores políticos de la región” —a partir de la década de 1980—, aunque con diversas manifestaciones y desigual impacto
en cada país.4
La creciente influencia política de los evangéli- cos es un fenómeno latinoamericano; sin embar- go, hay notables diferencias que se manifiestan se- gún el país. Así, México cuenta con una población evangélica relativamente pequeña, mientras que en Guatemala y El Salvador los evangélicos cons-
tituyen casi la mitad del total de habitantes. Por su parte, en Argentina y Chile la participación polí- tica de los evangélicos se desarrolla en contextos relativamente seculares; entretanto, en Colombia y en el Perú, han estado involucrados en la toma de decisiones políticas. Sin embargo, es en Brasil donde los evangélicos han alcanzado la mayor or- ganización política (Pérez, 2018).
De ahí que sea esencial la influencia política contemporánea de los evangélicos, con especial énfasis en sus estrategias electorales y en los te- mas que reivindican, tales como la “agenda mo- ral” y la defensa de los valores familiares tradicio- nales, estas serían las contrapartes esenciales de la lucha contra el “marxismo cultural” y la “ideolo- gía de género”. Se trata de incorporar el trasfondo religioso detrás de esta nueva oleada política de los evangélicos en el continente, o sea, la relec- tura bíblica sobre un supuesto “proyecto político de nación” que Dios ha diseñado para “su pueblo” (antes Israel, ahora el pueblo cristiano) y que debe culminar con la toma del poder por parte de los “cristianos evangélicos” (Los “evangélicos políti- cos”). Esta irrupción religiosa y electoral ha sor- prendido a los propios partidos políticos, que no apostaban por los evangélicos, ni en cuanto a su importancia numérica ni respecto a sus plantea- mientos religiosos (morales). En cambio, hoy, to- dos los partidos quieren ganarse la gracia del voto evangélico o, por lo menos, tener algún pastor en sus filas, con la ingenua idea de que así lograrán la
2El fenómeno de “migración religiosa” en el continente se reduce a una “emigración católica” hacia las iglesias evangé- licas, lo que confirma que América Latina sigue siendo eminentemente cristiana (un 90% aproximadamente). No obs- tante, el segundo grupo de mayor crecimiento son los que no manifiestan ninguna afiliación religiosa.
3Los evangélicos comparten con los protestantes una misma base doctrinal, son cristocéntricos y bibliocéntricos, pero su principal característica sociológica es que son “conversionistas”. La evangelización es la esencia de su Iglesia y no se limitan a una pastoral de mantenimiento, sino que son iglesias de misión (ad intra y ad extra).
4Desde mediados del siglo pasado se ha consolidado el paso de un modelo de líder evangélico: misionero-protestan- te-extranjero a pastor-evangélico-nacional, que ha permitido una mayor participación de los evangélicos en la política local. Este desarrollo ha ganado aún más visibilidad desde la campaña presidencial de 2018 en Costa Rica, en la que el candidato evangélico Fabricio Alvarado llegó a la segunda vuelta de las elecciones. El éxito mediático de Alvarado ha generado numerosos artículos y discusiones sobre el impacto político de los evangélicos en el continente. En la década de 1990, la mayoría de las iglesias evangélicas comenzaron a pasar de la histórica fuga mundi a la conquista del mundo; ya no se preguntaban si debían participar en política, sino cómo debían participar.
simpatía de un supuesto “voto confesional”. Asi- mismo, los candidatos políticos y gobernantes en ejercicio miden cada vez más sus palabras para no herir las susceptibilidades religiosas de ningún tipo y, menos aún, despertar las iras de los fieles cristianos con el “enfoque de género”, el matrimo- nio igualitario o cualquier otro tema que pudiera generar controversia. De hecho, los discursos re- ligiosos están influyendo en las políticas públicas (Pérez, 2018).
La agenda moral evangélica (provida y fami- lia, y contra el aborto, el matrimonio igualitario y la llamada ideología de género), coincide ple- namente con las principales líneas de mensaje en las que se apoya el populismo que promueve Bannon. El uso populista de la religión tiene que ver con la creación de un nuevo consenso: es una herramienta para llamar la atención de una so- ciedad que siente haber perdido su “norte moral” (Steinmetz-Jenkins, 2019).
En todas las democracias occidentales y du- rante los últimos treinta años, los partidos y las asociaciones civiles han experimentado un des- censo pronunciado en el número de miembros. Muchos fieles de las iglesias tradicionales también han desertado en pos de nuevas comunidades re- ligiosas. Sin embargo, hay muy buenas razones para fundamentar la idea de que gran parte del populismo de hoy es, en cierta medida, una reac- ción religiosa. Tanto en el tradicionalismo euroa- siático de Vladimir Putin como en la democracia cristiana de Orbán, en el judeo cristianismo de Trump, en el pentecostalismo de Bolsonaro, en el catolicismo populista de Salvini y en el naciona- lismo hindú de Modi, hay una reacción religiosa a los gobiernos seculares. Como decía el fascista francés Charles Maurras, que no creía en Dios, es “esencial que la gente crea en él”. En medio de los vertiginosos cambios de la globalización, el popu- lismo de “Dios y nación” incorpora al capitalismo el marco religioso tradicional. Los populistas es- tán siguiendo el guión de Steve Bannon —católi- co—, que afirma que la crisis financiera mundial
fue producto de abandonar la moderación común a las tradiciones religiosas, el destructivo efecto de un secularismo sin Dios (Steinmetz-Jenkins, 2019).
Bannon, a su vez, se inspira en el crítico cultu- ral estadounidense Christopher Lasch, que en ‘El verdadero y único cielo’ (‘The True and Only Hea- ven’, 1991), sostiene que la sociedad estadouni- dense ya no se siente “gobernada por un consenso moral”. Para Lasch, el control colectivo ejercido por las normas es secundario a la libre interacción de ideas en el mercado intelectual. El ejemplo más claro, argumenta, es la reducción de la religión a un asunto privado, haberla convertido en una he- rramienta terapéutica que se usa en caso de nece- sidad, pero nunca como un credo vívido. “Entre las elites”, escribió, la religión es “útil para bodas y funerales, pero prescindible”. Lo cierto es que, en los cada vez más influyentes populismos de dere- cha, el uso de la religión, ha propiciado una “repo- litización” dirigida contra las fuerzas del mercado y contra los tecnócratas impersonales. Es necesa- rio reconocer la potencia que el lenguaje religioso tiene hoy, así como su capacidad de reformular las normas. En un mundo sin corazón, las tradi- ciones religiosas aparecen como un refugio y un nuevo centro moral (Steinmetz-Jenkins, 2019).
En entrevista a Frei Betto, el mismo señaló al- gunos elementos importantes que se destacan a continuación.
El triunfo de Bolsonaro, entre otros factores como el antipetismo, relacionado con los casos de corrupción que efectivamente hubo en el partido, unido a la conspiración para encarcelar a Lula y la manipulación de las redes digitales; tuvo como factor esencial la influencia de las iglesias evangé- licas, las únicas que hacen un trabajo de base con el pueblo. En los 13 años de gobierno del Partido del Trabajo (PT) no hizo este trabajo, no hizo la alfabetización política de la gente sencilla, mien- tras que las iglesias evangélicas sí lo hicieron. El papel de esas iglesias neopentecostales es garanti- zar que los pobres soporten la pobreza. Entonces
son como un rebaño de corderitos, de ovejitas que aceptan la palabra del pastor como si fuera la pa- labra de Dios. Es una forma terrible de opresión, de servidumbre voluntaria, pero que tiene mucha fuerza en Brasil, incluso fuerza política. Las igle- sias evangélicas tuvieron su peso en la elección de Bolsonaro y tienen una bancada parlamentaria muy fuerte. De la elección de Bolsonaro también es responsable la cobardía del sistema judicial brasileño, porque tendría que haberlo sanciona- do por las cosas absurdas que ha dicho durante la campaña, como defender la tortura u ofender a los homosexuales y a las mujeres. Pero todo se soportó en la Justicia, sin ninguna sanción. Eso facilitó su proyección.
El crecimiento de las religiones evangélicas en Brasil, tanto en cantidad de fieles como en los es- pacios de poder político Betto lo atribuye a varios factores. “Primero, los dos pontificados conserva- dores de la iglesia católica, el de Juan Pablo II y el de Benedicto XVI, no valorizaron nuestro tra- bajo en las bases populares con las comunidades eclesiales de base. Al contrario, hubo mucha sos- pecha, mucha oposición y un cambio de obispos y curas que apoyaban este trabajo, entonces mu- chos fieles de las comunidades eclesiales de base emigraron a las iglesias evangélicas. Además, no se sentían bien en las misas católicas, que gene- ralmente son muy buenas para las capas medias y altas. Pero tú, fiel, dueña de una empresa, vas a la misa y difícilmente vas a encontrar a un em- pleado tuyo ahí, o al portero de tu edificio, o al chofer de tu auto. Esa gente va a la iglesia evan- gélica. La iglesia católica no ha sabido dar apoyo ni valorar. También el clericalismo que hay en la iglesia católica —todo está centrado en la figura del cura— ha dificultado mucho nuestro trabajo. Los curas no viven en las favelas, pero los pastores sí, entonces ese acercamiento conquista a la gente. Otro factor tiene que ver con una mística inter- na de que “un hermano vota a un hermano”. Es decir, un evangélico, cuando va a votar, tiene que votar a otro evangélico. Por eso Bolsonaro, que es
de tradición católica, se hizo bautizar en la Asam- blea de Dios, que es una confesión protestante de carácter pentecostal. Con mucha inteligencia, fue a tratar de convertirse en evangélico para merecer también ese voto.
La teología de la liberación sigue viva ahora en Brasil, después de un largo período de pontifica- dos conservadores que no han valorado esta línea pastoral. Ahora sí se valora, sobre todo porque el papa Francisco está muy identificado con las te- sis de la teología de la liberación. Hay un nuevo aliento, la teología de la liberación vuelve a ser muy importante para la fe cristiana, para los mo- vimientos de iglesias, para entender la relación entre la Biblia y la realidad que vivimos, enton- ces estamos en un nuevo momento de ofensiva en ese sentido. Pero hemos perdido mucho espacio. Ese espacio se perdió en detrimento de las religio- nes evangélicas. Perdimos espacio en la base, pero no desde el punto de vista teórico, porque segui- mos avanzando y tratando nuevos temas, como la ecología, la innovación tecnológica, la astrofísi- ca, una teología feminista muy avanzada, también una teología indígena (Beto, 2018).
Los ataques de Bannon contra el Papa Francis- co han sido recurrentes, y han pasado desde fake news hasta la organización de una especie de opo- sición contra el pontífice encontrando apoyos en- tre políticos ultraderechistas europeos que aban- deran el catolicismo y sobre todo critican con dureza la posición del Papa de protección a los refugiados. Así también son de vital importan- cia en ese sentido, varias figuras en Estados Uni- dos que comparten una visión ultraconservadora de la Iglesia como el cardenal Raymond Burke, quien, aunque recientemente ha tomado distan- cia de Bannon, en su momento le fue un impor- tante apoyo en este fin, así como algunos obispos a menudo asociados al Tea Party o a la cadena Fox News.
Es importante aclarar que Bannon es católico, pero de corte escatológico, en el sentido teológico, cuya demonización de los emigrantes mexicanos
y musulmanes opera bajo la visión maniquea de un mundo dividido entre el bien y el mal, donde la beligerancia puede adquirir una justificación teo- lógica. Al respecto, se publicó un artículo de La Civilità Cattolica donde sus autores Antonio Spa- dao y Marcelo Figueroa se pronunciaron contra el fundamentalismo evangélico en Estados Unidos por operar una interpretación distorsionada de las Sagradas Escrituras y del Antiguo Testamento por promover la guerra, y desde allí fundamentar posturas sobre el cambio climático, los migrantes y los musulmanes. El artículo centra sus críticas especialmente en la figura de Bannon (Valores re- ligiosos, 2020).
De manera que estas diferencias que le separan con el catolicismo, le acercan en cierta medida al protestantismo, aunque con determinados mati- ces que no pueden definirle en esa categoría pero sí flexibilizan determinadas líneas que le permi- ten moverse en el amplio espectro religioso de los diferentes escenarios y lograr adaptarlo a su proyecto de aglutinar las derechas. Para ello, en el caso latinoamericano es fundamental identificar las estrategias y políticas de los evangélicos en los distintos escenarios nacionales y aquellos temas que les han permitido consolidarse como una op- ción electoral exitosa.
En los albores del siglo XXI parece que los reno- vados evangélicos —ahora con evidente espíritu neopentecostal, con aires de evangelio de la prospe- ridad (o ideología de la prosperidad), con pretensio- nes reconstruccionistas y con una creciente llegada a las clases medias y altas— son el nuevo rostro la- tinoamericano y los nuevos actores sociales y políti- cos del movimiento evangélico continental.
La gran trasformación religiosa latinoamericana en las últimas décadas no ha sido el crecimiento de la increencia o el secularismo como en Europa, sino el paso de un cristianismo católico tradicional a un cristianismo evangélico militante.
En esta línea, debemos recordar que, si bien te- nemos actualmente evangélicos de segunda, ter- cera y cuarta generación, la mayoría de ellos en
América Latina son neoconversos; es decir, han sido católicos. Ellos decidieron ser evangélicos y por eso tienen un mayor compromiso con su igle- sia. En cambio, la mayoría de católicos han naci- do católicos y pertenecen a la Iglesia porque así fueron bautizados, formados y educados. Incluso, muchas veces siguen el catolicismo por costum- bre, como es el caso de los católicos nominales, tradicionales, culturales, devocionales, sociológi- cos, etcétera.
Pero, a pesar de un menor compromiso de la mayoría de católicos con su Iglesia, debemos re- conocer la existencia de un sustrato católico (o al menos cristiano) en la gran mayoría de nuestras sociedades (en menor dimensión en el Cono Sur). Este sentimiento religioso aflora en situaciones es- peciales, como la visita del papa Francisco al Perú, por ejemplo, que volcó a las calles a millones de peruanos y que superó por mucho la asistencia a las misas dominicales. Otra manifestación del sustrato cristiano se produjo en Costa Rica cuan- do se dio a conocer la Opinión Consultiva de la Comisión Interamericana de derechos Humanos (CIDH, que llevó al candidato evangélico Fabri- cio Alvarado de un 2% de intención de voto a un 25% en solo dos semanas. Esa también sería la ra- zón por la cual los sociólogos no pueden explicar las dimensiones que ha alcanzado la “Marcha por la vida” (de la Iglesia católica) y del colectivo “Con mis hijos no te metas” (de las iglesias evangélicas) que, finalmente, logran unir en una misma mani- festación multitudinaria y popular a grupos reli- giosos que nunca antes se aproximaron a un ecu- menismo práctico. Esa también sería la razón por la cual los “evangélicos políticos” prácticamente han desplazado a los “políticos evangélicos” del ámbito electoral y son los que lideran el protago- nismo político del creciente movimiento evangé- lico en América Latina (Pérez, 2018).
En el ámbito político es indudable que la re- ligión está tomando un protagonismo electo- ral inusitado y que los discursos religiosos están comenzando a determinar políticas públicas. El
nuevo (o renovado) fenómeno de religión y polí- tica en América Latina —más que el de Iglesia-Es- tado— ya no se va a decantar solo entre categorías básicas confesionales como “católico o evangéli- co”, sino entre las diferentes segmentaciones den- tro de cada iglesia.
La inexistencia de un voto confesional en Amé- rica Latina, sea evangélico o católico, y la subre- presentación política de los evangélicos confirman que no existe una relación directa entre confesio- nalidad religiosa y opción política (o electoral). Además, vemos que temas como la agenda moral unen y congregan tanto a católicos como a evangé- licos en una sola propuesta pública; aunque no sea ni a todos los católicos ni a todos los evangélicos. Y creemos que ese será el camino que tomarán las nuevas tendencias políticas de los grupos religiosos en el continente, segmentadas en un proceso con- tinuo de fusión y fisión y lideradas “anónimamen- te” por agendas transversales y grupos de presión, más que por partidos políticos o líderes religiosos; aunque la manera de visibilizar políticamente esas propuestas será a través de ellos.
En la práctica, los “evangélicos políticos” han desplazado a los “políticos evangélicos”, y buscan ampliar la militancia religiosa de sus feligreses al ámbito público y convertir su capital religioso en un rentable capital político. La incursión de los “evangélicos políticos” responde más a una nue- va lógica de utilización instrumental de la política con fines religiosos que a una histórica utilización de la religión con fines políticos. Cuando se acen- túa la agenda moral en la propuesta política, más que de un “voto confesional”, se podría hablar de un “voto valorativo”, que atrae al sector más con- servador de los evangélicos y de los católicos.
El único tema que podría aglutinar, coyun- turalmente, a la gran mayoría de evangélicos (y también a muchos católicos) es la agenda mo- ral provida y profamilia; aunque no con la mis- ma contundencia en todos los países. Este tema está en total coherencia con la propuesta de Steve Bannon, conectando así el factor religioso católi-
co de Europa con el evangelismo latinoamericano en una misma línea.
La llegada al poder en Estados Unidos de Do- nald Trump en 2016, avivó la llama de los popu- lismos en los imaginarios internacionales como modelo alternativo frente a la crisis de la cultura política, institucional y del sistema en general. En ese sentido, resultó un factor esencial la influencia de Steve Bannon, así como su asesoramiento en el Brasil a Jair Bolsonaro en su campaña presidencial y posteriormente su presencia en Europa, fomen- tando desde Bruselas su objetivo de promover un espíritu nacionalista y su estrategia de aglutinar a estas fuerzas políticas de corte radical-populista, hasta hace tiempo marginadas, y hoy fortalecidas frente a las desgastadas fuerzas tradicionales.
Como se refirió al inicio de este artículo este es un tema muy complejo para ser abordado en tan solo unas páginas. Hay toda una serie de cues- tiones sobre las cuales reflexionar: Steve Bannon es solo un hombre, ¿qué representa realmente el “gurú de las derechas mundiales”? La ruta de Ste- ve Bannon es toda una red de análisis: El escán- dalo de Cambridge Analytica, la llegada a la pre- sidencia de Estados Unidos de Donald Trump, el Brexit, entre otros hechos que se entretejen con referencias a “los rusos”, “los chinos”, la amena- za a la democracia liberal, la erosión del orden europeo y muchos otros temas de la geopolítica mundial, que sin dudas permitirían un análisis tan amplio y vivo como prácticamente imposible. Recientemente el avance de la pandemia de la Covid-19 ha marcado nuevos tópicos en este sen- tido. Uno de ellos, la identificación del virus como “chino”, “comunista”, lo cual abre un nuevo cam- po de batalla en la confrontación sino-estadouni- dense. Todo ello en un ambiente donde la polari- zación política es cada vez más fuerte y violenta como es el escenario norteamericano que ha ca- racterizado el proceso eleccionario de noviembre
de 2020.
La coyuntura latinoamericana actual forma parte de un proceso más amplio y complejo don- de ha prevalecido el agotamiento de los mensa- jes del mainstream, ante lo cual surge un contexto oportuno para fuerzas políticas que se muestren abiertamente desmarcadas y diferentes del resto.
Estos nuevos códigos comunicacionales esta- rán influyendo en el escenario futuro del aconte- cer político y social latinoamericano. Se trata de actores que se presentan como nuevos o alterna- tivos y llegan cuestionando todo el orden estable-
cido, promulgando y encarando debates que han permanecido dormidos u olvidados, cultivando humillación, miedo y resentimiento. De ahí que sus estilos comunicativos explotan los recursos y contenidos atractivos que tengan a la mano para entrar en el mundo interior de cada una de las personas que conformen potencialmente un elec- torado mayoritario, moviendo emociones encon- tradas, frustraciones ocultas y manipulando ex- periencias tan sublimes como la fe y tan profanas como los estigmas.
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