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Nueva Época

Número 03

Factores que incidieron

en el avance de la Iniciativa de la Franja y la Ruta hacia el Gran Caribe (2017-2020)

Factors that Influenced the Progress of the Belt and Road Initiative Towards the Greater Caribbean (2017-2020)



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Lic. Julio Francisco Sotés Morales

Licenciado en Relaciones Internacionales

Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI) e-mail: sotesjulio@gmail.com

Numero ORCID: 0000-0002-8066-9104


Resumen

La creación de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR) por parte del gobierno chino como un pro- yecto que retoma lo esencial de la antigua ruta de la seda y que se adapta a las nuevas dinámicas glo- bales, supuso para la región latinoamericana y caribeña el surgimiento de nuevas oportunidades para su desarrollo. Específicamente en el Gran Caribe (GC) dicha iniciativa avanza y se consolida mediante su inserción en los mecanismos económicos, financieros, comerciales y de inversión que China se ha encargado de promover en dicha zona. Sin embargo, existen diversos factores que han determinado el avance de este proyecto en el Gran Caribe, especialmente durante el período 2017-2020. Las particu- laridades de las economías de los Estados caribeños, sus problemas internos, el rol de Estados Unidos y Taiwán en dicha área y las potencialidades geográficas y de interconexión que brinda la cuenca cari- beña, constituyen las principales variables que han incidido en esta dinámica.

Palabras clave: Iniciativa de la Franja y la Ruta, China, Gran Caribe, Estados Unidos.


Abstract

The creation of the Belt and Road Initiative by the Chinese government as a project that takes up the essentials of the old Silk Road and that adapts to new global dynamics, meant for the Latin American and Caribbean region the emergence of new opportunities for their development. Specifically in the Greater Ca- ribbean, this initiative advances and is consolidated through its insertion in the economic, financial, com- mercial and investment mechanisms that China has been in charge of promoting in that area. However, there are various factors that have determined the progress of this project in the Greater Caribbean, espe- cially during the 2017-2020 period. The particularities of the economies of the Caribbean states, their inter- nal problems, the role of the United States and Taiwan in that area, and the geographic and interconnection potentialities offered by the Caribbean basin, are the main variables that have influenced this dynamic.

Key words: Belt and Road Initiative, China, Great Caribbean, United States.

Introducción

La Iniciativa de la Franja y la Ruta fue anun- ciada por vez primera en ocasión de celebrarse la Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), en septiembre de 2013, en Bishkek, Kazajstán. Un mes más tarde, fue pre- sentada en Indonesia y dos años después, en 2015 se expuso oficialmente al mundo.

El proyecto consta de dos partes, una con el nom- bre de Cinturón Terrestre de la Ruta de la Seda y otra denominada Ruta de la Seda Marítima del siglo XXI. La iniciativa se propone la integración económica euroasiática hasta finalmente llegar a Europa occidental mediante obras de infraes- tructura y estrategias de comercio e intercambios culturales.

La esencia de la Iniciativa de la Franja y la Ruta es mejorar la conectividad y profundizar la coo- peración frente a los riesgos globales con miras al beneficio mutuo, la ganancia compartida y el desarrollo común. Todo ello mediante el financia- miento y la asistencia técnica para la ejecución de proyectos de infraestructura: red vial, ferroviaria, portuaria, aérea y de telecomunicaciones. Estos objetivos económicos se encuentran estrechamente vinculados a otros de alcance geopolítico: coor- dinación política, conectividad geográfica y de redes, facilidades comerciales, integración finan- ciera y relaciones pueblo a pueblo.

La región de América Latina y el Caribe (ALC) es vista por la parte china como la extensión natu- ral de la Iniciativa de la Franja y la Ruta a pesar de que esta no forme parte del núcleo de sus activida- des más relevantes. Si bien es cierto que América Latina y el Caribe no ocupa un rol central en el comercio exterior y en los destinos más relevantes de la inversión extranjera directa china,1 las rela- ciones mutuas reflejan la ecuación de la idoneidad para facilitar los intercambios. Los abundantes re-

cursos naturales y commodities que posee Améri- ca Latina y el Caribe complementan los recursos financieros y el desarrollo industrial y tecnológi- co para desembocar en el objetivo de la Iniciativa de la Franja y la Ruta: ganar-ganar. Todo ello se conjuga con las relaciones históricas que unen a ambas partes desde finales del siglo XIX.2

Particularmente, el Gran Caribe es una priori- dad para la diplomacia china por la convergen- cia de diversos factores: la presencia de Taiwán en la subregión, la cercanía e influencia de Estados Unidos, la ubicación del mayor número de países miembros de la Iniciativa de la Franja y la Ruta dentro de América Latina, y las potencialidades de conexión geográfica. Sin embargo, los países del área han sido tradicionalmente un destino secun- dario de las inversiones chinas en toda América Latina y el Caribe. Su déficit comercial cuando se comparan las dos subregiones en cuestión, es cla- ramente asimétrico.

El avance y consolidación de la Iniciativa de la Franja y la Ruta en la cuenca caribeña presenta numerosos retos y complejidades de carácter cul- tural, económico y político. Los problemas pro- pios de los países centroamericanos y caribeños3 se conjugan con la fuerte influencia de los Estados Unidos, la presencia de Taiwán, la histórica des- confianza hacia China, las barreras culturales y el abultado déficit comercial que poseen numerosos países del área con su par asiático, aunque para un grupo importante de estos aún no constituye su principal socio comercial.

La inserción de la subregión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta es una alternativa de desarrollo ante las políticas aplicadas por el capital tradicional en materia de crecimiento económico y generación de empleos. El reforzamiento de factores de peque- ñez y vulnerabilidad de estos Estados en todos los sentidos, los ha obligado a enfocarse en nuevos



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1 Islas Caimán e Islas Vírgenes Británicas representan los destinos más relevantes de la Inversión Extranjera Directa china en toda América Latina y el Caribe por su condición de ser centros off-shore.

2 Perú, Brasil, México, Cuba y Panamá establecieron relaciones formales con el imperio chino (Dinastía Qing) desde finales del siglo XIX.

3 Desigual distribución del ingreso nacional, falta de desarrollo, corrupción política, presencia de grupos delictivos transnacionales, tráfico de drogas y de personas, inestabilidad económica y política.

actores y espacios en búsqueda de nuevas opor- tunidades (Bonilla et al., 2015). La búsqueda de un mayor reconocimiento diplomático y la intención de estrechar lazos económicos y comerciales con- vierten al Gran Caribe en un aspecto neurálgico dentro de la política exterior china como elemen- to base para el despliegue de la Iniciativa de la Franja y la Ruta en la subregión.

Por tanto, el presente artículo pretende expli- car cuáles fueron los factores que incidieron en el avance de la Iniciativa de la Franja y la Ruta hacia el Gran Caribe durante el período 2017-2020.


China y el Gran Caribe. Perspectivas generales

Los vínculos que unen a la región del Gran Ca- ribe con el territorio chino datan de mucho antes de que Cuba en el año 1960 reconociera y esta- bleciera relaciones diplomáticas con la República Popular China. “Entre 1870 y principios del si- glo XX, el gobierno chino estableció relaciones diplomáticas con Perú, Brasil, México, Cuba y Pa- namá, con el objetivo de contribuir a la protección de los derechos de los trabajadores chinos en estos países y promover el comercio” (Shixue, 2006).

Esta subregión siempre ha sido un espacio geo-

político tradicional de lucha entre poderes hege- mónicos como Estados Unidos y la Unión Europea. Mientras Estados Unidos se inserta en su espacio geopolítico más inmediato y genera un foco de tensiones en el Mar del Sur de China, el gobierno chino aplica una política recíproca en América La- tina y el Caribe. Las diferentes giras que el presi- dente, Xi Jinping ha efectuado a Trinidad y Tobago, Costa Rica, México, Cuba y Venezuela, confirman la relevancia que adquiere esta área para el más alto nivel chino.

Actualmente, de los 25 países que conforman el Gran Caribe, solo ocho4 reconocen a Taiwán como Estado, aun cuando este no es reconocido como tal en el marco del sistema de la ONU. La promoción del principio de Una Sola China y el reconocimien- to de Taiwán constituyen requisitos indispensables que China exige a sus socios a la hora de establecer

relaciones diplomáticas, aunque esto no interfie- ra en los lazos económicos. Es por esta razón que dicha zona ocupa un lugar central en el diseño de la política exterior de la República Popular China. El Gran Caribe se puede dividir en dos grupos de naciones de acuerdo con el nivel de involu- cramiento que poseen con China. Cuba, México, Venezuela, Costa Rica y Colombia se identifican como los Estados con estrategias más activas. Por otro lado, Guatemala, Honduras, República Do- minicana y las islas caribeñas se agrupan en los que mantienen una estrategia pasiva. Resulta ne- cesario destacar el papel que en los últimos años han venido desempeñando Trinidad y Tobago y Jamaica en la atracción del interés chino, no en vano Xi Jinping contempló a la nación trinitaria como el primer país a visitar durante su primera gira por el continente en el año 2013. Del mismo modo, resulta relevante el rol que poseen las Islas Caimán y las Islas Vírgenes Británicas en la absor- ción de flujos de inversión chinos en su calidad de centros financieros off-shore. No obstante, tal como se mencionó anteriormente, los países del Caribe Insular y Centroamérica han sido tradicio- nalmente un destino secundario en la proyección

exterior china hacia América Latina y el Caribe.

En lo multilateral, China ha establecido im- portantes vínculos a través de organismos e ins- tituciones regionales tales como el Caribbean Development Bank (CDB) y el Foro de Coopera- ción Económica y Comercial entre China y los Países Caribeños. En ese sentido, su membresía tanto en el Caribbean Development Bank como en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Foro CELAC-China, facilitan la profundiza- ción de las relaciones de cooperación en todos los ámbitos con el Caribe, incluso con aquellos que de manera bilateral no pueden acceder a los beneficios económicos por la ausencia de rela- ciones políticas.

En términos económicos, comerciales y finan- cieros, el intercambio con China se extiende a préstamos, inversiones y productos de alto valor agregado que tributan al desarrollo, al crecimiento


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4 Estas son: Honduras, Nicaragua, Guatemala, Belice, Haití, San Vicente y las Granadinas, San Cristóbal y Nieves, y Santa Lucía.

económico y a la diversificación de sus socios. Si bien todavía las cifras comerciales y de inversiones no superan a las que Estados Unidos posee con di- cha subregión, los números crecen anualmente. De igual forma, el intercambio comercial China-Gran Caribe es ínfimo con respecto a su comercio con el resto del mundo, por lo que estos vínculos no representan un volumen de peso para la economía asiática.

Materias primas como el hierro y el aluminio, productos de alto valor agregado como el equi- pamiento electrónico y las estructuras flotantes, son los principales rubros que se exportan desde China (Legrá Brooks, 2020). Por su parte, las importaciones desde el Gran Caribe se concen- tran principalmente en materias primas, lo que afianza la estructura dependiente de las econo- mías del área. Del mismo modo, se mantiene el presupuesto de que sobre todo México, presenta un abultado déficit comercial con China (Ríos, 2019), debido a la competitividad de los precios de los bienes chinos y las facilidades de créditos y préstamos que ofrece.

En el campo inversionista, según la CEPAL (2021), se ha notado en los últimos años una diversifi- cación. De ser dirigida explícitamente hacia la extracción minera, actualmente las empresas asiá- ticas actúan sobre los sectores de la electricidad, las manufacturas y la creación de infraestructu- ras. “En términos per cápita, la inversión china en el Caribe es comparativamente mayor que la inver- sión en América Latina. Aunque no alcanza a un igual volumen que la de sus socios tradicionales, estos son: EE.UU., Canadá y Reino Unido” (Legrá Brooks, 2021: 445). Guyana, Jamaica, Trinidad y Tobago y Surinam son los principales receptores de la Inversión Extranjera Directa (IED) china so- bre la base de acuerdos de cooperación y tratados. Por tanto, la IED de la República Popular China dentro del Gran Caribe se dirige principalmente a los Estados de mayor nivel y perspectivas de desa- rrollo, desde el punto de vista netamente bilateral. Todavía la región del Gran Caribe, y en especial los países que conforman la CARICOM y las dis- tintas organizaciones centroamericanas, carecen de un mecanismo que aborde de forma unitaria

y consensuada las negociaciones con China, tal como sucede con Estados Unidos y Europa.

En sentido más amplio, las características pro- pias de los países que componen el Gran Caribe, dificultan el desarrollo de una diplomacia econó- mica más activa por parte de China. El privilegio histórico que estas naciones le han otorgado a la matriz anglo-céntrica, se imbrica con los facto- res de pequeñez, inestabilidad y vulnerabilidad en todos los sentidos para comprender la pro- yección de Beijing en esta subregión. Sin embar- go, paradójicamente, estos mismos factores han incidido de forma positiva en que una gran ma- yoría de las naciones del Gran Caribe centren su atención en nuevos actores y espacios en bus- ca de nuevas oportunidades, y en esa brecha es donde se introduce el interés chino.


El avance de la Iniciativa de la Franja y la Ruta hacia la región del Gran Caribe durante el período 2018-2020

La incorporación de Panamá en el año 2017, abrió la posibilidad de que varios países latinoa- mericanos y caribeños solicitaran su participación en la Iniciativa de la Franja y la Ruta. El año 2018 fue el de mayor incidencia con la incorporación de 15 Estados del área, de ellos 11 de la región del Gran Caribe. Para el año 2020, según la CEPAL (2021), 19 países de América Latina y el Caribe ya habían firmado memorandos de entendimiento en el marco de dicha iniciativa.

Precisamente, es la subregión del Gran Caribe la que presenta dentro de Latinoamérica la mayor densidad en cuanto a países integrados a la inicia- tiva china. Ello contrasta con los datos de los in- tercambios económicos, financieros y comerciales que esta zona posee con el país asiático. Además, más allá de la voluntad política que existe en el área por integrarse al proyecto, actúan diferentes facto- res que condicionan el avance de esta iniciativa.

La extensión de la iniciativa hacia el Gran Ca- ribe está determinada por el comportamiento de diversos factores. A los problemas propios de cada nación se le deben de agregar las dificultades de re- lacionamiento en el área y las complejidades que impone la aparición de China como un nuevo

actor con reglas y características diferentes rela- cionadas con los condicionamientos políticos y las formas de inserción en las dinámicas internas. Para una mayor comprensión del análisis de los aspectos que han influido en el despliegue de la Iniciativa de la Franja y la Ruta en la subregión caribeña, en esta investigación se emplearon tres niveles de análisis: global, regional/subregional y nacional. En este caso, en el nivel regional se con- jugan tanto las variables que inciden dentro de la dinámica del área latinoamericana como de la que pertenece al Gran Caribe. De igual forma, re- sulta pertinente acotar que las características que a continuación se exponen son identificativas de toda esta subregión, a pesar de que dentro de ella existen diferencias en cuanto al Caribe Insular y

el Continental.

De acuerdo con el nivel global de análisis, el impacto de la crisis económica mundial sobre las economías del área en cuestión, es determinante. En este sentido, si bien la Republica Popular Chi- na se había recuperado de la crisis de 2008, los países de América Latina y el Caribe y en especial de la cuenca del Caribe no habían experimentado esta situación.

El contraste existente entre las regiones euro- peas y asiáticas que conforman el diseño original de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, y la zona la- tinoamericana y caribeña, constituye un aspecto que ha incidido en el ritmo de avance de la ini- ciativa, especialmente en el Gran Caribe. En esto interviene la distancia geográfica y las asimetrías en cuanto a volumen de inversiones y concreción de programas de infraestructura, interconexión, transporte y comercio entre ambas regiones.

Lo anterior se relaciona con la capacidad de los países del Gran Caribe para enfrentar grandes proyectos como la Iniciativa de la Franja y la Ruta en contraste con otras áreas. Ello se ilustra en las disparidades en los niveles de desarrollo y la pro- yección que puedan tener hacia China por parte de sus gobiernos, algunos de los cuales están con- dicionados por la búsqueda de financiamiento bajo escenarios diferentes.

Según el nivel regional/subregional, diferentes aspectos han intervenido en la concreción de la iniciativa en la cuenca del Caribe. Primeramente,

la vulnerabilidad macroeconómica y ambiental, la limitada base productiva, la alta dependencia de mercados externos y la continua exposición a los desastres de origen natural (Romero Gómez, 2016), caracterizan las estructuras de los Estados, de- pendientes o no, tanto del Caribe Insular como del Continental.

Las particularidades de los países centroameri- canos tienen que ver con la inestabilidad política, la corrupción administrativa y gubernamental, el tráfico de drogas y de personas, los altos índices migratorios y los problemas económicos. Es por ello que, como generalidad, las economías de la zona del Gran Caribe son vulnerables a los flujos de los precios en el mercado mundial debido a su pro- funda dependencia estructural a mercancías de alta volatilidad en el mercado internacional. Igual- mente, la débil inserción de estos Estados en las cadenas globales de valor, condicionan esa vulne- rabilidad y fragilidad de sus estructuras económi- cas y sociales (Villamizar Lamus et. al., 2020).

El contraste que existe entre la estrategia bien definida en que China ha presentado sus inten- ciones con la región latinoamericana y la desor- ganización política e integracionista que esta área exhibe, ha sido evidente. Al trasladar esta proble- mática a la óptica subregional del Gran Caribe, ocurre una situación similar.

La Republica Popular China ha mantenido una progresiva incorporación y participación en los foros regionales y, muy en específico, en los subre- gionales. Su rol como Estado miembro del BID, como observador en la Asociación Latinoame- ricana de Integración (ALADI), como miembro oficial del Caribbean Development Bank, en la fundación del Foro de Cooperación Económica y Comercial China-Caribe, en la I Cumbre Empre- sarial China-América Latina y Caribe, en el I Foro CELAC-China, como observador en la Organiza- ción de Estados Americanos (OEA) y en el Parla- mento Latinoamericano, y como miembro de la Corporación Interamericana de Inversiones (Mo- lina Díaz et al., 2016), contrasta con la ausencia de estrategias mancomunadas y concretas desde la parte caribeña para aprovechar las ventajas en su relación con este nuevo actor.

La CARICOM, la Asociación de Estados del Ca- ribe (AEC), la Organización de Estados del Cari- be Oriental (OECO), el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), y la actuación indepen- diente de algunos países como México, Cuba, Ve- nezuela y República Dominicana, no poseen una estrategia común de respuesta al activismo chino en la zona. En el caso de la CELAC, “China man- tiene, desde 2014, uno de los foros de cooperación más importantes que existen en la región, el Foro China-CELAC (FCC), que busca la “consecución de un nuevo desarrollo mediante la cooperación en conjunto, paralela a las cooperaciones bilatera- les”, enfatizando en la cooperación mutuamente beneficiosa bajo los principios de la igualdad y el respeto mutuos” (Legrá Brooks, 2020: 76).

La necesidad de que el Caribe presente ante la parte china una posición unitaria, definida y acor- de con sus posibilidades reales, resulta cada vez más imperiosa si se toma en cuenta la amplia di- versidad que caracteriza a esta área geográfica. El fomento de las relaciones entre las dos partes me- diante actores únicos constituye un factor clave que ha actuado sobre el avance y concreción de la Iniciativa de la Franja y la Ruta en esta zona.

Otro de estos aspectos es la competitividad en- tre los diferentes países por atraer las inversiones chinas. A pesar de que en la zona del Gran Cari- be 14 Estados ya forman parte de la iniciativa, el nivel de desarrollo de proyectos enmarcados en la misma es superior en aquellas naciones que ya poseían un background en inversiones y comercio con la parte asiática. Además, en esto también in- terviene la clasificación que China le otorga a sus socios en el mundo.

Venezuela y México experimentan el status de asociaciones estratégicas integrales, en tanto que Guyana y Antigua y Barbuda tienen relaciones cooperativas amistosas y relaciones amistosas res- pectivamente. Trinidad y Tobago mantiene una asociación de cooperación integral de respeto mu- tuo, igualdad, beneficio mutuo y desarrollo común; Jamaica tiene una asociación estratégica; Surinam presenta una asociación estratégica de coopera- ción, y Cuba ostenta el nivel de buen hermano, buen camarada y buen amigo.

El Ministerio de Relaciones Exteriores de China ha catalogado al resto de los países del Gran Ca- ribe como Estados que han establecido relaciones diplomáticas con China. Esta jerarquía diplomá- tica y de cooperación que ha establecido la Repú- blica Popular China con sus pares del mundo, y en especial, con las naciones del Gran Caribe, consti- tuye una importante herramienta de señalización. De ahí que la manera en que China se proyecta ha- cia cada uno de sus homólogos en el Gran Caribe determina el nivel de competitividad de los mis- mos por lograr una mayor atracción de estos capi- tales asiáticos.

Finalmente, la presencia de Taiwán en la zona del Gran Caribe es un elemento cardinal para la política china. Esta variable constituye el aspec- to de mayor peso que ha determinado el avan- ce del despliegue de la Iniciativa de la Franja y la Ruta en esta zona si se tiene en cuenta la pobre re- levancia en materia económica y financiera que la misma representa para el país asiático, salvo casos puntuales en sus inversiones financieras off-shore.

“Uno de los principales drivers que ha marcado la

política exterior de China hacia el Caribe ha sido precisamente la competencia con Taiwán por el reconocimiento diplomático de los países caribe- ños” (Legrá Brooks, 2020).

En esta zona, Taiwán posee relaciones diplomá- ticas con ocho naciones, de ellas, seis son perte- necientes al Caribe Insular. La política de Taipéi hacia el área se caracteriza por facilidades comer- ciales y créditos atractivos y generosos, por lo que en reiteradas ocasiones a esta política se le deno- mina de chequera. En clara competencia con esto, la política china está dirigida a ofrecer un ambien- te de negocios y montos de asistencia cada vez más atractivos.

Dentro del nivel de análisis en el plano nacio- nal, las variables más importantes son: la histórica desconfianza antichina, la propaganda negativa a través de los medios de comunicación masiva, las formas de inserción y actuación de las empre- sas asiáticas, el desplazamiento de los producto- res nacionales, y el creciente déficit comercial con Beijing (González Sáez y Molina Molina, 2020). Muchos de los aspectos antes expuestos están

íntimamente relacionados con la matriz subde- sarrollada de las economías del área.

Los problemas relacionados con la presencia de trabajadores chinos en determinados países están vinculados a la actuación de sus empresas y en ocasiones puntuales, a los condicionamientos que vienen aparejados con las inversiones chinas y los Tratados de Libre Comercio (TLC). Además, la aparición del desempleo como resultado de la uti- lización de mano de obra china ha acentuado la desconfianza. “Casos como Bahamas, donde el de- sempleo ha sido elevado, la afluencia de extranjeros ha alimentado el resentimiento entre los trabaja- dores locales de la construcción” (González Sáez y Molina Molina, 2020: 39). Ello se relaciona directa- mente con las formas en que se insertan las empre- sas chinas dentro de los ordenamientos y economías del Gran Caribe además del desplazamiento de las mercancías locales, por otras extranjeras.

A pesar de las singularidades y complejidades que caracterizan a los Estados del área, la facili- dad de conexión comercial, la posición estraté- gica y geopolítica, la flexibilidad de los marcos institucionales y legales, y las potencialidades co- mo plataforma económica de tránsito, turística y de generación de energías renovables, ubican al Gran Caribe en la mira de los intereses chinos, especialmente los que se encuentran dentro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta.

La fuerte dependencia que esta subregión ha generado hacia productos muy inestables en el mercado internacional como es el caso de las fuen- tes de energía fósiles, ha abierto una brecha para la entrada de capitales chinos. Ello, es reflejo de la necesidad de estos países de buscar opciones a su tradicional patrón de relacionamiento con Esta- dos Unidos y la Unión Europea. Sin embargo, en la búsqueda de ese alejamiento, se ha reproducido ese patrón.

China, mediante una estrategia comercial, inver- sionista y, en este caso, de cooperación ha aumen- tado su presencia en el Gran Caribe. Sin embargo, a pesar de enfocarse como un país perteneciente al Sur global, la matriz de relacionamiento que esta impone a los países de la subregión mantiene su esencia de centro-periferia, aunque con marcadas

particularidades que la diferencian de los actores tradicionales que allí actúan. Ello evidencia que los términos ganar-ganar y cooperación mutua- mente beneficiosa constituyen más marketing que efectos en la práctica. Por tanto, no existe una ver- dadera cooperación puesto que China adquiere beneficios, mientras que la parte caribeña y la- tinoamericana en general, además de beneficios mínimos, mantienen su dependencia y su sub- desarrollo.

“América Crece” y el rol

de Estados Unidos en el Gran Caribe

El proceso de extensión hacia América Latina y el Caribe que experimentó la Iniciativa de la Franja y la Ruta fue percibido por el gobierno norteame- ricano como una amenaza a sus intereses geopolí- ticos tanto en el área como en el mundo. Ya desde el lanzamiento oficial de esta iniciativa, Estados Unidos la había enfocado como un peligro para su seguridad nacional. Con la incorporación ma- siva de países latinoamericanos y caribeños que experimentó la Iniciativa de la Franja y la Ruta a partir del año 2017, la posición estadounidense se tornó más interesada en su denominada esfera de influencia inmediata, en contraste con el poco interés que se le brindaba desde el año 2001 con la cruzada contra el terrorismo.

Con el advenimiento del gobierno de Donald Trump, Estados Unidos volvió a enfocar a Améri- ca Latina y el Caribe y en especial al Gran Caribe como un punto estratégico dentro de la política exterior norteamericana. Se puede afirmar que el Gran Caribe constituye para Estados Unidos un aspecto relevante para su estrategia de seguridad nacional en un escenario en que está compro- metida su hegemonía. “A partir de 2017 se puede apreciar la puesta en práctica por parte de EE.UU. de una política más sofisticada hacia el Caribe que busca dividir a la región, debilitar el consenso en política exterior de la CARICOM y contener el avance de China, al prometer incrementar sus inversiones en países seleccionados, que forman parte de una región considerada por la política estadounidense, como su espacio natural de in- fluencia” (Legrá Brooks, 2020: 85).

Ante la presencia cada vez mayor de China en Latinoamérica, el gobierno norteamericano pre- sentó en el año 2018 un proyecto similar al chino, en clara competencia con este. “Al no poder con- tener la inserción de los países latinoamericanos a la iniciativa de Beijing, Washington pasó de la presión a la proyección de un proyecto competi- tivo” (González Sáez, 2020: 3). El programa Amé- rica Crece (AC) es una iniciativa del gobierno de Estados Unidos para catalizar la inversión del sec- tor privado en infraestructuras en América Latina y el Caribe. Originalmente se enfocó en la creación de infraestructuras de energía, pero actualmente abarca las telecomunicaciones, energía, puertos, carreteras y aeropuertos.

Dicha iniciativa estadounidense, utiliza varios mecanismos de coordinación entre gobiernos como el compromiso diplomático de alto nivel, los me- morandos de entendimientos, las conversaciones extraoficiales, la asistencia técnica, los diálogos bi- laterales y los intercambios entre instituciones re- gionales, asociaciones empresariales y grupos de la sociedad civil. Estados Unidos mediante la de- nominada asistencia al desarrollo, pretende ayu- dar a los países integrantes de América Crece a mejorar sus marcos regulatorios y sus estructuras internas con el fin de satisfacer las necesidades de financiación de proyectos cuyos recursos son li- mitados. Además, América Crece es catalogada como una iniciativa pangubernamental debido a que en su funcionamiento intervienen diferentes organismos del gobierno norteamericano: los De- partamentos de Estado, del Tesoro, de Comercio y de Energía; la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la Agencia de Comercio y Desarrollo de los Estados Unidos (USTDA) y la Corporación para la Inversión Pri- vada en el Extranjero (OPIC).

América Crece ha sido planteada para abarcar a todos los países latinoamericanos, excepto Cuba, Venezuela y Nicaragua por razones evidentemen- te políticas. Desde la oficialización del proyecto y hasta el año 2020, se habían firmado memorandos de entendimientos oficiales con solo tres nacio- nes del Gran Caribe: Jamaica, Panamá y Colombia. En ello influyen las relaciones políticas, económi-

cas y comerciales que estos países sostienen con EE.UU. en el marco de alianzas comerciales como los conocidos TLC y los pactos militares. De he- cho, la fuerte política de presiones que el gobierno estadounidense ha promovido en la región, coad- yuvada por los numerosos recorridos de altos re- presentantes gubernamentales norteamericanos, ha conducido a un mayor activismo del sector privado norteño en la subregión dentro de Amé- rica Crece.

Es necesario resaltar el significado que trae para el desarrollo del Gran Caribe la incorporación de sus Estados al proyecto estadounidense. Por un lado, su enfoque solo en el sector privado, limita a las economías de la subregión a que actúen y ob- tengan beneficios. Es decir, la gran mayoría de los beneficios de las inversiones del sector privado se quedan ahí, y el necesario derrame hacia el resto de la economía va a estar determinado por la restrin- gida actuación de otros sectores. Por el otro, está el rol de las organizaciones gubernamentales esta- dounidenses que canalizan esas inversiones.

El papel de la USAID en la desestabilización de la región mediante su denominada asistencia al desarrollo es notable. Con los objetivos de promo- ver las inversiones en infraestructura en la región, lograr una desestabilización de la misma median- te la desarticulación de alianzas y organizaciones integracionistas constituye una meta subsidiaria, pero de carácter sumamente estratégico. Además, la incidencia de América Crece en los marcos regu- latorios nacionales resulta peligroso en la medida que contribuye a afianzar sus intereses dentro del ordenamiento legislativo y judicial subregional. “Estados Unidos contribuye a pasar a una fase en la que asesorando a los sistemas judiciales contri- buyó a destituir presidentes, a la de maniobrar en las Asambleas Nacionales para favorecer no solo sus intereses económicos, sino también poder em- prender acciones para deponer gobiernos que no son de su agrado” (González Sáez, 2020: 5-6).

América Crece descansa además en otras ini- ciativas impulsadas desde Norteamérica y que se enfocan en zonas puntuales dentro del continen- te americano y en especial en el Gran Caribe. La Iniciativa Energética del Caribe lanzada por el

gobierno de Obama en el año 2016, la Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte (PAPTN) en- focada en la asistencia a Guatemala, El Salvador y Honduras; la marca “Caribe 2020” y los TLC que posee con numerosos Estados del área, constitu- yen los principales mecanismos en los que se in- serta y se apoya dicha concepción estadounidense en la cuenca caribeña. Del mismo modo, su arti- culación con estrategias y alianzas militares como la Iniciativa Mérida, el Plan “Paz Colombia”, la Iniciativa Regional de Seguridad para América Central, la Alianza del Pacífico y la Iniciativa de Seguridad del Caribe, evidencian que “la posición del gobierno norteamericano es consistente con una reinterpretación de la Doctrina Monroe que busca mantener el predominio estadounidense en la región” (Legrá Brooks, 2020: 84). La utiliza- ción de métodos coercitivos ya tradicionales para EE.UU. como las presiones económicas y las ame- nazas militares, e incluso la imposición de sancio- nes, reafirman la concepción de la desesperada búsqueda de este país por superar el aislamiento en que se había sumido.

La contención del avance de las iniciativas de la Republica Popular China, la potenciación de las inversiones, el fortalecimiento de la cooperación en materia de seguridad y la modificación de la po- sición de los países de la zona en favor de su pers- pectiva sobre el caso de Venezuela (Legrá Brooks, 2020), fueron los principales propósitos de los intereses de la administración Trump en el Gran Caribe. En lo que respecta al freno del activismo chino, según los investigadores González Sáez y Molina Molina (2020), estudios occidentales afir- man que existen coincidencias entre la Iniciativa de la Franja y la Ruta y el Plan Marshall de la se- gunda posguerra. No obstante, debe ponderarse el rol del proyecto asiático como una estrategia que posibilitaría el beneficio mutuo y no una supedita- ción. Más allá de las escasas semejanzas, estos dos proyectos tienen marcadas diferencias en cuanto a sus objetivos esenciales, los condicionamientos de todo tipo, los métodos de inserción utilizados, la forma en que se pueden resolver las discrepan- cias internas entre los miembros, además de sus estructuras y fuentes de financiamiento.

Acorde a esta lógica de análisis, también la pre- sentación de América Crece ha suscitado compa- raciones con su competencia china. Sin embargo, los nuevos patrones de comportamiento, inserción y relacionamiento que la Republica Popular China ha impulsado en la subregión constituyen un ele- mento ya de por sí atractivo para las naciones que buscan una alternativa a la hegemonía estadouni- dense. Los factores abordados en el apartado an- terior marcan las pautas que numerosas naciones tienen en cuenta al evaluar la viabilidad de perte- necer a uno u otro proyecto.

En síntesis, la iniciativa América Crece fue crea- da por el gobierno norteamericano para hacerle frente al avance chino en Latinoamérica y el Cari- be. Los intereses particulares que persigue el pro- yecto norteamericano son el incremento del nivel de dependencia de las economías de la zona con Estados Unidos, contrarrestar la influencia de Chi- na y otros actores extrarregionales, y ser un ele- mento de presión sobre los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. América Crece se apoya en diferentes mecanismos económicos, energéticos y de seguridad que ya Estados Unidos poseía en el área centroamericana y caribeña. El hecho de que tanto el Departamento de Estado de EE.UU. como la USAID participen en el mismo de forma activa, hace pensar que los objetivos de desarrollo infraestructural que se plantearon oficialmente en el lanzamiento de este proyecto sean aspectos de orden secundario.

Existen claras diferencias entre América Crece y la Iniciativa de la Franja y la Ruta en cuanto a métodos de relacionamiento y condiciones tanto para el ingreso de nuevos miembros como para la obtención de financiamientos. Sin embargo, el fin último de ambos es el posicionamiento es- tratégico y geopolítico en un área con grandes po- tencialidades geográficas y de interconexión. La nueva Ruta de la Seda en su incidencia hacia el Gran Caribe resulta novedosa en tanto constituye una alternativa a los patrones de relacionamien- to tradicionales de la subregión. En la práctica, la iniciativa norteamericana América Crece no evo- lucionó más allá de un proyecto esencialmente declarativo.

La rivalidad China-Estados Unidos

en el Gran Caribe durante la pandemia de la COVID-19

La Ruta de la Seda sanitaria tiene su origen en la firma de un Memorando de Entendimiento (MOU) con la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el año 2017 con el propósito de emprender un gran proyecto para mejorar la salud pública den- tro de los países integrantes de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Dicha arista utiliza la experiencia china en el enfrentamiento a diversas enfermeda- des, en cooperación y colaboración con muchos países del mundo en el sector de la salud. Asimis- mo, las relaciones de triangulación y los grandes índices financieros y comerciales que se manejan dentro de la iniciativa, pueden traducirse en be- neficios para naciones que no cuentan con poten- cialidades médicas y financieras. “El avance de la arista sanitaria de la IFR tendrá efectos dobles, por un lado permitirá reducir los riesgos socia- les, mientras contribuye a armonizar un sistema conjunto e integral que garantice el mutuo benefi- cio” (Fabelo Concepción y González Sáez, 2020: 39). La consolidación de la Ruta de la Seda Sani- taria, si bien depende en cierta medida del nivel de desarrollo e integración que se haya alcanza- do entre la Iniciativa de la Franja y la Ruta y los países que la componen, también está determina- da factores exógenos. El reto que ha supuesto la epidemia de la COVID-19 desde finales del año 2019 y las presiones por parte de la administra- ción Trump en Estados Unidos definen el normal desenvolvimiento de dicho proyecto. La estrate- gia que el gobierno estadounidense ha utilizado para desacreditar el papel de la Republica Popular China en su gestión de la pandemia, se inscribe dentro de la tendencia de confrontación inicia-

da desde el año 2016.5

La epidemia mundial del coronavirus ha catali- zado los roles de la Ruta de la Seda Sanitaria en lo referente a la integración y cooperación solidaria en materia de salud, asistencia técnica y gestión gubernamental. La diplomacia de la mascarilla ha

supuesto un obstáculo para la iniciativa china. En tal sentido, los medios tradicionales de informa- ción han inducido la matriz de opinión de que este proyecto es utilizado como herramienta política para aumentar la influencia asiática en el mundo. Lo cierto es que, “la potenciación de la Ruta de la Seda Sanitaria es percibida como un ejemplo cla- ve que China ostenta para socavar una vez más el orden liberal y promover su sistema político y su éxito en la batalla contra el coronavirus” (Fabelo Concepción y González Sáez, 2020: 63).

Ante la incapacidad de numerosos sistemas de

salud del mundo para gestionar la pandemia de la COVID-19, la Ruta de la Seda Sanitaria supone una alternativa en cooperación y colaboración en materia de salud mediante un esquema de integra- ción particular. La articulación de potencialidades y el aprovechamiento de las ventajas compartidas que impulsa la Iniciativa de la Franja y la Ruta han demostrado una mayor efectividad. “La Co- vid-19 abre una nueva etapa, la de la cooperación y la complementariedad entre los países miembros de la IFR para corregir no solo las asimetrías, sino crear una ruta más segura” (Fabelo Concepción y González Sáez, 2020: 75).

El contexto pandémico ha determinado un nuevo escenario de enfrentamiento entre las es- trategias norteamericanas y chinas en cuanto a la recuperación y el mantenimiento de su influencia en la región respectivamente. La ayuda sanitaria en efectivo, insumos y vacunas anticovid-19 cons- tituyen la principal arista de dicha competencia por el liderazgo y supremacía hegemónica en el área. “Sus motivaciones y objetivos van más allá de la voluntad de mejorar la salud y la seguridad humana en los países en desarrollo. El compro- miso con la salud, en forma de ayuda, asistencia y cooperación, también se utiliza como una forma de poder blando que cumple los objetivos de po- lítica interna y externa, incluida la seguridad sa- nitaria, el crecimiento económico y los intereses comerciales” (Rubiolo y Vadell, 2020).


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5 Uno aspectos identificativos de la hostilidad estadounidense antichina en este contexto ha sido su retirada de la OMS aduciendo que esta ayudó a China a ocultar los orígenes del virus.

Por un lado, desde el inicio de la incidencia de la pandemia en América Latina y el Caribe, China ha donado cerca de 215 millones de dólares en suple- mentos sanitarios y en ayuda económica. De ellos, los mayores montos se han otorgado a Venezuela y Cuba. Además, las donaciones en insumos con- templan pruebas de diagnósticos, guantes, masca- rillas, ventiladores pulmonares, tecnologías para el diagnóstico térmico de los enfermos, material médico quirúrgico, fármacos de diverso tipo para el tratamiento del virus, y diversas vacunas anti- covid-19.

El gobierno central, los gobiernos locales, las em- presas estatales, las corporaciones privadas, las Cá- maras de Comercio y las comunidades chinas en los países latinoamericanos fueron los principales activistas de la presencia asiática ante la situación de América Latina y el Caribe frente a la pandemia. En esta actuación también incide la presencia polí- tica y económica de Taiwán. China, en su estrategia donativa no contempló de forma directa a aquellos países que mantienen relaciones diplomáticas con Taipéi. Sin embargo, por canales no oficiales la Re- publica Popular China ayudó a Haití y a Santa Lu- cía (Ray et al., 2021).

La empresa tecnológica y privada china Huawei se destaca por su presencia en la región. Posterior al comienzo de la COVID-19, sus donaciones se han caracterizado por el envío de equipos de avan- zada tecnología de diagnóstico y de inteligencia artificial inexistente en el área.6 Ello constituye una clara estrategia de la parte asiática de promo- ver aún más la presencia de su principal empresa de telecomunicaciones y tecnologías en América Latina y el Caribe al tiempo que la administración Trump desplegó de forma conjunta con la guerra económica, una cruzada contra la tecnología chi- na, principalmente la de la empresa Huawei y su red 5G.

Según las investigaciones de la Fundación Andrés Bello y el Wilson Center, las donaciones de Chi-

na en América Latina y el Caribe han duplicado a la de Estados Unidos. De acuerdo con el cálcu- lo realizado, el monto en dólares7 de las ayudas chinas estaría rondando los $ 380 millones de dó- lares, mientras que las de Estados Unidos serían unos $ 150 millones (Chang, 2020). No obstante, la ayuda asiática solo se ha limitado a las naciones con las cuales tiene relaciones diplomáticas, y la norteamericana se ha extendido a todos los países con excepción de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Mientras China ha focalizado su ayuda princi- palmente en donaciones de insumos médicos y equipamiento tecnológico para el diagnóstico de la enfermedad, Estados Unidos se ha centrado en la ayuda monetaria. A pesar de que el gobierno de Trump bloqueó la exportación de equipamiento de protección personal para destinarlos a responder el colapso interno, durante el 2020 la asistencia estadounidense a través de la USAID se contabili- zó en aproximadamente 141 millones de dólares, además de 3 486 ventiladores para trece países del área (Pforzheimer, 2021). Si bien Estados Unidos es históricamente el mayor contribuyente en Amé- rica Latina y el Caribe, el contexto pandémico desde 2019 ha invertido los papeles y China se ha convertido en el principal origen de las ayudas de todo tipo.

En conclusión, el contexto que ha impuesto la pandemia del SARS-CoV-2 desde finales del año 2019 constituye un aspecto fundamental en el re- lacionamiento entre China y Estados Unidos. De igual forma, América Latina y el Caribe se ubica en el centro de la confrontación entre estos dos países, primero en el plano económico, financie- ro y comercial, y recientemente en el sanitario. China ha ocupado en la región los vacíos que el aislacionismo norteamericano reciente ha deja- do en todos los ámbitos. A la guerra comercial y tecnológica se le agrega el nuevo escenario epi- demiológico que ha impuesto la implementación de estrategias cooperativas mediante donaciones


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6 Huawei brindó ayuda a Guatemala y a una universidad pública en Honduras, dos países que reconocen la existencia independiente de Taiwán.

7 Se refiere a dólares estadounidenses.

sanitarias y monetarias que, en última instancia responden a intereses geopolíticos: China por mantener e incrementar su influencia en la zona, y Estados Unidos por recuperar las cuotas hege- mónicas perdidas. “China emerge como poder y crecerá su imagen en la mirada de los países en desarrollo como modelo atractivo de capacidad de gestión en seguridad sanitaria y economía. La cri- sis de la COVID-19 ha mostrado una China más confiada, que ve la oportunidad de cambiar el orden global en su beneficio” (Bernal-Meza, 2021).

Conclusiones

El ascenso de la Republica Popular China como potencia económica mundial, la ha convertido un actor fundamental en las nuevas dinámicas de las relaciones internacionales.

Su influencia no solo se circunscribe a su tradi- cional zona de Asia oriental, sino que trasciende hacia otras áreas como África y América Latina y el Caribe.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta es expresión de la transformación de la estructura del sistema internacional hacia nuevas formas de comercio, cooperación y globalización, y representa las as- piraciones de la República Popular China de colo- carse a la cabeza de la economía mundial.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta responde a la necesidad china de garantizar crecientes merca- dos para sus productos, e inversores para su cada vez más incipiente desarrollo industrial.

Los aspectos fundamentales que persigue la Iniciativa de la Franja y la Ruta coinciden con los objetivos estratégicos de la política interna y ex- terna china.

La ampliación de la Iniciativa de la Franja y la Ruta hacia América Latina y el Caribe está deter- minada por las relaciones económicas, financie- ras, comerciales, diplomáticas y de seguridad en- tre ambas partes en los niveles bilateral, regional y multilateral.

Beijing propone un vínculo diferente al tradicio- nal, en tanto no impone condicionamientos po- líticos, no interviene en asuntos internos de los países con los que se relaciona además del hecho

de que la no existencia de relaciones diplomáticas, no excluye el fomento de los lazos económicos.

El enfoque de beneficio mutuo, el ganar-ganar, que plantean los chinos en su discurso oficial no es tan absoluto. La presencia de la República Popular China en América Latina y el Caribe si bien trae beneficios, también produce efectos negativos.

La actuación de la República Popular China re- produce el patrón primario-exportador, subdesa- rrollado y dependiente de las economías del área. La política exterior china en el Gran Caribe está determinada por la fuerte presencia de Taiwán, la cercanía al mercado estadounidense, las poten- cialidades en conectividad, servicios turísticos y financieros; el ordenamiento legislativo, y el gran volumen de países de la región que están intere- sados en pertenecer a la Iniciativa de la Franja y

la Ruta.

Los Estados de la subregión del Gran Caribe en su patrón de relacionamiento de China, respon- den a un vínculo más pasivo por su rol como re- ceptores de esa intencionalidad en contraste con una elevada densidad en cuanto a países integra- dos a la iniciativa china.

Los principales factores que han incidido en el avance de la Iniciativa de la Franja y la Ruta en el Gran Caribe son las estructuras económicas de los países del área, la fuerte presencia de Taiwán y las presiones norteamericanas, la falta de una es- trategia mancomunada a los intereses chinos, la competencia entre ellos por la asistencia asiática, el impacto de la crisis económica mundial, la re- percusión de la pandemia de la COVID-19 y la histórica desconfianza y barreras culturales.

De manera contradictoria, la estructura subde- sarrollada de estos países, sus marcos institucio- nales y legales, y la ubicación geográfica de la zona, también influyeron en la consolidación y desarrollo de la Ruta de la Seda en la zona.

La extensión de la Iniciativa de la Franja y la Ruta hacia América Latina y el Caribe fue vista por el gobierno de Estados Unidos como una amenaza a sus intereses en su área natural de influencia.

América Crece es una iniciativa del gobierno de Estados Unidos para catalizar la inversión del sec- tor privado en infraestructuras en Latinoamérica y

el Caribe, y responde a la presencia cada vez mayor de China en esta zona. Constituye una respuesta estratégica a la Iniciativa de la Franja y la Ruta.

La Ruta de la Seda Sanitaria, como una dimen- sión de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, adquie- re un significado estratégico en momentos en que

la pandemia mundial de la COVID-19 representa una amenaza para la economía internacional.

América Latina y el Caribe se ubica en el centro de la confrontación entre Estados Unidos y Chi- na, primero en el plano económico, financiero y comercial, y recientemente en el sanitario.


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